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Pero en realidad estas medidas impuestas son apenas la preparación del golpe que tomará dimensiones superiores –como amenaza Sojo, el coordinador del gobierno de las políticas públicas– al aplicarlo a otros sectores de trabajadores (como ya se ve venir a través de la “ley del ISSSTE”). De manera que el problema no puede esconderse en los embustes legaloides que centran la atención en la “modificación jurídica” al contrato colectivo y a los procedimientos constitucionales, como sindicatos y el aparato de izquierda del capital lloriquean, la verdadera agresión se encuentra en la afectación a las condición de jubilación de un sector y la preparación de ese mismo mecanismo para generalizarlo hacia el resto de la clase. Pero, si el avance de las medidas han podido pasar hasta ahora, es justamente porque la potencialidad de la fuerza contenida en el descontento de los trabajadores fue desviada y contenida por el sindicato. Por eso para que los trabajadores puedan enfrentar la cascada de ataques que se han iniciado, no basta con desatar movilizaciones ciegas y desesperadas como lo induce la estructura sindical, de seguir ese camino lo único que lograrán es potenciar la magnitud de la derrota. Los “plantones”, cierres de calles y “megamarchas” que el sindicato impone (en donde lo más importante para un trabajador es “pasar lista” para evitar represalias del sindicato), sólo han desgastado e impedido el desarrollo de la reflexión, y por tanto impide la organización autónoma y la extensión de la lucha. En este momento se hace necesario sacar las lecciones de los acontecimientos que se han sucedido, no sólo por parte de los trabajadores del IMSS, sino por el conjunto de la clase, atendiendo los aspectos en los que hasta ahora se ha centrado la maniobra. Se precisa tener en claro que estas medidas buscan extenderse hacia el resto de los asalariados, pero, para evitar que el descontento confluya, no sólo se confunde llamando a unos los “privilegiados” y a otros las “víctimas” de éstos (o separando jóvenes y viejos, parados y activos...), sino además se busca extender la desmoralización y dar la “lección” de que ante los ataques del capital nada se puede hacer. Por ello para poder concretar una verdadera respuesta a estos golpes, se vuelve indispensable comprender que la “radicalidad” que el sindicato pretende mostrar, no es sino un maquillaje que le permite ganar la confianza de los trabajadores y así cumplir mejor su labor de sabotaje. ¿Es que se puede encontrar una diferencia entre la estructura sindical de la CTM y la UNT?
Es evidente que para lograr culminar con su ataque, la clase dominante necesita no sólo hacer creíble su campaña sobre el hecho de que los trabajadores son los causantes de las dificultades económicas de la institución médica y los responsables directos del mal servicio que ofrecen, y convencer que estos son sujetos “privilegiados” que se apropian de las cotizaciones del resto de los asalariados inscritos al IMSS, sino además, y ante todo, requiere reforzar el dominio que los sindicatos mantienen sobre los trabajadores, para poder imponer movilizaciones huecas que desgasten, desvíen aún más el descontento y generalicen la desmoralización.
Ante la agudización de la crisis la burguesía se unifica para golpear a la clase obrera
Pese a que la burguesía en la región desde hace tiempo se encuentra fracturada (cómo se puede ejemplificar con los enfrentamientos entre sus diferentes fracciones, presentes no sólo entre partidos, sino incluso en sus interior, ha encontrado un punto que le permite alcanzar un acuerdo: el incrementar el peso de la crisis en las espaldas del proletariado. Toda la burguesía, aunque use diversos tonos para describirlo, mantiene acuerdo en que la crisis que azota al sistema capitalista requiere del uso de mecanismos que permitan un “respiro” de la economía; y la “salida” que la clase dominante encuentra (en México como en el resto del planeta; véase en este mismo número el artículo sobre el desmantelamiento de la seguridad social) es la disminución, e incluso la eliminación, de los servicios que se presentan como parte del salario, en particular, lo referente a los servicios médicos, así como a las pensiones y jubilaciones, lo que en los hechos significa la degradación directa de los salarios.
Estos gastos “sociales”, son en realidad parte del salario, en tanto son porcentajes de la plusvalía retenida por el Estado y retornada en forma de servicios a los trabajadores; y aunque fueron utilizados en su momento para cumplir las necesidades del capital, centrados fundamentalmente en asegurar la salud de la masa de asalariados y afirmar el control de los trabajadores a través del dominio sindical, el peso de la crisis hace que hoy se le presenten como un lastre, por lo que desesperadamente busca eliminarlos, aún y cuando tenga que deshacerse de la careta benefactora, mostrando, sin ningún velo ya, su rostro y su práctica salvaje, arreciando los ataques contra las condiciones de vida de la clase obrera... No es nada extraño que en México, el IMSS, se formara en la década de los 40, justo en la aceleración del proceso de industrialización de la región, durante la llamada “sustitución de importaciones” (posibilitada por la guerra y la reconstrucción), y en el marco de la “tregua” entre el sindicato y Estado, que significó la prohibición de la huelga y el congelamiento de los salarios([1]), y menos extraño es que estas “reformas de segunda generación”, que tienen en su base la intensificación de los niveles de explotación, requieran, para ser implementadas, de una actividad de sabotaje abierta por parte del sindicato, que es a fin de cuentas, el bastión permanente que la burguesía mantiene dentro de las filas proletarias. No hay que olvidar que son estas mismas reformas las que el SNTSS venía promoviendo desde el 2003 y si hoy éste (junto con partidos de la burguesía como el PRD y sectores del PRI) se presenta como defensor de los trabajadores es por la existencia de fracturas internas en la clase dominante que los lleva a usar su “disidencia” como medio de presión, sin embargo cuando se trata de comprimir las condiciones de vida obrera y someter el descontento mantienen un acuerdo, por eso la “radicalidad” de Galina o Hernández Juárez, no son sino el complemento del ataque...
Se ha perdido una batalla, pero la guerra continúa
La incipiente combatividad que en octubre del 2003 mostraban los trabajadores del IMSS ante el anuncio de la aplicación de la “reforma”, fue rápidamente “atendida” por el SNTSS, esterilizando el coraje y saboteando los intentos de los trabajadores por tomar en sus manos la lucha. El Congreso sindical, que es presentado por el izquierdismo y el “sindicalismo de base” como un momento de triunfo, fue en realidad el momento en que el sindicato sometió y disciplinó el descontento al encajarlo en una dinámica sin salida, anulando la disposición de combate que había. Cuando los trabajadores iniciaban con muchas dificultades el trabajo de reflexión y de organización por encima (e incluso en contra) del sindicato, se sabotea su accionar al anunciar al Congreso extraordinario y promoverlo como un verdadero lugar de discusión colectiva. Es este momento en que la trampa sindical empieza a madurar, porque, pese a que las disposiciones presentadas por la dirección sindical son votadas en contra en ese congreso, y muchos trabajadores se alegraban de que “habían detenido a Galina”, en realidad es el sindicato el que avanzó, ganando mucho más que una votación, ganó la confianza de los trabajadores de que es posible luchar en (y tras) el sindicato. Esto, por supuesto, posibilitó que su labor de sabotaje encontrara el camino fácil para impedir que los trabajadores tomaran en sus manos la lucha y la extendieran hacia otros sectores.
En este momento pese a la verborrea radical de la estructura sindical (ante el SNTSS, como el conjunto de sindicatos asociados en la UNT), su práctica muestra que buscan hacer que el golpe asestado no tenga la posibilidad de ser revertido y más aún que la desmoralización se extienda hacia el resto de la clase y facilite el camino a la generalización del ataque. Si bien los trabajadores deben ser claros que esta batalla se ha perdido por el momento, es necesario también sacar las lecciones, porque el combate continúa y los pasos que habrán de seguirse dando tendrán que tomar en cuenta los errores que se han cometido para no volver a tenerlos. Es esencial que la reflexión de los trabajadores tome en consideración que mientras el sindicato controle su descontento, las potencialidades de los trabajadores será anulada, porque es la combatividad y la conciencia lo que el sindicato siempre temerá. Es natural que luego de asestar un golpe de esta magnitud la clase dominante busque extender la confusión empujando la formación de nuevas estructuras sindicales (de “base”, asamblearios, o frentes) previniéndose de los relevos que atrapen a aquellos trabajadores a los que no lograron convencer las acciones del sindicalismo oficial... esa verborrea radical y las amenazas de movilizaciones masivas no tienen más objetivo que maquillar su accionar de saboteadores. La misma huelga, que es indudablemente una importante expresión de la lucha de la clase, si es empujada y controlada por el sindicato a lo único a lo que puede llevar es a una derrota grandilocuente que la burguesía sabrá usar como “lección” en contra del proletariado. Por ello ante la dinámica del sindicato (por más radical que se presente) que pretende envolver en una lucha en “defensa del IMSS”, es necesario imponer como bandera de lucha la defensa de las condiciones de vida, y ante todo empujar a la reflexión colectiva a través de Asambleas Generales, teniendo en claro que la verdadera fuerza del proletariado se encuentra en su actuación masiva y consciente... La derrota a la que hasta ahora el sindicato ha llevado a los trabajadores, es tan sólo una batalla perdida de la que se deberá sacar las lecciones necesarias que permitan recobrar fuerzas para la continuación del combate en mejoras condiciones.
Cloe/11-agosto-04
1Cualquiera que cuente con la mínima voluntad de entender la historia notará que la “seguridad social” tan pregonada como un “logro de la lucha”, se impone justamente cuando hay un profundo retraso en el desarrollo de la lucha de clases.