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Las elecciones
La madre de todos los engaños contra los trabajadores
La situación actual ilustra claramente la función mistificadora de las elecciones. Ante la catástrofe económica en curso por el hundimiento del capitalismo en una crisis sin precedentes (ver artículos al respecto en esta misma edición), en varios países del mundo el proletariado ha manifestado ya su descontento generalizado y, sobre todo, una disposición a no permitir que la burguesía descargue, una vez más, sobre sus espaldas el costo de las medidas anticrisis, es decir, más austeridad, menos salario, menos empleos, más explotación… más miseria. Y, aunque la clase trabajadora aún tiene muchas dificultades para desplegar y mantener una lucha de clase autónoma y unificada, cada vez más es evidente que se requiere una resistencia combativa y masiva como única alternativa para echar atrás los ataques inmisericordes del capital contra sus condiciones de trabajo y de vida en general.
¿Y cuál es la propuesta de la burguesía?: ¡votar!
Desde la derecha a la izquierda del aparato político del Estado capitalista se está inundando los medios con mensajes repetitivos que buscan convencer a los trabajadores de que el voto es el único medio para solucionar la crisis y todas sus secuelas, en particular el desempleo, de que sólo eligiendo al candidato idóneo en las próximas elecciones presidenciales de 2012 podremos hacer que cambie la situación tan agobiante para los millones de familias proletarias.
Más de un “especialista” politólogo a sueldo del Estado incluso ha puesto como ejemplo “cívico” digno de emular al desplazamiento de la izquierda del gobierno y el ascenso de la derecha en España en las pasadas elecciones cuando, pretendidamente, los españoles dieron su voto de castigo a aquélla y su voto de confianza a ésta para que solucione principalmente el desempleo laboral que en ese país alcanza cotas escalofriantes (más del 20 %). La gigantesca campaña democrática que bombardea segundo a segundo sobre las bondades de la democracia burguesa esconde a toda costa lo que verdaderamente significa para la inmensa mayoría de la población y en particular para aquéllos que sostienen con su trabajo diario todo el funcionamiento de la sociedad actual, la clase trabajadora.
Desde hace ya un siglo las elecciones se mantienen como el medio mistificador más importante del Estado capitalista para sostener el sistema de explotación de la burguesía. En México, por ejemplo, cada seis años ([1]) se convoca a votar y elegir al grupo de la clase dominante que le toca administrar la explotación y la opresión de la clase obrera. Así lo han vivido los trabajadores por décadas durante las cuales jamás se han beneficiado de esas supuestas bondades de las elecciones democráticas sino al contrario.
En efecto, si tomamos los últimos cincuenta años, por ejemplo, veremos cómo todos los equipos de gobierno de derecha, izquierda o de centro, elegidos “tan democráticamente” no han hecho sino encargarse de aplicar las medidas de austeridad exigidas para enfrentar una crisis permanente que no ha cesado y que aún más se ha acentuado a los niveles alarmantes que conocemos actualmente y, además, claro está, se ha ocupado de desplegar todas las medidas políticas y de represión necesarias para hacer pasar los ataques que requiere la burguesía.
Cuando esos equipos de gobierno se han desgastado por el desprestigio que significa el accionar en esos gobiernos tan solícitamente dispuestos a cumplir los planes del Estado de la burguesía, ésta no ha hecho más que armar nuevas campañas de renovación de sus gobiernos vendiendo la idea a los trabajadores, vía sus propios medios, de que la culpa de sus infortunios la tendrían los malos equipos de gobierno instaurados y, además, dejando el mensaje subliminal de que la culpa la tendrían los electores por no pensar bien su voto. Aquí es donde orientan sus campañas para que los electores emitan el famoso “voto de castigo” con el cual crea la ilusión de que el votante “ajusta cuentas” con el gobernante o el partido político en el poder y elige a otros para que “corrijan los errores”. Claro, esos nuevos equipos siempre se encargan de culpar a los gobiernos anteriores del desastre actual y llaman, por enésima vez, a aceptar más sacrificios si se quiere una solución a las penurias; es lo que hizo el nuevo equipo en el gobierno en España… es lo que sucederá en México en el 2012.
Es así cómo se ha instaurado en la cultura política la idea de la necesaria alternancia que no es otra cosa que un recurso que tiene la burguesía para colocar en la administración gubernamental de todos los niveles (nacional, estatal, municipal…) a equipos políticos de diferente color que invariablemente deberán servir a sus intereses económicos, sociales y políticos y que al ser diferentes refuerzan la idea de un posible cambio por este medio. La burguesía no tiene problema alguno en colocar a equipos de derecha, centro o izquierda pues son solo alternativas dentro del Estado que pueden utilizarse según las circunstancias ([2]).
La burguesía siempre podrá renovar las campañas electorales utilizando incluso los problemas de sus propios partidos políticos pues así podrá ofrecer diversas alternativas: así, por ejemplo en México, podrá dar vuelo a versiones sobre “el peligro del regreso del PRI y lo que conlleva en retroceso democrático”; en cuanto a “la permanencia del PAN y la continuidad del fracaso en materia económica y de seguridad”; en fin, con relación al PRD que podría ser, de nuevo, la esperanza para los trabajadores. Esas versiones tienen su contraparte argumental cuando se habla sobre la necesidad de que regrese el PRI pues sabe cómo controlar a las mafias y además “roba pero da trabajo”, o que se mantenga el PAN pues algo se está logrando, o que debería pensarse muy bien si se vota por el PRD pues… y, un largo etc.
Es este el juego de la burguesía precisamente, y en él se empeña en involucrar a toda costa a los trabajadores y al resto de las capas no explotadoras de la sociedad. Se trata de toda una estrategia para involucrar a los explotados y oprimidos de la sociedad actual en un juego eterno que siempre tendrá un ganador: la burguesía. El objetivo es hacer que los trabajadores confíen siempre en el engaño de las elecciones y se alejen lo más posible de la lucha de clases, el único medio con el que cuenta para avanzar en el camino a su liberación.
En fin, todas las distracciones actuales sobre la mediocre cultura de tal o cual candidato, las deficiencias de aquel otro, o los secretos de éste, no son más que temas destinados a ocupar las preocupaciones de los “electores” y, en particular, la clase obrera.
En estas cuestiones podrían reflexionar los trabajadores. Para hacerlo, deben tomar distancia de la apabullante campaña democrática cuyo fin es orientar de manera dominante las preocupaciones de la sociedad hacia las alternativas electorales que, por millonésima ocasión, ofrece las alternativas de siempre para garantizar la supervivencia de la dominación capitalista.
RR, diciembre 2011
[1]) Esto corresponde a la elección presidencial y de gobernador de los estados, pero hay otros periodos como los de tres años para los presidentes municipales, los senadores, los diputados. De hecho, la organización política de la burguesía ha colmado todo el terreno social instaurando en todos los niveles territoriales la figura de las elecciones, como en las colonias, en las representaciones sindicales, etc.
[2]) Aquí no es el lugar para desarrollar los factores económicos, sociales y políticos que la burguesía toma en cuenta generalmente para determinar la orientación política de sus equipos de gobierno.