La inseguridad social - … Un motivo más para luchar contra el capitalismo

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La inseguridad social

… Un motivo más para luchar contra el capitalismo

Ya sea en México o en el resto de América Latina, las personas comentan en cualquier lugar y en todo momento lo insoportable en que se ha convertido su vida y la de sus familias debido a la inseguridad en que se vive por la explosión generalizada y sin freno de la delincuencia tanto la llamada organizada como aquella considerada menor a cargo de pandillas o grupos dedicados también al robo y  aunque sin aparentes ligas con aquél aprovechan la cobertura para incrementar sus actividades. Los asaltos perpetrados cada vez con más violencia y saña se suceden tanto en las calles como en el transporte público, como en los hogares, etc., sumiendo en una pesadilla angustiante sobre todo a las familias de los trabajadores que se encuentran sobre manera expuestas debido a sus condiciones de vida y de trabajo. Además, son ellos los que sufren cotidianamente los abusos de las policías de los diferentes niveles de gobierno y del ejército, los cuales se justifican con la “batalla contra la delincuencia”.

Ya es del dominio público el que la llamada delincuencia organizada es un producto orgánico del propio Estado capitalista como lo ejemplifica  el negocio del narcotráfico que abarca ya una gran variedad de rubros  ampliamente redituables aparte del tráfico de drogas (secuestros, trata de personas, piratería…) y que está directamente conectado con las estructuras de la clase dominante (el incendio del casino Royal en Monterrey lo ha probado por enésima vez). Sin embargo, a pesar de que esta certeza es ya vox populi todavía existe la peligrosa ilusión de que no es todo el aparato el implicado y que todavía quedan personas buenas y honestas.

El fango de la descomposición

Esta situación de caos debe entenderse en el marco de la degradación acelerada producida por el fenómeno de la descomposición social generalizada del capitalismo que desde hace ya más de un cuarto de siglo ha venido pudriendo los mínimos fundamentos de las relaciones humanas. En este caso, “el aumento constante de la criminalidad, de la inseguridad, de la violencia urbana, en la que se han ido metiendo cada día más y más niños, los cuales acaban siendo víctimas de la prostitución (…) la imparable marea de la drogadicción, fenómeno hoy de masas, poderosa causa de la corrupción de los Estados y de los organismos financieros, que afecta a todas las partes del mundo y, en especial, a la juventud, un fenómeno que expresa cada vez más la huida hacia mundos quiméricos, que se parece cada día más a la locura y al suicidio (…) Estas manifestaciones de la putrefacción social que, hoy, a una escala desconocida en la historia, invaden por todos sus poros a la sociedad humana, expresan no solo la dislocación de la sociedad burguesa, sino y sobre todo la destrucción de todo principio de vida colectiva en el seno de una sociedad sin el menor proyecto, la menor perspectiva, incluso a corto plazo, incluso la más ilusoria” (“Tesis sobre la descomposición: fase última de la decadencia capitalista”, Revista Internacional No. 62).

Esta situación irracional de la cual es responsable este sistema de explotación se ha convertido en un verdadero peligro para el proletariado pues a la incertidumbre en que vive por la espantosa inseguridad económica que lo condena a soportar salarios de hambre, un creciente desempleo y, en general, una miseria horrorosa, el capitalismo suma una degradación inédita de sus condiciones de vida al grado de amenazar su vida misma y la de sus familias. La situación ha llegado al grado de que sectores enteros de la clase trabajadora están siendo extorsionados, bajo amenazas de muerte, para pagar una gran parte de sus raquíticos salarios a cambio de no asesinarlos a ellos o a sus familiares.

Esto se está convirtiendo en un desafío para los trabajadores que ya han empezado a enarbolar como demanda condiciones mínimas de seguridad y hasta de supervivencia física en el empleo, diferenciándose desde el principio de aquellas exigencias de seguridad en general puestas por organizaciones ciudadanas que no van más allá que lloriquear por más Estado, más presencia policiaca, más represión y todo lo cual se condensa en la reaccionaria ilusión de la “paz social” del capitalismo. En Guerrero, por ejemplo, miles de trabajadores del sector educativo, sobre todo en la región de Acapulco, han parado labores durante más de un mes por esa causa dando una idea de que en el futuro este tipo de demandas puede convertirse en una exigencia proletaria al lado sus necesidades salariales, de empleo, etc.

Efectivamente, no se trata ni mucho menos, como oímos decir  a varios personajes que gustan de las mesas de análisis de toda suerte de programas en los medios, de acciones irresponsables de los profesores quienes además “serían insensibles pues todos los ciudadanos estamos sufriendo lo mismo” o que serían casos aislados pues tal fenómeno está muy localizado en una región. Al contrario, cualquier trabajador podrá dar cuenta de la generalización de este fenómeno y, además, que no se trata de un movimiento ciudadano sino de una respuesta de clase contra estas manifestaciones de la barbarie capitalista que seguramente se multiplicarán y los trabajadores tendrán que movilizarse también contra ellas.

La solución no es  el  fortalecimiento del Estado

La burguesía, aprovechando la preocupación genuina de la población, hace constantemente llamados a alinearse tras el Estado para hacer frente a la delincuencia generalizada e incluso es evidente cómo los medios de difusión se encargan de amplificar esa histeria para hacer ver como necesaria esa “unidad nacional” por encima de las divisiones de clase. Además, este tipo de campañas trata también de hacer aceptar, en particular a los trabajadores, mayores y mejores métodos de control policiaco y un incremento de los gastos en equipo de represión; todo esto con la justificación que da el estallido del llamado “flagelo” de la delincuencia. Un fortalecimiento de los mecanismos estatales (sus cuerpos policiacos, sus cárceles, sus jueces y magistrados, sus cuerpos de inteligencia, etc.) es  en realidad una preparación del Estado contra las movilizaciones obreras que se perfilan de manera inevitable en el futuro como respuesta al deterioro inédito de las condiciones de vida y de trabajo del proletariado. 

Sí a la lucha de clases

Frente a esta realidad de horror que ofrece el capitalismo los trabajadores tienen que integrar a su conciencia como clase la reflexión sobre este ataque adicional del capitalismo al lado de los golpes provenientes de la crisis económica y debe convencerse de que no hay otra alternativa ante estas manifestaciones de barbarie que la lucha en defensa de sus intereses como clase. La inseguridad y la delincuencia que devoran las entrañas de la sociedad son una enésima demostración de la quiebra del capitalismo, una dramática expresión de la degradación de las condiciones de vida de todos los trabajadores. Cuando los revolucionarios dicen que el capitalismo es la muerte no estamos exagerando sino planteando la disyuntiva histórica que se plantea agudamente: socialismo o barbarie.

RR (octubre de 2011)