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En RM N° 104 (may-jun 2008) recordábamos el origen burgués del PRD como un baluarte del proyecto político "modernizador" de la "transición democrática" "que daría un impulso al nuevo juego de partidos y representó hace casi veinte años (mayo de 1989) el intento más serio de la burguesía para darse una izquierda más fuerte frente a las carencias perennes de tantos partidos que no habían logrado cuajar un producto aceptable hasta ese momento. Recuérdese cómo sus antecesores inmediatos el Partido Comunista Mexicano (PCM) y el Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT) se habían fusionado en el Partido Socialista Unificado de México (PSUM) y luego, en 1988, este último devendría en el Partido Mexicano Socialista (PMS), pero sin consolidar un partido y un liderazgo aceptable para arrastrar a las masas tras la mistificación electoral. El parto esperado fue en mayo de 1989 cuando buena parte del PMS junto con la "disidencia" del PRI (los Cárdenas, los Muñoz Ledos...) dieron lugar al PRD, registrándose en la Comisión Federal Electoral. La burguesía cantaba loas al nuevo partido de izquierda que vendría a renovar su fachada democrática tan desdibujada con más de sesenta años de partido único de Estado". Establecíamos también que el PRD experimentaba, en los últimos meses, una de sus peores crisis desde su creación, conflictos perenes determinados precisamente, primero, por la competencia capitalista por la parte del león y luego, por la descomposición social generalizada de la sociedad capitalista que es desde hace ya casi tres décadas la tendencia dominante manifestada por la impulsión profunda e irrefrenable al "sálvese quien pueda", al "cada quien a lo suyo. Una situación repetitiva como lo demuestran las pugnas electorales internas del PRD como las de 1999 y las del 2002 cuando ese partido se vio envuelto también en las mismas disputas que anunciaban ya la ruptura pronunciada de hoy.
Efectivamente, este partido se encuentra en serias dificultades y en riesgo de desaparecer por sus disputas internas pero también por las acciones de otros grupos de la burguesía que han trabajado para debilitar su principal liderazgo, los amlos y encinas, como un medio para sacar adelante sus propios planes, por ejemplo, aquéllos que están pugnando por la privatización de PEMEX (y a quienes les estorban las acciones nacionalistas igualmente burguesas de la fracción de AMLO que enarbolando esta supuesta defensa del "interés de las mayorías" esconde sus propios apetitos por ese pastel), y apoyando al mismo tiempo al grupo de los chuchos como una estrategia para llevar adelante sus planes. Es decir, estamos ante un escenario particularmente ilustrativo de lo que significa la tendencia al "cada quien a lo suyo", pues en aras de favorecer sus planes, esos grupos antagónicos a AMLO no tienen en cuenta la necesidad de apuntalar también a su izquierda, sobre todo a aquella parte que puede cumplir mejor la función de encuadramiento de los trabajadores por su imagen de "independiente", de "radical". Una situación que el Estado burgués, como un todo, está obligado a tratar de corregir pues esta tendencia irracional que se manifiesta en algunas de sus fracciones enquistadas en el gobierno federal no calcula en su real dimensión el daño que causa al aparato político de mistificación en su ala de izquierda, la cual requiere de inmediato un reforzamiento urgente[1]. Una necesidad cuya solución no es tan fácil debido, precisamente, al estrechamiento del margen de maniobra provocado por la agravación sin precedente de la crisis capitalista que condiciona de manera brutal la competencia económica y política entre los diversos grupos capitalistas por imponer su hegemonía en el control del Estado.
Amlos contra chuchos: un terreno de pugnas burguesas
Últimamente se ha insinuado (sobre todo en el medio universitario, aunque también se puede sentir en las discusiones de la calle, en los centros de trabajo) que esta pugna polarizada entre los amlos-encinas-ebrards por un lado y los chuchos-zavaletas-cárdenas por el otro, alineaciones tras las cuales se agregan otros grupos menos fuertes dentro del partido, expresa una lucha entre proyectos de clase distintos, es decir entre la burguesía y el proletariado, las dos clases fundamentales de la sociedad capitalista. Esta idea ha sido inducida por años en la cabeza de la clase trabajadora por los medios de difusión de la burguesía para desvirtuar completamente la propia historia de aquélla. Pero es una mentira en toda la línea y se trata, pura y llanamente de un enfrentamiento entre diferentes bandos burgueses por el control del partido, lo que les brinda la plataforma para influir en las grandes decisiones económicas y políticas del país en beneficio de sus promotores; si hubiera alguna duda, sólo bastaría una somera revisión de la historia del PRD[2] para verificarlo, lo que en buena medida ha contribuido, sin que el Estado pueda apenas disimularlo hasta ahora, al gran desprestigio de su ala de izquierda. Es pues esta opción, la cual requiere urgentemente de un tratamiento cosmético imprescindible para seducir a la clase obrera, pues es insustituible en el juego político de la burguesía (división del trabajo contra el proletariado entre la derecha y la izquierda principalmente, pasando por los otros partidos complementarios de "centro", los "socialdemócratas" -¡el PRI se autodenomina así últimamente! y va, con fuerza creciente, en pos de recuperar sus privilegios perdidos hace casi una década-; la "chiquillada" -partidos que funcionan como fieles de la balanza en determinada coyuntura política-; etc.
Pero mucho menos debe confundirse esta pugna interburguesa con aquella épica lucha que la clase obrera libró, al nivel del partido proletario, entre los bolcheviques (la mayoría) consecuentes con el programa comunista contra el oportunismo de los mencheviques (la minoría) en el segundo congreso del POSDR (Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia) en 1903. ¡NADA QUE COMPARAR! Aquélla fue esencialmente un episodio protagonizado entre dos corrientes políticas pertenecientes al proletariado, una de las cuales (los mencheviques) se desbarrancaba aceleradamente hacia el abismo de la conciliación de clases frente a las nuevas exigencias que brotaban del periodo revolucionario donde la clase obrera estaba llamada a protagonizar un rol central como el agente del cambio radical hacia el comunismo. Efectivamente, los bolcheviques plantearon un combate de tipo político donde la cuestión central versaba tanto en torno a cuestiones programáticas (la naturaleza de la revolución que se avecinaba) como organizacionales (qué tipo de organización de partido se necesitaba para el nuevo periodo)[3]; nada que ver con la competencia capitalista descarnada entre estos grupos de la burguesía de izquierda, los cuales disfrazan sus pugnas como una lucha entre diferentes alternativas.
RR/Agosto del 2008
[1] Algunos ideólogos de la burguesía ("especialistas" economicistas, politicólogos, historiadores...) hablan claramente de la necesidad imperiosa de una izquierda fuerte, más aún frente a la aceleración, profundización y extensión de la crisis capitalista que está condenando a la clase trabajadora a la mayor degradación de su historia, lo cual puede detonar una respuesta como clase por parte del proletariado. Ellos recomiendan a la burguesía fortalecer a esta fuerza con la que cuenta el abanico de mistificación y encuadramiento del aparato estatal para que contenga los posibles intentos por buscar alternativas propias a su situación de miseria insoportable.
[2] No aludimos a los otros partidos (PRI, PAN, PT, Convergencia, Alianza, Verde Ecologista, principalmente) pues es al PRD al que los medios de difusión de la burguesía han promovido desde mayo de 1989 como "el partido de los pobres", cuyos liderazgos han cambiado según las circunstancias y las necesidades del Estado capitalista. ¡Un engaño colosal!