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La lucha de la clase obrera en los países de la periferia del capitalismo
El BIPR ha publicado unas Tesis sobre la táctica comunista en los países de la periferia capitalista en las que expone su posición sobre la existencia en el capitalismo de una división entre países centrales y países periféricos y las consecuencias que ello tiene para la lucha de clases entre la burguesía y el proletariado. Tales tesis tratan de dar una respuesta a diferentes preguntas sobre la cuestión nacional y el proletariado, tales como:
– ¿Qué vínculo existe entre el proletariado de los países de la periferia y el de los países centrales?
–¿De dónde irradiará probablemente un movimiento internacional de la clase obrera, del centro del capitalismo o de su «eslabón más débil»?
–¿Podrían los movimientos de los «desheredados» de la periferia convertirse en el motor de la revolución mundial?
–¿Existe una burguesía progresista en los países «dominados» a la que debería apoyar el proletariado?
–¿Cuál debe ser la actitud del proletariado ante los «movimientos de liberación nacional»?
Nos parece importante abordar críticamente las tesis del BIPR con la intención que debe animar a los revolucionarios, de aportar lo más claramente posible las respuestas a este tipo de cuestiones planteadas por el movimiento de la clase obrera.
La postura revolucionaria e internacionalista de los grupos de la Izquierda Comunista
De las Tesis[1] del BIPR destaca, en primer lugar, su marco de principios políticos, revolucionario e internacionalista. Mencionamos esto no para adular al BIPR, sino con el fin de que la clase obrera identifique los principios comunes, los principios que unen a los grupos de la Izquierda Comunista, lo que llamamos el medio político proletario. Esto se hace más necesario por cuanto algunos de estos grupos —incluido el BIPR— se olvidan a vece, si no es que niegan, de que existen otros que comparten esos mismos principios, tal como sucedió durante los bombardeos sobre Kosovo, cuando la CCI hizo un llamado a una acción común, en base a éstos, para que en tal momento crítico pudiera expresarse de la manera más alta, clara y unida posible la voz de todos los internacionalistas, llamado que finalmente fue rechazado invocando «las diferencias» que nos separan. Por lo demás, estos principios políticos con los cuales acordamos son el punto de partida para debatir nuestras diferencias, las cuales ciertamente no dejan de ser amplias.
Así, desde el preámbulo de las Tesis, el BIPR expresa unas posiciones con las cuales no podemos sino estar de acuerdo. Sobre el carácter del proletariado y la revolución, se reafirma el principio enunciado desde los orígenes del movimiento obrero, sobre el carácter internacional, mundial, del proletariado, de donde se desprende que la clase podrá afirmar su propio programa de emancipación solamente a escala internacional. Se afirma de entrada que la frase de base del estalinismo sobre el «socialismo en un solo país» fue únicamente la tapadera ideológica del capitalismo de Estado que surgió a partir de la derrota de la oleada revolucionaria de principios de siglo y de la degeneración del Estado soviético; en cambio las tesis de que «el comunismo es internacional o no es», reafirmado por la Izquierda Comunista que se desprendió de la degeneración de la Tercera Internacional, pertenece al patrimonio del movimiento comunista.
De aquí se desprende el fundamento del programa comunista: «La unicidad internacional del programa histórico del proletariado (una sola clase, un sólo programa). El partido comunista tiene un solo programa: la dictadura del proletariado para la abolición del modo de producción capitalista y la construcción del socialismo» (Tesis del BIPR, preámbulo). Pero la unicidad del programa no significa solamente el objetivo único, sino también, a partir de la experiencia histórica de la oleada revolucionaria de principios de siglo, la eliminación de la distinción entre «programa mínimo» y «programa máximo», aspecto que también reafirma el preámbulo de las tesis. Finalmente, se desprende un primer aspecto general relacionado con los países periféricos: no pueden existir actualmente diferentes programas para el proletariado de diferentes países (trátese de «centrales» o «periféricos»); el programa comunista es actualmente el mismo para el proletariado de todos los países y mucho menos se puede sustituir con programas todavía burgueses.
Existen, evidentemente, algunos conceptos que no comparte la CCI sobre el análisis general del capitalismo afirmado por las Tesis; sin embargo, estos no invalidan el espíritu claramente internacionalista del preámbulo[2]. Todos estos principios generales que hemos mencionado los suscribimos también nosotros.
El centro y la periferia del capitalismo: ¿equilibrio o contradicción?
Las tesis 1 a la 3 están dedicadas a la caracterización de las relaciones actuales entre los países. El BIPR rechaza las mistificaciones sobre la división de los países entre «desarrollados» y «en desarrollo» como un mero tranquilizante ideológico, o la de «dominados» y «dominantes», haciendo notar simplemente que un país dominado por otro puede a la vez ser dominante en relación a otros. Entonces, por un proceso de eliminación, las Tesis adoptan la definición de «países de la periferia y centrales».
«El concepto de centro y periferia implica y expresa la concepción marxista del periodo histórico actual según la cual el imperialismo domina incluso en las esquinas más remotas del globo, habiendo superpuesto desde hace tiempo a formaciones económico-sociales diversas, consideradas genéricamente como precapitalistas, las leyes de su mercado internacional y los mecanismos económicos que lo caracterizan» (tesis 2).
El sentido de esta definición es el rechazo a una distinción entre los países que pudiera conducir a un programa diferente (comunista o democrático-burgués) o a una alianza del proletariado con la burguesía de los «países dominados» (aspectos que se abordan más adelante). Apoyamos firmemente esta preocupación del BIPR por tomar distancias con cualquier justificación de una lucha «nacional» o una alianza con una fracción burguesa con el pretexto de las «condiciones económicas diferentes» entre los países; de hecho, las Tesis combaten aquí la ambigüedad al respecto, que se nota entre grupos con influencia bordiguista.
Sin embargo, no podemos compartir la definición del BIPR, aún estando de acuerdo en utilizar la noción de centro y de periferia, porque el BIPR ve no en ello una limitación histórica del capitalismo, sino una racionalidad económica y política: «La permanencia de relaciones precapitalistas y de formaciones sociales y políticas “preburguesas” era necesaria de una parte y funcional a la dominación imperialista de la otra [...] necesaria en el sentido de que la superposición del capitalismo no está determinada por una testaruda voluntad de dominación político-social cuanto por las necesidades de tipo económico del capital [...] funcional porque, al hacer contrastar las condiciones entre proletariado industrial y las otras masas desheredadas, él se asegura, por un lado, la división de clases y, por el otro, la descarga de las tensiones sociales y políticas en el terreno del progresismo burgués [...] En conclusión, la contradicción entre el dominio capitalista y la permanencia de relaciones económicas y formaciones sociales precapitalistas no existe es, por el contrario, condición de aquel mismo dominio» (tesis 3).
En esta tesis permea la idea de una situación de «equilibrio» o «estabilidad» entre periferia y centro, como si la relación no tuviera un desarrollo, una historia, como si el Capital controlara o regulara de algún modo su proceso de expansión por todo el mundo. Así, las desigualdades de los diferentes países que caen bajo la órbita del Capital no serían resultado de las contradicciones del capitalismo, sino que estarían determinadas por sus «necesidades».
Para nosotros, en cambio, la incapacidad del capitalismo para igualar las condiciones de todos los países del mundo expresa precisamente la contradicción entre su tendencia a un desarrollo ilimitado de las fuerzas productivas, a una expansión creciente de la producción y del marcado capitalistas, y el límite que encuentra la realización de las ganancias, el mercado. El aspecto fundamental de esta incapacidad no es la permanencia de «relaciones precapitalistas» en el ámbito del mercado mundial, como plantean las Tesis, sino la destrucción de estas relaciones (la destrucción de la pequeña producción) por todas partes y de manera cada vez más acelerada, las que son sustituidas por la gran producción capitalista, pero hasta cierto punto, a partir del cual se empieza a ver el límite histórico del capitalismo para extender la producción social; a partir de entonces la destrucción de las relaciones precapitalistas continúa, pero absorbiendo cada vez menos a la población expropiada a la gran producción, lo que se muestra tanto en la ruina de las masas campesinas y artesanas, en el crecimiento constante de masas de subempleados en las grandes ciudades, como en la existencia de países o regiones que quedan industrialmente «atrasadas».
Es decir, el proceso de destrucción de la pequeña propiedad llevó, en el siglo XX no a la absorción de toda la población trabajadora a la gran producción capitalista, como algunas corrientes en el movimiento obrero del siglo pasado se imaginaban que pasaría, sino por el contrario, a la formación de masas que son arrojadas hacia una órbita «periférica», como deshecho del propio capitalismo; esto es una de las marcas más nítidas de la decadencia del sistema y, al agudizarse el fenómeno, de su descomposición.
Las Tesis niegan implícitamente una contradicción del capitalismo que ya había destacado el Manifiesto comunista: el capitalismo requiere efectivamente conquistar constantemente nuevos mercados, fuentes de materias primas, de mano de obra, de allí su expansión, la creación del mercado mundial. Pero al hacerlo destruye las viejas relaciones, con lo que va limitando sus posibilidades de nuevas expansiones.
Las Tesis en cambio hablan del mantenimiento de relaciones precapitalistas, como condición de la acumulación capitalista, cuando es por el contrario la propia acumulación capitalista la que conduce a la destrucción de estas relaciones precapitalistas.
Aquí se evidencia la ausencia de claridad del BIPR en cuanto a la noción de decadencia del capitalismo. El BIPR queda estancado en una visión de principios de siglo cuando aún se podía hablar de regiones donde dominaban «relaciones precapitalistas»; pero hay que preguntarse: ¿a dónde ha conducido el mantenimiento del sistema capitalista a lo largo del siglo XX? El BIPR considera que permanecen en el mercado mundial las mismas relaciones que en el pasado siglo (donde el mercado capitalista mundial había ya subordinado las regiones atrasadas, pero la producción precapitalista todavía se mantenía). Dejando en entredicho que permanecerían las condiciones materiales tanto para las luchas de liberación nacional como para las burguesía «progresistas», la posición teórica del BIPR tiene como consecuencia debilitar el rechazo de las luchas de liberación nacional y de las alianzas con fracciones de la burguesía, aunque el BIPR se esfuerce sinceramente por argumentar en contra de ello.
Por otra parte, el aspecto «funcional» del mantenimiento de la relación centro-periferia no se desarrolla más en esta parte de las Tesis, sin embargo prepara la idea de que las masas no proletarias de la periferia podrían ser más «radicales» que el proletariado de los países centrales, debido a que las condiciones materiales de este último serían mejores.
La «radicalización» de las masas de la periferia y el proletariado
La tesis 4 define la diferencia que existe en la composición social entre países centrales y periféricos. Se señala, de paso, que la burguesía y el proletariado son las clases fundamentales y antagónicas en los países periféricos, como en el resto del mundo capitalista. Pero lo que se subraya en esta tesis es que en la periferia «el mantenimiento de las viejas relaciones económicas y sociales y su subordinación al capital imperialistas» determinaría la subsistencia de «otras estratificaciones sociales y clases» así como una «diversidad de formas de dominio y opresión de la burguesía». Estas otras «estratificaciones sociales y de clase diferentes de las típicas del capitalismo, sobreviven pero en fase de declinación tendencial, en fase, por así decir, agónica. Lo que, en cambio, tiende a ampliarse es la medida y proletarización de estratos precedentemente ocupados en economías tradicionales de subsistencia o mercantiles locales».
Esta idea de la «declinación tendencial» de las otras estratificaciones es un contrasentido con lo que las tesis anteriores dicen sobre «el mantenimiento de las viejas relaciones». Es decir, por un lado, «las viejas relaciones» se mantendrían «de forma necesaria y funcional», pero por el otro las clases sociales que corresponden a ellas se hallarían en «fase agónica». La existencia hoy en día de masas crecientes subempleadas o desempleadas, que viven en la más completa miseria en los países de la periferia no corresponde ya a una «declinación tendencial de los viejos estratos sociales» ni a la «proletarización» de éstos; quedarse en este nivel de análisis es devolver el problema a los principios de siglo.
El aspecto fundamental es que la proletarización se cumple cada vez más solamente en su primer aspecto: en la ruina y expropiación de las viejas capas, pero sin lograr cumplir el segundo: la integración de esas masas expropiadas a la gran producción.
El capitalismo conoció este fenómeno en sus orígenes, cuando la naciente industria no podía absorber todavía a las masas campesinas que eran violentamente expulsadas de las tierras; actualmente, el fenómeno se vuelve a expresar, pero no ya como índice de la declinación de las antiguas formas de producción y del ascenso del capitalismo, sino ahora como índice de su límite histórico, de su decadencia y descomposición. Estas masas jamás serán absorbidas ya por la producción capitalista formal.
Junto a lo anterior, la cantidad de proletarios desempleados tiende a aumentar constantemente en relación a los empleados, debido tanto al crecimiento de la población joven que ya no es absorbida por la producción, como al despido masivo producto de las «recesiones». Esta tendencia, propia del capitalismo actual en general, es aún más grave en los países de la periferia, y hace parte con el fenómeno anterior de la misma tendencia histórica: la incapacidad creciente del capitalismo para absorber a la gran producción a la población trabajadora. Tenemos entonces, en conjunto: masas crecientes que orbitan alrededor del proletariado, que en cierto sentido viven sobre sus espaldas; que no tienen la experiencia de clase del trabajo colectivo, que ideológicamente se mantienen más cerca del pequeño propietario, que son propensas a la revuelta para saquear por su cuenta, o al enrolamiento de las bandas armadas de toda clase de gánsteres burgueses; fenómeno que no tiene que ver con «el mantenimiento de las viejas relaciones», sino con la decadencia y descomposición del capitalismo actual; que «tendencialmente» no disminuye, sino que aumenta con el paso del tiempo. El BIPR tendría ahora que reconocerlas y diferenciarlas de las «viejas capas sociales en declinación».
La caracterización de estas masas no proletarias es importante para la determinación de la actitud del proletariado y los revolucionarios ante ellas. Para el BIPR las masas no proletarias de los países periféricos tienen un «potencial de radicalización de la conciencia» mayor que el proletariado de los países centrales: «La diversidad de las formaciones sociales, el hecho de que el modo de producción capitalista en los países periféricos se ha impuesto trastornando los viejos equilibrios y que su conservación se funda y se traduce en miseria creciente para masas crecientes de proletarizados y desheredados, la opresión política y la represión, que son, por tanto, necesarias para que las masas soporten aquellas relaciones, determinan en los países periféricos un potencial de radicalización de las conciencias más alto que en las formaciones sociales de las metrópolis. Radicalización no significa ir a la izquierda, como ha sido demostrado por los recrudecimientos del integrismo islámico a consecuencia de motines materiales de las masas pobres (Argelian, Túnez, Líbano). El movimiento material de las masas, determinado por las objetivas condiciones de híperexplotación, encuentra siempre, necesariamente, su expresión ideológica y política entre aquellas formas y fuerzas que en el cuadro dado se presentan y se mueven».
«En términos generales, el dominio del capital en aquéllos países no es todavía el dominio total sobre la colectividad, no se expresa en la subsunción de la entera sociedad a las leyes y a la ideología del capital, como sucede, en cambio, en los países metropolitanos. La integración ideológica y política del individuo en la sociedad capitalista no es todavía en muchos de aquellos países el fenómeno de masas que, en cambio, ha llegado a ser en los países metropolitanos...
«No es el opio democrático el que obra sobre las masas, sino la dureza de la represión».
El concepto expresado en esta tesis hace abstracción de la posición y los intereses de clase que podrían estar en el desarrollo de una conciencia revolucionaria, de la cual el proletario es el único portador de nuestra época, poniendo en su lugar una supuesta «radicalización de la conciencia» basada únicamente en las condiciones de miseria en general. La expresión material de esta «radicalización» no es otra, como lo dice el propio BIPR en los «motines», las revueltas del hambre; en realidad el BIPR confunde «radicalización» con «desesperación». Si bien el fundamentalismo puede alimentarse de la desesperación de las masas, la conciencia revolucionaria por el contrario sustituye esta desesperación con la convicción de una sociedad y una vida mejor. La revuelta no es el principio del movimiento revolucionario sino un callejón sin salida; sólo la integración en un movimiento de clase puede hacer que la energía de las masas hambrientas rindan frutos para la revolución. Esta integración no depende de una competencia entre el partido comunista y los fundamentalistas para «canalizar» esa «radicalización»; sino de la clase presencia de un movimiento de la clase obrera que pueda llevar tras de sí a otros sectores de explotados por el Capital.
En segundo lugar, el poner como eje de las posibilidades el inicio de un movimiento revolucionario no al movimiento de la clase obrera, sino la «radicalización» de las masas de la periferia, las Tesis deslizan la vieja posición de que la revolución comienza por el «eslabón más débil» del capitalismo. La idea de que el dominio del Capital en la periferia «no se expresa en la subsunción de la entera sociedad a las leyes y la ideología del Capital, como en los países metropolitanos» es un contrasentido con la idea —correcta— que avanzaban las Tesis al principio sobre un dominio mundial del capitalismo. Basta ver el control absoluto de los medios de comunicación, que actualmente permite a la burguesía de los países centrales hacer para una idea simultáneamente en todos los países (por ejemplo la idea de los «bombardeos quirúrgicos» sobre Irak o Yugoslavia), para rechazar la visión de un «dominio ideológico desigual» en los países periféricos; por lo demás, en las últimas décadas, con la creación de los nuevos medios de comunicación, de transporte, las nuevas armas, los nuevos destacamentos militares de respuesta inmediata... con todo esto, el dominio político, ideológico y militar de la burguesía alcanza realmente todas las esquinas del globo.
Por otra parte, el que la democracia sea muchas veces caricatural en los países de la periferia no implica un dominio precario de la burguesía, sino solamente que no requiere de esa forma de dominio, la cual sin embargo siempre queda en reserva (y que puede poner en marcha como una mistificación novedosa cuando lo requiere en esos países, como se ve actualmente), mientras que el proletariado de los países desarrollados tiene ya una vasta experiencia sobre la forma más refinada de dominación política de la burguesía, que es la democracia.
Lo que inclinará la balanza del movimiento revolucionario no es un «eslabón débil» del Capital, sino la fuerza de la clase obrera. Y ésta es muchas veces mayor en las concentraciones industriales de los países centrales que en los países de la periferia.
En realidad, el concepto de «mayor potencial de radicalización de las conciencias» nos remite también a la vieja cuestión de la «introducción de la conciencia revolucionaria» «desde fuera del movimiento». Según el BIPR, si el «potencial de radicalización» presente en los países de la periferia se convierte en callejón sin salida, o si se va hacia el fundamentalismo, en vez de convertirse en un movimiento revolucionario, no es por el carácter interclasista de semejante «radicalización», sino por la ausencia de una dirección revolucionaria.
Con la idea de un «mayor potencial de radicalización de las conciencias», la conciencia deja de ser una conciencia de clase para convertirse en una conciencia abstracta. A esto conduce el concepto de la «radicalización de la conciencia». Es así como el BIPR lleva hasta el final su razonamiento, concluyendo que son más favorables las condiciones para el desarrollo de la conciencia y la organización revolucionarias no entre el proletariado industrial de los países centrales... sino entre las «masas de desheredados», esas masas desesperadas de la periferia: «Queda la posibilidad de que la circulación del programa comunista al interior de las masas sea más fácil y más alto el “nivel de atención” obtenido por los comunistas revolucionarios, respecto a las formaciones sociales del capitalismo avanzado» (tesis 5).
Es esa una visión completamente invertida en la realidad. Al contrario, la dificultad para ver claramente las diferencias de clase entre el proletariado y la burguesía, produce en las masas de los países periféricos una visión de heterogeneidad, de ausencia de fronteras de clase y las vuelve más receptivas a las ideas izquierdistas, fundamentalistas, populistas, étnicas, nacionalistas, nihilistas, etc. Las masas desheredadas, lumpenizadas, son las que se hallan más alejadas de una visión de lucha proletaria, colectiva; son las más atomizadas y receptivas a toda clase de mistificación burguesa; la descomposición social fortalece aún más estas mistificaciones.
En los países de la periferia, la debilidad del proletariado industrial dificulta más la lucha revolucionaria, precisamente porque el proletariado tiende a quedar diluido en las masas pauperizadas y entonces tiene más dificultades para destacar su propia y autónoma perspectiva revolucionaria.
La «posibilidad de que la circulación del programa comunista sea más fácil» en la periferia es una ilusión peligrosa, sacada no se sabe de dónde. Tan sólo las condiciones materiales para la propaganda comunista son más difíciles: el analfabetismo dominante, la carencia de medios de impresión para la propaganda y las dificultades de transporte, etc. Por otra parte, «el atraso ideológico» no significa ningún modo una «pureza» que permitiría la difusión de la propaganda revolucionaria, sino una mescolanza de ideas «viejas» propias del pequeño comerciante o campesino marcadas por el regionalismo, la religión, etc. Con ideas «nuevas» de atomización, de desesperanza sobre el presente y el futuro, y con las idea de dominación eterna que difunde la burguesía a través de radio y televisión; mezcolanza difícil de quebrantar. Finalmente, en los países periféricos no existe casi ninguna tradición de lucha, ni de organización revolucionaria proletaria. Las referencias de lucha se refieren más bien a los movimientos nacionales de la burguesía, a las «guerrillas», etc., por lo que la distinción es aún más difícil.
Las Tesis no hablan, pues, del proletariado de los países de la periferia en relación al de los países centrales, de —por ejemplo— las diferencias de su fuerza, de su concentración, de su experiencia, de su capacidad para sobrepasar las fronteras nacionales; ni de la forma posible en que se crearán los lazos de unidad entre el proletariado de ambas partes; ni de las dificultades particulares que enfrenta la lucha del proletariado contra la burguesía de la periferia; aspectos que en todo caso podrían dar lugar a una «táctica» particular del proletariado, en relación tanto con sus hermanos de los países centrales, como con esas masa desheredadas que orbitan a su alrededor. Cuestiones «tácticas» que los revolucionarios evidentemente deben discutir y clarificar.
Pero el BIPR no se refiere a la «clase fundamental», al verdadero sujeto de la revolución sino, de manera general, a las «masas de proletarizados y desheredados» de la periferia, las que además contrasta con el proletariado de los países centrales, y a las cuales considera «con mayor potencial de radicalización de las conciencias» y más receptivas al programa comunista. Es decir, al final, las tesis expresan no una táctica para el proletariado, sino una posición de desconfianza o desilusión en el movimiento de la clase obrera, al que se le busca un sustituto: las masas desheredadas de la periferia[3].
El oportunismo del BIPR en materia de organización
La posición del BIPR sobre el «potencial de radicalización de los desheredados» tiene importantes consecuencias para la cuestión organizativa. La tesis 6 se refiere a este aspecto y aquí la reproducimos íntegramente: «Tales “mejores” condiciones se traducen en la posibilidad de organizar alrededor del partido revolucionario un número de militantes ciertamente mayor de cuanto es posible en los países centrales» (tesis 5).
«6. La posibilidad de organizaciones “de masa” dirigida por comunistas no es la posibilidad de dirección revolucionaria sobre los sindicatos en cuanto tales. Y no se traduce siquiera en la masificación de los partidos comunistas mismos.
»Será, en cambio, utilizada para la organización de fuertes grupos en los puestos de trabajo y sobre el territorio, dirigidos por el partido comunista en calidad de instrumentos de agitación, de intervención y de lucha.
»Los sindicatos, en cuanto órganos de contratación del precio y de las condiciones de la venta de la fuerza de trabajo en el mercado capitalista, mantienen también en los países periféricos sus características generales e históricas. Por lo demás, como lo ha demostrado la recientísima experiencia coreana, los sindicatos desempeñan también aquí la función de mediadores de las necesidades capitalistas dentro del movimiento de los trabajadores.
»Aún permaneciendo, por tanto, como uno de los espacios en los cuales los comunistas trabajan, intervienen, hacen propaganda y agitación —porque en ellos está agrupada una masa significativa y considerable de proletarios— no son y no serán nunca instrumento de ataque revolucionario.
»No es, por tanto, su dirección lo que interesa a los comunistas, sino la preparación —dentro y fuera de ellos— de su superación. Esta es representada por las organizaciones de masa del proletariado dentro de la preparación del asalto al capitalismo.
»Los propulsores y vanguardia política de las organizaciones de masa —primero de lucha y luego de poder— son los militantes comunistas organizados en partido. Y el partido será tanto más fuerte cuanto más haya sabido y podido vertebrar en organismos apropiados toda su área de influencia directa.
»También en los países periféricos se hace posible, por las razones ya vistas, la organización de grupos territoriales comunistas.
»Grupos territoriales que recogen a los proletarios, semiproletarios y desheredados presentes sobre un cierto territorio bajo la directa influencia del partido comunista; comunistas porque precisamente están dirigidos por y según las líneas comunistas, porque están animados y guiados por los cuadros y por organismos del partido» (tesis 6).
De entrada, hay que decir que es confuso y parco que las tesis nos dicen en materia de organización[4]. Pero el problema principal es que el BIPR abre muchas puertas al oportunismo en materia organizativa. Tratemos de desglosar la tesis:
Sobre el partido
Las tesis no dicen nada, excepto que las «mejores condiciones» en la periferia permitirían que el partido tuviera un «número mayor de militantes» que en los países centrales. Desahogar así el asunto es por lo menos irresponsable, y más ante el cúmulo de cuestiones a resolver que nos ha dejado, por un lado la experiencia histórica de la Tercera Internacional, y por otro la propia formación social de los países de la periferia.
¿Un «número mayor de militantes» se refiere a que es posible un partido «de masas» en la periferia? En todo caso eso es lo que se desprendería de la tesis anterior; pero entonces estaríamos hablando de una concepción del partido ya rebasada por la historia, el BIPR nos estaría remitiendo a la época de la Segunda Internacional. En ese caso tendríamos que alertar no solamente sobre el peligro de borrar los criterios políticos de delimitación para ingreso de los militantes, sino sobre el peligro de difuminar la propia función de dirección política del partido en la época actual. Si las Tesis no se refieren a la formación de un partido de masas, entonces es absurdo predecir si serán «mayores» o «menores», porque eso depende de factores que van desde las circunstancias del movimiento revolucionario, hasta el tamaño de la población de cada país.
Por otra parte, la Tercera Internacional dejó planteada la cuestión de la centralización del partido comunista mundial; las tesis no se pronuncian al respecto, pero podríamos preguntar (a menos que el BIPR tenga una concepción federalista del partido mundial), ya que se considera que «hay mejores condiciones» en la periferia, entonces: ¿estaría en alguno de los países periféricos el eje de la formación de una nueva Internacional?, ¿podría irradiarse desde los países periféricos la extensión del partido mundial, el apoyo económico y político para la formación de nuevas secciones por todo el mundo?, ¿su dirección política podría estar tal vez en algún país de África, Sudamérica o Indochina? Con el desarrollo del movimiento internacional de la clase obrera este tipo de preguntas tendrá que ser respondido en términos cada vez más concretos, será más determinante para la actividad de las organizaciones, pero ya desde ahora la orientan.
Queda también la cuestión de la composición de clase del partido. Evidentemente los criterios de pertenencia en un partido restringido, de militancia rigurosa, excluyen el aspecto sociológico, si es obrero, profesionista o campesino el militante (claro, a menos que se piense en un partido de masas interclasista); sin embargo la selección pasa por una ruptura con la ideología e intereses ajenos a la clase obrera, y la adopción de los intereses y objetivos del proletariado. Esta ruptura no es más fácil en los países de la periferia, precisamente por la influencia del elemento «atrasado» (campesinado, pequeña burguesía) y por el elemento de disgregación (el subempleo de las ciudades) que puede acercarse, y que intenta penetrar al partido de la clase obrera. Particularmente el izquierdismo radical pequeñoburgués (especialmente el «guerrillerismo») es un difícil obstáculo que enfrenta la formación de organizaciones revolucionarias en la periferia.
A fin de cuentas, un partido numéricamente mayor en los países de la periferia, sólo podría conseguirse relajando los criterios de pertenencia a éste, y el BIPR abre las puertas para ello, con su ilusión sobre las «mejores condiciones» y el «nivel más alto de atención». Este relajamiento, que de manera general constituye un grave peligro, es todavía mayor en los países en que el proletariado es más débil como clase; implica abrir las puertas a la penetración de ideologías y concepciones ajenas al proletariado. A eso se reduce la frase de las tesis sobre la «posibilidad de un número de militantes ciertamente mayor».
Sobre los sindicatos
En las Tesis se inserta, sin ninguna explicación previa, la confusa posición del BIPR sobre los sindicatos: «órganos de contratación de la fuerza de trabajo», «mediadores de las necesidades capitalistas dentro del movimiento de los de los trabajadores» en los cuales los comunistas trabajan... para su superación.
Además, no se dice nada particular de los sindicatos en los países de la periferia (de lo que se supone hablan las tesis); en especial no se menciona que en la periferia el carácter de los sindicatos como instrumentos del Estado suele ser más brutalmente abierto (el enrolamiento suele ser obligatorio, los sindicatos mantienen cuerpos de represión armados, los obreros tienen prohibido expresarse en las «asambleas», etc.); carácter que la definición del BIPR tiende a ocultar.
Decir, en los países de la periferia, que «los comunistas trabajan en los sindicatos» sólo puede tener dos sentidos: o es una perogrullada, ya que todo trabajador está afiliado al sindicato por obligación; o significa trabajar de plano en la estructura organizativa del sindicato, en las elecciones sindicales, como delegado, etc., es decir formar parte den engranaje sindical, y defender de hecho su existencia. Añadir que «hay que trabajar en ellos para superarlos» no hace avanzar un centímetro la cuestión: de hecho, ante el desprecio de los obreros hacia los sindicatos, la izquierda del Capital en los países periféricos ha planteado siempre consignas semejantes para impulsar la creación de nuevos sindicatos que sustituyan a los viejos.
Sobre las organizaciones de masa
Las Tesis no especifican a qué se refieren al hablar de organizaciones «primero de lucha y luego de poder». A esta ambigüedad se añade la que se refiere a unos supuestos «grupos territoriales» que recogerían a proletarios, semiproletarios y desheredados, y que al parecer serían algo intermedio entre el partido y las organizaciones unitarias. Pero estos grupos más que una especie de enlace, constituirán un peligro para ambos tipos de organización requeridas por el proletariado.
Desde el punto de vista del partido, existiría el peligro de una pérdida de rigor y disciplina, ya que por su definición como grupos «dirigidos por y según las líneas comunistas» podrían confundirse con el propio partido. Por un lado tenemos las actuales características organizativa del BIPR, tales como su estructura implícitamente federalista (cada grupo dentro del Buró mantiene su propia estructura organizativa, programa, etc.), o la falta de rigor en la inclusión de nuevos grupos. Por el otro, tenemos las Tesis según las cuales en los países periféricos es más «fácil» formar «grupos comunistas» (es decir grupos bajo el control del BIPR, pero sin una necesaria claridad en los principios, ni una disciplina rigurosa). Podemos temer que en aras de la formación inmediatista de grupos con fronteras ambiguas, el BIPR tienda a sacrificar el porvenir de una organización partidaria firme. Esto es lo que llamamos oportunismo en materia organizativa.
Del lado de la organización unitaria, se introduce algo que no son ya «organismos de masa del proletariado», sino grupos territoriales, de tipo interclasista, en los cuales además del elemento lumpenproletario podría mezclarse el elemento pequeñoburgués radical con la clase obrera; lo que significaría un verdadero peligro, una fuente de confusión y desorganización para la lucha del proletariado.
El proletariado ante la cuestión nacional
La mitad de las tesis que estamos desglosando están dedicadas a la cuestión nacional. El BIPR realiza aquí un esfuerzo importante para liquidar todo tipo de ambigüedades relacionadas con el apoyo del proletariado a las «luchas de liberación nacional» o las «revoluciones democrático-burguesas», y con la posibilidad de que la clase obrera pudiera entrar en «alianza temporal» con fracciones «progresistas» de la burguesía, especialmente en los países de la periferia; ambigüedades heredadas de la Tercera Internacional y del bordiguismo, y que algunos grupos actuales de la izquierda comunista «de Italia» aún mantienen. La CCI no puede sino saludar y apoyar este esfuerzo de clarificación contenido en las Tesis. Subrayemos nuevamente primero, pues, los principios que compartimos con el BIPR, para en seguida mostrar las diferencias que mantenemos, las cuales, a nuestro parecer, implican la necesidad de que el BIPR vaya hasta el fondo en la liquidación de esas ambigüedades.
Primeramente, las tesis subrayan que la burguesía de los países periféricos es, en su naturaleza explotadora, idéntica a la de los centrales: «la burguesía de los países periféricos hace parte... de la clase burguesa internacional, dominante en el conjunto del sistema de explotación porque está en posesión de los medios de producción a escala internacional... con iguales responsabilidades e iguales destinos históricos...; y que los contrastes entre la burguesía periférica y la metropolitana no atañen a la sustancia de las relaciones de explotación entre trabajo y capital que, antes bien, defienden conjuntamente contra el peligro representado por el proletariado» (tesis 7). Se plantea igualmente que las características particulares del capitalismo en la periferia, tales como su expresión jurídica (por ejemplo el que las empresas sean propiedad del Estado), o el carácter agrícola de la producción, no constituyen diferencias esenciales de la clase capitalista.
De allí, las Tesis desprenden que «la táctica del proletariado en la fase imperialista excluye cualquier alianza con cualquier fracción de la burguesía, no reconociendo a ninguna de ellas el carácter “progresista” o “antiimperialista”, que otras veces ha sido adoptado para justificar tácticas de frente único [...] La burguesía nacional de los países atrasados está ligada a los centros imperialistas [...] sus antagonismos con éste o aquél frente, con este o aquel país imperialista, no son antagonismos de clase, sino son internos a la dinámica y coherentes con la lógica capitalista» (tesis 9).
«Por tanto, no tiene ya ningún sentido para el proletariado una alianza con la burguesía. La fuerzas comunistas internacionalistas consideran como adversario inmediato a todas aquellas fuerzas burguesas y pequeñoburguesas [...] que predican la alianza de clases entre el proletariado y la burguesía».
Finalmente, las tesis reafirman los objetivos del proletariado a escala internacional: las fuerzas comunistas internacionalistas «rechazan cualquier forma de alianza o frente unido [...] tendiente a alcanzar presuntas fases intermedias [...] consideran como un papel prioritario […] la preparación del asalto de clase al capitalismo, a escala nacional [...] pero en el marco de una estrategia que ve al proletariado internacional como el verdadero sujeto antagonista al capitalismo» (tesis 10). «Los comunistas en los países periféricos no inscribirán en su programa la conquista de un régimen que asegure las libertades democráticas y las formas de vida democrática, sino la conquista de la dictadura del proletariado» (tesis 11).
Compartimos con el BIPR este conjunto de posiciones, que resultan básicas en la presente época para mantenerse en un terreno de clase, sobre todo ante las guerras imperialistas actuales.
Desafortunadamente, las tesis se hallan salpicadas de expresiones un tanto ambiguas, que por momentos hasta tiendan a contradecir las afirmaciones que acabamos de reproducir. Estas expresiones muestran que persiste aún la idea de la posibilidad de ciertas luchas nacionales; aunque las tesis insisten una y otra vez en la afirmación de que el proletariado no debe caer en la trampa y apoyar tales luchas.
Por ejemplo, las tesis hablan de secciones de la burguesía nacional «no incorporada a los circuitos internacionales del capital», que «no participa en la explotación conjunta del proletariado internacional» y que puede llevar a cabo luchas que pueden «asumir la forma de oposición al dominio que el capital metropolitano instaura en sus países» (tesis 8). Según las tesis tales serían los casos en Nicaragua o Chiapas (en México). Si bien a renglón seguido se reconoce que éstas no conducen sino a una nueva opresión y la sustitución de un grupo de explotadores por otro. En otra parte de las tesis se afirma que las «revoluciones nacionales» están, por tanto, «destinadas a consumirse en el terreno de los equilibrios interimperialistas» (tesis 9); y más adelante encontramos que «en caso de rebeliones que den lugar a gobiernos de “nueva democracia” o “democracia revolucionaria” [las fuerzas comunistas] mantendrán el propio programa comunista y el propio rol antagonista revolucionario» (tesis 10). El problema, es que para el BIPR sigue existiendo, a pesar de todo, la posibilidad de revoluciones nacionales, a pesar de que entrecomille el término, y a pesar de que insista en que el proletariado no tiene nada que hacer en ellas. Esta consideración debilita su análisis general, porque deja abierta la ventana a las concepciones que pretende expulsar por la puerta: la división entre burguesía «dominada» y «dominante»; el carácter «progresista» de tales «luchas nacionales»; y, finalmente la posibilidad de que el proletariado participe en ellas en alianza con la burguesía; precisamente, el que las Tesis tengan que repetir una y otra vez que el proletariado no debe aliarse con la burguesía muestra no el aspecto de claridad alcanzada, sino la intuición de que algo no queda bien, de que se ha dejado una rendija abierta que hay que taponear a toda costa.
Para nosotros, la posibilidad de las revoluciones nacionales de la burguesía ha quedado clausurada históricamente con la entrada del capitalismo en su fase de decadencia y la apertura de la época de la revolución mundial del proletariado. En la época actual, los «movimientos de liberación nacional» son una mera mistificación, destinada a enrolar al proletariado detrás de las pugnas interimperialistas. Las Tesis del BIPR, hacen abstracción de que la burguesía de los países atrasados tiene también un carácter imperialista que, o bien actúa supeditada bajo la sombra de una gran potencia —para obtener beneficios imperialistas o para cambiar de bando—; o bien actúa independientemente pero entonces lo hace con pretensiones imperialistas propias (caso de las potencias medianas). Pero la ambigüedad de las Tesis no para en este punto, sino que dan un paso atrás, aún más peligroso.
En la tesis 12 se afirma que «los movimientos de masa nacionalistas, no son el testimonio de la simple existencia de fuerzas burguesas nacionalistas, antes bien, obedecen a la amplia disponibilidad a la lucha de las masas oprimidas, desheredadas y superexplotadas sobre las cuales el nacionalismo burgués apoya su propaganda y su trabajo organizativo para tomar la dirección de las mismas». Pero lo que el BIPR llama «movimientos de masa nacionalistas» no son otra cosa que las guerras imperialistas que presenciamos actualmente, a las cuales la burguesía les pone precisamente una careta «nacionalista»; el BIPR cae aquí presa de la mistificación de la burguesía. Estos supuestos «movimientos de masa nacionalistas» no expresan la «disponibilidad a la lucha de las masas oprimidas», sino exactamente lo contrario: el dominio ideológico y político más completo de la burguesía sobre esas masas, al grado de lograr que se maten por intereses que les son completamente ajenos. La afirmación del BIPR es equivalente y tan absurda como decir que «la Segunda Guerra Mundial no fue sólo el testimonio de la existencia de pugnas imperialistas, sino que también obedeció a la amplia disponibilidad a la lucha de las masas».
En la tesis 11 leemos otro resbalón del mismo calibre que el anterior. Después de afirmar que «los comunistas internacionalistas en los países periféricos no inscribirán en su programa la conquista de un régimen que asegure las libertades democráticas... sino la conquista de la dictadura del proletariado», nos dice que éstos «se constituirán en los defensores más dedicados y consecuentes de aquéllas libertades, desenmascarando a las fuerzas burguesas que agitándolas... se prestan a negarlas inmediatamente después». Aquí, las Tesis simplemente «olvidan» que, como planteaba claramente Lenin, «no existen libertades democráticas abstractas, sino libertades de clase; es decir, que el papel de los revolucionarios no es «defender» las libertades democráticas burguesas, sino denunciar su carácter de clase.
Políticamente, estos dos conceptos, «los movimientos nacionalistas de masas» y la «defensa de las libertades democráticas», dejan abierta la puerta a la posibilidad de intervenir en movimientos «nacionales» o «democráticos», si se llega a considerar que detrás de ellos no está solamente la burguesía «sino la disposición a la lucha de las masas»; constituyen por tanto otras tantas peligrosas concesiones al campo enemigo, y junto con los aspectos organizativos que criticamos más arriba (en especial con el del «trabajo en los sindicatos») bordean el oportunismo.
La necesidad de comprender la decadencia del capitalismo
En el plano del análisis teórico, las ambigüedades que presentan las Tesis, reflejan las dificultades para comprender la etapa actual del capitalismo. Las insuficiencias en la distinción entre ascenso y decadencia del capitalismo conduce a igualar teóricamente fenómenos que en la realidad tienen causas completamente distintas: a igualar el proceso de destrucción de las formas precapitalistas de producción de los orígenes del capitalismo, con el proceso de descomposición social actual; a minimizar las diferencias entre las luchas nacionales de la burguesía del siglo pasado, con las actuales pugnas imperialistas con careta «nacionalista».
Ciertamente, hay un esfuerzo por dotar a las Tesis de un marco histórico adecuado. La tesis 9, particularmente, lidia con la posición del segundo congreso de la Internacional Comunista sobre la cuestión nacional y la alianza del proletariado con la burguesía, y critica la posición de Lenin y los bolcheviques sobre el apoyo a las luchas de liberación nacional. Pero en esta misma tesis se resiste el límite de la visión sobre los cambios históricos que se sucedieron a la vuelta del siglo pasado, al centrarse exclusivamente en los errores de las tesis adoptadas por el congreso de la IC, en lugar de plantear la existencia en la época de un amplio debate en el medio revolucionario sobre el fin de las luchas nacionales con la entrada del capitalismo en su fase imperialista o decadente, y el peligro para el proletariado de ponerse detrás de los movimientos nacionales de la burguesía.
En la última tesis se hace un llamado a los proletarios y desheredados de los países periféricos «a la unidad de clase con los proletarios de todos los países, hacia el común objetivo de la dictadura del proletariado y del socialismo internacional» (tesis 13).
La idea con la que terminan las Tesis nos parece de lo más interesante. Se plantea que el rechazo del nacionalismo «es tanto más importante en aquellas situaciones en las cuales el nacionalismo de siempre degenera en el localismo más villano y reaccionario... En estos casos, en los cuales las ideologías oscurantistas han sustituido ya los elementales principios de la solidaridad de clase, la reafirmación de éstos es, precisamente, tanto más difícil cuanto más necesaria como condición ineludible de una posible continuación del movimiento revolucionario y comunista».
En esta cita se intuyen dos aspectos importantes que reflejan con claridad la situación actual del capitalismo: la degeneración del nacionalismo en el «localismo más villano y reaccionario» y la sustitución de la solidaridad de clase por las «ideologías oscurantistas». Las Tesis no están hablando aquí de otra cosa que de la descomposición social del capitalismo. Bastaría desarrollar esas ideas, expresando claramente que no se trata de casos aislados, para llegar a la comprensión de que existe una tendencia nueva y general del capitalismo. Estas ideas justas del BIPR deberían abrir la puerta al reconocimiento de las dificultades acrecentadas para el proletariado y sus organizaciones revolucionarias, particularmente en los países de la periferia (en contraste con las «mayores facilidades», etc. De las que se habla anteriormente). Y debería, sobre todo, abrir la puerta al reconocimiento pleno (y no sólo a retazos y a regañadientes) de la decadencia y descomposición que actualmente vive el capitalismo, y de los peligros históricos que contiene ésta.
Leonardo
[1]Con este nombre nos referiremos en este escrito a las Tesis sobre la táctica comunista en los países de la periferia capitalista, que fueron publicadas en italiano en Prometeo no. 13, serie V, junio del 97, en inglés en Internationalist Communist, Special Issue, Theses and Documents from the Vith Congress of Battaglia Comunista, y en español en la hoja internet del BIPR.
[2]Por ejemplo, el BIPR habla de la fase imperialista avanzada, para caracterizar la etapa actual, mientras nosotros hablamos de la decadencia y descomposición del capitalismo; asimismo, por capitalismo de Estado el BIPR entiende únicamente el monopolio estatal y no una tendencia general del capitalismo en la época actual, como lo consideramos nosotros. Mencionemos por último el concepto utilizado por el Buró de oportunismo reformista con vestidura “revolucionaria” para referirse a lo que nosotros llamamos izquierdismo. Esta noción del BIPR (heredada de la izquierda italiana) es particularmente confusa: al llamar “oportunismo” a una tendencia política del campo burgués cuando históricamente “oportunismo” se ha denominado (como lo hacemos nosotros) a una corriente política dentro del campo proletario pero que voluntaria o involuntariamente hace concesiones políticas u organizativas al campo enemigo. La forma confusa como los grupos que reivindican de la izquierda italiana utilizan el término “oportunismo” no es accidental, sino que refleja cierta ambigüedad frente al izquierdismo, una propensión a “discutir” con él, en lugar de denunciarlo, es decir refleja cierto “oportunismo”. De cualquier forma, hay que notar esta diferencia de uso del concepto, sobre todo cuando nosotros consideramos “oportunista” a cierta política del BIPR o de los grupos bordiguistas.
[3]Se explica entonces por qué el BIPR suele mantener expectativas alrededor de las revueltas de desesperados, o los «movimientos» campesinos. Consideramos por nuestra parte que estos son utilizados por las fuerzas imperialistas en pugna (por ejemplo, las FARC en Colombia o los zapatistas de Chiapas en México, como también las guerrillas de los años 70 o los sandinistas en Nicaragua en los 80).
[4]Por ejemplo, para la definición de «países periféricos» se dedican tres tesis que abarcan una página y media; mientras que la cuestión organizativa la desahogan en una, de menos de media página, la mitad de la cual está dedicada a repetir la posición general del BIPR sobre los sindicatos.