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En los dos artículos precedentes, mostrábamos cómo se formó a partir de los años 1890 una oposición proletaria en los sindicatos alemanes. Ésta, en un inicio, se opuso a que se limitara la lucha obrera a cuestiones puramente económicas que era lo que defendían las confederaciones generales sindicales. Luego se levantó contra las ilusiones parlamentarias y la fe creciente en el Estado del SPD. Pero sólo será a partir de 1908, tras la ruptura con el SPD, cuando la Unión Libre de Sindicatos Alemanes, la FVDG (1), evolucionó abiertamente hacia el sindicalismo-revolucionario. El estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914 puso a los sindicalistas-revolucionarios de Alemania ante la prueba de fuego: o apoyar la política nacionalista de la clase dominante, o defender el internacionalismo proletario. Junto a Liebknecht y Luxemburgo, formaron una corriente –desgraciadamente muy olvidada– que resistió a la histeria guerrera.
La prueba de fuego: ¿Unión Sagrada o internacionalismo?
En unión con la socialdemocracia que vota públicamente los créditos de guerra el 4 de agosto de 1914, las direcciones de las grandes centrales sindicales socialdemócratas también se inclinan ante los planes de guerra de la clase dominante. En la Conferencia de los Comités Directores de los sindicatos socialdemócratas del 2 de agosto de 1914, en el que se decidió suspender cualquier huelga o lucha reivindicativa para no perturbar la movilización guerrera, Rudolf Wissell alcanzó el paroxismo del chovinismo que iba invadiendo los sindicatos socialdemócratas:[1]
“Si Alemania sale vencida de la lucha actual, cosa que no deseamos, entonces todas las luchas sindicales cuando acabe la guerra estarán destinadas a fracasar. Si triunfa Alemania, entonces se abrirá una coyuntura ascendente y los recursos de la organización no serán tan necesarios” ([2]).
La lógica criminal de los sindicatos vincula directamente el destino de la clase obrera al desenlace de la guerra: si “su nación” y su clase dominante sacan provecho de ella, entonces sus obreros se benefician porque se podrán esperar concesiones de política interior a su favor. Se han de utilizar, por lo tanto, todos los medios para que triunfe militarmente Alemania.
La incapacidad de los sindicatos socialdemócratas y del SPD para defender una postura internacionalista no es sorprendente. Cuando se supedita la defensa de los intereses de la clase obrera al marco nacional, cuando se enaltece el parlamentarismo burgués como panacea, en lugar de adoptar como orientación política el antagonismo internacional entre clase obrera y capitalismo, entonces se va inevitablemente hacia el campo del capital.
Y efectivamente, la clase dominante no pudo desencadenar la guerra ¡sino con la conversión publica del SPD y sus sindicatos! Estos no solo desempeñaron un papel de serviles seguidores, sino que, además, desarrollaron una verdadera política de guerra, de propaganda chovinista y fueron el factor esencial de la imposición de una intensa producción de guerra. El “reformismo socialista” se transformó en “socialimperialismo”, como lo formuló Trotski en 1914.
Muchos de los obreros que intentaron nadar contra corriente en los primeros tiempos que siguieron la declaración de guerra en Alemania estaban influidos por el sindicalismo revolucionario. La huelga en el trasatlántico “Vaterland” ([3]), poco antes de que empezara la guerra en mayo-junio del 1914, es un ejemplo del enfrentamiento entre las fracciones combativas de la clase obrera y los sindicatos centrales socialdemócratas defensores de la Unión Sagrada. El trasatlántico mayor del mundo de aquel entonces era el orgulloso emblema del imperialismo alemán. Parte de la tripulación, con una fuerte presencia de obreros de la Federación industrial sindicalista revolucionaria, se declaró en huelga durante el viaje inaugural Hamburgo-Nueva York. La Federación de Obreros Alemanes de Transportes socialdemócrata se opuso agresivamente:
“En consecuencia, todos los que han participado en esas asambleas de sindicalistas revolucionarios han cometido un crimen contra los marineros. (…) Rechazamos por principio las huelgas salvajes (…) Con la gravedad de los tiempos presentes, en los que se trata de unir las fuerzas de todos los trabajadores (¿para preparar la guerra?) los sindicalistas revolucionarios cumplen un trabajo de división entre los obreros y encima se atreven a reivindicar la consigna de Marx según la cual la emancipación de los obreros sólo puede ser obra de los mismos obreros” ([4]).
Los llamamientos a la unidad por parte de los sindicatos socialdemócratas no eran sino pura fraseología para asegurarse el control de los movimientos de la clase obrera para que ésta se inclinara hacia la “unión para la guerra” en agosto del 1914.
No se puede reprochar, ni mucho menos, a la corriente sindicalista revolucionaria en Alemania haber abandonado la lucha de clases durante las semanas que precedieron la declaración de guerra. Muy al contrario, durante un tiempo breve, constituyeron un centro de concentración de los proletarios luchadores:
“Allí acudieron obreros que por primera vez oían las palabras “sindicalismo revolucionario” y querían satisfacer sus deseos revolucionarios de la noche a la mañana” ([5]).
Todas las organizaciones de la clase obrera, incluso la corriente sindicalista revolucionaria, debían sin embargo enfrentarse a otra tarea. No solo se debía mantener la lucha de clases, sino que era también indispensable desenmascarar el carácter imperialista de la guerra que se estaba acercando.
¿Cuál fue la actitud de la FVDG sindicalista revolucionaria con respecto a la guerra? El 1º de agosto de 1914, en su órgano principal Die Einigkeit (La Unidad), tomó claramente posición contra la guerra inminente, no como pacifistas ingenuos sino como tantos otros obreros que buscaban la solidaridad con los de los demás países:
“¿Quien desea la guerra? No el pueblo trabajador, sino una camarilla militar de canallas, ávidos de gloria marcial en todos los Estados de Europa. ¡Nosotros, los trabajadores, no queremos la guerra! La odiamos, asesina nuestra cultura, viola la humanidad y aumenta hasta lo monstruoso el número de lisiados de la guerra económica actual. Nosotros, trabajadores, queremos la paz, ¡la paz íntegra! No conocemos a austriacos, serbios, rusos, italianos, franceses, etc. Hermanos de trabajo, ¡así nos llamamos! Tendemos la mano a los trabajadores de todos los países para impedir un crimen horrible que provocará torrentes de lágrimas en los ojos de las madres y de los niños. Los bárbaros y los individuos hostiles a cualquier tipo de civilización pueden ver en la guerra una sublime y hasta santa expresión, los hombres con corazón sensible, los socialistas, animados por una concepción del mundo hecha de justicia, de humanidad y de amor por los hombres, ¡desprecian la guerra! Así que, trabajadores, camaradas, ¡levanten la voz en todas partes en protesta contra ese crimen que se prepara contra la humanidad! A los pobres les cuesta sus bienes y su sangre, a los ricos les da riqueza y gloria y honor a los representantes del militarismo. ¡Abajo la guerra!”
Las tropas alemanas atacaron Bélgica el 6 de agosto de 1914. Franz Jung, un simpatizante sindicalista-revolucionario de la FVDG que más tarde fue miembro del KAPD, da un retrato de sus sobrecogedoras experiencias en el Berlín de aquel entonces, ebrio de propaganda guerrera:
“Una multitud se lanzó contra las pocas docenas de manifestantes por la paz a los que me había sumado. Creo recordar que esa manifestación había sido organizada por los sindicalistas-revolucionarios en torno a Kater y Rocker. Se tendió una pancarta entre dos palos, una bandera roja desplegada y la manifestación contra la guerra empezó a ordenarse. No pudimos ir muy lejos” ([6]).
Dejemos expresarse a otra revolucionaria de aquel entonces, la anarquista internacionalista Emma Goldman:
“En Alemania, Gustav Landauer, Erich Mühsam, Fritz Oerter, Fritz Kater y muchos otros compañeros seguían en contacto. Es evidente que no éramos mas que un puñado comparados con los millones de ebrios por la guerra, y, sin embargo, logramos difundir por el mundo entero un manifiesto de nuestro Buró Internacional y seguíamos denunciando con la máxima energía el verdadero carácter de la guerra” ([7]).
Oerter y Kater eran los principales miembros experimentados de la FVDG. Ésta se mantuvo firmemente en su posición contra la guerra durante todo el conflicto. Esto es incontestablemente la mayor fuerza de la FVDG, y, sin embargo, es la parte de su historia menos documentada.
Con el comienzo de la guerra se prohibió inmediatamente la FVDG. Muchos de sus miembros –eran unos 6000 en 1914– fueron encarcelados o mandados al frente. En la revista Der Pionier, otro de sus órganos, la FVDG escribe en su editorial “El proletariado internacional y la guerra mundial inminente”, del 5 de agosto de 1914:
“Todos sabemos que la guerra entre Serbia y Austria no es sino la expresión visible de una fiebre guerrera crónica…”.
Describe cómo los gobiernos tanto en Serbia, en Austria como en Alemania han logrado ganarse a la clase obrera para la “furia guerrera” y, sobre ese tema, denuncia al SPD y a la mentira de la pretendida “guerra defensiva”:
“Nunca será Alemania el agresor, esa es la idea que esos señoritos quieren inculcarnos, y por eso los socialdemócratas alemanes, tanto su prensa como sus oradores, ya se lo han propuesto como perspectiva, y acabarán alistándose como un solo hombre en las filas del ejército alemán.”
El número 32 del 8 de agosto de 1914 fue el ultimo de la publicación.
Un antimilitarismo internacionalista
En la introducción de esta serie de artículos sobre el sindicalismo revolucionario, diferenciábamos antimilitarismo e internacionalismo
“El internacionalismo se basa en la comprensión de que a pesar de ser el capitalismo un sistema mundial, es incapaz, no obstante, de sobrepasar el marco nacional y la competencia cada vez más desenfrenada entre naciones. (…) Como tal, genera un movimiento que tiende a echar abajo a la sociedad capitalista a nivel mundial, por una clase obrera unida ella también a nivel internacional (…) El antimilitarismo, en cambio, no es necesariamente internacionalista puesto que tiene tendencia a considerar que el enemigo principal no es el capitalismo como tal sino solamente un aspecto de éste” ([8]).
¿En qué campo se alistó la FVDG? ¿Solo las organizaciones con un análisis teórico verdaderamente profundo que habrían formulado claramente el lazo entre guerra y capitalismo eran capaces de adoptar una posición verdaderamente internacionalista?
Sin la menor duda, en la prensa de la FVDG de aquel entonces, existen pocos análisis políticos detallados o desarrollados en lo que se refiere a las causas de la guerra o las relaciones entre las potencias imperialistas. Esa ausencia se debe a la visión sindicalista de la FVDG. Ésta se concebía, sobre todo en aquel entonces, como una organización de lucha en el plano económico, a pesar de que más que un sindicato era en realidad una coordinación de grupos que defendían ideas sindicalistas, contradicción que los grupos sindicalistas siguen arrastrando hoy. Las ásperas confrontaciones con el SPD, que acabaron con su expulsión a finales de 1908, provocaron en las filas de la FVDG una aversión exacerbada hacia la “política”, con la consecuencia añadida de la pérdida de la herencia de las luchas pasadas contra la separación de lo económico y de lo político, idea ésta transmitida por los grandes sindicatos de la socialdemocracia. A pesar de que su comprensión del marco de las tensiones imperialistas no alcanzó realmente el nivel de lo necesario, esa organización se vio inevitablemente llevada por la guerra a adoptar posturas muy políticas.
La historia del sindicalismo revolucionario en Alemania muestra, y es un buen ejemplo de ello la FVDG, que los análisis teóricos sobre el imperialismo no bastan para adoptar una posición realmente internacionalista. Un instinto proletario sano, un profundo sentimiento de solidaridad con la clase obrera internacional, también son indispensables, y eso era precisamente lo que formaba la espina dorsal de la FVDG en 1914.
Generalmente, la FVDG se califica a sí misma de “antimilitarista” en sus publicaciones; apenas si menciona el internacionalismo. Pero para hacerles plenamente justicia a los sindicalistas-revolucionarios de la FVDG, es necesario abandonar todo tipo de prejuicios y tomar en consideración el verdadero carácter de su labor de oposición a la guerra. El enfoque de la FVDG sobre la cuestión de la guerra no formaba parte de los que se limitaban a las fronteras nacionales como tampoco de los que se dejaban ilusionar por los sueños pacifistas de un posible capitalismo pacífico. Contrariamente a la gran mayoría de pacifistas que acabaron, tras la declaración de guerra, uniéndose a las filas de la defensa de la nación contra el militarismo “extranjero”, pretendidamente más bárbaro, la FVDG, el 8 de agosto de 1914, puso claramente en guardia a la clase obrera contra cualquier cooperación con la burguesía nacional:
“los trabajadores no deben ingenuamente darle confianza a la momentánea humanidad de los capitalistas y patronos. El furor guerrero actual no ha de entorpecer la conciencia de los antagonismos de clase existentes entre el Capital y el Trabajo” ([9]).
No se trataba, para los compañeros de la FVDG, de combatir únicamente un aspecto del capitalismo, el militarismo, sino de integrar la lucha contra la guerra a la lucha general de la clase obrera para el derrocamiento del capitalismo a escala mundial, como ya lo había formulado Karl Liebknecht en 1906 en su folleto Militarismo y antimilitarismo. En 1915, en el articulo “¡Antimilitarismo!”, él había criticado, con razón, las formas heroicas y aparentemente radicales del antimilitarismo tales como la deserción, que entrega aún más el ejercito a los militaristas por la eliminación de los mejores antimilitaristas, y, consecuentemente,
“cualquier método operado únicamente a nivel individual o hecho individualmente debe rechazarse por principio”.
En el movimiento sindicalista-revolucionario internacional, hubo opiniones diferentes sobre a la lucha antimilitarista. Domela Nieuwenhuis, un representante histórico de la idea de huelga general, definió sus medios en 1901 en su folleto El militarismo, mezcla curiosa de reformas y de objeción individual. No es para nada el caso de la FVDG; esta comparte la preocupación de Liebknecht, o sea que es la acción de clase de todos los trabajadores colectivamente –y no la acción individual– el único medio contra la guerra.
La prensa de la FVDG, que estaba a cargo del Secretariado (Geschäftskommission) en Berlín, compuesto de cinco compañeros en torno a Fritz Kater, expresaba con fuerza las posiciones políticas propias de los redactores debido a la floja cohesión organizativa de la FVDG. El internacionalismo en la FVDG no se limitaba sin embargo a una minoría de la organización, como así fue en la CGT sindicalista-revolucionaria en Francia. No hubo escisión en sus filas debido a la guerra. El que solo una minoría pudiese mantener una actividad permanente se debió más bien a la represión y a las incorporaciones forzadas en el frente. Grupos sindicalistas-revolucionarios seguían activos en Berlín y en otras dieciocho localidades. Tras la prohibición de Die Einigkeit en agosto de 1914, siguieron en contacto mediante un Mitteilungsblatt (boletín de información), y cuando fue prohibida en enero de 1915 a través de las Rundschreiben (circulares), hasta que también se prohibieron en mayo del 1917. La fuerte represión contra los sindicalistas-revolucionarios internacionalistas en Alemania hizo que sus publicaciones, en cuanto empezó la guerra, fueran más boletines internos que revistas publicas:
“Los comités directores, o las personas de confianza, deben inmediatamente editar únicamente el número necesario de ejemplares para sus miembros existentes y solo distribuirles el boletín a éstos” ([10]).
Los compañeros de la FVDG también tuvieron el valor de oponerse a la movilización de la mayoría de la CGT sindicalista-revolucionaria en Francia a favor de la participación en la guerra. Cuando capitula la mayoría de la CGT, escriben:
“Toda esa excitación por la guerra por parte de socialistas, de sindicalistas y de antimilitaristas internacionales no hará en absoluto que se tambaleen nuestros principios” ([11]).
¡La cuestión de la guerra se había vuelto la clave del movimiento sindicalista-revolucionario internacional! Oponerse a la gran hermana sindicalista-revolucionaria de Francia exigía una sólida fidelidad a la clase obrera, habida cuenta de que la CGT y sus teorías habían sido durante años una referencia importante en la evolución hacia el sindicalismo-revolucionario. Durante la guerra, los compañeros de la FVDG apoyaron a la minoría internacionalista salida de la CGT en torno a Pierre Monatte.
¿Por qué la FVDG siguió siendo internacionalista?
Todos los sindicatos en Alemania en 1914 sucumbieron a la fiebre nacionalista de la guerra. ¿Por qué fue una excepción la FVDG? Es imposible contestar a esa pregunta invocando únicamente la “suerte” de haber tenido, como así fue sin embargo, un secretariado (Geschäftskommission) firme e internacionalista. Del mismo modo tampoco se puede explicar la capitulación de los sindicatos socialdemócratas por la “desgracia” de haber estado dirigidos por traidores.
Tampoco basta con decir que la FVDG tenía una solidez internacionalista debido a su clara evolución hacia el sindicalismo-revolucionario a partir de 1908. El ejemplo de la CGT en Francia muestra que el sindicalismo-revolucionario en aquel entonces no era por sí solo una garantía de internacionalismo. Se puede afirmar en general que ni la profesión de fe de marxismo, de anarquismo o de sindicalismo-revolucionario da, de por sí, la menor garantía de ser internacionalista.
La FVDG rechazó la mentira patriotera de la clase dominante, incluida la socialdemocracia, de una “guerra defensiva” (trampa en la que cayó trágicamente Kropotkin). Denunció en su prensa la lógica en la que cada nación se presenta como “agredida”: Alemania por el zarismo ruso, Francia por el militarismo prusiano, etc. ([12]). Esa claridad no podía desarrollarse sino basándose en la idea de que desde entonces era imposible distinguir, en el capitalismo, naciones más modernas o naciones más atrasadas, y que el capitalismo, como un todo, se había vuelto destructor para la humanidad. En la época de la Primera Guerra Mundial, la posición internacionalista se distingue en particular por la denuncia política de la “guerra defensiva”. No es una casualidad si Trotski dedicó un folleto entero al tema en el otoño de 1914 ([13]). Unos años después, durante la Segunda Guerra Mundial, el internacionalismo dependerá mucho más del rechazo consecuente de la “defensa de la democracia contra el fascismo”, del antifascismo, cuestión sobre la que la corriente sindicalista-revolucionaria tendrá muchas más dificultades que en 1914.
La FVDG argumentaba a menudo recurriendo a principios humanos y emocionales:
“El socialismo pone los principios humanos por encima de los principios nacionales. (…) Resulta (…) difícil situarse del lado de la humanidad hundida en la aflicción, pero si queremos ser socialistas ahí hemos de estar” ([14]).
Pensamos sin embargo que sería un error burlarse del internacionalismo de la FVDG por ser “idealista”. La cuestión de la solidaridad y de la relación humana con los demás trabajadores del mundo entero era en aquel entonces una base para el internacionalismo, ¡y sigue siéndolo! No cabe duda que efectivamente una tendencia idealista nació a finales de los años 1920 en el movimiento sindicalista-revolucionario de la FAUD en Alemania, el movimiento por las comunas. Éste era sin embargo más bien la expresión de un retroceso tras la derrota de la revolución alemana a partir de 1923. El internacionalismo de la FVDG expresado en 1914 de forma emocional y proletaria en contra de la guerra era en aquel entonces, sin embargo, un rasgo de la fuerza del movimiento sindicalista-revolucionario en Alemania con respecto a la cuestión tan decisiva de la guerra.
Las raíces fundamentales del internacionalismo de la FVDG están no obstante esencialmente en la historia de su larga oposición al reformismo que iba insinuándose en el SPD y los sindicatos socialdemócratas. Su aversión hacia la panacea universal del parlamentarismo del SPD tuvo un papel esencial pues impidió, contrariamente a los sindicatos socialdemócratas, su integración ideológica en el Estado capitalista.
Durante los años que preceden el estallido de la guerra mundial, aparece una oposición entre tres tendencias en la FVDG: una expresaba la identidad sindical, otra la resistencia a la “política” (del SPD) y la tercera la propia realidad de la FVDG como conjunto de grupos de propaganda (realidad que, como ya lo explicamos, también frenó su capacidad de tener análisis claros sobre el imperialismo). Esa confrontación no produjo únicamente debilidades. Ante la política abiertamente chovinista del SPD y de los demás sindicatos, el antiguo reflejo de resistencia contra la despolitización de las luchas obreras, bastante fuerte hasta la huelga de masas de 1914, se reanimó. Más allá de su tradición internacionalista bien asentada, las partes decisivas más políticas de la FVDG no podían obviamente, sin perder su identidad histórica, alinearse en la línea política belicista de los jefes de los sindicatos socialdemócratas a los que habían combatido durante años.
Aunque como ya lo escribimos en nuestro articulo precedente ([15]), la resistencia al reformismo acarreaba debilidades extrañas como la aversión hacia la “política”, la actitud con respecto a la guerra fue lo determinante en 1914. ¡La contribución internacionalista de la FVDG fue en aquel entonces mucho más importante para la clase obrera que sus debilidades!
La sana reacción de no replegarse en Alemania a pesar de unas condiciones particularmente difíciles fue decisiva para mantener una firmeza internacionalista. La FVDG buscó el contacto no solo con la minoría internacionalista de Monatte en la CGT, sino también con otros sindicalistas-revolucionarios en Dinamarca, Suecia, España, Holanda (Nationaal Arbeids Secretariaat) e Italia (Unione Sindacale Italiana) que se oponían también a la guerra.
Una cooperación insuficiente con los demás internacionalistas en Alemania
¿Con qué fuerza podía hacerse oír en la clase obrera la voz internacionalista de la FVDG durante la guerra? Se opuso con vigor a los pérfidos órganos de integración en la Unión Sagrada. Como lo formuló muy claramente su publicación interna, Rundschreiben, su oposición a la participación en los Comités de guerra ([16]) fue muy consecuente:
“¡Ni hablar! Semejantes funciones no son nada para nuestros miembros o funcionarios (…) Nadie puede exigir eso de ellos” ([17]).
Pero durante los años 1914-17, se dirige casi exclusivamente a sus propios miembros. Con una estimación realista de la impotencia momentánea y de la imposibilidad de poder realmente ser un obstáculo a la guerra, pero sobre todo con un temor legitimo de la destrucción de la organización, Fritz Kater, en nombre del Secretariado (Geschäftskommission) se dirigió el 15 de agosto de 1914 en la Mitteilungsblatt a sus compañeros de la FVDG:
“Nuestros puntos de vista sobre el militarismo y la guerra, tal como los defendimos y propagamos durante decenios, de los que responderemos hasta la muerte, no son admisibles en una época de entusiasmo desenfrenado a favor de la guerra, estamos condenados al silencio. Era previsible, y la prohibición no es en nada una sorpresa para nosotros. Hemos de resignarnos al silencio, así como los demás compañeros del sindicato.”
De forma contradictoria, Kater expresa por un lado la esperanzas de mantener las actividades como antes de la guerra (¡lo que era sin embargo imposible debido a la represión!) y por el otro el objetivo mínimo de salvar la organización:
“El secretariado (Geschäftskommission) piensa sin embargo que actuaría olvidándose de sus deberes si con la prohibición de la prensa dejase todas las demás actividades. Eso, no lo hará. (…) mantendrá el lazo entre las diferentes organizaciones y hará todo lo necesario para impedir su descomposición.”
La FVDG sobrevivió efectivamente a la guerra, no en base a una estrategia de supervivencia particularmente hábil o de llamadas repetidas a no abandonar la organización. Fue claramente su internacionalismo lo que, durante toda la guerra, sirvió de referencia a sus miembros.
Cuando el “Llamamiento internacional contra la guerra” del Manifiesto de Zimmerwald resonó en septiembre de 1915, fue saludado solidariamente por la FVDG. Eso se debió sobre todo a su proximidad con la minoría internacionalista de la CGT presente en Zimmerwald. Pero la FVDG desconfiaba mucho de gran parte de los grupos presentes en la Conferencia, por estar demasiado ligados a la tradición del parlamentarismo. Eso estaba en gran parte justificado. Seis de los presentes y Lenin entre ellos habían declarado: “El Manifiesto aceptado no nos satisface completamente. (…) Éste no contiene ninguna definición clara de los medios para combatir la guerra” ([18]). La FVDG tampoco tenía, contrariamente a Lenin, la claridad necesaria sobre los medios para luchar contra la guerra. Su desconfianza expresaba más bien una ausencia de apertura con respecto a los demás internacionalistas, como lo demuestran claramente sus relaciones con los de Alemania.
¿Por qué no hubo cooperación en la misma Alemania entre la oposición internacionalista del Spartakusbund y los sindicalistas-revolucionarios de la FVDG? Durante mucho tiempo, existió entre ellos un abismo que no pudo ser colmado. Diez años antes, cuando el debate sobre la huelga de masas, Karl Liebknecht había generalizado exageradamente al conjunto de la FVDG las debilidades individualistas de uno de sus portavoces del momento, Rafael Friedeberg. Por lo que sabemos, los revolucionarios en torno a Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht tampoco buscaron el contacto con la FVDG durante los primeros años de la guerra, debido probablemente a una subestimación de las capacidades internacionalistas de los sindicalistas-revolucionarios.
La misma FVDG tuvo, con respecto a Liebkecht, figura simbólica del movimiento contra la guerra en Alemania, una actitud muy fluctuante que impedía cualquier acercamiento. Por un lado nunca le perdonó la aprobación de los créditos de guerra en agosto de 1914, que él había votado no por convicción sino en base a una falsa concepción de la disciplina de fracción que criticó más adelante. Sin embargo la FVDG siempre tomó su defensa en su prensa cuando fue víctima de la represión. La FVDG no pensaba que la oposición en el SPD sería capaz de librarse del parlamentarismo, paso que ella misma no había dado hasta que se separó del SPD en 1908. Existía una profunda desconfianza. Sólo a finales de 1918, cuando el movimiento revolucionario se extendió por toda Alemania, la FVDG llamó a sus miembros a afiliarse temporalmente a Spartakusbund, en doble afiliación.
Retrospectivamente, ni la FVDG ni los espartaquistas intentaron tomar contacto entre ellos en base a su posición internacionalista durante la guerra. La burguesía reconoció el punto común internacionalista entre ambas organizaciones mejor que ellas mismas: la prensa controlada por la dirección del SPD intentó varias veces denigrar a los espartaquistas diciendo que eran próximos a la tendencia “Kater” ([19]).
Si podemos sacar lecciones para hoy y para el futuro de la FVDG durante la Primera Guerra Mundial, es precisamente la de la necesidad de buscar contactos con los demás internacionalistas, a pesar de las diferencias que puedan existir sobre otras cuestiones políticas. Esto no tiene nada que ver con un “frente único” (que a causa de alguna debilidad en los principios busca la cooperación hasta con organizaciones del campo enemigo) como el que se conoció en la historia durante los años 1920-30, sino, al contrario con el reconocimiento del punto común proletario más importante.
Mario, 5 de agosto de 2011
[1]) Freie Vereinigung deutscher Gewerkschaften (Unión Libre de Sindicatos Alemanes).
[2]) H.J. Bieber: Gewerkschaften in Krieg und Revolution, 1981, tomo 1, p. 88 (traduccion nuestra).
[3]) “Patria” en alemán.
[4]) Cf. Folkert Mohrhof, Der syndikalistische Streik auf dem Ozean-Dampfer „Vaterland“ 1914, 2008 (traducción nuestra).
[5]) Die Einigkeit, principal órgano de la FVDG, 27 junio de 1914, artículo de Karl Roche, „Ein Gewerkschaftsführer als Gehilfe des Staatsanwalts“ (traducción nuestra).
[6]) Franz Jung, Der Weg nach unten, Nautilus, p. 89 (traducción nuestra).
[7]) Emma Goldman, Living My Life, p. 656 (traducción nuestra). En febrero de 1915, Emma Goldman se pronunció públicamente, junto con otros anarquistas internacionalistas como Berckman y Malatesta, contra el apoyo a la guerra por la figura principal del anarquismo, Kropotkin y otros. La FVDG saludó en la Mitteilungsblatt del 20 de febrero de 1915 esa defensa del internacionalismo por parte de los anarquistas revolucionarios contra Kropotkin.
[8]) “¿Qué distingue al movimiento sindicalista revolucionario?”, Revista Internacional no 118,
[9]) Die Einigkeit, no 32, 8 de agosto de 1914.
[10]) Mitteilungsblatt, 15 de agosto de 1914.
[11]) Mitteilungsblatt, 10 de octubre de 1914. Citado por Wayne Thorpe, Keeping the faith: The German Syndicalists in the First World War. Con los documentos originales de la FVDG, ese libro es la única (y muy valiosa) fuente sobre el sindicalismo revolucionario alemán durante la Primera Guerra Mundial.
[12]) Véase entre otros Mitteilungsblatt, noviembre de 1914 y Rundschreiben, agosto de 1916.
[13]) La Guerra y la Internacional.
[14]) Mitteilungsblatt, 21 de noviembre de 1914.
[15]) Véase “El sindicalismo revolucionario en Alemania (II) – La Unión Libre de los Sindicatos alemanes en marcha hacia el sindicalismo revolucionario”, Revista Internacional no 141,
https://es.internationalism.org/rint141-sindicatos+alemanes2.
[16]) Primero en la industria metalúrgica de Berlín, esos comités de guerra (Kriegsausschüsse) fueron fundados después de febrero de 1915 entre representantes de las asociaciones patronales de la metalurgia y los grandes sindicatos. Su objetivo era atajar la tendencia creciente de los obreros a cambiar de lugar de trabajo en búsqueda de sueldos más altos, pues las matanzas bélicas habían provocado una penuria de mano de obra. Esa fluctuación “incontrolada” era, para el gobierno como para los sindicatos, nefasta para la eficacia de la producción de guerra. La instauración de esos comités se basaba en un intento precedente –propuesto desde agosto de 1914 por el líder sindical socialdemócrata Theodor Leipart– de lanzar la formación de “Kriegsarbeitsgemeinschaften” (colectivos de guerra con la patronal) los cuales, bajo el falso pretexto de actuar a favor de la clase obrera para luchar contra el desempleo y regular el mercado del trabajo, ¡tenía como objetivo real hacerlo todo por reforzar lo más posible la producción para la guerra!
[17]) Citado por W. Thorpe, Keeping the faith: The German Syndicalists in the First World War.
[18]) Declaración de Lenin, Zinóviev, Radek, Nerman, Högluend y Berzin en la Conferencia de Zimmerwald, citado por J. Humbert-Droz, El origen de la Internacional Comunista, p. 144 edición en francés (traducido por nosotros).
[19]) P. ej. Vorwärts, 9 de enero de 1917.