La “Aristocracia obrera” una teoría sociológica para dividir a la clase obrera

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Hay quien dice que existe un antagonismo de clase dentro de la clase obrera misma, un antagonismo entre las capas "más explotadas" y las capas "privilegiadas"; que existe una "aristocracia obrera" que disfruta de buenos salarios, de mejores condiciones de trabajo, una fracción obrera que comparte con "su imperialismo" las migajas de las superganancias de la explotación colonial. Así pues, que existiría una parte de la clase obrera que en realidad no pertenecería a la clase obrera sino a la burguesía, una capa de "obreros-burgueses".

Esos son los trazos comunes a todas las teorías sobre la existencia de una "aristocracia obrera". Una argumentación teórica cuya principal utilidad es permitir que las fronteras que enfrentan a la clase obrera y al capital mundial, se esfumen en una neblina de confusión.

Estas teorías "permiten" calificar a fracciones enteras de la clase obrera (los obreros de los países más industrializados, por ejemplo) de "burguesas" y a los órganos burgueses (los partidos de "izquierda", los sindicatos,...) de "obreros".

Los orígenes de esta teoría se encuentran en las fórmulas empleadas por Lenin durante la I Guerra mundial, fórmulas que la III Internacional siguió utilizando más tarde. Hay ciertas corrientes políticas proletarias, empeñadas en autodefinirse con el extraño calificativo de "leninistas", que arrastran aun hoy ese disparate teórico que únicamente sirve para alimentar la confusión acerca de problemas que son de una importancia primordial en la lucha de clases. Como la contrarrevolución estalinista utilizan igualmente, desde hace años, esa teoría para tratar de aprovechar el prestigio de Lenin como justificación de su política.

Esa teoría también la utilizan otros grupos (con ciertas variantes y arreglos) procedentes del estalinismo -por la vía del maoísmo- que han dejado de defender muchas de las principales mentiras del estalinismo oficial (en particular el mito de los "Estados socialistas": Rusia, China,...). Grupos como "Operai e Teoria" en Italia, "Le Bolchevik" en Francia, "Marxist Worker's Committee" en EEUU, que tienen posiciones muy radicales contra los sindicatos y los partidos de izquierda y que a veces logran entrampar a obreros combativos, basan su radicalismo "ex˗tercermundista" en exaltar la DIVISIÓN de la clase obrera en dos categorías o capas socio-políticas: la "más baja" -el proletariado "verdadero", según ellos- y "la aristocracia obrera".

He aquí como "Operai e Teoria" teoriza la división de la clase obrera: «No reconocer la existencia de diferencias internas entre los obreros productivos, la importancia de la lucha contra la aristocracia obrera, la necesidad de que los revolucionarios trabajen para realizar una escisión, una ruptura neta entre los intereses de las capas bajas y los de la aristocracia obrera, significa no solo no haber comprendido un acontecimiento de la historia del movimiento obrero sino -y esto es lo más grave- dejar que la burguesía arrastre al proletariado» (Operai e Teoria, nº 7 -octubre noviembre 1980)[1].

No vamos a analizar en nuestro artículo los argumentos de estos grupos "leninistas" ni tampoco sus contradicciones teóricas sino a demostrar la nocividad política y la incoherencia teórica de la Teoría de la aristocracia obrera, tal y como la propagan los grupos ex-maoístas que siembran una confusión de lo más dañina entre aquellos trabajadores que creen haber descubierto en ella la explicación de la naturaleza contrarrevolucionaria de los sindicatos y de los partidos de "izquierda".

Por eso, lo dedicaremos a evidenciar:

1º) que esa teoría se basa en un análisis sociológico que ignora el carácter de CLASE HISTÓRICA del proletariado.

2º) que la definición, o más bien LAS definiciones de "aristocracia obrera" son tanto más borrosas y contradictorias en cuanto que el capitalismo ha multiplicado las divisiones dentro de la clase obrera.

3º) que el RESULTADO PRÁCTICO de ese tipo de concepciones no es otro que la DIVISIÓN DE LOS TRABAJADORES en la lucha, el aislamiento de las "capas más explotadas" del resto de su clase.

4º) que alimentan confusiones y ambigüedades sobre una cierta naturaleza "obrero-burguesa" de los sindicatos y de los partidos de "izquierda" (ambigüedad que ya existía dentro de la Internacional Comunista).

5º) que es un sinsentido que esa teoría se declare de "Marx, Engels y Lenin" cuyas formulaciones, más o menos precisas, sobre la existencia de una "aristocracia obrera" o sobre "el aburguesamiento de la clase obrera inglesa en el siglo XIX", no sostuvieron jamás la teoría de la necesidad de DIVIDIR A LOS OBREROS; al contrario.

Una teoría sociológica

A la clase obrera se la puede ver de dos maneras: simplemente COMO ES la mayor parte del tiempo; es decir, sometida, dividida y hasta atomizada en millones de individuos solitarios, sin relacionarse entre ellos. O se la puede ver también teniendo en cuenta SIMULTÁNEAMENTE lo que es HISTÓRICAMENTE; es decir, tomando en consideración el hecho de que se trata de una clase social que tiene un pasado de más de dos siglos de lucha y que tiene como porvenir el ser la protagonista del cambio radical más grande de la historia de la humanidad.

La primera visión, INMEDIATISTA, es la visión de una clase derrotada; la segunda es la de una clase en lucha. Aquella es la que usan los sociólogos de la burguesía para decirnos «ESO es la clase obrera». La segunda es la visión del marxismo, que comprende lo que es la clase obrera no sólo a partir de lo que es AHORA sino también y, sobre todo, de lo que SERÁ. El marxismo no es un estudio sociológico del proletariado vencido sino el esfuerzo para comprender cómo lucha el proletariado, algo que es radicalmente diferente.

La teoría según la cual existen ANTAGONISMOS FUNDAMENTALES DENTRO DE LA CLASE OBRERA es una concepción positivista que sólo tiene en cuenta la realidad inmediata de la clase obrera, vencida, atomizada. Cualquiera que conozca la historia de las revoluciones obreras sabe que el proletariado alcanzó los momentos más elevados de su combate a través de la máxima generalización de su unidad, únicamente así.

Decir que es imposible la unidad de la clase obrera, desde sus elementos más explotados a los menos, es ignorar toda la historia del movimiento obrero. La historia de todas las grandes etapas de la lucha obrera está animada por el problema de alcanzar la unión más amplia posible de los proletarios. Existe un sentido preciso en el movimiento que va desde las primeras corporaciones de obreros artesanos a los soviets, pasando por los sindicatos profesionales. Esa dirección es la búsqueda de la mayor unidad. Los CONSEJOS, creados por primera vez en Rusia en 1905 espontáneamente por los obreros, constituyen el sistema de organización más unitario que pueda ser concebido para lograr la participación del mayor número posible de obreros en un movimiento de clase proletario, ya que se basa en las asambleas generales.

Esa evolución no refleja solamente un desarrollo de la conciencia de la clase de los proletarios, de su unidad y de la necesidad de ésta; la evolución de esa conciencia encuentra su explicación en la evolución de las condiciones materiales en que trabajan y luchan los proletarios.

El maquinismo, al desarrollarse, destruye las especializaciones heredadas del antiguo artesanado feudal; UNIFORMIZA al proletario, haciendo de él una mercancía que puede producir lo mismo calcetines que cañones, sin por ello tener que ser tejedor o herrero.

Además, el desarrollo del capital acarrea el desarrollo de gigantescos centros urbanos industriales donde se amontonan los proletarios por millones. La lucha adquiere en esos centros un carácter explosivo por la rapidez misma con la que pueden organizarse esos millones de hombres y coordinarse para actuar de manera unida.

En el capítulo "Burgueses y proletarios" de El Manifiesto Comunista, redactado por Marx y Engels, leemos «El desarrollo de la industria, no tiene como único efecto incrementar el proletariado sino también aglomerarlo en masas cada vez más compactas. El proletariado siente crecer su fuerza. Los intereses, las situaciones se nivelan cada vez más dentro del proletariado a medida que el maquinismo borra las diferencias en el trabajo y pone, en casi todas partes, el salario a un nivel igualmente bajo»

En las luchas en Polonia, donde los obreros mostraron capacidades de unificación y de organización que aun sorprenden al mundo, no se asistió a un enfrentamiento entre obreros especializados y no especializados sino a su unificación, en las asambleas por la lucha y en la lucha.

Para comprender esos "milagros" es necesario no fijarse únicamente, como hacen los sociólogos, en la realidad INMEDIATA de la clase obrera, En los momentos EN QUE NO LUCHA. Cuando el proletariado no lucha, cuando la burguesía puede satisfacer lo mínimo socialmente necesario para la subsistencia de los obreros, estos se encuentran, en efecto, totalmente divididos.

El proletariado -esa clase que sufre la última pero también la más absoluta explotación social que cualquier clase social explotada haya conocido en la historia- vive, desde su nacimiento, de manera totalmente diferente según se encuentre sometido y pasivo ante la burguesía o si alza la cabeza ante su opresor.

Esta separación entre esas dos formas de existencia (unido y en lucha, dividido y pasivo) no ha dejado de aumentar, con la evolución misma del capitalismo. Excepto en los últimos años del siglo XIX, cuando el proletariado logra imponer momentáneamente a la burguesía la existencia de verdaderos sindicatos y partidos de masa obreros, los obreros tienden a unificarse cuando el combate los une pero también encontrarse cada vez más divididos y atomizados en los periodos de "calma social".

La misma evolución de las condiciones materiales de vida y de trabajo, que lleva a la clase obrera a LUCHAR de manera CADA VEZ MÁS UNIDA lleva, fuera de periodos de lucha, a la competencia, a la división y hasta la atomización como individuos solitarios que conocemos hoy.

La competencia entre obreros, fuera de periodos de lucha, es una característica del proletariado desde su nacimiento aunque era MENOS fuerte a principios del capitalismo, cuando los obreros "tenían una profesión, un oficio, una instrucción específica", cuando la educación no se había generalizado y el saber de cada proletario era una herramienta de trabajo importantísima. "El tejedor no era un competidor del herrero". Pero desde entonces, gracias a los progresos de las máquinas y de la educación, el "Cualquiera puede producir lo que sea" se ha traducido, en el capitalismo, por: "Cualquiera le puede hacer el trabajo de otro".

Ante el problema de encontrar trabajo, el obrero en el capitalismo industrial sabe que la respuesta depende de la cantidad de candidatos al mismo empleo. EL DESARROLLO DEL MAQUINISMO TIENDE DE ESA MANERA, Y CADA VEZ MÁS, A OPONER INDIVIDUALMENTE A LOS OBREROS CUANDO NO ESTÁN LUCHANDO. Marx describía así este proceso: «El incremento del capital productivo implica la acumulación y la concentración de capitales. La concentración de capitales conduce a una mayor división del trabajo y a un mayor empleo de las máquinas. Una mayor división del trabajo reduce a la nada la especialización del trabajo y destruye la especialidad del profesional, colocando en lugar de esta especialidad un trabajo que todo el mundo puede hacer, aumenta la competencia entre los obreros». (Marx: "Miseria de la Filosofía: "Discurso sobre el librecambio"....)[2].

El desarrollo del maquinismo crea las condiciones materiales para la existencia de una humanidad unida y consciente pero al mismo tiempo, dentro del marco de las leyes capitalistas en donde la supervivencia del trabajador depende de que pueda vender su fuerza de trabajo, lo que resulta es una competencia más fuerte que nunca. Por tanto, pretender basar una teoría de lo que será el proletariado en lucha ignorando la experiencia histórica de las luchas pasadas, basándose sólo en un estudio INMEDIATISTA del proletariado derrotado, dividido, conduce inevitablemente a verlo como un cuerpo que no logrará nunca unificarse. Cuanto más se hace referencia a una visión AHISTÓRICA, INMEDIATISTA, so pretexto de que "hay que ser concreto", de que "hay que hacer algo que dé resultados inmediatos", más se da la espalda a una comprensión verdadera de lo que es realmente el proletariado.

Una concepción que niega la posibilidad de unidad de la clase obrera es, de entrada, una teorización de la derrota del proletariado, de los momentos en que no lucha; traduce la visión que tienen los burgueses de los obreros: individuos ignorantes, divididos, atomizados, vencidos. Es una concepción propia de la fauna sociológica.

Una concepción "obrerista"

Al no llegar a ver a la clase obrera como sujeto histórico, esta concepción la entiende como una SUMA DE INDIVIDUOS REVOLUCIONARIOS. EL "OBRERISMO" no es una manera de resaltar el carácter revolucionario de la clase obrera sino el culto sociológico de los INDIVIDUOS OBREROS como tales. Embebidos en este tipo de visión, las corrientes de origen maoísta le dan mucha importancia al origen social de los miembros de una organización política; hasta el punto de que gran parte de sus militantes de origen burgués o pequeño burgués abandonaron, sobre todo en el periodo que siguió a Mayo del 68, sus estudios para hacerse obreros de fábrica (lo cual no hizo sino reforzar el culto al obrero individual).

Por ejemplo, el "Marxist Worker's Commitee", un grupo que logró evolucionar hasta llegar a considerar hoy que no existe ningún Estado obrero y que Rusia es burguesa desde 1924 (año de la muerte de Lenin) escribe en el Nº 1 de su publicación "Marxist Worker's" (verano de 1979) en el artículo "25 años de lucha -nuestra historia" lo siguiente: «Nuestra experiencia en el viejo partido revisionista C. P. USA (Partido Comunista de los EEUU) y en el AWCP (American Worker's Communist Party -organización maoísta) nos condujo a concluir que los fundadores del Comunismo científico tenían razón al afirmar que un verdadero partido obrero debe desarrollar un marco de OBREROS TEÓRICAMENTE AVANZADOS, que no solo el conjunto de sus miembros sino también su dirección deben proceder en primer lugar de la clase obrera».

¿Qué concepción de la clase obrera se puede "aprender" en una organización burguesa estalinista? Recordamos aquí dos ocasiones, en la historia del movimiento obrero, en las cuales se quiso aplicar ese principio obrerista:

1) la lucha de "el obrero" TOLAIN, delegado francés en los primeros congresos de la AIT, contra la aceptación de Marx como delegado. Para Tolain había que rechazar a Marx, en nombre del principio de que "la emancipación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos", puesto que Marx no era un obrero sino un intelectual. Después de un debate la moción de Tolain fue rechazada. Unos años después, Tolain "el obrero" se encontraba del lado de los versalleses contra la insurrección obrera de la Comuna de París.

2) también la Socialdemocracia alemana logró impedir, en noviembre de 1918, que Rosa Luxemburgo tomara la palabra en el Congreso de los Consejos Obreros porque ella tampoco era obrera y la hizo asesinar unas semanas después por una partida de pistoleros que obedecían las órdenes de "el obrero" Noske y que aplastaron sangrientamente la Insurrección de Berlín en enero de 1919. NO ES CADA INDIVIDUO QUIEN ES REVOLUCIONARIO, ES LA CLASE OBRERA QUIEN LO ES.

"El obrerismo" no comprende esa diferencia y consecuentemente no comprende ni al obrero individual ni a la clase obrera como clase.

II La aristocracia obrera: una definición imposible

Que existen diferencias de salarios, de condiciones de vida y de trabajo entre los obreros es algo evidente. Que, por regla general, cuanto mejor es la situación social de un individuo más tendencia tiene a querer conservarla es igualmente una trivialidad. Pero de ahí a definir dentro del proletariado una capa estable cuyos intereses serían antagonistas a los del resto de su clase y la amarrarían a la burguesía o a querer establecer una relación mecánica entre explotación y conciencia y combatividad, hay una brecha particularmente peligrosa.

En las primeras etapas del capitalismo, cuando gran parte de los obreros eran todavía prácticamente artesanos con cualificaciones muy particulares, con prerrogativas de "corporación", se podía momentáneamente, durante los periodos de prosperidad económica, discernir más fácilmente partes de la clase obrera que gozaban de privilegios particulares.

Así, Engels reconocía circunstancialmente, en una correspondencia personal, una aristocracia obrera "en los mecánicos, los carpinteros, los obreros de la construcción"; los cuales, en el siglo XIX, constituía una serie de trabajadores organizados aparte que gozaban de ciertos privilegios por la importancia de su trabajo y el monopolio que tenían de su cualificación.

Pero con la evolución del capitalismo, que comportaba por un lado la descalificación del trabajo y por otro la multiplicación de las divisiones artificiales entre los trabajadores, tratar de definir una "aristocracia obrera" queriendo indicar en ella una capa precisa que goza de privilegios que la distingue de manera cualitativa del resto de los obreros, es condenarse a nadar en lo arbitrario. El capitalismo ha dividido sistemáticamente a la clase obrera, tratando siempre de crear situaciones en las que el interés de unos trabajadores se oponga al interés de otros.

Ya hemos destacado cómo el desarrollo del maquinismo conduce, en los periodos sin luchas proletarias, a través de la "Destrucción de la especialización del trabajador" al desarrollo de la competencia entre obreros. Sin embargo, el capitalismo no se contenta con las divisiones que puede engendrar el proceso de producción mismo. Al igual que las clases explotadoras del pasado, la burguesía conoce y aplica el viejo principio: DIVIDIR PARA REINAR. Y lo hace con una ciencia y con un cinismo sin precedentes en la historia.

El capitalismo ha recuperado, de las sociedades del pasado, el empleo de las divisiones -que él llama "naturales"- por el sexo y por la edad; veamos: aunque la fuerza física, "prerrogativa del varón adulto", desaparezca progresivamente con el desarrollo de las máquinas, el capital mantiene a conciencia esas divisiones con el único fin de dividir y de pagar menos la fuerza de trabajo de la mujer, del niño o del viejo.

También retoma del pasado las divisiones raciales o de origen geográfico:

En su génesis, el capital, que existía principalmente bajo la forma de capital comercial, se enriqueció, entre otras cosas, gracias al comercio de esclavos; en su forma acabada, el capital no ha dejado de utilizar las diferencias de origen o de raza para ejercer una presión permanente para bajar los salarios. De la situación de los trabajadores irlandeses, en la Inglaterra de los siglos XVIII y XIX, a la de los obreros turcos o yugoslavos en la Alemania de 1980, se ha seguido la misma política de división por parte de la burguesía. El Capital sabe perfectamente cómo sacar provecho de las divisiones entre tribus en África, así como de las divisiones religiosas en Úlster, de las diferencias de castas en India o de las diferencias raciales en los EEUU o en las principales potencias europeas reconstruidas, después de la I Guerra mundial, con una importación masiva de trabajadores de Asia, África y de los países menos desarrollados de Europa (Turquía, Grecia, Irlanda, Portugal, España, Italia, etc.).

Pero el capitalismo no se contenta con mantener y azuzar esas divisiones, "naturales", entre los trabajadores. Al generalizar el asalariado y la organización "científica" de la explotación en las fábricas (taylorismo, sistemas de bonificaciones -primas, destajos...), ha llevado la división de los obreros no cualificados al nivel de los profesionales, generalmente de educación universitaria: sociólogos, siquiatras, sindicalistas... que trabajan cogidos de la mano con los jefes de personal para concebir la mejor y más "rentable" organización de la producción y meter en los talleres y las oficinas la ley del "Cada uno a la suya", el interés de cada uno como antagónico al de todos los demás. Bajo el capitalismo es cuando el famoso refrán: "El hombre es un lobo para el hombre" se ha concretado mejor. Al hacer depender el salario de unos de la productividad de otros, al multiplicar las diferencias artificiales de salario para un mismo trabajo (lo cual se practica a fondo hoy en día gracias al empleo de la informática en la administración de las empresas) pone todo su empeño en crear antagonismos entre los explotados.

En esas condiciones es casi imposible no encontrar, para cada categoría de trabajadores, otra categoría que sea menos o más "privilegiada".

Si se tienen en cuenta los privilegios que le pueden conceder a un obrero en función de su edad, su sexo, su raza, su experiencia, el contenido de su trabajo (manual o no), su posición en el proceso de producción, las primas que recibe,..., se pueden multiplicar infinitamente las definiciones de lo que podría ser la "aristocracia obrera". Se habrá fraccionado a la clase obrera en rodajas sociológicas, como si fuera un salchichón, pero no se habrá dado un solo paso en la comprensión de su ser revolucionario.

Las elucubraciones de origen maoísta sobre la aristocracia obrera incluyen, además de la "antiaristocracia obrera", la necesidad de organizar al "verdadero proletariado", a "las capas más explotadas",... Estos grupos tienen pues que emprender una dura labor para encontrar no solamente una definición sociológica de lo que puede ser la "aristocracia obrera", sino también de lo que son las capas "puras" del proletariado. A eso dedican gran parte de su trabajo "teórico", cuyos resultados varían según el grupo, la tendencia, el país, el periodo, etc.

Así, en países como Inglaterra, Francia o Alemania, los trabajadores inmigrados serían los que constituyen el verdadero proletariado y el resto, los trabajadores blancos, la "aristocracia obrera". Según tal concepción, en EEUU toda la clase obrera se puede considerar aburguesada (el nivel de vida de un obrero negro en EEUU puede ser cien veces superior al de un obrero en India), pero también se puede, según esa misma idea, llegar a la conclusión de que son solo los obreros blancos los "aristócratas", puesto que los obreros estadounidenses negros son "aristócratas" desde un punto de vista pero "los más explotados" desde otro. Para "Operai e Teoria" los obreros que trabajan en las cadenas de montaje son la "verdadera clase obrera". Los obreros de la industria de los países subdesarrollados son igualmente catalogados por ciertos grupos como "aristócratas" al ser a menudo su nivel de vida mucho más elevado que el de las masas de "sin trabajo" que se amontonan en la periferia de las ciudades. Las definiciones de esa famosa "aristocracia" pueden variar de un grupo a otro, pasando alegremente del ciento por cien de los trabajadores al cincuenta o al veinte, según el humor de los teóricos de servicio.

III Una teoría para dividir a la clase

Mientras resuelven y precisan sus diferentes definiciones sociológicas de las distintas capas del proletariado, el trabajo de intervención entre los obreros de estas organizaciones consiste en actuar, a diferentes niveles, en favor de la DIVISIÓN que ellos mismos predican.

Actúan esencialmente creando organizaciones que agrupen únicamente a obreros de los cuales tienen la certeza de que no pertenecen a la "aristocracia obrera". Organizaciones de obreros negros, de obreros de las cadenas de montaje, de obreros emigrantes, parados, etc.,...

Es así cómo ciertos grupos desarrollan, entre los trabajadores inmigrantes en los países más industrializados de Europa, un racismo particular que sustituye al racismo, ya demasiado clásico, anti-blanco; un racismo "marxista-leninista" anti-aristocracia-obrera-blanca. En los países menos desarrollados, exportadores de mano de obra, los defensores de esa teoría se dedican a difundir y defender la noción: "antiobrero cualificado" entre los obreros menos instruidos.

En el seno de estas organizaciones se cultiva la desconfianza en la "aristocracia obrera" a la que se acaba atribuyendo rápidamente la causa de todos los males que sacuden a "las capas más explotadas".

Se pretenden hacer creer, en el mejor de los casos, que la unificación SEPARADA de los sectores más explotados de la clase obrera constituye un ejemplo y un factor hacia una unificación más amplia de la clase. Pero eso es ignorar totalmente cómo se hace la unificación de los obreros.

El ejemplo vivo de Polonia, en 1980, es claro en esta cuestión. La unificación de los obreros no fue resultado de una serie de unificaciones parciales acumuladas unas detrás de otra, un sector tras otro, después de haber hecho un paciente trabajo de hormiguita. Fue con la forma de explosión cómo se organizó esa unificación, en pocos días o en pocas semanas. El punto de partida de la lucha y el camino que sigue la generalización del combate, son imprevisibles y múltiples.

Polonia confirmó de nuevo lo que ya era evidente en todas las explosiones de lucha obrera desde 1905 en Rusia. Desde hace 75 años, el proletariado no se unifica más que en la lucha y para la lucha. Pero cuando lo hace lo hace de golpe, a la mayor escala posible. Desde hace setenta y cinco años, cuando los obreros luchan en su terreno de clase a lo que se asiste no es a una lucha entre fracciones de la clase obrera sino por el contrario a una unificación sin precedentes en la historia. EL PROLETARIADO ES LA PRIMERA CLASE EN LA HISTORIA QUE NO ESTÁ DIVIDIDO EN SU SENO POR ANTAGONISMOS ECONÓMICOS REALES. Al contrario que los campesinos, los artesanos,... el proletariado no es propietario de sus medios de producción; no posee nada más que su fuerza de trabajo y su fuerza de trabajo ES COLECTIVA.

La única arma del proletariado frente a la burguesía armada, es la CANTIDAD; PERO LA CANTIDAD SIN UNIDAD NO ES NADA. La conquista de esa unidad es el combate fundamental del proletariado para afirmar su fuerza. No es por casualidad que la burguesía se empeñe tanto en quebrar todo esfuerzo en ese sentido.

Es burlarse de la gente, como hace "Operai e Teoría", decir que la idea de la necesidad de la unidad de la clase obrera es una idea burguesa: «ninguna voz de la burguesía se eleva hoy para apoyar esa división (entre las capas más bajas y la aristocracia"); al contrario, hacen propaganda al unísono a favor de la necesidad de sacrificios porque "estamos todos en la misma barca"» (Operai e Teoría, nº 7; página 10).

No es de unidad de la clase obrera de lo que habla la burguesía en todos los países sino de UNIDAD DE LA NACIÓN. Lo que dice no es "Todos los obreros están en la misma barca" sino "Los obreros están en la misma barca que la burguesía de su país". Lo que no es la misma cosa. Pero eso es difícil comprenderlo para aquellos que han aprendido el marxismo de los nacionalistas estilo Mao, Stalin o Ho-chi -Mihn. Frente a todas esas elucubraciones de origen estalinista, los comunistas no pueden más que oponer las lecciones de la práctica histórica del proletariado. Y tal y como lo preconizaba ya el manifiesto Comunista en 1848: "PROPUGNAR Y VALORIZAR LOS INTERESES COMUNES DEL PROLETARIADO ENTERO". (Del Manifiesto Comunista: Proletarios y Comunistas. Resaltado por nosotros).

IV Una concepción ambigua de partidos y sindicatos

¿Cómo puede tener esa teoría el mínimo eco entre los trabajadores?

Probablemente la razón principal por la que esa concepción puede oírse decir en serio a ciertos trabajadores, es porque parece dar una explicación del cómo y el por qué del asqueroso trabajo de sabotaje que hacen las centrales sindicales llamadas "obreras".

Según esta teoría, los sindicatos y los partidos de izquierda son la expresión de intereses materiales de ciertas capas del proletariado, las más privilegiadas, "la aristocracia obrera". En tiempo de "paz social" para ciertos obreros, víctimas del racismo de los obreros blancos, del desprecio o del control de obreros más cualificados, asqueados por la actitud de "administradores del capital" de los partidos de izquierda y de sus sindicatos, tal teoría parece, por un lado, dar una explicación coherente de esos fenómenos y, por otro, dar una perspectiva INMEDIATA de acción: Organizarse aparte de los "aristócratas". Desgraciadamente esa concepción es teóricamente falsa y políticamente nefasta.

He aquí, por ejemplo, como Le Bolchevik (Organisation Comunista Bolchevik) en Francia formula esa idea: «El PCF no es un partido obrero. Por su composición, en gran parte intelectual, pequeño burguesa y sobre todo por su línea reformista, ultra chovinista, el PCF de Marchais y Seguy es un partido burgués. No es el representante político e ideológico de la clase obrera. Es el representante de las capas superiores de la pequeña burguesía y de la aristocracia obrera». (Le Bolchevik, nº 112 -febrero de 1980).

En otras palabras, los intereses de una fracción de la clase obrera -"la aristocracia"- serían los mismos que los de la burguesía, puesto que el partido que representa sus intereses es "burgués". Esa identidad de línea política entre los partidos de la "aristocracia obrera" y los de la burguesía tendría bases ECONÓMICAS: la aristocracia recibe las "migajas" de las superganancias arrancadas por el capital nacional a las colonias y semi-colonias.

Lenin formula una teoría análoga para tratar de explicar la traición de la socialdemocracia en la I Guerra mundial: «El oportunismo (es el nombre que Lenin da a las tendencias reformistas que dominaban las organizaciones obreras y que participaron en la I Guerra mundial) se ha ido incubando durante decenios por la especificidad de una época de desarrollo del capitalismo en que las condiciones de existencia, relativamente civilizadas y pacíficas, de una capa de obreros privilegiados los aburguesaba, les proporcionaba unas migajas de los beneficios conseguidos por sus capitales nacionales y los mantenía alejados de las privaciones, de los sufrimientos y del estado de ánimo revolucionario de las masas que eran lanzadas a la ruina y vivían en la miseria (...) La base económica del chovinismo y del oportunismo en el movimiento obrero es una y la misma: la alianza de unas pocas capas superiores del proletariado y de la pequeña burguesía -que aprovechan las migajas de los privilegios de su capital nacional- contra las masas proletarias, contra las masas trabajadoras y oprimidas en general". (Lenin: "La bancarrota de la II Internacional").

Crítica de la explicación que da Lenin de la traición de la II Internacional

Antes de hablar de las teorías de los epígonos, detengámonos un poco en la concepción definida por Lenin para dar cuenta de la nueva NATURALEZA DE CLASE de los partidos obreros socialdemócratas que acababan de traicionar al proletariado.

La situación histórica planteaba a los revolucionarios el problema siguiente: se sabía que durante decenios la Socialdemocracia europea, fundada en particular por Marx y Engels, formada con el sudor y la sangre de luchas obreras encarnizadas, había constituido un verdadero instrumento de defensa de los intereses de la clase obrera. Ahora, cuando la casi totalidad de la socialdemocracia, los partidos de masas y los sindicatos se habían unido a las filas de SU burguesía nacional en cada país CONTRA los obreros de las otras naciones ¿Cómo habría que calificar la naturaleza de clase de ese monstruoso producto histórico?

Para hacerse una idea de la conmoción que provocó esa traición en toda la minoría de elementos que se mantuvieron defendiendo posiciones revolucionarias internacionalistas, recordemos por ejemplo la sorpresa de Lenin cuando tuvo en sus manos el número del "VORWÄRTS" (órgano del Partido Social Demócrata de Alemania) que anunciaba el voto de los créditos de Guerra por los parlamentarios socialistas: creyó que se trataba de un periódico falsificado destinado a reforzar la propaganda a favor de la guerra. Recordemos también las dificultades de los espartaquistas alemanes, empezando por Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, para cortar el cordón umbilical que les ligaba orgánicamente a la "organización madre", el partido socialdemócrata.

Cuando estalla la guerra, la política socialdemócrata es abiertamente burguesa pero la mayoría de los miembros de sus partidos y sindicatos sigue siendo obrera. ¿Cómo explicar esa contradicción?

Los socialdemócratas convertidos en patriotas decían: «He aquí la prueba de que el internacionalismo no es una idea verdaderamente obrera». Para rechazar ese análisis Lenin respondió -situándose en el mismo nivel- que no eran TODOS los obreros los que habían rechazado el internacionalismo, sino solamente "una minoría privilegiada" que "había escapado de la miseria, del sufrimiento y del estado de ánimo revolucionario de las masas miserables y arruinadas". La preocupación de Lenin es perfectamente justa: demostrar que si el proletariado europeo se había dejado reclutar para la guerra interimperialista ello no significaba que ese tipo de guerra respondiera a los intereses de la clase obrera de cada país. Pero los argumentos que emplea son erróneos y la viva realidad los desmiente. Lenin dice que los obreros "patriotas" son aquellos que tienen intereses económicos comunes con "su" capital nacional; éste lograría corromper a una "aristocracia obrera" a la que hace alguna concesión, una parte, "algunas migajas de ganancia".

¿Cómo es de grande esa parte corrompida de la clase obrera? Una "parte ínfima", responde Lenin en "La bancarrota de la II Internacional", "los jefes obreros y la capa superior de la aristocracia obrera". Dice en su Prefacio al "El imperialismo, fase suprema del capitalismo".

Pero la realidad demuestra:

1º) que no fue una minoría ínfima del proletariado la que se aprovechó, a finales del siglo XIX y a principios del XX, de la expansión del capital europeo sino el conjunto de los obreros de la industria. La prohibición de que los niños trabajen, la limitación del trabajo de las mujeres, la limitación de la jornada a diez horas, la creación de escuelas y hospitales públicos, etc.,..., todas esas medidas arrancadas por la lucha obrera, al capital en plena expansión, beneficiaron en primer lugar a las capas más "bajas", más explotadas de la clase obrera.

2º) que la visión de Lenin de una ínfima minoría de obreros corrompidos, aislados en medio de gigantescas masas de obreros miserables y animados por un "estado de ánimo revolucionario" es, en vísperas de la I Guerra mundial, un puro invento. Es la casi totalidad de los obreros, pobres y ricos, cualificados y no cualificados, sindicados o no, quienes en las principales potencias se van con la "flor en el fusil" a espachurrar al enemigo y a que los aplasten en defensa de "sus" amos nacionales.

3º) que "la explicación económica" de "las migajas de las ganancias" que los imperialismos comparten con sus obreros más cualificados, no tiene sentido. Primero, porque como hemos visto no es una minoría pequeñita de obreros a quien le mejora la situación con la expansión capitalista sino AL CONJUNTO de los obreros de los países industrializados y segundo, porque por definición los capitalistas no comparten sus ganancias ni sus superganancias con los explotados.

Los aumentos de salarios, las fuertes subidas del nivel de vida de los obreros de los países industrializados fue el resultado, no de la generosidad de capitalistas dispuestos a compartir sus beneficios sino de la presión que los obreros pudieron ejercer en aquella época sobre sus capitales nacionales con éxito. La prosperidad económica del capitalismo de finales del siglo XIX reduce en todas partes la masa de desempleados del "ejército de reserva" del capital. En el mercado en que se vende la fuerza de trabajo esta mercancía escasea tanto más cuanto que hay fábricas que funcionan a pleno rendimiento y se multiplican; por lo tanto se hace más cara. Esto es lo que sucede durante ese periodo. Los obreros logran así, organizándose aunque sea parcialmente (sindicatos y partidos de masas), vender su fuerza de trabajo más cara y obtener mejoras reales en sus condiciones de existencia.

La apertura del mercado mundial a los pocos centros industriales del planeta, localizados esencialmente en Europa y en América del Norte permitía al capital desarrollarse con una potencia fulminante. Las crisis periódicas de sobreproducción se superaban con una rapidez y una energía que parecía cada vez más potente. Los centros industriales se desarrollaban, en ciertas zonas, como manchas de aceite, absorbiendo una cantidad en constante aumento de campesinos y artesanos que se veían así transformados en obreros, en proletarios. La fuerza de trabajo de los obreros cualificados, aquellos que habían aprendido desde hacía mucho tiempo la profesión, se convertía en una mercancía de gran valor para los capitalistas.

Así pues, sí que existe una relación entre la expansión mundial del capitalismo y la elevación del nivel de vida de los obreros de la industria, pero esa relación no es la que describe Lenin. LA MEJORA DE LA CONDICION PROLETARIA NO AFECTA A UNA MINORIA -INFIMA-, SI NO AL CONJUNTO DE LA CLASE OBRERA. NO RESULTA DE LA CORRUPCIOIN DE LOS OBREROS POR LA MAGIA CAPITALISTA, SINO DE LA LUCHA OBRERA EN EL PERIODO DE PROSPERIDAD CAPITALISTA.

Si los obreros europeos y americanos, masivamente, identificaron sus intereses con los de su capital, encabezados por las organizaciones políticas y sindicales, es porque durante decenios les embriagó el periodo de mayor prosperidad material que la humanidad haya vivido. Si la idea de la posibilidad de un paso pacífico al socialismo hizo tantos estragos en el movimiento obrero[3] es porque a veces parecía que la prosperidad social estuviese dominada por las fuerzas conscientes de la sociedad. La barbarie de la Primera Guerra Mundial tiró al fango de las trincheras de Verdún todas aquellas ilusiones. Mientras tanto, esas ilusiones permitieron mandar a la escabechina imperialista a más de 20 millones de hombres.

La guerra mundial significa el final definitivo de toda posibilidad de cohabitación entre "reformistas" y revolucionarios dentro del movimiento obrero.

Al transformarse en banderines de enganche de los ejércitos imperialistas, las tendencias reformistas mayoritarias dentro de la social democracia pasaron al terreno de la burguesía.

DESDE ENTONCES, LAS QUE FUERON TENDECIAS OBRERAS, FUERTEMENTE INFLUENCIADAS POR LA IDEOLOGIA DE LA CLASE DOMINANTE, PASARON A SER ÓRGANOS DEL APARATO POLÍTICO DE LA BURGUESIA.

Los partidos socialdemócratas NO SON YA ORGANIZACIONES "OBRERAS ABURGUESADAS" sino ORGANIZACIONES BURGUESAS QUE TRABAJAN DENTRO DE LA CLASE OBRERA. Ya no representan los intereses del proletariado ni los de una fracción de éste sino que encarnan los intereses de todo el capital nacional.

La social democracia no es más "obrera" por el hecho de que encuadra a obreros. La masacre de los obreros alemanes por la Social Democracia alemana en el Gobierno, justo después de la guerra, confirmó con sangre en qué lado de la barricada se situaba desde entonces.

La teoría que afirma que los partidos de izquierda y sus sindicatos defienden los intereses de la "aristocracia obrera" mantiene, de un modo u otro, que se trata de organizaciones obreras, aunque sea parcialmente.

Este problema "teórico" cobra toda su importancia práctica cuando las masas obreras se encuentran ante el ataque de otra fracción de la burguesía contra estas organizaciones. En nombre de la defensa de esas organizaciones "obreras" es como las "democracias occidentales" arrastraron a los obreros a luchar "contra el fascismo", desde España de 1936 hasta Hiroshima.

Es esa "ambigüedad" la que los epígonos actuales reivindican. La corriente maoísta viene de los partidos comunistas surgidos, en los pedazos que se desprendieron del bloque estalinista, bajo los golpes del desarrollo de los conflictos interimperialistas (particularmente entre China y Rusia) y de la intensificación de la lucha de clases.

Muchos grupos de origen maoísta afirman que los PC's son organizaciones burguesas pero añaden, a renglón seguido, que puesto que se apoyan en la "aristocracia obrera" son por lo tanto organizaciones "obreras aburguesadas"... Se puede adivinar la importancia que adquiere ese "matiz" para grupos como el "Marxist Worker's Commitee", que reivindican con orgullo sus "25 años de lucha"[4] (4) de los cuales las tres cuartas partes lo hicieron con los estalinistas. No trabajaban para la burguesía... pero lo hacían para la "aristocracia obrera".

Toda ambigüedad sobre el saber de qué lado de la barricada se encuentran los partidos de "izquierda" y los sindicatos es letal para la clase obrera. Desde hace sesenta años, casi todos los movimientos obreros importantes fueron reprimidos por "la izquierda" o con su complicidad. La Teoría de la "aristocracia obrera", al cultivar esa ambigüedad, desarma a la clase, al mantener confuso lo que debe estar clarísimo en el momento de emprender una batalla: QUIÉN ESTÁ CON QUIÉN.

V Una vulgar deformación del marxismo

Hemos demostrado cómo la teoría de la aristocracia obrera, tal y como la defienden los grupos maoístas y ex-maoístas, traduce una visión sociológica de la clase obrera; visión que adquirieron esas corrientes durante su experiencia estalinista.

En tales grupos, que se proclaman proletarios, la incapacidad de concebir la verdadera dimensión histórica del proletariado va paralela con la ignorancia de toda la práctica histórica real de las masas obreras.

Sustituyen la comprensión de la experiencia proletaria por un estudio casi religioso de ciertos textos de los "evangelistas proletarios", de quienes se citan extractos como si fuera una prueba absoluta de la veracidad de lo que ellos mismos dicen -La evolución de los grupos maoístas se constata en la cantidad de rostros de santones que van eliminando de sus iconos: al principio estaban colocados Marx, Engels, Lenin, Stalin, Mao; poco después quitaron a Mao y, en una fase más avanzada, cuando algunos empezaron a abrir los ojos sobre lo que fue la contrarrevolución estalinista, eliminaron también a Stalin; con lo que de golpe los tres que quedaban vieron su valor religioso aun más reforzado.

Para saber si tal o cual idea política es justa o falsa, no se plantean si ha sido confirmada o no por la práctica real y viva de las luchas obreras del pasado; sino si se puede justificar o no con una cita de Marx, Engels o Lenin.

Asi que, para demostrar "científicamente" la validez de su teoría de la aristocracia obrera, estos grupos atiborran a sus lectores con toda clase de citas, escogidas hábilmente, de Marx, Engels o Lenin.

Esos ultraleninistas se refieren a los errores de Lenin sobre la aristocracia obrera pero «olvidan que Lenin no dedujo nunca de ellas las posiciones aberrantes de Operai e Teoria, según las cuales los revolucionarios no tienen que seguir propugnando y valorizando los intereses comunes a todo el proletariado -como dice el Manifiesto- sino trabajar con vistas a realizar una escisión, un ruptura neta, entre los intereses de las capas más bajas y los de la aristocracia obrera» (Operai e Teoria).

Lenin no "predica" nunca que los obreros se organicen independientemente y contra el resto de su clase; al contrario, de la misma manera que combatió a la socialdemocracia patriotera como corriente política, defendió la necesidad de la unidad de todos los obreros en sus organizaciones unitarias. La consigna "Todo el poder a los Soviets" es decir, todo el poder a las organizaciones más amplias y "unitarias" que la clase haya creado, consignas que defendió con todas sus fuerzas, no son un llamamiento a la división sino todo contrario, a una más fuerte unidad para la toma del poder.

Respecto a las referencias que hacen esas corrientes a ciertas frases de Engels, hay que decir que son simplemente una tentativa de hacer decir a frases aisladas algo que no han dicho nunca. Engels habla varias veces de "aristocracia" dentro de la clase obrera. Pero ¿De qué habla?

En algunos casos habla de una parte de la clase obrera -la clase obrera inglesa- que en su mayoría gozaba de condiciones de vida y trabajo muy superiores a las de los trabajadores de otros países; en otros, habla de ciertos obreros que, perteneciendo a la clase obrera inglesa, están más especializados y mantienen todavía conocimientos artesanales y estatus corporativos muy concretos (mecánicos, carpinteros, obreros de la construcción,...).

Si en cualquier caso habla de "aristocracia obrera" es para combatir las ilusiones que pudiera tener la clase obrera inglesa de ser efectivamente una "aristocracia" y para insistir en el hecho de que la evolución del capitalismo, y sobre todo las crisis económicas que está condenado a atravesar, igualan "por lo bajo" las diferencias entre obreros y destruyen las bases mismas de los "privilegios" de ciertas minorías, incluso las de la clase obrera en Inglaterra.

Engels dice, en un debate de la AIT (Asociación Internacional de Trabajadores, I Internacional): «Eso (o sea, la adopción de la moción de Halles sobre la Sección irlandesa de la AIT) no haría sino reforzar la opinión, que llevamos oyendo desde hace ya demasiado tiempo entre los obreros ingleses, que dice que con respecto a los irlandeses son seres superiores y representan una especie de aristocracia, como los blancos de los Estados esclavistas se imaginaban serlo respecto a los negros)». Y él mismo anuncia cómo es la crisis económica que se va a encargar de barrer esa opinión que ya se ha oído demasiado: "Con la ruina de la supremacía industrial, la clase obrera de Inglaterra va a perder su situación privilegiada. En su conjunto -incluso con su minoría privilegiada y dirigente- se verá rebajada al mismo nivel que los obreros del extranjero»[5].

Y hablando de los viejos sindicatos, que agrupaban exclusiva y celosamente a los obreros más especializados, Engels dice: «Finalmente (la crisis aguda del capitalismo) tendrá que estallar y hay que esperar que pondrá entonces fin a los viejos sindicatos».

La experiencia práctica de las luchas obreras en el siglo XX puso fin efectivamente, con sus "nuevas" formas de organización basadas en las asambleas generales y sus delegados organizados en comités o en consejos, no solo a los viejos sindicatos de obreros especializados sino también a los sindicatos de todo tipo basados inevitablemente en categorías estrictamente profesionales. Fue para reforzar el movimiento, con la indispensable unidad de la clase obrera, por lo que Engels hablaba de una "especie de aristocracia" obrera.

Querer deducir de ello la necesidad de dividir a la clase obrera es pura falsificación.

Para terminar con las referencias "marxistas" señalemos puntualmente el descubrimiento de "Operai e Teoria" que pretende hallar en Marx una explicación de los antagonismos que opondrían a los obreros entre sí: "Todos los obreros juntos orgánicamente producen plusvalía, pero no todos la misma cantidad, porque no están todos sometidos a la extracción masiva de plusvalía relativa".

Evidentemente, esta gente ni siquiera se ha tomado la molestia de saber lo que es la "plusvalía relativa". Con ese término Marx define el fenómeno del incremento del tiempo de trabajo robado por el capital a la clase obrera gracias al incremento de la productividad.

Contrariamente a la extracción de la plusvalía absoluta, que depende esencialmente de la DURACIÓN del tiempo de trabajo, la plusvalía relativa depende de la productividad SOCIAL del conjunto de los obreros.

El aumento de la productividad se traduce en que son necesarias menos horas de trabajo para producir igual cantidad de bienes. El incremento de la productividad social se traduce en que es necesario menos tiempo de trabajo social para producir los bienes de subsistencia.

Los productos necesarios para mantener la fuerza de trabajo, aquellos que el obrero tiene que comprar con su salario, contienen cada vez menos valor. Si ahora puede comprar dos camisas en vez de una, esas dos camisas costaron menos trabajo para ser producidas que antes una, gracias al aumento de la productividad. La diferencia entre el valor del trabajo suministrado por obrero y el valor de la contrapartida que recibe en forma de salario, o sea la plusvalía que se apropia el capitalista, aumenta incluso si la duración absoluta de su trabajo no cambia.

La plusvalía relativa es la explotación necesaria para reforzar la dominación del capital sobre TODA la vida social[6]. Es la forma de explotación "más colectiva que una sociedad de clases sea capaz de llevar a cabo" (es por eso por lo que es la última).

En ese sentido, TODOS los obreros la soportan con igual intensidad.

El recurso sistemático a la plusvalía relativa no conduce a un desarrollo de antagonismos económicos en el seno de la clase obrera, como pretende "Operai e Teoría", sino por el contrario a la uniformidad de su situación objetiva frente al capital.

Está claro que no se puede leer a Marx con los ojos del sociólogo estalinista.

Ciertas corrientes políticas procedentes del maoísmo se jactan de su antisindicalismo radical. Eso crea ilusiones porque parece ser un paso adelante hacia posiciones de clase; pero la teoría que sostiene esas posiciones así como las conclusiones políticas a las que conduce, convierten ese antisindicalismo en un nuevo instrumento de división de la clase obrera.

Lo que convirtió en caduca, históricamente, la forma de organización sindical para la lucha obrera fue precisamente su incapacidad para permitir una unificación verdadera de la clase. La organización por ramas de industria, por profesiones a un nivel estrictamente económico, ya no permite la indispensable unificación para hacer eficaz cualquier lucha en el capitalismo totalitario.

Rechazar los sindicatos para dividir de otra manera a la clase obrera es a lo que conduce el antisindicalismo basado en la noción "antiaristocracia obrera".

R.V.

 


 

[1] Se trata de un artículo de Operai e Teoria -https://www.operaieteoria.it/archivio.htm- en el que intenta responder a la crítica de Battaglia Comunista (Partito Comunista Internazionalista) que, aun siendo "leninista", les reprocha:

- favorecer el proceso capitalista de división de la clase obrera;

-basar su teoría en "la falsedad objetiva de los privilegios" dentro de la clase;

-No comprender la "tendencia del capitalismo, en su frase de crisis, a provocar un empobrecimiento progresivo de las condiciones de vida de todo el proletariado y por lo tanto a su unificación económica".

Battaglia Comunista tiene razón en sus críticas pero no va hasta el fondo, por miedo a poner en tela de juicio las palabras del "maestro"

[2] .- https://www.marxists.org/espanol/m-e/1847/miseria/009.htm

[3] Los "compromisos" que hizo la III internacional con los partidos socialdemócratas desde 1920 a expensas de las tendencias obreras calificadas de "ultraizquierdistas" encontraron una justificación teórica en la ambigüedad del término "obrero-burgués" empleado con respecto a esos partidos socialdemócratas patrioteros. La Internacional de Lenin llegó incluso a pedirles a los comunistas ingleses que se integraran en el Partido Laborista

[4] Marxist Worker, nº 1 -1979: "25 years of struggle"- Our history"

[5] Extracto de una intervención en la sesión del Consejo General de la AIT en mayo de 1872

[6] El predominio de la plusvalía relativa sobre la plusvalía absoluta constituye una de las características esenciales de lo que Marx llama "la dominación real del capital"

Herencia de la Izquierda Comunista: 

Cuestiones teóricas: