La crisis monetaria es la plasmación del hundimiento del capitalismo - La clase obrera paga los platos rotos, pero en Italia...

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La crisis monetaria es la plasmación del hundimiento del capitalismo

La clase obrera paga los platos rotos,
pero en Italia ya empieza a dar su respuesta

La crisis del Sistema monetario europeo, su estallido, ha demostrado que la
economía capitalista se ha hundido todavía más en la recesión. Ha mostrado lo
devastadores que son sus efectos en unas instituciones de la economía mundial
que hasta ahora parecían ser lo más estable y sólido. La clase obrera está
pagando a altos precios las consecuencias de la situación, multiplicándose los
programas de austeridad y los ataques, cada día más violentos, contra las
condiciones de vida de los trabajadores. Ante tal situación no puede la clase
obrera permanecer pasiva. Los obreros de Italia, al reanudar la andadura por el
camino de la lucha a finales de septiembre, han demostrado que el período de
parálisis de la lucha de clases, parálisis debida a los enormes cambios habidos
en el mundo desde hace tres años, está terminándose. Esos dos acontecimientos,
por su importancia, justifican ampliamente este añadido de primera página y de
última hora que publicamos en esta Revista
Internacional nº 71 en cuyo artículo sobre la crisis (véase más
lejos) escribimos: «las expectativas no son, ni mucho menos, las de una reanudación del crecimiento.
Son las de una aceleración de la caída recesionista; lo que nos espera son
terremotos todavía más brutales en todo el aparato económico y financiero del
capital mundial», y también: «El aguijón de la miseria, que cada día es más insoportable,
empujará al proletariado a expresar abiertamente su descontento, a expresar su
combatividad en las luchas por defender su nivel de vida».
La realidad se ha encargado de confirmar con rapidez esas expectativas.

El hundimiento del Sistema monetario europeo pone al desnudo la mitología europea

La libra inglesa y la lira italiana obligadas
a salirse del Sistema monetario europeo y devaluarse precipitadamente. España
les sigue los pasos y tiene que devaluar la peseta, restableciendo, al igual
que Irlanda, el control de cambios. Flota el escudo portugués. El franco
francés se acatarra y sólo se recupera gracias a la intervención masiva del
Bundesbank alemán, corriendo en auxilio del Banco de Francia, el cual ha tenido
que desembolsar más de la mitad de sus reservas. La onda de choque que ha
sacudido a las monedas europeas durante el mes de septiembre ha hecho añicos un
pilar fundamental del sistema monetario internacional, el SME.

En elmomento en que la burguesía europea celebraba, con el proceso de ratificación
de los acuerdos de Maastricht, el radiante porvenir de la unificación con los
ojos puestos en el resultado, impacientemente esperado, del referéndum francés,
la crisis ha venido a aportar su brutal contribución a los debates asestando un
rudo golpe a las ilusiones sobre esa perspectiva de unificación. De hecho, se
ha desmoronado uno de los pilares de la construcción europea. La mitad de las
monedas europeas han tenido que reajustarse en pleno desbarajuste.

La crisis, al acelerarse, también agudiza las prioridades de cada país, o sea, la defensa
de sus propios intereses. Competencia encarnizada, cada uno para sí, ése es el
comportamiento que ya está amenazando con acabar con la unificación de Europa,
en un plano en el que lo adquirido era más importante, el económico. Basta con
mencionar la agria polémica entre Alemania y Gran Bretaña, echándose mutuamente
en cara su falta de solidaridad y de responsabilidad para darse cuenta de que
la perspectiva de una futura unidad económica y política de los doce países
firmantes del tratado de Maastricht es puro mito.

La crisis monetaria es el resultado de la crisis mundial

La crisis económica actual, resultado insuperable
de las contradicciones del capitalismo, es un revelador hondamente
significativo de lo que de verdad es ese sistema, de su quiebra, y, por ende,
de todas las patrañas que cuenta la clase dominante para ocultar la bancarrota
de su modo de producción. Al igual que la libra y el franco, también andan
renqueantes las demás divisas faro del mercado mundial. Los achaques de
debilidad a repetición de la divisa reina de la economía planetaria, el dólar,
son expresión de la asfixia de la que no logra salir la economía
estadounidense. El yen ve amenazada su estabilidad a causa del marasmo en el
que se está enfangando Japón. Y si el marco parece sólido es únicamente porque
el Estado alemán mantiene atractivos tipos de interés por miedo a una inflación
galopante consecuencia de los gigantescos costes de la reunificación. El
temporal monetario a escala mundial demuestra que no sólo es Europa la
gravemente enferma sino la economía mundial toda.

La especulación: una falsa explicación

La burguesía, que no anda nunca falta de
mentiras, siempre las encuentra nuevas para ocultar su impotencia. Según ella, la
causa de la crisis monetaria no sería, desde luego, la crisis mundial de
sobreproducción generalizada que la recesión expresa. No, los causantes son los
malvadísimos especuladores internacionales. Cierto es que ha sido bajo la
presión especulativa si los gobiernos han tenido que doblegarse y si Gran
Bretaña e Italia, por ejemplo, han tenido que descolgarse del SME. Lo
equivalente de un billón (uno seguido de doce ceros) de dólares es
intercambiado entre los bancos y las empresas capitalistas cada día. Una parte
importante de esa cantidad se dirige hacia una u otra moneda según fluctúa el
mercado, o lo que es lo mismo, alimenta la especulación día tras día sobre el
tipo de cambio de las monedas. Ningún banco central puede resistir la presión
si un porcentaje importante de semejante masa de capitales especula a la baja
de su moneda durante un tiempo.

El desarrollo de la especulación es el reflejo del hecho que las inversiones industriales, en la
producción, han dejado de ser rentables, y esto quedó ya muy claro durante los
años 80 en los que se desencadenó la especulación bursátil e inmobiliaria.
Ahora que los valores bursátiles y los inmobiliarios se desmoronan, los
capitales huyen de estos sectores intentando desesperadamente buscar otros
donde invertir con beneficios. Y resulta que hay cada vez menos sectores así.
De hecho, si la masa de capitales que especulan sobre los cambios de monedas se
ha hinchado tanto, es porque la crisis mundial hace estragos: dedicarse a jugar
con las cotizaciones de las monedas se ha convertido en el único medio de
preservar el valor del capital invertido. Por eso especulan hoy todos los
capitalistas sin excepción: desde los ricos particulares hasta los bancos para
proteger sus haberes, desde las empresas privadas hasta los Estados para
proteger su tesorería. Sería sin embargo erróneo creer que la especulación es
ciega. Cuando la especulación mundial juega a la baja de una moneda es porque
el mercado juzga que ésta está sobrevaluada, o sea que la economía que
representa ya no corresponde al valor de la divisa. De hecho, la especulación internacional
en el mercado de divisas es la sanción, por parte de la sacrosanta ley del
mercado tan cacareada por los economistas liberales, a las diferentes economías
nacionales que compiten en el ruedo mundial. Al imponer la devaluación de la
libra y de la lira, la especulación ha mostrado que consideraba que las «acciones
Gran Bretaña» y las «acciones Italia», era valores de mucho riesgo. Con el
hundimiento en la recesión, la masa creciente de capitales especulativos en
circulación va a convertirse en factor de inestabilidad cada día mayor en el
mercado mundial y otros «valores» símbolos del capitalismo mundial van a ser
puestos a prueba como lo ha sido el SME. Se ha puesto en funcionamiento el
proceso de caída de la economía capitalista y, en el plano monetario, la
dislocación del SME no ha sido sino la señal anunciadora de otras catástrofes
futuras.

Italia: los obreros han comenzado a dar una respuesta

La crisis del capitalismo la está soportando el
proletariado. Los ataques contra su nivel de vida son cada día más duros. Los
últimos acontecimientos monetarios han sido el pretexto para justificar nuevas
agresiones contra el nivel de vida de los explotados e imponer nuevos planes de
austeridad en nombre de la defensa de la economía nacional. Contra esos
ataques, los más fuertes desde la Segunda Guerra mundial, la clase obrera tendrá
que reaccionar, abandonar la pasividad que impera en ella desde 1989. En esto,
las luchas del proletariado en Italia están mostrando el camino.

Desde finales de septiembre, Italia está siendo sacudida por manifestaciones obreras,
«las más importantes desde hace 20 años» como lo ha reconocido Bruno Trentin,
secretario del principal sindicato italiano, la CGIL. En cuanto se
anunciaron las medidas de austeridad, se produjeron paros espontáneos en
diferentes sectores. La serie de manifestaciones que los sindicatos habían
programado para desactivar posibles respuestas a los ataques del gobierno Amato
han sido la ocasión para que se expresara masivamente (100 000 personas en
Milán, 50 000 en Bolonia, 40 000 en Génova, 80 000 en Nápoles, 60 000 en Turín,
etc.) y, sobre todo, con determinación la cólera de los trabajadores contra el
gobierno y... contra los sindicatos que apoyaron esas medidas.

Punto común de esta explosión de cólera: a la vez que acusaban al gobierno («Amato, los
obreros tienen las manos limpias y los bolsillos vacíos»), los obreros lanzaban
acusaciones contra sus pretendidos «representantes», los sindicatos, tirandoles
calderilla, huevos, tomates, patatas y hasta tuercas contra los oradores
sindicales, insultándolos, tratándolos de «vendidos». Incluso los trabajadores
a quienes no convence la violencia opinaban que «quienes tiran tuercas se
engañan; pero yo los comprendo: es difícil tener que aguantar y permanecer
siempre silenciosos y buenos chicos» (Corriere della Sera, 24/9/92). El
ex alcalde socialista de Génova ante el cariz que tomaba la manifestación a la
que asistía decía compungido: «Tenía que ver esto también antes de morir:
los carabineros protegiendo a los sindicalistas en un mitin
».

Por todas partes, unas manifestaciones que los sindicatos deseaban tranquilas y bien
controladas, se transforman en pesadilla para ellos: «Lo que debería haber
sido un jornada contra el gobierno se ha convertido en jornada contra los
sindicatos»
(Corriere della Sera del 24/09/92).

Los sindicatos dan su apoyo a los ataques del capital

Los obreros italianos saben perfectamente hasta
qué punto los sindicatos se han comprometido con las medidas draconianas que
hoy los aplastan: congelación de salarios en la función pública y anulación de
jubilaciones anticipadas durante un año, aumento de los impuestos y creación de
un rosario de nuevas contribuciones; postergación de la edad para la jubilación:
los obreros deberán dedicar 5 años más de sus vidas al trabajo asalariado. Las
medicinas casi no serán reembolsadas a los enfermos cuyos ingresos sean
superiores al salario medio. Aunque proponen algunos ajustes al último plan de
rigor, los sindicatos han declarado su pleno apoyo al gobierno por boca de B.
Trentin «Las medidas decididas son injustas pero en esta grave situación
vamos a demostrar que nosotros tenemos sentido de la responsabilidad
». Los
obreros, por su parte, ya han empezado a tomar sus responsabilidades poniendo a
esos canallas en su verdadero sitio: el terreno del capital.

Cierto es que los obreros italianos, una vez superado el obstáculo de las grandes
centrales sindicales deberán, entre otras cosas, enfrentarse, ya se están
enfrentando, a las sucursales «radicales» de ésas, los COBAS y demás
sindicalismos «de base» cuyas críticas a las grandes centrales, incluso cuando
se ponen en cabeza de las acciones «violentas» contra sus dirigentes, no tienen
otro objetivo que el de quitarles el sitio que ocupan. La polarización ha sido
orquestada por el sindicalismo de base para desviar la combatividad y debilitar
la respuesta obrera. No basta con rechazar las formas más groseras de
sindicalismo, sino que hay que aprender a desarrollar y hacerse dueño de la
fuerza de uno por uno mismo.

El significado internacional de los combates obreros en Italia

Esos acontecimientos han sido ya como mínimo la
señal de que ha terminado un período, el período durante el cual la burguesía
ha podido llevar a cabo sus agresiones contando con la pasividad de los
obreros.

No es por casualidad si les ha incumbido a los trabajadores de Italia el haber sido los
primeros en sobrepasar el bloqueo impuesto a los proletarios del mundo por la
férrea armadura de las campañas desencadenadas por la burguesía desde 1989.
Desde hace décadas, el proletariado de Italia ha demostrado ser una de las
partes de la clase obrera mundial más combativa y experimentada. Por lo demás,
los obreros de Italia tienen ya una larga tradición de enfrentamientos con los
sindicatos. Cabe añadir que el grado de los ataques que hoy deben soportar esos
obreros es el peor de todos los países industrializados.

Las luchas que hoy se están desplegando en Italia no van a ser humo de paja, no van a
quedar como «especialidad» de los obreros de ese país. Aunque no vaya a ser
inmediatamente, ni tampoco con las mismas formas (en especial, el
enfrentamiento contra los sindicatos desde el inicio de la lucha), los demás
sectores del proletariado mundial se verán obligados a emprender el mismo
camino. Debemos comprender esas luchas como un ejemplo y un llamamiento a
luchar dirigido a los obreros del mundo entero, en especial a sus batallones
más decisivos y experimentados, los del resto de la Europa occidental.

CCI 8/19/92