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¿Qué está pasando en el Magreb y Oriente Medio?
Los acontecimientos actuales en Oriente Medio y el Norte de África tienen una gran importancia histórica, cuyas consecuencias son todavía difíciles de dilucidar. Sin embargo, es importante elaborar sobre ellos un marco coherente de análisis. Los puntos que siguen no son ese marco en sí y aún menos una descripción detallada de lo que ha ocurrido, sino simplemente algunos puntos básicos de referencia para animar a la reflexión sobre este tema ([1]).
1. Nunca antes desde 1848 o 1917-19 habíamos visto una oleada simultánea de revueltas tan amplia. Aunque el epicentro del movimiento ha sido el Norte de África (Túnez, Egipto y Libia, pero también Argelia y Marruecos), también han estallado protestas contra los diferentes regímenes en Gaza, Jordania, Irak, Irán, Yemen, Bahrein y Arabia Saudí, y otros Estados represivos árabes, particularmente Siria, han estado en máxima alerta. Lo mismo puede decirse del régimen estalinista en China. También hay ecos claros de las protestas en el resto de África: Sudán, Tanzania, Zimbabue, Suazilandia... También podemos ver el impacto directo de las revueltas en las manifestaciones contra la corrupción del gobierno y los efectos de la crisis económica en Croacia, en las pancartas y consignas de las manifestaciones de los estudiantes en Gran Bretaña y en las luchas de los obreros de Wisconsin, y sin duda también en muchos otros países. Esto no es para decir que todos esos movimientos en el mundo árabe son idénticos, ni por su contenido de clase, ni por sus reivindicaciones, ni por la respuesta de la clase dominante; pero evidentemente hay un cierto número de rasgos comunes que hacen posible que hablemos de un fenómeno global.
2. El contexto histórico en el que se desarrollan estos acontecimientos es el siguiente:
- Una profunda crisis económica, la más dura de la historia del capitalismo, que ha afectado particularmente a las economías más débiles del mundo árabe y que ya está sumiendo a millones de personas en la mayor miseria, con la perspectiva de que las cosas vayan a peor. Los jóvenes, que en contraste con los "envejecidos" países centrales, forman un porcentaje muy amplio de la población, están particularmente afectados por el desempleo y la falta de perspectiva de futuro, y eso igual para los que han podido recibir una educación como para los que no. En todas partes los jóvenes son los que han estado en primera línea de estos movimientos;
- La insoportable naturaleza corrupta y represiva de todos los regímenes de la región. Aunque durante mucho tiempo la implacable actuación de la policía secreta y las fuerzas armadas mantuvo a la población atomizada y atemorizada, esas mismas armas del Estado han servido ahora para generalizar la voluntad de unirse y resistir. Esto se ha visto muy claro por ejemplo en Egipto, cuando Mubarak envió su ejército de matones y policías de civil a aterrorizar a las masas que se agrupaban en la plaza Tahrir; esas provocaciones simplemente reforzaron la resolución de los manifestantes para defenderse, atrayendo hacia las protestas a miles de manifestantes más. De la misma forma, la corrupción escandalosa y la codicia de las élites dirigentes, que han amasado enormes fortunas privadas, mientras la mayoría de la población lucha por sobrevivir día a día, han atizado las llamas de la rebelión cuando la población ha empezado a superar sus miedos;
- Esa repentina pérdida del miedo, comentada por muchos de los participantes en las movilizaciones, no sólo es producto de los cambios locales y regionales, sino también del clima de creciente descontento social y lucha de clases internacional. Confrontados a la crisis económica, los explotados y oprimidos en todas partes se resisten cada vez más a sufrir los sacrificios que se les piden. Aquí ha sido de nuevo esencial el papel de la nueva generación y en ese sentido, las luchas de los jóvenes en Grecia hace dos años, y más recientemente las de los estudiantes en Gran Bretaña e Italia o la lucha contra la reforma de las pensiones en Francia, también han tenido un impacto sobre las revueltas en el mundo "árabe", especialmente en la era de Facebook y Twitter, cuando es mucho más difícil para la burguesía mantener silencio sobre las luchas contra el status quo.
3. La naturaleza de clase de estos movimientos no es uniforme y varía en los diferentes países y según las fases del movimiento. Sin embargo globalmente podemos caracterizarlos como movimientos de las clases no explotadoras, revueltas sociales contra el Estado. En general la clase obrera no ha asumido el liderazgo de estas revueltas, pero sin duda ha tenido una presencia significativa y una influencia que se ve tanto en los métodos de lucha como en las formas de organización puestos en práctica y en algunos casos, en el desarrollo específico de luchas obreras, como las huelgas en Argelia y sobre todo la gran oleada de luchas en Egipto, que ha sido un factor clave en la decisión de dar salida a Mubarak (sobre lo que volveremos más adelante). En la mayoría de estos países, el proletariado no es la única clase oprimida. El campesinado y otras capas derivadas de modos de producción aún más antiguos, aunque arruinados y ampliamente fragmentados por décadas de decadencia capitalista, aún tienen peso en las áreas rurales, mientras que en las ciudades, donde se han centrado todo el tiempo las revueltas, la clase obrera convive con una numerosa clase media que está en vías de proletarización, pero que aún tiene sus peculiaridades, y con una masa de chabolistas, una parte de los cuales son proletarios y otra pequeños comerciantes y elementos lumpenizados. Incluso en Egipto, donde está la clase obrera más concentrada y experimentada, testigos oculares en la plaza Tahrir insistían en que las protestas habían movilizado a "todas las clases", con la excepción de los escalones más altos del régimen. En otros países de la región, el peso de las capas no proletarias ha sido mucho mayor que en la mayoría de las luchas en los países centrales.
4. Al tratar de comprender la naturaleza de clase de estas revueltas, hemos de intentar evitar dos errores simétricos: por una parte, una identificación general de todas las masas que se han movilizado con el proletariado (una posición característica del Grupo Comunista Internacional), y por otra parte, un rechazo de las movilizaciones por no ser explícitamente de la clase obrera y que, por ello, no podrían tener nada de positivo. La cuestión que se plantea nos retrotrae a acontecimientos anteriores, como los de Irán a finales de la década de 1970, donde también vimos una revuelta popular en la que, por un tiempo, la clase obrera fue capaz de asumir el liderazgo; aunque al final esto no fue suficiente para impedir la recuperación del movimiento por los islamistas. Desde un punto de vista más histórico, el problema de la relación entre la clase obrera y las revueltas sociales más generales es también el problema del Estado en el periodo de transición, que surge del movimiento de todas las clases no explotadas, pero frente al cual la clase obrera necesita mantener su autonomía de clase.
5. En la Revolución Rusa, los soviets fueron engendrados por la clase obrera, pero también proporcionaron un modelo de organización para todos los oprimidos. Sin perder el sentido de la proporción -porque aún estamos lejos de una situación revolucionaria en la que la clase obrera sea capaz de asumir un liderazgo político claro frente a otras capas- podemos ver que los métodos de lucha de la clase obrera han tenido un impacto en las revueltas sociales en el mundo árabe:
- en las tendencias a la autoorganización que aparecieron más claramente en los comités de defensa de barrio que surgieron como respuesta a la táctica del régimen egipcio de emplear bandas criminales contra la población; en la estructura "de delegados" de algunas de las asambleas masivas en la plaza Tahrir en el proceso global de discusión colectiva y toma de decisiones;
- en la toma de espacios controlados normalmente por el Estado para proveerse de un foco central donde reunirse y organizarse a escala masiva;
- en cómo se ha asumido conscientemente la necesidad de una autodefensa masiva contra los matones y la policía enviados por el régimen, pero al mismo tiempo ha prevalecido un rechazo de la violencia gratuita, de la destrucción y del saqueo en beneficio propio;
- en los esfuerzos deliberados para superar las divisiones sectarias y de todo tipo que el régimen ha intentado manipular cínicamente: divisiones entre cristianos y musulmanes, sunníes y chiíes, religiosos y seglares, hombres y mujeres;
- en los numerosos intentos para fraternizar con los soldados rasos.
No es ninguna casualidad que esas tendencias se desarrollaran más fuertemente en Egipto, donde la clase obrera tiene una larga tradición de lucha y que en un momento crucial del movimiento, emergió como una fuerza destacada, desencadenando así una oleada de luchas que, como las de 2006-2007, hay que valorar como "germen" de la futura huelga de masas de la que contiene algunas de las características más importantes: la extensión espontánea de las huelgas y las reivindicaciones de uno a otro sector, el rechazo intransigente de los sindicatos estatales y ciertas tendencias a la autoorganización, la lucha por reivindicaciones económicas junto a reivindicaciones políticas. Ahí podemos ver a grandes rasgos, la capacidad de la clase obrera para emerger como portavoz de todos los oprimidos y explotados y plantear la perspectiva de una nueva sociedad.
6. Todas estas experiencias son importantes pasos firmes hacia el desarrollo de una conciencia genuinamente revolucionaria. Pero el camino en esa dirección es aún largo y está obstruido por muchas y obvias ilusiones y debilidades ideológicas:
- Ilusiones sobre todo en la democracia, que son muy fuertes en países que han sido gobernados por una combinación de tiranos militares y monarquías corruptas, donde la policía secreta es omnipresente y las detenciones, la tortura y la ejecución de los disidentes son lugares comunes. Esas ilusiones abren una puerta grande para que la "oposición" democrática se postule como un equipo alternativo para gestionar el Estado: El Baradei y los Hermanos Musulmanes en Egipto, el gobierno de transición en Túnez, el Consejo Nacional en Libia... En Egipto son particularmente fuertes las ilusiones de que el ejército "está con el pueblo"; aunque las recientes operaciones represivas del ejército contra los manifestantes de la plaza Tahrir sin duda darán lugar a una reflexión, al menos en minorías.
- Ilusiones en el nacionalismo y el patriotismo, que se han podido ver en el uso extendido de la bandera nacional como símbolo de las "revoluciones" en Egipto y Túnez, o como en Libia, donde la vieja bandera monárquica ha sido un emblema de todos los que se oponían al gobierno de Gadafi. También la denuncia de Mubarak como un agente del sionismo en muchas pancartas en Egipto, muestra que la cuestión palestino-israelí sigue siendo una palanca potencial para desviar los conflictos de clase hacia los conflictos imperialistas. Dicho esto, había poco interés en suscitar la cuestión palestina por parte de la clase dirigente, dado que durante mucho tiempo ha usado los sufrimientos de los palestinos como un medio para desviar la atención de los sufrimientos que imponía a su propia población; también hay que decir que seguramente había un elemento de internacionalismo en la exhibición de banderas de otros países, como expresión de la solidaridad con las revueltas de dichos países. La extensión misma de las revueltas por el "mundo árabe" y más allá es una demostración de la realidad material del internacionalismo, pero la ideología patriotera es muy adaptable, y ya podemos ver en estos acontecimientos cómo se va mudando a formas más populistas y democráticas;
- Las ilusiones en la religión, con la puesta en escena de plegarias públicas y el uso de las mezquitas como centros de organización de la rebelión. En Libia hay pruebas de que son grupos más específicamente islamistas (más bien locales que vinculados a Al Qaeda como lo pretende Gadafi) los que han tenido un papel importante en la revuelta desde el principio. Esto, junto al peso de las lealtades tribales, es un reflejo de la debilidad relativa de la clase obrera libia y del atraso del país y de sus estructuras estatales. Sin embargo, dada la amplitud con la que el islamismo radical del tipo Bin Laden se ha presentado como la respuesta a la miseria de las masas en "tierras musulmanas", las revueltas en Túnez y Egipto, e incluso en Libia y en los Estados del Golfo como Yemen o Bahrein, han mostrado que los grupos yihadistas, con su práctica de pequeñas células terroristas y sus nocivas ideologías sectarias, han quedado casi completamente al margen, dado el carácter masivo de los movimientos y sus genuinos esfuerzos por superar las divisiones sectarias.
7. La situación actual en el Norte de África y en Oriente Medio sigue estando en ebullición. En el momento en que escribimos, hay expectativas de protestas en Riad, a pesar de que el régimen saudí ya ha decretado que todas las manifestaciones van contra la Sharia. En Egipto y Túnez, donde la revolución supuestamente ha triunfado ya, hay continuos enfrentamientos entre los manifestantes y el Estado, ahora "democrático", que está administrado más o menos por las mismas fuerzas que actuaban antes de que los "dictadores" se fueran. La oleada de huelgas en Egipto, que obtuvo rápidamente muchas de sus reivindicaciones, parece haber ido extinguiéndose; pero ni la lucha obrera ni el amplio movimiento social han sufrido un retroceso en esos países, y hay signos de que se desarrolla una amplia discusión y reflexión, al menos, sin duda, en Egipto. Sin embargo, los hechos en Libia han tomado un giro muy diferente. Lo que parece haber empezado como una genuina revuelta de la población, con civiles desarmados asaltando con coraje cuarteles militares y quemando la sede de los llamados "Comités del Pueblo", especialmente en el Este del país, se ha trasformado rápidamente en una "guerra civil" en toda su dimensión y muy sangrienta, entre fracciones de la burguesía, con las potencias imperialistas como buitres olfateando la carroña. En términos marxistas, de hecho es un ejemplo de la transformación de una incipiente guerra civil -en su verdadero significado de una confrontación directa y violenta entre las clases- en una guerra imperialista. El ejemplo histórico de España en 1936 -a pesar de las diferencias considerables en el balance global de las relaciones de fuerzas entre las clases y del hecho de que la revuelta inicial contra el golpe de Franco era inequívocamente de naturaleza proletaria- muestra cómo la burguesía nacional e internacional puede intervenir en ese tipo de situaciones para defender sus intereses de facción, nacionales e imperialistas, y aplastar cualquier posibilidad de revuelta social.
8. El trasfondo de ese giro de los acontecimientos en Libia es el atraso extremo del capitalismo libio, que ha sido gobernado durante 40 años por la banda de Gadafi sobre todo gracias al aparato de terror directamente bajo su mando. Esta estructura ha atenuado el desarrollo del ejército como una fuerza capaz de poner el interés nacional por encima del interés de una facción particular o un líder, como vimos en Túnez y Egipto. Al mismo tiempo, el país está desgarrado por divisiones regionales y tribales, que han desempeñado un papel clave a la hora de decidir el apoyo o la oposición a Gadafi. Una forma "nacional" de islamismo también parece haber tenido un papel en la revuelta desde el principio, aunque originalmente la revuelta fue general y social más que meramente tribal o islámica. La industria principal en Libia es el petróleo, y la agitación en el país ha tenido un severo efecto sobre los precios mundiales del petróleo. Pero una gran parte de la fuerza de trabajo empleada en la industria del petróleo son inmigrantes europeos y el resto, de Oriente Medio, Asia y África; y aunque hubo al principio informes de huelgas en este sector, el éxodo masivo de obreros "extranjeros" es un signo claro de que tenían poco con lo que identificarse en una "revolución" que izaba la bandera nacional. De hecho ha habido informes de acosos a obreros negros por las fuerzas "rebeldes", puesto que se extendieron rumores de que algunos de los mercenarios pagados por el régimen para aplastar las protestas fueron reclutados en los Estados africanos de población negra, levantando así sospechas sobre todos los negros emigrantes. La debilidad de la clase obrera en Libia es pues un elemento crucial en el desarrollo negativo de la situación allí.
9. La apresurada deserción del régimen de Gadafi de numerosos altos cargos, incluyendo embajadores extranjeros, oficiales del ejército y la policía, es una clara evidencia de que la "revuelta" se ha transformado en una guerra entre burgueses. Los mandos militares en particular, han pasado a primer plano en la "regularización" de las fuerzas armadas anti-Gadafi. Pero quizás el signo más impactante de esta transformación es la decisión de una parte de la "comunidad internacional" de ponerse del lado de los "rebeldes". El Consejo Nacional de Transición, ubicado en Benghazi, ya ha sido reconocido por Francia como la voz de la nueva Libia y ya ha habido desde muy pronto una intervención militar a pequeña escala con el envío de "asesores" para apoyar las fuerzas anti-Gadafi. Habiendo intervenido diplomáticamente ya antes, para acelerar la salida de Ben Ali y Mubarak, Estados Unidos, Gran Bretaña y otras potencias, se envalentonaron al principio al ver tambalearse al régimen de Gadafi: William Hague, por ejemplo, anunció prematuramente que Gadafi estaba camino de Venezuela. A medida que las fuerzas de Gadafi empezaron a recuperar la iniciativa, crecieron los llamamientos a imponer una zona de exclusión aérea, o a usar otras formas de intervención militar. Cuando escribimos esto, sin embargo, parece que existen profundas divisiones en el seno de la UE y la OTAN, con Francia y Gran Bretaña más fuertemente a favor de una acción militar y EEUU y Alemania más reticentes. Por supuesto la administración de Obama no se opone por principio a la intervención militar; pero no le entusiasma la posibilidad de verse metida en otro complicado barrizal en el mundo árabe. También podría ser que algunas partes de la burguesía mundial estén valorando si la "cura" de terror de masas usado por Gadafi no podría servir para desanimar a otras expresiones de descontento en la región. Una cosa sin embargo es segura: los sucesos en Libia y en realidad todo el desarrollo de la situación en la región, han revelado la grotesca hipocresía de la burguesía mundial. Después de vilipendiar durante años la Libia de Gadafi como un foco del terrorismo internacional (como así era ciertamente), el reciente cambio de actitud de Gadafi y su decisión de deshacerse de las armas de destrucción masiva en 2006, enternecieron a los dirigentes de países como EEUU y Gran Bretaña, a los que tanto les había costado justificar su postura sobre las supuestas armas de destrucción masiva de Sadam Husein. Tony Blair en particular, se dio una prisa indecente para ir a abrazar al "líder terrorista loco" de antes. Solo unos años después, Gadafi es de nuevo un jefe terrorista loco y todos los que le apoyaron tienen ahora que precipitarse con no menos celeridad para distanciarse de él. Y eso sólo es una versión de la misma historia: casi todos los recientes y actuales "dictadores árabes" han gozado del respaldo de EEUU y otras potencias, que hasta ahora han mostrado muy poco interés por las "aspiraciones democráticas" del pueblo de Túnez, Egipto, Bahrein, o Arabia Saudí. El estallido de manifestaciones contra el gobierno de Irak impuesto por Estados Unidos (incluyendo los actuales gobernantes del Kurdistán iraquí), provocadas por el aumento de precios y la escasez de productos básicos, que han sido violentamente reprimidas en algunos casos, ilustra igualmente las vacuas promesas del "Occidente democrático".
10. Algunos anarquistas internacionalistas de Croacia (al menos antes de que empezaran a participar en las protestas en Zagreb y en otras partes) intervinieron en libcom.org para argumentar por qué los acontecimientos en el mundo árabe les parecían una reedición de los de Europa del Este en 1989, cuando todas las aspiraciones de cambio se desviaron hacia la terminal "democracia" que no aporta absolutamente nada a la clase obrera. Una preocupación muy legítima, teniendo en cuenta el gancho evidente de las mistificaciones democráticas en este nuevo movimiento, pero que deja de lado la diferencia esencial entre los dos momentos históricos, sobre todo en lo que concierne a la relación de fuerzas entre las clases a escala mundial. En el momento del hundimiento del bloque del Este, la clase obrera en Occidente estaba alcanzando los límites de un periodo de luchas que no había sido capaz de desarrollarse a nivel político; el hundimiento del bloque del Este, con las campañas que desencadenó sobre la muerte del comunismo y el fin de la lucha de clases, y la incapacidad de la clase obrera del Este para responder en su propio terreno de clase, empujó a la clase obrera a escala internacional a un largo retroceso. Al mismo tiempo, aunque los regímenes estalinistas fueron en realidad víctimas de la crisis económica mundial, eso no era en absoluto obvio en ese momento, y había aún margen de maniobra para que las economías occidentales alentaran la ilusión de que se abría un brillante nuevo amanecer para el capitalismo mundial. La situación actual es muy diferente. La verdadera naturaleza global de la crisis capitalista nunca ha sido más clara, haciendo mucho más fácil para los proletarios en todas partes comprender que, en esencia, se enfrentan a los mismos problemas: desempleo, subida de precios, falta de perspectiva y futuro en este sistema. Y los últimos siete u ocho años hemos visto un lento pero genuino resurgir de las luchas obreras en todo el mundo; luchas conducidas por una nueva generación de proletarios, menos escaldados por los tropiezos de los años 1980 y 1990 y que está generando una creciente minoría de elementos politizados también a una escala global. Teniendo en cuenta esas profundas diferencias, hay una posibilidad real de que los acontecimientos en el mundo árabe, lejos de tener un impacto negativo en la lucha de clases en los países centrales, sean un estímulo para su futuro desarrollo:
- al reafirmar la fuerza de la acción masiva e ilegal en la calle, su capacidad para quitarles el sueño a los sátrapas que gobiernan el mundo;
- al destruir la propaganda burguesa que presenta a "los árabes" como una masa uniforme de fanáticos descerebrados y mostrar la capacidad de las masas de esta región para discutir, reflexionar y organizarse por sí mismas;
- al socavar aún más la credibilidad de los dirigentes de los países centrales, cuya venalidad y falta de escrúpulos han quedado patentes con su comportamiento oportunista hacia los regímenes dictatoriales del mundo árabe.
Estos y otros elementos serán inicialmente mucho más evidentes para la minoría politizada que para la mayoría de trabajadores en los países centrales, pero a largo plazo contribuirán a la unificación real de la clase obrera por encima de las fronteras nacionales y continentales. Nada de esto, sin embargo, disminuye la responsabilidad de la clase obrera en los países avanzados, que ha experimentado durante años las "delicias" de la democracia y del "sindicalismo independiente", y cuyas tradiciones históricas políticas están muy profundamente (aunque aún no muy ampliamente) arraigadas, y que está concentrada en el corazón del sistema imperialista mundial. La capacidad de la clase obrera en el Norte de África y en Oriente Medio de romper con las ilusiones democráticas y plantear una perspectiva distinta para las masas desheredadas de la población, aún está fundamentalmente condicionada por la capacidad de los obreros en los países centrales de plantear un ejemplo claro de luchas proletarias autoorganizadas y politizadas.
CCI, 11 de Marzo 2011
[1]) Este documento se redactó el 11 de marzo, es decir una semana antes del inicio de la intervención de la "coalición " en Libia. Por eso es por lo que no se hace aquí referencia a esa intervención, aunque sí la hace prever.