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Decadencia del capitalismo
La Internacional Comunista (Komintern) y el virus del "luxemburguismo" en 1924
En el artículo anterior de esta serie vimos la rapidez con la que las esperanzas de una victoria revolucionaria inmediata suscitadas por los levantamientos de 1917-1919 dieron paso, en apenas dos años, a partir de 1921, entre los revolucionarios, a una reflexión más realista sobre el curso de la crisis histórica del capitalismo. Uno de los asuntos centrales que se planteó en el Tercer Congreso de la Internacional Comunista, fue el siguiente: es cierto que el sistema capitalista ha entrado en su fase de declive, pero ¿qué ocurrirá si el proletariado no responde a la nueva época echando abajo el sistema? ¿Y cuál es la tarea de las organizaciones comunistas en una fase en la que la lucha de clases y la comprensión subjetiva de la situación por el proletariado están en reflujo, aún cuando las condiciones históricas objetivas de la revolución siguen existiendo?
Esta aceleración de la historia que originó respuestas diferentes, a menudo conflictivas, por parte de las organizaciones revolucionarias, prosiguió durante los años siguientes, tras la degeneración de la revolución en Rusia causada por su aislamiento creciente, que abrió las puertas al triunfo de una forma sin precedentes de contrarrevolución. El año 1921 fue un giro funesto: ante un descontento muy extendido en el proletariado de Petrogrado y de Kronstadt y una oleada de revueltas campesinas, los bolcheviques tomaron la decisión catastrófica de reprimir masivamente a la clase obrera y, simultáneamente, prohibir las fracciones en el partido. La Nueva Política Económica (NEP), implantada justo después de la revuelta de Kronstadt, hizo algunas concesiones en lo económico, pero ninguna en lo político: el aparato del partido-Estado no permitió el menor aflojamiento de su dominio sobre los soviets. Y, sin embargo, un año después, Lenin se indignaba de que el Estado se escapara del control del partido proletario, arrastrándolo hacia un camino imprevisible. Ese mismo año, en Rapallo, el Estado "soviético" concluía un acuerdo secreto con el imperialismo alemán en un momento en que la sociedad alemana seguía en efervescencia: fue un síntoma evidente de que el Estado ruso empezaba a poner sus intereses nacionales por encima de los de la lucha de clases internacional. En 1923, en Rusia, hubo nuevas huelgas obreras y se formaron ilegalmente grupos comunistas de izquierda, como el Grupo Obrero de Miasnikov, al mismo tiempo que se creaba una oposición de izquierda "legal", agrupadora no sólo de antiguos disidentes como Osinski sino del propio Trotski.
Lenin murió en enero de 1924 y, en diciembre, Stalin lanzó la consigna del "socialismo en un solo país". En 1925-1926, acabó siendo la política oficial del partido ruso. Esa nueva orientación fue el símbolo de la ruptura decisiva con el internacionalismo.
Bolchevización contra "luxemburguismo"
Todos los comunistas que se habían agrupado en 1919 para formar la nueva International compartían la idea de que el capitalismo se había vuelto históricamente un sistema en declive, aunque no estuvieran de acuerdo con lo que implicaba políticamente el nuevo período ni qué medios necesitaba la lucha revolucionaria para desarrollarse - por ejemplo, sobre la posibilidad de utilizar los parlamentos como "tribuna" para la propaganda revolucionaria, o la necesidad de boicotearlos en beneficio de las acciones en la calle o en los lugares de trabajo. En cuanto a las bases teóricas para la nueva época, no habían dispuesto de mucho tiempo para discutirlas con sólida continuidad. El único análisis verdaderamente coherente sobre "la economía de la decadencia" lo hizo Rosa Luxemburg justo antes de que se iniciara la Primera Guerra mundial. Como ya vimos anteriormente ([1]), la teoría de R. Luxemburg sobre el desmoronamiento del capitalismo provocó cantidad de críticas por parte de los reformistas así como de los revolucionarios, pero esas críticas eran en su mayoría negativas, pues casi no hubo elaboración de un marco alternativo para comprender las contradicciones fundamentales que llevaban al capitalismo a su fase de declive. Sea como fuere, los desacuerdos sobre esa cuestión no se consideraban, con toda la razón, fundamentales. Lo esencial era aceptar la idea de que el sistema había entrado en una fase en la que la revolución se había vuelto posible y necesaria a la vez.
Pero volvería a reavivarse en 1924, en la International comunista, la controversia en torno al análisis económico de Rosa Luxemburg. Las ideas de Rosa siempre habían tenido una gran influencia en el movimiento comunista alemán, tanto en el Partido Comunista oficial (KPD) como en el Partido Comunista de izquierda (Partido Comunista Obrero, KAPD). Pero ahora, debido a la presión creciente para que los partidos comunistas fuera de Rusia se unieran con mayor firmeza a las necesidades del Estado ruso, se emprendió todo un proceso de "bolchevización" en toda la IC, con el objetivo de expulsar todas las divergencias indeseables tanto en teoría como en táctica. Y durante esa campaña de "bolchevización" llegó un momento en que la persistencia del "luxemburguismo" en el partido alemán se acabó considerando como fuente de muchas "desviaciones", en especial sus "errores" sobre la cuestión nacional y colonial y una visión espontaneísta respecto al papel del partido. En un plano más "teórico" y abstracto, esa orientación contra el "luxemburguismo" se plasmó en el libro de Bujarin El imperialismo y la acumulación del Capital, en 1924 ([2]).
La última vez que aquí mencionamos a Bujarin, era portavoz de la izquierda del Partido bolchevique durante la guerra. Su análisis casi profético del capitalismo de Estado y su defensa de la necesidad de destruir el Estado capitalista y de volver a Marx lo colocaban en la vanguardia del movimiento internacional; tenía además una posición muy cercana a la de Luxemburg por su rechazo de la consigna de la "autodeterminación nacional", lo cual no era del agrado, ni mucho menos, de Lenin. En Rusia en 1918, había sido uno de los promotores del Grupo Comunista de Izquierda que se opuso al Tratado de Brest-Litovsk y, mucho más significativo, se había opuesto a la temprana burocratización del Estado soviético ([3]). Pero en cuanto se disipó la controversia sobre la cuestión de la paz, la admiración de Bujarin hacia los métodos del comunismo de guerra ganó sobre sus capacidades críticas, poniéndose a teorizar esos métodos como la expresión de una forma auténtica de transición hacia el comunismo ([4]). Durante el debate sobre los sindicatos en 1921, Bujarin compartió la posición de Trotski que defendía la subordinación de los sindicatos al aparato de Estado. Pero cuando se implantó la NEP, Bujarin volvió a cambiar de postura. Rechazó los métodos extremos de coerción que se imponían gracias al comunismo de guerra, especialmente sobre el campesinado, y empezó a considerar la NEP como el modelo "normal" de la transición hacia el comunismo, con su mezcla de propiedad individual y propiedad estatal y su política de apoyo a las fuerzas del mercado más que a los decretos de Estado. Y al igual que se había embalado por el comunismo de guerra, Bujarin empezó a considerar la fase de transición dentro de un esquema nacional, contrariamente a lo que había defendido durante la guerra, cuando había subrayado el carácter globalmente interdependiente de la economía mundial. De hecho, puede considerarse en cierto modo a Bujarin como el inspirador de la tesis del socialismo en un solo país retomada por Stalin y utilizada por éste para acabar destruyendo a Bujarin, primero políticamente y, al final, físicamente ([5]).
Bujarin, con El imperialismo, se propuso explícitamente el objetivo de justificar teóricamente la denuncia de las "debilidades" del KPD sobre las cuestiones nacional, colonial y campesina, y así lo afirma sin tapujos al final del libro, pero sin establecer la menor relación entre los ataques contra la visión económica de Luxemburg y sus pretendidas consecuencias políticas. Sin embargo, algunos revolucionarios han considerado que el asalto desde todas las direcciones contra Luxemburg sobre la cuestión de la acumulación del capitalismo, no tendría nada que ver con los dudosos objetivos del libro.
Nosotros pensamos que no es así por diferentes razones. No se puede separar el tono agresivo y el contenido teórico del libro de Bujarin de su objetivo político.
El tono del texto indica con toda certeza que su finalidad es emprender una obra de demolición de Luxemburg para desprestigiarla. Como lo señala Rosdolsky: "Al lector de hoy puede parecerle algo insoportable el tono agresivo y a menudo frívolo de Bujarin cuando uno recuerda que Rosa Luxemburg había sido asesinada por matones fascistas solo unos cuantos años antes. La explicación es que ese tono venía impuesto por intereses políticos más que por un interés científico. Bujarin consideraba que su tarea consistía en destruir la influencia todavía muy grande del "luxemburguismo" en el Partido Comunista alemán (KPD), y por todos los medios" ([6]).
Hay que tragarse páginas de sarcasmos y digresiones condescendientes antes de que Bujarin admita de mala gana, al final de todo el libro, que Rosa había proporcionado un enfoque de conjunto excelente sobre cómo había tratado el capitalismo a los demás sistemas sociales que fueron el medio en el que fue creciendo. En esta "polémica" no hay la menor voluntad de referirse a los verdaderos problemas planteados por Rosa Luxemburg en su libro (el abandono por los revisionistas de la perspectiva de quiebra del capitalismo y la necesidad de comprender la tendencia al desmoronamiento del sistema inherente al proceso de acumulación capitalista). Al contrario, muchos de los argumentos de Bujarin dan la impresión de que da palos a diestra y siniestra, distorsionando totalmente las tesis de Luxemburg.
Por ejemplo, ¿qué decir de la acusación de que Luxemburg nos propondría una teoría según la cual el imperialismo viviría en armonía con el mundo precapitalista mediante un intercambio pacífico de valor equivalente?, algo que Bujarin describe así: "Las dos partes quedan muy satisfechas. Los lobos han comido, los corderos están a salvo". Hemos dicho antes que Bujarin mismo admite en otra parte que una gran cualidad del libro de Luxemburg es la manera con la que explica la "integración" por parte del capitalismo del medio no capitalista (por el saqueo, la explotación y la destrucción), denunciándola. Todo lo contrario de los lobos y los corderos viviendo en armonía. O los corderos son devorados, o, gracias a su crecimiento económico, se transforman en lobos capitalistas y su entrada en competencia reduce las partes del banquete...
Igual de burdo es el argumento de que, según la definición del imperialismo de Rosa Luxemburg, sólo las luchas por ciertos mercados no capitalistas arrastrarían a conflictos imperialistas y "una lucha por territorios que ya son capitalistas no sería imperialismo, lo cual es totalmente falso". En realidad, el objetivo del argumento de Luxemburg según el cual: "El imperialismo es la expresión política del proceso de la acumulación del capital en su lucha por conquistar los medios no capitalistas que no se hallen todavía agotados" ([7])
es describir el conjunto de un período, un contexto general durante el cual se desarrollan los conflictos imperialistas. En La Acumulación se explica ya el retorno del conflicto imperialista al corazón del sistema, la evolución hacia rivalidades bélicas directas entre las potencias capitalistas desarrolladas y, en El folleto de Junius, todo eso se vuelve a exponer ampliamente.
También respecto al tema del imperialismo, Bujarin argumenta que, puesto que existen todavía cantidad de regiones de producción no capitalistas en el mundo, el capitalismo tendría un brillante porvenir: "es una realidad que imperialismo significa catástrofe, que hemos entrado en el período de hundimiento del capitalismo, nada menos. Pero también es una realidad que la mayoría de la población mundial pertenece a "la tercera persona"... no son los obreros industriales y de la agricultura quienes forman la mayoría de la población mundial actual... Incluso si la teoría de Rosa Luxemburg fuera sólo de una exactitud aproximada, la causa de la revolución estaría en muy mala situación."
Paul Frölich (uno de los "luxemburguistas" que permaneció en el KPD tras la expulsión de quienes formarían el KAPD) contesta muy bien a ese argumento en su biografía de Luxemburg, publicada en 1939 por primera vez: "Diversas críticas, la de Bujarin especialmente, creían poseer una baza contra Rosa Luxemburg cuando subrayaban las inmensas posibilidades de la expansión capitalista en zonas no capitalistas. Pero la autora de la teoría de la acumulación ya le había quitado su aguijón a ese argumento cuando insistía repetidamente que la agonía del capitalismo ocurriría mucho antes de que su tendencia inherente a ampliar sus mercados hubiera alcanzado sus límites objetivos. Las posibilidades expansionistas no se basan en un concepto geográfico: no es la cantidad de km2 lo que es decisivo. Como tampoco lo es un concepto demográfico: no es el cotejo estadístico entre poblaciones capitalistas y no capitalistas lo que expresa la madurez de un proceso histórico. Se trata de un problema socio-económico y debe tenerse en cuenta todo un conjunto complejo de intereses, de fuerzas y de fenómenos contradictorios" ([8]).
En resumen, Bujarin confundió claramente la geografía y la demografía con la capacidad real de los sistemas no capitalistas restantes de generar valor de cambio y, por lo tanto, ser un mercado efectivo para la producción capitalista.
Las contradicciones capitalistas
Si examinamos ahora la manera con la que trata Bujarin el problema central de la teoría de Luxemburg -el problema planteado por los esquemas de la reproducción de Marx- comprobamos de nuevo que el enfoque de Bujarin está muy vinculado a su visión política. En un artículo en dos partes publicado en 1982 en la Revista Internacional nos 29 y 30, "Teorías de las crisis: la verdadera superación del capitalismo, es la eliminación del salariado (a propósito de la crítica de las tesis de Rosa Luxemburg por Nicolai Bujarin)" ([9]), se argumenta con razón que las críticas de Bujarin a Luxemburg hacen aparecer divergencias profundas sobre el contenido del comunismo.
La base de la teoría de Luxemburg es argumentar que los esquemas de la reproducción ampliada expuestos en el volumen II de El Capital, presuponen, para facilitar la argumentación, una sociedad que sólo estuviera compuesta de capitalistas y de obreros. Esos esquemas deben considerarse como tales, como algo abstracto y no como la demostración de la posibilidad real de una acumulación armoniosa del capital en un sistema cerrado. En la vida real, el capitalismo se ha visto siempre obligado a extenderse más allá de sus propias relaciones sociales. Para Luxemburg, siguiendo los argumentos de Marx en otras partes de El Capital, el problema de la realización se le plantea al capital como un todo, incluso si para unos obreros y capitalistas individuales, otros obreros y otros capitalistas pueden constituir perfectamente un mercado para toda su plusvalía. Bujarin acepta evidentemente que para que la reproducción ampliada pueda realizarse, se necesita una fuente constante de demanda adicional. Pero dice que esa demanda adicional la proporcionan los obreros; quizá no los obreros que absorben el capital variable adelantado por los capitalistas al iniciarse el ciclo de la acumulación, sino por obreros suplementarios: "El empleo de obreros suplementarios genera una demanda adicional, lo cual realiza precisamente la plusvalía que debe ser acumulada, para ser exactos, la parte que debe necesariamente ser convertida en capital variable adicional de funcionamiento."
A lo que contesta así nuestro artículo: "Aplicar el análisis de Bujarin a la realidad conduce a lo siguiente: ¿qué deben hacer los capitalistas para no tener que despedir a los obreros cuando sus empresas ya no encuentran salidas mercantiles? ¡Muy sencillo!: ¡Contratar a "obreros suplementarios"! ¡Idea genial! El problema es que el capitalista que siguiera tal consejo acabaría en quiebra rápidamente" ([10]).
La idea de Bujarin es del mismo nivel que la de Otto Bauer en su respuesta a Rosa Luxemburg, una idea que ésta desmonta en su Anticrítica: para Bauer, el simple crecimiento de la población constituye los nuevos mercados necesarios para la acumulación. El capitalismo sería hoy sin duda floreciente si el aumento de la población resolviera el problema de la realización de la plusvalía. Pero resulta que, curiosamente, durante estas últimas décadas, el incremento de la población ha sido constante, mientras que la crisis del sistema ha seguido profundizándose con porcentajes de vértigo. Como lo subrayaba Frölich, el problema de la realización de la plusvalía no es de demografía, sino de demanda efectiva, demanda sustentada por la capacidad de pagar. Y como la demanda de los obreros no puede absorber más que el capital variable adelantado por los capitalistas, contratar obreros suplementarios es una solución imposible si se contempla el capitalismo como un todo.
Hay otro aspecto en la argumentación de Bujarin, pues también dice que los capitalistas mismos constituyen un mercado adicional para la acumulación futura al invertir en la producción de medios de producción.
"Los capitalistas mismos compran los medios adicionales de producción, los obreros suplementarios, que reciben dinero de los capitalistas, compran los medios de consumo adicionales."
Esta parte de la argumentación satisface a quienes consideran, como Bujarin, que Luxemburg planteó un problema inexistente: vender medios de producción adicionales resuelve el problema de la acumulación. Luxemburg ya había criticado lo esencial de esa argumentación en su crítica a Tugan-Baranovski, el cual intentaba probar que el capitalismo no se enfrentaba a barreras insuperables durante el proceso de acumulación; aquélla apoyaba sus argumentos refiriéndose al propio Marx: "Por otra parte, como hemos visto (libro II, sección III), tiene lugar una circulación continua entre capital constante y capital variable (aún prescindiendo de la acumulación acelerada), que de momento es independiente del consumo individual, en cuanto que no entra nunca en éste, pero que se halla definitivamente limitada por él, en cuanto que la producción de capital constante no se hace nunca por sí misma, sino que viene de las esferas de producción cuyos productos entran en el consumo individual" ([11]).
Para Luxemburg, una interpretación literal de los esquemas de la reproducción como lo hace Tugan-Baranovski daría como resultado... "no una acumulación de capital, sino una producción creciente de medios de producción sin objetivo alguno" ([12]).
Bujarin es consciente de que la producción de bienes de producción no es una solución al problema, pues hace intervenir a "obreros suplementarios" para comprar las masas de mercancías producidas por los medios de producción adicionales. De hecho, ataca a Tugan-Baranovski porque éste no comprende que: "la cadena de la producción debe acabar siempre por la producción de medios de consumo... que entran en el proceso del consumo personal" ([13]).
Pero sólo usa ese argumento para acusar a Luxemburg de confundir a Tugan con Marx. Y para terminar, responde a Luxemburg, como tantos otros lo harán tras él, citando erróneamente a Marx como dando la impresión de que el capitalismo podría satisfacerse plenamente basando su expansión en una producción infinita de bienes de equipo: "Acumular por acumular, producir por producir: en esta fórmula recoge y proclama la economía clásica la misión histórica del período burgués" ([14]).
Es una cita de Marx, sin duda, pero la referencia que de ella hace Bujarin es engañosa. El lenguaje utilizado aquí por Marx es polémico e inexacto: es cierto que el capital se basa en la acumulación por sí misma, es decir, en la acumulación de riquezas bajo su forma histórica dominante de valor; pero no puede realizarla produciendo simplemente para sí mismo. Y esto por la sencilla razón de que sólo produce mercancías y una mercancía no obtiene la menor ganancia para los capitalistas si no es vendida. No produce para llenar simplemente sus almacenes o tirar lo producido (por mucho que éste sea a veces el resultado lamentable de su incapacidad para encontrar un mercado a sus productos).
Las soluciones capitalistas de Estado de Bujarin
Stephen Cohen, biógrafo de Bujarin, que cita los comentarios de éste sobre Tugan, anota otra contradicción fundamental en el enfoque de Bujarin.
"A primera vista, su valoración inflexible de los argumentos de Tugan-Baranovsky parece curiosa. En fin de cuentas, el propio Bujarin había insistido a menudo en el poder regulador de los sistemas capitalistas de Estado, teorizando incluso más tarde que bajo un capitalismo de Estado "puro" (sin mercado libre), la producción podría continuar sin crisis, mientras que el consumo quedaría rezagado" ([15]).
Cohen pone el dedo en lo crucial del análisis de Bujarin. Se refiere al pasaje siguiente de El imperialismo y la acumulación del Capital.
"Imaginemos tres formaciones socio-económicas: primero, el orden social colectivo capitalista (el capitalismo de Estado) en el que la clase capitalista está unida en un trust unificado, nos encontramos en una economía organizada, aunque al mismo tiempo, desde un punto de vista de clase, antagonista; luego, la sociedad capitalista "clásica" analizada por Marx; y, finalmente, la sociedad socialista. Sigamos (1) el desarrollo de la reproducción ampliada, o sea, los factores que hacen posible una "acumulación" (ponemos la palabra "acumulación" entre comillas, porque ese término supone, por su propia naturaleza, unas relaciones capitalistas únicamente; (2) ¿cómo, dónde y cuándo pueden surgir las crisis?
"1. El capitalismo de Estado. ¿Es posible en él una acumulación? Evidentemente. El capital constante crece porque el consumo de los capitalistas crece. Emergen continuamente nuevos ramos de la producción correspondientes a nuevas necesidades. Aunque conozca algunos límites, el consumo de los trabajadores aumenta. A pesar del subconsumo de las masas, no puede surgir ninguna crisis, pues la demanda mutua de todos los ramos de la producción como la demanda de los consumidores, tanto la de los capitalistas como la de los obreros, viene dada desde el principio. En lugar de "anarquía de la producción", hay un plan racional desde el punto de vista del Capital. Si han habido "malos cálculos" en los medios de producción, lo sobrante se almacena, y se aplicará una corrección en el período siguiente de producción. Si, por otra parte, han habido malos cálculos sobre el consumo de los obreros, ese excedente se usa como "forraje" distribuyéndolo entre los obreros, o se destruirá la porción correspondiente del producto. Incluso en el caso de malos cálculos en la producción de artículos de lujo, la "salida" es clara. De este modo, no puede existir ahí ninguna crisis de sobreproducción. El consumo de los capitalistas constituye una incitación para la producción y los planes de producción. Por eso mismo, no hay desarrollo especialmente rápido de la producción (los capitalistas son pocos)."
Frölich, como Cohen, subraya ese pasaje y hace el siguiente comentario: "La solución [de Bujarin] confirma su tesis central... Y esa solución es sorprendente. Se nos presenta un "capitalismo" que no es una anarquía económica sino una economía planificada en la que ya no hay competencia, sino que es más bien una especie de trust mundial global en el que los capitalistas no tienen por qué preocuparse de la realización de la plusvalía..."
El mencionado artículo nuestro también critica sin remisión esa idea de cómo deshacerse de la sobreproducción: "Bujarin pretende resolver teóricamente el problema, eliminándolo. El problema de las crisis de sobreproducción del capitalismo, son las dificultades para vender. Y Bujarin nos dice: basta con hacer... ¡"una distribución gratuita"! Si el capitalismo tuviera la posibilidad de repartir gratis lo que produce, en efecto, no conocería nunca crisis importantes, pues su contradicción principal estaría así resuelta. Lo que pasa es que semejante capitalismo sólo puede existir en la mente de un Bujarin sin argumentos. La distribución "gratuita" de la producción, o sea la organización de la sociedad para que los hombres produzcan directamente para sí mismos, es, sin la menor duda, la única solución para la humanidad. Ahora bien, esa solución no es un capitalismo "organizado", sino el comunismo."
Cuando vuelve a tratar sobre la sociedad capitalista "clásica" en el párrafo siguiente de su obra, Bujarin acepta que puedan producirse crisis de sobreproducción, pero no son más que el resultado de un desequilibrio temporal entre las ramas de la producción (una idea que ya había sido expresada por economistas "clásicos" y criticada por Marx como ya lo expusimos en el capítulo anterior ([16]), y después Bujarin dedica unas cuantas y escasas líneas al socialismo como tal, ofreciéndonos la evidencia de que una sociedad que produce únicamente para satisfacer las necesidades humanas no sufriría crisis de sobreproducción.
Pero lo que parece sobre todo interesar a Bujarin es el capitalismo ultraplanificado en el que el Estado allana todos los problemas de desproporción o de cálculos erróneos. O sea, lo equivalente a la sociedad que en la URSS, a mediados de los años 1920, él describía ya como socialismo... es cierto que el capitalismo de Estado de ciencia ficción de Bujarin acaba siendo una especie de trust mundial, un coloso que ya no está rodeado de ningún vestigio precapitalista y que no conoce conflicto alguno entre capitales nacionales. Y su visión del socialismo en la Unión Soviética era una utopía de pesadilla acongojante del mismo estilo, un trust prácticamente autosuficiente sin ninguna competencia interna y con sólo un campesinado dócil, parcial y temporalmente fuera de su jurisdicción económica.
Por eso, como decíamos antes, el artículo de la Revista International no 29 concluye con toda la razón que el ataque de Bujarin contre la teoría económica de Rosa Luxemburg hace aparecer dos visiones fundamentalmente opuestas del socialismo. Para Luxemburg, la contradicción fundamental de la acumulación capitalista procede de la contradicción entre el valor de uso y el valor de cambio, y el valor inherente a la mercancía -y por encima de todo a la fuerza de trabajo, mercancía que posee la característica única de engendrar un valor adicional fuente de la ganancia capitalista pero también fuente de su problema de insuficiencia de mercados para realizar su ganancia. Por consiguiente, esa contradicción y todas las convulsiones resultantes de ella sólo podrán ser superadas por la abolición del trabajo asalariado y de la producción de mercancías -requisitos básicos del modo de producción comunista.
Por otro lado, Bujarin critica a Luxemburg porque ésta se habría facilitado las cosas al "haber escogido una contradicción", cuando, en realidad, hay muchas: la contradicción entre los ramos de la producción, entre la industria y la agricultura, la anarquía del mercado y la competencia ([17]). Todo eso es cierto, pero la solución capitalista de Estado de Bujarin muestra que, para él, existe un problema fundamental en el capitalismo: su ausencia de planificación. Si el Estado pudiera encargarse de la producción y la distribución, habría entonces una acumulación sin crisis.
Fueran cuales fueran las confusiones en el seno del movimiento obrero antes de la Revolución Rusa sobre la transición al comunismo, sus elementos más clarividentes siempre defendieron que el comunismo/socialismo no podría construirse sino a escala mundial, pues cada país, cada nación capitalista está inevitablemente dominada por el mercado mundial; y la liberación de las fuerzas productivas puestas en movimiento por la revolución proletaria sólo podrá ser real y efectiva cuando la tiranía del capital global haya sido derribada en todos sus centros principales. Al contrario de esa visión, la idea estalinista del socialismo en un solo país concibe la acumulación en un sistema cerrado -algo imposible bajo el capitalismo "clásico" y tanto o más imposible para un Estado totalmente regulado, por mucho que el enorme tamaño (y enorme también su sector agrícola) de Rusia permitiera temporalmente un desarrollo autárquico. Y si, como insistía Luxemburg, el capitalismo como sistema mundial no puede operar en el marco de un sistema cerrado, ocurre otro tanto con los capitales nacionales: la autarquía estalinista de los años 1930 -basada en el desarrollo frenético de una economía de guerra- fue esencialmente una preparación para su expansión imperialista militar inevitable que se concretó en el segundo holocausto imperialista y las conquistas que le sucedieron después.
Entre 1924, año en que Bujarin escribió su libro y 1929, año del gran crac, el capitalismo conoció una fase de estabilidad relativa y, en algunas regiones un crecimiento espectacular, sobre todo en Estados Unidos. Pero aquello sólo fue la calma precursora de la tempestad de la mayor crisis económica que el capitalismo hubiera jamás conocido hasta entonces.
En un próximo artículo de esta serie, examinaremos las tentativas de algunos revolucionarios para comprender los orígenes y las implicaciones de esa crisis y, sobre todo, su significado como expresión del declive del modo de producción capitalista.
Gerrard
[1]) Revista Internacional no 142.
[2]) Las citas de este libro para este artículo están sacadas de su versión inglesa Imperialism and the Accumulation of Capital, traducidas por nosotros.
[3]) La mayoría de los posicionamientos de Bujarin que acabamos de enunciar lo situaban, por lo tanto, en la vanguardia marxista de aquel tiempo, pero no es lo mismo con su actitud ante el Tratado de Brest-Litovsk. Leer al respecto: en nuestra serie "El comunismo no es un bello ideal, está a la orden del día de la historia", "VIII - La comprensión de la derrota de la revolución rusa (1ª Parte), 1918: la revolución critica sus errores", Revista Internacional no 99, IV/1999.
[4]) Ver en la serie citada: "VI - 1920: Bujarin y el periodo de transición", Revista Internacional no 96, I/1999.
[5]) En su biografía de Bujarin, Bukharin and the Bolshevik Revolution, Londres 1974, Steven Cohen hace remontar la versión inicial a 1922.
[6]) Roman Rosdolsky, The Making of Marx's Capital, Pluto Press, 1989 edition, vol 2, p. 458. Traducido del inglés por nosotros.
Como ya dijimos en un artículo anterior ("Rosa Luxemburg y los límites de la expansión del capitalismo", Revista International no 142), Rosdolsky también critica a Luxemburg, pero no oculta los problemas que plantea ella; sobre el modo con el que Bujarin trata los esquemas de la reproducción, aquél defiende que aunque Rosa Luxemburg cometió errores matemáticos, también los cometió Bujarin y, además, éste confundió la manera con la que Marx formuló el problema de la reproducción ampliada con su solución: "Bujarin se olvidó por completo que la reproducción ampliada del capital social global no sólo conduce al aumento de C y de V, sino también de A, o sea el aumento del consumo individual de los capitalistas. Y resulta que ese error elemental pasó desapercibido durante casi dos décadas, considerándose generalmente a Bujarin como la mayor autoridad en defensa de la "ortodoxia" marxista contra Rosa Luxemburg y los ataques de ésta contra "esas partes del análisis de Marx que el maestro incomparable nos transmitió como producto acabado de su genialidad" (Imperialism, p. 58, London edition 1972). Sin embargo, la formula general de Bujarin sobre el equilibrio es muy útil, aunque también él, al igual que muchos de los críticos de Rosa Luxemburg, tomó la simple fórmula del problema por su solución" (The Making of Marx's Capital, p. 450 - Traducido del inglés por nosotros).
[7]) La Acumulación del Capital, Cap. "El proteccionismo y la acumulación".
[8]) Traducido del inglés par nosotros.
[9]) Revista International nº 29 (1982).
[10]) Ídem.
[11]) Cita de El Capital, en La acumulación del capital, de Rosa Luxemburg, t. II, p. 26, ed. Orbis, Barcelona.
[12]) Ídem.
[13]) Traducido del inglés por nosotros. El imperialismo, citado por S. Cohen.
[14]) El Capital, I, sec. 7, cap. XXII-3, p. 501, FCE, México, 1975.
[15]) Cohen utiliza la expresión "a primera vista", porque después dice lo que de verdad tenía Bujarin en la mente, que era menos la antigua controversia con Tugan que la nueva controversia en el partido ruso, entre los "ultra-industrialistas" (al principio Preobrazhenski y la Oposición de Izquierda y, más tarde, Stalin) que se centraba en la acumulación forzada de los medios de producción en el sector estatal y su propio punto de vista, el cual (irónicamente, si se considera su rechazo a la importancia que otorgaba Rosa Luxemburg a la demanda no capitalista) subrayaba continuamente la necesidad de basar la expansión de la industria estatal en el desarrollo gradual del mercado campesino más que en una explotación directa de los campesinos y el saqueo de sus bienes, como lo preconizaban los ultra-industrialistas de una manera brutal.
[16]) Revista internacional nº 139, "Las contradicciones mortales de la sociedad burguesa".
[17]) Vale la pena recordar que Grossman critica también a Bujarin porque éste sólo menciona las contradicciones de una manera vaga, sin definir la contradicción esencial que lleva al hundimiento del sistema. Ver Grossman, The Law of Accumulation and Breakdown of the Capitalist System, Londres 1992, p 48-9.