La Izquierda Comunista en Rusia (III) - El Manifiesto del Grupo Obrero del Partido Comunista Ruso

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En la parte precedente del Manifiesto (publicado en la Revista Internacional no 143) vimos cómo el Grupo Obrero se oponía con violencia a cualquier tipo de frente único con los socialdemócratas. En contrapartida, llamaba a un frente único de todos los elementos verdaderamente revolucionarios, entre los cuales incluía a los partidos de la Tercera Internacional (IC) así como a los partidos comunistas obreros (KAPD en Alemania). Ante la cuestión nacional que se planteaba en las repúblicas soviéticas, tratada en esta tercera parte del documento, preconiza la realización de un frente único con los PC de esas repúblicas que, en la IC, "tendrían los mismos derechos que el Partido Bolchevique".

El punto más importante tratado en esta penúltima parte del Manifiesto es, sin embargo, el que se dedica a la Nueva Economía Política (NEP).

Sobre ese tema, ésta es la posición del Manifiesto: "La NEP es el resultado directo de la situación de las fuerzas productivas en nuestro país (...) Lo que hizo el capitalismo con las pequeñas producciones y propiedades en la agricultura y la industria de los países capitalistas avanzados (Inglaterra, Estados Unidos, Alemania), el poder del proletariado lo ha de llevar a cabo en Rusia".

Este punto de vista no es tan lejano en realidad del de Lenin, para quien la NEP no era sino una forma de capitalismo de Estado. En 1918, ya defendía que el capitalismo de Estado era un paso hacia adelante, un paso hacia el socialismo para la economía atrasada de Rusia. En su discurso al Congreso de 1922, retoma esa idea insistiendo sobre la diferencia fundamental que se ha de hacer entre capitalismo de Estado dirigido por la burguesía reaccionaria y capitalismo de Estado dirigido por el Estado proletario. El Manifiesto enuncia una serie de sugestiones para "mejorar" la NEP, en particular su independencia con respecto a los capitales extranjeros.

Ahí donde el Manifiesto diverge de Lenin y de la posición oficial del Partido Bolchevique, es cuando pone en evidencia que: "El mayor peligro ligado a la NEP, es que el nivel de vida de gran parte de sus cuadros dirigentes se ha modificado muy rápidamente".

La medida que preconiza es la regeneración del sistema de los soviets: "Para prevenir el riesgo de degeneración de la Nueva Política Económica en Nueva Política de Explotación del proletariado, hay que conducir al proletariado hacia el cumplimiento de las grandes tareas que tiene ante él a través de una realización coherente de los principios de la democracia proletaria, lo que dará los medios a la clase obrera para poder defender las conquistas de la Revolución de Octubre contra cualquier peligro, venga de donde venga. El régimen interno del Partido y las relaciones del Partido con el proletariado han de ser radicalmente transformados en ese sentido."

La cuestión nacional

La realización de la táctica de frente unido fue tanto más difícil a causa de la variedad nacional y cultural de los pueblos en la URSS.

La influencia perniciosa de la política del grupo dirigente del PCR(bolchevique) se manifestó en particular sobre la cuestión nacional. A cualquier crítica o protesta se suceden proscripciones sin fin ("división metódica del partido obrero"); nombramientos que a veces tienen un carácter autocrático (personas impopulares que no tienen la confianza de los camaradas locales del Partido); órdenes dadas a las Repúblicas (a esas mismas poblaciones que durante decenios y siglos habían sufrido el yugo de los Romanov, que personificaban la dominación de la nación gran rusa), que pueden acabar dándole un vigor nuevo a las tendencias chovinistas en amplias masas trabajadoras, penetrando incluso organizaciones nacionales del Partido Comunista.

En esas Repúblicas Soviéticas, la Revolución Rusa fue indudablemente realizada por las fuerzas locales, por el proletariado local activamente apoyado por los campesinos. Y si tal o cual partido comunista nacional desarrolló un trabajo necesario e importante, éste fue esencialmente el de apoyar a las organizaciones locales del proletariado contra la burguesía local y sus aliados. Pero una vez cumplida la revolución, la praxis del Partido, del grupo dirigente del PCR(b), inspirada por la desconfianza con respecto a las reivindicaciones locales, ignora las experiencias locales e impone a los partidos comunistas nacionales controladores varios, a menudo de nacionalidad diferente, lo que exaspera las tendencias chovinistas y da a las masas obreras la impresión de que esos territorios están sometidos a un régimen de ocupación. Con la institución de las organizaciones locales estatales y del Partido, la realización de los principios de la democracia proletaria eliminará en todas las nacionalidades las bases de la diferencia entre obreros y campesinos. Realizar ese "frente único" en las Repúblicas que han cumplido la revolución socialista, realizar la democracia proletaria, significa instituir la organización nacional con partidos comunistas que tengan en la Internacional los mismos derechos que el PCR(b), constituyendo secciones particulares de la Internacional. Pero como todas las Repúblicas Soviéticas tienen ciertas tareas comunes y el Partido Comunista desarrolla en todas un papel dirigente, se ha de convocar -para las discusiones y las decisiones sobre los problemas comunes a todas las nacionalidades de la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas- congresos generales de partidos que elijan, para una actividad estable, un Ejecutivo de los partidos comunistas de la URSS. Una estructura organizativa así de los partidos comunistas de la URSS puede desarraigar y desarraigará indudablemente la desconfianza en el corazón del proletariado y tendrá además una importancia enorme para la agitación del movimiento comunista en todos los países.

La Nueva Política Económica (NEP)

La NEP es el resultado directo de la situación de las fuerzas productivas en nuestro país.

Y realmente, suponiendo que nuestro país estuviera cubierto por un bosque denso de tuberías de fábricas, que la tierra estuviese cultivada con tractores y no con arados, que el trigo fuese cosechado con máquinas cosechadoras y no con la hoz y la guadaña, trillado por una máquina y no con un mayal, cribado por una máquina y no con una pala lanzada a los cuatros vientos, suponiendo, en fin, que todas esas máquinas funcionasen con tractor, ¿necesitaríamos en esas condiciones una NEP? ¡Para nada!

E imagínense ahora que una revolución social se haya hecho el año pasado en Alemania, en Francia y en Inglaterra y que acá, en Rusia, la maza y el arado no hayan sido retirados y sustituidos por la máquina reina, sino que sean aquéllos los que reinen sin rival. O sea, tal como siguen todavía reinando hoy, sobre todo el arado, y además con penuria de animales, lo cual obliga al hombre a uncirse con sus hijos, mientras su mujer guía el arado. ¿Necesitaríamos entonces una NEP? ¡Sí!

¿Y por qué? Por la misma razón, para apoyarse sobre una cultura familiar campesina con su arado y, de ahí, para pasar del arado al tractor, o sea para cambiar la base material de una economía pequeñoburguesa del campo con vistas a ampliar la base económica de la revolución social.

Lo que hizo el capitalismo con las pequeñas producciones y propiedades en la agricultura y la industria de los países capitalistas avanzados (Inglaterra, Estados Unidos, Alemania), el poder del proletariado lo ha de llevar a cabo en Rusia.

¿Pero cómo cumplir con esa tarea? ¿Decretando: "¡Desaparezcan, pequeño-burgueses!"? Podríamos adoptar tantos decretos como queramos para vilipendiar a un elemento pequeñoburgués, y eso no impediría a la pequeña burguesía vivir tratada a cuerpo de rey. ¿Y qué harían los puros proletarios sin ella en un país como Rusia? ¡Se morirían de hambre! ¿Se podría juntar a todos los pequeñoburgueses en una comuna colectiva? Imposible. No será entonces por decreto cómo se luchará contra el elemento pequeñoburgués, sino sometiéndolo a las necesidades de una economía racional, mecanizada, homogénea. Por la libre lucha de las economías basadas en la uso de las máquinas y de los perfeccionamientos técnicos contra todos los demás modos de producción arcaicos que siguen dominando en la pequeña economía artesanal. No podemos construir el comunismo con arados.

Pero imagínense ahora que la revolución socialista se ha realizado en Alemania e Inglaterra. ¿Sería ahí posible una NEP en cualquier momento del proceso revolucionario?

Esto depende totalmente de la importancia y de la escala de la producción pequeñoburguesa. Si su papel en la vida del país es insignificante, podremos prescindir de una NEP y, al acelerar la actividad legislativa de la dictadura proletaria, introducir nuevos métodos de trabajo.

Por lo tanto, allí donde la producción pequeñoburguesa tiene una influencia considerable sobre la vida económica del país y en donde la industria de la ciudad y del campo no puede prescindir de ella, se hará una NEP. Cuanto más dependiente sea la gran industria de la pequeña producción, más amplia será la NEP y su duración estará determinada por la rapidez de la marcha triunfal de una industria socialista nacional.

La Nueva Política Económica durará mucho tiempo en Rusia, no porque alguien así lo quiere, sino porque nadie puede impedirlo. Mientras nuestra industria socialista dependa de la producción y de la propiedad pequeñoburguesa, ni hablar de suspender la NEP.

La NEP y el campo

La cuestión del cambio de política económica, de suspender la NEP, estará a la orden del día cuando desaparezca la dominación pequeñoburguesa en la agricultura.

Actualmente, la fuerza y la potencia de la revolución socialista están totalmente condicionadas por la lucha por la industrialización, del tractor contra el arado. Si el tractor saca de la tierra al arado, entonces el socialismo vencerá; pero si el arado expulsa al tractor predominará el capitalismo. La NEP no desaparecerá sino cuando desaparezca el arado.

Pero el rocío puede reventar los ojos antes de que se levante el sol ([1]); y para que nuestros ojos, los ojos de la revolución socialista, sigan sanos y salvos, hemos de seguir una línea justa con el proletariado y el campesinado.

Nuestro país es agrario. No hemos de olvidar que el campesino es el elemento más fuerte, hemos de atraerlo hacia nosotros. No podemos abandonarlo a una ideología pequeñoburguesa, eso significaría la muerte de la Rusia Soviética y la parálisis de la revolución mundial para mucho tiempo. La cuestión de las formas de una organización de campesinos es una cuestión de vida o muerte para la Revolución Rusa e Internacional.

Rusia ha entrado en la vía de la revolución socialista cuando el 80 % de su población todavía vivía en explotaciones individuales. Hemos animado al campesino a expropiar a los expropiadores, a apoderarse de las tierras. Pero él no entendía la expropiación como la entiende el obrero industrial. Su ser en el campo determinaba su conciencia. Cada campesino, con su explotación individual, soñaba con acrecentarla. Las propiedades agrícolas no tenían la misma organización interna que las fábricas industriales de las ciudades, por ello fue necesario "socializar la tierra" aunque fuese una regresión, un retroceso de las fuerzas productivas, un paso hacia atrás. Al expropiar más o menos a los expropiadores, no pudimos pensar en cambiar enseguida el modo de producción teniendo en cuenta las fuerzas productivas existentes, pues el campesino seguía poseyendo su explotación individual. No hemos de olvidar nunca que la forma de la economía está totalmente determinada por el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas, y nuestro arado no puede en nada favorecer al modo de producción socialista.

No podemos pensar que podríamos influir en un propietario mediante nuestra propaganda comunista y que se integre en una comuna o una colectividad.

Durante tres años, proletariado y burguesía han luchado para atraer al campesinado. Quien lo lograba ganaba la lucha. Hemos vencido porque éramos los más fuertes, los más poderosos. Hemos de reforzar ese poderío, pero también entender algo: no se consolidará gracias a la calidad o la cantidad de discursos de nuestros discurseros parlanchines, sino a medida del crecimiento de las fuerzas productivas, a medida que triunfe la máquina cribadora sobre la pala, la segadora sobre la hoz, la trilladora sobre el mayal, el tractor sobre el arado. Así irá triunfando la economía socializada de la producción sobre la propiedad pequeñoburguesa.

¿Quién puede demostrar que el campesino sea enemigo de las cribadoras, de las batidoras, de las trilladoras y de los tractores? Nadie. Nadie entonces puede demostrar que el campesino nunca llegará a formas socializadas de la economía, pero sabemos que llegará a ellas en tractor y no atándose al arado.

G.V. Plejánov cuenta que una tribu africana salvaje odiaba a los europeos y consideraba abominable todo lo que éstos hacían. Consideraban la imitación de las costumbres, de los comportamientos y de las formas de trabajar de los europeos como un pecado capital. Pero esos mismos salvajes, tras haber visto a los europeos manejar hachas de acero, se las procuraron rápidamente, aún utilizando fórmulas mágicas y a escondidas.

Claro está que para el campesino, lo que hagan los comunistas y que huela a comuna es abominable. Sin embargo hay que obligarle a sustituir el arado por el tractor, como sustituyeron los salvajes el hacha de piedra por la de acero. Es mucho más fácil hacerlo para nosotros que para los europeos en África.

Si queremos desarrollar la influencia del proletariado en el medio campesino, no debemos recordarle demasiado que es la clase obrera la que le ha dado la tierra, ya que puede contestar: "Muchísimas gracias, amigo mío, pero ahora, ¿para qué vuelves? ¿Para recaudar impuestos en especie? Ese impuesto lo tendrás, pero no me digas que ayer hacías el bien, dime si hoy quieres hacer el bien. Si no, amigo, ¡vete y que te den!"

Todos los partidos contrarrevolucionarios, de los mencheviques a los SR incluyendo los monárquicos, basan sus teorías pseudo científicas del advenimiento de un paraíso burgués en la tesis de que, en Rusia, el capitalismo todavía no ha agotado sus potencialidades, que le quedan inmensas posibilidades de desarrollo y de prosperidad, que poco a poco abarcará toda la agricultura introduciendo métodos industriales de trabajo. Concluyen que por ello, si los bolcheviques dieron un golpe, si tomaron el poder para construir el socialismo sin esperar las condiciones materiales necesarias, o bien se transformarán ellos mismos en verdaderos demócratas burgueses o las fuerzas desarrolladas en el interior estallarán políticamente, derrocarán a los comunistas que se resisten a las leyes económicas y colocarán en su lugar a una coalición de los Mártov, Chérnov, Miliúkov, cuyo régimen despejará el camino del desarrollo de las fuerzas productivas del país.

Todo el mundo sabe que Rusia es un país más atrasado que Inglaterra, Estados Unidos, Alemania, Francia, etc. Pero todos han de entender que si el proletariado en Rusia ha tenido las fuerzas suficientes para tomar el poder, para expropiar a los expropiadores y suprimir la encarnizada resistencia de los opresores apoyados por la burguesía del mundo entero, este proletariado tendrá todavía más fuerzas para suplir el proceso anárquico del capitalismo de mecanización de la agricultura por una mecanización consecuente y planificada gracias a la industria y al poder proletario, apoyado por las aspiraciones conscientes de los campesinos a ver su trabajo facilitado.

¿Quién dijo que era fácil de cumplir? Nadie. Sobre todo, tras los inmensos estragos que los mencheviques, SR y los terratenientes cometieron al desencadenar la guerra civil. Será difícil pero lo haremos, aún si los mencheviques y los SR, aliados a los Cadetes y a los monárquicos, no repararán en medios para despertar a la burguesía.

Hemos de plantear esta cuestión en un marco práctico. Hace poco, el camarada Lenin escribió una carta a los camaradas emigrados de Estados Unidos, agradeciéndoles la ayuda técnica que nos proporcionan, organizando sovjós y koljós ejemplares, en los que se utilizan tractores norteamericanos para la labranza y la cosecha. Así es como Pravda publicó un informe de trabajo de una de esas comunas en Perm.

Como cualquier comunista, estamos encantados de que los proletarios de Estados Unidos vengan a socorrernos, precisamente ahí en donde más lo necesitamos. Sin embargo, algo nos llamó involuntariamente la atención: un fragmento de ese informe decía que los tractores no habían servido durante mucho tiempo porque: 1) la gasolina no era pura; 2) había tenido que ser importada de lejos, con retraso; 3) los chóferes del pueblo habían perdido mucho tiempo estudiando el manejo de los tractores; 4) el mal estado de las carreteras y sobre todo de los puentes era perjudicial para los tractores.

Si la mecanización de la agricultura determina el destino de nuestra revolución y no es entonces ajena al proletariado del mundo entero, hemos de desarrollarla con bases más sólidas. Sin tener que renunciar a esas ayudas (la que nos dan los camaradas de ultramar) y sin subestimar su importancia, hemos de reflexionar, sin embargo, en los resultados que nos permitirá lograr.

Hemos de llamar la atención, ante todo, sobre el hecho de que esos tractores no los producen nuestras fábricas. Quizás no es necesario fabricarlas en Rusia, pero entonces si esta ayuda cobra importancia, nuestra agricultura estará ligada a la industria norteamericana.

Luego hemos de determinar qué tipo de tractores, qué motores son aplicables a las condiciones rusas: 1) han de utilizar el petróleo como combustible y no ser caprichosos sobre la calidad de la gasolina; 2) deben ser de uso sencillo para que no sólo sean chóferes profesionales quienes los conduzcan, sino que éstos puedan fácilmente capacitar a cuantos chóferes se necesiten; 3) hemos de poseer tractores con grados diferentes de potencia (100, 80, 60, 40, 30, 25 CV) según el tipo de tierra: de labranza, erial o ya cultivada; 4) han de ser motores universales para labrar, trillar, segar o transportar el trigo; 5) han de ser fabricados en fábricas rusas y no deber ir a buscarse a ultramar; si no, en vez de la alianza entre la ciudad y el campo, será la alianza del campo con los negociantes extranjeros; 6) han de funcionar con un combustible local.

Tras los estragos de la guerra y la hambruna, nuestro país se abre a la máquina agrícola, ofreciéndole un triunfo mayor y más rápido que nunca en el mundo. Ya que, actualmente, hasta el arado de base, principal instrumento de trabajo en nuestros campos, empieza a faltar y, cuando lo hay, no hay animales para arrastrarlos. La maquinaria podría hacer cosas imposibles de imaginar.

Nuestros especialistas consideran que la ciega imitación de Estados Unidos sería negativa para nuestra economía; también piensan que a pesar de todo, la producción en serie de motores indispensables a nuestra agricultura es posible con nuestros medios técnicos. Esta tarea es tanto más fácil de resolver dado que nuestra industria metalúrgica se queja de la ausencia de pedidos, que las fábricas funcionan a mitad de su potencial, o sea con pérdidas; pues así, sí que tendrían pedidos.

La producción en serie de una máquina universal agrícola sencilla, que unos mecánicos preparados rápidamente podrían conducir, que funcionara con petróleo y que no tuviera caprichos cuando se utilice gasolina de calidad mediocre, ha de organizarse en las regiones de Rusia en las que es fácil transportar el petróleo por tren o por barco. Podría utilizarse el motor de petróleo en el sur y en el centro de Rusia, en las regiones del Volga y del Kama, en Ucrania; no funcionarían en Siberia debido a que el transporte del petróleo sería muy caro. El inmenso espacio de Siberia es un problema para nuestra industria. Pero existen otros tipos de combustibles en Siberia, en particular la leña; por ello los motores de vapor podrán cobrar importancia. Si logramos resolver el problema de la destilación de la madera, de la extracción de carbón mineral en Rusia, podremos utilizar motores con combustible de madera. Cuál de ambos motores será el más rentable, lo tendrán que decidir los especialistas técnicos a partir de los resultados prácticos.

El 10 de noviembre de 1920, bajo el título "Gigantesca empresa", Pravda relataba la constitución de la Sociedad Internacional de Ayuda para el Renacimiento de los Urales. Importantísimos trusts de Estado y el Socorro Obrero Internacional controlan esa sociedad que ya dispone de un capital de dos millones de rublos-oro y que se ha puesto en relación de negocios con la empresa norteamericana Keith comprando una importante cantidad de tractores, negocio considerado, claro está, ventajoso.

La participación del capital extranjero es necesaria, ¿pero en que ámbito? Queremos aquí plantear estas cuestiones: si puede el Socorro Obrero Internacional ayudarnos gracias a sus relaciones con la empresa Keith, ¿por qué no podría, con cualquier otra empresa, organizar acá, en Rusia, la producción de las máquinas necesarias a la agricultura? ¿No sería preferible utilizar los dos millones de rublos-oro que posee esa sociedad para la producción de tractores acá, en nuestra tierra? ¿Se han considerado con precisión todas las posibilidades? ¿Resulta realmente necesario enriquecer la empresa Keith con nuestro oro y ligarle el destino de nuestra economía agrícola?

En un libro técnico, hemos leído que para someter las regiones agrícolas de los países ocupados a su dominación, firmas alemanas llegaron con sus tractores, labraron las tierras y vendieron muy baratos los tractores a los agricultores. Ni que decir tiene que más adelante, esas firmas pidieron mucho más dinero, pero lo que les importaba es que los tractores se vendían. Fue una conquista que no hizo correr sangre.

La voluntad de ayudarnos por parte de la firma Keith y de otorgarnos un crédito parece estar en esa línea y hemos de ser muy prudentes.

Claro está que resulta relativamente dudoso que la firma Keith pueda procurarnos tractores que se adapten a las condiciones rusas, pero incluso tractores que se adapten por poco que sea, tendrán un éxito seguro habida cuenta de las condiciones lamentables de nuestra agricultura, cualquier cosa tendría éxito en semejante situación. Si la producción de los motores necesarios y adaptados a las condiciones rusas es posible en cualquier caso, entonces ¿por qué necesitamos a la firma Keith? Por lo que sabemos, no es nada definitivo que no podamos organizar nosotros la producción de las máquinas necesarias.

Si las ideas y los cálculos de los ingenieros de Petrogrado son realmente exactos, los dos millones de rublos-oro entregados por esa Sociedad serían una inversión más sólida si se dedicaran a un enderezamiento de la economía del Ural en lugar de entregarlos a la firma Keith.

En todo caso, se ha de discutir seriamente ese problema, porque no sólo tiene una dimensión económica sino también política, no sólo para la Rusia Soviética sino también para la revolución mundial. Y no podemos resolverlo del día a la mañana. Hemos de saber lo que vamos a hacer con ese oro, y reflexionar: si las personas competentes y las autoridades deciden que no vale la pena ni pensarlo y que más vale dirigirse directamente a ultramar, pues así sea.

Como tenemos miedo de que se nos acuse de mentalidad localista, demos primero el oro al señor Keith, luego recitaremos nuestro mea culpa, alardeando de que no vacilamos cuando se trata de reconocer nuestros errores.

Si mecanizamos la agricultura en Rusia produciendo las máquinas necesarias en nuestras fábricas y no comprándolas a la generosa firma de ultramar Keith, la ciudad y el campo estarán indisolublemente ligadas por el crecimiento de las fuerzas productivas, unidas una a la otra, y habrá que consolidar entonces ese acercamiento organizando esos "sindicatos de tipo particular" (de los que habla el programa del PCR). Son las condiciones indispensables para la abolición pacífica de las relaciones capitalistas, la ampliación de las bases de la revolución socialista gracias a una NEP ([2]).

Nuestra revolución socialista no hará desaparecer por decreto la producción y la propiedad pequeñoburguesa, proclamando la socialización, la municipalización, la nacionalización, sino por la lucha consciente y consecuente por los modos de producción modernos en detrimento de los modos pasados, desventajosos, por la instauración evolutiva del socialismo. Es precisamente la esencia del salto a la libertad socialista desde la necesidad capitalista.

La NEP y la política, sencillamente

Y diga lo que diga la gente "bien pensante", es la clase obrera activa en primer lugar y en segundo el campesinado (y no los funcionarios comunistas, incluidos los mejores y más inteligentes) quienes son capaces de llevar a cabo esa política.

La Nueva Política Económica determinada por el nivel de las fuerzas productivas de nuestro país contiene peligros para el proletariado. No sólo hemos de demostrar que la revolución sabe enfrentarse al examen práctico en el plano de la economía y que las formas económicas socialistas son mejores que las capitalistas, sino que también hemos de afirmar nuestra posición socialista sin por ello engendrar una casta oligárquica que detente el poder económico y político, que acabe temiendo sobre todo a la clase obrera. Para prevenir el riesgo de degeneración de la Nueva Política Económica en Nueva Política de Explotación del proletariado, hay que conducir al proletariado hacia el cumplimiento de las grandes tareas que tiene ante sí a través de una realización coherente de los principios de la democracia proletaria, lo que dará los medios a la clase obrera para poder defender las conquistas de la Revolución de Octubre contra cualquier peligro, venga de donde venga. El régimen interno del Partido y las relaciones del Partido con el proletariado han de ser radicalmente transformados en ese sentido.

El mayor peligro ligado a la NEP, es que el nivel de vida de gran parte de sus cuadros dirigentes se ha modificado muy rápidamente. Los miembros de la administración de ciertos trusts, por ejemplo el del azúcar, tienen un sueldo mensual de 200 rublos-oro, disfrutan gratuitamente o por un precio barato de un buen piso, poseen un automóvil para sus desplazamientos y tienen cantidad de otras ventajas para satisfacer sus necesidades a un precio mas módico que el que han de pagar los obreros que se dedican a cultivar la remolacha de azúcar, cuando esos mismos obreros, a pesar de que también son comunistas, no reciben (además de las modestas raciones alimenticias que les da el Estado) más que 4 o 5 rublos por mes de promedio (con ese sueldo también han de pagar el alquiler y la luz); resulta evidente que se está alimentando una diferencia profunda entre el modo de vida de unos y otros. Si no cambia esta situación cuanto antes, si se mantiene unos diez o veinte años más, la condición económica de cada cual acabará determinando su conciencia y se enfrentarán en campos opuestos. Hemos de tener en consideración que los puestos dirigentes, renovados con frecuencia, están ocupados por personas de baja extracción social pero que siempre se trata de elementos no proletarios. Forman una capa social muy pequeña. Determinados por su condición, se consideran como los únicos capaces de cumplir ciertas tareas reservadas, los únicos capaces de transformar la economía del país, de responder al programa reivindicativo de la dictadura del proletariado, de los consejos de fábrica, de los delegados obreros, eso sí, mascullando la oración: "No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal".

Para ellos, en realidad, esas reivindicaciones son la expresión de la influencia de elementos pequeño-burgueses contrarrevolucionarios. Estamos, pues, aquí ante un peligro para las conquistas del proletariado que está incubándose y que viene de donde menos podía esperarse. Para nosotros, el peligro es que degenere el poder proletario en la hegemonía de un grupo poderoso decidido a poseer el poder político y económico, eso sí, animado por muy nobles intenciones, "para defender los intereses del proletario, de la revolución mundial y demás tan altos ideales". Sí, existe verdaderamente el peligro de una degeneración oligárquica.

Pero en el país en el que la producción pequeñoburguesa ejerce una influencia decisiva, en el que además la política económica permite acelerar, reforzar al máximo las visiones individualistas del pequeño propietario, se ha de ejercer una presión permanente sobre la base misma de lo pequeñoburgués. ¿Quién ejercerá esa presión? ¿Serán esos mismos funcionarios, esos salvadores de la humanidad afligida? Aunque tengan la sabiduría de Salomón -incluso la de Lenin-, no podrán hacerlo. Solo la clase obrera es capaz de hacerlo, dirigida por el Partido que comparte su vida, padece sus sufrimientos, sus enfermedades, un partido que no tenga miedo a la participación activa del proletariado en la vida del país.

No se debe, es nocivo y contrarrevolucionario, contarle cuentos al proletariado para adormecer su conciencia. ¿Y qué se nos dice?: "Quédate quieto, ve a las manifestaciones cuando se te convoque, canta la Internacional cuando se deba, el resto lo harán en tu lugar unos buenos chicos, casi obreros como tú, pero más listos y que se lo saben todo sobre el comunismo, quédate tranquilo entonces y entrarás pronto en el reino socialista". Eso es socialismo-revolucionario puro. Ellos son quienes defienden que individuos brillantes, dinámicos y pertrechados de talentos varios, procedentes de todas las clases de la sociedad (y así parece ser) pueden hacer de esa masa de color gris (la clase obrera) un reino elevado y perfecto en el que ya no habría enfermedades, ni penas, ni suspiros, sino la vida eterna. Ese es el estilo cabal de los "santos padres" socialistas-revolucionarios.

Hemos de sustituir la práctica actual por una práctica nueva basada en la actividad autónoma de la clase obrera y ya no sobre la intimidación del Partido.

En 1917, necesitábamos una democracia desarrollada y en 1918, 1919 y 1920 hubo que reducir todos los aparatos dirigentes y suplirlos en todos los lugares por el poder autocrático de funcionarios nombrados desde arriba y que lo decretaban todo; en 1922, ante tareas muy diferentes, no cabe duda de que necesitamos otras formas de organización y de métodos de trabajo. En las fábricas y las empresas (nacionales), hemos de organizar consejos de diputados obreros que sirvan de núcleos principales del poder del Estado; hemos de alzar a la práctica el punto del programa del PCR que dice: "El Estado soviético acerca el aparato estatal y las masas, hasta el punto de que es la unidad de producción (la fabrica, la empresa) la que se ha convertido en el núcleo principal del Estado en vez del distrito" (cf. Programa del PCR, división política, punto 5). Ese núcleo principal del poder estatal en las fábricas y empresas es lo que debe restaurarse mediante los consejos de diputados obreros que deberán sustituir a los sabios camaradas que dirigen actualmente la economía y el país.

Puede ser que ciertos lectores lúcidos nos acusen de facción (artículo 102 del Código penal), de hacer tambalear las bases sagradas del poder proletario. No tenemos nada que decirles a esos lectores.

Pero otros nos dirán: "Mostrarnos un país en el que los obreros gocen de los mismos derechos y libertades que en Rusia". Al decir eso, a lo mejor creen merecer la medalla de la cofradía de la Bandera Roja por haber aplastado una facción, y sin hacer correr sangre. A éstos sí que podemos decirles algo. ¿Muéstrennos pues, queridos amigos, otro país en el que el poder pertenezca a la clase obrera? Semejante país no existe, de modo que la pregunta es absurda. El problema no está en ser más liberal, más democrático que una potencia imperialista (tampoco resultaría muy difícil); el problema está en resolver las tareas que se plantean al único país en el mundo que haya dado el Golpe de Octubre, actuar de tal forma que la Nueva Economía Política no se convierta en Nueva Explotación del Proletariado y que, dentro de diez años, este proletariado no se vea obligado a volver a reemprender su lucha, quizás sangrienta, para derrumbar la oligarquía y garantizar sus principales conquistas. Sólo el proletariado puede garantizarlo participando directamente en la resolución de esas tareas, instaurando una democracia obrera, poniendo en la práctica uno de los principales puntos del Programa del PCR que dice: "La democracia burguesa se ha limitado a proclamar formalmente los derechos y las libertades políticos", o sea las libertades de asociación, de prensa, iguales para cualquier ciudadano. Pero en realidad, la práctica administrativa y, sobre todo, la esclavitud económica de los trabajadores no les permite gozar plenamente de esos derechos y esas libertades.

En vez de proclamarlos formalmente, la democracia proletaria los otorga en la práctica, ante todo a las clases de la población antiguamente oprimidas por el capitalismo, o sea al proletariado y al campesinado. Con este fin, el poder soviético expropia los locales, las imprentas, las reservas de papel, para ponerlos a disposición de los trabajadores y de sus organizaciones.

La tarea del PCR(b) consiste en permitir a las grandes masas de la población laboriosa disfrutar de los derechos y libertades democráticas sobre una base material cada vez más desarrollada y ampliada (cf. el Programa del PCR, división política, punto 3).

Habría sido absurdo y contrarrevolucionario reivindicar la realización de esas tesis programáticas en 1918, 1919 o 1920; pero aún es más absurdo y contrarrevolucionario pronunciarse en contra de su realización en 1922.

Si se quiere mejorar la posición de la Rusia Soviética en el mundo, restaurar nuestra industria, ampliar la base material de nuestra revolución socialista mecanizando la agricultura, enfrentar los peligros de una Nueva Política Económica, siempre hemos de volver inevitablemente a la clase obrera, la única que es capaz de hacer todo eso. Cuanto más débil esté, más firmemente ha de organizarse.

Y los buenos chicos que ocupan las oficinas no pueden resolver tales tareas grandiosas, ¿verdad?

Desgraciadamente, la mayoría de los jefes del PCR no lo ve así. En un discurso pronunciado durante el IXo Congreso de toda Rusia de los soviets, así contestó Lenin a todas las preguntas sobre la democracia obrera: "A todo sindicato que plantee, en general, la pregunta de saber si los sindicatos deben participar en la producción, le diría: dejad ya de parlotear (aplausos), contestadme más bien prácticamente y decidme (si ocupáis un puesto de responsabilidad, si tenéis autoridad, si sois militantes del Partido o de un sindicato): ¿en dónde habéis organizado la producción?, ¿en cuántos años?, ¿cuántas personas tenéis bajo vuestra dirección, mil o diez mil? Dadme la lista de aquellos a quienes habéis confiado un trabajo económico que hayáis acabado, en vez de emprender veinte asuntos al mismo tiempo para no acabar con ninguno por falta de tiempo. Aquí, con nuestros usos soviéticos, es raro que se acabe algo, que se pueda hablar de éxito durante unos años; Nos da miedo recibir lecciones del mercader que recibe el 100 % de beneficios y, en cambio, eso sí, preferimos escribir una bella resolución sobre las materias primas y vanagloriarnos del título de representante del Partido Comunista, de un sindicato, del proletariado. Si os parece, os pido disculpas. ¿A qué llamamos proletariado? Es la clase que trabaja en la gran industria. Pero ¿dónde está la gran industria? ¿De qué proletariado estamos hablando? ¿Dónde está vuestra gran industria? ¿Por qué está paralizada? ¿Porque ya no quedan materias primas? ¿Habéis sabido procurároslas? No. Escribiréis una resolución ordenando colectarlas y os meteréis en un buen lío; y la gente dirá que es absurdo; os parecéis a aquellas ocas cuyas antepasadas salvaron Roma" y que, para continuar el discurso de Lenin (según la famosa moraleja de la fábula de Krylov), han de ser guiadas al mercado con una vara para ser vendidas.

Supongamos que sea erróneo el punto de vista de la antigua Oposición Obrera sobre el papel y las tareas de los sindicatos. Que no sea la posición de la clase obrera en el poder sino la de un ministerio profesional. Esos camaradas quieren recuperar la gestión de la economía, arrancándola de las manos de los funcionarios soviéticos, sin por eso implicar a la clase obrera en esa gestión por medio de la democracia proletaria y de la organización de los Consejos de diputados obreros de las fábricas considerados como los núcleos principales del poder estatal, mediante la proletarización de aquellos refugios burocráticos. Se equivocan.

¡No se puede hablar a la manera de Lenin de la democracia proletaria y de la participación del proletariado en la economía popular! El gran descubrimiento del camarada Lenin es que ya no tenemos proletariado. ¡Nos alegramos contigo, camarada Lenin! ¡Entonces ahora eres el jefe de un proletariado que ni existe! ¡Eres el jefe de gobierno de una dictadura proletaria sin proletariado! Serás el jefe del Partido Comunista, ¡no del proletariado!

Contrariamente al camarada Lenin, su colega del Comité Central y del Buró Político, Kaménev ve al proletariado por todas partes. Dice: "1) El balance de la conquista de Octubre está en que la clase obrera organizada en bloque dispone de las riquezas inmensas de toda la industria nacional, del transporte, de la madera, de las minas, por no hablar del poder político. 2) La industria socializada es el bien principal del proletariado", etc. Podríamos citar muchos más ejemplos. Kaménev ve al proletariado en todos los funcionarios que, desde Moscú, se han instalado por la vía burocrática y se ve a sí mismo, según sus propias palabras, como más proletario que cualquier obrero. Al hablar del proletariado, no dice: "Él, el proletariado", sino "Nosotros, el proletariado...". Demasiados proletarios del estilo de Kaménev participan en la gestión de la economía popular; ¡por ello ocurre que semejantes proletarios pronuncien extraños discursos sobre la democracia proletaria y sobre la participación del proletariado en la gestión económica! "Por favor, dice Kaménev, ¿de qué estáis hablando? ¿No somos nosotros el proletariado, un proletariado organizado en bloque, como clase?".

El camarada Lenin considera cualquier discurso sobre la participación del proletariado en la gestión de la economía popular como palabrería inútil porque ya no hay proletariado; y Kaménev está de acuerdo, puesto que el proletariado "como unidad compacta, como clase", ya gobierna la economía, ya que a todos los burócratas los considera él como proletarios. Ambos están naturalmente de acuerdo y se entienden particularmente bien, ya que desde la Revolución de Octubre, Kaménev se ha comprometido a no tomar posición contra el camarada Lenin, a no contradecirlo. Se ponen de acuerdo en que existe el proletariado -no sólo el de Kaménev, naturalmente- pero también sobre el hecho de que su bajísimo nivel de preparación, su condición material, su ignorancia política imponen que "a las ocas se las mantenga alejadas de la economía con ayuda de una vara larga". ¡Así es como ocurre en la realidad!

El camarada Lenin ha aplicado aquí impropiamente la fabula. Las ocas de Krylov gritaban que sus antepasados salvaron Roma (sus antepasados, camarada Lenin...) mientras que la clase obrera no habla de sus antepasados sino de sí misma, porque ella (la clase obrera, camarada Lenin...) ha realizado la revolución social y por ello ¡quiere dirigir ella misma tanto el país como su economía! Pero el camarada Lenin ha confundido a la clase obrera con las ocas de Krylov y le dice, empujándola con su vara: "¡Dejad en paz a vuestros antepasados! ¿Qué habéis hecho vosotros?" ¿Qué puede contestarle el proletariado al camarada Lenin?

Se nos puede amenazar con una vara, seguiremos declarando en voz alta que la realización coherente y sin vacilación de la democracia proletaria es hoy en día una necesidad que la clase proletaria resiente por todos sus poros; porque es una fuerza. Que ocurra lo que deba ocurrir, pero el diablo no va a estar siempre delante de la puerta del pobre obrero.

(seguirá)



[1]) Proverbio ruso.

[2]) Es obvio que las formas existentes de organización del campesinado en el periodo transitorio son históricamente inevitables.

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