Internationalisme no 26, septiembre de 1947 - ¿Qué diferencia hay entre los revolucionarios y el troskismo?

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Internationalisme no 26, septiembre de 1947

¿Qué diferencia hay
entre los revolucionarios y el troskismo?

Publicamos aquí dos artículos de la revista Internationalisme, órgano de la Izquierda comunista de Francia ([1]), escritos en 1947 sobre la cuestión del trotskismo. En aquél entonces, el trotskismo ya se había señalado por su abandono del internacionalismo proletario al participar en la Segunda Guerra mundial, contrariamente a los grupos de la Izquierda comunista ([2]), los cuales, en los años treinta, habían resistido a la marea del oportunismo favorecida por la derrota de la oleada revolucionaria mundial de 1917-23. Entre éstos, en torno a la revista Bilan (fundada en 1933), la Izquierda italiana definía correctamente las tareas del momento: ante la marcha hacia la guerra, no traicionar los principios elementales del internacionalismo y hacer el "balance" del fracaso de la oleada revolucionaria, en particular de la Revolución rusa. La Izquierda comunista combatía las posiciones oportunistas adoptadas por la Tercera Internacional degenerante, y entre ellas, en particular, la política defendida por Trotski de Frente Único con los partidos socialistas, política que arrojaba por la borda toda la claridad tan difícilmente adquirida sobre el carácter capitalista de esos partidos. La izquierda comunista tuvo incluso, en varias ocasiones, la posibilidad de confrontar su enfoque político con el de la corriente -todavía proletaria entonces - formada en torno a las posiciones de Trotski, en particular cuando se intentó unificar a los diferentes grupos opuestos a la política de la Internacional comunista y de los PC estalinizados ([3]).

Fue con el mismo método de Bilan con el que la Izquierda comunista de Francia analizó el fondo de la política del trotskismo que no fue tanto "la defensa de la URSS", aunque esta cuestión manifestaba claramente su equivocación, como la actitud que debía tomarse ante la guerra imperialista. En efecto, como lo pone de manifiesto el primer artículo, "La función del trotskismo", el alistamiento de esta corriente en la guerra no está determinado en primer lugar por la defensa de la URSS, como lo prueba el que algunas de sus tendencias que rechazaban la tesis del Estado obrero degenerado también participaron en el aquelarre imperialista. La determina en realidad la política del "mal menor", la elección de la lucha contra "la ocupación extranjera", "el antifascismo", etc. Esta característica del trotskismo se subraya especialmente en el segundo artículo publicado, "Bravo Abdelkrim, o la pequeña historia del trotskismo", que constata que "toda la historia del trotskismo está en torno a la ‘defensa' de algo" en nombre del mal menor, siendo ese algo cualquier cosa menos proletario. Esta marca de fábrica del trotskismo no fue en modo alguno alterada por el tiempo como lo prueban las distintas manifestaciones del activismo trotskista contemporáneo, así como también su prontitud a elegir un campo contra otro en los múltiples conflictos que ensangrientan el planeta, incluso desde la desaparición de la URSS.

En la raíz de este vagabundeo del trotskismo está, como señala el primer artículo, la atribución de un papel progresista "a ciertas fracciones del capitalismo, a ciertos países capitalistas (y como dice expresamente el programa de transición, a la mayoría de los países)". En esta concepción, según la caracterización que hace el artículo, "la emancipación del proletariado no se realiza gracias a una lucha que pone al proletariado como clase frente a todo el capitalismo, sino que será el resultado de una serie de luchas políticas, en el sentido limitado del término y en las cuales, aliado sucesivamente a distintas fracciones políticas de la burguesía, el proletariado eliminará a unas fracciones, llegando así, por etapas, poco a poco, a debilitar a la burguesía, a vencerla dividiéndola y derrotándola por partes." Ahí ya no queda nada de marxismo revolucionario.

La función del trotskismo

Es un gran error, y muy compartido, considerar que lo que distingue a los revolucionarios del trotskismo es la cuestión de la "defensa de la URSS".

Por supuesto que los grupos revolucionarios, tildados con cierto menosprecio de "ultraizquierda" por los trotskistas (término peyorativo del mismo nivel que el de "hitlero-trotskistas" que a ellos les dan los estalinistas), rechazan naturalmente cualquier tipo de defensa del Estado capitalista (capitalismo de Estado) ruso. La no defensa del Estado ruso por parte de los grupos revolucionarios no es, ni mucho menos, el fundamento teórico y programático de dichos grupos; no es ni más ni menos que la consecuencia política, que está incluida y se deriva normalmente de sus ideas generales, de su plataforma revolucionaria de clase. Y, a la inversa, la "defensa de la URSS" tampoco es lo típico del trotskismo.

Si es verdad que "la defensa de la URSS" es de todas las posiciones políticas que forman su programa la que mejor y más claramente manifiesta su equivocación y su ceguera, se cometería no obstante un grave error queriendo ver el trotskismo solamente a través de esa manifestación. A lo sumo ha de verse en ella la expresión más acabada, más típica, una especie de absceso del trotskismo. Este absceso es tan monstruosamente aparente que su vista repugna a cada día más afiliados de esa Cuarta internacional y, muy probablemente, sea una de las causas, y no la menor, que hace vacilar a muchos simpatizantes en el momento de afiliarse a esa organización. Sin embargo el absceso no es la enfermedad, sino solamente su localización y su exteriorización.

Si tanto insistimos en este punto, es porque demasiada gente que se asusta viendo los estigmas exteriores de una enfermedad tiende a tranquilizarse fácilmente en cuanto aparentemente desaparecen. Olvidan que una enfermedad "blanqueada" no es una enfermedad curada. Esta especie de gente es tan peligrosa, tan propagadora de los gérmenes de la corrupción como la otra, y quizás más aún, al creer sinceramente estar curada.

El Workers'Party en Estados Unidos (organización trotskista disidente, conocida bajo el nombre de su líder, Shachtman), la tendencia de G. Munis en México ([4]), las minorías de Gallien y Chaulieu en Francia, todas las tendencias minoritarias de la "IVa internacional" que, por rechazar la posición tradicional de defensa de Rusia creen estar curadas "del oportunismo" (como dicen) del movimiento trotskista, sólo están "blanqueadas" pero, en el fondo, siguen estando tan impregnadas como antes y totalmente prisioneras de esa ideología.

Eso es tan verdad que basta con tomar como prueba la cuestión más extrema, la que ofrece menos escapatorias, la que plantea y opone más irreductiblemente las posiciones de clase del proletariado y de la burguesía, la cuestión de la actitud que debe tomarse ante la guerra imperialista. ¿Qué vemos?

Unos y otros, mayoritarios y minoritarios, con consignas diferentes, participan todos ellos en la guerra imperialista.

No vale citarnos, para contradecirnos, las declaraciones verbales de los trotskistas contra la guerra. Las conocemos muy bien. No son las declamaciones lo que importa sino la práctica política real que se deriva de las posiciones teóricas y que se concretó en el apoyo ideológico y práctico a las fuerzas de guerra. Nos importa poco saber con qué argumentos se justificó esta participación. La defensa de la URSS es uno de los más importantes, que vincula e implica al proletariado en la guerra imperialista. No es, sin embargo, el único. Como los socialistas de izquierda y los anarquistas, los minoritarios trotskistas que estaban en contra de la defensa de la URSS encontraron otras razones, no menos válidas para ellos y no menos inspiradas por la ideología burguesa, para justificar su participación en la guerra imperialista. Para unos fue la defensa de la "democracia", para otros "la lucha contra el fascismo" o la "liberación nacional" cuando no "el derecho de los pueblos a la autodeterminación" ".

Para todos, siempre fue una cuestión de "mal menor" la que les hizo participar en la guerra o en la Resistencia del lado de un bloque imperialista contra otro.

El partido de Shachtman tiene totalmente razón de reprochar su apoyo el imperialismo ruso a los trotskistas oficiales, considerando que no se trata de un "Estado obrero", pero eso no basta para hacer de Shachtman un revolucionario, ya que no hace ese reproche basándose en una posición de clase del proletariado contra la guerra imperialista, sino únicamente porque considera que Rusia es un país totalitario donde hay menos "democracia" que en otros países y que, en consecuencia, había que apoyar a Finlandia, "menos totalitaria" y más democrática, contra la agresión rusa ([5]).

Para manifestar la naturaleza de su ideología, en particular sobre la cuestión primordial de la guerra imperialista, el trotskismo no necesita para nada defender a la URSS, como lo acabamos de ver. La defensa de la URSS facilita obviamente su posición de participación en la guerra, permitiéndole disfrazarla con una fraseología seudorrevolucionaria, logrando de esta forma obscurecer su carácter profundo e impidiendo plantear la cuestión de la naturaleza de la ideología trotskista a plena luz.

Hagamos pues momentáneamente abstracción, para esclarecernos, de la existencia de Rusia o, si se prefiere, de toda esa sofística sobre el carácter socialista del Estado ruso, con la que los trotskistas acaban oscureciendo el problema central de la guerra imperialista y de la actitud del proletariado. Planteemos sin más la cuestión de la actitud de los trotskistas en la guerra. Los trotskistas responderán obviamente con una declaración general contra la guerra.

Pero una vez recitada correctamente la letanía sobre el "derrotismo revolucionario" en lo abstracto, comenzarán inmediatamente en lo concreto a establecer restricciones, sabios "distingos", "pero..." y "si..." que los llevarán, en la práctica, a tomar partido a favor de uno u otro de los campos en presencia y a llamar a los obreros a participar en la carnicería imperialista.

Cualquiera que haya tenido relaciones con los medios trotskistas en Francia durante los años 39-45, puede atestiguar que sus sentimientos predominantes no estaban dictados en primer lugar por la defensa de Rusia sino por la elección del "mal menor", la opción de la lucha contra "la ocupación extranjera" y la del "antifascismo".

Eso es lo que explica su participación en "la Resistencia" ([6]), en los F.F.I. ([7]) y en la "Liberación". Y cuando el PCI ([8]) de Francia se ve felicitado por secciones de otros países por su participación en lo que llaman "el levantamiento popular" de la Liberación, les dejamos la satisfacción que puede darles el bluf sobre la importancia de esa participación, o sea la importancia de unas cuantas decenas de trotskistas en ¡"el GRAN levantamiento popular"!. Recordemos sobre todo como testimonio, lo que significa políticamente semejante felicitación.

¿Cuál es el criterio de actitud revolucionaria frente a la guerra imperialista?

Los revolucionarios parten de la confirmación de que se ha alcanzado la fase imperialista de la economía mundial. El imperialismo no es un fenómeno nacional (es la violencia de la contradicción capitalista entre el grado de desarrollo de las fuerzas productivas -del capital social total- y el desarrollo del mercado que determina la violencia de las contradicciones inter­imperialistas). En esta fase no puede haber guerras nacionales. La estructura imperialista mundial determina la estructura de cualquier guerra: en esta época imperialista no hay guerras "progresistas". El único progreso está en la revolución social. La alternativa histórica propuesta a la humanidad es: revolución socialista o decadencia, o sea el hundimiento en la barbarie por la destrucción de las riquezas acumuladas por la humanidad, la destrucción de las fuerzas productivas y la masacre continua del proletariado en una sucesión interminable de guerras locales o generales. Los revolucionarios plantean entonces un criterio de clase relacionado con el análisis de la evolución histórica de la sociedad.

Veamos cómo lo plantea teóricamente el trotskismo: "... Pero no todos los países del mundo son países imperialistas. Al contrario, la mayoría de los países son víctimas del imperialismo. Algunos países coloniales o semicoloniales intentarán, sin duda, utilizar la guerra para sacudir el yugo de la esclavitud. Para ellos, la guerra no será imperialista sino emancipadora. El deber del proletariado internacional será ayudar a los países oprimidos en guerra contra los opresores..." (Programa de transición, capítulo "La Lucha contra el imperialismo y la guerra").

Así pues, el criterio trotskista no está vinculado al período histórico que vivimos sino que crea, se refiere, a un concepto abstracto y, por lo tanto, falso del imperialismo. Solamente sería imperialista la burguesía de un país dominante. El imperialismo no sería una fase político-económica del capitalismo mundial sino estrictamente del capitalismo de algunos países, mientras que los demás países capitalistas, la "mayoría", no serían imperialistas. A menos de recurrir a una distinción formal, vacía de sentido, todos los países del mundo están de hecho actualmente dominados económicamente por dos naciones: Estados Unidos y Rusia. ¿Se ha de concluir que solamente la burguesía de ambos países es imperialista y que la hostilidad del proletariado a la guerra no debe ejercerse sino únicamente en esos dos países?

Más aun, si se sigue a los trotskistas y se quita a Rusia, la cual, por definición, "no es imperialista", se llega al absurdo monstruoso de que sólo hay un país imperialista en el mundo: Estados Unidos. Eso nos conduce a la reconfortante conclusión de que el proletariado tiene como deber ayudar a todos los demás países del mundo -puesto que todos son "no imperialistas" y "oprimidos".

Veamos, concretamente, cómo esta distinción trotskista se traduce en los hechos, en la práctica. En 1939, Francia es un país imperialista, así que se propugna el derrotismo revolucionario. En 1940-45, Francia está ocupada: de país imperialista se convierte en país oprimido; su guerra es "emancipadora"; "el deber del proletariado es apoyar su lucha". Perfecto. Pero entonces es Alemania la que en 1945 se convierte en país ocupado y "oprimido": el proletariado debe apoyar una eventual emancipación de Alemania contra Francia. Lo que es verdad para Francia y Alemania también es verdad para cualquier otro país: Japón, Italia, Bélgica, etc. Que no se nos venga a hablar de países coloniales y semicoloniales. En la época imperialista, en la competición salvaje entre los imperialismos, cualquier país que no tiene la oportunidad o la fuerza de ser el vencedor pasa a ser, de hecho, un país "oprimido". Ejemplos: Alemania y Japón y, en el otro sentido, China.

El único deber del proletariado será así andar dando brincos de un platillo a otro de la balanza imperialista, al ritmo de los dictámenes trotskistas, y hacerse masacrar por lo que los trotskistas llaman "Ayuda a una guerra justa y progresista..." (véase Programa de transición, ibídem).

Es el carácter fundamental del trotskismo: en cualquier situación y en todas sus posiciones corrientes, ofrece al proletariado una alternativa, no de oposición y solución de clase: proletariado contra burguesía, sino la alternativa entre dos campos, dos fuerzas capitalistas "oprimidas...": entre burguesía fascista y antifascista; entre "reacción" y "democracia"; entre monarquía y república; entre guerra imperialista y guerras "justas y progresistas".

Partiendo de esa alternativa eterna del "mal menor", los trotskistas participaron en la guerra imperialista, y no en función de la necesidad de la defensa de la URSS. Antes de defenderla, habían participado en la guerra de España (1936-39) en defensa de la España republicana contra Franco. A continuación fue la defensa de la China de Chiang Kai-chek contra Japón.

La defensa de la URSS no es, por lo tanto, la base de sus posiciones, sino el resultado, una manifestación entre otras de su plataforma fundamental, plataforma por la que el proletariado no tiene una posición de clase propia en una guerra imperialista sino que puede y debe hacer una distinción entre los distintos capitalismos nacionales, momentáneamente antagónicos, a los que debe declarar "progresistas" y conceder su ayuda, por regla general a los más débiles, más atrasados, a la burguesía "oprimida".

Esta posición, en la cuestión tan crucial (central) de la guerra, sitúa inmediatamente al trotskismo como corriente política fuera del campo del proletariado y justifica por sí sola la necesidad de ruptura total con él por parte de cualquier elemento revolucionario proletario.

Los trotskistas ponen al proletariado a remolque de la burguesía proclamada "progresista"

Y sólo hemos puesto de relieve una de las raíces del trotskismo. De forma más general, el trotskismo considera que la emancipación del proletariado no es el resultado de la lucha de forma absoluta que sitúa al proletariado como clase frente al conjunto del capitalismo, sino que será el resultado de una serie de luchas políticas, en el sentido estrecho del término y en las cuales, aliándose sucesivamente a distintas fracciones políticas de la burguesía, eliminará a las otras y así llegará, por grados, por etapas, poco a poco, a debilitar a la burguesía y a triunfar, dividiéndola y venciéndola por partes.

No solo es ése un enfoque que se pretende altamente sutil y estratégico, que se resume en el lema... "ir separadamente y pegar juntos...". Es, sobre todo, una de las bases de la ideología trotskista, y esto queda confirmado en la teoría de la "revolución permanente" (nueva forma), que explica que la permanencia de la revolución considera la propia revolución como un desarrollo permanente de una sucesión de acontecimientos políticos, entre los que la toma del poder por el proletariado no es sino un acontecimiento entre otros, y que no considera que la revolución sea un proceso económico y político de liquidación de una sociedad dividida en clases y, por fin y sobre todo, afirma que la edificación socialista se puede comenzar antes de la toma del poder por el proletariado.

Es verdad que esta concepción de la revolución sigue, en parte, "fiel" al esquema de Marx. Pero no es sino una fidelidad a la letra. Marx conoció ese esquema en 1848, cuando la burguesía seguía aún siendo una clase históricamente revolucionaria, y fue en el fuego de las revoluciones burguesas que se desencadenaron por toda una serie de países de Europa, cuando Marx esperó que no se detuvieran en la fase burguesa, sino que se vieran desbordadas por el proletariado prosiguiendo la marcha adelante hasta la revolución socialista.

Si la realidad invalidó las esperanzas de Marx, fue en todo caso una visión revolucionaria atrevida, anticipadora de las posibilidades históricas. Otra cosa es la revolución permanente trotskista. Fiel a la letra pero traidor al espíritu, el trotskismo sigue otorgando un papel progresista a algunas fracciones del capitalismo, a algunos países capitalistas (y como lo dice expresamente el Programa de transición, son la mayoría), un siglo después de que hayan acabado las revoluciones burguesas, en la época del imperialismo mundial, mientras que la sociedad capitalista ha entrado, como un todo, en su fase decadente.

Marx pensaba en 1848 situar al proletariado a la cabeza de la sociedad, los trotskistas en 1947 ponen el proletariado a remolque de la burguesía declarada "progresista". Es difícil imaginar una caricatura más grotesca, una deformación más obtusa que la que proponen los trotskistas del esquema de la revolución permanente de Marx.

Tal como Trotski la había retomado y formulado en 1905, la teoría de la revolución permanente guardaba todo su significado revolucionario. En 1905, a principios de la era imperialista, cuando el capitalismo parecía tener ante sí muchos años de prosperidad, en uno de los países más atrasados de Europa en el que subsistía todavía toda una superestructura política feudal, donde el movimiento obrero estaba dando sus primeros pasos, ante todas las fracciones de la socialdemocracia rusa que anunciaban la llegada de la revolución burguesa, frente a Lenin que, lleno de restricciones, no se atrevía a ir más lejos que asignar a la futura revolución la tarea de reformas burguesas bajo una dirección revolucionaria democrática de los obreros y campesinos, Trotski tuvo el mérito innegable de proclamar que la revolución sería socialista -la dictadura del proletariado- o no sería.

La teoría de la revolución permanente ponía el acento sobre el papel del proletariado como única clase revolucionaria desde entonces en adelante. Fue una proclamación revolucionaria audaz, dirigida contra los teóricos socialistas pequeñoburgueses miedosos y escépticos, y contra los revolucionarios vacilantes a quienes les faltaba confianza en el proletariado.

En la actualidad, cuando la experiencia de los cuarenta últimos años confirmó plenamente esos elementos teóricos, en un mundo capitalista acabado y ya decadente, la teoría de la revolución permanente de "nuevo cuño" está únicamente dirigida contra las "ilusiones" revolucionarias de esos extravagantes ultraizquierdistas, esa pesadilla del trotskismo.

En la actualidad, se insiste en las ilusiones atrasadas de los proletarios sobre las inevitables etapas intermedias, la necesidad de una política realista y positiva, los gobiernos trabajadores y campesinos, las guerras justas y las revoluciones de emancipación nacionales progresistas.

Tal es en adelante el destino de la teoría de la revolución permanente entre las manos de discípulos que sólo supieron retener y asimilar las debilidades, y nada de lo que fue la grandeza, la fuerza y el valor revolucionarios del ilustre maestro.

Apoyar las tendencias y las fracciones "progresistas" de la burguesía, reforzar la marcha revolucionaria del proletariado basándola en utilizar la división y los antagonismos intercapitalistas, son las fuentes de la teoría trotskista. Hemos visto la primera, veamos el contenido de la segunda.

¿Dónde hay divergencias en el campo capitalista?

En primer lugar, sobre cómo garantizar mejor el orden capitalista. Es decir, garantizar mejor la explotación del proletariado.

En segundo lugar, sobre las divergencias entre los intereses económicos de los diferentes grupos que componen la clase capitalista. Trotski, que se dejó a menudo llevar por su estilo y sus metáforas hasta perder de vista su contenido social real, hizo a menudo hincapié en este segundo aspecto. "Es erróneo considerar el capitalismo como un conjunto unificado", enseñaba. "La música también es un conjunto, pero sería un músico bien pobre el que no distinguiera las notas unas de otras". Y esta metáfora la aplicaba a los movimientos y luchas sociales. A nadie se le ocurrirá negar o no hacer caso de la existencia de oposiciones de intereses dentro de la clase capitalista, y las luchas que de ellas resultan. La cuestión está en saber qué lugar ocupan esas distintas luchas en la sociedad. Sería un marxista revolucionario muy mediocre el que pusiera en el mismo plano la lucha entre las clases y la lucha entre grupos de la misma clase.

"La historia de toda sociedad hasta nuestros días es la historia de las luchas de clase". Esta tesis fundamental de el Manifiesto comunista, no desconoce obviamente la existencia de luchas secundarias entre distintos grupos e individualidades económicas dentro de las clases ni su importancia relativa. Pero el motor de la historia no son esos factores secundarios, sino la lucha entre la clase dominante y la clase dominada. Cuando una nueva clase debe, en la historia, sustituir a la antigua, incapaz ya de garantizar la dirección de la sociedad, o sea en un período histórico de transformación y revolución social, la lucha entre ambas clases determina y domina absolutamente, de forma categórica, todos los acontecimientos sociales y todos los conflictos secundarios. En tales períodos históricos, como el nuestro, hacer hincapié en los conflictos secundarios, de los cuales se quiere determinar y condicionar la marcha del movimiento de la lucha de clases, su dirección y su amplitud, demuestra con claridad deslumbrante que no se ha entendido nada sobre las cuestiones más elementales de la sociología marxista. No se hace otra cosa sino juegos malabares con abstracciones sobre notas de música, y se supedita, en lo concreto, la lucha social histórica del proletariado a las contingencias de los conflictos políticos intercapitalistas.

Toda esta política se basa, en el fondo, en una singular ausencia de confianza en las propias fuerzas del proletariado. Indudablemente, las tres últimas décadas de derrotas ininterrumpidas han ilustrado trágicamente la inmadurez y la debilidad del proletariado. Pero uno se equivocaría buscando el origen de esta debilidad en el autoaislamiento del proletariado, en la ausencia de una línea suficientemente flexible de conducta hacia las demás clases, capas y formaciones políticas antiproletarias. Es todo lo contrario. Desde la fundación del la IC, no se ha cesado de denigrar la enfermedad infantil de la izquierda, de elaborar la estrategia irrealista de conquista de amplias masas, de conquista de los sindicatos, de la utilización revolucionaria de la tribuna parlamentaria, del frente único político con "el diablo y su abuela" (Trotski), de participación en el Gobierno obrero de Sajonia....

¿Cuál fue el resultado?

Desastroso. Cada nueva conquista de la estrategia en flexibilidad era seguida por una derrota mayor, más profunda. Para atenuar esa debilidad que asignan al proletariado, para "reforzarlo", no sólo iban corriendo a apoyarse en fuerzas políticas extraproletarias (socialdemocracia) sino también en fuerzas sociales ultrarreaccionarias: partidos campesinos "revolucionarios" (Conferencia internacional del campesinado-Conferencia internacional de los pueblos coloniales). Cuanto más se acumulaban las catástrofes sobre la cabeza del proletariado, más triunfaban en la IC la rabia de las alianzas y la política de explotación. Se debe ciertamente buscar el origen de toda esta política en la existencia del Estado ruso, que ha encontrado en sí mismo su razón de ser, que no tiene por naturaleza nada en común con la revolución socialista, opuesto y ajeno como lo es y lo será al proletariado y a sus objetivos de clase.

El Estado, para su conservación y su reforzamiento, debe y puede encontrar aliados en las burguesías "oprimidas", en los "pueblos" y los países coloniales y "progresistas", porque esas categorías sociales están, por naturaleza, llamadas a construir el Estado. El Estado ruso podrá especular sobre la división y los conflictos entre otros Estados y grupos capitalistas, porque es de la misma naturaleza social y de clase que ellos.

En esos conflictos, el debilitamiento de uno de los antagonistas puede convertirse en la condición de su reforzamiento (del Estado). Y todo lo contrario es lo que ocurre con el proletariado y su revolución. El proletariado no puede contar con ninguno de esos aliados, no puede apoyarse en ninguna de esas fuerzas. Está solo y, además, en oposición constante, en oposición histórica irreducible con el conjunto de esas fuerzas y elementos que presentan, contra él, una unidad indivisible.

Concienciar al proletariado de su posición, de su misión histórica, no ocultarle nada sobre las grandes dificultades de su lucha, enseñarle también que no le queda otra opción, que debe y puede vencer a pesar de las dificultades aunque sea al precio de su existencia humana y física, esa es la única forma de armar al proletariado para la victoria.

Pero pretender evitar la dificultad buscando posibles aliados (aunque sean temporales) al proletariado, presentándole fuerzas "progresistas" en las demás clases sobre las que pueda apoyar su lucha, es equivocarlo para consolarlo, es desarmarlo y extraviarlo.

Y ésa es efectivamente la función actual del movimiento trotskista.

Marc

Internationalisme no 24, julio de 1947)

"¡Bravo Abd-El-Krim!" o la pequeña historia del trotskismo

Hay quienes sufren de un sentimiento de inferioridad, otros de un sentimiento de culpabilidad, y otros de manía persecutoria. El trotskismo, por su parte, sufre de una enfermedad que se podría llamar, a falta de otra expresión, "defensismo". Toda la historia del trotskismo da vueltas en torno a la "defensa" de algo. Y cuando por desgracia hay semanas vacías en las que no encuentran nada ni a nadie que defender, los trotskistas están literalmente desesperados. Se les reconoce entonces por sus rostros tristes, sus rasgos descompuestos, sus miradas extraviadas, buscando desesperadamente una causa o una víctima cuya defensa podrían tomar, como el toxicómano su ración diaria de veneno.

Afortunadamente para los trotskistas existe una Rusia que conoció la revolución. Podrá servirles hasta el final de los tiempos para proveer su necesidad de causas que defender. Ocurra lo que ocurra con Rusia, los trotskistas permanecerán, impasibles, a favor de la "defensa de la URSS" ya que es en Rusia donde han encontrado una fuente inagotable para satisfacer su vicio "defensista".

Pero no solo cuentan las grandes defensas. Para rellenar la vida del trotskismo, además de la grande, la inmortal, la incondicional "defensa de la URSS" - fundamento y razón de ser del trotskismo -también necesita las chiquitas "defensas... cotidianas", la pequeña "defensa diaria".

El capitalismo, en su fase de decadencia, desencadena una destrucción general no solo del proletariado, víctima de siempre del sistema, sino que la represión y la masacre se repercuten, incluso multiplicándose, en el mismo seno de la clase capitalista. Hitler masacra a los burgueses republicanos, Churchill y Truman cuelgan y fusilan a Goering y Cía., Stalin pone a todo el mundo de acuerdo asesinando a unos y otros. El caos sangriento general, el desencadenamiento de una bestialidad perfeccionada y de un sadismo refinados desconocidos hasta entonces son el tributo inevitable de la imposibilidad del capitalismo para superar sus contradicciones, y de la ausencia de la voluntad consciente del proletariado para echarlo abajo. ¡Alabado sea Dios! ¡Qué ganga para nuestros hambrientos de causas que defender! Nuestros trotskistas están a su gusto. Cada día se presentan nuevas causas para nuestros modernos caballeros, que les permiten manifestar abiertamente su carácter generoso de desfacedores de entuertos y vengadores de ofendidos.

Echemos pues un vistazo a este calendario sugestivo de la historia del trotskismo

En otoño de 1935, Italia comienza una campaña militar contra Etiopía. Es una guerra indiscutiblemente imperialista de conquista colonial que opone, por un lado, un país capitalista avanzado, Italia, y por el otro, un país atrasado, Etiopía, económica y políticamente aún semifeudal. Italia es el régimen de Mussolini, Etiopía el del Negus, el "rey de los reyes". Pero la guerra etíope-italiana es más que una simple guerra colonial de tipo clásico: es la preparación, el preludio a la guerra mundial que se anuncia. Pero los trotskistas no tienen por qué mirar tan lejos. Les basta saber que Mussolini es el "malvado agresor" contra el "reino pobre" del Negus para salir inmediatamente en defensa "incondicional" de la independencia nacional de Etiopía. ¡No faltaría más! Y añadirán sus voces al coro general (coro del bloque "democrático" anglosajón todavía en formación y buscándose) para reclamar sanciones internacionales contra "la agresión fascista". Más defensores que nadie y, sobre ese tema, sin lecciones que recibir de nadie, culparán y denunciarán la defensa insuficiente, en su opinión, de la SDN ([9]), y llamarán a los obreros del mundo a garantizar la defensa de Etiopía y del Negus. Es cierto que la defensa trotskista no dio buena suerte al rey Negus, que a pesar de ella fue derrotado. Pero en toda justicia no se puede culpar a los trotskistas de la responsabilidad de la derrota, ya que cuando se trata de defensa, incluso de la de un Negus, los trotskistas no regatean. ¡Siempre presentes!

En 1936 se desencadena la guerra en España con la forma de "guerra civil" interna, que divide a la burguesía española entre clan franquista y clan republicano; es el ensayo general de la guerra mundial inminente, jugando con la vida y la sangre de los obreros. El gobierno republicano-estaliniano-anarquista está en una posición de inferioridad militar manifiesta. Los trotskistas vuelan naturalmente en socorro de la República "en peligro contra el fascismo". Una guerra no puede obviamente proseguir sin combatientes ni material. Podría detenerse. Alarmados ante semejante perspectiva (la desaparición de motivo de defensa), los trotskistas movilizan entonces a todas sus fuerzas para reclutar combatientes para las brigadas internacionales y se desviven para mandar "cañones a España". Pero el Gobierno republicano son los Azaña, Negrin, los amigos de ayer y de mañana de Franco contra la clase obrera. ¡Los trotskistas no reparan en detalles! No regatean su ayuda. O se está a favor o en contra de la Defensa. Nosotros, trotskistas, somos neo-defensores, punto.

En 1938, la guerra causa estragos en Extremo Oriente. Japón ataca a la China de Chiang Kai-chek. ¡No hay vacilación posible: "Todos como un solo hombre por la defensa de China". El propio Trotski explicará que no es hora de recordar la sangrienta masacre de miles y miles de obreros de Shangai y Cantón por los ejércitos de ese mismo Chiang Kai-chek durante la Revolución de 1927. El Gobierno de Chiang Kai-chek podrá ser un gobierno capitalista a sueldo del imperialismo americano y ser perfectamente comparable con el régimen japonés en lo que a explotación y represión de los obreros se refiere, eso importa poco ante el principio superior de la independencia nacional. El proletariado internacional movilizado por la independencia del capitalismo chino sigue siendo dependiente...del imperialismo yanqui, pero Japón perdió efectivamente a China y fue vencido. Los trotskistas pueden estar satisfechos. Al menos realizaron la mitad de su objetivo. Cierto es que esta victoria antijaponesa ([10]) costó la vida de unas cuantas decenas de millones de obreros masacrados durante 7 años en todos los frentes del mundo por la guerra mundial. Cierto es que los obreros en China, como en todas partes, siguen explotados y machacados cada día. Pero ¿qué importancia tienen con respecto a la independencia garantizada (muy relativa) de China?

1939. La Alemania de Hitler ataca Polonia. ¡Adelante en defensa de Polonia! Pero ocurre que el "Estado obrero" ruso también ataca Polonia, también guerrea con Finlandia y arranca por la fuerza territorios a Rumania. Eso desorientó un poco a los cerebros trotskistas que, como los estalinistas, sólo recobrarán cuando se iniciaron las hostilidades entre Rusia y Alemania. Entonces todo se volvió claro, demasiado claro, trágicamente claro. Durante 5 años los trotskistas llamarán a los proletarios de todos los países a hacerse masacrar por la "defensa de la URSS" e indirectamente por todos sus aliados. Combatirán al gobierno de Vichy que quiere poner al servicio de Alemania el imperio colonial francés y arriesgar así "su unidad". Combatirán a Pétain y otros Quisling ([11]). En Estados Unidos, reclamarán el control del ejército por los sindicatos para garantizar mejor la defensa de Estados Unidos contra la amenaza del fascismo alemán. Estarán presentes en todas las guerrillas y en todas las resistencias, en todos los países. Será el período del apogeo de la "defensa".

Podrá haberse acabado la guerra, en cambio, la profunda necesidad de "defensa" en los trotskistas es infinita. El caos mundial que siguió el cese oficial de la guerra, los distintos movimientos de nacionalismo exasperado, los levantamientos nacionalistas burgueses en las colonias, tantas expresiones del caos mundial que siguieron el cese oficial de la guerra y que fueron utilizados y fomentados por todas partes por las grandes potencias para sus intereses imperialistas, seguirán proporcionando ampliamente materia que defender para los trotskistas. Son en particular los movimientos burgueses coloniales en los que, bajo las banderas de "liberación nacional" y de "lucha contra el imperialismo" (muy verbal), se sigue masacrando a decenas de miles de trabajadores, que llevarán a su colmo la exaltación defensista de los trotskistas.

En Grecia, los dos bloques, ruso y angloamericano, se enfrentan por la soberanía en los Balcanes, bajo los colores locales de una guerra de guerrilla contra el gobierno oficial, los trotskistas entran en danza. Al grito de "¡Manos quietas con Grecia!", anuncian la buena noticia a los proletarios de la constitución de brigadas internacionales en el territorio yugoslavo del "liberador" Tito ([12]), llamando a los obreros a alistarse en ellas para liberar a Grecia.

Con el mismo entusiasmo, informan de sus heroicas hazañas en China, en las filas del ejército pretendidamente comunista y que de esto tiene tanto como el gobierno de Stalin del que son la emanación. Indochina, en donde también se organizan las masacres como se debe, será otra tierra de elección para la defensa trotskista "de la independencia nacional de Vietnam". Con el mismo impulso generoso, los trotskistas apoyarán y defenderán al partido nacional burgués "Destour", en Túnez y el partido nacional burgués (PPA) de Argelia. Descubrirán virtudes liberadoras al MDRM, movimiento burgués nacionalista de Madagascar. La detención, por sus compadres del gobierno capitalista francés, de los consejeros de la República y diputados de Madagascar, lleva a su colmo la indignación de los trotskistas. Cada semana, el periódico la Vérité se llenará de llamadas en defensa de los "pobres" diputados malgaches. "¡Liberen a Ravoahanguy!, ¡liberen a Raharivelo!, ¡liberen a Roseta!" Las columnas del diario serán insuficientes para contener todas las "defensas" que tienen que hacer los trotskistas. ¡Defensa del Partido estalinista amenazado en Estados Unidos! ¡Defensa del movimiento panárabe contra el sionismo colonizador judío en Palestina, y defensa de los fanáticos de la colonización chovinista judía, los líderes terroristas del Irgún, contra Inglaterra! Defensa de las Juventudes socialistas contra el Comité director de la SFIO.
Defensa de la SFIO contra el neosocialista Ramadier.
Defensa de la CGT contra sus jefes.
Defensa de las "libertades..." contra las amenazas "fascistas de De Gaulle".
Defensa de la Constitución contra la reacción.
Defensa del gobierno PS-PC-CGT contra el MRP.
Y dominándolo todo, defensa de la "pobre" Rusia de Stalin, ¡amenazada de cerco! por Estados Unidos.

¡Pobres, pobrecitos trotskistas, sobre los frágiles hombros de quienes pesa la agobiante carga de tantas "defensas"!

El pasado 31 de mayo ocurrió un acontecimiento un tanto sensacional: Abdelkrim, el viejo jefe del Rif ([13]), se despidió "a la francesa" del gobierno francés, escapándose durante su transferencia a Francia. Esta fuga fue preparada y realizada con la complicidad del rey Faruk de Egipto, que le propuso un asilo digamos real, y también se benefició de la indiferencia condescendiente de Estados Unidos. La prensa y el gobierno franceses expresan su disgusto. La situación de Francia en sus colonias no está para que se añadan nuevas causas de desordenes. Pero más que un peligro real, la fuga de Abdelkrim ridiculiza una poquito más a Francia, cuyo prestigio en el mundo ya es suficientemente vacilante. Por eso se entienden perfectamente las recriminaciones de toda la prensa, que se queja del abuso de confianza de Abdelkrim que se evade a pesar de haber dado su palabra de honor al gobierno democrático francés.

Acontecimiento "formidable" para nuestros trotskistas, que patalean de alegría y entusiasmo. La Vérité del 6 de junio, con título "Bravo Abd-El-Krim!", se conmueve ante el que "... condujo la lucha heroica del pueblo marroquí...", explicando la dimensión revolucionaria de su gesto. "Si han engañado, escribe la Vérité, a estos señores del estado mayor y del ministerio de Colonias, hicieron bien. Es necesario saber engañar a la burguesía, mentirle, usar ardides contra ella, enseñaba Lenin...". Aquí vemos a Abdelkrim transformado en discípulo de Lenin, ¡en espera de ser miembro de honor del Comité ejecutivo de la IVa Internacional!

Los trotskistas aseguran al "viejo combatiente rifeño, que como en los viejos tiempos quiere la independencia de su país" que "... mientras luche Abdelkrim, todos los comunistas del mundo le prestarán ayuda y asistencia". Y concluyen: "Eso que ayer decían los estalinistas, nosotros, trotskistas, lo repetimos hoy".

¡Efectivamente... no podía decirse mejor!

No acusamos a los trotskistas de "repetir hoy lo que los estalinistas decían ayer" ni hacer lo que los estalinistas siempre han hecho. Tampoco reprochamos a los trotskistas el "defender" a quienes les dé la gana. Cumplen totalmente con su papel.

Pero que se nos permita expresar un deseo, un único deseo: ¡Ojalá que la necesidad "de defender" que tienen los trotskistas no los oriente un día hacia proletariado. Con ese tipo de defensa, el proletariado nunca se recuperaría.

¡La experiencia del estalinismo le basta ampliamente!

Marc



[1]) Léase nuestro folleto en francés la Izquierda comunista de Francia, https://fr.internationalism.org/brochure/gcf.

[2]) Léase nuestro artículo, la Izquierda comunista y la continuidad del marxismo, https://fr.internationalism.org/icconline/1998/gauche-communiste.

[3]) Léase a este respecto el primer capítulo de la Izquierda comunista de Francia, "Las tentativas abortadas de creación de una Izquierda comunista de Francia".

[4]) [Nota de la redacción] Una referencia particular ha de hacerse a Munis que romperá con el trotskismo sobre la base de la defensa del internacionalismo proletario. Ver a este respecto nuestro artículo de la Revista internacional no 58, "A la memoria de Munis, un militante de la clase obrera"; https://es.internationalism.org/rinte58/Munis_militante_revolucionario.htm.

[5]) [Nota de la redacción] Se trata de la ofensiva rusa de 1939 que, además de Finlandia, también afectó a Polonia (que estaba siendo invadida por Hitler), los países bálticos y Rumania.

[6]) Es característico que el grupo Johnson-Forest, escisión del Partido de Schachtman y que se considera "muy a la izquierda" porque rechaza tanto la defensa de la URSS como las posiciones antirrusas de Schachtman, critique severamente a los trotskistas franceses que, según él, no habrían participado bastante activamente en "la Resistencia". He aquí una expresión típica de lo que es el trotskismo.

[7]) [Nota de la redacción] "Fuerzas francesa del interior", conjunto de las agrupaciones militares de la resistencia interior francesa que se constituyeron en la Francia ocupada y que se pusieron, en marzo de 1944, bajo las órdenes del general Kœnig y la autoridad política del general De Gaulle.

[8]) [Nota de la redacción] "Partido comunista internacionalista", resultado de la agrupamiento en 1944 del Partido obrero internacionalista y del Comité comunista internacionalista.

[9]) [Nota de la redacción] Sociedad de las naciones, precursor, en la anteguerra, de Naciones Unidas.

[10]) Léase, por ejemplo, en la Verité del 20/06/47, "La lucha heroica de los trotskistas chinos": "En la provincia de Shantung nuestros camaradas se convirtieron en los mejores combatientes de guerrillas... En la provincia de Kiang-Si... los trotskistas son saludados por los estalinistas como "los más honestos combatientes antijaponeses", etc."

[11]) [Nota de la redacción] Vidkun Quisling fue el dirigente del Nasjonal Samling (partido nazi) noruego y dirigente del gobierno fantoche impuesto por los alemanes después de la invasión de Noruega.

[12]) [Nota de la redacción] Josip Broz Tito fue uno de los principales responsables de la resistencia yugoslava, y tomó el poder en Yugoslavia a finales de la guerra.

[13])  [Nota de la redacción] Abd-al-Krim al Jattabi (o Abdelkrim, nacido por 1882 a Ajdir en Marruecos, muerto el 6 de febrero de 1963 en El Cairo, Egipto) dirigió una larga resistencia contra la ocupación colonial del Rif - región montañosa del norte de Marruecos - en un primer tiempo de los españoles y a continuación de los franceses, consiguiendo formar una "República confederada de las tribus del Rif" en 1922. La guerra para aplastar esta nueva República fue llevada a cabo por un ejército de 450 000 hombres reunido por los Gobiernos francés y español. Al ver perdida su causa, Abdelkrim se constituyó preso de guerra con el fin de ahorrar las vidas de los civiles, lo que no impidió a los franceses bombardear los pueblos con gas mostaza, causando así 150 000 muertes civiles. Abdelkrim fue exiliado en la isla de La Reunion a partir de 1926 dónde vivió en residencia forzosa, pero le dieron permiso de residencia en Francia en 1947. Cuando su buque hacía escala en Egipto, consiguió librarse de sus guardias, muriendo en El Cairo (véase Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/Abd_el-Krim).

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