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El hundimiento del bloque imperialista ruso es un acontecimiento de dimensión histórica que pone fin al orden mundial que establecieron las grandes potencias después de 1945. Obviamente un acontecimiento de esa envergadura es un verdadero test para las organizaciones políticas de la clase obrera, una especie de prueba de fuego que demostrará si poseen o no las armas teóricas y organizativas que la situación reclama.
Ese test opera a dos niveles de la actividad revolucionaria muy vinculados. En primer lugar, los acontecimientos en el Este han inaugurado una nueva fase de la vida del capitalismo mundial, un período de trastornos y de incertidumbres, de caos creciente, que exige que los revolucionarios desarrollen un análisis sobre el origen y la orientación de esos acontecimientos, así como de sus implicaciones para las principales clases de la sociedad. Ese análisis debe tener bases teóricas sólidas, capaces de resistir a las turbulencias y a las dudas del momento, pero debe también deshacerse de todo apego conservador a hipótesis y esquemas que se han vuelto caducos.
En segundo lugar, el hundimiento del bloque de Este ha abierto un período difícil para la clase obrera: los obreros del Este se han dejado arrastrar por la corriente de ilusiones democráticas y nacionalistas, y la burguesía mundial ha aprovechado la oportunidad para desatar una campaña ensordecedora sobre la quiebra del «comunismo» y el «triunfo de la democracia».
Ante ese torrente ideológico los revolucionarios tienen la obligación de intervenir contra la corriente, aferrarse a los principios de clase fundamentales, para responder a una cacofonía de mentiras que tiene un impacto real en la clase obrera.
En lo que respecta a la CCI, remitimos a los artículos de esta revista y al número anterior, así como a nuestras publicaciones territoriales sobre los acontecimientos. ¿Cómo han respondido los demás grupos del medio revolucionario a esa prueba? Es éste el tema de este artículo(*).
El BIPR: un paso adelante, pero muchos atrás
Los componentes del BIPR son el Partido comunista internacionalista, que publica Battaglia Comunista en Italia y la Communist Workers Organisation en Gran Bretaña. Son grupos serios, que publican con regularidad y, lógicamente, sus números recientes han tratado los acontecimientos en el Este. Esto es en sí algo importante porque, como veremos, una de las principales características de la respuesta del medio político proletario a los acontecimientos ha sido... la ausencia de respuesta o, en el mejor de los casos, una respuesta pero con un retraso lamentable. Pero como tomamos en serio al BIPR, nos ocuparemos aquí principalmente del contenido o de la calidad de su respuesta. Y aunque sea demasiado pronto para hacer un balance definitivo, podemos decir que hasta ahora, si bien hay artículos del BIPR que contienen algunos puntos claros, esos elementos positivos se ven debilitados, por no decir socavados, por una serie de incomprensiones y de francas confusiones.
La CWO (Workers' Voice)
La primera impresión es que de los dos componentes del BIPR, la CWO (Communist Workers Organisation) respondió de la manera más adecuada. El hundimiento del bloque del Este no es solamente un acontecimiento de una importancia histórica considerable, sino que además no tiene ningún precedente en la historia. Nunca antes se había derrumbado un bloque imperialista, no bajo la presión de una derrota militar o de una insurrección proletaria, sino primero y ante todo por su total incapacidad para resistir a la crisis económica mundial. Por esa razón no era posible prever cómo se iban a desarrollar esos acontecimientos, por no hablar de su extraordinaria rapidez. Cogieron por sorpresa no sólo a la burguesía sino a las minorías revolucionarias también, incluso a la CCI. A ese nivel hay que reconocer que la CWO supo ver, desde Abril-Mayo del año pasado, que Rusia estaba perdiendo el control de sus satélites de Europa del Este, posición que World Revolution (nuestra publicación territorial en Gran Bretaña) cometió el error de criticar como concesión a las campañas pacifistas de la burguesía, y eso a causa del retraso con el que acabamos por comprobar la auténtica desintegración del sistema estalinista.
El número de Workers' Voice de Enero de 1990, el primero que salió después del hundimiento efectivo del bloque, comienza con un artículo que denuncia correctamente la mentira de que «el comunismo está en crisis», y, en otros artículos, demuestra cierto nivel de claridad sobre los tres puntos centrales siguientes:
- la desintegración de los regímenes estalinistas es producto de la crisis económica mundial, que afecta a esos países con particular ferocidad;
- esa crisis no se ha producido gracias al «poder del pueblo», y menos todavía a la clase obrera; las manifestaciones masivas en RDA y en Checoslovaquia no se sitúan en un terreno proletario;
- se trata de «acontecimientos de importancia histórica mundial», que significan «el inicio del derrumbe del orden mundial que fue creado a finales de la segunda guerra mundial», y abren un período de «formación de nuevos bloques imperialistas».
Pero a pesar de su importancia, esas intuiciones se quedan a mitad de camino. Así pues, aunque vean el «inicio» de la desaparición del tinglado imperialista montado en la posguerra, no dicen claramente si el bloque ruso está verdaderamente acabado o no. Presentan los acontecimientos como «de importancia histórica mundial», pero el tono frívolo de los dos artículos de primera página apenas si lo sugieren. Y, en la página cinco del mismo periódico, se niega esa posición.
Más importante: las intuiciones de la CWO se basan más en una observación empírica de los acontecimientos que en un marco analítico claro, lo que significa que pueden ser fácilmente ocultadas con la evolución de los acontecimientos. En nuestras «Tesis sobre la crisis económica y política en la URSS y en los países del Este», de Septiembre de 1989 (Revista Internacional, nº 60), tratamos de plantear ese marco: especialmente, explicamos por qué el hundimiento fue tan repentino y total por la peculiar rigidez e inmovilidad de la forma político-económica estalinista, forma que adquirió ese régimen al haber sido la expresión de la contrarrevolución que se produjo en Rusia. En ausencia de ese marco, lo que dice la CWO es ambiguo con respecto a la profundidad real del hundimiento del estalinismo. Así pues, aunque un artículo diga que la política de Gorbachov de no intervención -lo que significaba que ya nada mantenía a los gobiernos estalinistas de Europa del Este- era «muy poco voluntaria pero impuesta al Kremlin por el estado desastroso de la economía soviética», en otras partes se da la impresión de que en el fondo la no intervención es una estrategia de Gorbachov para integrar a Rusia en un nuevo imperialismo basado en Europa, y para mejorar la economía importando tecnología occidental. Es subestimar la pérdida de control de la situación por parte de la burguesía soviética, que está simplemente luchando para sobrevivir como puede, sin ninguna estrategia seria a largo plazo.
Una vez más, la posición de la CWO sobre las manifestaciones masivas en Europa del Este y el éxodo enorme de refugiados de la RDA, no capta la gravedad de la situación. Descarta esos fenómenos alegremente diciendo que se trata de «la revuelta de la clase media contra el capitalismo de Estado» motivada por los deseos de disfrutar de las bellas mercancías occidentales: «Quieren automóviles BMW. (...) Oírles decir que tienen que esperar diez años para poder comprar un automóvil nuevo hace sangrar el corazón democrático de algunos!» Esa actitud despectiva pasa por alto un punto crucial: los obreros de Alemania del Este y de Checoslovaquia participaron masivamente en esas manifestaciones, no como clase, sino como individuos diluidos en el «pueblo». Y eso es un problema serio para los revolucionarios porque quiere decir que la clase obrera se movilizó tras las banderas de su clase enemiga. La CWO se burla más bien tontamente de la CCI porque la represión que habíamos visto como posibilidad para la burguesía de Alemania del Este no ocurrió. Pero las consecuencias trágicas y sangrientas de que los obreros se dejen embaucar en el terreno falso de la democracia fueron demostradas muy claramente por los acontecimientos de Rumania, un mes después, así como por los sucesos violentos de Azerbaiyán y de otras repúblicas de la URSS.
Asimismo, el número de WV de Diciembre no responde realmente a las campañas sobre la «democracia» en Occidente, ni toma posición sobre las consecuencias negativas que esos acontecimientos tienen para la lucha de la clase, tanto en el Este como en el Oeste.
El PCI (Battaglia Comunista)
Aunque la CWO y Battaglia Comunista formen parte del mismo agrupamiento internacional, ha existido siempre bastante heterogeneidad entre los dos grupos, tanto a nivel programático como en sus tomas de posición ante acontecimientos de la situación mundial. Con los acontecimientos del Este, esa heterogeneidad aparece muy claramente: Y en este caso, resulta que Battaglia, a pesar de ser el grupo con más experiencia, ha demostrado confusiones mucho más graves que la CWO. Es lo que resalta cuando se examinan los últimos números de Battaglia Comunista.
Octubre: Battaglia publica un artículo: «La burguesía occidental aplaude la apertura de los países del Este», que afirma que los regímenes estalinistas son capitalistas y que el origen de sus problemas es la crisis económica mundial. Pero aquí se acaba lo positivo, como lo decimos en la crítica de ese artículo que publicamos en Révolution Internationale nº 187; el resto del artículo demuestra una subestimación tremenda del hundimiento económico y político del Este. Las Tesis que adoptamos más o menos en la misma época, es decir antes de los acontecimientos espectaculares de Alemania del Este, Checoslovaquia, Bulgaria y Rumania, reconocen la desintegración efectiva del bloque ruso; BC opina que la formación, de regímenes «democráticos» (es decir, multipartidistas) en Europa del Este es perfectamente compatible con la cohesión del bloque. Al mismo tiempo, para BC la crisis económica que originó esos acontecimientos, pudo haber golpeado a los países occidentales en los años 70, pero no golpeó a los regímenes estalinistas sino «más recientemente» cuando, en realidad, esos países se han ido hundiendo en un pantano económico desde hace veinte años. Quizás esa extraña ilusión sobre la relativa buena salud de las economías estalinistas explica su ingenua creencia en que la apertura del «mercado del Este» representa una esperanza real para la economía capitalista mundial: «el hundimiento de los mercados de la periferia del capitalismo, el de América Latina por ejemplo, ha creado nuevos problemas de insolvabilidad para retribuir al capital... Las nuevas oportunidades que se abren en el Este de Europa pueden representar una válvula de seguridad para esa necesidad de inversiones. (...) Si ese proceso de colaboración entre Este y Oeste se concreta, representará un poco de oxígeno para el capitalismo internacional».
Hemos publicado ya una respuesta a las pretensiones de la burguesía sobre las «nuevas oportunidades» que se abren al Este (ver Revista Internacional nº 60), así que no diremos aquí más que esto: las economías del Este están tan arruinadas como las de Latinoamérica. Agobiadas por las deudas, la inflación, el despilfarro y la polución, ofrecen muy poco a Occidente en términos de oportunidades de inversión y de expansión. La idea del Este como «nuevo mercado» es pura propaganda burguesa y, al igual que en el artículo de RI, tenemos que concluir que Battaglia cayó en la trampa cual mosca en tela de araña.
Noviembre: En la época de las manifestaciones masivas en RDA y en Checoslovaquia, cuando millones de obreros se pusieron tras las banderas de la «democracia» sin la más mínima reivindicación de clase, Battaglia desafortunadamente saca un editorial que titula «Resurgimiento de la lucha de clases en el Este», otra prueba de la dificultad de Battaglia para sintonizar con la situación. El artículo se refiere no a los acontecimientos de Europa del Este sino, esencialmente, a las luchas de los mineros en la URSS que, aunque se desarrollaron a escala masiva en el verano pasado, quedaron totalmente eclipsadas por la «revolución» democrática y nacionalista que invadió al bloque. Además el artículo contiene ciertas ambigüedades sobre las reivindicaciones democráticas de los obreros rusos, al lado de reivindicaciones que expresaban sus intereses reales de clase. Aunque admite que el primer tipo de reivindicación puede fácilmente ser utilizado por el ala «radical» de la clase dominante, dice también
«... para esas masas embebidas de anti-estalinismo y de ideología del capitalismo occidental, las primeras reivindicaciones necesarias son las de derribar el régimen "comunista" con una liberalización del aparato productivo y con la conquista de libertades democráticas».
No cabe duda de que los obreros en los regímenes estalinistas han presentado reivindicaciones políticas burguesas en el curso de sus luchas (incluso en ausencia de agentes infiltrados de la clase enemiga). Pero esas reivindicaciones no son «necesarias» para la lucha proletaria; al contrario, si sirven para algo es para llevar las luchas a atolladeros, y los revolucionarios deben oponerse a ellas. Pero si Battaglia utiliza el término «necesario» no es por descuido. Es en perfecta coherencia con las teorizaciones acerca de la «necesidad» de reivindicaciones democráticas que contienen sus «Tesis sobre las tareas de los comunistas en los países periféricos»[1] ; está claro que aplican la misma lógica a los países que componían el bloque del Este.
Total, ese número de Battaglia es una respuesta de lo más inadecuada a la riada de mentiras «democráticas» que sufre el proletariado mundial. Después de haberse negado, durante veinte años, a reconocer el verdadero resurgimiento de lucha de clase, ¡Battaglia de repente empieza a verlo y a proclamarlo en el mismo momento en que la ofensiva «democrática» de las burguesías está haciendo retroceder temporalmente la conciencia de clase!
Diciembre: Aun después de los acontecimientos en la RDA, en Checoslovaquia y en Bulgaria, BC publica un artículo «Derrumbe de las ilusiones sobre el socialismo real», que contiene una serie de ideas diferentes, pero que parece dirigido en contra de la Tesis de la CCI sobre el hundimiento del bloque.
«La perestroika rusa es un abandono de la antigua política con respecto a los países satélites, y tiene por objeto la transformación de éstos. La URSS se debe abrir a la tecnología occidental y el COMECON debe hacer lo mismo, no -como algunos piensan- en un proceso de desintegración del bloque del Este y de una retirada total de la URSS de los países europeos, sino para facilitar, mediante una reactivación de las economías del COMECON, una revitalización de la economía soviética».
Una vez más, como con la CWO, se nos describe un proceso que corresponde a un plan muy bien previsto por Gorbachov, para integrar a Rusia en una nueva prosperidad económica europea. Pero, independientemente de las fantasías de Gorbachov (o de Battaglia), la verdadera política de la clase dominante rusa le ha venido impuesta por un proceso de desintegración interna que no controla en absoluto y cuyo resultado desconoce.
Enero: Ese número contiene un artículo largo, «La deriva del continente soviético» que desarrolla ideas similares sobre los objetivos de la política extranjera de Gorbachov, pero que al mismo tiempo parece admitir que puede haber una «dislocación» del bloque del Este. Quizás BC haya progresado un poco en eso, pero si ese artículo significa un paso adelante, el artículo sobre Rumania equivale a varios pasos atrás, hacia el abismo izquierdista.
La propaganda burguesa, desde la derecha hasta la izquierda, describe los acontecimientos de Rumania en Diciembre pasado como una auténtica «revolución popular»; una sublevación espontánea de toda la población contra el odiado Ceausescu. Es verdad que en Timisoara, en Bucarest y en muchas otras ciudades, cientos de miles de personas, animadas por un odio legítimo al régimen, se echaron a la calle desafiando a la Securitate y al ejército, dispuestas a dar la vida por el derrocamiento de ese aparato de terror monstruoso. Pero también es verdad que las masas, ese «pueblo» amorfo en el que la clase obrera no estuvo nunca presente como fuerza autónoma, fueron utilizadas fácilmente como carne de cañón por los opositores, los que están ahora dirigiendo la maquinaria de la represión de Estado más o menos intacta. Los estalinistas reformistas, políticos, generales del ejército, y ex jefes de la Securitate que forman ahora el Frente de Salvación Nacional habían preparado, en gran parte, su plan con antelación: el propio Frente de Salvación Nacional había sido creado, en secreto, seis meses antes de los acontecimientos de Diciembre. Lo único que estaban esperando era que se presentara la ocasión, que llegó con las matanzas en Timisoara y con las manifestaciones masivas que hubo después. A la una, los generales del ejército ordenaban a los soldados disparar contra los manifestantes, a las dos «pasaban del lado del pueblo», es decir, utilizaban al pueblo de peldaño para subirse al sillón gubernamental. Eso no es una revolución. Una revolución implica que el proletariado se organice él mismo como clase y disuelva el aparato de Estado de la burguesía y especialmente la policía y el ejército. A lo sumo eso fue una revuelta desesperada que fue canalizada inmediatamente hacia un terreno político capitalista por las fuerzas todavía intactas de la oposición burguesa. Ante esa inmensa tragedia que costó la vida a miles de obreros, por una causa que no era la suya, los revolucionarios tienen el deber de elevar la voz en contra de esa marea de propaganda burguesa que la presenta como una revolución.
¿Pero cómo responde BC?... Cayendo en la trampa:
«Rumania es el primer país de las regiones industrializadas en donde la crisis económica mundial ha provocado una auténtica insurrección popular que derrocó al gobierno reinante» («Ceausescu ha muerto, pero el capitalismo sigue vivo»). En efecto, «en Rumania todas las condiciones objetivas y casi todas las condiciones subjetivas estaban presentes para convertir la insurrección en una revolución social verdadera y auténtica» (ibid). Y no es difícil adivinar qué «factor subjetivo» particular faltaba: «La ausencia de una fuerza política de clase genuina dejó el campo abierto a las fuerzas que trabajaron por el mantenimiento de las relaciones burguesas de producción» (ibid).
«Una insurrección popular verdadera y auténtica». ¿Qué bicho es ése? En sentido estricto, insurrección es la toma del poder armada por una clase obrera organizada y consciente como en Octubre de 1917. Una «insurrección popular» es una contradicción en los términos, porque el «pueblo» en sí, que para el marxismo sólo significa un conglomerado amorfo de clases (cuando no es un disfraz de fuerzas de la burguesía), no puede tomar el poder. Lo que en realidad sucede aquí es que, una vez más, Battaglia hace concesiones más que embarazosas a las campañas de la burguesía sobre la «revolución popular», campañas en las cuales los izquierdistas han desempeñado un papel muy importante.
Esos pasajes revelan también el idealismo profundo de Battaglia cuando se trata de la cuestión del partido. ¿Cómo es posible que declaren que el único elemento «subjetivo» que faltaba en Rumania era la organización política? Otro elemento subjetivo indispensable para la revolución es una clase obrera organizada en organismos unitarios, los consejos obreros, En Rumania no sólo era inexistente sino que además la clase obrera ni siquiera estaba luchando en el más elemental terreno de clase; durante los acontecimientos de Diciembre no se vio signo de ninguna reivindicación de clase por parte de los obreros. Toda huelga era canalizada inmediatamente hacia la «guerra civil» burguesa que arrasaba el país.
La organización política de la clase no es un deus ex machina. Sólo puede ganar una influencia significativa en la clase, tener un peso a favor de la revolución, cuando los obreros van hacia enfrentamientos masivos y directos contra la burguesía. Pero en Rumania los obreros ni siquiera luchaban por sus intereses más básicos. Todo su valor y sus ganas de luchar se movilizaron al servicio de la burguesía. En ese sentido estaban más lejos de la revolución que todas las luchas defensivas de Europa occidental en los últimos diez años, luchas que a Battaglia le costó tanto percibir.
Considerando que el BIPR es el segundo polo principal del medio político proletario internacional, el desconcierto de Battaglia ante la «tormenta del Este» es una triste indicación de la debilidad más general del medio. Y por el peso de Battaglia en el mismo BIPR, es muy probable que la CWO retroceda hacia las confusiones de Battaglia en vez de empujar hacia una claridad mayor (hay que esperar a ver qué dicen acerca de la «revolución» en Rumania). En todo caso, la incapacidad del BIPR de hablar con una sola voz sobre esos acontecimientos históricos revela una debilidad que le costará cara en el período venidero.
Bordiguismo, neobordiguismo, consejismo, neoconsejismo, etc.
Como hemos dicho, aparte de la CCI y del BIPR, la respuesta más característica ha sido o el silencio o la rutina de publicaciones irregulares o poco frecuentes, negándose a hacer un esfuerzo especial para responder a esos cambios históricos mundiales. Aunque, aquí también, existen varios grados.
Así, después de un largo silencio, Fomento Obrero Revolucionario en Francia publicó un número de Alarme en respuesta a los acontecimientos. El editorial es una respuesta relativamente clara a las campañas de la burguesía sobre «la quiebra del comunismo». Pero cuando, en otro artículo, FOR desciende de ese nivel general a los acontecimientos concretos de Rumania, llega a posiciones cercanas a las de BC: no habrá sido una revolución, pero sí fue una «insurrección». Y «aunque probablemente nadie pensó entonces en hablar de comunismo en Rumania, medidas como el armamento de los obreros, el mantenimiento de comités de vigilancia y la toma en manos de la organización de la lucha, de la producción (determinar las necesidades alimenticias y médicas según su naturaleza, sus calidades y cantidades), la exigencia de disolución de los cuerpos armados estatales (ejército, milicia, policía...), y la confluencia con, por ejemplo, el comité que ocupaba el palacio presidencial, hubieran constituido los primeros pasos de una revolución comunista.».
Como BC, FOR se ha lamentado durante mucho tiempo por «la ausencia» de lucha de clase; ahora ve «los primeros pasos de una revolución comunista» en el momento en que la clase obrera ha sido desviada hacia el terreno de la burguesía. Es lo mismo cuando considera los efectos «positivos» del hundimiento del bloque ruso (hundimiento que parece reconocer, puesto que escribe: «se puede considerar que el bloque estalinista está vencido (...)». Según FOR esto ayudará a los obreros a ver la identidad de su condición a nivel internacional. Puede que eso sea verdad, pero insistir sobre ese punto en este momento es ignorar el impacto esencialmente negativo que la ofensiva ideológica actual de la burguesía tiene en el proletariado.
La corriente «ortodoxa» bordiguista posee todavía cierta solidez política, por ser producto de una tradición histórica en el movimiento revolucionario. Se pueden ver los «restos» de esa solidez, por ejemplo, en la última edición de Le Prolétaire, publicación en Francia del Partido Comunista Internacional (Programa Comunista). A diferencia del entusiasmo injustificado de BC y de FOR por los acontecimientos en Rumania, el número de Diciembre del 89-Febrero del 90 de Le Prolétaire toma posición claramente en contra de la idea de que las manifestaciones de masas en Europa del Este pertenezcan a la revolución, o sean los «primeros pasos» de una revolución:
« Además de las aspiraciones a la libertad y a la democracia, la característica común de todos los manifestantes de Berlín, de Praga y de Bucarest, es el nacionalismo. El nacionalismo y la ideología democrática que pretenden abarcar a «todo el pueblo», son ideologías de clase, ideologías burguesas. Y de hecho, son capas burguesas y pequeño-burguesas, frustradas por verse excluidas del poder, quienes fueron los verdaderos actores de esos movimientos y que finalmente lograron enviar a sus representantes a los nuevos gobiernos. La clase obrera no se manifestó como clase por sus propios intereses. Cuando hizo huelga, como en Rumania y en Checoslovaquia, fue siguiendo el llamamiento de los estudiantes, como simple componente indiferenciado del "pueblo". No ha tenido la fuerza hasta ahora de rechazar los llamamientos a mantener la unión del pueblo, la unión nacional entre las clases.
Aunque esas movilizaciones tuvieron un carácter violento, no alcanzaron el estadio de una «insurrección popular»: «En Rumania, los combates sangrientos que decidieron el desenlace, opusieron el ejército regular a elementos de los cuerpos especiales (Securitate) es decir que los combates se desarrollaron entre fracciones del aparato de Estado, no contra ese mismo aparato.»
Con respecto a las causas históricas y los efectos de esos acontecimientos, Le Prolétaire parece reconocer el papel clave de la crisis económica, y afirma igualmente que la desintegración del bloque occidental es la consecuencia inevitable de la desintegración del bloque del Este. También es consciente de que el pretendido hundimiento del «socialismo» es utilizado para embrollar la conciencia de los obreros en todas partes, y denuncia también correctamente la mentira según la cual los regímenes del bloque del Este no tendrían nada que ver con el capitalismo.
Del lado negativo, Le Prolétaire parece subestimar todavía la verdadera dimensión del hundimiento del Este, puesto que defiende que «quizás la URSS esté debilitada, pero sigue siendo, para el capitalismo mundial, responsable del mantenimiento del orden en su zona de influencia», cuando en realidad, el capitalismo mundial tiene conciencia de que ya no puede contar con la URSS para mantener el orden en el interior de sus propias fronteras. Al mismo tiempo, sobrestima la capacidad de los obreros del Este para superar las ilusiones sobre la democracia con sus luchas propias. En efecto, parece pensar que habrá luchas contra las nuevas «democracias» del Este que ayudarán a los obreros del Oeste a deshacerse de sus ilusiones, cuando lo cierto es lo contrario.
Ahora bien, el PCI-Programa Comunista, en los últimos años, se ha acercado mucho a posiciones abiertamente burguesas, sobre cuestiones tan críticas como la «liberación nacional» y la cuestión sindical. La respuesta relativamente sana de Le Prolétaire a los acontecimientos del Este prueba que existe todavía una vida proletaria en ese organismo. Pero no creemos que eso represente realmente un nuevo renacimiento: lo que les permite defender una posición de clase con respecto a estos acontecimientos es más la antipatía «clásica» que le tienen los bordiguistas a la democracia, que un examen crítico de las bases oportunistas de su política.
Se podría decir lo mismo del «otro» PCI, el que publican Partito Comunista en Italia y La Gauche Communiste (La Izquierda Comunista) en Francia. Con respecto a los acontecimientos de la primavera en China y del otoño en Alemania del Este, es capaz de afirmar claramente que la clase obrera no ha aparecido en su propio terreno. En el artículo «En China, el Estado defiende la libertad del capital contra los obreros», llega a la difícil pero necesaria conclusión que «aunque las ametralladoras que barrieron las calles también dispararon contra él, (el proletariado chino) tuvo la fuerza y la voluntad de no dejarse atraer por un ejemplo ciertamente heroico, pero que no le concierne».
Con respecto a Alemania del Este, escribe «por el momento se trata de movimientos interclasistas que se sitúan en un terreno democrático y nacional. El proletariado se encuentra ahogado en la masa pequeño-burguesa y no se diferencia en nada de ella en cuanto a reivindicaciones políticas».
Bueno. Pero ¿cómo puede ese PCI reconciliar esa sobria realidad con el artículo que publica sobre las huelgas de los mineros en Rusia, en donde proclama que el proletariado en los regímenes estalinistas es menos permeable a la ideología democrática que los obreros del Oeste?[2].
Fuera de la corriente bordiguista «ortodoxa» existe un montón de sectas a las que les gusta el plato de la «Izquierda italiana» pero condimentado con una pizca de modernismo, o de anarquismo, pero sobre todo, de academicismo. Así, durante todos los meses en que se desarrollaron esos acontecimientos que son la historia actual, nada perturbó la tranquilidad de grupos como Communisme ou Civilisation o Mouvement Communiste («por el Partido Comunista mundial», eso sí), que prosiguen sus investigaciones sobre la crítica de la economía política, convencidos de estar siguiendo los pasos de Marx cuando se retira del «partido formal» para concentrarse en Das Kapital. ¡Como si Marx se hubiera podido quedar callado ante acontecimientos históricos de tal dimensión! Pero hoy, hasta los elementos más activistas de esa corriente, como el Grupo Comunista Internacionalista, parecen haberse encerrado al calor de sus bibliotecas, pues fuera hace frío y viento...
¿Y qué es de los consejistas? No hay mucho que decir. En Gran Bretaña, silencio por parte de Wildcat y de Subversion. Un grupo de Londres, The Red Menace (La amenaza roja) pidió disculpas por no haber publicado nada sobre Europa del Este en el número de Enero de su boletín. Sus energías estaban ocupadas en la denuncia mucho más apremiante... del Islam, pues es ése el contenido principal de una hoja que publicaron recientemente. Sin embargo, como esa hoja también pone en el mismo nivel bolchevismo y estalinismo, la revolución de Octubre y la contrarrevolución burguesa, sirve también para recordar de qué manera el consejismo hace eco a las campañas de la burguesía que también se dedican a demostrar que existe una continuidad entre la revolución de 1917 y los campos de concentración estalinistas.
Con respecto a los neo-consejistas de la Fracción Externa de la CCI, podemos decir poco por el momento, puesto que su última publicación es del verano pasado y que no les ha parecido necesario hacer publicación especial alguna sobre la situación. Pero lo menos que se puede decir es que su último número (Perspective lnternationaliste nº 14) no inspira mucha confianza. Para la FECCI, la instalación del gobierno Solidarnosc en Polonia no implicó ninguna pérdida de control por parte de los estalinistas al contrario, reveló su capacidad de utilizar la carta democrática para engañar a los obreros. Aquí también, difícilmente se puede esperar una clara posición de clase con respecto al baño de sangre en Rumania, puesto que vieron detrás de las matanzas en China no una lucha salvaje entre fracciones burguesas sino una huelga de masas embrionaria, y denuncian a la CCI por no haberla visto. Y, si se pueden tomar en cuenta afirmaciones hechas en reuniones públicas en Bélgica, la FECCI sigue guiándose por el ya viejo principio del medio: decir lo contrario de lo que dice la CCI. Ponen mucho hincapié en negar que el bloque del Este se ha derrumbado; un bloque imperialista sólo se puede derrumbar por derrota militar o por la lucha de clase, porque así sucedió en el pasado. Para un grupo que pretende ser el castigador de todas las versiones osificadas y dogmáticas del marxismo, esto aparece como una tentativa patética de aferrarse a esquemas probados y comprobados. Pero no diremos más mientras no hayamos visto sus posiciones por escrito.
El nuevo período
y la responsabilidad de los revolucionarios
Aunque se trate de una situación en evolución, tenemos ya suficientes elementos como para concluir que los acontecimientos del Este han puesto violentamente en evidencia las debilidades del medio proletario existente. Fuera de la CCI que, a pesar de atrasos y errores, fue capaz de asumir sus responsabilidades ante estos sucesos, y aparte de algunos rasgos de clarividencia mostrados por los grupos políticos más serios, hemos visto diversos grados de confusión, o una incapacidad total para decir algo. Para nosotros eso no provoca ningún sentimiento victorioso de «superioridad», sino que pone en evidencia la enorme responsabilidad que pesa en la CCI. Al haber entrado en un período de reflujo de la conciencia de la clase, las dificultades del medio no se van a atenuar. Al contrario, pero eso no es un argumento para caer en la pasividad o el pesimismo. Por un lado, la aceleración de la historia va a incrementar a su vez el proceso de decantación que habíamos observado ya en el medio. La rueda implacable de la historia arrasará con los grupos efímeros y parasitarios que han demostrado su total incapacidad para responder al nuevo período, pero va a sacudir desde la raíz también a las corrientes más importantes si no son capaces de corregir sus errores y sus ambigüedades. Ese proceso será sin duda doloroso pero no negativo obligatoriamente, a condición de que los elementos más avanzados en el medio, y la CCI particularmente, sean capaces de despejar una orientación clara que pueda servir en un momento difícil de la historia.
Una vez más, un reflujo general de la conciencia de la clase, es decir, a nivel de la extensión de la conciencia en la clase, no significa «desaparición» de la conciencia de clase, el fin de su desarrollo en profundidad. Hemos visto ya, de hecho, que los acontecimientos del Este han sido un estímulo considerable para una minoría de personas que tratan de comprender lo que está pasando y que han vuelto a tomar contacto con la vanguardia política. Aunque habrá vacilaciones, el proceso subyacente continuará. Nuestra clase no ha sufrido derrota histórica y existen posibilidades reales de que vuelva a salir del repliegue actual para desafiar al capitalismo de manera más profunda que nunca.
Para la minoría revolucionaria, es indudablemente un momento durante el cual las tareas de clarificación política y de propaganda general tenderán a adquirir más importancia que la intervención de agitación. Pero eso no significa que los revolucionarios deban retirarse a sus estudios. Nuestra tarea es quedarnos con y en nuestra clase, aunque nuestra intervención se haga en condiciones más difíciles y vaya más que antes «contra la corriente». Más que nunca, las voces de los revolucionarios deben hacerse oír; es efectivamente una de las condiciones para que la clase supere sus dificultades actuales y vuelva al centro del escenario de la historia.
CDW, Febrero de 1990.
(*)Terminando ya esta revista, nos llegaron nuevas publicaciones: Workers' Voice, Battaglia Comunista, Suplemento a Perspective Internationaliste, cuya critica no podemos incluir en este articulo. Globalmente, WV mantiene el mismo análisis del periodo, denunciando más claramente los peligros para el proletariado. BC parece haber abandonado en parte sus delirios sobre la «Insurrección popular» en Rumania. PI anda con rodeos y minimiza el hundimiento del bloque y, sin decir nada sobre su gran descubrimiento «teórico» sobre «la transición de la dominación formal a la dominación real del capital» como explicación de la situación en la URSS, ve la situación bastante bien controlada por Gorbachov. La posición minoritaria del mismo PI admite más claramente el hundimiento del bloque ruso y sus orígenes en la crisis económica. La evolución de las posiciones demuestra que los acontecimientos empujan a la clarificación, pero el problema del marco general de análisis sigue planteado tal y como lo enfocamos en este articulo, escrito antes de recibir estas publicaciones.
[1] Ver nuestra critica de ese texto en la Revista Internacional nº 46, 3er trimestre de 1986.
[2] Ver articulo: «La responsabilidad de los revolucionarios» en Rivoluzíone Internazionale nº 62.