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El hundimiento del bloque del Este es el acontecimiento histórico más importante:
- después de los acuerdos de Yalta de 1945, que establecieron la división y el reparto del mundo entre dos bloques imperialistas antagónicos dominados por los USA y la URSS respectivamente.
- después de la reanudación de la lucha de clases a partir de 1968 que puso fin a los negros años de contrarrevolución reinantes desde finales de los años 20.
Un acontecimiento de tal importancia es una prueba, un test determinante, para las organizaciones revolucionarias y el medio proletario en su conjunto. No es simplemente un revelador de la claridad o de la confusión de las organizaciones políticas, tiene implicaciones muy concretas. De su capacidad para responder claramente depende no sólo su propio futuro político, también está en juego la capacidad de la clase obrera para orientarse en la tempestad de la historia.
La actividad de los revolucionarios no es gratuita, tiene consecuencias prácticas para la vida de la clase. La capacidad para desarrollar una intervención clara contribuye al reforzamiento de la conciencia en la clase, pero lo contrario también es cierto; la impotencia para intervenir, la confusión de las organizaciones proletarias, son trabas para la dinámica revolucionaria de la que la clase es portadora.
Frente al seísmo económico, político y social que está asolando a los países del Pacto de Varsovia desde el verano de 1989: ¿cómo ha reaccionado el medio político proletario y las organizaciones que lo componen?, ¿cómo se han comprendido tales acontecimientos?, ¿que intervención se ha desarrollado? Estas cuestiones no son ni secundarias ni pretextos para polémicas estériles, son problemas esenciales que influyen muy concretamente en las perspectivas del futuro.
El
retraso del medio político
ante la importancia de los acontecimientos[1]
El PCI-Battaglia Comunista comienza una toma de posición evolutiva durante el otoño de 1989, pero había que esperar hasta el nuevo año para que aparezcan las primeras tomas de posición de la CWO, del PCI-Programma Comunista, Le Prolétaire, y del FOR; a finales de Febrero 1990, aparecen dos textos de debate interno de la FECCI sobre la situación en los países del Este pero, habrá que esperar hasta Abril para ver aparecer su publicación: Perspective Internationaliste, nº 16, ¡fechada en invierno! Con la primavera, las pequeñas sectas encuentran un poco de vigor y publican finalmente sus tomas de posición. Communisme ou Civilisation, Union Prolétarienne, el GCI, Mouvement communiste pour la formation du Parti Mondial, salen de su letargo. En los largos meses transcurridos hasta finales de 1989, aparte de las tomas de posición de la CCI, los proletarios deseosos de clarificarse y de conocer el punto de vista de los grupos revolucionarios no han tenido nada que echarse a la boca más que un escaso número de BC y de Le Prolétaire. Cuando la CCI publica en la Revista Internacional nº 61, una polémica escrita a finales de Febrero[2], no puede tratar más que de las posiciones de tres organizaciones: el BIPR que reagrupa a CWO y BC, el PCI-Le Prolétaire y el FOR, y, ya habían transcurrido seis meses después de los primeros acontecimientos significativos.
Ciertamente, el hundimiento de un bloque imperialista bajo los golpes de la crisis económica mundial no tiene precedentes en la historia del capitalismo, la situación es históricamente nueva, y por tanto difícil de analizar. Sin embargo, independientemente del contenido mismo de las posiciones desarrolladas, este retraso traduce ante todo una increíble subestimación de la importancia de los acontecimientos y del papel de los revolucionarios. La pasividad de las organizaciones políticas que rodean a la CCI frente a la implosión del bloque del Este y a los interrogantes que necesariamente esto plantea en el seno de la clase obrera dice mucho del estado de decrepitud política en el que se están hundiendo.
No es ciertamente por casualidad si las organizaciones que más rápidamente han reaccionado han sido las que están ligadas por su historia a las tradiciones comunistas de las Izquierdas, y particularmente a las de la Izquierda Italiana, las que, a lo largo del tiempo, han demostrado ya una relativa solidez. Estas constituyen los polos políticos e históricos del medio proletario. Las pequeñas sectas que pululan alrededor, producto la mayoría de múltiples escisiones, no expresan puntos de vista originales o nuevos que puedan justificar su existencia separada. Para distinguirse no pueden más que ir de «descubrimiento» en «descubrimiento», hundiéndose en la confusión y en la nada, o imitando de forma estéril y caricaturesca las posiciones clásicamente en debate en el seno del medio revolucionario.
En este artículo de polémica, vamos a privilegiar ante todo al BIPR que, aparte de la CCI, es el principal polo de reagrupamiento, y a los grupos bordiguistas, que si bien como corriente se ha hundido como polo de reagrupamiento, son un polo político importante de debates en el seno del medio revolucionario. Intentaremos no obviar las tomas de posición de los grupos «parásitos», tales como la FECCI, Communisme ou Civilisation, e incluso las del GCI aunque nos preguntemos razonablemente si este último tiene aún la punta del dedo del pie en el campo proletario. La lista, evidentemente no es exhaustiva. Estos últimos grupos traducen, generalmente de forma exagerada, las debilidades que se expresan en el seno del medio proletario y son el indicador de la lógica a la que conducen las confusiones que arrastran los grupos más serios.
Frente a las conmociones sucedidas en los países del Este, en su conjunto, todas las organizaciones revolucionarias, han sabido expresar claramente a nivel teórico general dos posiciones de base que, a menudo a falta de un análisis de la situación, han servido como primera toma de posición:
- la afirmación de la naturaleza capitalista de la URSS y sus países satélites;
- la denuncia del peligro que constituyen para la clase obrera las ilusiones democráticas.
La claridad sobre estos dos principios de base que fundan la existencia y la unidad del medio político proletario es lo mínimo que podíamos esperar de parte de organizaciones revolucionarias. Pero, a parte de esto, la confusión absoluta es lo dominante en cuanto al análisis de los acontecimientos. El retraso en las tomas de posición de la mayor parte de los grupos del campo revolucionario no es un simple retraso práctico, una incapacidad para cambiar el ritmo confortable de la fecha de aparición de las publicaciones para hacer frente a acontecimientos históricos que lo requieren, es un retraso para reconocer la evidencia de la realidad, para simplemente constatar los hechos y en primer lugar el hundimiento y la explosión del bloque del Este.
En Octubre de 1989, BC ve «el imperio oriental aún sólidamente bajo la bota rusa», en Diciembre del 89, escribe: «La URSS debe abrirse a las tecnologías occidentales y el Comecon debe hacer lo mismo, no -como piensan algunos- en un proceso de desintegración del bloque del Este y desengache total de la URSS de los países de Europa, sino para facilitar, revitalizando las economías del Comecon, el relanzamiento de la economía sovietica». Es únicamente en Enero de 1990, cuando aparece una primera toma de posición del BIPR en Worker's Voice, la publicación de CWO: estos «acontecimientos de una importancia histórica mundial» significan «el principio de un hundimiento del orden mundial creado a finales de la 2a Guerra mundial» y abren un período de «nueva formación de bloques imperialistas».
Los dos principales grupos de la diáspora bordiguista mostraron más rapidez y reflejos que el BIPR. En su número de Septiembre de 1989, Programma Comunista anuncia la desagregación del Pacto de Varsovia y la posibilidad de nuevas alianzas, del mismo modo así lo afirmó Il Partito Comunista.
Sin embargo estas tomas de posición planteadas como hipótesis no están desprovistas de ambigüedades. Así, en Francia, Le Prolétaire escribe aún que «la URSS puede estar debilitada, pero cuenta aún con mantener el orden en su zona de influencia».
En Enero, el FOR anuncia tímidamente sin más desarrollos, que «podemos considerar que el bloque estalinista está vencido».
La FECCI, en la primavera del 90, nos ofrece dos posiciones. La mayoritaria, posición oficial de esta organización, no ve en los acontecimientos del Este más que «una tentativa del equipo de Gorbachov de reunir progresivamente todas las condiciones que permitan al Estado ruso lanzar una real contraofensiva contra el Oeste». La minoría, más lúcida, señala que la situación escapa al control de la dirección soviética y que las reformas no hacen más que agravar la debacle del bloque ruso.
Para Communisme ou Civilisation, que publica sobre este tema un artículo en el nº 5 de la Revista Internacional del Movimiento Comunista, «la importancia de los acontecimientos en curso se debe en primer lugar a su situación geográfica» (!). Y después de un largo rollo académico en el que una multitud de hipótesis de todo tipo se plantean, ninguna toma de posición clara se desprende: de hecho, en Europa del Este, asistiríamos a una simple crisis de reestructuración.
En cuanto al GCI y a su avatar, el Mouvement communiste pour la formatión du Parti Comuniste Mondial, cuando recibimos sus publicaciones en primavera, vemos que el hundimiento del bloque del Este ni se plantea; se trataría para ellos de simples maniobras de reestructuración para hacer frente a la crisis y sobre todo a la lucha de clases.
Como se ve, las organizaciones del medio proletario se han tomado su tiempo para medir el significado de los sucesos, y en muchos casos subsiste la ambigüedad y dejan la puerta abierta a la ilusión de que Rusia pueda retomar el control de su ex-bloque. Seis meses después del inicio de los acontecimientos, el BIPR no ve más que el «comienzo» de un proceso en el que la URSS ya habría perdido, fundamentalmente, todo el control sobre su zona de influencia del Este de Europa. En cuanto a las sectas parásitas, no han visto nada, por así decirlo. Solidarnosc ha ganado las elecciones en Polonia durante el verano; en otoño, cae el muro de Berlín, los partidos estalinistas han sido expulsados del poder en Checoslovaquia y Hungría, Ceaucescu ha sido derrocado en Rumania mientras que, en la mismísima Rusia la agitación del Cáucaso y de los países bálticos muestran la pérdida de control del poder central y la dinámica de estallido que implica el «despertar de las nacionalidades», pero, frente a todo esto, el Medio Político Revolucionario ha estado aletargado. Todo esto manifiesta una increíble ceguera frente a la simple realidad de los hechos.
Mientras que los plumíferos de la prensa burguesa no dejan de constatar un hecho: el hundimiento del bloque ruso, nuestros doctores en teoría marxista henchidos de un conservadurismo cobarde se niegan a admitirlo. La falta de reflejo político que se ha evidenciado en el medio proletario estos últimos meses es la manifestación de las profundas debilidades que lo marcan. Incapaz de intervenir con determinación en las luchas de la clase en estos últimos años, una gran parte del medio proletario se ha mostrado incapaz de hacer frente a la brutal aceleración de la historia de estos últimos meses. Encerrado en un gélido repliegue a lo largo de los años 80 se ha quedado sordo, ciego y mudo. Tal situación no puede eternizarse. Aunque continúen reclamándose de la clase obrera, estas organizaciones que son incapaces de asumir su papel no tienen ninguna utilidad para ella y se convierten en obstáculos. Pierden su razón de ser.
Cuando vemos con qué dificultad las organizaciones del medio político han abierto los ojos a la realidad y como aumentaba su ceguera a medida que transcurrían los meses y el bloque ruso se hundía, podemos tener una idea de la confusión de los análisis que han sido desarrollados y de la desorientación política reinante. No se trata aquí de retomar en detalle todos los aspectos y cambios teóricos que los grupos políticos revolucionarios han podido elaborar, varios números de nuestra Revista Internacional no serían suficientes. Nos centraremos, ante todo, en situar las implicaciones de las tomas de posición del medio sobre dos aspectos: la crisis económica y la lucha de clases. Veremos a continuación cuáles han sido las implicaciones de todo ello, sobre la vida misma del medio proletario.
La
crisis económica, elemento básico
en el hundimiento del bloque del Este:
una subestimación general
Todas las organizaciones del medio proletario ven la crisis económica en la base de las convulsiones que sacuden a la Europa del Este, con la excepción del FOR, que no hace ninguna referencia a ella, aplicando una vez más su posición surrealista según la cual no existe crisis económica del capitalismo actual. Sin embargo, más allá de esta posición de principio, la apreciación misma de la profundidad de la crisis y de su naturaleza determinan la comprensión de los acontecimientos actuales, y esta apreciación varía de un grupo a otro.
En Octubre BC escribe: «En los países con capitalismo avanzado de Occidente, la crisis se manifestó, sobre todo en los años 70. Más recientemente, la misma crisis del proceso de acumulación del capital ha estallado en los países "comunistas" menos avanzados». Es decir que BC no ve la crisis abierta del capital en los países del Este antes de los años 80. ¿Acaso en el periodo anterior no había «crisis del proceso de acumulación del capital» en Europa del Este? ¿Estaba el capitalismo ruso en plena expansión como predicaba la propaganda estalinista? De hecho, BC subestima profundamente la crisis crónica y congénita que existe desde hace décadas. En este mismo artículo, continua BC: «El hundimiento de los mercados de la periferia del capitalismo, por ejemplo América Latina, ha creado nuevos problemas de insolvencia a la remuneración del capital (...) las nuevas oportunidades que se abren en el Este de Europa pueden representar una válvula de escape respecto a esta necesidad de inversiones (...) de concretarse un largo proceso de colaboración Este-Oeste, supondría un balón de oxigeno para el capitalismo internacional». Como vemos, no es únicamente la crisis en el Este lo que BC subestima, también la crisis en Occidente. ¿Donde encontrará Occidente los nuevos créditos necesarios para la reconstrucción de las economías devastadas de los países del Este? Simplemente para mantener a flote la economía de Alemania del Este, la RFA se prepara a invertir varios miles de millones de marcos sin estar segura del resultado y, para procurárselos deberá convertirse, de principal prestamista que era a nivel mundial tras Japón, en un fuerte acreedor, acelerando aún más la crisis del crédito de Occidente. Podemos imaginar las sumas colosales que harían falta para sacar al conjunto del ex-bloque del Este de la catástrofe económica en la que se vienen hundiendo desde su nacimiento: la economía mundial no dispone de los medios para tal política, no es posible un nuevo Plan Marshall
¿En qué son más solventes las economías del Este de Europa que las de América Latina, cuando ya Polonia o Hungría son incapaces de devolver las deudas contraídas desde hace años? De hecho, BC no ve que el hundimiento del bloque del Este, una década después del hundimiento económico de los países del «Tercer Mundo», marca un nuevo paso en la crisis mortal de la economía capitalista. El análisis del BIPR va al revés de la realidad. Donde hay un hundimiento dramático en la crisis, BC ve una perspectiva para el capitalismo de encontrar un nuevo «balón de oxigeno», un medio de frenar la degradación económica (!). Es lógico que con tal visión, BC sobreestime la capacidad de maniobra de la burguesía rusa y pueda admitir una posible reestructuración de la economía del bloque del Este, bajo la batuta de Gorbachov y el apoyo de Occidente.
EL PCI-Programme Communiste reconoce la crisis económica como origen del hundimiento del Pacto de Varsovia. Sin embargo, en una polémica con la CCI publicada en Le Prolétaire en Abril de 1989 revela su subestimación profunda y tradicional de la gravedad de la crisis económica: «La extra-lúcida CCI desarrolla un análisis pasmoso según el cual los sucesos actuales serían, nada menos que el hundimiento del capitalismo en el Este. Más allá, para dar buena medida, el número de marzo de RI nos dice que toda la economía mundial se hunde». Es evidente, que la CCI no pretende, como querría hacer creer el PCI, que en Europa del Este las relaciones de producción capitalistas habrían desaparecido, con esta mala polémica, el PCI evidencia su propia subestimación de la crisis económica y niega de un plumazo la realidad de la catástrofe que hunde al mundo y sume a la mayoría de la población mundial en una crisis económica sin fondo. El PCI Programme Communiste ¿cree verdaderamente que aún estamos en las crisis cíclicas del siglo XIX o reconoce que la presente crisis económica, que ha tardado años en ver, es una crisis mortal que sólo se puede traducir en una catástrofe mundial más amplia, con zonas enteras de la economía capitalista hundidas efectivamente? El PCI que otras veces nos acusó de indiferencia, es profundamente miope ante la crisis económica, apenas la ve y no la comprende.
Las pequeñas sectas académicas son a menudo especialistas en los engorrosos análisis económicos e innovaciones teóricas pseudo marxistas. Tras largarnos un inacabable e insípido palazo Communisme ou Civilisation sigue ciego ante la evidencia de la crisis económica abierta: siempre está a la espera de «la explosión de una nueva crisis cíclica del MPC (se supone que se trata del modo de producción capitalista) en los años 90 a escala mundial». Para éste, las convulsiones actuales de Europa del Este son expresión de que «el paso completo de la sociedad soviética al estadio de capitalismo más desarrollado no puede hacerse sin una crisis profunda, como es el caso». Dicho de otra forma, la crisis actual sería una simple crisis de reestructuración, de crecimiento de un capitalismo en pleno desarrollo.
La FECCI, que desde hace años glosa una «nueva» teoría de desarrollo del capitalismo de Estado como producto del paso del capital de la dominación formal a la dominación real, de golpe ha puesto en sordina estas elucubraciones de sus cabezas pensantes. Este punto, hasta hace poco fundamental como para justificar una inflamada diatriba de la FECCI contra la CCI, acusándola de «esterilidad teórica», de «dogmatismo», de golpe pierde actualidad frente a la crisis en los países del Este. ¡Quien pueda que lo entienda! [3].
La subestimación de la profundidad de la crisis y las incomprensiones sobre su naturaleza son una constante en las organizaciones proletarias. De ellas resultan las serias incomprensiones que hoy están apareciendo sobre la naturaleza de los acontecimientos. La presión insistente de los hechos hace que algunos grupos se resignen a la evidencia del hundimiento del boque imperialista de Este bajo el peso de la crisis económica. Pero el significado profundo de este acontecimiento, la situación que lo ha hecho posible, la dinámica que lo ha determinado, escapa totalmente a su entendimiento. Al haber un bloqueo de la situación histórica, al no permitir la relación de fuerzas entre las clases que ni la burguesía vaya hacia la guerra imperialista generalizada ni que el proletariado imponga a corto plazo la solución de la revolución proletaria, la sociedad capitalista entra en una fase de pudrimiento sobre sus propios cimientos, de descomposición. Entonces los efectos de la crisis económica toman una dimensión cualitativamente nueva. El hundimiento del bloque ruso es la manifestación clamorosa de la realidad del desarrollo de este proceso de descomposición que se manifiesta en grados y formas distintas en el conjunto del planeta [4].
La miopía política de estos grupos les hace muy difícil discernir la evidencia de las convulsiones políticas en el Este; es más, los hace incapaces de comprender su razón y situar su dimensión. Los extravíos sobre la crisis económica y sus implicaciones, que han contribuido a paralizar al medio frente a los recientes acontecimientos, anuncian incomprensiones mucho mayores respecto a las importantes convulsiones que vendrán.
Unas organizaciones
revolucionarias
incapaces de identificar la situación de la lucha de clases
Ante las luchas obreras que se desarrollaron en el corazón de los países capitalistas más avanzados desde 1983, aparte de la CCI, el medio político hacía remilgos. Entonces acusaban a la CCI de sobreestimar la lucha de clases. En su número de Abril, BC aún acusa a la CCI de fiarse «más de sus deseos que de la realidad» porque, según ella, estos movimientos «no han producido más que luchas reivindicativas que jamás han sido capaces de generalizarse». Es cierto que para BC las luchas reivindicativas carecen de gran significación porque, para ella, estamos aún en un período de contrarrevolución, siguiendo en esto la posición de todos los grupos bordiguistas surgidos de las diversas escisiones del PCI desde sus orígenes, al final de la guerra.
BC es incapaz de reconocer la lucha de clases cuando la tiene ante sus narices y, en consecuencia, más incapaz aún de intervenir concretamente. En cambio, se esfuerza en imaginarla donde no está. En los acontecimientos de Diciembre del 89 en Rumania, BC ve una «autentica insurrección popular» y precisa: «Todas las condiciones objetivas y casi todas las condiciones subjetivas estaban reunidas para que la insurrección pudiera transformarse en una autentica revolución social, pero la ausencia de una fuerza política auténticamente de clase ha dejado el campo libre justamente a las fuerzas que estaban por el mantenimiento de las relaciones de producción de clase».
Esta posición que ya criticamos en una polémica publicada en la Revista Internacional nº 61, ha provocado una respuesta en la que BC persiste en su número de Abril, pero precisa al mismo tiempo: «Nosotros no pensábamos que pudieran surgir dudas sobre que la insurrección la comprendamos como consecuencia de la crisis y que la calificamos como popular y no como socialista o proletaria».
Desde luego, BC o no entiende nada o no quiere comprender el debate. El simple uso del término «insurrección» en tal contexto solo puede sembrar confusión, y añadirle «popular» aún más. Bajo el modo de producción capitalista, el proletariado es la única clase capaz de emprender una insurrección, es decir, la destrucción del Estado burgués. Para ello, la primera condición es la existencia del proletariado como clase que combate y se organiza en su terreno. Evidentemente este no es el caso en Rumania. Los obreros atomizados se han visto diluidos en la marea de descontento de todas las capas populares, utilizados por una fracción del aparato estatal para derrocar a Ceaucescu. La puesta en escena de la «revolución» rumana, por los media, ha sido un vulgar golpe de estado. Y en esta situación en que los obreros se han diluido en un movimiento «popular», es decir que el proletariado como clase ha estado ausente, BC ve «casi todas las condiciones subjetivas para que la insurrección pueda transformarse en revolución social» (!). En esta situación de extrema debilidad de la clase BC aprecia, por el contrario, una fuerza grandiosa.
Las páginas de denuncia del veneno democrático que hace BC se convierten en letra muerta porque es incapaz de ver sus devastadores efectos como elemento concreto de dilución de la conciencia de clase, y cree ver el descontento obrero en lo que no es más que el triunfo de la mistificación democrática.
En esta vía, por la que BC comienza a deslizarse, la FECCI está comprometida a fondo. Al igual que el BIPR mantenía hace un año la visión de que en China la cólera obrera estaba lista para manifestarse, hoy afirman que «Las actuales ilusiones, la entrada del proletariado rumano en la macabra danza de la lucha por la democracia, no deben eclipsar el potencial de combatividad por reivindicaciones de clase del que es portador el proletariado rumano». La FECCI se consuela como puede, y manifiesta así sus propias ilusiones en cuanto a las potencialidades obreras que subsistirían a nivel inmediato a pesar de tal desenfreno democrático.
FOR, en un artículo titulado: «Una insurrección no una revolución» ve en Rumania «la presencia de obreros armados», y precisa que «los proletarios han abandonado rápidamente la dirección en manos de "especialistas" de la confiscación del poder». Para FOR, el proletariado ha contribuido ampliamente a los cambios en el Este. Evidentemente FOR, que no ve para nada la crisis económica debe buscar más allá la explicación.
La puerta que BC abre a la confusión se apresuran a franquearla Le Mouvement Communiste y el GCI. El primero titula su largo folleto Rumania: entre la reestructuración del Estado y los impulsos insurreccionales proletarios, dedicado enteramente a Rumania y sin mención alguna a la situación global del bloque del Este; el segundo publica un Llama-miento a la solidaridad con la revolución rumana. Sin comentarios.
Hay que señalar, y poner en el haber del PCI Programme Communiste, el no haber caído en la trampa rumana señalando claramente que en los países del Este, «la clase obrera no se ha manifestado como clase, por sus propios intereses» y que en Rumanía, «los combates se han desarrollado entre fracciones del aparato de Estado, y no contra este aparato». Del mismo modo, el PCI-Il Partito Comunista de Florencia plantea claramente que la lucha de clases en los países del Este ha estado, por el momento, sumergida en la orgía populista, nacionalista y democrática, y que «el movimiento rumano ha sido todo menos una revolución proletaria». Sin embargo estos defensores del bordiguismo, si bien son aún capaces de identificar y denunciar la mentira democrática, lo que demuestra que aún no han dilapidado totalmente la herencia política de la Izquierda Italiana, como lo prueban sus tomas de posición sobre la situación en Europa del Este, son incapaces de reconocer la lucha de clases cuando realmente se desarrolla en el corazón de los países industrializados. Como BC, los grupos surgidos del bordiguismo analizan el período actual como el período de la contrarrevolución.
El cuadro es elocuente. Una de las características más importantes de estas organizaciones políticas es su incapacidad para reconocer la lucha de clases, identificarla. No la ven donde se desarrolla y se la imaginan donde no está. Esta profunda desorientación incapacita, evidentemente, a todos estos grupos para desarrollar una intervención clara en el seno de la clase. Mientras que la clase dominante saca provecho del hundimiento del bloque del Este para lanzar una ofensiva ideológica masiva para la defensa de la democracia, ofensiva ante la que sucumbe el proletariado de Europa del Este, numerosos grupos ven en esta situación el desarrollo de potencialidades obreras. Tal inversión de la realidad traduce una grave incomprensión no sólo de la situación mundial, sino también de la naturaleza misma de la lucha obrera. Todos estos grupos después de haberse callado la boca a lo largo de los años 80 ante las luchas en los países desarrollados (que a pesar de todas sus dificultades y las trampas a las que fueron sometidas, estuvieron firmemente ancladas en un terreno de clase), hoy día prefieren buscar la prueba de la combatividad del proletariado en las expresiones de descontento general, en las que el proletariado como clase está ausente y es arrastrado tras la bandera de la «democracia» por objetivos que no son suyos, como en China o Rumania.
En tales condiciones, es muy difícil pedir a estas organizaciones del medio proletario, las cuales en su mayor parte no han visto nada del desarrollo de la lucha de clases en estos últimos años y siempre las han subestimado, que comprendan ahora algo de los efectos del hundimiento del bloque ruso y la intensa campaña democrática actual. Esta desorientación del medio frente grandes cambios históricos significa retroceso de la conciencia de clase [5].
¿Pero cómo comprender un retroceso cuando no se ha visto el avance? ¿Cómo comprender el desarrollo con altibajos de la lucha de clases cuando se dice que estamos en el período de contrarrevolución?
La
debilidad política del medio se concreta
en un creciente sectarismo
En el número anterior de la Revista Internacional, señalábamos: «considerando que el BIPR es el segundo polo principal del medio político proletario internacional, el desconcierto de BC ante "la tormenta del Este" es una triste indicación de la debilidad más general del Medio». Desgraciadamente el desarrollo de las tomas de posición de estos últimos meses, ha confirmado algo que no nos sorprende. Desde hace años, la CCI pone en guardia a través de sus polémicas a los grupos del Medio contra las peligrosas confusiones que lo atraviesan, pero como estos grupos siguen ciegos ante la lucha de clases, ante el hundimiento del bloque del Este, ante el retroceso actual, siguen igualmente sordos ante nuestros llamamientos como ante las evidencias de los hechos que suceden ante sus, ojos [6]. En consecuencia han estado mudos en cuanto a la intervención, hundiéndose más y más en una impotencia inquietante, muy evidente estos últimos meses. Estas organizaciones no sólo han fallado en sus análisis, ante los cientos de elementos avanzados de la clase que están a la busca de un marco coherente para comprender la situación actual; no han sido un factor de clarificación. Su actitud tradicionalmente sectaria se ha ido degradando a medida que avanzaba su confusión.
Incluso BC que nos tenía habituados a cosas mejores lo ilustra tristemente. La intervención de un camarada de la CCI en una Reunión Pública de BC, en la que aquél puso de manifiesto el error monumental del BIPR frente a los acontecimientos en Rumania, afirmando que se trataba simplemente de un vulgar «golpe de Estado», fue el pretexto para que se enfadaran los camaradas de BC y amenazaran con prohibir en el futuro la venta de nuestras publicaciones en sus Reuniones Públicas. El hecho de que hiciéramos referencia a esta escalada del sectarismo en el nº 151 de Revolution Internationale (publicación en Francia de la CCI), provocó la ira de BC que dirigió una «circular» incendiaria «a todos los grupos y contactos a escala internacional para denunciar las mentiras de la CCI» y «la naturaleza de bandolero que desde ahora objetivamente tiene la actividad de la CCI», para concluir: «Mientras que nosotros advertimos a la CCI para que cese esta campaña difamatoria basada sobre la mentira y la calumnia, a fin de evitar reacciones más graves invitamos a todos los que estén al corriente de los hechos a extraer las conclusiones políticas necesarias en la evaluación de esta organización». Tal reacción desproporcionada, ya que el pretexto oficial es una intervención de uno de nuestros militantes en una discusión en una Reunión de BC, traduce la creciente turbación de este grupo frente a nuestras críticas.
El sectarismo que pesa enormemente en el medio político es expresión de su incapacidad para discutir, para confrontar los análisis y las posiciones. La reacción de BC está en continuidad con su actitud sectaria oportunista cuando puso fin a las Conferencias de Grupos de la Izquierda Comunista en 1980. El sectarismo ha hecho siempre buenas migas con el oportunismo. Al mismo tiempo que BC envía esta ridícula Circular a todo el Medio, el BIPR donde BC es el grupo principal, firma un llamamiento común sobre la situación en los países del Este con dos pequeños grupos como el Gruppe Internationalistische Komunismen (Austria) y Comunismo (México) cuyo contenido traduce más concesiones oportunistas que búsqueda de claridad. BC está por el reagrupamiento de los revolucionarios, pero... sin la CCI. Esta actitud de ridícula competencia lleva derecho al peor de los oportunismos y aumenta la confusión de los debates en el Medio.
El ostracismo con que tratan a la CCI los antiguos grupos del medio político y las múltiples sectas que los parasitan, no es como hemos visto, contradictorio con el oportunismo más burdo sobre la cuestión del reagrupamiento de las fuerzas revolucionarias. La FECCI ha sido estos últimos años una perfecta ilustración de este hecho: al mismo tiempo que cubría de sandeces a la CCI, se lanzaba a una dinámica de pseudo conferencias con grupos tan heterogéneos como Communisme ou Civilisation, Union Prolétarienne, Jalon, A Contre Courant, individuos aislados. Las sectas se apañan sus Conferencias, podemos imaginar lo que pueden dar de sí, poca cosa, a lo más nuevas sectas. Hoy, la FECCI está iniciando un nuevo escarceo con el Communist Bulletin Group, grupo que nació gracias a un acto real de bandalismo hacia la CCI y no como el que fantasiosamente BC nos atribuye. La FECCI ridiculiza la idea misma de reagrupamiento pero, desgraciadamente esta organización se ha destacado también por las tonterías malintencionadas, la mala fe y una ceguera odiosa en sus polémicas, desvirtuando todo lo que es la actividad revolucionaria.
Los acontecimientos en los países del Este han agravado el desconcierto y la irresponsabilidad de la FECCI. La FECCI, oscurecida su visión por la acritud, ha visto en nuestras tomas de posición sobre el hundimiento del bloque ruso una negación del «imperialismo» y «un abandono del marco marxista de la decadencia». La FECCI alimenta un falso debate y lo usa como pretexto para justificar su existencia. ¿Cuánto tiempo le hará falta para reconocer simplemente la realidad de hundimiento del bloque del Este?, ¿Podrá la FECCI entonces reconocer la validez de las posiciones de la CCI?, ¿Sacará las conclusiones precisas respecto a su actitud actual?
Las organizaciones bordiguistas no reconocen la existencia de un medio político, y para cada una de ellas, no hay más que un Partido, ellas mismas. El sectarismo está aquí teorizado y justificado. Sin embargo, el PCI-Programme Communiste, parece que puede sacar las lecciones de su pasada crisis y empieza a publicar polémicas con otros grupos del medio político. Así, la CCI ha tenido derecho a una respuesta polémica en Le Prolétaire, su publicación en Francia. ¿Ante qué reacciona el PCI? Ante el hecho de que nosotros hayamos saludado su correcta toma de posición (!). Y precisa: «lo que nos importa en esta nota es rebatir, lo más claramente posible, la idea de que nuestra posición seria análoga a la de la CCI». Se pueden tranquilizar. El hecho de que reconozcamos la relativa claridad de su toma de posición frente a los países del Este no nos hace olvidar lo que nos separa de ella, pero ¿a tal grado llega la gangrena sectaria del PCI que no puede soportar el reconocimiento de un punto válido en sus posiciones? En ese caso, puede que recordarles la conclusión de nuestro anterior artículo a propósito del medio revolucionario en la Revista Internacional los tranquilice: «la respuesta relativamente sana de Le Prolétaire a los acontecimientos del Este prueba que existe todavía vida proletaria en ese organismo. Pero no creemos que eso represente realmente un nuevo renacimiento: lo que les permite defender una posición de clase respecto a estos acontecimientos es más la antipatía "clásica" que le tienen los bordiguistas a la democracia que un examen crítico de las bases oportunistas de su política».
Una de las constataciones más inquietantes que hay que extraer es la incapacidad para reconsiderar su cuadro de comprensión y enriquecerlo para alcanzar a comprender lo que cambia. De hecho la aceleración histórica ha puesto al desnudo el increíble conservadurismo que reina en el Medio. El sectarismo que se ha desarrollado con ocasión de las polémicas a propósito del «viento del Este» es el corolario de este conservadurismo. Incapaces de reconocer el actual proceso de descomposición social considerado como una manía de la CCI, estas organizaciones son totalmente incapaces de identificar las manifestaciones en la vida del medio político, en su propia vida, y por tanto de defenderse. La degradación de las relaciones entre las principales organizaciones a lo largo de estos últimos años es una expresión muy clara de ello.
En estas condiciones no cabe desarrollar en este artículo nada a propósito de la intervención que han desarrollado estos grupos respecto al terremoto que hace tambalear a Europa del Este. Ningún grupo, excepto la CCI, ha sabido romper la rutina para acelerar sus publicaciones o publicar suplementos. La desorientación política y la esclerosis sectaria de estas organizaciones les han impedido intervenir. En la actual situación de desorientación creada por el «viento del Este», acentuada por la ofensiva de la propaganda burguesa, la clase obrera sufre un retroceso en su conciencia, las luces aportadas por la mayoría de los grupos revolucionarios no le han sido de gran utilidad para salir de esta fase difícil.
El desarrollo del curso histórico impone un irresistible proceso de decantación al medio revolucionario. La clarificación que este proceso implica en la situación actual de degradación de relaciones entre los grupos revolucionarios, no logra hacerse por medio de una confrontación clara y voluntaria de posiciones. Y, sin embargo deberá hacerse, y en estas condiciones sólo puede tender a tomar la forma de una crisis cada vez más fuerte en las organizaciones que respondan a la aceleración de la historia con la confusión, planteándose así el problema de su supervivencia política. La clarificación que no llega a hacerse por el debate amenaza con imponerse por el vacío. Esto es lo que está en juego en el presente debate para las organizaciones políticas revolucionarias.
JJ, - 31.05.90
[1] En este artículo mencionaremos las organizaciones siguientes a menudo con sus siglas :
- Partito Comunista Internazionalista (PCInt) que publica Battaglia Comunista (BC), nombre con el que mencionaremos a menudo a esta organización, y Prometeo.
- Communist Workers' Organisation (CWO) y su publicación Workers' Voice.
- Buró Internacional por el Partido Revolucionario (BIPR), que publica Communist Review, agrupación de las dos organizaciones precedentes.
- Partido Comunista Internacional (PCI, que publica Programme Communiste y Le Prolétaire, en Francia.
- Ferment Ouvrier Révolutionnaire/Fomento Obrero Revolucionario (FOR) que publica Alarme/Alarma y L'arme de la critique.
- Fracción externa de la Corriente Comunista Internacional (FECCI), que publica Perspective Internationaliste.
- Groupe communiste internationaliste (GCI).
[2] Revista Internacional nº 61, «Las tormentas del este y la respuesta de los revolucionarios».
[3] Véase sobre ese tema: « "La dominación real" del capital y las confusiones reales del medio político», Revista Internacional, nº 60.
[4] Véase sobre el tema: «La descomposición del capitalismo», Revista Internacional nº 57, y otro artículo en este mismo número.
[5] Véase «Dificultades crecientes para el proletariado», en Revista Internacional nº 60.
[6] Véase «El medio político desde 1968» en Revista Internacional nos 53, 54 - 56.