Discusiones con el medio internacionalista - Informe de la Conferencia de Corea de Octubre de 2006

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Discusiones con el medio internacionalista

Informe de la Conferencia de Corea de Octubre de 2006

En Junio de 2006 la CCI recibió una invitación de la Socialist Political Alliance (SPA), un grupo de Corea del Sur, que se identifica a sí mismo en la tradición de la Izquierda comunista, para participar en una «Conferencia Internacional de marxistas revolucionarios» que iba a celebrarse en las ciudades de Seúl y Ulsa en el mes de octubre de ese mismo año. Llevábamos en contacto con SPA cerca de un año y a pesar de las inevitables dificultades del lenguaje, habíamos podido iniciar discusiones, en particular sobre las cuestiones de la decadencia del capitalismo y las perspectivas para el desarrollo de las organizaciones comunistas en el periodo actual.

El espíritu con el que se convocó esta Conferencia destaca con fuerza en la declaración introductoria de SPA: «Conocemos muy bien las distintas conferencias o reuniones de marxistas que se celebran regularmente en varios lugares del mundo. Pero también sabemos muy bien que estas conferencias se centran en discusiones abstractas sobre teoría académica y en la solidaridad ritual entre quienes pretenden estar a la “izquierda” del capitalismo. Más allá de esto, reconocemos profundamente la visión de que es necesaria una verdadera revolución proletaria contra la barbarie y la guerra en la fase de decadencia del capitalismo.

Aunque los trabajadores coreanos expresan sus dificultades en cuestiones básicas y las fuerzas políticas revolucionarias en Corea estén en la confusión sobre la perspectiva de la futura sociedad comunista, tenemos que llevar a cabo la solidaridad del proletariado mundial más allá de la fábrica, el territorio y la nación, reflexionando hasta el fondo sobre las terribles derrotas que ha causado en el pasado movimiento revolucionario el abandono de los principios del internacionalismo.»

Basta una mínima consideración de la historia de Extremo Oriente para revelar la inmensa importancia de esta iniciativa. Como dijimos en nuestro saludo a la conferencia:
“En 1927, la masacre de los obreros de Shangai fue el episodio final de una lucha revolucionaria que había sacudido el mundo durante diez años desde la revolución rusa de 1917. Los años siguientes, la clase obrera mundial y el resto de la humanidad sufrieron el horror de la más terrible contrarrevolución de la historia. En Oriente, La población trabajadora tuvo que sufrir las premisas de la IIª Guerra mundial, con la invasión japonesa de Manchuria, y después la guerra misma, que culminó con la destrucción de Hiroshima y Nagasaki; después la guerra civil en China, la guerra de Corea, la terrible hambruna en China durante el llamado “Gran salto adelante” de Mao Zedong; la guerra de Vietnam…

“Todos estos terribles acontecimientos, que conmocionaron al mundo, azotaron un proletariado que, en Oriente, era aún joven e inexperto y había tenido muy poco contacto con el desarrollo de la teoría comunista en Occidente. Hasta donde sabemos, ninguna expresión de la izquierda comunista pudo sobrevivir, o siquiera surgir, entre los trabajadores de Oriente.

“Consecuentemente, el hecho de que hoy una organización que explícitamente se identifica con la Izquierda Comunista convoque una conferencia de comunistas internacionalistas en Oriente, es un acontecimiento de importancia histórica para la clase obrera, que contiene la promesa, quizás por primera vez en la historia, de construir una verdadera unidad entre los trabajadores de Oriente y Occidente. No se trata de un hecho aislado; al contrario, es parte de un lento proceso de toma de conciencia a escala mundial del proletariado y sus minorías políticas”.

La delegación de la CCI asistió a la Conferencia con intención, no sólo de ayudar lo mejor que pudiéramos al surgimiento de una voz internacionalista, de Izquierda comunista, en Extremo Oriente, sino también para aprender: ¿Cuáles son las cuestiones más importantes para los trabajadores y los revolucionarios en Corea? ¿Cómo se plantean allí los problemas que afectan a todos los trabajadores? ¿Qué lecciones puede mostrar la experiencia de los obreros en Corea a los trabajadores de Extremo Oriente en particular y de todo el mundo en general? Y ¿Qué lecciones puede sacar el proletariado de Corea de la experiencia de sus hermanos de clase en el resto del mundo?

La Conferencia tenía inicialmente previsto discutir los siguientes temas: la decadencia del capitalismo, la situación de la clase obrera, y la estrategia que los revolucionarios tienen que adoptar en la situación actual. Sin embargo, en los días que precedieron la Conferencia, la importancia política a largo plazo de sus objetivos se vio ensombrecida por la brusca agudización de las tensiones imperialistas en la región causada por la explosión de la primera bomba nuclear de Corea del Norte y las maniobras que se desen­cadenaron a continuación por parte de las diferentes potencias presentes en la región (Estados Unidos, China, Japón, Rusia, Corea del Sur). En una reunión previa a la Conferencia, la delegación de la CCI y el grupo de Seúl del SPA, acordaron que era sumamente importante que los internacionalistas tomasen posición públicamente sobre esta situación, y decidieron presentar conjuntamente a la Conferencia una declaración internacionalista contra la amenaza de guerra. Como veremos, la discusión provocada por esta propuesta de declaración formó parte importante de los debates durante la Conferencia.

En este informe nos proponemos considerar algunos de los principales temas de los debates de la Conferencia, con la esperanza no sólo de dar una mayor expresión a la propia discusión, sino también de contribuir a la reflexión de los camaradas en Corea ofreciendo una perspectiva internacional de las cuestiones que hoy tienen que encarar.

 El contexto histórico

Antes de decir nada sobre la Conferencia, es preciso situar brevemente la situación en Corea en su contexto histórico. En los siglos que precedieron la expansión del capitalismo en Extremo Oriente, Corea sufrió tanto como se benefició a causa de su posición geográfica de pequeño país atrapado entre dos grandes potencias históricas: China y Japón. Por una parte sirvió de puente y de catalizador cultural para ambos países: no cabe duda, por ejemplo, de que el arte de la cerámica en China y especialmente en Japón, está en deuda en gran parte con los alfareros de Corea que desarrollaron la técnica actualmente perdida de un tipo de vidriado de la porcelana ([1]). Por otra parte, el país sufrió frecuentes y brutales invasiones de sus dos poderosos vecinos y la mayor parte de su historia reciente, la ideología dominante ha estado dictada por una casta de eruditos confucianos que trabajaban en chino y se resistieron al influjo de las nuevas ideas que acompañaron la llegada de las potencias europeas a la región. Durante el siglo xix, la cada vez más cruda rivalidad entre China, Japón y Rusia –que fue la potencia colonial más tardía que extendía hasta las fronteras de China y el Océano Pacífico– llevó a una intensa puja por la influencia en Corea. Pero la influencia que buscaban estas potencias era esencialmente estratégica: desde el punto de vista de sacarle partido a las inversiones, las posibilidades que ofrecían China y Japón eran mucho mayores que las de Corea, sobre todo si se tiene en cuenta la inestabilidad causada por las luchas (que resultaban ruinosas para todos los bandos implicados) entre diferentes facciones de las clases gobernantes en Corea, que estaban divididas, tanto respecto a la consideración de los beneficios de la «modernización», como a sus esfuerzos por usar la influencia de los vecinos imperialistas de Corea para reforzar su propia posición en el poder. A principios del siglo xx se produjo una intensificación de las tentativas de Rusia de establecer una base naval en Corea, lo que a su vez Japón sólo podía ver como una amenaza mortal a su independencia: esta rivalidad llevaría al estallido de la guerra ruso-japonesa en 1905, durante la cual los japoneses aniquilaron la flota rusa. En 1910 los japoneses invadieron Corea y establecieron un régimen colonial que duraría hasta la derrota de Japón en 1945.

El desarrollo industrial previo a la invasión japonesa fue por tanto, extremadamente frágil, y la industrialización que siguió se orientó a las necesidades de la economía de guerra japonesa: en 1945 había dos millones de trabajadores industriales en Corea, ampliamente concentrados en el norte. El sur del país permaneció esencialmente rural y sufrió la pobreza más severa. Y como si la población obrera de Corea no hubiera sufrido bastante por la dominación colonial, la industrialización forzada, y la guerra ([2]), ahora se encontraba en la zona fronteriza del nuevo conflicto imperialista que iba a dominar el mundo hasta 1989: la división del planeta entre los dos grandes bloques imperialistas de EEUU y la URSS. La decisión de la URSS de apoyar la insurrección desencadenada por el «Partido coreano de los trabajadores» (estalinista), fue en efecto una tentativa de sondear las nuevas fronteras de la dominación imperial de EEUU, igual que hizo en Grecia después de 1945. El resultado fue también el mismo, aunque a escala mucho más destructiva: una despiadada guerra entre Corea del Norte y del Sur, en la que las autoridades coreanas de ambos bandos –por mucho que estuvieran combatiendo para defender sus propios intereses burgueses– no eran mas que peones de una lucha más vasta entre las potencias imperialistas por la dominación mundial. La guerra duró tres años (1950-53), durante los cuales toda la península fue devastada de un extremo a otro por los sucesivos avances y retiradas de los ejércitos contendientes, y terminó dividida permanentemente en dos países distintos: Corea del Norte y Corea del Sur. Estados Unidos ha mantenido hasta ahora una presencia militar en Corea del Sur, con cerca de 30  000 soldados emplazados en el país.

Incluso antes de que acabara la guerra, EEUU ya había llegado a la conclusión de que por sí sola, la ocupación militar no estabilizaría la región ([3]) y decidió realizar lo que equivalía a un Plan Marshall para el Sudeste asiático y Extremo Oriente,

«A sabiendas de que es la miseria económica y social lo que sirve de argumento a las fracciones nacionalistas prosoviéticas para llegar al poder en algunos países de Asia, Estados Unidos va a transformar esas zonas, situadas en las fronteras ­inmediatas de China (Taiwán, Hong Kong, Corea del Sur y Japón) en avanzadillas de la “prosperidad occidental”. La prioridad estadounidense será la de establecer un cordón sanitario contra el avance del bloque soviético en Asia» ([4]).

Esta política tuvo implicaciones importantes para Corea del Sur:

«Desprovista de materias primas y con la mayoría del aparato industrial situado en el Norte, ese país estaba desangrado al terminar la guerra: la caída de la producción llegó al 44  % y la del empleo al 59  %, los capitales, los medios de producción intermedios, las competencias técnicas y las capacidades de gestión eran casi inexistentes (…) Entre 1945 y 1978, Corea del Sur recibió unos 13 mil millones de dólares, o sea 600 por habitante, y Taiwán 5,6 mil millones, 425 per cápita. Entre 1953 y 1960, la ayuda extranjera contribuye en torno al 90  % en la formación de capital fijo de Corea del Sur. La ayuda proporcionada por EEUU alcanzó el 14  % del PNB en 1957 (…) Pero los Estados Unidos no se limitaron a suministrar ayuda y apoyo militar; de hecho se hicieron cargo en los diferentes países de toda la dirección del Estado y de la economía. En ausencia de verdaderas burguesías nacionales, el único cuerpo social que pudiera dirigir la modernización que quería EEUU, era el ejército. Se instauró así un capitalismo de Estado muy eficaz en cada uno de esos países. El crecimiento económico será impulsado por un sistema que vinculará estrechamente el sector público al privado, mediante una centralización casi militar, pero con la sanción del mercado. Contrariamente a la variante de Europa Oriental de capitalismo de Estado (el estalinismo) que engendrará auténticas caricaturas de aberración burocrática, aquellos países aliaron centralización y poder estatal con sanción de la ley del valor. Se instauraron múltiples políticas intervencionistas: formación de conglomerados industriales, votación de leyes de protección del mercado interno, control comercial en las fronteras, instauración de una planificación unas veces imperativa, otras incitativa, gestión estatal de atribución de créditos, orientación de capitales y recursos de los diferentes países hacia los sectores prometedores, otorgamiento de licencias exclusivas, monopolios de gestión, etc. En Corea del Sur, por ejemplo, fue gracias a los vínculos con los chaebols (equivalentes a los zaibatsus japoneses), grandes conglomerados industriales a menudo fundados por iniciativa o con la ayuda del Estado ([5]), cómo los poderes públicos surcoreanos orientaron el desarrollo económico».

La clase obrera de Corea del Sur se vio así ante una política de explotación feroz e industrialización forzada llevada a cabo por una inestable sucesión de regímenes militares medio democráticos medio autoritarios, que mantuvieron su poder a través de la supresión brutal de las revueltas y huelgas obreras, de las que merece la pena mencionar el alzamiento de Kwangju a principios de la década de 1980 ([6]). Después de los acontecimientos de Kwangju, la clase dirigente coreana intentó estabilizar la situación bajo la presidencia del general Chun Doo-hwan (anterior jefe de la CIA coreana) dando un barniz democrático a lo que seguía siendo esencialmente un régimen militar autoritario. El intento fracasó miserablemente: en el año 1986 se produjeron concentraciones masivas de protesta en Seúl, Inch’on, Kwangju, Taegu y Pusan, y en 1987 «estallaron más de 3300 conflictos industriales que implicaban reivindicaciones obreras de aumentos salariales, mejor trato y mejores condiciones de trabajo, que forzaron al gobierno a hacer concesiones para atender algunas de estas demandas» ([7]). La incapacidad del régimen corrupto del general Chun para imponer por la fuerza la paz social llevó a un cambio de dirección. El régimen de Chun adoptó el “programa de democratización” propuesto por el general Roh Tae-woo, líder del gubernamental Partido Democrático de la Justicia, que ganó las elecciones presidenciales de diciembre 1987. Las elecciones presidenciales de 1992 llevaron al poder a un conocido y perenne líder de la oposición democrática, Kim Yung Sam, y se completó la transición democrática en Corea. O como nos dijeron los camaradas del SPA, la burguesía coreana se las apañó al menos para erigir una convincente fachada democrática que ocultase la continuación en el poder de una alianza entre los militares, los chaebols y el aparato de seguridad.

Consecuencias del contexto histórico

Respecto a la experiencia reciente de sus minorías políticas, este contexto histórico tiene paralelismos en otros países de la periferia, en Asia y también en Latinoamérica ([8]); y ha tenido importantes consecuencias para la emergencia de un movimiento internacionalista en Corea.

Desde el punto de vista de lo que podríamos llamar “memoria colectiva” de la clase, hay claramente una diferencia importante entre la experiencia política y organizativa acumulada por la clase obrera en Europa, que ya en 1848 empezó a afirmarse como una fuerza social independiente (la fracción “fuerza física” del movimiento Cartista en Gran Bretaña), y la de la clase obrera en Corea. Si recordamos que durante las oleadas de la lucha de clases en Europa en la década de 1980 se produjo un lento desarrollo de un descontento hacia los sindicatos y una tendencia a que los trabajadores tomaran sus luchas en sus propias manos, es particularmente sorprendente que el movimiento en Corea durante el mismo periodo estuviera marcado por una tendencia a mezclar las luchas obreras por sus propias reivindicaciones de clase con las reivindicaciones del “movimiento democrático” por la reorganización del aparato de Estado burgués. Como resultado, la oposición fundamental entre los intereses de la clase obrera y los intereses de las fracciones democráticas de la burguesía no resultaban inmediatamente obvios para los militantes que iniciaron la actividad política en ese periodo.

Tampoco conviene subestimar las dificultades creadas por la barrera del lenguaje. La “memoria colectiva” de la clase obrera es más fuerte cuando toma una forma teórica escrita. Mientras las minorías políticas que surgieron en Europa durante la década de 1970 tuvieron acceso a los escritos, en versión original o traducidos, de la Izquierda de la Socialdemocracia (Lenin, Luxemburgo), y los de la Izquierda de la Tercera internacional y la Izquierda comunista que emergió de ella (Bordiga, Pannekoek, Gorter, el grupo Bilan y la Izquierda Comunista de Francia), en Corea la obra de Pannekoek (los Consejos obreros) y de Luxemburgo (la Acumulación del capital) acaba de aparecer gracias a los esfuerzos conjuntos del Grupo de Seúl por los Consejos obreros (SGWC) y el SPA, al que está estrechamente asociado el SGWC ([9]).

Más específico de la situación coreana ha sido el efecto de la división entre el Norte y el Sur impuesto por los conflictos imperialistas entre los bloques ruso y USA, la presencia militar norteamericana en Corea del Sur y su apoyo a la sucesión de regímenes militares que finalizó en 1988. Combinado con la inexperiencia general de la clase obrera en Corea y la ausencia de una voz claramente internacionalista en su seno, más la confusión entre el movimiento obrero y la oposición democrática burguesa que hemos descrito antes, esto ha llevado a una contaminación general de la sociedad con un omnipresente nacionalismo coreano, muchas veces disfrazado de “antiimperialismo”, según el cual únicamente Estados Unidos y sus aliados aparecen como fuerzas imperialistas. La oposición a los regímenes militares y realmente al capitalismo, tendía a identificarse con la oposición a Estados Unidos.

Finalmente, un rasgo importante de los debates en el medio político coreano es la cuestión sindical. Particularmente para la generación actual de activistas, la experiencia sindical se basa en las luchas de la década de 1980 y principios de la de 1990, cuando los sindicatos eran en gran parte clandestinos, aún no estaban burocratizados y ciertamente estaban tanto animados como dirigidos por militantes profundamente dedicados (incluyendo a camaradas que hoy participan en el SPA y el SGWC). Debido a las condiciones de clandestinidad y represión, no pudo clarificarse entre los militantes de entonces que el programa sindical no sólo no es revolucionario, sino que no sirve ni siquiera para defender los intereses obreros. Durante la década de 1980, los sindicatos estuvieron estrechamente vinculados a la oposición democrática al régimen militar, cuya ambición no era derrocar el capitalismo sino al contrario, derrocar el régimen militar para hacerse con el aparato de Estado tal como era. En cambio, lo que sí dejó clara la “democratización” de la sociedad coreana desde 1990, es esa integración de los sindicatos en el aparato de Estado, causando una considerable desorientación en los militantes ante esa nueva situación: como planteó un camarada, “los sindicatos han resultado ser los mejores defensores del Estado democrático”. Como resultado, hay una sensación general de “desilusión” respecto a los sindicatos y una búsqueda de algún otro método de actividad militante en el seno de la clase obrera. Una y otra vez, en las intervenciones en la Conferencia y en las discusiones informales, pudimos sentir lo urgente que es la necesidad de que los camaradas coreanos tengan acceso a la reflexión sobre la naturaleza de los sindicatos en la decadencia del capitalismo que ha formado una parte tan importante de la reflexión en el movimiento obrero europeo desde la Revolución rusa, y especialmente desde el fracaso de la revolución en Alemania.

El nuevo milenio ha sido pues testigo del desarrollo de un esfuerzo real de muchos militantes coreanos de poner en cuestión las bases de su actividad previa que, como hemos visto, había estado fuertemente influida por la ideología del estalinismo y de la democracia burguesa. En un esfuerzo por preservar cierto grado de unidad y proveer un espacio para la discusión entre los implicados en este proceso, algunos grupos e individuos han tomado la iniciativa de crear una “Red de marxistas revolucionarios” ([10]) más o menos formal. Romper con el pasado es inevitablemente difícil y ha llevado a un amplio grado de heterogeneidad entre los diferentes grupos de la Red. Las condiciones históricas que hemos descrito brevemente antes, significan que la diferenciación entre los principios del internacionalismo proletario y el punto de vista esencialmente nacionalista que caracteriza el estalinismo y el trotskismo acaba de comenzar en estos últimos años, partiendo de la experiencia práctica de la década de 1990, y en gran parte gracias a los esfuerzos del SPA para introducir las ideas y las posiciones de la Izquierda comunista en esa Red.

En este contexto, hay dos aspectos de la introducción que hizo el SPA a la Conferencia que son absolutamente fundamentales desde nuestro punto de vista:
– Primero, la declaración explícita de que es necesario que los revolucionarios en Corea sitúen la experiencia de la clase obrera en Corea en el marco histórico y teórico de la clase obrera internacional:
«El propósito de la Conferencia internacional es ampliar el horizonte de reconocimiento teórico y práctico con la perspectiva de la revolución mundial. Esperamos que los marxistas revolucionarios luchen juntos por la solidaridad y la unidad y cumplan la tarea histórica de cristalizar la revolución mundial con el proletariado mundial en esta importante conferencia».

– Segundo, que esto sólo puede hacerse partiendo de los principios de base de la Izquierda comunista:
«La Conferencia internacional de los marxistas revolucionarios en Corea es el valioso terreno de reunión y de discusión entre los comunistas de izquierda del mundo y los marxistas revolucionarios de Corea y la primera manifestación para exponer las posiciones políticas [de los comunistas de izquierda] en el medio revolucionario».

Los debates en la Conferencia

No podemos entrar aquí en un informe exhaustivo sobre la totalidad de los debates que tuvieron lugar en la Conferencia. Pensamos que es preferible, en cambio, que nos concentremos en los que, a nuestro juicio, fueron más importantes. Creemos que así también podemos contribuir mejor para que prosigan estas discusiones que empezaron a plantearse en la Conferencia, pero que deben continuar no sólo entre los propios compañeros de Corea como, más en general, en el movimiento internacionalista en todo el mundo.

Sobre la decadencia del capitalismo

Este fue el tema elegido para empezar los debates. Antes de entrar a analizar el debate propiamente dicho, queremos saludar la preocupación que latía detrás de esta decisión de SPA, y que no es otra que la necesidad de establecer un firme marco teórico para poder posteriormente desarrollar otros debates como los que abordaríamos sobre la situación de la lucha de clases y sobre la estrategia revolucionaria. También queremos saludar el esfuerzo que realizaron los compañeros de SPA para presentar una síntesis de los diferentes puntos de vista que sobre esta cuestión existen en el seno de la Izquierda comunista. Teniendo en cuenta la complejidad de este tema –que ha ocupado discusiones en el movimiento obrero desde principios del siglo xx en las que han participado algunos de sus principales teóricos–, esa iniciativa ha sido de lo más audaz.

Mirándolo hoy retrospectivamente podemos decir que quizás ese esfuerzo resultó excesivamente atrevido. Resultó sumamente impactante ver cómo la gente sintonizaba (si puede decirse así) con el concepto mismo de decadencia del capitalismo. Pero ha de reconocerse que las cuestiones que se plantearon tanto en las sesiones formales de debates, como en las muy numerosas discusiones informales fuera de ellas, mostraron que la mayoría de los participantes en estos debates carecían de los fundamentos teóricos necesarios para abordar esta cuestión en profundidad ([11]).

 No queremos que esto se tome en absoluto como una crítica ya que entendemos que gran parte de los textos básicos sobre esta cuestión no están traducidos al coreano, lo que refleja – como decíamos antes – la inexperiencia objetiva del movimiento obrero coreano. Esperamos sin embargo que, por lo menos, estas discusiones, así como los textos introductivos que se presentaron (sobre todo los de SPA y la CCI), puedan permitir a los camaradas empezar a situarse en este debate y, sobre todo, comprender que esta cuestión teórica no es un tema de un mundo completamente ajeno a las preocupaciones concretas de las luchas, sino un factor determinante de la situación que hoy vivimos ([12]).

Vale la pena sin embargo reseñar una pregunta planteada por un joven estudiante que, en muy pocas palabras, resumió la contradicción que entre apariencia y realidad se da hoy en el capitalismo:

«Mucha gente percibimos la decadencia, pero nosotros que estamos estudiando estamos sometidos a la ideología burguesa, y se nos inculca que hoy disfrutamos de una sociedad opulenta. ¿Cómo podemos explicar la decadencia en términos más concretos?».

Es verdad que la propaganda burguesa insiste, al menos en los países industrializados, en que vivimos en un mundo de “exuberante consumismo”, y la apariencia de las calles de Seúl –en las que abundan los comercios repletos de las últimas novedades electrónicas–, parece dar verosimilitud a esta idea. Pero al mismo tiempo está muy claro que los jóvenes coreanos hacen frente a los mismos problemas que los jóvenes trabajadores de cualquier otra parte del mundo: desempleo, contratos precarios de trabajo, una gran dificultad para encontrar trabajo, alto coste de la vivienda, etc. Es responsabilidad de los comunistas explicar con claridad a la joven generación de proletarios la relación que existe entre, por un lado, el desempleo masivo que sufren sobre todo ellos, y por otro, el generalizado y permanente estado de guerra, que es otro de los rasgos esenciales de la decadencia del capitalismo. Así tratamos de argumentar en la breve intervención con la que respondimos a este compañero.

Sobre la lucha de clases

Uno de los temas de discusión más importantes no ya sólo en la Conferencia, sino en el movimiento en Corea en general, es desde luego la cuestión de la lucha de clase y sus métodos. Por lo que se nos refirió, tanto en las discusiones en la Conferencia como las que sobre este terma mantuvimos informalmente también fuera de sus sesiones, parece ser que la cuestión sindical suscita importantes cuestiones entre los militantes que participaron en las luchas ocurridas en Corea a finales de los años 80. En ciertos aspectos, la situación actual en Corea es análoga a la que se vivió en Polonia tras la creación del sindicato “Solidarnosc” (Solidaridad), y supone por tanto una nueva demostración de la profunda validez de los principios de la Izquierda Comunista: en la etapa decadente del capitalismo ya no es posible la creación de organizaciones de masas permanentes de la clase obrera. Incluso los organismos creados al calor de la lucha, tal y como sucedió en Corea, acaban por convertirse en un apéndice del Estado, un instrumento para el fortalecimiento no de la lucha de los trabajadores y sí del control del Estado sobre las luchas obreras.

Y esto ¿por qué? La razón fundamental es que en la decadencia del capitalismo, la clase obrera no puede obtener ya conquistas duraderas. Y puesto que –como antes veíamos– los sindicatos están vinculados a diferentes facciones de la burguesía nacional, se ven necesariamente abocados, por ello, a adoptar un punto de vista nacionalista e incluso a menudo, reducido a la defensa de los intereses de tal o cual sector o empresa, pero nunca un punto de vista internacionalista común a todos los trabajadores. Eso es lo que les lleva a defender la lógica capitalista de someter a los trabajadores a lo que “el país puede permitirse”, o a “lo que necesita la economía nacional”. En Corea oímos, por ejemplo, en muy repetidas ocasiones cómo se reprochaba a los sindicatos el pedir a los obreros que limitaran sus reivindicaciones a lo que los patrones podían pagar en lugar de basarlas en las necesidades de los propios trabajadores ([13]).

Frente a esta inevitable traición de los sindicatos y su integración en el aparato democrático del Estado, los compañeros de Corea buscaban una solución en las ideas de la Izquierda comunista. Por ello, la noción de “consejos obreros” suscitaba tanto interés. El problema es que hay una tendencia general a ver los consejos obreros no como los órganos de poder del proletariado en una situación revolucionaria, sino más bien como un nuevo tipo de sindicato capaz de existir permanentemente en el capitalismo. De hecho nos encontramos con esta idea ya teorizada históricamente en una presentación sobre “La estrategia del movimiento de los consejos en la situación actual de Corea del Sur, y cómo llevarla a cabo”, hecha por la “Agrupación de militantes por el partido revolucionario de los trabajadores”. Hemos de decir que esta presentación le daba por completo la vuelta a la realidad histórica al afirmar que los consejos obreros que aparecieron en la revolución en Alemania en 1919, fueron creados por los sindicatos, cuando la verdad es completamente distinta ([14]). Pero a nuestro juicio no se trata únicamente de un problema de inexactitud histórica –que podría resolverse con un debate sobre los hechos históricos–, sino que nace más bien de lo difícil que resulta asumir que, al margen del momento revolucionario, sea imposible que los trabajadores estén permanentemente en lucha. Los militantes atrapados en esa lógica –independientemente de su sincero deseo de trabajar en pro de la lucha de clases, e incluso al margen de la justeza de las posiciones políticas proletarias que defiendan–, corren el riesgo de caer en el inmediatismo, dedicándose a desplegar incesantemente una actividad “práctica” que apenas se corresponde con las posibilidades concretas que verdaderamente ofrece la situación histórica tal como es.

Esa forma de ver las cosas no es la propia del proletariado. Como señaló uno de los delegados de la CCI que intervino en los debates: «Si los obreros no luchan, es imposible ponerles una pistola en el pecho y ordenarles: “Tenéis que luchar”». Tampoco pueden los revolucionarios luchar “en sustitución” de la clase obrera. Los revolucionarios no pueden provocar el estallido de la lucha de clases pues ésta no es un principio sino un hecho histórico. Lo que sí pueden hacer es contribuir al desarrollo de la conciencia de la clase obrera de su identidad de clase, de la posición que ocupa en la sociedad como una clase con intereses propios, y sobre todo de sus objetivos revolucionarios que van más allá de la lucha inmediata, de la situación inmediata de los trabajadores en la fábrica, en la oficina, o en la cola del desempleo. Esta es una de las claves para entender el carácter aparentemente “espontáneo” de levantamientos como el que tuvo lugar en Rusia en 1905. Y es que aunque los revolucionarios desempeñaron un papel poco relevante en el desencadenamiento inmediato de los acontecimientos, lo cierto es que el terreno había sido preparado durante años por el trabajo de la Socialdemocracia (los revolucionarios de aquella época) que resultó decisivo para el desarrollo en las filas de los trabajadores de la conciencia de ser una clase ([15]). Podemos decir, resumiendo escuetamente, que cuando no hay luchas obreras abiertas, la tarea esencial de los revolucionarios consiste en la propaganda y el desarrollo de las ideas que harán más fuertes las luchas venideras.

Las presentaciones que sobre este tema hicieron tanto Loren Goldner como el delegado de Perspectiva Internacionalista, suscitaron otra cuestión que pensamos que no debe quedar sin respuesta. Nos referimos a la idea de que la “recomposición” de la clase obrera –basada supuestamente en la desaparición de las grandes mega-factorías características de finales del siglo xix y comienzos del xx, reemplazadas por un proceso de producción más extenso geográficamente; y por otro lado en condiciones de trabajo cada vez más precarias sobre todo para los trabajadores más jóvenes – desempleo, “contratos-basura” por meses o semanas, contratos a tiempo parcial… – habrían conducido a la aparición de “nuevas formas de lucha”. Los ejemplos más notables de tales “nuevos métodos de lucha” habría que buscarlos tanto en las acciones de los “piquetes” (presuntamente descubiertos por el movimiento de los piqueteros en Argentina 2001), como en las revueltas de los suburbios franceses en 2005. Excede de las pretensiones de este artículo contestar al entusiasmo de estos camaradas por las revueltas de Francia o por el movimiento piquetero, aunque creemos que es profundamente erróneo ([16]). Sí creemos necesario, en cambio, concentrarnos en el error político que se encuentra en la base de estas posiciones. Este error reside en pensar que la conciencia revolucionaria de los trabajadores depende en efecto de su experiencia inmediata y cotidiana en el lugar de trabajo.

Para empezar aclaremos que ni la precariedad, ni los métodos de lucha como los piquetes, representan auténticas novedades ([17]). Lo cierto, sin embargo es que esas supuestas “nuevas formas de lucha” que nos presentan como ejemplos a imitar, son más bien resultado de la impotencia de los trabajadores en un momento dado. El ejemplo más claro lo tenemos en las revueltas de los jóvenes de los suburbios franceses en 2005. La realidad histórica (en el período de la decadencia del capitalismo) demuestra, en cambio, que allí donde la lucha de los trabajadores consigue alcanzar cierta independencia, tiende a organizarse no a través de los sindicatos, sino a través de asambleas masivas y delegados elegidos y revocables, es decir una forma de organización que se deriva y, al mismo tiempo, prefigura los soviets. En la historia más reciente tenemos el ejemplo de las luchas de Polonia en 1980, o la formación de los Cobas (comités de base) durante las huelgas masivas, también en los 80, de los maestros en Italia (nótese que en absoluto se trataba de un sector de la industria “tradicional”). Más cerca aún de nuestros días tenemos las luchas en Vigo (España) en 2006 ([18]). Aquí quienes empezaron la huelga eran trabajadores precarios del sector metalúrgico empleados en pequeñas empresas. Y puesto que no existía esa gran industria que pudiera servir de foco central de la lucha, los obreros decidieron reunirse diariamente en una asamblea general masiva que tenía lugar no en los centros de trabajo sino en una de las principales plazas de la ciudad. Este tipo de asambleas generales rememoraban las que los obreros de esa ciudad pusieron ya en práctica en las luchas ocurridas en 1972.

Las preguntas a las que hemos de responder son por lo tanto: ¿Por qué a finales del siglo xix el desarrollo de una gran mano de obra precaria condujo a la formación del primer sindicato de masas de obreros no cualificados, mientras que en el siglo xxi esto ya no sucede así?  ¿Por qué los obreros rusos de 1905 “inventaron” los consejos obreros – soviets – que Lenin calificó como «la forma al fin descubierta de la dictadura del proletariado»? ¿Por qué las asambleas masivas se han convertido en la forma habitual de organización de la lucha, cuando los trabajadores consiguen desarrollar su autonomía y su fuerza?

En nuestra opinión, y tal como lo defendimos en la Conferencia, no hay que buscar la respuesta en comparaciones de tipo sociológico, sino en una comprensión mucho más profunda del las implicaciones del cambio de período histórico que tuvo lugar a principios del siglo xx, en lo que la Tercera Internacional calificó como la entrada en «la era de las guerras y las revoluciones».

Es más, la visión sociológica defendida por PI y Loren Goldner, lleva en realidad a subestimar las capacidades teóricas y políticas del proletariado, puesto que prácticamente equivale a ver a los trabajadores como seres incapaces de pensar más allá de lo que sucede día tras día en su puesto de trabajo, como si su cerebro se desconectara en cuanto salen de la fábrica, como sí no fueran capaces de preocuparse por el futuro de sus hijos (los problemas que viven en la escuela, en su educación, en las implicaciones de la descomposición social, etc.), o por la solidaridad con los ancianos y los enfermos, y con las generaciones que vendrán (por ejemplo los recortes en los servicios sanitarios o en las pensiones), como si los trabajadores fueran incapaces de darse cuenta y cuestionar la degradación del medio ambiente, o la inacabable barbarie guerrera, y en cambio sólo pudieran comprender el mundo a partir de su experiencia directa de la explotación capitalista en su propio lugar de trabajo.

El proletariado necesita esta comprensión política e histórica del mundo no solo para las luchas inmediatas. Si consigue erradicar el capitalismo de la faz de la tierra necesitará reemplazarlo por una sociedad completamente nueva y totalmente diferente a todas las que han existido anteriormente en la historia de la humanidad. Y para ello necesita alcanzar la más completa comprensión de la historia del hombre, reclamar como herencia de la humanidad los logros más avanzados en arte, en ciencia, y en filosofía. Esto es lo que explica precisamente el sentido que tiene la existencia de las organizaciones políticas del proletariado como instrumentos a través de los cuales la clase obrera reflexiona, más en general, sobre su condición y sobre la perspectiva que se abre ante ellos ([19]).

La Declaración contra la amenaza de la guerra

Ya hemos publicado el texto de esta Declaración en nuestra página Web, y en nuestra prensa escrita por lo que no la repetiremos aquí ([20]). Las discusiones sobre su contenido se polarizaron en torno a la propuesta hecha por un miembro del Ulsan Labour Education Comittee (Comité para la educación del trabajo de Ulsan) para que en la Declaración se atribuyese a los Estados Unidos una mayor responsabilidad en el incremento de la tensión que se vive en aquella zona, y presentar a Corea del Norte como una simple “víctima” de la política de contención norteamericana. Esta propuesta, que fue apoyada por las tendencias más trotskistas de la Conferencia, pone de manifiesto a nuestro juicio las dificultades que aún tienen muchos compañeros en Corea, para romper con la ideología antiimperialista (que para ellos equivale a antiamericanismo) de los años 80, y con un cierto apego a la defensa de Corea del Norte –y por tanto del nacionalismo coreano–, aunque nosotros no dudamos de la sinceridad de su rechazo del estalinismo.

Tanto la CCI como varios compañeros de SPA argumentamos exhaustivamente contra esta tentativa de cambiar un punto capital de la declaración, y así lo defendimos tanto en Seúl como en Ulsan, afirmando que si en un conflicto imperialista se induce a pensar que hay un país “más culpable” que otro, se está cayendo en la misma idea con la que la socialdemocracia justificó su traición al internacionalismo proletario en 1914, llamando, al contrario, a la defensa de su “patria”. Así a los obreros alemanes se les decía que debían combatir al principal peligro que se suponía era el “atrasado y bárbaro régimen zarista”. A los trabajadores franceses, en cambio se les llamaba a que dieran su vida en la lucha contra el “militarismo prusiano”, a los obreros británicos se les movilizó en apoyo de la “valiente y pequeña Bélgica”, etc. Para nosotros, el período de decadencia del capitalismo ha confirmado la validez del análisis de Rosa Luxemburg que señala que el imperialismo no es un rasgo específico de tal o cual país, sino una característica esencial del capitalismo, y, por tanto, en esta época, todos los Estados son imperialistas. La única diferencia entre el gigante norteamericano y el pigmeo norcoreano es la talla de sus apetitos imperialistas y sus capacidades para satisfacerlos.

Durante las discusiones se suscitaron dos objeciones más que pensamos que vale la pena reseñar. Una fue una propuesta de un compañero del grupo Solidarity for Worker’s Liberation (“Solidaridad por la liberación de los Trabajadores”) que sugirió que se incluyera un punto denunciando cómo el gobierno de Corea del Sur trataba de aprovecharse de la situación para acentuar las medidas represivas. Esta propuesta sumamente justificada que se realizó durante los debates en Seúl se incluyó en la versión definitiva que se debatió después en Ulsan y que ha sido la que ha resultado finalmente publicada.

La segunda objeción vino de otro compañero esta vez integrante del grupo Sahoejueo Nodongja ([21]), que pensaba que hoy por hoy la amenaza de guerra no es tan flagrante y que por tanto si denunciábamos ahora la guerra podíamos hacerle el juego al alarmismo que la burguesía misma estaba fomentando para su provecho. Aún reconociendo que, en el fondo, la preocupación de este compañero es plenamente justa, pensamos que hubiera sido erróneo aceptarla, pues aunque no sea viable su materialización inmediata, lo cierto es que la amenaza de guerra es bien cierta y planea sobre toda la región de Extremo Oriente, y al mismo tiempo es bien patente el incremento de las tensiones entre los principales actores de este escenario imperialista (China, Taiwán, Japón, EEUU, Rusia). En esta situación creemos de la mayor importancia que los internacionalistas seamos capaces de denunciar la responsabilidad de todos los bandos imperialistas. Actuando así, seguimos los pasos de Lenin, Luxemburg y la Izquierda de la IIª Internacional que luchó para sacar adelante la resolución internacionalista contra la guerra del Congreso de Stuttgart de 1907. Una responsabilidad primordial de las organizaciones revolucionarias es tomar posición en el seno del proletariado frente a los acontecimientos más cruciales de los conflictos imperialistas y de la lucha de clases ([22]).

Para concluir con este punto queremos saludar el sincero respaldo internacionalista a la Declaración, que expresaron tanto el delegado de PI así como la de otros compañeros que asistieron a la Conferencia a título individual.

Balance…

En la reunión final que precedió la partida de las delegaciones, tanto la CCI como SPA estuvimos de acuerdo en una valoración general de la Conferencia, destacando sobre todo los siguientes aspectos:

a) El hecho de que esta Conferencia haya podido tener lugar es, ya de por sí, un acontecimiento de importancia histórica, pues representa la primera ocasión en que las posiciones de la Izquierda comunista han sido defendidas y empiezan a arraigarse en un país altamente industrializado de Extremo Oriente.

b) El grupo SPA considera que las discusiones que se han desarrollado durante la Conferencia han sido muy importantes para mostrar, en la práctica, las diferencias fundamentales existentes entre la Izquierda comunista y el trotskismo. Por ello, la Conferencia ha contribuido a impulsar la determinación de SPA para llevar a cabo su propia comprensión de los principios de la Izquierda comunista, y permitir así que ésta pueda ser más ampliamente conocida en el movimiento obrero coreano.

La Declaración conjunta sobre los ensayos nucleares en Corea del Norte representa una demostración concreta de las posiciones internacionalistas de la Izquierda comunista, y en particular de SPA y la CCI. El debate sobre la Declaración pone de manifiesto el problema de la persistencia de tendencias nacionalistas en el movimiento obrero en Corea, plasmándose en la existencia de divergencias que demuestran que este problema no ha podido ser superado todavía, por lo que SPA se compromete a trabajar para poder hacerlo en el futuro.

Una de las discusiones más importantes para futuros debates será la cuestión sindical. Será por tanto necesario que los compañeros de Corea analicen la historia de los sindicatos allí, sobre todo a partir de 1980, a la luz de la experiencia histórica del proletariado mundial, tal y como se sintetiza en las posiciones defendidas por la Izquierda comunista.

… y perspectivas

A pesar de su gran importancia, somos muy conscientes de que esta Conferencia ha sido solo un paso en el desarrollo de la presencia de la Izquierda comunista en Extremo Oriente y de un trabajo común entre revolucionarios de Oriente y Occidente. Pero dicho esto, consideramos que el hecho de que la Conferencia haya podido celebrarse, y por los debates que en ella hubo, es ya una confirmación de dos puntos en los que la CCI ha insistido siempre, y que serán fundamentales para la construcción del futuro partido comunista mundial de la clase obrera.

El primer punto son las bases políticas en las que podrá construirse tal organización. Sobre los diferentes problemas que se abordaron en la Conferencia –ya sea la cuestión sindical o la parlamentaria, la cuestión del nacionalismo o de las luchas de liberación nacional– el desarrollo de un nuevo movimiento internacionalista sólo puede ser acometido partiendo del trabajo preliminar legado por los pequeños grupos de la Izquierda comunista que existieron entre los años 1920 y 1950 (especialmente por Bilan, el KAPD, el GIK, la GCF), y en los que encuentra sus orígenes la CCI ([23]).

En segundo lugar, la Conferencia en Corea, y el explícito llamamiento de SPA a «llevar a cabo la solidaridad del proletariado mundial», es una confirmación más de que el movimiento internacionalista no se desarrollará sobre la base de una federación de partidos nacionales previamente existentes sino en un plano directamente internacional ([24]). Esto representa un avance respecto a la situación en la que se creó la Tercera Internacional en medio de la revolución y a partir de las Fracciones de izquierda que emergían en los partidos nacionales de la IIª Internacional. También en esto se refleja la naturaleza actual de la clase obrera, una clase que, mucho más que nunca antes en la historia, esta unida en un proceso de producción a escala mundial, en una sociedad capitalista globalizada cuyas contradicciones sólo pueden ser superadas aboliendo este sistema de todo el planeta,  reemplazándolo por una comunidad humana mundial.

John Donne / Heinrich Schille

 

[1]) Deberíamos mencionar también la invención en el siglo xv del alfabeto Han-geul, quizás el primer intento de crear una notación basada en el estudio científico del lenguaje en su forma hablada.

[2]) Incluyendo la prostitución forzada de miles de mujeres coreanas en los burdeles militares del ejército japonés, y la demolición de la vieja economía agraria, puesto que los cultivos coreanos se hacían cada vez más en función de las necesidades de alimentación de Japón.

[3]) «Estados Unidos está interesado en la creación de una barrera militar entre las áreas comunista y no comunista. Para que esa barrera sea efectiva, las áreas tras ella han de ser estables (…) Estados Unidos tiene que determinar las causas particulares de descontento e inteligente y audazmente ayudar a despejarlas. Nuestra experiencia en China ha mostrado que no sirve de nada contemporizar con las causas de descontento; que una política que aspira a una estabilización duradera está condenada al fracaso cuando el deseo general parece ser el cambio permanente» (Melvin Conant Jnr: “JCRR: an object lesson”), en Far Eastern Survey, 2 mayo 1951.

[4]) «Se agotan los “dragones” asiáticos», en Revista internacional nº 89, 2º trimestre de 1997.

[5]) “La primera y más importante fuente de financiación fue la adquisición por los chaebols de los bienes embargados netamente infravalorados. Después de la guerra representaban el 30% del patrimonio surcoreano antiguamente en manos japonesas. Inicialmente bajo tutela de la administración estadounidense de bienes embargados, fueron distribuidos por esa administración misma y por el gobierno después” (Idem).

[6]) No nos proponemos tratar en este artículo de la situación de la clase obrera en Corea del Norte, que ha tenido que sufrir todos los horrores de un régimen estalinista ultra militarista.

[7]) Andrew Nahm , Una historia del pueblo coreano.

[8]) Filipinas y Brasil, por ejemplo.

[9]) Algunos camaradas del SGWC participaron en la Conferencia a título individual.

[10]) Además del SPA, los siguientes grupos coreanos que pertenecen a esta red tomaron a cargo presentaciones para la Conferencia: Solidarity for worker’s Liberation, Ulsan Labour education Comité, Militant’s Group for Revolutionary worker’s Party. También hizo una presentación sobre la Lucha de clases a título individual, Loren Goldner.

[11]) Esto se pudo ver sobre todo en la discusión en Seúl que se hizo abierta al público en el que predominaban estudiantes muy jóvenes con muy escasa o nula experiencia política.

[12]) No podemos abordar aquí la obsesión del grupo Perspectiva internacionalista sobre la “dominación formal y la dominación real del capital”. Ya hemos tratado con suficiente detenimiento esta cuestión en la Revista Internacional nº 60 publicada en 1990, cuando este grupo aún se autodenominaba “Fracción externa de la CCI”, ver en inglés: https://en.internationalism.org/ir/060_decadence_part08.html. Merece la pena, sin embargo, recordar el fiasco en el que acabó la tentativa por parte de PI de probar la superioridad de su nuevo “enfoque” teórico, cuando tres años después de la caída del muro de Berlín, PI aún insistía en que los acontecimientos de Europa del Este significaban  en realidad ¡un fortalecimiento de la posición de la URSS!.

[13]) Inevitablemente este informe es muy esquemático y por tanto abierto a ser corregido y precisado. Debemos lamentar únicamente que la presentación que hizo el compañero de la ULEC (Ulsan Labour Education Committe) sobre la historia del movimiento obrero en Corea, fuese tan larga que resultase imposible traducirla al inglés por lo que no hemos podido tener conocimiento de ella. Esperamos que los compañeros puedan finalmente preparar y traducir una versión más corta de este texto que reseñe los aspectos más importantes.

[14]) De hecho durante la revolución en Alemania, los sindicatos fueron los peores enemigos de los soviets. Para una reseña de estos hechos ver los artículos publicados en Revista internacional nº 80-82.

[15]) Ver los artículos que hemos dedicado recientemente a la revolución de 1905 en Revista internacional nos 120, 122, 123 y 125. rint/2005/120_1905.html y sucesivos.

[16]) Respecto a este tema puede consultarse por ejemplo “Revuelta en la periferia de las ciudades francesas: ante la desesperación sólo la lucha obrera puede ofrecer un porvenir” (ap/2005/185_revoltes.html), así como “La mistificación de los ‘piqueteros’ de Argentina” (rint/2004/119_piquetes.html), publicada en la Revista internacional nº 119.

Hemos de decir también que emperrarse en hablar de “desaparición de las grandes concentraciones obreras industriales” puede resultar algo surrealista en Ulsan, donde sólo en una factoría de Hyundai ¡trabajan 20 mil obreros!.

[17]) La idea de que ha sido el “trabajo precario” lo que ha llevado al descubrimiento de los “piquetes” como “nueva forma de lucha” no tiene ninguna base histórica. Este tipo de piquetes (es decir delegaciones de trabajadores en lucha que recorren otros centros de trabajo para que los obreros de estos se sumen al combate) tienen ya una larga tradición. Ciñéndonos únicamente a las experiencias en Gran Bretaña podemos decir que estos piquetes se hicieron ya famosos durante dos importantes luchas de los años 70: la de los mineros de 1972 y 1974 en la que los mineros enviaron piquetes a las centrales eléctricas, o la de los trabajadores de la construcción de 1972, en la que se organizaron delegaciones que extendieron la huelga en otros “tajos”. Tampoco puede decirse que sea una novedad histórica la existencia de mano de obra precaria. Podemos citar el ejemplo de la creación en 1889 por parte del sindicalista revolucionario Tom Mann de la llamada “General Labourers’ Union” basada esencialmente en grandes masas de trabajadores no cualificados con empleos precarios sobre todo en los puertos. Hay que decir que tanto Engels como una hija de Marx (Eleonor) se implicaron a fondo en impulsar ese sindicato.

[18]) Ver en Acción proletaria nº 189. “Huelga del metal en Vigo: los métodos proletarios de lucha” ccionline/2006/vigo.htm.

[19]) Los comunistas “no establecen principios especiales según los cuales pretendan moldear el movimiento proletario. Los comunistas solo se diferencian de los demás partidos proletarios por la circunstancia de que, por una parte, en las diferentes luchas nacionales de los proletarios destacan y hacen valer los intereses comunes de todo el proletariado, independientemente de la nacionalidad; y, por otra parte, por el hecho de que, en las diferentes fases de desarrollo que recorre la lucha entre el proletariado y la burguesía, representan siempre los intereses del movimiento general. Por consiguiente, los comunistas son, prácticamente, la parte más decidida de los partidos obreros de todos los países, la que siempre impulsa hacia adelante; teóricamente llevan al resto del proletariado la ventaja de su comprensión de las condiciones, de la marcha y de los resultados generales del movimiento proletario” (el Manifiesto comunista).

[21]) “Obrero socialista”. A pesar de este nombre, ese grupo no tiene nada que ver con el “Socialist Workers’ Party” británico. Queremos disculparnos por anticipación ante este compañero por si no hubiéramos interpretado adecuadamente su razonamiento, debido, quizás, a la barrera del lenguaje.

[22]) El hecho de que en esta Conferencia los internacionalistas hicieran oír su voz frente a la amenaza que la guerra representa, es, a nuestro parecer, un verdadero paso adelante en comparación con las Conferencias de la Izquierda comunista de los años 1970 en las que los demás participantes – y especialmente Battaglia comunista y la CWO – se negaron a redactar una toma de posición conjunta contra la invasión de Afganistán por parte de la URSS.

[23]) Según PI tendríamos que ir “más allá de la Izquierda comunista”. Desde luego nadie, y menos aún los grupos que hemos mencionado, puede pretender haber dicho la última palabra sobre estas u otras cuestiones. La historia avanza hacia delante y si volvemos atrás es para comprenderla mejor. Pero es imposible construir un edificio sin poner buenos cimientos, y desde nuestro punto de vista los únicos cimientos sobre los que puede edificarse son los que establecieron nuestros predecesores de la Izquierda comunista. La lógica de la posición de PI es despreciar la historia de la que procedemos y declarar por tanto que “conmigo empieza la historia”. Pero por mucho que a PI le disguste, lo cierto es que este pensamiento es una simple variante de la posición bordiguista que afirma que sólo el “partido” (o en el caso del BIPR, “el Buró”) es la única fuente de sabiduría, y que no tiene nada que aprender de nadie más.

[24]) Esta cuestión del desarrollo de la futura organización internacional fue objeto de polémica entre la CCI y el BIPR en los años 1980, cuando el BIPR postulaba que una organización internacional solo podría ser construida sobre la base de organizaciones políticas independientes preexistentes en distintos países. Hoy la práctica real del movimiento internacionalista echa por tierra esa teoría, y supone una confirmación más de la bancarrota teórica y práctica del BIPR.

Corrientes políticas y referencias: