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Un problema de todo el medio político proletario
No es debido a ningún exhibicionismo si tratamos en nuestra prensa de nuestros debates internos, sino porque estamos convencidos de que los problemas que se nos han planteado no son en absoluto algo específico de la CCI. Estamos convencidos de que la CCI no hubiese sobrevivido si no hubiera erradicado de sus filas las concesiones a ideas anarquistas sobre cuestiones organizativas. Consideramos que este peligro amenaza al medio revolucionario en su conjunto. El peso de las ideas y de los comportamientos pequeño burgueses, la resistencia a la disciplina organizativa y a los principios colectivos han afectado a todos los grupos con más o menos fuerza. La ruptura de la continuidad orgánica con las organizaciones revolucionarias del pasado durante los cincuenta años que duró la contrarrevolución, la interrupción del proceso de transmisión de la experiencia organizativa inapreciable entre una generación marxista y la siguiente, han permitido que las nuevas generaciones de militantes proletarios de después del 68 hayan sido particularmente vulnerables a la influencia de la pequeña burguesía rebelde (movimientos estudiantiles, contestatarios...).
En estas condiciones nuestra lucha actual no es un asunto interno a la CCI. Los artículos sobre nuestro Congreso tienen como meta la defensa del conjunto del medio proletario. Son un llamamiento a todos los grupos marxistas serios para que se clarifique la concepción proletaria del funcionamiento y para dar a conocer las lecciones de la lucha contra la desorganización pequeño burguesa. El medio revolucionario visto como un todo tiene que estar mucho más alerta con respecto a la intrusión de modos de comportamiento ajenos al proletariado. Necesita organizar su defensa consciente y abiertamente.
El ataque del parasitismo contra el campo proletario
La primera reacción pública a nuestros artículos sobre el XIº congreso no vino del medio proletario, sino de un grupo que le es abiertamente hostil. En un artículo titulado «La CCI llega a Waco», el pretendido Communist Bulletin Group (CBG), en su 16º y último Boletín, no tiene la menor vergüenza en dedicarse a denigrar a las organizaciones marxistas, en la mejor tradición burguesa.
«Salem o Waco hubiesen sido lugares adecuados para este congreso particular. Aunque podría ser tentador burlarse o ridiculizar este falseado congreso-juicio en el que, entre otras cosas, Bakunin como Lassalle han sido denunciados como “no necesariamente” agentes de la policía y Martov caracterizado de “anarquista”, el sentimiento dominante es el de una gran tristeza al ver una organización que fue en sus tiempos dinámica y positiva reducida a tan triste estado.
En la mejor tradición estalinista, la CCI se ha dedicado a reescribir la historia (como ya lo hizo tras la escisión del 85), para poner en evidencia que todas las divergencias mayores (...) fueron provocadas no por militantes con divergencias sobre una cuestión, sino por la intrusión de ideologías ajenas al proletariado en la CCI.
Lo que no logra entender la CCI, es que el problema estriba en su propia práctica monolítica. Lo que sin duda ha ocurrido en el XIº congreso no es más que el triunfo burocrático de un clan sobre otro, un pulso por controlar los órganos centrales, lo que se podía prever lógicamente tras la muerte de su miembro fundador MC».
Para el CBG, lo ocurrido en el Congreso de la CCI habrán sido «dos días o más de batallas psicológicas. Los lectores que tengan algún conocimiento de las técnicas de lavado de cerebro utilizadas por las sectas religiosas entenderán este proceso. Quienes posean libros sobre las torturas mentales infligidas a quienes confesaban “crímenes” imposibles durante los espectaculares juicios de Moscú también entenderán lo que ha ocurrido».
Y el CBG se cita a sí mismo en un texto del 82, cuando sus miembros ya habían salido de la CCI : «Para cada militante siempre se planteará la cuestión: ¿hasta dónde puedo ir en la discusión antes de verme condenado como fuerza extraña, como amenaza, como elemento pequeño burgués?; ¿hasta dónde puedo ir antes de que se sospeche de mí?; ¿hasta dónde antes de ser considerado agente de la policía?».
Estas citas hablan por sí mismas. Manifiestan a la perfección el verdadero carácter no de la CCI, sino del CBG. Su mensaje es claro: las organizaciones revolucionarias son como la mafia. Las «luchas por el poder» se producen en ellas exactamente igual que en las organizaciones burguesas.
La lucha contra los clanes que todo XIº Congreso ha apoyado con unanimidad, para el CBG no puede ser más, «sin la menor duda», que una lucha entre clanes. Los órganos centrales son inevitablemente «monolíticos», e identificar la intrusión de influencias no proletarias, tarea primordial de los revolucionarios, el CBG lo presenta como método para machacar a los «oponentes». Los métodos de clarificación de las organizaciones proletarias -debate abierto en el conjunto de la organización, publicación de las conclusiones para informar al conjunto de la clase- se convierten en métodos de «lavado de cerebro» dignos de sectas religiosas.
No sólo es el conjunto del medio revolucionario actual el que es atacado aquí. En realidad, están insultando a toda la historia y las tradiciones del movimiento obrero.
Las mentiras y calumnias del CBG están perfectamente en la línea de las campañas ideológicas de la burguesía mundial sobre la pretendida muerte del comunismo y del marxismo. En el centro de esta propaganda hay una idea que es ni más ni menos que una de las mayores mentiras de la historia, según la cual el rigor organizativo de los bolcheviques conduce necesariamente al estalinismo. En la versión del CBG de esta propaganda, es el bolchevismo de la CCI lo que conduce “necesariamente” a su pretendido “estalinismo”. Es evidente que el CBG no sabe lo que es el medio revolucionario como tampoco sabe qué es el estalinismo.
Una vez más, lo que ha provocado la reacción pequeño burguesa del CBG no es más que la fuerza con la que la CCI ha afirmado una vez más su fidelidad al método organizativo de Lenin. Aprovechamos esta ocasión para tranquilizar a todos los elementos parásitos: cuanto más ataque la burguesía la historia de nuestra clase, más afirmaremos nosotros con orgullo nuestra fidelidad al bolchevismo.
Al escupir así sobre la vanguardia proletaria, el CBG demuestra no sólo que no forma parte del medio revolucionario, sino también que es su adversario. El hecho de que la CCI haya librado la batalla más importante de su historia no le interesa de forma alguna.
No es nada nuevo que los revolucionarios que defienden el rigor organizativo contra la pequeña burguesía sean atacados y hasta denigrados. El mismo Marx tuvo que sufrir una campaña por parte de toda la burguesía tras su combate contra la Alianza de Bakunin. También a Lenin se le insultó personalmente en la época de su oposición a los mencheviques en 1903 y no fueron sólo los reformistas y los oportunistas confirmados, sino, incluso, compañeros como Trotski. Sin embargo nadie que haya formado parte del movimiento obrero, ni Trotski ni los reformistas, habló nunca de Marx o de Lenin usando términos como los que usa CBG. La diferencia estriba en que la meta de la «polémica» del CBG no sólo es la destrucción de la CCI, sino la del medio revolucionario como un todo.
La naturaleza del parasitismo
Vamos también a decepcionar al CBG, según el cual la CCI trata a todos los que no están de acuerdo con ella de policías. Aunque el CBG no «esté de acuerdo» con nosotros, no consideramos ni que son espías, ni que son una organización burguesa. La gente del CBG no tiene una plataforma política burguesa. Programáticamente, hasta se adhieren a ciertas posiciones proletarias. Se sitúan en contra de los sindicatos y contra la defensa de la «liberación nacional».
Sin embargo, aunque sus posiciones políticas tiendan a evitarles la incorporación en las filas de la burguesía, su comportamiento organizativo les prohíbe cualquier participación en la vida del proletariado. Su principal actividad consiste en atacar a los grupos marxistas revolucionarios. El Communist Bulletin nº 16 lo ilustra perfectamente. Hacía ya varios años que este grupo no publicaba nada. El editorial de este número reciente nos informa de que «no es un secreto para nadie que la organización dejó de funcionar de forma significativa hace ya por lo menos dos años (...) De grupo no tiene más que el nombre».
El grupo pretende que tras esa total inactividad e insignificancia organizativa, le entró un repentino cosquilleo como a la bella durmiente, se despertó y decidió publicar un «boletín» para informar al mundo que había decidido... ¡dejar de existir! Es evidente que, en realidad, la única y verdadera razón de ser de su último Boletín no ha sido más que la de atacar una vez más a la CCI y a su congreso. Es significativo que el nº 16 no contenga el menor ataque a la burguesía; no publica, por ejemplo, ninguna defensa del internacionalismo proletario con respecto a la guerra de los Balcanes. Está en la línea directa de los quince números precedentes, dedicados esencialmente a calumniar a los grupos proletarios. Y estamos convencidos de que a pesar de disolución anunciada seguirán con lo mismo. De hecho, el abandono de sus pretensiones de ser un grupo político les permitirá centrar aún más su nociva labor de aliados objetivos de la burguesía en la denigración del campo marxista.
La existencia de grupos que aunque no estén pagados ni encargados por la burguesía, hacen con plena voluntad parte del trabajo de la clase dominante es un fenómeno muy significativo. En el movimiento marxista, a éstos se les llama parásitos, vampiros que viven a costa de las fuerzas revolucionarias. No atacan el campo marxista por juramento de fidelidad al capital, sino porque tienen un odio ciego e impotente al modo de vida de la clase obrera, al carácter colectivo e impersonal de su lucha. Semejantes elementos pequeño burgueses y desclasados se ven movidos por un ánimo de venganza con respecto a un movimiento político que no se puede permitir el lujo de hacer concesiones a sus necesidades individuales, a su vanidosa sed de vanagloria y de lisonja.
La trayectoria del CBG
Antes de poder entender el carácter de ese parasitismo (que no es nada nuevo en el movimiento obrero), es necesario estudiar sus orígenes y su desarrollo. El CBG puede servirnos de ejemplo-tipo. Tiene sus orígenes en la fase de los círculos de la nueva generación de revolucionarios que se desarrolló después de 1968, dando lugar a un pequeño grupo de militantes relacionados entre sí por una mezcla de fidelidades políticas y personales. Ese grupo informal rompió con la Communist Workers Organisation (CWO) y se acercó de la CCI a finales de los 70. Durante las discusiones en aquel entonces, criticábamos su voluntad de adherirse a la CCI «como grupo» y no individualmente. Esto hacía correr el riesgo de que formasen una organización dentro de la organización, con bases no políticas sino de afinidad y que amenazasen de esta forma la unidad organizativa proletaria. También condenamos el hecho de que se hubieran llevado con ellos parte del material de la CWO, violando de esta forma los principios proletarios.
En la CCI, el grupo intentó mantener su identidad informal separada, a pesar de que la presión en una organización centralizada a nivel internacional para someter cada parte al todo haya sido muchísimo más fuerte que en la CWO. Sin embargo, la «autonomía» de los «amiguetes» que más tarde formarían el CBG pudo sobrevivir gracias a la existencia en la misma CCI de otros agrupamientos del mismo tipo, restos de los círculos que fueron la base de la formación de la CCI y que seguían existiendo. Eso es sobre todo cierto en lo que concierne nuestra sección británica, World Revolution, en la que habían ingresado los ex miembros de la CWO, y que estaba dividida por la existencia de dos «clanes». La existencia de esos dos clanes apareció rápidamente como un obstáculo para la aplicación práctica de los estatutos de la CCI en todas sus partes.
En aquel entonces, cuando un agente estatal (Chénier, que se integró en el Partido socialista francés de Mitterrand tras su exclusión de la CCI) infiltró a la CCI, escogió como principal objetivo de sus manipulaciones a la sección británica. La consecuencia de estas manipulaciones y del descubrimiento del agente Chénier fue que la mitad de la sección británica se salió de la organización. Ninguno de ellos fue excluido, diga lo que diga el CBG ([1]).
Los que habían sido miembros de la CWO y que dimitieron entonces de la CCI, fueron quienes formaron el CBG.
De ahí podemos sacar unas cuantas conclusiones:
- aunque no hayan tenido posiciones políticas particulares que les distinga de los demás, es básicamente la misma camarilla la que salió de la CWO y de la CCI y que formó el CBG. Esto revela el rechazo y la incapacidad de esa gente para integrarse en el movimiento obrero, para someter su identidad de grupito a algo más amplio que él.
- aunque proclamen que la CCI los excluyó, o que no podían permanecer en ella debido a «la imposibilidad de discutir», en realidad esa gente huyó del debate político que se desarrollaba en la organización. En nombre de la lucha contra “el sectarismo”, dieron la espalda a las dos organizaciones comunistas más importantes que existían en Gran Bretaña, la CWO y la CCI, a pesar de que no hubiera la menor divergencia política de importancia. Así es como “combaten el sectarismo”.
El medio político no ha de dejarse engañar con frases vacías sobre el “monolitismo” y el pretendido “temor” al debate de la CCI. La CCI está en la tradición de la Izquierda italiana y de Bilan, corriente que se negó durante la guerra de España a excluir a su minoría que llamaba abiertamente a participar en la guerra imperialista en las filas de las milicias republicanas ([2]), porque la clarificación política ha de preceder siempre a la separación política.
Lo que el CBG le echa en cara a la CCI, es su método proletario riguroso de debate, la polémica y las posiciones claras, llamando al pan pan y vino al vino, llamando por su nombre a las posiciones pequeño burguesas u oportunistas. Un ambiente difícilmente aceptable para los círculos y clanes, con su lenguaje falso y su diplomacia de hojalata, sus fidelidades y sus traiciones personales. Y claro está que tal ambiente no podía gustar a los “amiguetes”, pequeño burgueses cobardes que huyeron de la confrontación política y se retiraron de la vida de la clase.
Peor todavía, y por segunda vez, el CBG participó en el robo de material de la organización al salirse de ella. Intentaron justificarlo con una especie de visión del partido marxista parecida a una sociedad por acciones: cualquiera que le había dedicado tiempo a la CCI tenía derecho a “recuperar” su parte de las “riquezas” al salirse. Y ellos fueron quienes determinaron la “parte” que les correspondía. Ni que decir tiene que si se toleraran semejantes métodos en cualquier organización marxista, eso significaría su desaparición. De ese modo, los principios dejan el paso a la ley de la selva de la burguesía. Cuando la CCI se presentó para recuperar su material, estos valientes «revolucionarios» amenazaron con llamar a la policía.
Los miembros del futuro CBG fueron los principales colaboradores del agente provocador Chénier en la organización, y sus principales defensores tras su exclusión. Eso es lo que se esconde en las alusiones a la pretendida actitud de la CCI de denunciar a sus “disidentes” como policías. Según las mentiras del CBG, la CCI habría denunciado a Chénier por que no estaba de acuerdo con la mayoría de la CCI sobre el análisis de las elecciones en Francia en el 81. Una acusación a ciegas es algo tan criminal contra las organizaciones revolucionarias como llamar a la policía contra ellas. Una situación de ese tipo requiere que los revolucionarios que no estén de acuerdo con la opinión de la organización, y en particular el militante acusado, no sólo tengan derecho sino que tienen la obligación de oponerse a dicha opinión y si lo estiman necesario, exigir un tribunal de honor con la participación de las demás organizaciones revolucionarias para que se pronuncie sobre la acusación. En el pasado del movimiento obrero, hubiese sido impensable sugerir que una organización obrera pudiera acusar a un individuo por otro motivo que su defensa contra el Estado. Ese tipo de acusaciones no puede sino destruir la confianza en la organización y en sus órganos centrales, confianza indispensable para su defensa contra las infiltraciones del Estado.
Un odio ciego e impotente
Esa resistencia a tope de los elementos anarquistas pequeño burgueses y desclasados a su integración y subordinación a la misión histórica y mundial del proletariado, por mucha simpatía que tengan por ciertas posiciones políticas, es lo que les lleva al parasitismo, al odio abierto y al sabotaje político del movimiento marxista.
La realidad sórdida y corrosiva del CBG demuestra por sí misma las mentiras de sus declaraciones cuando afirma que ha salido de la CCI “para poder discutir”. Una vez más dejemos a los parásitos hablar de sí mismos. Primero, su abandono de toda forma de fidelidad al proletariado ha sido teorizado abiertamente. “Una visión muy negra del período ha empezado a expresarse... (...) varios elementos en el CBG se preguntan sobre la capacidad de la clase para alzarse a pesar de todo”.
Frente a este “debate difícil”, veamos como el CBG, valiente gigante “antimonolítico”, se las apaña con sus “divergencias”.
“No estábamos armados para enfrentarnos a estas cuestiones. Por toda respuesta reinaba un silencio más o menos atronador... el debate no degeneraba totalmente porque sencillamente se ignoraba. Era profundamente nocivo para la organización. El CBG se vanagloriaba de estar abierto a cualquier discusión en el movimiento revolucionario, y era uno de sus propios debates, sobre un tema central de su existencia, lo que le tapaba los oídos y le cerraba la boca”. Es pues perfectamente lógico que, al final de su cruzada contra la concepción marxista del rigor organizativo y metodológico previo a cualquier debate real, el CBG “descubra”... ¡que es la propia organización la que bloquea el debate!
«Para que pueda desarrollarse el debate... hemos decidido acabar con el CBG». ¡La organización es una traba al debate! ¡Viva el anarquismo! ¡Viva el liquidacionismo organizativo! Imagínense la gratitud de la clase dominante ante la propagación de tales “principios” ¡en nombre del “marxismo”!
El parasitismo: punta de lanza contra las fuerzas proletarias
A pesar de que la dominación de la burguesía no esté de momento amenazada ni mucho menos, los aspectos esenciales de la situación mundial la obligan a estar particularmente vigilante en la defensa de sus intereses. El hundimiento irreversible de su crisis económica, el desarrollo de las tensiones imperialistas y la resistencia de una generación obrera que no ha sufrido derrotas decisivas, todos estos elementos contienen la perspectiva de una desestabilización dramática de la sociedad burguesa. Todo ello impone a la burguesía la tarea histórica y mundial de destruir la vanguardia marxista revolucionaria del proletariado. Por insignificante que aparezca hoy el campo marxista, la clase dominante ya está obligada a intentar seriamente sembrar en él la confusión y debilitarlo.
En los tiempos de la Iª Internacional, la burguesía se encargó ella misma de denigrar públicamente a la organización de los revolucionarios. El conjunto de la prensa de la burguesía calumniaba la AIT y a su Consejo general, oponiendo al pretendido “centralismo dictatorial” de Marx los encantos de su propio pasado progresista y revolucionario.
Hoy en día, por el contrario, la burguesía no tiene ningún interés en llamar la atención sobre las organizaciones revolucionarias, porque son de momento todavía tan minoritarias que ni siquiera sus nombres suelen ser conocidos por los obreros. Un ataque directo del Estado contra ellas, ya sea a través de los media, ya sea utilizando sus órganos de represión, podría además provocar un reflejo de solidaridad en una minoría políticamente significativa de obreros conscientes. Ante esta situación, la burguesía prefiere no hacerse notar y dejar la faena sucia de la denigración a los parásitos políticos. Aunque no se den cuenta de ello ni siquiera lo deseen, esos parásitos están integrados en la estrategia antiproletaria de la clase dominante. La burguesía sabe muy bien que el mejor medio y el más eficaz para destruir el campo revolucionario es atacándolo desde dentro, denigrándolo, desmoralizándolo, dividiéndolo. Los parásitos cumplen con esta tarea sin que ni siquiera se lo hayan pedido. Al presentar a los grupos marxistas como estalinistas, como sectas burguesas dominadas por luchas de poder, a imagen de la burguesía, como algo históricamente insignificante, vienen a apoyar la ofensiva del capital contra el proletariado. Al dedicarse a atacar la reputación del medio político proletario, no sólo contribuyen a los ataques contra las fuerzas proletarias actuales, sino que además preparan el terreno para la represión política del campo marxista en el porvenir. Aunque la burguesía misma se mantenga hoy en un segundo plano, dejando que el parasitismo haga su sucia faena, es también porque tiene la intención de salir mañana a la luz con la intención de decapitar a la vanguardia revolucionaria.
La incapacidad de la mayoría de los grupos revolucionarios a reconocer el carácter real de los grupos parásitos es hoy en día una de las grandes debilidades del medio político. La CCI está determinada a asumir sus responsabilidades combatiendo esta debilidad. Ya es hora de que los grupos serios del medio político proletario, visto como un todo, organicen su propia defensa en contra de los elementos más podridos de la pequeña burguesía revanchista. En lugar de andar coqueteando con semejantes grupos en plan oportunista, la responsabilidad del medio es la de entablar un combate implacable contra el parasitismo político. La formación del partido de clase, el triunfo de la lucha emancipadora del proletariado, dependen en buena parte de nuestra capacidad para llevar a cabo ese combate.
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[1] Contrariamente a lo que afirma el CBG, en toda la historia de la CCI, el único individuo excluido de nuestra organización ha sido el tal Chénier, a quien denunciamos en nuestra prensa como individuo «turbio y poco de fiar». Para tomar una decisión semejante y de graves consecuencias, tenía que haber argumentos serios y graves. Y así fue. Independientemente de su actitud de doble lenguaje, de duplicidad, de maniobras y de creación de una organización dentro de la organización, Chénier ha sido y sigue siendo un agente del Estado burgués: es hoy responsable del «sector social» en el ayuntamiento y en el Partido socialista de una gran ciudad francesa, en los barrios «problemáticos», y ese trabajo sirve directamente para controlar posibles revueltas de jóvenes sin trabajo. También ha sido, después de su exclusión de la CCI, un defensor de los sindicatos, primero en la CGT de la cual fue excluido, antes de entrar en la CFDT. Ese es el aventurero burgués que todavía hoy prefiere defender el CBG para, en cambio, echar su basura sobre las organizaciones revolucionarias y entre ellas la CCI. Pero bueno, ¡cada uno tiene los amigos que se merece!. Nosotros preferimos escoger a nuestros enemigos. Existe, en efecto, una frontera de clase entre el CBG (el cual chapotea con Chénier en la misma charca hedionda de los sicarios «turbios y de poco fiar» de la burguesía), y el medio político proletario del cual participa plenamente la CCI.
[2] Ver nuestro libro La Izquierda comunista de Italia.