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La guerra en Serbia ha desenmascarado a los falsos revolucionarios y ha evidenciado
la unidad de fondo de los grupos auténticamente internacionalistas
Las guerras, como las revoluciones, son hechos históricos de gran alcance para deslindar el campo de la burguesía del de los revolucionarios, dando la prueba fehaciente de cuál es la naturaleza de clase de las fuerzas políticas. Así ocurrió con la Primera Guerra mundial, la cual provocó la traición de la Socialdemocracia en el plano internacional, la muerte de la IIª Internacional y la emergencia de una minoría que iba a constituir los nuevos partidos comunistas y la IIIª Internacional. Y lo mismo fue con la IIª Guerra mundial, que vino a confirmar la integración de los diferentes partidos estalinistas en la defensa del Estado burgués con su apoyo al frente imperialista «democrático» contra el «fascismo», pero también de las diferentes formaciones trotskistas que llamaron a la clase obrera a defender el «Estado obrero» ruso contra la agresión de la dictadura nazi-fascista, y que también vio surgir la valerosa resistencia de una ínfima minoría de revolucionarios que supieron mantener el rumbo durante aquella prueba histórica. No estamos hoy ante una tercera guerra mundial, pues ni las condiciones están maduras, ni lo estarán, a nuestro entender, en un futuro próximo; sin embargo, la operación militar en Serbia es, sin duda alguna, el acontecimiento más grave desde finales de la IIª Guerra mundial, y ha provocado una polarización de las fuerzas políticas en torno a las principales clases de la sociedad: el proletariado y la burguesía.
Mientras que las diferentes formaciones izquierdistas han confirmado su función burguesa ya sea apoyando el ataque de la OTAN ya sea defendiendo a Serbia ([1]), hemos podido, en cambio, comprobar con gran satisfacción que los principales grupos políticos revolucionarios han asumido todos una posición internacionalista coherente defendiendo los puntos fundamentales siguientes:
1. La guerra actual es una guerra imperialista (como todas las guerras de hoy) y la clase obrera tiene todas las de perder si apoyara a uno u otro bando: «Armar a uno u otro campo – americano o serbio, italiano o francés, ruso o inglés – son siempre conflictos interimperialistas suscitados por las contradicciones de la economía burguesa (…) Ni un hombre, ni un soldado para la guerra imperialista: lucha abierta contra su propia burguesía nacional, serbia o kosovar, italiana o americana, alemana o francesa» (Il Programma comunista nº 4, 30 de abril de 1999).
«Para los comunistas auténticos, el apoyo a este o a aquel imperialismo, haciendo distinciones entre el más débil y el más fuerte porque entre dos males habría que escoger el menor, es erróneo, oportunista e indecente. Todo apoyo a un frente imperialista o a otro es un apoyo al capitalismo. Es una traición a todas las esperanzas de emancipación del proletariado a la causa del socialismo.
El único camino para salir de la lógica de la guerra pasa únicamente por la reanudación de la lucha de clase en Kosovo como en el resto de Europa, en Estados Unidos como en Rusia» (volante del BIPR, «Capitalismo equivale a imperialismo, imperialismo equivale a guerra», 25 de marzo de 1999).
2. La guerra en Serbia no tiene ni mucho menos objetivos humanitarios en favor de tal cual población, sino que es la consecuencia lógica del enfrentamiento interimperialista a nivel mundial: «Ni las advertencias y las presiones sobre Turquía, como tampoco la guerra contra Irak han hecho cesar la represión y la matanza de kurdos; como tampoco han hecho cesar la represión y muertes de palestinos las presiones sobre Israel. Las misiones de la ONU, las pretendidas fuerzas de interposición, los embargos ni han evitado ni han hecho cesar la guerra ayer en la ex Yugoslavia, entre Serbia y Croacia, entre Croacia, Serbia y Bosnia, de todos contra todos. Y la intervención militar de las burguesías occidentales organizada por la OTAN contra Serbia no evitará la “purificación étnica” contra los kosovares, del mismo modo que tampoco ha evitado el bombardeo de Belgrado y de Prístina.
Las misiones humanitarias de la ONU (…) lo único que han logrado es “preparar” el terreno a represiones y matanzas todavía más espantosas. Es la demostración de que la visión y la acción humanitarias y pacifistas son en realidad ilusorias y, por lo tanto, impotentes» («La verdadera oposición a las intervenciones militares y a la guerra es la lucha de clases del proletariado, su reorganización clasista e internacionalista contra todas las formas de opresión y de nacionalismo», suplemento a Il Comunista, nº 64-65, abril de 1999).
3. Esta guerra, detrás de la unidad de fachada, expresa el enfrentamiento entre las potencias imperialistas alistadas en la Alianza atlántica y, principalmente, entre Estados Unidos por un lado y Alemania y Francia del otro.
«La firme voluntad de Estados Unidos de crear un “casus belli” con la intervención directa contra Serbia apareció durante las negociaciones de Rambouillet: estas conversaciones, lejos de buscar una solución pacífica a la cuestión inextricable de Kosovo, debía servir, al contrario, para hacer caer la responsabilidad de la guerra en el gobierno yugoslavo (…) El verdadero problema de EE.UU. eran, en realidad, sus propios aliados y Rambouillet ha servido para acorralarlos e imponerles su aprobación a la intervención de la OTAN...» (Il Partito comunista, nº 266, abril de 1999).
«Para impedir que se consolide un nuevo bloque imperialista capaz de oponérsele, EE.UU. ejerce su presión para que se amplíe la OTAN al área entera de los Balcanes así como a Europa del Este (…) EE.UU. pretende (…), y quizá sea lo más importante, infligir un golpe a las aspiraciones europeas de desempeñar un papel imperialista autónomo.
Los europeos, a su vez, tampoco se quedan atrás en ese maldito juego, al apoyar la acción militar de la OTAN únicamente para no correr el riesgo de quedar totalmente excluidos de una región tan importante» (volante del BIPR, «Capitalismo equivale a imperialismo, imperialismo equivale a guerra», 25 de marzo de 1999)
4. El pacifismo, como siempre, ha demostrado una vez más que es el instrumento, no, desde luego, de la lucha de la clase obrera y de las masas populares contra la guerra, sino el medio para adormecerlas que usan los partidos de izquierda, pues es la función, una vez más confirmada, de ser los banderines de enganche de carnicerías habidas y por haber: «Eso quiere decir que hay que abandonar todas las ilusiones pacifistas y reformistas que desarman y orientarse hacia objetivos y métodos de lucha clasistas que siempre han pertenecido a la tradición proletaria…» (Il Programma comunista, nº 4, 30 de abril de 1999).
«El frente compacto (…) dirige el mismo llamamiento pacifista a todos aquellos cuyo capital les sirve para hacer la guerra: la Constitución, Naciones Unidas, los gobiernos (…) En fin, colmo del ridículo, piden a ese mismo gobierno que está haciendo la guerra… que sea bueno y que obre por la paz» (Battaglia comunista, nº 5, mayo de 1999)
Nuestro llamamiento al medio político proletario
Como puede verse, se trata de una plena convergencia en todas las cuestiones de fondo sobre el conflicto en los Balcanes, entre las diferentes organizaciones que forman parte del medio político revolucionario. Naturalmente que existen divergencias en cuanto al análisis del imperialismo en la fase actual y en cuanto a la relación de fuerzas entre las clases. Pero, sin subestimar esas divergencias, nosotros consideramos que los aspectos que unen a esas diferentes organizaciones son mucho más importantes y significativos que los que las distinguen, en relación con lo que está ahora mismo en juego. Basándonos en esto, lanzamos nosotros un llamamiento el 29 de marzo de 1999 al conjunto de esos grupos ([2]) para tomar una iniciativa común contra la guerra:
«Camaradas…
Hoy, los grupos de la izquierda comunista son los únicos en defender esas posiciones clásicas del movimiento obrero. Únicamente los grupos que se reivindican de esa corriente [la de la Izquierda comunista], la única que no traicionó durante la Segunda Guerra mundial, pueden dar una respuesta de clase a las preguntas que deberán plantearse obligatoriamente en la clase obrera. Su deber es intervenir lo más ampliamente posible en la clase para denunciar en su seno los montones de mentiras que están apilando todos los sectores de la burguesía y defender los principios internacionalistas que nos legó la Internacional comunista y sus Fracciones de izquierda. Por su parte, la CCI también ha publicado un volante del que os enviamos aquí un ejemplar. Pero pensamos que la gravedad de lo que se plantea merece que el conjunto de los grupos que defienden una postura internacionalista publique y difunda una toma de postura común en la que se afirmen los principios de clase proletarios contra la barbarie guerrera del capitalismo. Es la primera vez desde hace medio siglo que los principales bandidos imperialistas hacen la guerra en Europa misma, o sea en el escenario principal de las dos guerras mundiales y que es, además, la concentración proletaria principal del mundo. Esto da idea de la gravedad de la situación actual. Y exige de los comunistas la responsabilidad de unir sus fuerzas para hacer oír la voz de los principios internacionalistas lo más alta posible, dando así a la afirmación de esos principios el mayor impacto que nuestras pocas fuerzas permitan.
Es evidente para la CCI que una toma de posición así sería diferente en varios aspectos de la de un volante como el que hemos publicado, pues muy bien sabemos que hay, en el seno de la Izquierda comunista, desacuerdos en los análisis que hacemos unos u otros sobre tal o cual aspecto de la situación mundial. Estamos, sin embargo, plenamente convencidos de que el conjunto de los grupos de la Izquierda comunista podrían llegar a firmar un documento en el que se reafirmen los principios fundamentales del internacionalismo sin por ello tener que suavizarlos. Por eso os proponemos que nuestras organizaciones se encuentren lo antes posible para elaborar un llamamiento común contra la guerra imperialista, contra todas las mentiras de la burguesía, contra todas las campañas pacifistas y por la perspectiva proletaria para la destrucción del capitalismo.
Al hacer esta propuesta, nos sentimos fieles a la política propugnada por los internacionalistas, por Lenin en particular, en las conferencias de Zimmerwald y de Kienthal en 1915 y 1916. Una política que fue capaz de superar o dejar de lado las divergencias posibles entre los diferentes sectores del movimiento obrero europeo, para afirmar claramente la perspectiva proletaria frente a la guerra imperialista. Evidentemente, nosotros estamos disponibles para otra iniciativa que vuestra organización pudiera tomar, para toda propuesta que permita que se oiga la voz proletaria frente a la barbarie y las mentiras de la burguesía. (…)
Saludos comunistas,
La CCI».
Las respuestas a nuestro llamamiento
Las respuestas a nuestro llamamiento no han estado, por desgracia, a la altura de las circunstancias y de lo que nosotros esperábamos. Dos de los grupos bordiguistas, Il Comunista-Le Prolétaire e Il Partito comunista, todavía no han contestado al llamamiento, y eso que se les han enviado una segunda carta de propuesta el 14 de abril de 1999 solicitándoles una respuesta. El tercer grupo bordiguista, Programma comunista, nos prometió una respuesta escrita (negativa), pero no hemos recibido nada. En fin, el BIPR ha tenido a bien contestar a nuestra invitación con una fraterna negativa. Es evidente que no podemos sino lamentar el fracaso del llamamiento, pues confirma una vez más, si era necesario, las dificultades ante las que se encuentra el medio político proletario, muy afectado todavía por el entumecimiento sectario del ambiente contrarrevolucionario en el que tuvo que reconstituirse el medio. Pero en este momento, con relación al problema de la guerra, nuestra preocupación principal no es la de acentuar todavía más las fricciones existentes en el medio político proletario, desarrollando una polémica sobre la irresponsabilidad que es la respuesta negativa o la ausencia de respuesta a nuestro llamamiento, sino desarrollar a fondo los argumentos que van a favor de la necesidad y del interés para la clase obrera en que haya una iniciativa común del conjunto de grupos internacionalistas. Para ello, vamos a analizar los argumentos opuestos por el BIPR (¡el único en contestar!) ya sea por escrito ya en encuentros directos que hemos tenido con ese grupo, considerando que muchos de los argumentos aducidos por el BIPR podrían haber sido con mucha probabilidad, los aducidos por los grupos bordiguistas si éstos se hubieran dignado contestarnos. De este modo esperamos que avance nuestra propuesta de iniciativa común frente a todos los camaradas y todas las formaciones políticas de la clase obrera y recabar así mejores resultados en el futuro.
Una réplica unida del medio político ¿sería necesariamente irrelevante?
El primer argumento utilizado por el BIPR es que las posiciones de los grupos son demasiado diferentes, razón por la cual una toma de postura común sería obligatoriamente de un «perfil político muy bajo» y, por lo tanto, poco eficaz para que «se note el punto de vista proletario frente a la barbarie y las mentiras de la burguesía» (extracto de la carta de respuesta del BIPR a nuestro llamamiento).
Y, para apoyar esas afirmaciones, añade:
«Es cierto que “hoy los grupos de la izquierda comunista son los únicos que defienden las posiciones clásicas del movimiento obrero”, pero también es cierto que cada corriente lo hace de una manera radicalmente diferente. No vamos a indicar las diferencias específicas de las que cualquier atento observador puede darse cuenta; nos limitamos a señalar que esas diferencias marcan una decantación importante entre las fuerzas que se reivindican de una Izquierda comunista genérica…»
Es exactamente lo contrario de los que acabamos de demostrar. Las citas hechas al principio de este artículo podrían ser fácilmente intercambiables entre los diferentes grupos sin producir ninguna deformación política y, tomadas en su conjunto, servir de elementos políticos de base para una posible toma de posición común que tanto necesita la clase obrera en este momento.
¿Por qué habla entonces el BIPR de «divergencias radicales» que harían ineficaces los esfuerzos por una iniciativa en común?, pues porque el BIPR pone en el mismo plano las posiciones de base (la actitud derrotista frente a la guerra) y los análisis políticos de la fase actual (las causas de la guerra en Serbia, la relación de fuerzas entre burguesía y proletariado…). Con esto, no andamos buscando ni mucho menos quitar importancia a las divergencias actuales en el medio político proletario en esos análisis. En un próximo artículo hemos de volver sobre esos argumentos, con nuestra crítica de lo que consideramos como una posición economicista la defendida por Battaglia comunista e Il Partito comunista. Lo que ahora consideramos como problema más importante es la subestimación que manifiesta el BIPR, y con él todos los grupos citados, sobre el eco que podría tener la iniciativa propuesta.
No es por casualidad si, para rechazarla, el BIPR se ve obligado a poner en entredicho lo que significaron las conferencias de Zimmerwald y de Kienthal, subestimándolas en gran medida.
El significado de las conferencias de Zimmerwald y de Kienthal
«Por ello, la referencia a Zimmerwald y Kienthal en vuestra carta-llamamiento no tienen nada que ver con la situación histórica actual.
Zimmerwald y Kienthal no fueron iniciativas bolcheviques o de Lenin, sino más bien de los socialistas italianos y suizos que allí se reunieron y, mayoritariamente, las tendencias “radicales” internas de los partidos de la IIª Internacional. Lenin y los bolcheviques participarán en ellas para animar a la ruptura con la IIª Internacional, pero:
a) la ruptura no era segura en ese momento, sino que, al contrario, Lenin siguió estando en la minoría absoluta en ambas conferencias;
b) no es seguro que el manifiesto de Zimmerwald «afirme claramente la perspectiva proletaria frente a la guerra imperialista», sino más bien las mociones de Lenin, rechazadas por las conferencias.
Así pues, presentar la participación de los bolcheviques a las conferencias de Zimmerwald y de Kienthal como modelo al que haya que referirse en la situación actual, no tiene ningún sentido» (Carta de respuesta del BIPR a nuestro llamamiento).
En ese pasaje, tras haber recordado cosas sabidas, como que las conferencias fueron iniciativas de socialistas italianos y suizos y no de los bolcheviques (¿será algo indecente?), como que Lenin participó en ellas para animar a la ruptura con la IIª Internacional y que, por esto mismo, añadiríamos nosotros, Lenin quedó en minoría absoluta en ambas conferencias, se acaba lanzando el anatema contra quienes presentan «las conferencias de Zimmerwald y Kienthal como modelo al que hay que referirse en la situación actual».
Ahora bien, lo que el BIPR no entiende – evidentemente a causa de una lectura poco atenta de nuestro llamamiento – es lo que nosotros mismos afirmamos: «la política propugnada por los internacionalistas, por Lenin en particular, en las conferencias de Zimmerwald y de Kienthal en 1915 y 1916, (una política capaz de) afirmar claramente la perspectiva proletaria frente a la guerra imperialista». El problema es que el BIPR parece ignorar la historia misma de nuestra clase. Los bolcheviques, en la «izquierda del movimiento obrero» de entonces, intentaron sin cesar llevar lo más lejos posible los resultados de esas conferencias, y nunca se les pasó por la cabeza permanecer fuera de ellas, porque comprendían la necesidad de reunirse en un momento de decantación política especialmente crítico y crucial como el de principios de siglo. Lenin mismo, llevó a cabo una labor muy importante animando lo que se llamó «izquierda de Zimmerwald», crisol en el que se forjarían las fuerzas políticas que iban a favorecer la construcción de la IIIª Internacional. Y respecto al hecho de que «Zimmerwald y Kienthal no habrían sido iniciativas bolcheviques», esto es lo que pensaba la izquierda revolucionaria de Zimmerwald:
«El manifiesto presentado por la conferencia no nos satisface del todo. En él no hay nada sobre el oportunismo declarado o sobre el que se oculta tras la frase radical, ese oportunismo que no sólo tiene la mayor responsabilidad del desmoronamiento de la Internacional, sino que además quiere mantenerse. El manifiesto no especifica claramente los medios para oponerse a la guerra (…).
Aceptamos el Manifiesto, porque lo concebimos como un llamamiento a la lucha y porque, en esta lucha, queremos caminar junto a los demás grupos de la Internacional (…)» (declaración de la Izquierda zimmerwaldiana en la conferencia de Zimmerwald, firmada por Lenin, Zinoviev, Radek, Nerman, Höglung y Winter y citada en les Origines de l’Internationale communiste, de Zimmerwald a Kienthal, de J. Humbert-Droz, ediciones Guanda)
Y esto es lo que decía Zinoviev al finalizar la conferencia de Kienthal: «Nosotros, zimmerwaldianos, tenemos la ventaja de habernos encontrado ya a escala internacional, mientras que los socialpatriotas no han podido hacerlo todavía. Debemos pues sacar provecho de esa ventaja para organizar la lucha contra el socialpatriotismo (…)
En el fondo, la resolución es un paso adelante. Quienes comparen esta resolución con el proyecto de la Izquierda zimmerwaldiana, en setiembre 1915, y con los escritos de las Izquierdas alemana, holandesa, polaca y rusa, tendrán que admitir que nuestras ideas iban entonces en el sentido de los principios aceptados por la Conferencia (…)
Cuando se saca balance, la segunda conferencia de Zimmerwald es un paso adelante. La vida trabaja en favor nuestro (…) La Segunda conferencia de Zimmerwald será política e históricamente un nuevo paso adelante hacia la IIIª Internacional» (G. Zinoviev, ídem)
O sea, que Zimmerwald y Kienthal fueron dos etapas cruciales en la batalla que los revolucionarios habían entablado a favor del acercamiento de los revolucionarios y de su separación de los social-patriotas traidores con vistas a la constitución de la IIIª Internacional.
Los bolcheviques y Lenin fueron capaces de comprender lo que significaba para los obreros, desesperados, aislados en los frentes, el manifiesto de Zimmerwald: una esperanza inmensa, la salida del infierno. Lástima que el BIPR no lo comprenda. Hay momentos en la historia en los que un avance de los revolucionarios es más importante que los programas más claros políticamente, parafraseando a Marx.
¿Qué ha quedado?
El BIPR ha tomado una serie de iniciativas comunes con nosotros desde hace algunos años, la última hace escasos meses. Las más significativas han sido:
– la participación coordinada e intervención a veces en nombre de ambas organizaciones, en la segunda conferencia sobre la herencia política de Trotski organizada en Moscú en 1997 por el movimiento trotskista;
– una reunión pública común en Londres sobre la revolución rusa con una introducción única para los dos grupos, una sola presidencia y la publicación de un mismo artículo de balance redactado conjuntamente por ambas organizaciones y publicado en nuestras prensas respectivas en lengua inglesa, Workers Voice y World Revolution;
– una intervención coordinada entre ambas organizaciones en la confrontación con los grupos parásitos en Gran Bretaña.
Por consiguiente, no acabamos de comprender, en lo que al BIPR se refiere, es cómo esta organización, que desde hace años ha tomado esas iniciativas comunes con nosotros se niega ahora a toda acción conjunta de ese tipo. Cuando les preguntamos esto a los camaradas de Battaglia comunista, nos contestaron que sobre la revolución rusa podíamos trabajar juntos porque «sus lecciones eran algo adquirido desde hace mucho tiempo», pues son análisis consolidados, asuntos del pasado, mientras que la guerra es un problema diferente, actual, con implicaciones sobre las perspectivas. Ahora bien, además de las reuniones públicas sobre la revolución de octubre, también ha habido la intervención hecha en las conferencias en Rusia que no eran cosas del pasado, sino por definición el presente y el futuro del movimiento obrero. Además, lo curioso es que se presente la discusión sobre Octubre de 1917 como arqueología política y no como un arma para la intervención en la clase obrera de hoy. En resumen, una vez más, los argumentos del BIPR son erróneos.
En realidad, si miramos de más cerca, esa vuelta del BIPR se explica pues ya ha sido anunciada y corresponde a lo que los camaradas han escrito en sus conclusiones de la «Resolución sobre el trabajo internacional» del VIº Congreso de Battaglia comunista, adoptados por todo el BIPR y transcritos en su respuesta a nuestro llamamiento:
«Es ahora un principio adquirido en nuestra línea de conducta política que, salvo circunstancias excepcionales, todas las nuevas conferencias y reuniones internacionales organizadas por el BIPR y sus organizaciones deben ir plenamente hacia la consolidación, fortalecimiento y extensión de las tendencias revolucionarias del proletariado mundial. El Buró internacional para el Partido revolucionario y las organizaciones que a él pertenecen se adhieren a ese principio. (…) Y está claro, a partir del contexto y del conjunto de documentos del Buró que nosotros entendemos por «tendencias revolucionarias del proletariado» todas las fuerzas que van a formar el Partido internacional del proletariado. Y, teniendo en cuenta el método político actual de vuestra organización y de las demás, no pensamos nosotros que vosotros podáis formar parte de aquél.»
Detrás de ese pasaje, más allá de la evidencia de su primera parte con la cual también nosotros estamos de acuerdo («todas las nuevas conferencias y reuniones internacionales (…) deben ir plenamente hacia la consolidación, fortalecimiento y extensión de las tendencias revolucionarias del proletariado mundial»), se oculta la idea de que el BIPR es hoy la única organización digna de crédito en el seno de la izquierda comunista ([3]), habida cuenta el «idealismo» de la CCI y la esclerosis de los bordiguistas, «teniendo en cuenta el método político actual de vuestra organización y de las demás, no pensamos nosotros que vosotros podáis formar parte del “Partido internacional del proletariado”», como dicen. O sea, mejor seguir directamente su propio camino con relación a las organizaciones hermanas, y no andar perdiendo el tiempo en conferencias o iniciativas comunes con resultados estériles y sin perspectiva.
Es ésa la única postura clara del BIPR, pero también es incoherente o, como mínimo, basada en razones de pura apariencia.
Habremos de volver sobre estos aspectos. Nosotros, por nuestra parte, sabemos perfectamente que el partido surgirá de la confrontación y de la decantación políticas que, inevitablemente, deberán producirse entre las organizaciones revolucionarias existentes.
Ezechiele
31 de mayo de 1999
[1] Puede leerse en nuestros diferentes órganos de prensa territorial de los meses de abril, mayo y junio de 1999 la denuncia de los grupos falsamente revolucionarios que actúan en los diferentes países.
[2] Esos grupos son: Buró internacional para el Partido revolucionario (BIPR, formado por el Partito comunista internazionalista, que publica Battaglia comunista en Italia, y el Communist Workers Organisation que publica Revolutionary Perspectives en Gran Bretaña); el Partito comunista internazionale (que publica il Partito comunista en Italia y le Prolétaire en Francia); el Partito comunista internazionale que publica il Programma comunista en Italia, Cahiers internationalistes en Francia, Internationalist Papers en Gran Bretaña).
[3] No sabemos de dónde procederá este nuevo tipo de autoproclamación totalmente desconocido en el movimiento obrero. Pero, a lo mejor, el BIPR, como el Papa, tiene línea directa con no se sabe qué cielo.