Submitted by Revista Interna... on
En el primer artículo de esta serie publicado en el nº 118 de esta Revista, pusimos en evidencia cómo la teoría de la decadencia, en Marx y Engels, está en la médula del materialismo histórico en el análisis de la evolución de los modos de producción. De igual modo la encontramos en el centro de los textos programáticos de las organizaciones de la clase obrera. En el segundo artículo, publicado en el nº 121 de la Revista internacional, hemos visto cómo las organizaciones obreras, tanto en los tiempos de Marx como en la Segunda Internacional, en sus Izquierdas marxistas así como en la Tercera Internacional, la Internacional comunista (IC), hicieron de este análisis el eje central de su comprensión de la evolución del capitalismo para ser capaces determinar las prioridades del momento. Marx y Engels, efectivamente, siempre dijeron claramente que la perspectiva de la revolución comunista dependía de la evolución material, histórica y global del capitalismo. La Internacional comunista, en particular, hará de este análisis el eje central de comprensión del nuevo período abierto con el estallido de la Primera Guerra mundial. Todas las corrientes políticas que la constituirán reconocerán el sello de la entrada del capitalismo en su período de decadencia en el primer conflicto mundial. Seguimos aquí evocando históricamente las principales expresiones políticas particulares de la IC sobre las cuestiones sindical, parlamentaria y nacional, para las cuales la entrada del sistema en su fase de declive tuvo consecuencias muy importantes.
El Primer congreso de la IC se celebró del 2 al 6 de marzo 1919, en plena culminación de la efervescencia revolucionaria internacional que se estaba desarrollando sobre todo en las principales concentraciones obreras de Europa. El joven poder soviético en Rusia apenas existía desde hacía dos años y medio. Un amplio movimiento insurreccional había estallado en septiembre del 18 en Bulgaria. Alemania estaba en plena agitación social, se habían formado consejos obreros en todo el país y una sublevación revolucionaria acababa de ocurrir en Berlín entre noviembre del 18 y febrero del 19. Llegó incluso a formarse una República socialista de consejos obreros en Baviera, que desgraciadamente sólo viviría entre noviembre del 1918 y abril de 1919. Una revolución socialista triunfadora estalló en Hungría inmediatamente después del congreso y resistir seis meses, de marzo a agosto del 19, a los asaltos de las fuerzas contrarrevolucionarias. Importantes movimientos sociales, consecuencia de las atrocidades de la guerra y de las dificultades de la posguerra, agitaban a todos los países europeos.
Al mismo tiempo, a causa de la traición de la socialdemocracia al haber tomado abiertamente partido por la burguesía al estallar la guerra en 1914, las fuerzas revolucionarias estaban en plena reorganización. Empezaban a desprenderse nuevas formaciones mediante un difícil proceso de decantación, con el objetivo de salvar los principios proletarios y las mayores fuerzas posibles de los antiguos partidos obreros. Las Conferencias de Zimmerwald (septiembre de 1915) y de Kienthal (abril del 16), que agruparon a todos los opositores a la guerra imperialista, contribuyeron ampliamente en esa decantación, permitiendo echar los primeros cimientos para la fundación de una nueva Internacional.
En el precedente artículo vimos cómo, tras el estallido de la Primera Guerra mundial, esa nueva Internacional hizo de la entrada del capitalismo en un nuevo período histórico su marco de comprensión de las tareas del momento. Examinaremos ahora cómo aparecerá ese marco, tanto explícita como implícitamente, en la elaboración de sus posiciones programáticas; hemos de poner también en evidencia que la rapidez del movimiento, en las difíciles condiciones de aquellos tiempos, no permitió a los revolucionarios sacar todas las implicaciones políticas de la entrada del capitalismo en su fase de decadencia en lo referente al contenido y las formas de lucha de la clase obrera.
La cuestión sindical
En el Primer congreso de la Tercera internacional en marzo del 19, las primeras cuestiones a las que han de confrontarse las nuevas organizaciones comunistas atañen a la forma, contenido y perspectivas del movimiento revolucionario que se está desarrollando en toda Europa. La tarea del momento ya no es la de conquistas progresivas en el marco de un sistema capitalista ascendente: es la de la conquista del poder contra un modo de producción que ha sellado su quiebra histórica con el estallido de la Primera Guerra mundial ([1]). La forma de la lucha del proletariado debe entonces evolucionar para corresponderse con ese nuevo contexto histórico y con el nuevo objetivo.
La organización en sindicatos –esencialmente órganos de defensa de los intereses económicos del proletariado, que agrupaban minorías de la clase obrera– era la apropiada para los objetivos del movimiento obrero durante la fase ascendente del capitalismo, paro ya no correspondía a la perspectiva de conquista del poder. Por ello la clase obrera, en las huelgas de masas en Rusia de 1905 ([2]), hizo surgir los soviets (consejos obreros), órganos que agrupan al conjunto de los obreros en lucha, siendo su contenido a la vez político y económico ([3]) y cuyo objetivo fundamental es la preparación de la toma de poder:
« Lo fundamental es encontrar la vía practica que brindará al proletariado el medio para tomar el poder. Esa vía es el sistema de los soviets conjugado con la dictadura del proletariado. ¡Dictadura del proletariado!. Hasta hace poco estas palabras eran para las masas una expresión rebuscada y difícil, pero hoy, por la difusión que ha alcanzado en el mundo entero el sistema de los soviets, esa formulación ha sido traducida a todos los idiomas contemporáneos. Gracias al poder soviético que hoy gobierna en Rusia, gracias a los grupos espartaquistas de Alemania y a otros organismos similares de otros países (…)” (“Discurso de apertura del Primer Congreso de la IC” pronunciado por Lenin, citado en Los cuatro primeros congresos de la IC –primera parte).
Basándose en la experiencia de la Revolución rusa y en la aparición masiva de los consejos obreros en todos los movimientos insurreccionales en Europa, la IC en su Primer congreso era muy consciente de que el marco de las luchas consecuentes de la clase obrera ya no eran las organizaciones sindicales sino estos nuevos órganos unitarios: los soviets:
“En efecto, la victoria no podrá ser considerada como segura mientras no sean organizados no solo los trabajadores de la ciudad sino también los proletarios rurales, y organizados no como antes en los sindicatos y cooperativas sino en los soviets” (“Discurso de Lenin sobre las Tesis sobre la democracia burguesa y la dictadura del proletariado en el Primer Congreso de la IC”, Idem).
Es por supuesto la principal lección que se despeja de ese Primer congreso constitutivo de la IC, que se da como “tarea más esencial” la “propagación del sistema de los soviets”, según las propias palabras de Lenin:
«Sin embargo, creo que tras casi dos años de revolución no debemos plantear el problema de ese modo sino adoptar resoluciones concretas dado que la propagación del sistema de los soviets es para nosotros, y particularmente para la mayoría de los países de Europa occidental, la más esencial de las tareas (…) Deseo hacer una propuesta concreta tendente a la adopción de una resolución en la cual deben ser señalados particularmente tres puntos: 1. Una de las tareas más importantes para los camaradas de los países de Europa occidental consiste en explicar a las masas el significado, la importancia y la necesidad del sistema de los soviets (…) 3. Debemos decir que la conquista de la mayoría comunista en los soviets es la principal tarea en todos los países donde el poder soviético aún no triunfó” (idem).
El primer congreso de la IC también pone en evidencia que la clase obrera no solo hace surgir nuevos órganos de lucha –los consejos obreros– adaptados a los nuevos objetivos y contenido de su lucha en el período de decadencia del capitalismo, sino que éstos han de enfrentarse a los sindicatos que se han pasado al campo de la burguesía. Lo atestiguan los informes presentados por los delegados de varios países. Albert, delegado por Alemania, dice en su Informe:
«Es importante constatar que esos consejos de fábricas ponen entre la espada y la pared a los viejos sindicatos, incluso tan potentes como los alemanes, que habían prohibido a los obreros hacer huelga, que estaban contra cualquier movimiento declarado por parte de los obreros, y que habían apuñalado por la espalda a la clase obrera. Esos sindicatos están totalmente fuera de juego tras el golpe del 9 de noviembre. Todas la reivindicaciones salariales se han lanzado sin los sindicatos, e incluso contra ellos, porque ellos no han defendido ninguna reivindicación salarial » (citado en el Primer Congreso de la Internacional comunista).
El informe de Platten sobre Suiza va en el mismo sentido:
« El movimiento sindical en Suiza sufre del mismo mal que en Alemania (...) Los obreros suizos comprenden muy bien que solo podrán mejorar su situación material si vulneran los estatutos de sus sindicatos y parten en lucha, no bajo la dirección de la vieja Confederación sino bajo una dirección elegida por ellos. Se organizó un Congreso obrero en el que se formó un consejo obrero... (...) Congreso obrero que se realizó pese a la resistencia de la dirección sindical » (Idem).
Esa realidad del enfrentamiento, a menudo violento, entre movimiento obrero organizado en consejos y sindicatos transformados en último baluarte para salvar al capitalismo, es una experiencia que aparece en los informes de todos los delegados, a uno u otro nivel ([4]).
Este papel contrarrevolucionario de los sindicatos es un descubrimiento para el Partido bolchevique y Zinoviev, en su Informe sobre Rusia, dice:
«El desarrollo histórico de nuestros sindicatos ha sido diferente al de Alemania. En 1904 y 1905 desempeñaron un gran papel revolucionario y, hasta ahora, han luchado a nuestro lado por el socialismo (...) La inmensa mayoría de sus miembros comparten los puntos de vista de nuestro partido y todo lo que votan es a nuestro favor» (Primer Congreso de la IC).
El propio Bujarin, como corredactor de la Plataforma que será votada, declara:
«Camaradas, mi labor consiste en analizar la plataforma que se presenta (...) Si la hubiéramos escrito para los rusos trataríamos del papel de los sindicatos en el proceso de transformación revolucionaria. Pero tras la experiencia de los comunistas alemanes, eso es imposible, ya que los camaradas nos dicen que los sindicatos en Alemania son lo opuesto a los nuestros. En nuestro caso, los sindicatos desempeñan un papel positivo dentro del proceso de trabajo. El poder soviético se apoya, precisamente, en ellos; en Alemania ocurre todo lo contrario » (Primer Congreso de la IC).
Eso no es una sorpresa cuando se sabe que los sindicatos no aparecen realmente en Rusia más que en 1905, en el período de efervescencia revolucionaria en el que son arrastrados por el movimiento, a menudo bajo la dependencia de los soviets. Cuando se hunde el movimiento tras el fracaso de la revolución, los sindicatos también tienen tendencia a desaparecer, pues, contrariamente a lo que ocurría en los países occidentales, el absolutismo del Estado ruso no les permitía integrarse en su seno. En la mayor parte de los países occidentales desarrollados, como Alemania, Gran Bretaña y Francia, los sindicatos tenían tendencia a implicarse cada día más en la gestión de la sociedad a través de su participación en organismos varios y lo que hoy se llama “comisiones paritarias”. La explosión de la guerra confiere a esa tendencia su carácter decisivo, poniendo a los sindicatos en la obligación de escoger explícitamente su campo; y todos lo harán en los países citados traicionando a la clase obrera, incluido el sindicato anarcosindicalista CGT en Francia ([5]). En Rusia, sin embargo, con el desarrollo de la lucha de clases en reacción a las privaciones y al horror de la Primera Guerra mundial, la existencia de los sindicatos se reactiva. En el mejor de los casos, su papel es el de auxiliar de los soviets, como en 1905. Es preciso señalar, sin embargo, que a pesar de las condiciones desfavorables para su integración en el Estado, ciertos sindicatos como el de los ferroviarios ya eran muy reaccionarios en el periodo revolucionario de 1917.
Con el reflujo de la oleada revolucionaria y el aislamiento de Rusia, esas diferencias en la herencia de la experiencia obrera pesarán sobre la capacidad de la Internacional para sacar y hacer homogéneas todas las lecciones de las experiencias del proletariado a escala internacional. La fuerza del movimiento revolucionario, todavía aun muy importante cuando el Primer congreso, así como la convergencia de las experiencias sobre la cuestión sindical a la que se refieren todos los delegados de los países capitalistas más desarrollados, hacen que esta cuestión siga abierta. Así es como el camarada Albert, en nombre de la Mesa y como ponente de la Plataforma de la IC, concluirá sobre la cuestión sindical:
“Ahora abordo una cuestión capital que no se trata en la Plataforma, es decir la del movimiento sindical. Esta cuestión la hemos trabajado ampliamente. Hemos escuchado a delegados de diferentes países hablar del movimiento sindical y debemos constatar que no podemos adoptar hoy una posición internacional sobre esto en la Plataforma porque la situación del proletariado varía considerablemente de un país a otro. (...) Las circunstancias son muy diferentes según los países, de forma que nos parece imposible dar unas líneas directrices internacionales claras a los obreros. Ya que ello no es posible y no podemos zanjar la cuestión, debemos dejar que sean las diversas organizaciones nacionales las que definan su posición» (Primer Congreso de la IC)”.
Así contestará Albert, delegado del Partido comunista de Alemania, a la idea emitida por Reinstein, antiguo miembro del Socialist Labor Party americano y considerado como el delegado de Estados Unidos ([6]), de “revolucionalizar” a los sindicatos:
“Estoy tentado de decir que hay que «revolucionarizar», cambiar a los dirigentes amarillos por dirigentes revolucionarios. Pero, en realidad, no es fácil pues todos las formas de organización de los sindicatos se adaptan al viejo aparato del Estado, y porque el sistema de los Consejos no se puede construir sobre la base de los sindicatos de ramo » (Idem).”
El final de la guerra, una cierta euforia de la “victoria” en los países vencedores y la capacidad de la burguesía, apoyada ahora por la ayuda indefectible de los partidos socialdemócratas y por los sindicatos, para mezclar la represión feroz de los movimientos sociales con concesiones importantes en lo económico y lo político a la clase obrera –tales como el sufragio universal y la jornada de ocho horas– le permitirán estabilizar poco a poco, según qué país, la situación socioeconómica. Esta situación favorecerá el declive progresivo de la intensidad de la oleada revolucionaria que precisamente había surgido contra las atrocidades de la guerra y de sus consecuencias. Ese agotamiento del impulso revolucionario y el frenazo a la degradación de la situación económica pesarán mucho sobre la capacidad del movimiento revolucionario para sacar todas las lecciones de las experiencias de lucha a escala internacional y unificar su comprensión de todas las implicaciones del cambio de período histórico sobre la forma y el contenido de la lucha del proletariado. El aislamiento de la Revolución rusa favorecerá que la IC esté dominada por las posiciones del Partido bolchevique, un partido al que la presión terrible de los acontecimientos obligará a hacer cada vez más concesiones para intentar ganar tiempo y romper el bloqueo que ahogaba a Rusia. Tres hechos significativos de esa involución se materializarán entre el Primer y el Segundo congreso de la IC (julio de 1920). Por un lado, la IC formará en 1920, antes de su Segundo congreso, una Internacional sindical roja que se presentará como contrincante de la Internacional de los sindicatos “amarillos” de Ámsterdam (ligados a los partidos traidores socialdemócratas). Por otro lado, la Comisión ejecutiva de la IS disolverá, en abril de 1920, su Buró para Europa occidental de Ámsterdam, que polarizaba las posiciones radicales de los partidos comunistas en Europa del Oeste, en oposición con ciertas orientaciones defendidas por dicha Comisión, en particular sobre las cuestiones sindical y parlamentaria. Y, para terminar, Lenin escribe, en abril-mayo de 1920, uno de sus peores libros, La enfermedad infantil del comunismo, en el que hace una critica errónea de los que él llamó en aquel entonces “izquierdistas”; estos agrupaban en realidad todas las expresiones de izquierda y expresaban las experiencias de los bastiones más concentrados y avanzados del proletariado europeo ([7]). En lugar de proseguir la discusión, la confrontación y la unificación de las diferentes experiencias internacionales de las luchas del proletariado, ese cambio de perspectiva y de posición abría las puertas a un temeroso repliegue hacia las viejas posiciones socialdemócratas radicales ([8]).
A pesar de los acontecimientos cada día más desfavorables, la IC muestra, en sus «Tesis sobre la cuestión sindical» adoptada en su Segundo congreso, que sigue siendo capaz de clarificaciones teóricas puesto que adquirió la convicción, gracias a la confrontación de las experiencias de lucha en el conjunto de los países y a la convergencia de las lecciones sobre el papel contrarrevolucionario de los sindicatos, y a pesar de la experiencia contraria en Rusia, que los sindicatos se habían pasado a la burguesía durante la Primera Guerra mundial:
“Las mismas razones que, con raras excepciones, habían hecho de la democracia socialista no un arma de la lucha revolucionaria del proletariado por la liquidación del capitalismo, sino una organización que encabezaba el esfuerzo del proletariado según los intereses de la burguesía, hicieron que, durante la guerra, los sindicatos se presentaran con frecuencia como elementos del aparato militar de la burguesía. Ayudaron a ésta a explotar a la clase obrera con la mayor intensidad y a llevar a cabo la guerra del modo más enérgico, en nombre de los intereses del capitalismo” (“El movimiento sindical, los comités de fábrica y de empresas”, Segundo Congreso de la IC, Idem)”.
También los bolcheviques estaban convencidos, a pesar de su experiencia en Rusia, de que los sindicatos desempeñaban ya un papel esencialmente negativo y eran un poderoso freno al desarrollo de la lucha de clases, el estar, como la socialdemocracia, contaminados por el virus del reformismo.
No obstante, debido al cambio de tendencia en la oleada revolucionaria, a la estabilización socioeconómica del capitalismo y al aislamiento de la Revolución rusa, la presión tremenda de los acontecimientos conducirá a la IC, bajo la influencia de los bolcheviques, a quedarse con las antiguas posiciones socialdemócratas radicales en vez de seguir la indispensable profundización política para así comprender los cambios habidos en la dinámica, el contenido y la forma de la lucha de clases en la fase de decadencia del capitalismo. No es extraño entonces que se produjeran unos evidentes retrocesos también en las tesis programáticas que se votaron en el Segundo congreso de la IC, a pesar de la oposición de muchas organizaciones comunistas que representaban las fracciones más avanzadas del proletariado de Europa del Oeste. Y fue así, sin la más mínima argumentación y en total contradicción con la orientación general del Primer congreso y de la realidad concreta de las luchas, cómo defenderán los bolcheviques la idea según la cual:
“… Los sindicatos, que durante la guerra se habían convertido en los órganos del sometimiento de las masas obreras a los intereses de la burguesía, representan ahora los órganos de la destrucción del capitalismo” (Ídem)”.
Esta afirmación, por supuesto, fue inmediata y enérgicamente matizada ([9]), pero abrió la puerta a todos los subterfugios tácticos de “reconquista” de los sindicatos, de “ponerlos entre la espada y la pared” o desarrollar la táctica del frente único, so pretexto de que los comunistas seguían siendo muy minoritarios, que la situación era más desfavorable cada día, que había que “ir a las masas”, etc.
La evolución rápidamente descrita aquí se refiere a la cuestión sindical pero será idéntica, salvo algunos detalles, para las demás posiciones políticas desarrolladas por la IC. Tras haber realizado importantes clarificaciones y avances teóricos, ésta irá retrocediendo a medida que iba retrocediendo la oleada revolucionaria a nivel internacional. No se trata para nosotros de erigirnos en jueces de la historia y poner buenas o malas notas a unos y a otros, lo único que queremos es entender un proceso en el que cada factor cuenta, con sus fuerzas y debilidades. Ante el aislamiento creciente y sometido a la presión del retroceso de los movimientos sociales, cada componente de la IC tendrá tendencia a adoptar una actitud y unas posiciones determinadas por la experiencia específica de la clase obrera de cada país. La influencia predominante de los bolcheviques en la IC dejará progresivamente de ser un factor dinámico en el momento de su formación para acabar siendo un freno para la clarificación, cristalizando las posiciones de la IC a partir únicamente de la experiencia de la Revolución rusa ([10]).
La cuestión parlamentaria
Así como para la cuestión sindical, la posición referente a la política parlamentaria sufrirá una evolución semejante, pasando de una tendencia a la clarificación, expresada incluso en las «Tesis sobre el parlamentarismo» adoptadas por el Segundo congreso de la IC, a una tendencia a la fijación en posiciones de repliegue a partir de esas mismas Tesis ([11]). Pero, todavía más que sobre la cuestión sindical, y eso es lo que más nos interesa en este articulo, la cuestión parlamentaria será claramente analizada como algo propio de la evolución del capitalismo de su fase ascendente a su fase decadente. Se puede leer lo siguiente en las Tesis del Segundo Congreso:
« El comunismo debe tomar como punto de partida el estudio teórico de nuestra época (apogeo del capitalismo, tendencia del imperialismo a su propia negación y a su propia destrucción, agudización continua de la guerra civil, etc.) (...) La actitud de la IIIª Internacional con respecto al parlamentarismo no está determinada por una nueva doctrina sino por la modificación del papel del propio parlamentarismo. En la época precedente, el parlamentarismo, instrumento del capitalismo en vías de desarrollo, trabajó, en cierto sentido, por el progreso histórico. En las condiciones actuales, caracterizadas por el desencadenamiento del imperialismo, el parlamento se ha convertido en un instrumento de la mentira, del fraude, de la violencia, de la destrucción, de los actos de bandolerismo. Obras del imperialismo, las reformas parlamentarias, desprovistas del espíritu de continuidad y de estabilidad y concebidas sin un plan de conjunto, perdieron toda importancia práctica para las masas trabajadoras.(…) Para los comunistas, el parlamento no puede ser actualmente, en ningún caso, el teatro de una lucha por reformas y por el mejoramiento de la situación de la clase obrera, como sucedió en ciertos momentos de la época anterior. El centro de gravedad de la vida política actual está definitivamente fuera del marco del parlamento. (…) Es indispensable considerar siempre el carácter relativamente secundario de este problema (del “parlamentarismo revolucionario”). Al estar el centro de gravedad en la lucha extraparlamentaria por el poder político, es evidente que el problema general de la dictadura del proletariado y de la lucha de las masas por esa dictadura no puede compararse con el problema particular de la utilización del parlamentarismo” (“El partido comunista y el parlamentarismo”, Segundo Congreso de la IC, Ídem, subrayado nuestro).
Desgraciadamente, esas Tesis no serán consecuentes con sus propios presupuestos teóricos puesto que, a pesar de la nitidez de esas afirmaciones, la IC no sacará de ellas todas las consecuencias, pues acaba exhortando a todos los Partidos comunistas a que hagan una labor de propaganda “revolucionaria” desde la tribuna del Parlamento y durante las elecciones.
La cuestión nacional
El Manifiesto votado en el Primer congreso de la IC era muy clarividente sobre la cuestión nacional, al enunciar que en el nuevo periodo abierto por la Primera Guerra mundial:
« El Estado nacional, tras haber dado un impulso vigoroso al desarrollo capitalista, se ha vuelto demasiado estrecho para la expansión de las fuerzas productivas” (“Manifiesto de la Internacional comunista a los proletarios de todo el mundo”, Idem).
Y, por consiguiente, deduce:
“Este fenómeno ha hecho más difícil la situación de los pequeños Estados situados en medio de las grandes potencias europeas y mundiales” (Idem)…
En esto, los pequeños Estados también estaban obligados a desarrollar sus propias políticas imperialistas:
“… “Esos pequeños estados surgidos en diferentes épocas como fragmentación de los grandes, como la calderilla destinada a pagar diversos tributos, como tampones estratégicos, poseen sus dinastías, sus castas dirigentes, sus pretensiones imperialistas, sus maquinaciones diplomáticas (…) Al mismo tiempo el número de pequeños estados creció: de la monarquía austrohúngara, del imperio de los zares se desprendieron nuevos estados que apenas nacidos luchaban entre sí por problemas de fronteras” (Idem)...
Habida cuenta de estas debilidades en un contexto demasiado estrecho para la expansión de las fuerzas productivas, de la independencia nacional se dice que es “ilusoria” y no deja más posibilidades a esas pequeñas naciones que la de hacerles el juego a las grandes potencias vendiéndose a la que más paga en el concierto interimperialista mundial:
“Su independencia ilusoria estaba basada, antes de la guerra, del mismo modo como estaba basado el equilibrio europeo, en el antagonismo de los dos grandes campos imperialistas. La guerra ha destruido ese equilibrio. Al dar primeramente una inmensa ventaja a Alemania, la guerra obligó a los pequeños estados a buscar su salvación en la magnanimidad del militarismo alemán. Al ser vencida Alemania, la burguesía de los pequeños estados, de acuerdo con sus “socialistas” patriotas, se giró para saludar al imperialismo triunfante de los aliados, y en los hipócritas artículos del programa de Wilson se dedicó a buscar las garantías del mantenimiento de su independencia (…) Mientras tanto, los imperialistas aliados preparan acuerdos de pequeñas potencias, viejas y nuevas, para encadenarlas entre sí mediante un odio mutuo y un debilitamiento general” (Ídem)”.
Esa clarividencia será desgraciadamente abandonada ya en el Segundo congreso con la adopción de las «Tesis sobre la cuestión nacional y colonial» puesto que todas las naciones, por pequeñas que sean, ya no serán consideradas como coaccionadas a llevar una política imperialista e involucrase en el juego de las grandes potencias. Las naciones del planeta serán subdivididas en dos grupos,
«la neta y precisa división entre naciones oprimidas, dependientes, protectorados, y opresoras y explotadoras » (Idem).
lo cual implica que:
« Todo partido perteneciente a la IIIº Internacional tiene el deber de (...) apoyar, no con palabras sino con hechos, todo movimiento de emancipación en las colonias (...) Los adherentes al partido que rechacen las condiciones y las tesis establecidas por la Internacional comunista deben ser excluidos del partido” (“Condiciones de admisión de los partidos en la Internacional comunista”, Idem).
Además, contrariamente a lo que se enunciaba con razón en el Manifiesto del Primer congreso, al Estado nacional ya no se le considera como “demasiado estrecho para la expansión de las fuerzas productivas” puesto que:
“… la dominación extranjera traba el libre desarrollo de las fuerzas económicas. Por eso su destrucción es el primer paso de la revolución en las colonias” (ídem).
Aquí de nuevo, podemos constatar hasta qué punto el abandono de todo lo que implica en profundidad, el análisis de la entrada en decadencia del sistema capitalista, acabará llevando poco a poco a la IC hacia la pendiente resbaladiza del oportunismo.
Conclusiones
No pretendemos que la IC tuviera una perfecta comprensión de la decadencia del modo de producción capitalista. Como veremos en un próximo articulo, de lo que la IC y sus componentes eran plenamente conscientes, a un grado más o menos elevado, es que había nacido una nueva época, que el capitalismo había pasado a la historia, que la tarea del momento ya no era la conquista de reformas sino la conquista del poder, que la clase dominante, la burguesía, se había vuelto reaccionaria, al menos en los países centrales. Fue precisamente una de las principales debilidades de la IC el no haber sacado todas las lecciones del nuevo periodo abierto por la Primera Guerra mundial sobre la forma y el contenido de la lucha proletaria. Más allá de las fuerzas e insuficiencias de la IC y de sus principales componentes, esta debilidad se debía ante todo a las dificultades generales que tenía que encarar el movimiento obrero en su conjunto:
– la profunda división de las fuerzas revolucionarias tras la traición de la socialdemocracia y la necesidad de recomponerse en las condiciones difíciles de la guerra y de la inmediata posguerra;
– la separación entre países vencedores y países vencidos no eran las condiciones propicias para la generalización del movimiento revolucionario;
– la rápida involución de los movimientos de luchas por la capacidad, de la burguesía, diferente según los países, de estabilizar la situación económica y social inmediatamente después de la guerra.
Esta debilidad iba necesariamente a incrementarse y les incumbirá a las fracciones de izquierda que saldrán de la IC seguir el trabajo que no pudo cumplir ésta.
C. Mcl
[1]) “La IIª Internacional ha hecho un trabajo útil organizando a las masas proletarias durante el « periodo pacífico » del peor esclavismo capitalista durante el último tercio del siglo xix y principios del xx. La tarea de la IIIª Internacional es la de preparar al proletariado para la lucha revolucionaria contra los gobiernos capitalistas, para la guerra civil contra la burguesía en todos los países, hacia la toma del poder público y la victoria del socialismo » (Lenin, noviembre 1914, citado por M. Rakosi en su “Introducción a los textos de los cuatro primeros congresos de la Internacional comunista”).
[2]) Léase, en esta misma Revista internacional y en los nos 120 y 122, nuestra serie sobre la Revolución de 1905 en Rusia y la aparición de los soviets.
[3]) “En la época en que el capitalismo cae en ruinas, la lucha económica del proletariado se transforma en lucha política mucho más rápidamente que en la época de desarrollo pacifico del régimen capitalista. Todo conflicto económico importante puede plantear ante los obreros el problema de la Revolución » (« El movimiento sindical, los comités de fábrica y de empresas », Segundo Congreso de la IC) “La lucha de los obreros por el aumento de los salarios, aún en el caso de tener éxito, no implica el mejoramiento esperado de las condiciones de existencia, pues el aumento de los precios de los productos invalida inevitablemente ese éxito. La enérgica lucha de los obreros por aumentos de salarios en los países cuya situación es evidentemente sin salida, imposibilita los progresos de la producción capitalista debido al carácter impetuoso y apasionado de esta lucha y su tendencia a la generalización. El mejoramiento de la condición de los obreros sólo podrá alcanzarse cuando el propio proletariado se apodere de la producción» (Plataforma de la IC adoptada en el Primer Congreso).
[4]) Así, le Informe de Feinberg por Inglaterra señala que: “Los sindicatos renuncian a las conquistas arrancadas durante largos años de lucha, y la dirección de las trade-unions hace la unión sagrada con la burguesía. Pero la vida, la agravación de la explotación, la elevación del coste de la vida fuerzan a los obreros a volverse contra los capitalistas que utilizan la unión sagrada para sus objetivos de explotación. Se ven obligados a pedir aumentos de salarios y a apoyar esas reivindicaciones mediante huelgas. La dirección de los sindicatos y los antiguos líderes del movimiento habían prometido al gobierno sujetar a los obreros. Pero esos aumentos se producirían aunque de forma “no oficial” (Idem) Igualmente, por lo que respecta a los Estados Unidos, el Informe de Reinstein señala: “Pero, hay que destacar aquí que la clase capitalista norteamericana ha sido bastante pragmática y artera al dotarse de un pararrayos práctico y eficaz gracias al desarrollo de una gran organización sindical antisocialista bajo la dirección de Gompers. (...) Gompers es, más que nada, un Zubatov americano (Zubatov fue quien organizó los “sindicatos amarillos » por cuenta de la policía zarista). Siempre ha sido, y es, un decidido adversario de la concepción y de los objetivos socialistas, pero representa a una gran organización obrera, la Federación norteamericana del trabajo, fundada sobre los sueños de armonía entre el capital y el trabajo, que vela para que la potencia de la clase obrera se paralice y se ponga en orden de combate para mayor gloria del capitalismo americano » (Idem). El delegado por Finlandia, Kuusinen, irá en el mismo sentido en la discusión sobre la Plataforma de la IC : “Hay que hacer una puntualización al párrafo « Democracia y dictadura » sobre la cuestión de los sindicatos revolucionarios y las cooperativas. En Finlandia no existen ni sindicatos revolucionarios ni cooperativas revolucionarias y dudamos que pudieran existir. La forma de esos sindicatos y de tales organizaciones es tal en nuestro caso que estamos convencidos de que el nuevo régimen social tras la revolución será más sólido sin esos sindicatos que con ellos» (Ídem).
[5]) Esa es también la razón por la que la CNT española todavía no se pasara al campo burgués en 1914. Al no haber participado España en la Primera Guerra mundial, la CNT no se vio acorralada entre la espada y la pared, obligada a escoger su campo como ocurrió con los sindicatos de otros países.
[6]) Léanse las paginas del libro Los Cuatro primeros congresos de la IC sobre el tema. Este mismo delegado propondrá una enmienda en ese sentido a la Plataforma de la IC, que rechazará el Congreso.
[7]) Así Lenin llegará a escribir: “De ahí la necesidad, la necesidad absoluta para la vanguardia del proletariado, para su parte consciente, para el Partido comunista, de andarse con rodeos, de llegar a acuerdos, compromisos con los diversos grupos proletarios, los diversos partidos obreros y pequeños empresarios (...)”.
[8]) “El segundo objetivo de actualidad y que consiste en saber llevar a las masas a esta nueva posición (la dictadura del proletariado) capaz de asegurar la victoria de la vanguardia en la revolución, ese objetivo actual no podrá ser alcanzado sin la liquidación del doctrinarismo de izquierda, sin el rechazo decisivo y la eliminación total de sus errores“ (Lenin, en La enfermedad infantil del comunismo).
[9]) Las tesis continúan: «Pero la vieja forma burocrática profesional y las antiguas formas de la organización sindical entorpecen cualquier transformación del carácter de los sindicatos».
[10]) «El Segundo Congreso de la IIIª Internacional considera no adecuadas las concepciones sobre las relaciones del partido con la clase obrera y con las masas respecto a la participación facultativa de los Partidos comunistas en la acción parlamentaria y en la acción en los sindicatos reaccionarios, que han sido ampliamente refutadas en las resoluciones especiales del presente Congreso, tras haber sido defendidas, sobre todo, por el “Partido comunista obrero alemán” (KAPD, nota del redactor), por unos cuantos del “Partido comunista suizo”, por el órgano del buró vienés de la IC para Europa Oriental, Kommunismus, por algún camarada holandés, por ciertas organizaciones comunistas de Inglaterra, por la Federación Obrera Socialista, etc, así como por las IWW de Estados Unidos y por los Shop Stewards Commitees de Inglaterra, etc.” (Los cuatro primeros congresos de la IC).
[11]) Al haberlo hecho detalladamente para la cuestión sindical, no podemos aquí, en el marco de este articulo sobre la decadencia, repetirlo sobre la cuestión parlamentaria. Remitimos el lector a nuestra selección de artículos Movilización electoral, desmovilización de la clase obrera, que recoge dos artículos sobre el tema, publicados respectivamente en Révolution internationale no 2, febrero de 1973, “Las barricadas de la burguesía” y en el nº 10, julio de 1974, “Las elecciones contra la clase obrera.