Submitted by Revista Interna... on
LOS ATENTADOS del 11 de septiembre han sido ampliamenteutilizados por
la burguesía para extender el veneno nacionalista, pero también
para desviar la atención de la clase obrera de las preocupaciones
socioeconómicas y para trastornar su conciencia sobre las verdaderas
causas de la profunda recesión que hoy se está extendiendo
a nivel mundial. Contrariamente a lo que cuenta la clase dominante, la
degradación económica no es el resultado del hundimiento
de las Torres Gemelas de Nueva York, por mucho que el atentado haya sido
un factor agravante de ella, especialmente en algunos sectores económicos
como el transporte aéreo o el turismo. Como así lo afirman
los expertos de la OCDE "el freno económico que se inició
en EE.UU en el 2000 y alcanzó a otros países se ha transformado
en retroceso mundial de la actividad económica que pocos países
han podido evitar" (Le Monde, 21/11/01). La crisis actual no tiene
nada de específicamente americano. Según los sesudos cálculos
de la OCDE, el crecimiento de los 30 países que pertenecen a este
organismo no superará el 1 % en 2001, ni en 2002. El sistema capitalista
ha entrado en su quinta fase de recesión desde que volviera a presentarse
la crisis en el escenario de la historia a finales de los años
60.
Tras la caída del bloque soviético en 1989, la realidad
desmintió rápidamente todos los discursos sobre el pretendido
nuevo orden mundial que iba a surgir desde entonces. Guerras multiplicadas,
genocidios diversos, todo ha puesto en solfa las mentiras de que con el
final de la guerra fría, el mundo iba a conocer una era de paz.
Los propios institutos de estadística de la clase dominante reconocen,
aunque confidencialmente. que la cantidad de conflictos y víctimas
desde hace diez años es muy superior en intensidad a la del período
de la guerra fría. Hoy, el Bush hijo, definiendo la primera guerra
del nuevo milenio como un estado de conflicto permanente, entierra definitivamente
las patrañas proferidas por su padre sobre el advenimiento de un
nuevo orden internacional. En cambio, hay que reconocer que la propaganda
ideológica sobre la victoria de la democracia y del capitalismo
ha tenido cierto eco y sigue pesando con fuerza en la conciencia de clase
de los explotados. Los trastornos en el ruedo político mundial
y la guerra del Golfo pudieron, en gran parte, ocultar la recesión
precedente, la de finales de los 80 y principios de los 90. El krach económico
del Sudeste asiático en 1997 y las quiebras de Rusia y Brasil en
1998, seguidas por la de Turquía, fueron avisos considerados como
limitados; a pesar de ellos, la propaganda siguió con las falaces
profecías sobre una nueva era de prosperidad económica,
reforzadas por el rebote del crecimiento que se prolongó un poco
más de lo normal y la incesante tabarra mediática sobre
la "nueva economía". Esta matraca consistía en
hacernos tragar que había nacido una especie de nueva revolución
tecnológica basada en la informática, las telecomunicaciones
e Internet. Hoy, en cambio, cuando la recesión está causando
estragos a mansalva con una degradación de las condiciones de vida
de la clase obrera, con el riesgo para la burguesía de que quede
al desnudo su tinglado de monsergas ideológicas, se trata, para
ella, de ocultar al máximo la profundidad de la agonía de
su sistema económico ante el proletariado, impedir que éste
tome conciencia del atolladero tanto político como económico
del capitalismo.
Una profunda recesión
Lo que caracteriza la recesión actual, según los propios
comentaristas burgueses, es la rapidez y la intensidad de su despliegue.
Estados Unidos, primera economía mundial, se ha visto rápidamente
hundido en la recesión. El repliegue del Producto Interior Bruto
(PIB) norteamericano está siendo más rápido que el
de la recesión anterior. El incremento del desempleo está
alcanzando un récord desconocido desde la crisis de 1974. Japón,
segunda potencia mundial, no anda mucho mejor. Ese modelo tan alabado
durante los años 1970-80 está anémico desde hace
más de diez años. Y solo ha sido gracias a los planes de
reactivación intensivos y continuos si Japón ha logrado
mantenerse dificultosamente a flote con tasas de crecimiento rayanas en
el 0 %. Y con todo y eso, la economía japonesa ha vuelto a hundirse
en la recesión por tercera vez. Es la mayor crisis desde hace 20
años según dice el FMI: Japón podría conocer
dos años consecutivos de contracción de la actividad económica
por primera vez desde la IIª Guerra. Tras sus planes de relanzamiento
sucesivos, en Japón, la deuda pública que se ha vuelto la
más alta de todos los países industrializados, ha venido
a añadirse a su endeudamiento bancario sideral. La pública
alcanza hoy el 130 % del PIB y alcanzará el 153 % en 2003, pero
ya hay quienes predicen que ya será de ¡ 180 % en 2002 !
Esta montaña de deudas que se han ido acumulando no sólo
en Japón sino en todos los países desarrollados es un polvorín
amenazador a medio plazo. La deuda mundial de todos los agentes económicos
(Estados, empresas, familias y banca) se estima grosso modo entre 200
y 300 % del Producto mundial. Esto significa, concretamente, dos cosas:
por un lado, el sistema ha adelantado lo equivalente a 2 o 3 veces el
producto mundial para paliar así su crisis letal de sobreproducción,
pues éste es el cuño que ha marcado el retorno de la crisis
económica a principio de los años 1970. Por otro lado, que
habría que trabajar dos o tres años por nada si esa deuda
tuviera que ser reembolsada de un día para otro. Ese endeudamiento
colosal mundial es algo históricamente inédito y es la plasmación
del callejón sin salida en el que está metido el sistema
capitalista, pero también expresa su capacidad para manipular la
ley del valor para así asegurar su perennidad. Se entiende así
por qué la burguesía habla de "contracción de
la actividad económica", un eufemismo que significa ni más
ni menos que se está produciendo un nuevo hundimiento del sistema
capitalista en una recesión abierta. Esto es lo que los marxistas
llevan poniendo de relieve desde hace tiempo: la recesión es una
expresión de la sobreproducción, o sea de la incapacidad
del sistema para encontrar salida a nuevas mercancías en un mercado
mundial sobresaturado. Si esta deuda masiva puede ser todavía soportada
por las economías desarrolladas, está, en cambio, ahogando
uno tras otro a los países llamados "emergentes". Mientras
la e-economía se transformaba en e-quiebra en los países
desarrollados en 2000-2001, los países pretendidamente emergentes
se transformaban en sumergibles. En estos, la fragilidad de sus economías
los hace incapaces de soportar una deuda de unas cuantas decenas porcentuales
del Producto Interior Bruto. Así, tras la crisis de la deuda en
México a principios de los años 80, otros países
vinieron a aumentar la lista: Brasil, México una vez más
en 1994, los países del Sureste asiático, Rusia, Turquía,
y hoy Argentina. En cuanto a la zona "euro", la parte del capitalismo
que, pretendidamente, iría mejor, ya se están anunciando
tasas de crecimiento nulas para el 2002 y una tasa oficial de desempleo
que se ha vuelto a incrementar entre 8,5 y 9 % en 2001.
Como podemos comprobar, la crisis hace mayores estragos a medida que pasan
las recesiones. Tras los países más pobres del Tercer mundo,
que han conocido retrocesos netos de su PIB per cápita desde hace
dos o tres décadas, fue la caída del "Segundo mundo",
o sea el desmoronamiento económico de los países del bloque
del Este. Después le tocó el turno a Japón de quedarse
averiado y, ocho años más tarde, al conjunto de los países
del Sureste asiático. O sea que lo que durante mucho tiempo se
consideró como nuevo polo de desarrollo según los ideológos
del capitalismo volvía a su sitio. En los últimos tiempos
se han ido hundiendo una tras otra las economías "intermedias",
"emergentes" y demás. Hoy la recesión está
llamando a las puertas del centro mismo del capitalismo, en los países
desarrollados, y ya no solo afecta a las viejas tecnologías (carbón,
siderurgia, etc.) o a las ya maduras (astilleros, automóvil, etc.),
sino claramente a los sectores punta, los que se consideraban como la
flor y nata de la nueva economía, crisol de la nueva revolución
industrial: la informática, internet, telecomunicaciones, aeronáutica,
etc. En estos ramos industriales, las quiebras, las reestructuraciones,
las fusiones y adquisiciones se cuentan por cientos, y por cientos de
miles los despidos, acumulándose las bajas salariales y la degradación
de las condiciones de trabajo.
Mitos que se desmoronan
La crisis por muy terrible que sea para los explotados sirve, en última
instancia, para desgarrar el velo mistificador con el que la clase dominante
envuelve su sistema. Se evaporó la euforia con la que terminó
el milenio. Es verdad que algunos cometieron la imprudencia de anunciar
la recesión como algo inminente tras la quiebra de los países
de Sudeste asiático en 1998, seguida poco después por la
bancarrota rusa. No sólo no se produjo tal cosa; sino que incluso
Estados Unidos tuvo un crecimiento ligeramente mayor entre 1991 y 2000
que en la década anterior y, además, de una duración
media sin precedentes desde el siglo XIX. Se asistió además
a una carrera desenfrenada por los récords bursátiles, especialmente
en el sector de las nuevas tecnologías. Todo ello acompañado
a profusión de los discursos sobre la "fuerza renovada del
capitalismo", su "capacidad para digerir las crisis financieras"
y hacer surgir una "nueva revolución tecnológica"
cuyo corazón serían los Estados Unidos. En realidad, poco
misterio en todo eso. El crecimiento estadounidense ha estado drogado
por tres factores: el primero, y más importante, ha sido el consumo
de las familias que han gastado muy por encima de sus ingresos hasta tal
punto que el ahorro ¡se ha vuelto negativo! En 1993 las familias
americanas consumían 91 % de sus ingresos; en 2000 más de
100%. Esto explica las ganancias bursátiles tan drogadas (especialmente
para las familias más ricas) así como la rápida progresión
del endeudamiento individual. Este pasó de 85% a 100% del total
de los ingresos durante los años 90, o dicho de otro modo, las
deudas de las familias americanas es, hoy por hoy, ¡equivalente
a un año de sus ingresos! El segundo factor se apoya en la reanudación
de la inversión basada, no en el ahorro al ser éste negativo,
sino en el afluir de capitales europeos y japoneses, a causa de los tipos
de interés más altos en EE.UU, nutriendo así un déficit
rápido y colosal de la balanza corriente: 200 mil millones de $
en 1998, 400 mil millones en 2000. El tercer factor, que explica perfectamente
la duración excepcional del ciclo, es, en realidad, un efecto paradójico
de la crisis financiera de 1998: el regreso de los capitales a las plazas
financieras de Europa y EE.UU. El tan cacareado ciclo de alta tecnología
estadounidense fue en realidad estimulado por un retorno masivo de los
capitales especulativos invertidos en los países del Sudeste asiático
para comprar acciones del sector de la "economía-Internet".
Esto no ha sido nada extraordinario como para andar especulando sobre
el retorno de un pretendido nuevo "ciclo de Kondratiev" basado
en no se sabe qué nueva revolución tecnológica. Este
ciclo se ha cerrado, además, con una quiebra bursátil que
ha sido particularmente severa en el sector que se consideraba precisamente
como portador de un nuevo capitalismo.
Un segundo mito que se está gastando seriamente es el pretendido
retroceso del capitalismo de Estado a causa del "rumbo neoliberal"
de los años 80. En realidad fue la propia iniciativa del Estado
la que impuso ese rumbo y no contra él. Además, cuando se
consultan las estadísticas se comprueba que a pesar de los veinte
años de "neoliberalismo", el peso económico del
Estado (más precisamente del sector "no mercantil") no
ha retrocedido prácticamente: está, en los 30 países
de la OCDE, entre 40 y 45 %, entre 30 a 35 % en Estados Unidos y Japón
y 75 a 80 % en los países nórdicos. El peso político
de los Estados, por su parte, no ha hecho sino incrementarse. Hoy, como
durante todo el siglo XX, el capitalismo de Estado no tiene color político
preciso. En Estados Unidos, son los republicanos (la derecha) quienes
acaban de tomar la inciativa de un apoyo público a la reactivación
y subvención a las compañías aéreas. El Banco
Federal, por su parte, que depende totalmente del poder, ha bajado sus
tipos de interés a medida que se iba precisando la recesión
para así intentar reactivar la máquina económica:
¡pasaron de 6,5% a principios de 2001 a 2 % a finales de año!.
En Japón, el Estado ha puesto a flote a los bancos en dos ocasiones
y algunos de ellos han sido incluso nacionalizados. En Suiza, es el Estado
el que organiza la gigantesca operación de puesta a flote de la
compañía aérea nacional Swissair. Incluso en Argentina,
con la bendición del FMI y del Banco Mundial, el gobierno ha recurrido
a un amplio programa de obras públicas para intentar crear empleos,
etc. En el siglo XIX los partidos políticos hicieron del Estado
su instrumento por sus intereses; en la decadencia del capitalismo, son
los imperativos económicos e imperialistas globales los que dictan
la política que debe seguirse sea cual sea el color político
del gobierno del momento. Este análisis básico de la Izquierda
Comunista se confirmó durante todo el siglo XX y es hoy todavía
más actual puesto que lo que está en juego se ha agudizado
todavía más.
Ataques sin precedentes contra la clase obrera
Lo que es totalmente cierto es que con el desarrollo de la recesión
a nivel internacional, la burguesía va a imponer una nueva y violenta
degradación del nivel de vida de la clase obrera. Así, con
el pretexto del estado de guerra y en nombre de los intereses superiores
de la nación, la burguesía estadounidense aprovecha la ocasión
para hacer tragar las medidas de austeridad que la recesión hace
necesarias, una recesión que se desarrolla desde hace un año:
despidos masivos, esfuerzos productivos incrementados, medidas de excepción
en nombre del antiterrorismo pero que servirán sobre todo como
terreno de ensayo para mantener el orden social… Por todas las partes
del mundo, las curvas del desempleo se han orientado al alza. En años
pasados, la burguesía consiguió ocultar una parte de la
amplitud real del desempleo con políticas "sociales"
- o sea de gestión de la precariedad - o groseras manipulaciones
de las estadísticas. En Europa, los presupuestos se están
revisando a la baja y se han programado nuevas medidas de austeridad.
En nombre de una pretendida estabilidad presupuestaria que al proletariado
debe importarle un bledo, la burguesía europea está volviendo
al tema de las pensiones, considerando la posibilidad de reducirlas y
aumentar la duración de la actividad laboral. Se prevén
nuevas medidas para hacer saltar "los frenos al crecimiento"
como dicen a medias palabras los expertos de la OCDE, "atenuar las
rigideces", "favorecer la oferta de empleo" mediante un
incremento de la precariedad laboral y una reducción de todas las
indemnizaciones sociales (desempleo, salud, subsidios diversos…)
En Japón, el Estado ha planificado una reestructuración
de 40 % de los organismos públicos: 17 van a cerrar y 45 serán
privatizados. En fin, a la vez que aumentan los ataques contra el proletariado
en el centro del capitalismo mundial, la pobreza se incrementa a velocidad
de vértigo en los países de la periferia del capitalismo.
La situación en los países llamados emergentes es de lo
más significativo al respecto. Argentina es en el día de
hoy el último ejemplo de todo ello. Citada por el Banco Mundial
durante mucho tiempo como modelo, se encuentra ahora en recesión
desde hace más de tres años, en una quiebra total. Han estallado
huelgas importantes en las principales ciudades obreras del país
para protestar contra los ataques del Estado que ha despedido por miles
a asalariados de la función pública, ha reducido los salarios
de 20 %, ha suspendido los pagos de pensiones y ha privatizado la Seguridad
social. Otros países como Venezuela están siendo zarandeados
por fuertes tensiones sociales. Otros, como Brasil, Turquía o Rusia
siguen estando bajo perfusión y vigilados con lupa. Turquía,
por ejemplo, país que debe encontrar cada año entre 50 y
60 mil millones de dólares para financiar su economía, está
estrechamente vigilada por el FMI.
A esta situación de atolladero económico, de caos social
y de miseria creciente para la clase obrera, a ésta solo le queda
una respuesta que dar: desarrollar masivamente sus luchas en su propio
terreno de clase en todos los países, pues ninguna "alternancia
democrática", ningún cambio de gobierno (como han hecho
en Argentina), ninguna política nueva, podrá aportar la
más mínima solución a la enfermedad mortal del capitalismo.
La generalización y la unificación de los combates del proletariado
mundial, hacia el derrocamiento del capitalismo, es la única alternativa
capaz de sacar a la sociedad del callejón en que está metida.
C.Mlc