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Ocho años después de su padre, G.W. Bush inicia su mandato depresidente de Estados Unidos de América. Aquél nos había prometido "una era de paz y prosperidad" tras la implosión del bloque del Este y el estallido de la URSS. Su hijo hereda una situación de miseria generalizada que se ha ido agudizando yextendiéndose a lo largo de los años 90. La situación del mundo esrealmente catastrófica. Y no es ni provisional, ni transitoria enespera de la profecía del G. Bush padre. Todo está indicando queel mundo capitalista arrastra a la humanidad en una espiral deconflictos guerreros mortíferos por todos los continentes, crecientes antagonismos imperialistas, especialmente entre las grandes potencias, en una nueva caída brutal en la crisis económica y en la miseria, en una cascada de catástrofes de todo tipo. Esos tres elementos, guerras, atasco económico y destrucción del planeta, hacen la vida de las generaciones actuales cada vez más insoportable, poniendo en peligro la supervivencia de las generaciones venideras. Se hace cada día más patente que elmundo capitalista lleva a la especie humana a su desaparición.
SI LA ILUSION de la paz quedó rápidamente desmentida por la guerra del Golfo y el subsiguiente aplastamiento de Irak en 1991, después, con la interminable guerra en Yugoslavia, la fábula de la prosperidad habrá podido alimentarse en varias ocasiones con las tasas positivas del crecimiento estadounidense de los años 90, con las alzas en las Bolsas, y la deslumbrante "nueva economía" ligada a Internet. Las tasas de crecimiento en Estados Unidos (EE.UU) y las cotizaciones bursátiles no han impedido, sino lo contrario en realidad, el incremento dramático de la pobreza y del hambre en el mundo. Por su parte, a la nueva economía se le ha mojado la pólvora y hoy las ilusiones de la prosperidad se están haciendo añicos.
Una economía en quiebra virtual
Ya hemos denunciado en esta Revista las patrañas sobre la "buena salud" de la economía capitalista, basada, por lo visto, en tasas de crecimiento positivas. La burguesía mundial ha establecido "reglas" para definir la recesión, la cual solo sería efectiva tras dos meses de crecimiento negativo. Digamos de paso que, globalmente, Japón lleva diez años en recesión "oficial", o sea según los criterios de la propaganda burguesa. Sin embargo, y más allá de las trampas sobre cifras y métodos de cálculo, la realidad del crecimiento positivo "oficial" no significa que la economía esté boyante. El aumento de la pobreza en los propios EE.UU. (1) bajo la presidencia de Clinton, a pesar de las tasas de crecimiento excepcionales es una ilustración de ello.
Peor que en 1929Los medios, los historiadores y los economistas se refieren siempre a la gran crisis de 1929, para definir una crisis económica catastrófica, mostrando así que hoy las cosas van bien. La experiencia misma de 1929 lo desmiente: "En la vida de la mayoría de hombres y mujeres, las experiencias económicas centrales de la época fueron, sí, devastadoras, coronadas por la Gran Crisis de los años 1923-1933, pero el crecimiento económico no cesó durante esas décadas. Sencillamente aminoró. En la mayor y más rica economía del planeta en aquel entonces, la de Estados Unidos, la tasa de crecimiento medio del PNB per cápita entre 1913 y 1938 no superó un modesto 0,8 % por año. Al mismo tiempo, la producción industrial mundial aumentó de algo más de 80 %, o sea la mitad del crecimiento del cuarto de siglo anterior (W.W. Rostov, 1978, p. 662) […] Sea como fuere, si un marciano hubiera observado la curva de los movimientos económicos desde lo bastante lejos como para no fijarse en los altibajos que sufrieron los seres humanos en la tierra, habría concluido inevitablemente que hubo una expansión continua de la economía mundial" (E.J. Hobsbawm, La edad de los extremos).
Nuestros economistas y gobernantes no son marcianos sino representantes y defensores del orden capitalista. Y como tales pasan gran parte de su tiempo en enmascarar la realidad de la catástrofe económica. Sólo algunas veces, y en publicaciones más confidenciales, algunos reconocen una parte de la realidad que viene a confirmar nuestras tesis. "Sin embargo, el crecimiento económico seguirá siendo insuficiente para reducir la tasa de pobreza o llevar bienestar a la población", reconoce The Economist a propósito de Latinoamérica (Courrier international, "Le monde en 2001"). Y eso es válido para toda la población mundial. ¿Qué decir entonces de la agravación dramática de la pobreza si se realizaran las previsiones de Fred Hockey, citado por The Wall Street Journal, cuando dice "seguro que vamos hacia una recesión" (Le Monde, 17 de marzo de 2001)?
Hoy con las caídas bursátiles de este principio de 2001, es difícil creer que todo va bien en el reino de las finanzas o en la "nueva economía" vinculada a Internet. "Desde su más alto nivel histórico de 5132 enteros alcanzados el 10 de marzo de 2000, el mercado de valores tecnológicos ha caído casi 65 %. Triste aniversario, pues, para ese mismo período son casi 4,5billones de dólares los que se han esfumado en el conjunto de las plazas financiera norteamericanas" (Le Monde, ídem).
Más allá de la economía ligada a Internet, las afectadas por la baja de las cotizaciones son todas las Bolsas. Por ahora, contrariamente a las crisis bursátiles de los años 1980 y 1990 (EEUU, Asia, Rusia), la caída parece estar controlada, aunque se trate de una quiebra importante. Sigue habiendo el mismo problema: la economía japonesa, cuyo sistema financiero y bancario, muy fragilizado por deudas muy dudosas, está al borde de la quiebra. "La ruina del sistema bancario nipón amenaza al resto del planeta" (Le Monde, 27 de marzo de 2001). Si Japón retirara sus haberes americanos, sería todo el financiamiento a crédito de la economía norteamericana el que estaría amenazado por las sucesivas consecuencias de tal decisión. "Si los inversores extranjeros no quieren seguir abasteciendo los capitales necesarios, el impacto en el crecimiento, en las cotizaciones en la Bolsa y en el dólar podría ser importante" (The Economist, Courrier international, "Le monde en 2001").
Más todavía: los ahorros de las familias americanas son nulos y la deuda privada y la de las empresas para especular en Bolsa, ha alcanzado cotas insospechadas. Ya lo hemos demostrado en múltiples ocasiones: la economía capitalista mundial se basa en una montaña de deudas que nunca serán reembolsadas y que, tras haber relegado en el tiempo y en el espacio, hacia los países emergentes, las consecuencias del atolladero económico del mundo capitalista, esas deudas acaban acelerando y agravando las cosas. La primera economía, la de EEUU, es la más endeudada de todas y sus tasas de crecimiento son pagadas a crédito mediante "un déficit comercial colosal y un endeudamiento masivo hacia el exterior" (ídem). Incluso los expertos expresan sus dudas. "Resumiendo, la economía americana, en 2001, necesitará una gestión inteligente y, sobre todo, una buena dosis de suerte" (ídem) ¿Quién se subiría en un avión en el que se previene de antemano que se necesita un piloto inteligente, y sobre todo "una buena dosis de suerte"?
Al mismo tiempo, y tras las diferentes crisis financieras que han sacudido a Rusia, Asia, Latinoamérica en varias ocasiones, incapaces una tras otra de afrontar los plazos de la deuda, le toca ahora a Turquía estar casi en quiebra y recibir a su cabecera al FMI. Incapaz de reembolsar 3mil millones de dólares el 21 de marzo, Turquía ha recibido 6 mil millones del FMI a cambio de un plan drástico de ataques económicos contra la población. Por otra parte, el descenso a los infiernos de la economía argentina ha conocido una nueva aceleración. Este invierno hubo que otorgarle con urgencia "una ayuda financiera excepcional de 397 mil millones de dólares, destinados ante todo a evitar la imposibilidad de pago de la pesada deuda externa (122 mil millones de dólares, o sea el 42 % del PNB)" (Le Monde, 20 de marzo de 2001, suplemento económico). En sí, esas crisis locales podrían únicamente expresar la fragilidad de esos países. Pero, de hecho, expresan la fragilidad de la economía mundial pues en cada una de esas crisis - y hay muchas en Latinoamérica desde 1982 - en las que países "emergentes" resultar ser incapaces de hacer frente a los plazos de su deuda, es todo el sistema financiero internacional el que está en peligro inmediato. De ahí vienen esas intervenciones precipitadas por parte de los gobiernos de las grandes potencias y del FMI a golpe de nuevos créditos cada vez más importantes.
En esta situación, lo que importa a la burguesía mundial, y desde hace varios años, es intentar controlar la inevitable caída de la economía norteamericana. "El exceso de la demanda con relación a la oferta en EE.UU. simboliza el reverso de ese milagro [el crecimiento norteamericano]. Es también un peligro, pues viene acompañado de un déficit comercial colosal y de una deuda masiva con el exterior. Si el déficit y la deuda se confirmaran, el desplome sería inevitable. Pero no será así. En 2001, con el retorno del crecimiento americano a un ritmo más moderado, no ya milagroso sino sencillamente impresionante, los déficits del comercio exterior y la balanza de pagos deberían disminuir" (The Economist, Courrier International, "Le monde en 2001"). El primer periodista confiaba en la suerte. Este último, en un artículo titulado "L'age d'or de l'économie mondiale" (La edad de oro de la economía mundial) espera milagros. Para los diferentes sectores de la economía mundial, aparte de los intereses imperialistas, políticos y comerciales antagónicos, la cuestión crucial sigue siendo el éxito o no del "aterrizaje suave" de la economía de EE.UU. O sea, que no haya sacudidas excesivas que podría acabar por poner bruscamente al descubierto ante la población mundial, y especialmente la clase obrera internacional, la realidad dramática de la quiebra del modo de producción capitalista y su carácter irreversible. Para la población mundial, incluida la de los países industrializados de Europa y de América del Norte, la perspectiva es hacia un incremento de la pobreza y de la miseria que ya están alcanzando cotas muy altas.
La "crisis agrícola" es la crisis del capitalismoLas consecuencias de la crisis de sobreproducción agrícola van a provocar la ruina de miles de campesinos medios y pequeños en los países industrializados y una aceleración de la concentración de esta parte de la producción capitalista. Las enfermedades de las "vacas locas" o la epidemia de la fiebre aftosa no son desastres naturales, sino catástrofes sociales, o sea vinculadas y resultantes del modo de producción capitalista. Son el producto de la agudización de la competencia económica y de la carrera productivista. En resumen, son la plasmación de la sobreproducción agrícola mundial y ofrecen la ocasión de "resolverla" temporalmente, mediante la matanza masiva de animales… mientras una gran parte de la población mundial se muere de hambre. Y eso que bastaría con… vacunar a los animales. "La crisis agrícola subraya una vez más hasta qué punto el hambre en el Sur va en perfecto paralelismo con el despilfarro en el Norte" (Sylvie Brunel, "Action contre la faim", Le Monde 10/03/01). Esta crisis va a tener también consecuencias dramáticas en campesinos de la periferia del capitalismo, o sea en una fracción importante de la población mundial. "Está apareciendo otra consecuencia desastrosa para el Tercer mundo causada por el hundimiento del sector cárnico: la sobreproducción de cereales" (ídem) ¡Qué otra más clara manifestación de la irracionalidad del mundo capitalista, de lo absurdo de su supervivencia, si no es ese ejemplo de miles de animales destruidos mientras millones de personas no tienen que comer! "Pues el problema alimentario del mundo no es el de la producción de alimentos, ampliamente suficiente para todos en volumen, sino en su reparto: quienes sufren de subnutrición son demasiado pobres para comprar con qué alimentarse" (ídem)(2). Ésa es la razón por la que el capitalismo no puede ni siquiera darse el "lujo" de vacunar a ovejas y vacas: las cotizaciones se hundirían, sobre todo si se entregaran gratis a los hambrientos del mundo los animales destinados al exterminio.
Sin destrucción del capitalismo, mientras sus leyes económicas, especialmente la ley del valor, subsistan, no es posible regalar animales sanos que van a ser destruidos. Y lo mismo es para toda la sobreproducción agrícola, y toda la producción capitalista, de ahí el dejar en barbecho cantidad de tierras en los países industriales y los enormes excedentes de mantequilla y leche invendibles. Solo una sociedad en la que la ley del valor, y por lo tanto el salariado y las clases sociales, hayan desaparecido, podrá resolver esas cuestiones, pues una sociedad así podrá dar y no destruir.
La población vinculada a las actividades agrícolas, ya sea de pequeños propietarios o de aparceros, ya sean braceros u obreros agrícolas, no es la única que recibe de lleno los latigazos de la brutal aceleración de la crisis económica.
Los ataques contra la clase obreraLlueven los despidos en todos los sectores. En EEUU, se suprimen empleos por miles, en compañías como Intel, Dell, Delfi, Nortel, Cisco, Lucent, Xerox, Compaq, de la "nueva economía", pero también en la industria tradicional como General Motors o Coca Cola. En Europa, vuelve brutalmente la siniestra ronda de despidos y cierres de empresas: cierre de almacenes Marks&Spencer, en Danone, en la industria de armamento (EADS, y, en Francia, GIAT, la que construye los carros Leclerq), a la vez que se reducen plantillas en las grandes empresas y los servicios públicos.
Se trata ahí de países industrializados, en donde las burguesías nacionales, conscientes de las potencialidades y de los peligros de la reacciones de una clase obrera concentrada y de gran experiencia histórica de lucha, toman muchas precauciones políticas para llevar a cabo sus ataques. En los países en donde la clase obrera es más joven, menos experimentada y más dispersa, los ataques son todavía más violentos. Está claro que, entre otros muchos ejemplos, los ataques van a redoblar contra la clase obrera en Argentina y también en Turquía. Todos esos ataques masivos en todos los países, en todos los sectores, tiran por los suelos la patraña de que "la economía va bien". Y sobre todo, la idea, machacada sin cesar, de que si una empresa despide, se trataría de un caso particular, excepcional, y que, en otros lugares, en otras empresas y sectores, todo iría bien. Toda la clase obrera del mundo se ve afectada; en todos los sectores de actividad llueven los despidos, se reducen los salarios, se incrementan eventualidad y horas de trabajo, se deterioran las condiciones de trabajo y de vida.
Bush, el padre, y con él los diferentes aparatos de Estado nacionales, gobiernos, políticos, ideólogos, periodistas, intelectuales, hablaban de prosperidad. Lo que sí nos cayó encima fue, es, y todo indica que así seguirá siendo cada día más, la miseria por doquier. La humanidad se encuentra ante una situación histórica bloqueada. Por un lado, al capitalismo ya no le quedan perspectivas que ofrecer sino es la crisis, la guerra, la desolación, más y más miserias y barbarie. Por otro lado, la única fuerza social, la clase obrera internacional, que podría ofrecer la perspectiva de acabar con el capitalismo y encaminarse hacia una nueva sociedad no ha logrado todavía afirmarse abiertamente. En tal situación, estamos asistiendo a una putrefacción de raíz, a una verdadera descomposición de la sociedad capitalista. Entre las consecuencias más dramáticas, además de las guerras, la violencia urbana, la inseguridad general, entre las que más ponen en peligro la supervivencia misma de la humanidad, la destrucción del medio ambiente y la multiplicación de catástrofes de todo tipo.
Putrefacción e irracionalidad de lasociedad capitalistaEntre la disminución de la capa de ozono, las contaminaciones marítimas y terrestres, ríos, ciudades y campos, trapicheos sobre los alimentos, epidemias en el hombre y en el ganado - la lista no es exhaustiva - el planeta se vuelve cada día más inhabitable, con su propio equilibrio en peligro. Hasta hoy, las catástrofes y la deterioración del medio ambiente no aparecían sino como consecuencias "mecánicas" de la agravación de la crisis económica, de la competencia capitalista y de la búsqueda desenfrenada de una productividad máxima. Hoy las cuestiones del entorno se han convertido en bazas imperialistas, un ámbito de enfrentamiento entre grandes potencias. La ruptura de los acuerdos de Kioto sobre las emisiones de gas con efecto invernadero por parte de EE.UU. ha sido la ocasión de una denuncia por las demás grandes potencias, sobre todo las europeas, de la irresponsabilidad estadounidense. "La Unión Europea no ve otra solución alternativa al problema climático del protocolo de Kioto y sigue decidida a aplicarlo, con o sin Estados Unidos" (Romano Prodi, presidente de la Comisión europea, Le Monde 6/04/01).
Lo mismo que con las causas humanitarias y la "defensa de los derechos humanos", el medio ambiente y las catástrofes naturales son temas de competencia entre Estados. La "injerencia humanitaria" organizada en Bosnia fue un terreno de enfrentamiento entre las grandes potencias, como ya lo había sido en Somalia. La ayuda humanitaria es igual: cada vez que hay un terremoto, asistimos a la misma competición entre equipos americanos y europeos a ver quién encuentra más muertos entre los escombros.
Cada día más se desvela la relación entre atolladero económico del capitalismo, exacerbación de antagonismos imperialistas que la crisis económica provoca en el plano histórico, y todas las consecuencias sobre la vida social entera, consecuencias que vienen a su vez a acentuar las rivalidades imperialistas y los conflictos, a incidir en la crisis económica. El mundo capitalista está arrastrando a la humanidad y al planeta en una espiral dantesca, a un hundimiento en los infiernos.
Multiplicación de las guerras"El que la humanidad se haya acostumbrado a vivir en un mundo en el que las matanzas, las torturas y el exilio de masas se han convertido experiencias cotidianas que ya ni notamos es, quizás, lo más trágico de esta catástrofe" (E.J. Hobsbawn, L'âge des extrêmes).
El panorama del mundo actual es de espanto. Una multitud de conflictos guerreros sin fin ensangrientan el planeta. Afectan a todos los continentes: en lo que fue la URSS, especialmente en lo que fueron sus repúblicas asiáticas, empezando por las del Cáucaso; en Oriente Medio, desde Irak a Pakistán pasando por Afganistán; en el Sudeste asiático; en Oriente Próximo, evidentemente; en África; en parte de Sudamérica, especialmente Colombia; en los Balcanes. Hoy, los países y las regiones del mundo que no están afectadas directamente, a mayor o menor grado, por guerras abiertas o larvadas parecen islotes de "paz" en medio de un océano de enfrentamientos bélicos.
A finales de los 70 y primeros 80, la situación en Líbano era el paradigma más claro de la entrada del mundo capitalista en su fase de descomposición. Cabe recordar que entonces se hablaba de "libanización" cuando un país era presa de una guerra sin fin y de la dislocación. Hoy se han "libanizado" continentes enteros. ¿Cuántos países africanos? (3). Difícil enumerarlos a todos, pero su mayoría se han vuelto "Líbanos". Afganistán (4) - más de 20años de guerra y de matanzas continuas - es una de las expresiones más extremas y dramáticas.
No nos engañemos: la responsabilidad primera tanto en su origen histórico como en la agravación de los conflictos, es la del imperialismo en general y el de las grande potencias en particular. Son las rivalidades imperialistas entre éstas lo que ha desencadenado esos conflictos, lo que los ha alimentado: así fue en Afganistán con la invasión rusa en 1980 y el apoyo a la guerrilla islámica por Estados Unidos, en la época de los dos bloques imperialistas. Y lo mismo, evidentemente, en los Balcanes hoy, con el apoyo por Alemania, por un lado, a las independencias eslovena y croata en la ex Yugoslavia, y, por otro, con la intervención activa de Gran Bretaña, Francia, Rusia, Italia, España y Estados Unidos -por no citar sino a las principales potencias - para atajar aquella política. Lo mismo ha ocurrido en África. Tanto en el origen de las guerras como en su desarrollo todavía hoy, la mano de las grandes potencias sigue echando leña al fuego incluso cuando los conflictos dejan de tener un interés fundamental para ellas, como así ocurre en África o Afganistán.
Las rivalidades imperialistas directas entre grandes potencias, que han sido en general mucho menos aparentes sobre todo desde el final de los bloques en 1989, conocen hoy una tensión particular. Estados Unidos está adoptando una actitud especialmente agresiva hacia China, como lo demuestra el accidente del caza chino con el avión espía norteamericano el 1º de abril de 2001, hacia Rusia con la expulsión de 50 diplomáticos rusos a finales de marzo y hacia Europa con el rechazo americano al protocolo de Kioto sobre los gases de efecto invernadero y el proyecto de escudo antimisiles estadounidense.
Bush, el padre, y con él los diferentes aparatos de Estado nacionales, gobiernos, políticos, ideólogos, periodistas, intelectuales, hablaron de "paz". Lo que sí se obtuvo y todo indica que seguiremos teniendo es la guerra permanente.
Las guerras en el período dedecadencia del capitalismoEl capitalismo parece ser algo irracional históricamente hablando. Arrastra a la especie humana hacia su desaparición y ya no respeta ninguna "razón" económica o histórica. "En el "corto" siglo XX, se ha matado o dejado morir deliberadamente a más seres humanos que nunca antes en la historia (…) Fue el siglo más asesino que haya dejado huella, y eso tanto por la escala, la frecuencia y la duración de las guerras que lo ocuparon (y que apenas si amainaron un poco durante los años 20), pero también por la amplitud incomparable de las catástrofes humanas que el siglo ha engendrado - las mayores hambrunas de la historia con sus genocidios sistemáticos. A diferencia del "largo siglo XIX" que aparece y fue en efecto un período de progreso material, intelectual y moral prácticamente ininterrumpido, o sea de progresión de los valores de la civilización, asistimos, desde 1914, a una marcada regresión de esos valores, considerados como normales en los países desarrollados y en el medio burgués y de los que se estaba convencido que se iban a propagar a las regiones más atrasadas y a las capas menos ilustradas de la población." (E.J. Hobsbawn).
Existe una historia del capitalismo que permite comprender su dinámica actual. Hay "razones" históricas de su irracionalidad. La principal es el haber entrado en su período de declive histórico, de decadencia, a principios del siglo XX, cuya primera expresión fue la Iª Guerra mundial de 1914-1918 y, a la vez, su producto y un factor activo de esa decadencia. Con el período de decadencia, las guerras dejaron de ser coloniales o nacionales, es decir con objetivos "racionales" como la conquista de nuevos mercados o la formación o consolidación de nuevas naciones que se inscribían globalmente en el desarrollo histórico, para convertirse en guerras imperialistas cuyas causas son la ausencia de mercados y la necesidad de un nuevo reparto imperialista, objetivo que no puede inscribirse en modo alguno en un progreso histórico. Inmediatamente, las guerras imperialistas se han hecho cada día más bestiales, asesinas y destructoras. En realidad, en el período de decadencia, ya no son las guerras las que están al servicio de la economía, sino ésta la que está al servicio de la guerra. Y eso tanto en tiempos de guerra como en tiempos de "paz". Todo el período desde 1945 hasta hoy lo ilustra con creces.
"Durante el siglo XX, las guerras han apuntado cada vez más a la economía y las infraestructuras de los Estados, al igual que a sus poblaciones civiles. Desde la IªGuerra mundial, el número de víctimas civiles de la guerra ha sido mucho más importante que el de las militares en todos los países beligerantes, excepto en Estados Unidos…En esas condiciones, ¿por qué llevaron a cabo la Iª Guerra mundial las potencias dominantes como un juego con un monto nulo, o sea como una guerra que no podía ni ser ganada ni ser perdida por completo? (…) En los hechos, la única finalidad de la guerra que contaba era la victoria total y, para el enemigo, lo que se llamaría más tarde (durante la IIª Guerra mundial) una "capitulación sin condiciones". Era un objetivo absurdo y autodestructor, que arruinó a la vez a vencedores y a vencidos. A estos los arrastró a la revolución, a aquéllos a la quiebra y el agotamiento físico." (E.J. Hobsbawn).
Esas características propias de las guerras imperialistas del siglo XX se verificaron dramáticamente en la IIª Guerra mundial y hasta nuestros días en todos los conflictos que se han desencadenado. Desde 1989, con la desaparición de los bloques imperialistas formados en torno a EE.UU y la URSS, la amenaza de guerra mundial ha desaparecido. Pero la desaparición de los bloques, y la disciplina que exigían, ha dejado cancha libre a la explosión de una profusión de conflictos bélicos que provocan, alimentan y azuzan las grandes potencias imperialistas, a pesar de las dificultades para controlarlos una vez declarados. Las características principales de la guerra en el período de decadencia, no han desaparecido con la desaparición de los bloques imperialistas. Muy al contrario: se ha venido a añadir, elemento agravante, la tendencia a "cada uno para sí" que ha suplantado a la disciplina de bloque. Cada potencia imperialista, cada Estado, grande o pequeño, quiere jugar sus propias bazas contra los demás. El mundo capitalista ha entrado en una fase particular de su decadencia histórica, fase a la que nosotros definimos como fase de descomposición (5). Independientemente del análisis que se haga sobre el tema, o del nombre que se le dé: "no se puede seriamente dudar de que una era de la historia mundial se acabó a finales de los años 80 y principios de los 90, y que se ha iniciado una nueva era (…) La última parte del siglo ha sido una nueva era de descomposición, de incertidumbre y de crisis, y, parauna buena parte del mundo, África, la ex URSS y la antigua Europa socialista, de catástrofe" (ídem).
Las guerras del período dedescomposición del capitalismoLas tensiones imperialistas actuales deben comprenderse en esa situación histórica particular, inédita. Esto escribíamos en 1990: "En el período de decadencia del capitalismo, todos los Estados son imperialistas y toman sus disposiciones para asumir esa realidad: economía de guerra, armamento, etc. Por eso, la agravación de las convulsiones de la economía mundial va a agudizar las peleas entre los diferentes Estados, incluso, y cada vez más, militarmente hablando. La diferencia con el período que acaba de terminar es que estas peleas, estos antagonismos, contenidos antes y utilizados por los dos grandes bloques imperialistas, van ahora a pasar a primer plano. La desaparición del "gendarme" imperialista ruso, y la que de ésa va a resultar para el "gendarme" norteamericano respecto a sus principales "socios" de ayer, abren de par en par las puertas a rivalidades más localizadas. Esas rivalidades y enfrentamientos no podrán, por ahora, degenerar en conflicto mundial, incluso suponiendo que el proletariado no fuera capaz de oponerse a él. En cambio, con la desaparición de la disciplina impuesta por la presencia de los bloques, esos conflictos podrían ser más violentos y numerosos y, en especial, claro está, en las áreas en las que el proletariado es más débil." (6)
Cuando ya los Balcanes y Oriente Próximo son y seguirán siendo, mientras perdure el capitalismo, zonas de guerras y conflictos permanentes, durante las últimas semanas hemos asistido a multiplicación de las tensiones interimperialistas directamente entre las grandes potencias. Y es Estados Unidos el país que adopta una actitud agresiva: "Sigue siendo un misterio el motivo de lo que parece ser una brutalidad gratuita hacia Rusia y China, pero también hacia Corea del Sur y los europeos" (W. Pfaff, International Herald Tribune, 28/03/01). Sería muy reductor explicar esa nueva agresividad por la presencia de Bush junior. Cierto, el cambio de presidente y de equipo gubernamental es una ocasión para dar otro rumbo a la política, pero, en realidad, se mantienen las grandes tendencias de fondo de la política norteamericana. Ese juego de "miren qué músculos" o de "agárrenme, que los mato" no tiene nada que ver con las deficiencias intelectuales de la familia Bush, como quieren hacernos creer los medios europeos y hasta algunos estadounidenses. Se trata de una tendencia de fondo que viene impuesta por la situación histórica.
"Con la desaparición de la amenaza rusa, la "obediencia" de las demás grandes potencias ya no está garantizada ni mucho menos (por eso es por lo que se ha desintegrado el bloque occidental). Para obtener esa obediencia, Estados Unidos deberá desde ahora adoptar un comportamiento claramente ofensivo en el plano militar" (Revista internacional, nº 67, "Informe sobre la situación internacional del IXº Congreso de la CCI", 1991). Desde entonces, esa característica de fondo de la política imperialista americana no se ha desmentido, pues "Frente al crecimiento irresistible de la tendencia "cada uno para sí", Estados Unidos no tiene más solución que una política de ofensiva militar permanente" (Revista internacional nº 98, "Informe sobre los conflictos imperialistas del XIIIº Congreso de la CCI", 1999).
Antagonismos imperialistas crecientesLa necesidad de enseñar bíceps se impone más todavía porque EE.UU. se encuentra en una situación difícil en el ámbito diplomático. La extensión de la guerra balcánica a Macedonia expresa las dificultades americanas para dominar la situación en esa parte del mundo. Sin apoyo real en la región contrariamente a los británicos, franceses o rusos tradicionalmente aliados de Serbia, y de los alemanes antiserbios y apoyados en croatas y albaneses, los Estados Unidos están obligados a adaptar su política en función de las circunstancias. No es pues por casualidad, "si la OTAN permite que vuelva parcialmente el ejército yugoslavo a la "zona de seguridad" que rodea a Kosovo (…) La preocupación de asociar a Belgrado en la prevención de un nuevo conflicto en la región es patente" (Le Monde, 10/03/01). EEUU, al igual que los aliados de Serbia, están interesados en la estabilidad de Macedonia, "considerada siempre como el eslabón débil que hay que proteger so pena de desestabilizar todo el Sureste europeo" (ídem). La única potencia que saca tajada de la extensión de la guerra a Macedonia, la única a la que no interesa que haya estabilidad, manteniéndose el statu quo es Alemania. Con una Croacia independiente, el territorio croata de Bosnia-Herzegovina, una gran Albania que hiciera estallar a Macedonia y Montenegro, se realizaría el objetivo histórico de Alemania de abrirse directamente hacia el Mediterráneo. Evidentemente, tal perspectiva abriría el apetito, momentáneamente reprimido, de Grecia y Bulgaria sobre…Macedonia. El presidente macedonio no se confundió al señalar a los verdaderos responsables de la ofensiva de la guerrilla albanesa. Era antes del cambiazo de Estados Unidos. "En Macedonia, hoy, no convencerán ustedes a nadie de que Estados Unidos y Alemania no saben quiénes son los jefes de los terroristas y que no podrían, si lo quisieran, impedirles actuar" (Le Monde, 20/03/2001).
Como en Afganistán, como en África, como en tantas otras regiones del mundo que conocen guerras y conflictos típicos de la descomposición del capitalismo, la paz en los Balcanes no se realizará mientras perdure el capitalismo.
Y lo mismo ocurre con Oriente Próximo. Como ya lo anunciábamos en el número anterior de esta Revista "el plan que Clinton quería imponer a toda costa antes de abandonar la presidencia de Estados Unidos será papel mojado como era de prever". La nueva administración Bush parece querer tener en cuenta las dificultades estadounidenses para imponer la "pax americana". De hecho, parece integrar y aceptar la idea de que la región será siempre un foco de guerra o que, como mínimo, el conflicto entre Israel y los palestinos no tendrá nunca fin. Colin Powell, nuevo secretario de Estado norteamericano (ministro de Exteriores), ex jefe del Estado Mayor del ejército en la Guerra del Golfo, reconoce hoy que "no hay fórmula mágica" tanto más porque Israel ya no vacila en hacer su propia política, expresión de las tendencias centrífugas en el actual período histórico, incluso cuando aquélla es contraria a la política norteamericana. Por su parte, la burguesía de Palestina (país cuya población asfixiada económicamente, en la mayor miseria y sometida a represión permanente, sólo puede expresar su desesperación en un nacionalismo suicida antiisraelí) es apoyada por las potencias europeas. Francia, en especial, no vacila en favorecer todo aquello que pueda ir en contra de la política norteamericana en la región.
La respuesta de EEUU a su propia impotencia ha sido un mortífero bombardeo sobre Bagdad en cuanto Bush subió al poder. Ha sido un mensaje para todos, a los países árabes de la región y a las demás potencias imperialistas: los Estados Unidos ya no pretenderán imponer su paz, sino que golpearán cada vez que sea necesario, cuando estimen que alguien "se ha pasado de la raya". No solo no habrá paz entre israelíes y palestinos, sino que la guerra, más o menos larvada, corre el riesgo de generalizarse por toda la región. Las leyes mismas del mundo capitalista empujan inevitablemente a la exacerbación de las rivalidades imperialistas, a la multiplicación de los conflictos bélicos por todos los continentes, por el planeta entero, al igual que la agravación irreversible de la crisis económica. El capitalismo agonizante no podrá nunca aportar "paz y prosperidad". Solo más guerra y más miseria, sin fin.
¿ Qué alternativa a la barbarie capitalista ?Solo la teoría marxista supo, ya en 1989, desde el final del bloque del Este y antes incluso de la explosión de la URSS, comprender y prever el significado de los acontecimientos y sus consecuencias para el mundo capitalista y la clase obrera internacional (7). No se trata de ninguna superioridad de unos cuantos individuos, ni de ninguna creencia ciega y estúpida en no se sabe qué Biblia. Si el marxismo ha sido clarividente es porque es la teoría del proletariado internacional, la expresión de su ser revolucionario. Es porque el proletariado es la clase revolucionaria por lo que el marxismo existe y puede captar las grandes líneas del devenir histórico, y, especialmente, la imposibilidad para el capitalismo de resolver los problemas dramáticos que su supervivencia acarrea. Ante el reconocido deterioro de la economía mundial, por mucho que la burguesía intente minimizar sus consecuencias y los ataques que hoy está llevando a cabo contra la clase obrera internacional, especialmente en Europa occidental, los obreros deberán quitarse el velo de los ojos y ver qué hay detrás del mito de la prosperidad y del futuro radiante del capitalismo. Ya ahora, cierta combatividad obrera está tendiendo a desarrollarse, una combatividad que los sindicatos se esfuerzan por canalizar, contener y desviar. Por lenta que sea en afirmarse y desarrollarse esa combatividad, por tímidas que sean las réplicas actuales de la clase obrera internacional a la situación que se le impone, esas luchas llevan en sí la superación de esta barbarie cotidiana y la supervivencia de la humanidad. El derrocamiento del capitalismo pasa por la réplica a los ataques económicos que soporta la clase obrera y por la negativa a participar en toda guerra imperialista, por la afirmación del internacionalismo proletario. También exige el desarrollo y la extensión más amplia de las luchas obreras cada vez que sea posible. Es la única vía hacia una perspectiva revolucionaria y la posibilidad para la especie humana de una sociedad sin guerra, sin barbarie. No hay otra solución, no queda más alternativa.
RL, 7/04/01
1. Ver nuestra prensa territorial. 2. Estamos de acuerdo con esa constatación que el marxismo ya ha explicado y denunciado desde hace mucho. Evidentemente, la conclusión que saca nuestra honrada y, sin duda, sincera "Consejera estratégica de la organización humanitaria Acción contra el hambre", o sea que "urge dar poder adquisitivo a los pobres del Sur para que puedan volverse consumidores" es algo totalmente irrealizable, pues no rompe con las leyes mismas del modo de producción capitalista, las cuales son precisamente la causa de tal situación. 3. "La mayoría de los Estados del África subsahariana, quizás con la excepción del África austral, están atravesando una fase de lenta descomposición" (Le Monde Diplomatique, marzo de 2001). 4. La prensa de los gobiernos occidentales se han conmovido enormemente por la destrucción de los Budas por los talibanes. Son una pérdida sin duda para el patrimonio cultural universal. Pero es difícil no ver ahí lo hipócritas que son y la oportunidad que aprovechan para sus campañas ideológicas: cabe recordar que las burguesías occidentales y democráticas no tuvieron el menor empacho en bombardear hasta el suelo, al final de la guerra mundial, todas las ciudades alemanas y machacar a millones de civiles, y destruir así un patrimonio cultural e histórico importante también. 5. Revista internacional nº 62, "La descomposición, fase última de la decadencia del capitalismo", mayo de 1990. 6. "Tras el hundimiento del bloque del Este; inestabilidad y caos" (10/02/1990), Revista internacional nº61. 7. Revista internacional nº 60 "Tesis sobre la crisis económica y política en la URSS y en los países del Este", septiembre de 1989.