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En la primera parte de este artículo (véase Revista internacional nº 119), hemos recordado que para el marxismo y contrariamente a la visión desarrollada por Battaglia comunista (1), la decadencia del capitalismo no es una eterna repetición de sus contradicciones a una escala crecientegún automatismo o fatalismo en la sucesión de los modos de producción que permitiría pensar que el capitalismo, acosado por contradicciones cada vez más insuperables, se retiraría por sí solo de la escena de la historia.
En la primera parte de este artículo (véase Revista internacional nº 119), hemos recordado que para el marxismo y contrariamente a la visión desarrollada por Battaglia comunista (1), la decadencia del capitalismo no es una eterna repetición de sus contradicciones a una escala crecientegún automatismo o fatalismo en la sucesión de los modos de producción que permitiría pensar que el capitalismo, acosado por contradicciones cada vez más insuperables, se retiraría por sí solo de la escena de la historia.
Así, tras haber puesto en entredicho el concepto marxista de decadencia (fatalismo), tras haber afirmado tajantemente que no existiría definición coherente de la decadencia y que por ello este concepto no tendría el menor valor, tras haber rechazado el método marxista para volverlo a definir, vemos ahora a Battaglia rechazar las manifestaciones esenciales que lo caracterizan. En esta segunda parte de nuestro art sino que plantea la cuestión de su supervivencia como modo de producción, según los propios términos utilizados por Marx y Engels. Al rechazar el concepto de decadencia tal como fue definido por los fundadores del marxismo y asumido por las organizaciones del movimiento obrero, Battaglia da la espalda a la comprensión del materialismo histórico que nos enseña que las condiciones de superación de los modos de producción supone que éstos han entrado en una fase de “senilidad” (Marx) “en que sus relaciones de producción ya caducas son un obstáculo para el desarrollo de las fuerzas productivas” (Marx), no existe el menor “fatalismo” intrínseco en la idea de “autodestrucción”, como lo pretende Battaglia, puesto que si la decadencia de un modo de producción es la condición indispensable para “una transformación de la sociedad entera” (Marx, Manifiesto comunista), es la lucha de clases la que, en última instancia, zanja las contradicciones socioeconómicas y si no lo logra, si ocurre un bloqueo de las relaciones de fuerza entre las clases, la sociedad se hunde entonces en una fase de descomposición, en “la ruina de ambas clases en lucha”, como dice Marx al empezar el Manifiesto comunista. No existe pues ninículo, vamos a:
- señalar los culebreos increíbles y permanentes de Battaglia en su postura sobre el concepto de decadencia;
- seguir examinando los errores metodológicos de análisis que hacen volver a ese grupo hacia el enfoque de los socialistas premarxistas;
- recordar las bases marxistas de las condiciones de la victoria de la revolución;
- examinar las implicaciones del abandono de la noción de decadencia en el plano político de la lucha del proletariado.
Los zigzagueos oportunistas increíbles y permanentes de Battaglia
sobre la noción de decadencia
Cuando las discusiones en torno a la adopción de su plataforma política en su primera Conferencia nacional en 1945, el Comité central del “Partido” reconstituido encargó a uno de sus miembros –Stefanini senior, conocido militante de la Fracción italiana de la Izquierda comunista internacional (1828-45)– que presentara un informe político sobre la cuestión sindical. En él, se “reafirma su concepción de que el sindicato en la fase de decadencia del capitalismo está necesariamente vinculado al Estado burgués” (actas de la Primera conferencia internacional del PCInt). Este Informe, presentado el tercer día del Congreso, estaba en contradicción con la plataforma discutida y votada el día anterior (2). Por añadidura, varios militantes apoyaron durante la discusión la posición desarrollada por Stefanini en nombre del Comité central cuando éste, al final de la discusión, llamó sin embargo al Congreso a reafirmar la posición expresada en la Plataforma (3) y consideró que se debía presentar y hacer votar una moción al terminar el Congreso que llamaba a “la reconstrucción de la CGL” y a “la conquista de los órganos dirigentes del sindicato” (ídem, “Moción del Comité central sobre la cuestión sindical”).
Además, a pesar de su reivindicación explícita de continuidad política y organizativa con la Fracción italiana de la Izquierda comunista internacional (1928-45) (4) y a pesar de la presencia de miembros de dicha Fracción en la dirección del “Partido” reconstituido, la Plataforma votada en el Congreso de fundación ni siquiera evoca lo que eran los cimientos y la coherencia política de las posiciones de la Fracción, a saber el análisis de la decadencia del capitalismo. El “Partido” nombró además un Buró internacional para coordinar los grupos surgidos de su extensión organizativa en el extranjero, grupos que por su parte –¡exigencias de la cacofonía!– siguen defendiendo en sus publicaciones... ¡el análisis de la decadencia del capitalismo (5)! Ya podemos ver que con semejantes métodos de agrupamiento ya en su fundación, una verdadera heterogeneidad programática era lo que predominaba en casi todas las cuestiones políticas abordadas. Las Actas de ese Congreso son edificantes en cuanto a la confusión política reinante (6).
Con semejantes confusiones en sus bases políticas no es de extrañar si la noción de decadencia, como el monstruo del Lochness, reaparece en tal o cual ocasión, particularmente en la Conferencia sindical del PCInt de 1947, en la que se afirma, en contradicción con la Plataforma adoptada en 1945, que
“En la fase actual de decadencia de la sociedad capitalista, el sindicato está llamado a convertirse en instrumento esencial de la política de conservación y, por consiguiente, a asumir unas determinadas funciones de los organismos de Estado” (7).
Ese cóctel explosivo en la misma fundación del PCInt no resistirá a la prueba del tiempo y acabará escindiéndose en dos partes en 1952, una en torno a Bordiga (Programa comunista) y la otra en torno a Damen (Battaglia comunista), la cual se reivindica de forma más explícita de las aportaciones políticas de la Fracción italiana de la Izquierda comunista internacional (1928-45) (8). Fue en aquél momento cuando Bordiga desarrolló algunas consideraciones críticas sobre la decadencia (9). Sin embargo, a pesar de la reapropiación de ciertas posiciones de la Fracción, el análisis de la decadencia seguirá sin formar parte de la nueva plataforma de Battaglia tras la escisión de 1952.
Algún tiempo más tarde, en su esfuerzo de agrupamiento de las fuerzas revolucionarias y de discusión con nuestra organización, Battaglia adoptará finalmente el análisis de la decadencia del capitalismo en el marco de la dinámica abierta por las Conferencias internacionales entre 1976 y 1980 (10). Battaglia publicará entonces dos largos estudios sobre la decadencia en sus publicaciones del primer semestre 1978 y de marzo de 1979 (11) así como en sus textos de contribución para las dos primeras Conferencias de los grupos de la Izquierda comunista (12). También aparecerá entonces, en las posiciones básicas que caracterizan a Battaglia y que están publicadas en el reverso de sus publicaciones, un nuevo punto programático que anuncia la adopción de unos principios para analizar la decadencia:
“El aumento de los conflictos interimperialistas, las luchas comerciales, la especulación, las guerras locales generalizadas, confirman el proceso de decadencia del capitalismo. La crisis estructural del sistema lleva al capital más allá de sus límites “normales”, hacia su solución, la guerra imperialista”.
Tras el fallecimiento de Damen senior en octubre del 79, fundador del PCInt e iniciador del ciclo de conferencias, este punto sobre la decadencia desaparecerá de las posiciones de base a partir del nº 3 de Prometeo en diciembre del 79, o sea en vísperas de nuestra expulsión por Battaglia de la tercera conferencia en mayo del 80. Resulta significativo que el análisis de la decadencia del capitalismo, cuestión central en las contribuciones de Battaglia en las dos primeras Conferencias, desaparezca totalmente en sus contribuciones para la tercera, en las que aparece un análisis que anticipa su posición actual... ¡y esto en la discreción más total y sin la menor explicación ni a sus lectores ni a los demás grupos del medio político proletario! Para decirlo todo, señalemos también que Battaglia propone hoy el abandono de lo que seguía afirmando en la plataforma del BIPR del 97, o sea la existencia de una ruptura cualitativa desde la Primera Guerra mundial, entre dos períodos históricos fundamentales y distintos en la evolución del modo de producción capitalista aunque ya no lo explicara, mediante el concepto marxista de ascendencia y decadencia de un modo de producción, concepto que dejó de usar (13). Y tras haber dado tantas vueltas políticas, Battaglia tiene el descaro de quejarse afirmando que está “cansada de discutir de tan poca cosa cuando tenemos tanto que trabajar para entender lo que ocurre en el mundo” (14). ¡Cómo no va a estar cansada cuando se cambia de gafas sin parar y que ya no sabe cuáles tiene que ponerse para “entender lo que ocurre en el mundo”! Hoy podemos comprobar que Battaglia ha escogido gafas de gran aumento para corregir su miopía.
El lector ya habrá podido constatar que a falta de ser experto en marxismo como lo pretende, Battaglia tiene sobre todo talento de surfista para ir sorteando las dificultades del momento y ser el campeón del cambio de chaqueta... pero eso no se acaba ahí. El colmo acaba de ser alcanzado con sus recientes culebreos. En efecto, para quienes leen la prosa de Battaglia, resulta evidente que esta organización quiere librarse definitivamente de una noción que considera, según sus propios términos en una toma de posición de febrero del 2002 y publicada en Internationalist Communist nº 21 (15), como “un concepto tan universal como confuso (...) ajeno al método y al arsenal de la crítica de la economía política”, que no tiene “ningún papel en el terreno de la economía política militante, del análisis profundo de los fenómenos y las dinámicas del capitalismo”, “fuera del materialismo histórico” y que, además, no aparece “nunca en los tres volúmenes que componen el Capital” (16). Pero entonces, ¿por qué demonios Battaglia siente la necesidad dos años después (Prometeo nº 8, diciembre del 2003) de lanzar un gran debate en el BIPR sobre un concepto “confuso”, que no puede “explicar los mecanismos de la crisis”, “ajeno a la crítica de la economía política”, que no aparecería más que accesoriamente en la obra de Marx y estaría ausente de su obra maestra? Enésimo cambio de chaqueta... ¿Se habrá acordado de golpe Battaglia que el primer folleto escrito por su organización hermana (la CWO) se titulaba precisamente Los fundamentos económicos de la decadencia? Esta organización hermana considera con razón que la “decadencia forma parte del análisis de Marx de los modos de producción” y estuvo en el centro de la creación de la Tercera Internacional: “Cuando la fundación de la IC en 1919, parecía en aquel entonces que se había alcanzado la época de la revolución, lo que decretó su Conferencia de fundación” (Revolutionary Perspectives, nº 32)... ¿Estaría dándose cuenta Battaglia que le resulta difícil evacuar un logro del movimiento obrero tan central como es la noción marxista de decadencia de un modo de producción?
Por lo tanto, no es de extrañar que Battaglia, en su contribución de apertura al debate, no tuviera nada que decir sobre la definición y el análisis de la decadencia de los modos de producción desarrollados por Marx y Engels, como tampoco sobre los esfuerzos de éstos por definir las circunstancias y el momento de la decadencia del capitalismo. Battaglia también finge ignorar con altanería que la posición constitutiva de la IC que consistió en analizar y afirmar que la Primera Guerra mundial fue la señal inequívoca de la apertura del período de decadencia del capitalismo. Battaglia, por mucho que se reivindique de la Izquierda italiana (1928-45), se calla, sin embargo, la boca (en todos los idiomas) sobre el hecho de que la Izquierda italiana hizo de la decadencia el marco de su plataforma política. Entonces, en vez de pronunciarse sobre el patrimonio legado por los fundadores del marxismo y profundizado por generaciones de revolucionarios, Battaglia prefiere lanzar anatemas (“fatalismo”) y sembrar la confusión sobre la definición de decadencia... para terminar anunciándonos un debate en el BIPR así como una “gran investigación” de su cosecha: “... la meta de nuestra investigación será verificar si el capitalismo ha agotado su ímpetu en el desarrollo de las fuerzas productivas y, si se verifica, cuándo, en qué medida y, sobre todo, por qué”. Es efectivamente más fácil, cuando se quiere abandonar un logro histórico del marxismo, escribir en una página en blanco que tener que pronunciarse sobre los textos programáticos del movimiento obrero. Ese ya era el método de los reformistas a finales del siglo xix. Por nuestra parte, esperamos los resultados de esa “investigación” con mucho interés y nos empeñaremos en cotejarlos con la teoría marxista y la realidad de la evolución histórica y actual del capitalismo, pero ya podemos observar que los argumentos utilizados desde ahora nos muestran una dirección que no augura nada bueno…
Retorno al idealismo del socialismo utópico
Para Battaglia como para los socialistas utópicos, la revolución no es el producto de una necesidad histórica cuyo origen está en el callejón sin salida de la decadencia del capitalismo, como nos lo mostraron Marx, Engels y Luxemburg:
“... la universalidad hacia la que tiende el capital encuentra limites inmanentes a su naturaleza, los cuales en un cierto estadio de su desarrollo, le hacen aparecer como el mayor obstáculo a esta tendencia y lo empujan a su autodeestrucción...” (Principios de una crítica a la economía política, Proyecto 1857-1858)...;
“la tarea de la ciencia económica (...) consiste más bien en exponer los males sociales que ahora destacan como consecuencia necesaria del modo de producción existente, pero también, al mismo tiempo como anuncios de su inminente disolución; y en descubrir, en el seno de la forma de movimiento económico que está disolviéndose, los elementos de la futura nueva organización de la producción y del intercambio, la cual elimina dichos males....” (F.Engels, Anti-Duhring, parte II, Objeto y método).
“Para el socialismo científico, la necesidad histórica de la revolución socialista está demostrada sobre todo por la anarquía creciente del sistema capitalista que lo encierra en un callejón sin salida” (Rosa Luxemburg, citada en la primera parte de esta serie).
Para el marxismo, la “autodestrucción”, la “disgregación”, el “callejón sin salida” de la decadencia del capitalismo es una condición indispensable para la superación de ese modo de producción, pero eso no implica, ni mucho menos, su desaparición automática, debido a que
“lo que podrá derribarlo, es el martillazo de la revolución, o sea la conquista del poder político por el proletariado” (Rosa Luxemburg).
“La autodestrucción” (Marx), la “disgregación” (Engels), el “callejón sin salida” (Luxemburg) de la decadencia del capitalismo crea las condiciones de la revolución, son los cimientos sin los cuales:
“las bases del socialismo serían idealistas, pues excluirían la idea de la necesidad histórica: en ese caso, el socialismo ya no se basaría en un desarrollo material de la sociedad (...) y dejaría de ser una necesidad histórica; sería entonces todo lo que se quiera, menos el resultado del desarrollo material de la sociedad” (Rosa Luxemburg, obra citada).
Así como siglos de decadencia romana y feudal fueron necesarios para que surgieran las condiciones objetivas y subjetivas necesarias al advenimiento de un nuevo modo de producción, el callejón sin salida de la decadencia del capitalismo es para el proletariado la prueba del carácter históricamente retrógrado de ese modo de producción puesto que, a pesar de lo que piensa Battaglia,
“El socialismo no viene automáticamente y en cualquier circunstancia de la lucha cotidiana de la clase obrera. Nacerá de la exasperación de las contradicciones internas de la economía capitalista y de la toma de conciencia de la clase obrera, que comprenderá la necesidad de abolirlas mediante la revolución social” (Rosa Luxemburg, obra citada).
El marxismo no dice que es inevitable la revolución. Tampoco niega la voluntad como factor histórico, pero demuestra que no es suficiente y que se realiza en un marco material producto de una evolución, una dinámica histórica que debe tener en cuenta para ser eficaz. La importancia que otorga el marxismo a la comprensión de las “condiciones reales”, las “condiciones objetivas” no significa negación de la conciencia y de la voluntad, sino, al contrario, es la única afirmación consecuente de esa conciencia y voluntad. Por lo tanto, si el capitalismo “se reproduce, reeditando todas sus contradicciones a un nivel superior” (Battaglia) ¿dónde están los fundamentos objetivos del socialismo? Como lo recuerda Rosa Luxemburg,
“Para Marx, la rebelión de los obreros, la lucha de clases – y es eso lo que da firmeza a su fuerza victoriosa son los reflejos ideológicos de la necesidad histórica objetiva del socialismo, la cual es también el resultado de la imposibilidad económica objetiva del capitalismo en cierta fase de su desarrollo. Es evidente que el proceso histórico debe llegar necesariamente (o puede) hasta su término, hasta el límite de la imposibilidad económica del capitalismo. La tendencia objetiva del desarrollo capitalista basta para provocar, antes incluso de haber alcanzado ese término, la exasperación de los antagonismos sociales o políticos y una situación tan insostenible que el sistema acaba desmoronándose... Pero esos conflictos sociales o políticos no son, en última instancia, sino el resultado de la imposibilidad económica del capitalismo, y se van exacerbando en la medida en que esta imposibilidad se hace sensible. Supongamos, al contrario, como los “peritos” (como Battaglia, ndlr) la posibilidad de un crecimiento ilimitado de la acumulación: el socialismo pierde entonces las bases graníticas de la necesidad histórica objetiva, y nos hundimos entonces en las tinieblas de los sistemas y escuelas premarxistas que pretendían que el socialismo procedería de la injusticia del siniestro mundo actual así como de la voluntad revolucionaria de las clases trabajadoras (...) a medida que avanza el capital, agudiza los antagonismos de clase y la anarquía económica y política internacional hasta el punto en que provocará contra su dominación la rebelión del proletariado internacional mucho antes de que la evolución económica haya llegado a sus últimas consecuencias: la dominación absoluta y exclusiva de la producción capitalista en el mundo (La acumulación del capital, tomo II, Crítica de las críticas).
No es porque la inmensa mayoría de los hombres esté explotada por lo que la necesidad histórica del socialismo está hoy a la orden del día. Ya reinaba la explotación con el esclavismo, el feudalismo y también con el capitalismo del siglo xix sin que fuese por eso posible el socialismo. Para que éste pueda convertirse en realidad, no solo es necesario que los medios para su instauración (clase obrera y medios de producción) estén suficientemente desarrollados, sino también que el sistema que debe ser superado –el sistema capitalista– haya dejado de ser un sistema indispensable para el desarrollo de las fuerzas productivas y se haya convertido en una traba cada día mayor, o sea que haya entrado en su fase de decadencia:
“La mayor conquista de la lucha de la clase proletaria durante su desarrollo fue el descubrimiento de que la realización del socialismo se apoya en las bases económicas de la sociedad capitalista. Hasta entonces el socialismo era un “ideal”, un sueño milenario de la humanidad; se ha convertido en necesidad histórica” (Rosa Luxemburg, Reforma o revolución).
El error inevitable de los utopistas estaba en su visión de la marcha de la historia. Para unos como para otros, ésta dependía de la buena voluntad de grupos de individuos: Babeuf o Blanqui esperaban la solución de la acción de unos cuantos obreros decididos; Saint-Simon, Fourier o Owen esperaban de la benevolencia de la burguesía la realización de sus proyectos. Fue la aparición del proletariado como clase autónoma durante la Revolución de 1848 lo que evidenció que el socialismo sería la obra de una clase. Confirmaba la tesis que Marx ya anunciaba en el Manifiesto: desde que la sociedad se había dividido en clases, la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases. La evolución de las sociedades solo puede entenderse entonces en función del marco que determina esas luchas, o sea la evolución de las relaciones sociales que unen a los hombres y los dividen en clases en la producción de sus medios de existencia: las relaciones sociales de producción. Saber si es posible el socialismo es entonces determinar si las relaciones sociales de producción se han vuelto una traba para el desarrollo de las fuerzas productivas, imponiendo la necesidad de la superación del capitalismo por el socialismo. Para Battaglia, en cambio, sea cual sea el contexto histórico global del período en que está el capitalismo,
“... el aspecto contradictorio de la forma capitalista, las crisis económicas que derivan de éste, el rebrote del proceso de acumulación momentáneamente interrumpido por las crisis pero que recibe nuevas fuerzas gracias a la destrucción de capitales y de los medios de producción excedentarios, no cuestionan automáticamente su desaparición. O es el factor subjetivo el que interviene, del que la lucha de clases es el eje material e histórico y las crisis las premisas económicas determinantes, o se reproduce el sistema económico, reeditando a nivel superior todas sus contradicciones, sin crear por eso las condiciones de su propia destrucción”,
la lucha de clases conjugada con un episodio de la crisis económica bastaría para abrir la vía a una posible solución revolucionaria:
“No obstante los indudables éxitos de la burguesía en la contención y en la gestión de las contradicciones de su sistema económico, estas contradicciones no se pueden eliminar y nosotros los marxistas sabemos que ese juego no puede prolongarse eternamente. Sin embargo, su explosión final no desembocará necesariamente en una victoria revolucionaria; en la era imperialista, en efecto, la guerra global puede representar para el capitalismo una resolución temporal de sus contradicciones. Empero, antes de que esto suceda, es posible que el dominio político e ideológico de la burguesía sobre la clase obrera pueda relajarse; en otras palabras, es posible que de improviso el proletariado vuelva a ser masivamente parte activa en la lucha de clases y los revolucionarios deberán estar preparados para ese momento. Cuando la clase obrera retome la iniciativa y comience a usar su fuerza de masa contra los ataques del capital, las organizaciones políticas revolucionarias deben encontrarse, desde el punto de vista político y organizativo, en posición tal que puedan guiar y organizar la lucha contra las fuerzas de la izquierda burguesa” (Plataforma del BIPR, 1997).
Para Battaglia, no existe ninguna necesidad de determinar si las relaciones sociales de producción se han vuelto históricamente obsoletas, ninguna necesidad de un período de decadencia... puesto que el sistema “recibe nuevas fuerzas gracias a la destrucción de capitales y de los medios de producción excedentarios” y, tras cada una de sus crisis, “se reproduce el sistema económico, reeditando a un nivel superior todas sus contradicciones”.
Las condiciones requeridas para la revolución
Eos de crisis económica combinados con conflictos de clases desde los primeros tiempos del capitalismo, sin que por ello se abran las puertas a la posibilidad objetiva de derrumbar el modo capitalista de producción. Con la concepción materialista histórica, Marx nos enseña que tres condiciones son imprescindibles: un período de crisis, de conflictos de clases y también el advenimiento de la decadencia del modo de producción (en este caso el capitalismo). Esto es lo enl que Marx haya podido decir que “toda esta mierda de economía política desemboca sin embargo en la lucha de clases”, aun cuando pasó lo esencial de su vida en hacer la crítica de la economía política, demuestra que sí consideraba que era la lucha de clases el factor decisivo, el motor de la historia, pero no por eso desdeñaba sus cimientos objetivos, el contexto económico, social y político en el que esa lucha se desarrolla. Repetirlo tras él como lo hace Battaglia es como descubrir la pólvora puesto que ni el mismo Marx ni la CCI pretenden que uno de estos factores (crisis económica o lucha de clases), aislado, bastaría para derrumbar al capitalismo. Lo que, en cambio, no entiende Battaglia es que, incluso juntos, ambos factores no bastan. En efecto, ya existieron períodtendieron los fundadores del marxismo, cuando, tras haber pensado varias veces que el capitalismo había pasado a la historia, tuvieron que revisar su diagnóstico (para una breve historia del análisis de Marx y Engels sobre las condiciones y el momento del advenimiento de la decadencia del capitalismo, remitimos al lector al nº 118 de la Revista internacional). Engels concluirá esa búsqueda en su introducción de 1895 a la obra de Marx La Lucha de clases en Francia, al decirnos:
“La historia no nos ha dado la razón, ni a nosotros ni a quienes pensaban de manera parecida. Ha demostrado claramente que la fase de desarrollo económico en el continente distaba todavía mucho de su madurez para desembocar en la eliminación de la producción capitalista; lo ha demostrado mediante la revolución económica que, desde 1848, se ha adueñado de todo el continente... (...) esto prueba una vez más lo imposible que era en 1848 conquistar la transformación social simplemente por sorpresa” (Introducción de Engels –1895- a la obra de Marx sobre las luchas de clase en Francia)”.
Pero eso no es todo, porque lo que nunca Battaglia consiguió entender, es que es necesaria una cuarta condición para que se abra un período favorable a los movimientos insurreccionales triunfantes: la apertura de un curso histórico a enfrentamientos de clase. En efecto, en los años 30, tres de las condiciones mínimas estaban presentes (crisis económica, conflictos sociales y período de decadencia), pero eso ocurría en un curso histórico hacia la guerra imperialista. Esta fue una de las aportaciones políticas más importantes de la Fracción italiana de la Izquierda comunista internacional (1928-45). En coherencia con el análisis de la Internacional comunista (IC) que definía el período abierto por la Primera Guerra mundial como “era de guerras y de revoluciones”, desarrolló esa noción de curso histórico hacia enfrentamientos de clase o hacia la guerra. La Izquierda comunista de Francia (1942-52) y más tarde la CCI la retomaron y la han desarrollado, pero no son los que la descubrieron, como lo pretende falsamente Battaglia: “La concepción esquemática de los períodos históricos, que pertenece históricamente a la corriente original de la Izquierda comunista francesa y estuvo en los orígenes de la CCI, caracteriza los períodos históricos como revolucionarios o contrarrevolucionarios según consideraciones abstractas sobre la condición de la clase obrera” (Internationalist Communist, no 21). Esta falsificación sobre los orígenes de ese concepto permite a Battaglia, además de desacreditar a nuestros antepasados políticos, seguir reivindicándose de la Fracción italiana de la Izquierda comunista internacional (1928-45) sin pronunciarse sobre esta aportación teórica esencial de sus antepasados.
La necesidad de un marco histórico para la elaboración de posiciones de clase
“¿Ha agotado su tiempo el capitalismo? ¿si o no?; ¿Es aún capaz de desarrollar a nivel mundial las fuerzas productivas y de hacer progresar a la humanidad?. Esta es una cuestión fundamental. Tiene una importancia decisiva para el proletariado...” (Trotski, Europa y las Américas, 1924, Ed. Anthropos).
Esta cuestión es efectivamente como dice Trotski “fundamental y decisiva para el proletariado”, puesto que el determinar si un modo de producción sigue estando en su fase ascendente o está en su fase de decadencia tiene como consecuencia nada menos que saber si sigue siendo progresista para el desarrollo de la humanidad o si ha pasado a la historia. El saber si el capitalismo sigue teniendo algo que ofrecer al mundo o si se ha vuelto caduco acarrea consecuencias radicalmente diferentes para las posiciones y la estrategia del proletariado. Trotski lo tenía perfectamente claro cuando seguía así su reflexión sobre el análisis de la Revolución rusa:
“Si se demuestra que el capitalismo es aún capaz de cumplir una misión de progreso histórico, de hacer más ricos a los pueblos, su trabajo más productivo, esto significa que nosotros, partido comunista de la URSS, nos hemos precipitado en cantar su De Profundis; en otras palabras, que hemos tomado demasiado pronto el poder para realizar el socialismo. Pues, como explicó Marx, ningún régimen social desaparece antes de haber agotado todas sus posibilidades latentes” (Ibíd.)
Deben meditar estas palabras de Trotski aquellos que abandonan la teoría de la decadencia porque, si no, acabarán concluyendo que tenían razón los mencheviques, cuando consideraban que lo que estaba a la orden del día en Rusia no era la revolución proletaria sino la revolución burguesa, que la Internacional comunista basaba sus teorías en ilusiones, que los métodos de lucha del siglo xix siguen siendo válidos, etc. Como marxista consecuente que era, Trotski responde sin vacilar:
“La guerra de 1914 no fue un fenómeno fortuito. Se produjo por el levantamiento ciego de las fuerzas de producción contra las formas capitalistas, incluida la del Estado nacional. Las fuerzas de producción creadas por el capitalismo no pueden mantenerse en el marco de las formas sociales del capitalismo” (ídem).”
Es ese el diagnóstico sobre el fin del papel históricamente progresista del capitalismo y el significado de la Primera Guerra mundial como momento crucial del paso de la ascendencia a la decadencia que entendieron todos los revolucionarios de aquel entonces, con Lenin a la cabeza:
“De liberador de naciones que fue el capitalismo en la lucha contra el régimen feudal, el capitalismo imperialista se ha convertido en el mayor opresor de las naciones. Antiguo factor de progreso, el capitalismo se ha convertido en reaccionario; ha desarrollado las fuerzas productivas hasta tal punto que la humanidad no puede más que pasar al socialismo o sufrir durante años, incluso decenas de años, la lucha armada entre “grandes” potencias para seguir manteniendo artificialmente el capitalismo con la ayuda de las colonias, los monopolios, y los privilegios y opresiones nacionales de todo tipo” (Los principios del socialismo y la guerra de 1914-1918, “La guerra actual es una guerra imperialista”).
En efecto, si el capitalismo “se reproduce, reeditando a nivel superior todas sus contradicciones” (Battaglia), no solo se da la espalda a los fundamentos materialistas, marxistas, de la posibilidad de una revolución tal como los acabamos de describir, sino que tampoco se puede entender por qué cientos de millones de hombres decidirán mañana jugarse la vida en una guerra civil para sustituir este sistema por otro, puesto que, como dice Engels,
“mientras un modo de producción se encuentra en la rama ascendente de su evolución, son entusiastas de él incluso aquellos que salen peor librados por el correspondiente modo de distribución. Así ocurrió con los trabajadores ingleses cuando la implantación de la gran industria. Incluso cuando el modo de producción se mantiene simplemente como el socialmente normal, reina en general satisfacción o contentamiento con la distribución, y si se producen protestas, ellas proceden del seno de la clase dominante misma (Saint-Simón, Fourier, Owen) y no encuentran eco alguno en la masa explotada” (F.Engels, Anti-Duhring, parte II, Objeto y método).
Cuando entra el capitalismo en su fase de decadencia está poniendo las bases materiales y (potencialmente) subjetivas para que el proletariado posea las condiciones y las razones de pasar a la acción. En su texto, Engels dice:
“Sólo cuando el modo de producción en cuestión ha recorrido ya un buen trozo de su rama descendente, cuando se está medio sobreviviendo a sí mismo, cuando han desaparecido en gran parte las condiciones de su existencia y su sucesor está llamando a la puerta (...) la tarea de la ciencia económica (...) consiste más bien en exponer los males sociales que ahora destacan como consecuencia necesaria del modo de producción existente, pero también, al mismo tiempo como anuncios de su inminente disolución; y en descubrir, en el seno de la forma de movimiento económico que está disolviéndose, los elementos de la futura nueva organización de la producción y del intercambio, la cual elimina dichos males” (F. Engels, Anti-Duhring, parte II, Objeto y método).
Eso es lo que está olvidándose de hacer Battaglia al abandonar el concepto de decadencia: su “ciencia económica” ya no les sirve para demostrar “los males sociales”, y los primeros anuncios de “la inminente disolución” del capitalismo como nos exhortaban a hacerlo los fundadores del marxismo, sino para servirnos de tapadillo la prosa izquierdista y altermundialista sobre las capacidades del capitalismo para sobrevivir gracias a la financiarización del sistema, sobre la recomposición del proletariado, así como los tópicos sobre las “transformaciones fundamentales del capitalismo” tras la supuesta “tercera revolución industrial” basada en los microprocesadores” y demás “nuevas tecnologías”, etc.:
“La larga resistencia del capital occidental a la crisis del ciclo de acumulación (o a la actualización de la tendencia decreciente de la cuota de ganancia) ha evitado hasta ahora el hundimiento vertical que golpeó por el contrario al capitalismo de Estado del imperio soviético. Tal resistencia ha sido posible por cuatro factores fundamentales: 1) la sofisticación de los controles financieros a nivel internacional; 2) una reestructuración en profundidad del aparato productivo que ha acarreado una aumento vertiginoso de la productividad; 3) la demolición consecuente de la composición de clase precedente, con la desaparición de tareas y funciones ya superadas y, la aparición de nuevas tareas, de nuevas funciones y de nuevas figuras proletarias (...). La reestructuración del aparato productivo ha llegado al mismo tiempo que lo que nosotros llamamos la tercera revolución industrial vivida por el capitalismo (...) La tercera revolución industrial está marcada por el microprocesador” (Prometeo n° 8, “Proyecto de Tesis del BIPR sobre la clase obrera en el periodo actual y sus perspectivas”).
Además, cuando Battaglia aún defendía el concepto de decadencia, afirmaba claramente que “ambas guerras mundiales y la crisis son la prueba histórica de lo que significa en el ámbito de la lucha de clases la permanencia de un sistema económico decadente como lo es el sistema capitalista” (17), mientras que tras haberlo abandonado considera ahora que “la solución militar aparece como el principal medio para resolver los problemas de valorización de capital” o, como está dicho en la Plataforma del BIPR (1979), que “la guerra global puede ser para el capitalismo una vía momentánea para resolver sus contradicciones”.
Mientras que en su IVº Congreso, Battaglia, en sus “Tesis sobre los sindicatos hoy y la acción comunista” (18), era todavía capaz de poner de relieve esta cita de su Conferencia sindical de 1947:
“En la fase actual de decadencia de la sociedad capitalista, el sindicato está llamado a ser un instrumento esencial de la política de conservación y en consecuencia a asumir funciones precisas de organismo del Estado”,
considera ahora que el sindicato seguiría teniendo un papel de defensa de los intereses inmediatos de la clase obrera mientras la curva pluridecenal de la tasa de ganancia esté en alza:
“Todo lo que las luchas sindicales han conseguido en el terreno del reformismo, es decir, en el terreno de la mediación sindical e institucional, en áreas como la sanidad, en prevención y asistencia, en la escuela, en la fase ascendente del ciclo (años 1950 y en parte 1970)”
y un papel contrarrevolucionario cuando esa curva se orienta hacia abajo
“El sindicato – desde siempre instrumento de mediación entre el capital y el trabajo en lo que respecta al precio y las condiciones de venta de la fuerza de trabajo – ha modificado, no la sustancia, sino el sentido de la mediación: ya no están representados y defendidos los intereses obreros ante el capital, al contrario, los intereses del capital se defienden y ocultan ante la clase obrera. Esto es así porque – especialmente en los periodos de crisis del ciclo de acumulación – la simple defensa de los intereses inmediatos de los obreros contra los ataques del capital pone en cuestión la estabilidad y la supervivencia de las relaciones capitalistas” (Citas extraídas de Prometeo n°8, “Proyecto de Tesis del BIPR sobre la clase obrera en el periodo actual y sus perspectivas”).
Los sindicatos tendrían entonces una función doble según la orientación de la curva de la cuota de ganancia... ¡Hay que ver los estragos que hace el materialismo vulgar!
¡Battaglia reconsidera incluso el carácter de los partidos estalinistas y socialdemócratas! Ahora los presenta como partidos ¡que han defendido los intereses inmediatos de los obreros!, puesto que
“juegan el papel de mediadores de los intereses inmediatos del proletariado en el seno de las democracias occidentales, en forma coherente con el papel clásico de la socialdemocracia”;
cuando, tras la caída del muro de Berlín,
“El fracaso del ‘socialismo real’ los ha conducido a mantener su papel de partidos nacionales pero también al abandono de la clase en tanto que objeto de mediación democrática (...) El hecho es que la clase obrera se encuentra también privada de los instrumentos de mediación política en el seno de las instituciones burguesas y, por tanto, completamente abandonada a los ataques cada vez más violentos del capital” (Prometeo n° 8, artículo citado).
El sueño se vuelve pesadilla. ¡Ahora se pone Battaglia a lloriquear sobre la desaparición de un supuesto papel de defensores de los intereses inmediatos de los obreros en las instituciones burguesas, papel que habrían asumido ¡estalinistas y socialdemócratas!
Asimismo, en lugar de comprender la instauración del sistema del seguro social a finales de la Segunda Guerra mundial como una política de capitalismo de Estado particularmente viciosa para transformar la solidaridad de la clase obrera en dependencia económica hacia el Estado, Battaglia la considera como una conquista obrera, una verdadera reforma social:
“Durante los años 50, las economías capitalistas arrancaron de nuevo (...) Ello se tradujo de forma evidente en la mejora de las condiciones de vida de los trabajadores (seguridad social, convenios colectivos, revisiones de salarios...). Estas concesiones fueron hechas por la burguesía, bajo la presión de la clase obrera...” (BIPR, Bilan et Perspectives, n° 4).
Y para colmo, Battaglia hasta considera que los “convenios colectivos”, acuerdos que permiten a los sindicatos desempeñar su papel policíaco en las fábricas, han de considerarse como “logros sociales ganados en reñida lucha”.
No podemos detallar aquí todas las regresiones políticas de Battaglia consecuentes de su abandono definitivo del marco conceptual de la decadencia del capitalismo para la elaboración de las posiciones de clase; ya volveremos sobre éstas en otros artículos, aquí solo se trata de ilustrar mediante unos ejemplos claros para el lector que el camino es muy corto entre ese abandono y la defensa abierta de posiciones típicamente izquierdistas, ¡pero que muy corto!. Después de todo esto, cuando Battaglia nos dé la tabarra en páginas y más páginas con aquello de que es necesario comprender las nuevas evoluciones del mundo que nosotros seríamos incapaces de comprender (19), no se da cuenta de que al abandonar el marco de análisis de la decadencia del capitalismo, está siguiendo el mismo camino que el reformismo de finales del xix: también fue en nombre de la “comprensión de las nuevas realidades de finales del siglo xix” con lo que Bernstein y Cía. justificaron su revisión del marxismo. Al dejar de lado definitivamente la teoría de la decadencia, Battaglia cree haber dado un gran paso adelante en la comprensión de “las nuevas realidades del mundo actual”, y lo que en realidad está haciendo es volver al siglo xix. Si “comprender las nuevas realidades del mundo” significa cambiar el enfoque marxista por los lentes del izquierdismo, ¡allá ellos!. En esto puede comprobarse cómo la ausencia repetida de la noción de decadencia en sus sucesivas plataformas (excepto en la declaración de principios en la época de las Conferencias internacionales de grupos de la Izquierda comunista) es la causa de todos los tumbos oportunistas que va dando Battaglia de acá para allá desde sus orígenes.
Conclusión
Detrás de sus pretensiones teóricas, las críticas de Battaglia Comunista al concepto de decadencia no son sino repeticiones de las ya enunciadas por Bordiga hace cincuenta años. Battaglia está así volviendo a su matriz bordiguista de origen. La crítica del pretendido “fatalismo” intrínseco a la teoría de la decadencia, ya la hizo Bordiga en la reunión de Roma de 1951:
“La afirmación corriente de que el capitalismo se encuentra en su rama descendente y no puede remontarla contiene dos errores: uno fatalista y otro gradualista”.
Y la otra crítica de Battaglia a la teoría de la decadencia según la cual el capitalismo
“recibe nuevas fuerzas gracias a la destrucción de capitales y de medios de producción excendentarios”
y así
“el sistema económico se reproduce, elevando a un nivel superior todas sus contradicciones”,
ya la había enunciado Bordiga en esa misma reunión romana de hace 50 años:
“La visión marxista puede representarse con toda una ramificación de curvas ascendentes hasta la cima...” y en su Diálogo con los muertos: “...el capitalismo crece sin cesar más allá de cualquier límite...”.
Sin embargo ésa no es la visión del marxismo ni de Marx, como ya hemos visto:
“la universalidad hacia la que tiende el capital encuentra límites inherentes a su naturaleza, los cuales en un cierto estadio de su desarrollo, le hacen aparecer como el mayor obstáculo a esta tendencia y lo empujan a su autodestrucción” (Principios de una crítica a la economía política, Proyecto 1857-1858) (20),
ni para Engels:
“El modo de producción capitalista (...) por su propia evolución, tiende hacia un punto en el que el mismo se convierte en imposibilidad” (Anti-Durhing, parte II, Objeto y método) (21).
Lo que afirma el marxismo no es que el triunfo de la revolución comunista sea algo inevitable a causa de las contradicciones mortales que llevan al capitalismo a un punto en el que él mismo se convierte en imposibilidad (Engels) y a su autodestruccción (Marx), sino que, si el proletariado no estuviera a la altura de su misión histórica, el porvenir no sería el de un capitalismo que “se reproduce, reeditando a un nivel superior sus contradicciones” y que “crece más allá de todo límite “ como lo pretenden Battaglia y Bordiga, sino que el futuro del capitalismo sería la barbarie, la barbarie de verdad: la que no ha cesado de aumentar desde 1914, desde las orgías carniceras de Verdún hasta los genocidios de Ruanda y de Camboya, pasando por el Holocausto, el Gulag e Hiroshima. Comprender qué significa la alternativa Socialismo o Barbarie, es comprender la decadencia del capitalismo.
Cuando la adulación servil sirve de línea política
En el artículo precedente así como en su primera parte (Revista internacional n°119) examinamos detalladamente por qué Battaglia Comunista, con el pretexto de “redefinir el concepto”, abandonaba la noción marxista de decadencia, meollo del análisis materialista histórico de la evolución de los modos de producción en la historia. También mostrábamos el método típicamente parásito usado por la Ficci de lisonjear para obtener los favores del BIPR. La Ficci ha vuelto a sacar el cepillo pelotillero en su boletín n°26 (“Comentarios sobre un artículo del BIPR: Hundimiento automático o revolución proletaria”). El artículo de Battaglia es saludado efusivamente “Queremos saludar y subrayar la importancia de la publicación de este artículo...” y no, desde luego, por lo que es ese artículo, o sea, la expresión de una grave deriva oportunista al desviarse del materialismo histórico en la comprensión de las condiciones políticas, sociales y económicas de la sucesión de los modos de producción. La Ficci se atreve incluso a afirmar, con el vil descaro que la caracteriza, que Battaglia en su artículo “...reconoce explícitamente la existencia de una fase ascendente y otra, decadente, en el capitalismo”. Por parte nuestra, no tomamos a los lectores por tontos de solemnidad como lo hace la Ficci, sino que les dejamos que juzguen por sí mismos sobre esa afirmación tras haber leído nuestras críticas en estos dos artículos (22).
Evidentemente, como lo exige el método parásito, la tonadillita de alabanzas a Battaglia tenía que venir acompañada del rebuzno contra la CCI: se nos acusa ahora de desarrollar una “nueva teoría sobre el desmoronamiento automático del capitalismo” (Bulletin communiste n°26, “Commentaires...”) sirviendo así de eco a la crítica de fatalismo hecha por Battaglia hacia el concepto marxista de decadencia y, de rebote, su rechazo al concepto marxista de descomposición: “No podemos terminar este rápido vuelo sobre las teorías del “desmoronamiento” sin evocar la teoría sobre la descomposición social que defiende la actual CCI (...) queremos justo atraer la atención sobre cómo esta teoría (...) se ha ido convirtiendo cada vez más en una teoría con características semejantes a las teorías del hundimiento en el pasado (...) Y es cierto, como lo señala el BIPR, que tanto la teoría del “hundimiento” como la de la “descomposición” acaban teniendo repercusiones negativas en el plano político, al generar la hipótesis de que para ver la muerte del capitalismo basta con sentarse a la orilla” (Bulletin communiste n°26, idem). Y la Ficci repite erre que erre que la CCI “se niega a contestar a la pregunta fundamental que nosotros planteamos: la introducción “oficial” por el XVº congreso de la CCI de una tercera vía que sustituye la alternativa histórica “guerra o revolución” ¿es o no es una revisión del marxismo?” (Bulletin communiste n°26, “La vérité se lit parfois dans les détails”). Precisemos que en su XVº congreso, en el fondo, lo único que la CCI hizo fue afirmar lo que el marxismo ha defendido siempre desde el Manifiesto comunista, o sea que “una transformación revolucionaria de la sociedad entera” (Marx) no tiene nada de ineluctable, pues, como decía él, si las clases en lucha no encuentran las fuerzas necesarias para zanjar las contradicciones socioeconómicas, la sociedad se hunde entonces en un caos que será la “ruina de las diferentes clases en lucha” (Marx). Marx con eso no defendía una fantasmagórica “tercera vía”, sino que era sencillamente consecuente con el materialismo, el cual rechaza de plano la visión fatalista según la cual les contradicciones sociales se resolverían “automáticamente” con la victoria de una de las dos clases fundamentales en lucha. En efecto, para la Ficci, nosotros nos negaríamos a “reconocer que “el atolladero histórico” sólo podría ser momentáneo” (Bulletin communiste n°26, “Commentaire...”). Efectivamente, junto con Marx, nos negamos a sólo considerar unilateralmente un “atolladero histórico momentáneo” y como aquél pensamos que un bloqueo de la relación de fuerzas entre clases puede así perdurar y desembocar en “la ruina de las diferentes clases en lucha”. A partir de ahí, y parafraseando a la Ficci, le devolvemos la pregunta: la introducción por parte de la Ficci de la idea de que “el atolladero histórico solo puede ser momentáneo” ¿es o no es una revisión del marxismo?.
En realidad, en su dinámica parásita y destructiva del medio político proletario, la Ficci no se dedica a “debatir” como así lo pretende, sino que usa cualquier cosa para hacer real su delirio de una pretendida “degeneración” de nuestra organización, poniendo así al desnudo su ignorancia de las bases elementales del materialismo histórico e, igual que en la fábula, ni se entera de que va cabalgando el engendro que denuncia en los demás sin ton ni son: el engendro del automatismo y el fatalismo en la resolución de las contradicciones históricas entre las clases.
En nuestro artículo de la Revista internacional n°118 demostramos, apoyándonos en incontables citas de toda su obra, incluidos el Manifiesto y el Capital, que el concepto de decadencia de un modo de producción tiene su verdadero origen en Marx y Engels. En su cruzada contra nuestra organización, la Ficci no vacila en ir en el sentido de los argumentos de corrillos academicistas y parásitos que consisten en decir que el concepto de decadencia tiene sus orígenes fuera de los trabajos de los fundadores del marxismo. En efecto, para la Ficci (Bulletin communiste n°24, abril 2004), la teoría de la decadencia habría nacido a finales del siglo xix “nosotros hemos presentado el origen de la noción de decadencia en torno a los debates sobre el imperialismo y la alternativa histórica de guerra o revolución, que hubo a finales del siglo xix ante las profundas transformaciones vividas entonces por el capitalismo” contribuyendo así a la misma idea defendida por Battaglia (Internationalist communist n°21) de que el concepto de decadencia es “tan universal como confuso (...) ajeno al método y al arsenal de la crítica de la economía política” que no desempeña “ningún papel en el terreno de la economía política militante, del análisis profundo de los fenómenos y de las dinámicas del capitalismo”, que está “fuera del materialismo histórico” y que, encima, no aparece “nunca en ninguno de los tres volúmenes que componen el Capital” y que Marx sólo evocaría la noción de decadencia en un único lugar en toda su obra: “Marx se limitó a dar una definición progresista del capitalismo sólo para la fase histórica durante la que eliminó el mundo económico del feudalismo engendrando un vigoroso período de desarrollo de las fuerzas productivas inhibidas por la forma económica precedente, pero no hizo ningún avance en una definición de la decadencia, si no fue de manera puntual en la famosa Introducción a la crítica de le economía política”. Entre la adulación vil y la prostitución solo hay un paso. La Ficci, que tiene la cara de presentarse como gran defensora de la teoría de la decadencia, lo ha dado.
C. Mcl.
1)Especialmente en los dos artículos siguientes: Prometeo nº 8, serie VI (dic. de 2003) “Para una definición del concepto de decadencia” escrito por Damen jr. (disponible en italiano y francés en el sitio web del BIPR http//www.ibrp.org y en inglés en Revolutionary Perspectives nº 32, serie 3, e Internationalist Communist nº 21, “Elementos de reflexión sobre las crisis de la CCI”, escrito por Stefanini jr. disponible en las páginas en francés del sitio Web del BIPR
2) “El trabajo en las organizaciones económicas sindicales de los trabajadores, con vistas a su desarrollo y reforzamiento, es una de las primeras tareas políticas del Partido. (...) El Partido aspira a la reconstrucción de una Confederación sindical unitaria (...) los comunistas proclaman de forma abierta que la función del sindicato no se completa y realiza más que cuando su dirección está en manos del partido político de clase del proletariado” (punto 12 de la Plataforma política del Partido comunista internacionalista, 1946)
3)”Tras una amplia discusión del problema sindical, la Conferencia somete a la aprobación general el punto 12 de la Plataforma política del Partido y le da mandato al Comité central para elaborar un programa sindical consecuente con esta orientación” (Actas de la Primera Conferencia nacional del PCInt).
4)“En conclusión, si no fue la emigración política, que se había encargado exclusivamente del trabajo de la Fracción de izquierdas, la que tomó la iniciativa de constitución del Partido comunista internacional en 1943, ésta se hizo sin embargo en bases que aquella defendió de 1927 hasta la guerra” (Introducción a la Plataforma política del PCInt, publicación de la Izquierda comunista internacional, 1946).
5) Léase por ejemplo el interesante estudio sobre “la acumulación decadente” en l’Internationaliste (1946), boletín mensual de la Fracción belga de la Izquierda comunista internacional, o su primer folleto nombrado Entre dos mundos, publicado en diciembre del 46: “La lucha es entre dos mundos: el mundo capitalista decadente y el mundo proletario en potencia (...) Desde la crisis de 1913, el capitalismo ha entrado en su fase de decadencia”.
6) ¿Por qué tanta heterogeneidad y cacofonía política? En realidad, la fundación del Partido comunista internacionalista data de su Primera Convención en Turín en 1943 y de su Primera Conferencia nacional en 1945 con la adopción de su Plataforma política. En un reagrupamiento heteróclito de camaradas y núcleos procedentes de horizontes y posiciones diversos, que reúne desde grupos de la Italia del Norte influidos por las posiciones de la Fracción en el extranjero (1928-45) hasta antiguos militantes procedentes de la disolución prematura de ésa en 1945, pasando por grupos del Sur de Italia con Bordiga que consideraban aún posible la recuperación de los Partidos comunistas y seguían confusos sobre la naturaleza de la URSS, por elementos de la minoría expulsada de la Fracción en 1936 por su participación a las milicias republicanas durante la guerra de España y por la tendencia Vercesi que había participado en el Comité antifascista de Bruselas. Con bases organizativas y programáticas tan heterogéneas, resulta claro que se acaba escogiendo el mínimo denominador común... No puede uno esperar de semejante agrupación una claridad programática a toda prueba, particularmente sobre el tema de la decadencia.
7) Disponible en francés el sitio web de Battaglia: “Tesis sobre el sindicato hoy y la acción de los comunistas”. Semejantes contradicciones con el punto 12 de la plataforma de 1945 sobre política sindical también están presentes en el Informe presentado por la Comisión ejecutiva del “Partido” sobre “La evolución del sindicato y las tareas de la Fracción sindical comunista internacionalista” publicado por Battaglia comunista nº 6, 1948, publicado también en francés en Bilan et Perspectives nº 5, noviembre del 2003.
8) Para más detalles sobre la historia de la fundación del Partido comunista internacionalista y su escisión entre Partido comunista internacional (Programa comunista) y Partido comunista internacionalista (Battaglia comunista), véase nuestro folleto sobre La Izquierda comunista de Italia, así como los artículos “Las ambigüedades sobre los “partisanos” en la constitución del PCInt en Italia del 43”, publicado en la Revista internacional nº 8, “Una caricatura de partido, el partido bordiguista”, Revista internacional nº 14, “Problemas actuales del medio revolucionario”, Revista internacional nº 32, “Contra la concepción del jefe genial”, Revista internacional nº 33, “Respuesta a Battaglia” y “Contra la concepción de la disciplina del PCInt”, Revista internacional nº 34, Sobre el Segundo Congreso del PCInt”, Revista internacional nº 90, “En los orígenes de la CCI y del BIPR”, Revista internacional nº 90, “La formación del PCInt”, Revista internacional nº 91, “Entre las sombras del bordiguismo y de sus epígonos”, Revista internacional nº 95, “La visión marxista y la visión oportunista en la política de construcción del partido (I)”, Revista internacional nº 103, “La visión marxista y la visión oportunista en la política de construcción del partido (II)”, Revista internacional nº 105.
9) “La doctrina del diablo en el cuerpo”, 1951, reproducido en le Prolétaire nº 464 (en francés), “El cambio de la praxis en la teoría marxista”, Programme communiste nº 56 (revista teórica del PCInt en francés), así como en las reseñas de la reunión de Roma de 1951 publicadas en Invariance no 4.
10) Hubo tres conferencias, la primera en abril-mayo del 77, la segunda en noviembre del 78 y la tercera en mayo del 80. En ésta, Battaglia añadió un criterio suplementario de participación para así eliminar a nuestra organización, según sus propios términos. De las cinco organizaciones que participaban (BC, CWO, CCI, NCI, l’Eveil + el GCI como grupo observador), solo dos (Battaglia y la CWO) aceptaron ese criterio suplementario que no fue entonces adoptado formalmente por la Conferencia. Más allá de la cuestión formal, ese truco para evitar la confrontación marcó el fin del ciclo de clarificación política. La cuarta conferencia, a iniciativa de lo CWO y de BC, sólo reunirá a esas dos organizaciones y a una oscura organización iraní de estudiantes maoístas (el SUCM) que desaparecerá poco después. El lector puede referirse a las reseñas de esas Conferencias así como a nuestros comentarios en las Revista internacional nº 10 (Primera conferencia), 16 y 17 (Segunda conferencia), 22 (Tercera conferencia) así como a las 40 y 41 con comentarios sobre la Cuarta conferencia.
11) “Ahora que la crisis del capitalismo ha alcanzado una dimensión y profundidad que confirman su carácter estructural se plantea de nuevo la necesidad de una comprensión correcta de la fase histórica en que vivimos como fase de decadencia del sistema capitalista” (“Notas sobre la decadencia...”, Prometeo nº 1, serie IV, 1er semestre del 78); “La afirmación de la dominación del capital monopolístico confirma el principio de la decadencia de la sociedad burguesa. Una vez alcanzada su fase de monopolio, el capitalismo ya pierde toda función progresiva; esto no significa que impida el desarrollo ulterior de las fuerzas productivas, sino que las condiciones del desarrollo de las fuerzas productivas dentro de las relaciones burguesas de producción solo se hace en una continua degradación de la vida de la mayoría de la humanidad hacia la barbarie”, Prometeo nº 2, serie IV, marzo del 79).
12) Citemos los textos de presentación de Battaglia cuando la primera y segunda Conferencias: “Crisis y decadencia”: “Cuando empezó esto a manifestarse, el capitalismo dejó de ser un sistema progresivo, o sea necesario para el desarrollo de las fuerzas productivas, y entró en una fase de decadencia caracterizado por los intentos de resolver sus propias contradicciones insolubles, dándose nuevas formas organizativas desde un punto de vista productor (...) Efectivamente, la intervención progresiva del Estado en la economía ha de ser considerada como la marca de la imposibilidad de resolver las contradicciones que van acumulándose en las relaciones de producción y es entonces la manifestación de su decadencia” (primera Conferencia); “Monopolio y decadencia”: “Es precisamente en esta fase histórica cuando el capitalismo entra en su fase de decadencia (…) Dos guerras mundiales y esta crisis son la prueba histórica de lo que significa para la lucha de clases la permanencia de un sistema económico decadente como el sistema capitalista” (Segunda conferencia).
13) “La Primera Guerra mundial, resultado de la competencia entre Estados imperialistas, marcó un giro decisivo en los desarrollos capitalistas (...). Se entró entonces en un nuevo período histórico, el del imperialismo en el que cada Estado forma parte de un sistema económico global y no puede escaparse a las leyes económicas que lo rigen en su conjunto (...). Se acabó desde hace muchos decenios la época en la que las luchas de liberación nacional podían ser un factor de progreso en el mundo capitalista (con la Primera Guerra mundial de 1914). (...) Con la fundación de la Tercera internacional fue proclamada la era de la revolución proletaria mundial y esto afirmó la victoria de los principios marxistas; a partir de entonces, la actividad de los comunistas debía dirigirse exclusivamente hacia la destrucción de la sociedad burguesa para crear las condiciones de la construcción de una sociedad nueva”.
14) En “Respuestas a las estúpidas acusaciones de una organización en vías de desintegración”, en el sitio web del BIPR.
15) Disponible en francés en Internet: https://www.geocities.com/CapitolHill/3303/ francia/crises_du_cci.htm.
16) Ya hemos visto en el artículo publicado en la Revista internacional nº 118 que Battaglia había leído muy mal El Capital, en el que la noción de decadencia aparece claramente en varios momentos. Pero quizás tenemos que hacer la penosa constatación de que Battaglia haciendo ridículos aspavientos, intenta protegerse abusivamente con la autoridad de nuestros “maestros” ante los jóvenes elementos en búsqueda de posiciones de clase. En el primer artículo de esta serie, comentamos más de veinte citas repartidas en la obra de Marx y Engels, desde la Ideología alemana hasta el Capital, pasando por el Manifiesto, el Anti-Duhring, etc., y citamos amplios extractos de un estudio específico de Engels llamado “La decadencia del feudalismo y el auge de la burguesía”.
17) Texto de presentación de Battaglia en la IIª Conferencia de grupos de la Izquierda Comunista.
18) Disponible en: www.internazionalisti.it/BIPR.
19) “[La CCI]... es una organización cuyas bases metodológicas y políticas situadas fuera del materialismo histórico e incapaz de explicar la sucesión de los acontecimientos del ‘mundo moderno’...” (Internationalist Communist n°21).
20) Obra conocida sobre todo por Grundrisse.
21) Por nuestra parte, al habernos comprometido a redactar una larga serie de artículos en defensa del materialismo histórico en le análisis de la evolución de los modos de producción, la relectura de las obras de Marx y Engels nos hacen descubrir y volver a descubrir una y otra vez con el mayor placer la gran cantidad de citas de esas obras que confirman plenamente lo que en estos artículos desarrollamos. Por eso reiteramos aquí nuestra invitación a todos los censores de la teoría de la decadencia a que pongan una detrás de otra, como así lo hemos hecho nosotros, las citas de los fundadores que puedan confirmar sus conceptos tan especiales sobre el materialismo histórico.
22) En realidad la Ficci sabe de sobra que Battaglia, so pretexto de redefinir la noción, está abandonando el concepto marxista de decadencia. Su apoyo y coba al BIPR sólo le sirve para adquirir una legitimidad política ante grupos de la Izquierda comunista que no defienden o han dejado de defender la teoría de la decadencia, para así ocultar sus métodos de hampones, rateros y soplones.