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Podría creerse, según la propaganda de la clase dominante, que ésta sólo tendría una preocupación: el bien de la humanidad. El discurso ideológico sobre la «defensa de las libertades y de la democracia», sobre los «derechos humanos» o «la ayuda humanitaria» están en contradicción total con la realidad. El chirriante ruido de esos discursos está en relación directa con la enorme mentira que comportan. Como ya lo decía Goebbels, jefe de la propaganda nazi, «cuanto mayor y más grosera es la mentira más posibilidades tiene de ser creída». Esa regla es la que aplica con convicción la burguesía del mundo entero. El Estado capitalista decadente ha desarrollado un aparato complejo y monstruoso de propaganda, con el que reescribe la historia tapando con un ruido ensordecedor los acontecimientos, ocultando así la naturaleza bestial y criminal del capitalismo decadente, el cual ya no es portador del más mínimo progreso para la humanidad. Esta propaganda es un pesado lastre en la conciencia de la clase obrera. Para eso ha sido pensada.
Los dos artículo que siguen, «El Ejemplo de los mecanismos ocultos del Estado italiano» y «La Burguesía mexicana en la historia del imperialismo» muestran, ambos, cómo, tras los discursos propagandistas circunstanciales, la burguesía del capitalismo decadente es una clase de gángsteres, en la que sus múltiples fracciones están dispuestas a ejecutar toda clase de maniobras por la defensa de sus intereses en el enfrentamiento que las opone en el ruedo capitalista e imperialista y en el frente que las une contra el peligro proletario.
Para combatir al enemigo, debemos conocerlo. Y esto es especialmente necesario para el proletariado cuya arma principal es la conciencia y la claridad que expresa en su lucha. Su capacidad para poner al desnudo las mentiras de la clase dominante, para ver que lo que hay detrás del velo de la propaganda, especialmente la «democrática», es la realidad de la barbarie capitalista y de la clase que encarna este sistema, es algo determinante en su futura capacidad para desempeñar su papel histórico: poner fin, mediante la revolución comunista, al período más sombrío que haya podido conocer la humanidad.
Los mecanismos secretos del Estado: el ejemplo italiano
En la primera parte de este artículo[1] abordamos el marco general que permite comprender el desarrollo totalitario del funcionamiento del Estado en el capitalismo decadente, incluidas sus variantes democráticas. Esta segunda parte es una ilustración a través del caso concreto de Italia.
Desde hace muchos años, los repetidos escándalos que han salpicado la vida política de la clase dominante en Italia, en concreto los asuntos de la logia P2[2], de la red Gladio y los vínculos con la Mafia, permiten entrever bajo el casto velo que cubre al Estado democrático, un poco de la realidad sórdida y criminal de su funcionamiento. La pista sangrienta de los múltiples atentados terroristas y mafiosos, de los “suicidios” con un telón de fondo de fracasos financieros, encuentra su origen en el corazón mismo del Estado, en las maniobras tortuosas orientadas a asumir su hegemonía. El “caso” de hoy tapa el de ayer, pues la clase dominante sabe utilizar perfectamente la aparente novedad de cada escándalo para hacer olvidar los precedentes. Hoy, las demás grandes “democracias” occidentales señalan con el dedo a burguesía italiana culpable de tales hechos para hacer creer mejor que se trata de una situación muy particular y específica. Maquiavelo y la Mafia, tanto como el Chianti y el parmesano ¿no son acaso productos típicamente italianos? Sin embargo, toda la historia de los escándalos de la burguesía italiana y sus ramificaciones, muestran exactamente lo contrario. Lo que es específico de Italia es que las apariencias democráticas son más frágiles que en otras democracias históricas. Los escándalos en Italia, vistos un poco más de cerca, ponen en evidencia que lo que desvelan no es algo típico de Italia, sino por el contrario, la expresión de la tendencia general del capitalismo decadente al totalitarismo estatal y de los antagonismos imperialistas mundiales que marcan el siglo XX. La historia de Italia en este siglo lo demuestra ampliamente.
La Mafia en el corazón del Estado y de la estrategia imperialista
En la segunda mitad de los años veinte Mussolini declara la guerra a la Mafia, “la desecaré como desequé las marismas del Pontino” declaró. Las tropas del gobernador Mori son encargadas de esta tarea en Sicilia. Pero con el paso de los años la Cosa Nostra resistió y, puesto que se acercaba la perspectiva de la IIa Guerra mundial, la Mafia, implantada de manera sólida en el Sur de Italia y en los Estados Unidos, se convierte en una pieza estratégica importante para los futuros beligerantes. En 1937, Mussolini, interesado en reforzar su influencia por medio de los italo-americanos para intentar así instalar una “quinta columna” en territorio enemigo, le abre los brazos a Vito Genovese, el adjunto de Lucky Luciano, el capo de la Mafia americana, en delicada situación con la justicia de los EE.UU. Genovese se convierte en un protegido del régimen fascista, invitado asiduo a la mesa del Duce para compartir los spaghettis de la amistad en compañía, entre otros, de celebridades como el Conde Ciano, yerno de Mussolini y ministro de Exteriores y de Hermann Göering. Recibirá en 1943 la más alta distinción del régimen fascista, el Duce personalmente le impondrá la Orden del Commandatore en la solapa. Genovese prestó sus servicios al régimen fascista, eliminando a los mafiosos que no comprendían las nuevas reglas del juego, organizando el asesinato en Nueva York de un periodista italo-americano, Carlo Tresca, responsable de un influyente periódico antifascista, Il Martello. Pero sobre todo, el adjunto de Lucky Luciano, sacará provecho de su situación privilegiada para montar una estructura de tráfico de todo tipo de cosas y hacer más tupida su red de influencia: el gobernador de Nápoles, Albini, se hace incondicional suyo, y Genovese logra hacerle nombrar subsecretario de Estado de Interior en 1943. Ciano, que se dio a la droga, cayó también bajo la férula de Genovese, de quien dependía para su abastecimiento.
Con el paso del tiempo, al entrar en guerra en 1941, la importancia estratégica de la Mafia es reconocida por Estados Unidos. En el plano interior, se trata de evitar la creación de un frente interior en el seno de la emigración de origen italiano, y la Mafia, que controla entre otros el sindicato de estibadores y el de camioneros, sectores vitales para asegurar el aprovisionamiento del ejército, se convierte, en tales condiciones, en un interlocutor inevitable del Estado americano. Para reforzar su credibilidad, la Mafia organiza en febrero de 1942 el sabotaje en el puerto de Nueva York del paquebote Normandía, en obras de adaptación al transporte de tropas, que vería su proa en llamas poco después de que una huelga de estibadores fomentada por el sindicato mafioso, paralizara el puerto. Finalmente, la Armada estadounidense pidió a Washington autorización para negociar con la Mafia y su jefe Luciano, por entonces en la cárcel, autorización que Roosvelt se apresurará en conceder. A pesar de que estos hechos fueron negados por el Estado americano, y los detalles de la Operación Underworld (“submundo”, pues ése fue su nombre) clasificados como secretos, y a pesar de que Lucky Luciano hubiera proclamado siempre hasta su muerte que todo eso no eran más que “tonterías y bromas propias de imbéciles”[3], después de décadas de silencio el hecho de que el Estado americano negociara una alianza con la Mafia está generalmente reconocido. Conforme a la promesa que le fue hecha, Luciano será liberado al final de la guerra y “exiliado” en Italia. Para justificar esta medida de gracia, Thomas Dewey, que como jefe de policía había organizado el arresto y juicio de Luciano y que gracias a tal publicidad se convirtió diez años después en gobernador del Estado de Nueva York, declaró en una entrevista al New York Post: “Una investigación exhaustiva ha establecido que la ayuda aportada por Luciano a la Marina durante la guerra ha sido considerable y muy valiosa”.
Efectivamente los servicios prestados por la Mafia fueron muy importantes para el Estado americano durante la guerra. Después de haber pujado en uno y otro bando, mediado 1942 la relación de fuerzas bascula netamente a favor de los aliados y la Mafia pone sus fuerzas a disposición de EEUU. En EEUU mismo, vinculando los sindicatos al esfuerzo bélico, pero sobre todo será en Italia donde se va a notar. Las tropas americanas durante el desembarco en Sicilia en 1943 se beneficiarán in situ del eficaz apoyo de la Mafia. Tras desembarcar el 10 de julio, los soldados americanos hacen un verdadero paseo militar, y solamente siete días más tarde Palermo cae bajo su control. Durante ese periodo, el octavo ejército británico, que posiblemente no disponía del apoyo mafioso, debe batirse durante cinco semanas y sufrir numerosas pérdidas para alcanzar parcialmente sus objetivos. Esta alianza con la Mafia habría salvado, según ciertos historiadores, la vida a 50 000 soldados norteamericanos. El general Patton llamará, a partir de entonces, “General Mafia” al padrino siciliano Don Calogero Vizzini, organizador de la derrota italo-alemana. Como recompensa, en vez haber tenido que pasar años en prisión, será elegido alcalde de su pueblo, Villalba, bajo la mirada benevolente de los aliados. Una semana después de la caída de Palermo, el 25 de julio, Mussolini es eliminado por el Gran Consejo fascista y un mes después Italia capitula. En el proceso que sigue al desembarco en Sicilia, el papel del círculo de influencia constituido por Genovese, será muy importante. Así, Ciano participa al lado de Badoglio en la eliminación de Mussolini. La estructura del mercado negro organizada en Nápoles, trabajará en completa armonía con las fuerzas aliadas en mutuo beneficio. Vito Genovese se convertirá en el hombre de confianza de Charlie Poletti, gobernador militar americano de toda la Italia ocupada. Por su parte, Genovese, de vuelta a EEUU, se convertirá en el principal capo mafioso de la posguerra.
La alianza trenzada durante la guerra entre el Estado americano y la Mafia, no se acabó, sin embargo, entonces: la Honorata Società se había revelado como un socio demasiado eficaz y útil como para arriesgarse a que sirviera a otros intereses, pues una vez acabada la IIa Guerra mundial el Estado americano ve perfilarse el ascenso de un nuevo rival imperialista: la URSS.
La red «GLADIO»: una estructura de manipulación para los intereses estratégicos del bloque
En octubre de 1990, el Primer ministro Giulio Andreotti revela la existencia de una organización clandestina, paralela a los servicios secretos oficiales, financiada por la CIA, integrada en la OTAN y encargada de enfrentar una eventual invasión rusa y por extensión luchar contra la influencia comunista: la red Gladio. Al hacerlo, provocó un buen revuelo. No solamente en Italia, sino internacionalmente, en la medida en que tal estructura estaba constituida en todos los paises del bloque occidental bajo control de EEUU.
“Oficialmente”, la red Gladio se constituyó en 1956, pero su origen se remonta al final de la guerra. Antes incluso de que la IIa Guerra mundial acabase, cuando el destino de las fuerzas del eje estaba ya trazado, el nuevo antagonismo que se desarrollaba entre EEUU y la URSS polarizó la actividad de los estados mayores y los servicios secretos. Los crímenes de guerra y las responsabilidades son olvidados en nombre de la guerra que comienza a perfilarse contra la influencia del nuevo adversario ruso. En toda Europa, los servicios aliados, y especialmente los americanos, reclutan en todas las direcciones, antiguos fascistas y nazis, aventureros de toda calaña, en nombre de la sacrosanta alianza contra el “comunismo”. Los “vencidos” encuentran así una ocasión para rehacerse una virginidad a buen precio.
En Italia, la situación era particularmente delicada para los intereses occidentales. Existía el partido estalinista más fuerte de Europa Occidental que resurge tras la guerra con la aureola gloriosa de su papel determinante en la resistencia frente al fascismo. Mientras se preparan las elecciones de 1948, conforme a la nueva constitución instaurada con la Liberación, la inquietud crece entre los estrategas occidentales, ya que nadie puede asegurar los resultados y una victoria del PCI sería una catástrofe. En efecto, con Grecia sumergida en la guerra civil y el PC amenazando con tomar el poder por la fuerza, con Yugoslavia aún en la órbita rusa, la caída de Italia bajo la influencia de la URSS hubiera significado una catástrofe estratégica de primera magnitud para los intereses occidentales con riesgo de pérdida del control sobre el Mediterraneo y consiguientemente del acceso a Oriente Próximo.
Para hacer frente a esa amenaza, las divisiones de la guerra son pronto olvidadas por la burguesía italiana. En marzo de 1946 el Alto Comisariado para la represión del fascismo, encargado de depurar el Estado de aquellos elementos demasiado implicados en el apoyo a Mussolini, es disuelto. Los partisanos son desmovilizados. Las autoridades implantadas por los Comités de Liberación, especialmente a la cabeza de la policía, son reemplazadas por responsables antaño nombrados por Mussolini. Se estima que de 1944 a 1948, un 90 % del personal del aparato del Estado del régimen fascista se reincorpora a sus funciones.
La campaña electoral encargada de santificar a la nueva república democrática llega a su apogeo. El establishment financiero e industrial, el ejército y la policía que antes habían sido el principal sostén del régimen fascista, se movilizan frente al peligro “comunista” con aquello de la defensa de la democracia occidental, su antiguo enemigo. El Vaticano, fracción esencial de la burguesía italiana, que después de haber sostenido el régimen de Mussolini, había hecho doble juego durante la guerra, como es habitual en él, se lanza también a la campaña electoral y el Papa al frente de 300 000 fieles reunidos en la plaza de San Pedro declara que “aquel que ofrezca su ayuda a un partido que no reconoce a Dios será un traidor y un desertor”. La Mafia en el Sur de Italia se emplea activamente en la campaña electoral, financiando a la Democracia Cristiana, dando consignas de voto a su clientela.
Todo bajo la mirada benévola y el apoyo de EEUU. En efecto, el Estado americano no escatima esfuerzos. En los EEUU, una campaña, “lettere a Italia” (“cartas para Italia”), se pone en marcha para que los italo-americanos envíen a sus familias en Italia cartas recomendándoles el “buen” voto. La emisora de radio Voice of America (La Voz de América) que durante la guerra vilipendiaba las fechorías del régimen fascista, denuncia en lo sucesivo a los cuatro vientos los peligros del “comunismo”. Dos semanas antes de las elecciones es aprobado el plan Marshall, pero los EEUU no esperan a esto para inundar de dólares al gobierno italiano, algunas semanas antes una ayuda de 227 millones de dólares es votada por el Congreso. Los partidos y organizaciones hostiles al PCI y al Frente Democrático que éste federa reciben ayuda cantante y sonante; la prensa americana valoró entonces las sumas gastadas en aquellas circunstancias en 20 millones de dólares.
Pero por si acaso no era suficiente para hacer fracasar al Frente Democrático del PCI, EEUU puso en marcha una estrategia secreta destinada a enfrentar un eventual gobierno dominado por los estalinistas. Los diversos clanes de la burguesía italiana opuestos al PCI, responsables del aparato del Estado, ejército, policía, los grandes industriales y financieros, el Vaticano, los padrinos de la Mafia, son contactados por los servicios secretos americanos que coordinan su acción. Una red clandestina de resistencia a una eventual dominación “comunista” se estructura a través del reclutamiento de los “antiguos” fascistas, el ejército, la policía, el medio mafioso y de manera general a través de todos los “anticomunistas” convencidos. El resurgir de grupos fascistas es alentado en nombre de la defensa de las “libertades”. Se distribuyen armas clandestinamente. Es contemplada la eventualidad de un golpe de estado militar y no es ninguna casualidad si días antes de las elecciones 20 000 carabineros son movilizados en maniobras con material blindado y si el ministro del Interior, Mario Scelba, declara haber organizado una estructura capaz de hacer frente a una insurrección armada. En caso de victoria del PCI se prevé la secesión de Sicilia. Los EEUU pueden contar para ello con Cosa Nostra que apoya con esta intención la lucha “independentista” de Salvatore Giuliano, mientras que el estado mayor norteamericano prepara seriamente una ocupación de Sicilia y Cerdeña por sus fuerzas armadas.
Finalmente, el 16 de abril de 1948, con un 48 % de los votos, la Democracia Cristiana logra 40 escaños de diferencia. El PCI es devuelto a la oposición. Los intereses occidentales están salvados. Pero las primeras elecciones de la nueva república democrática italiana salida de la Liberación, no tienen nada de democráticas. Son producto de una gigantesca manipulación. Y de todas formas si el resultado hubiese sido desfavorable, las fuerzas “democráticas” de Occidente hubieran estado dispuestas a dar un golpe de estado, a sembrar el desorden, a suscitar una guerra civil para restaurar su control sobre Italia. Fue bajo esos auspicios y en esas condiciones tan «democráticas» como nació la república italiana. Hasta hoy lleva sus estigmas.
Para llegar a conseguir ese resultado electoral, lejos del marco oficial de funcionamiento “democrático”, una estructura clandestina que agrupa a los sectores de la burguesía más favorables a los intereses occidentales y que forman también el clan dominante en el seno del Estado italiano, ha sido puesta en marcha bajo la protección de los EEUU. Esta, más tarde denominada red Gladio, agrupa secretamente un cerebro político, la cumbre, un cuerpo económico, a los diferentes clanes de intereses y a aquellos que obtienen beneficios financiándola, y brazos armados, la soldadesca a sus órdenes, reclutada por servicios secretos de todo tipo, y encargada del trabajo sucio. Esta estructura mostró su eficacia y será mantenida. Con el desarrollo de los antagonismos imperialistas, del periodo llamado de “guerra fría”, con la presencia permanente de un PC muy potente en Italia, lo que era válido al final de la guerra desde el punto de vista de los intereses estratégicos occidentales seguía estando al orden del día.
Sin embargo, manipular los resultados electorales, a través de un estrecho control de los partidos políticos, de los principales órganos del Estado, de los medios de comunicación y del corazón de la economía, no es suficiente, el peligro de vuelta a una situación beneficiosa para el PCI subsiste. Para enfrentar la “subversión comunista”, la organización Gladio (o su equivalente, cualquiera que fuese su nombre) después del fin de la guerra prepara la eventualidad de un golpe de Estado militar a favor del bloque occidental:
- En 1967, L’Expresso denuncia en sus columnas los preparativos golpistas organizados durante tres años por los carabineros y los servicios secretos. En la investigación que siguió, los jueces chocaron con el secreto de Estado, la ocultación de pruebas por los servicios secretos, la obstrucción de los ministerios y por parte de políticos influyentes y una serie de fallecimientos misteriosos entre los protagonistas del asunto.
- En la noche del siete al ocho de diciembre de 1970, un comando de extrema derecha ocupa el Ministerio del Interior en Roma. Pero el compló es abortado y algunos centenares de hombres armados pasean por la noche romana para volver a sus casas al alba. ¿Aventurerismo de algunos elementos fascistas?. La instrucción que duró siete años mostrará que el compló fue organizado por el príncipe Valerio Borghese, beneficiario de complicidades militares al más alto nivel, de complicidades políticas en el seno de la Democracia Cristiana y del Partido Socialdemócrata, que el agregado militar de la Embajada de EEUU estaba en relación estrecha con los iniciadores del golpe. Con todo, la investigación será poco a poco silenciada, a pesar de que el Almirante Miceli, responsable de los servicios secretos, fuera destituido en 1974 con motivo de una orden de arresto que le inculpa “de haber promovido, constituido y organizado, con participación de otras personas, una asociación secreta de militares y civiles destinada a provocar una insurrección armada”.
- En 1973 otro compló con vistas a fomentar un golpe de Estado es descubierto por la policía italiana, organizado esta vez por el antiguo embajador de Italia en Rangún, Edgardo Sogno. Una vez más, se impide instruir la investigación en nombre del “secreto de Estado”.
Sin embargo, si miramos detenidamente estos complós, más que reales tentativas golpistas fracasadas, parecen corresponder por el contrario a preparativos o en cualquier caso a maniobras políticas destinadas a fomentar una determinada atmósfera política. En efecto, en 1969, Italia es recorrida por una ola de huelgas, el “otoño caliente”, que marca el resurgir de la lucha de clases y aviva en la cabeza de los estrategas de la OTAN el miedo a que se desestabilice la situación social en Italia. A finales de 1969 se elabora una estrategia destinada a restablecer el orden y reforzar el Estado: la estrategia de la tensión.
La estrategia de la tensión: la provocación como método de gobierno
En 1974, Roberto Caballero, funcionario del sindicato fascista Cisnal declara en una entrevista a L’Europeo: “Cuando aparecen disturbios en el país (desórdenes, tensiones sindicales, violencia), la Organización se pone en marcha para crear las condiciones de un restablecimiento del orden; si los disturbios no se producen, son creados por la propia organización, con el concurso de todos esos grupos de extrema derecha (cuando no se trata de grupos de extrema izquierda) hoy implicados en el procedo de la subversión negra”, y precisa también que el grupo dirigente de esta organización “que incluye a los representantes de los servicios secretos italianos y americanos, así como a poderosas sociedades multinacionales, ha optado por una estrategia de desórdenes y tensión que justifique el restablecimiento del orden”.
En 1969, se contabilizan 145 atentados cometidos. El punto culminante ese año será el atentado del 12 de diciembre con dos explosiones mortales en Roma y Milán que producen 16 muertos y un centenar de heridos. La investigación de ese atentando se empantanó tres años siguiendo la pista anarquista hasta que se orientó, a pesar de todos los obstáculos puestos en su camino sobre la pista negra, la de la extrema derecha y los servicios secretos. El año 1974 está marcado por dos explosiones mortales en Brescia (7 muertos, 90 heridos) y en un tren, el Italicus (12 muertos, 48 heridos). Una vez más es la pista negra la que se manifiesta. Sin embargo, a partir de este año de 1974, el terrorismo “negro” de la extrema derecha cede el puesto al de las Brigadas Rojas que llegan a su cúspide con el secuestro y asesinato del ex-Primer ministro Aldo Moro. Pero en 1980 la extrema derecha hace su reaparición violenta con el sangriento atentado de la estación de Bolonia (90 muertos) que finalmente se le atribuye. Una vez más los servicios secretos son implicados por la investigación, de nuevo los generales responsables de esos servicios evitaron el proceso.
La “estrategia de la tensión” se puso en marcha con cinismo y eficacia para reforzar un clima de terror y justificar así el reforzamiento de los medios de represión y control de la sociedad por el Estado. El vínculo entre terrorismo de extrema derecha y servicios secretos fue claramente puesto en evidencia por las investigaciones que se llevaron a cabo, a pesar de que fueran en términos globales ahogadas. Por el contrario, en lo que concierne al terrorismo de extrema izquierda de grupos como Brigadas Rojas o Primera Línea, estos lazos no han sido demostrados claramente por las investigaciones policiales. Pero también, con el tiempo se acumulan testimonios y elementos que tienden a demostrar que el terrorismo “rojo” ha sido alentado, manipulado, utilizado, si no directamente impulsado por el Estado y sus servicios paralelos.
Se ha de hacer constar que los atentados de las Brigadas Rojas tuvieron finalmente el mismo resultado que los de los neofascistas: crear un clima de inseguridad propicio para las campañas ideológicas del Estado con vistas a justificar el reforzamiento de sus fuerzas represivas. En la segunda mitad de los años setenta, estuvieron a punto de hacer olvidar lo que las investigaciones comenzaban a poner en evidencia: que los atentados de 1969 a 1974 no eran obra de anarquistas, sino de elementos fascistas utilizados por los servicios secretos. Justificados por una fraseología revolucionaria, estos atentados “rojos” eran el mejor medio para sembrar la confusión en el proceso de clarificación de la conciencia que se estaba operando en la clase obrera, permitiendo hacer caer el peso de la represión sobre los elementos más avanzados del proletariado y sobre el medio revolucionario asimilado al terrorismo. En pocas palabras, desde el punto de vista del Estado, es tanto más útil que el terrorismo “negro”. Por eso, en un primer momento, los medios de comunicación de la burguesía al servicio del Estado atribuyen los primeros atentados de la extrema derecha a los anarquistas, pues tal era la meta de la maniobra: la provocación.
“Se puede llegar a una situación en la que frente a la subversión comunista los gobiernos de los países aliados den muestras de pasividad o indecisión. El espionaje militar de los Estados Unidos debe ser capaz de lanzar operaciones especiales capaces de convencer a los gobiernos aliados y a la opinión pública de la realidad del peligro de insurrección. El espionaje militar de los Estados Unidos debe buscar infiltrarse en los focos insurreccionales por medio de agentes en misión especial encargados de formar ciertos grupos de acción en el seno de los movimientos más radicales”. Esta cita ha sido extraída del US Intelligence Field Manual, manual de campaña de los espías estadounidenses, que los responsables de Washington pretenden sea falso. Sin embargo ha sido autentificado por el Coronel Oswald Le Winter[4], antiguo agente de la CIA y oficial de enlace según un documental televisivo dedicado a Gladio. Él le daba también un contenido concreto declarando en esta entrevista: “Las Brigadas Rojas habían sido infiltradas lo mismo que el grupo Baader-Meinhof y Acción Directa. Muchas de estas organizaciones terroristas de izquierda estaban infiltradas y bajo control”, y precisa que “las relaciones y documentos emitidos por nuestra oficina de Roma atestiguan que las Brigadas Rojas habían sido infiltradas y que su núcleo dirigente recibía sus órdenes de Santovito”. El general Santovito era en aquella época el jefe de los servicios secretos italianos (SISMI). Fuente más fiable, Frederico Umberto d’Amato, antiguo jefe de la policía política y ministro del Interior entre 1972 y 1974, contaba arrogantemente que: “Las Brigadas Rojas fueron infiltradas. Fue difícil porque estaban dotadas de una estructura muy firme y eficaz. Con todo, fueron infiltradas de modo notable, con resultados óptimos”.
Más que ningún otro atentado cometido por las Brigadas Rojas, el rapto de Aldo Moro, el asesinato de su escolta, su secuestro y su ejecución final en 1978 hacen suponer una maniobra de un clan dentro del Estado y los servicios secretos. Sorprende que las Brigadas Rojas, compuestas de jóvenes elementos airados, muy motivados y convencidos, pero sin gran experiencia en la guerra clandestina, hubieran podido llevar a su fin una operación de tal envergadura. La investigación dio luz sobre varios hechos desconcertantes: presencia de un miembro de los servicios secretos en el lugar de los hechos, las balas disparadas habían sufrido un tratamiento especial utilizado en los servicios especiales, etc. Cuando el escándalo suscitado por el descubrimiento de la mano del Estado en los atentados de 1969 a 1974, falsamente atribuidos a los anarquistas, comenzaba a olvidarse, la duda renació entre la opinión pública italiana sobre la existencia de una manipulación estatal tras los atentados de las Brigadas Rojas. De hecho Aldo Moro fue raptado en la víspera de la firma del “Compromiso Histórico” que debía sellar una alianza de gobierno entre la Democracia Cristiana y el PCI y en la que Moro oficiaba de maestro de ceremonias. Su viuda declaró: “Sabía por mi marido, o por otra persona, que hacia 1975 había sido advertido de que sus tentativas de llevar a todas las fuerzas políticas a gobernar juntas por el bien del país disgustaban a ciertos grupos y personas. Le dijeron que si persistía en llevar a cabo su proyecto político se arriesgaba a pagar su obstinación muy cara”. La opción del “Compromiso Histórico” habría tenido por resultado abrir las puertas del gobierno al PCI. Probablemente Moro, que estaba al corriente, en tanto que Primer ministro, de la existencia de Gladio, pensó que el trabajo de infiltración llevado durante años en el seno de este partido con vistas a substraerlo de la influencia del Este, el desarrollo de su alineamiento contra ciertas opciones políticas rusas, lo hacían aceptable a los ojos de sus aliados occidentales. Pero la manera en que el Estado lo abandonó durante su secuestro demuestra que no era así ni mucho menos. Finalmente el “Compromiso histórico” no se firmó. La muerte de Moro corresponde pues perfectamente a la lógica de los intereses defendidos por Gladio. ¿Cuando D’Amato hablaba de los “resultados óptimos” obtenidos de la infiltración de las Brigadas rojas, pensaba en el asesinato de Moro?
Las diversas investigaciones chocaban siempre contra la obstrucción de ciertos sectores del Estado, las maniobras dilatorias y el sacrosanto secreto de Estado, pero con el descubrimiento de la logia P2 en 1981, los jueces verían confirmadas sus sospechas en cuanto a la existencia de una estructura paralela, de un gobierno oculto que manejaba los hilos en la sombra y organizaba la “estrategia de la tensión”.
La LOGIA P2: el verdadero poder oculto del Estado
En 1981 la policia fiscal descubre la lista de 963 “hermanos” miembros de la logia P2. En esta lista figura la flor y nata de la burguesía italiana: 6 ministros en ejercicio, 63 altos funcionarios de ministerios, 60 políticos entre los cuales Andreotti y Cossiga, 18 jueces y procuradores, 83 grandes industriales como Agnelli, Pirelli, Falk, Crespi, banqueros como Calvi y Sindona, miembros del Vaticano tales como el cardenal Casaroli, grandes nombres de los medios de comunicación como Rizzoli, propietario del Corriere de la Sera o Berlusconi propietario de numerosas cadenas de televisión, casi todos los responsables de los servicios secretos como el General Allavena, jefe del SIFAR de junio del 65 a junio del 66, Miceli puesto a la cabeza de los servicios secretos en 1970, el Almirante Casardi que le sucedió, el General Santovito entonces patrón del SISMI, 14 generales del ejército, 9 almirantes, 9 generales de carabineros, 4 generales del ejército del aire y 4 de la policía fiscal por no citar más que a los oficiales de más alto rango, pero hay que citar también a profesores universitarios, a sindicalistas, a responsables de la extrema derecha. Quitando a los radicales, los izquierdistas y al PCI, todo el arco político italiano estaba representado. La lista no podía ser más completa. Se citaron otros muchos nombres en el momento del escándalo sin que se pudieran aportar pruebas. Corrieron rumores no verificables sobre la participación de miembros influyentes del PCI en la P2.
Se podría pensar que no hay nada más normal. En efecto, es corriente encontrar en el seno de la masonería a numerosos notables que practican sus ritos y que encuentran así un buen medio para cultivar sus relaciones y tener al día su agenda. La personalidad del Gran Maestre Licio Gelli es, sin embargo, desconcertante.
A la cabeza de esta logia, Gelli era desconocido por el gran público, pero el desarrollo de la investigación y las revelaciones que le siguieron mostraron la influencia determinante que ejerció sobre la política italiana durante esos años. Personaje de historia edificante, Gelli comienza su carrera como miembro del partido fascista. A los 18 años se enrola en los Camisas negras para combatir como voluntario en la Guerra de España; durante la guerra mundial colabora activamente con los nazis a los que entrega decenas de partisanos y desertores. A partir de 1943 parece que comienza a hacer doble juego tomando contacto con la resistencia y los servicios secretos americanos. Después de la guerra se refugia en Argentina y vuelve sin problemas a Italia en 1948. A comienzos de los 60 se inscribe en la masonería, participa en la logia Propaganda Due en la que llega pronto a Gran Maestre, y donde se encuentra con los principales responsables de los servicios secretos. Su poder entonces es confirmado por numerosos testimonios. A la boda de uno de sus hijos, eminentes personalidades como el Primer ministro Amintore Fanfani e incluso, por lo visto, el Papa Pablo VI, envían regalos suntuosos. Según los investigadores, Agnelli, en símbolo de su amistad le habría ofrecido un teléfono de oro macizo. A comienzos de los 80 Gelli telefonea casi a diario al Primer ministro, al ministro de Comercio e Industria, al de Exteriores, a los dirigentes de los principales partidos políticos de la península (demócrata cristiano, socialdemócrata, socialista, republicano, liberal y neofascista). Por su residencia cerca de Florencia y en los salones privados del lujoso Hotel Excelsior, donde recibe, desfila la flor y nata del establishment italiano, en especial Andreotti, que es de hecho su representante político oficial, su alter ego.
La conclusión de la comisión de investigación sobre la Logia P2 no tiene desperdicio. Estima que Gelli “pertenece a los servicios secretos de los que es el jefe; la logia P2 y Gelli son la expresión de una influencia ejercida por la masonería americana y la CIA sobre el Palacio Giustiniani tras su reapertura después de la guerra; una influencia que testimonia la dependencia económica tanto de la Masonería americana como de su jefe Frank Gigliotti”. El mismo Gigliotti es agente de la CIA. En 1990, un ex agente de la CIA, Richard Brenneke, en una entrevista para la televisión que provocó escándalo, declaró: “El gobierno de los EEUU financió a la P2 hasta con 10 millones de dólares al mes”. Clarísimo. La P2 y Gladio no son más que uno. El acta de acusación del 14 de junio de 1986 corrobora “la existencia en Italia de una estructura secreta compuesta de militares y civiles que se da como finalidad última el condicionamiento de los equilibrios políticos existentes a través del control de la evolución democrática del país, intenta realizar esos objetivos sirviéndose de los métodos más diversos, entre ellos el recurso directo a atentados cometidos por organizaciones neofascistas” y habla de “una especie de gobierno invisible en la que la P2, los sectores desviados de los servicios secretos, el crimen organizado y el terrorismo están estrechamente ligados”.
Sin embargo, esta lúcida constatación de los jueces no cambió gran cosa en el funcionamiento del Estado italiano. Sospechoso de haber comandado el atentado de Bolonia, Gelli se exilia en el extranjero, arrestado en un banco suizo el 13 de septiembre de 1982 mientras saca 120 millones de dólares de una cuenta numerada, el anciano será el protagonista de una increíble evasión de su prisión ginebrina el 10 de agosto de 1983 y desaparecerá hasta que cuatro años más tarde se entregue a las autoridades suizas. Desde Suiza Gelli será extraditado a Italia. Pero aunque en su ausencia, en 1988, había sido condenado a 10 años de prisión, será vuelto a juzgar en 1990 y finalmente absuelto. El escándalo de la P2 será banalizado, olvidado. La logia P2 ha desaparecido, pero no nos cabe duda de que otra estructura oculta la ha sustituido, también eficazmente. Cossiga en 1990, ex miembro de la P2, a la sazón Presidente de la República podrá declarar con satisfacción a propósito de Gladio, “que es un orgullo que el secreto se haya podido guardar durante 45 años”. Olvidadas las decenas de víctimas muertas en atentados, olvidados los múltiples asesinatos. Nuevos escándalos llegan para hacer olvidar los antiguos.
Algunas lecciones
Todos esos acontecimientos en los que la Historia, con mayúscula, de Italia se codea con el crimen y la página de sucesos, no han tenido, en fin de cuentas, mucho eco fuera de la península. Todo ello aparecía como «cosas de Italia», sin relación alguna con lo que ocurría en las demás grandes democracias occidentales. En la propia Italia, el papel de la Mafia ha sido presentado sobre todo como una especie de producto regional del Sur, la «estrategia de la tensión» como la labor de sectores «descarriados» de los servicios secretos y los escándalos políticos como simple problema de corrupción de algunos políticos. En resumen, las verdaderas lecciones han sido ocultadas y entre escándalos y revelaciones, entre juicios mediatizados y ruidosas dimisiones de los responsables estatales, se ha ido manteniendo la ilusión de una lucha del Estado contra esas «afrentas al orden democrático». Sin embargo, la realidad que pone de relieve ese corto resumen histórico de los «casos» que han sacudido la república italiana desde los años 30, es muy diferente.
- Esos «casos» no son un producto específico de Italia, sino el resultado de la actividad internacional de la burguesía, en un contexto de rivalidades imperialistas muy agudas. En esas condiciones, eso significa que Italia no es ni mucho menos una excepción. Es, al contrario, un ejemplo antológico de lo que existe por todas partes.
- Los «casos» no son acciones de una minoría corrupta de la clase dominante, sino que expresan el funcionamiento totalitario del Estado del capitalismo decadente, por mucho que éste se oculte tras la careta de la democracia.
Tanto la historia de la promoción de Cosa Nostra como la existencia de las redes Gladio y Logia P2 muestran que no se trata de asuntos italianos sino de asuntos internacionales.
Eso es de lo más evidente con el asunto Gladio. La red Gladio era, por definición, una estructura secreta de la OTAN, por lo tanto transnacional a nivel de bloque. Era la correa de transmisión clandestina del control de EEUU sobre los países de su bloque, destinada a oponerse a las maniobras del imperialismo adverso y con riesgos de desestabilización social por todos los medios, incluidos los más inconfesables. Por eso era secreta. Y del mismo modo que existió y actuó en Italia, existió y actuó en los demás países del bloque occidental. No existe razón alguna para que no sea así: las mismas causas producen los mismos efectos.
Con ese enfoque puede entenderse mejor qué fuerzas estaban detrás del golpe de Estado de los coroneles en Grecia en 1967 y el de Pinochet en Chile, en 1973, o en todos los que se han sucedido en Latinoamérica durante los años 70. Y no sólo fue en Italia donde, a partir de finales de los años 60, se producen oleadas de atentados terroristas que ayudan al Estado a llevar a cabo campañas ideológicas destinadas a desorientar a una clase obrera que estaba volviendo al camino de la lucha, justificando así todo un arsenal represivo. En Alemania, en Francia, en Gran Bretaña, en Japón, en España, en Bélgica, en Estados Unidos, se puede, a la luz del ejemplo italiano, pensar razonablemente que detrás de los actos terroristas de grupos de extrema derecha, de extrema izquierda o nacionalistas está la mano del Estado y de sus servicios secretos, siendo la expresión de una estrategia internacional organizada bajo los auspicios del bloque.
Asimismo, el ejemplo edificante del papel de la Mafia pone de relieve que no es algo reciente ni un producto específicamente local. La integración de la Mafia en el centro del Estado italiano no es algo nuevo, sino que ya data de hace más de 50 años. No es el resultado de una simple y lenta gangrena de una mentalidad de traficante que sólo afectaría a políticos con inclinaciones corruptas. No, esa integración es el resultado del cambio de alianzas operado durante la IIa Guerra mundial. La Mafia, por cuenta de los Aliados, desempeñó un papel determinante en la caída del régimen mussoliniano y, en pago a sus servicios, se le otorgó un lugar central en el Estado. La alianza sellada en y por la guerra no va a romperse al término de ésta. La Mafia seguirá siendo, como clan del Estado italiano, el principal punto de apoyo de Estados Unidos. El peso y el papel importante de la Mafia en el seno del Estado italiano es pues, ante todo, el resultado de la estrategia imperialista estadounidense.
¿Alianza antinatural entre el campeón de la defensa de la democracia y el símbolo mismo del crimen, en nombre de los imperativos estratégicos mundiales? Alianza, desde luego, pero ni mucho menos antinatural. La realidad italiana pone en evidencia un fenómeno mundial del capitalismo decadente: en nombre de los sacrosantos imperativos de la razón de Estado y de los intereses imperialistas, las grandes potencias que, de puertas afuera, no hacen más que cacarear sus convicciones democráticas, establecen alianzas, en sus hediondos patios traseros, que desmienten con creces sus discursos oficiales. Ya es una banalidad decir que los múltiples dictadorzuelos que cometen sus desmanes en la periferia subdesarrollada del capitalismo sólo pueden mantenerse gracias al patrocinio interesado de esta o aquella potencia. Y lo mismo ocurre con los clanes mafiosos del mundo: sus actividades pueden desarrollarse impunemente porque saben hacer servicios muy valiosos a los diferentes imperialismos dominantes que se reparten el planeta.
Suelen incluso ser parte íntegra de las fracciones dominantes de la burguesía de los países en donde ejercen. Es evidente para toda una serie de países donde la producción y la exportación de drogas es la actividad económica esencial, favoreciendo en el seno de la clase dominante la promoción de cárteles que controlan un sector de la economía capitalista que tiene cada día mayor importancia. Pero esta realidad no es sólo lo propio de los países subdesarrollados. El ejemplo viene de lo más elevado de la jerarquía del capitalismo mundial. Así, la alianza entre el Estado americano y la Mafia italiana durante la IIa Guerra mundial, tiene su vertiente interior en EEUU, en donde, con la misma ocasión, la rama norteamericana de Cosa Nostra es invitada a participar con sus propios medios en los asuntos del Estado. También la situación de Japón recuerda la de Italia. Los recientes escándalos han sacado a la luz los vínculos omnipresentes entre los políticos y la Mafia local. En resumen, el ejemplo italiano es también válido para las dos primeras potencias económicas mundiales, en las que eso llama genéricamente Mafia ha conquistado un lugar de primera importancia en el aparato de Estado. Y eso no sólo a causa del peso económico debido al control de importantes sectores económicos muy lucrativos, como la droga, el juego, la prostitución, el racket, etc. sino también a causa de los servicios «muy especiales» que esas camarillas gangsteriles pueden prestar y que se ligan a la perfección con las necesidades del Estado del capitalismo decadente.
Hay que decir que la burguesía más «respetable» siempre ha sabido utilizar, cuando le es necesario, los servicios de agentes especiales, o de los de sus fracciones menos presentables, para actividades «no oficiales», o sea ilegales según sus propias leyes. En el siglo XIX, los ejemplos no faltan: el espionaje claro está, pero también la contrata de matones del hampa para romper las huelgas o el uso de mafias locales para favorecer la penetración colonial. Pero en esta época, ese aspecto de la vida del capitalismo era limitado y circunstancial. Desde su entrada en su fase de decadencia a principios de siglo, el capitalismo está en una situación de crisis permanente. Para asegurar su dominio ya no puede apoyarse en el progreso que aporta, pues este progreso no existe. Para perpetuar su poder tiene que recurrir cada vez más a la mentira y a la manipulación. Además, en este siglo, marcado por dos guerras mundiales, la agudización de las tensiones imperialistas se ha convertido en un factor preponderante en la vida del capitalismo. En el tugurio de navajeros en que se ha transformado el planeta, todos los golpes, incluso los más retorcidos, sirven para sobrevivir. El funcionamiento del Estado ha tenido que adaptarse a esas necesidades. En la medida en que la manipulación o la mentira, ya sea por necesidades de la defensa imperialista ya sea por las del control social, se han vuelto esenciales para su supervivencia, el secreto y su protección se han vuelto aspectos centrales de la vida del Estado capitalista, el funcionamiento democrático clásico de la burguesía y de su Estado, tal como éstos existían en el siglo XIX ya no son posibles. Sólo se mantienen como ilusión para encubrir la realidad de un funcionamiento estatal totalitario que de democrático no tiene nada. La realidad del poder y de sus manejos, al haberse hecho inconfesables, deben ocultarse. No sólo se ha concentrado el poder de hecho en el ejecutivo, a expensas del legislativo, cuya expresión, el parlamento, se ha convertido en simple pantalla donde proyectar campañas electorales o de otro tipo, sino que además, en el seno mismo del ejecutivo, el poder se ha concentrado entre las manos de especialistas del secreto y de la manipulación. En esas condiciones, el Estado no sólo ha tenido que reclutar una abundante mano de obra especializada, creando una multitud de servicios especializados, todos más secretos que los demás, pero, en su seno, se ha favorecido la promoción de las camarillas de la burguesía más experimentadas en el secreto y la actividad «ilegal». En ese proceso, el Estado totalitario ha extendido su dominio sobre el conjunto de la sociedad, incluida el hampa, para desembocar en una simbiosis extraordinaria en la que resulta difícil diferenciar a un representante político de un hombre de negocios, de un agente secreto o de un gángster y viceversa.
Esa es la razón de fondo del papel creciente de los sectores mafiosos en la vida del capital. Pero la Mafia no es el único ejemplo. El caso de la Logia P2 muestra que la masonería es un instrumento ideal, por su funcionamiento oculto y sus ramificaciones internacionales, para ser utilizado como red de influencia por los servicios secretos según las necesidades de la política imperialista. Ya hace mucho tiempo que las diferentes obediencias masónicas del mundo han sido penetradas por el Estado y puestas al servicio de las potencias imperialistas occidentales que las utilizan según sus planes. Es sin duda el caso de la mayor parte de las sociedades secretas de cierta importancia.
Pero la Logia P2 no sólo era una herramienta de la política imperialista norteamericana. Era ante todo una parte del capital italiano y muestra, detrás de la verborrea democrática, lo que es el funcionamiento del Estado y de su totalitarismo. Agrupaba en su seno a clanes de la burguesía que dominan de manera oculta el Estado desde hace años. Eso no quiere decir que agrupaba a toda la burguesía italiana. Ya, a priori, el PCI estaba excluido, al ser representante de otra fracción con una orientación de política exterior orientada hacia el Este. Es igualmente probable que otras camarillas existan en el seno del capital italiano, lo que podría explicar por qué estalló el escándalo. En el seno de la Logia P2 cohabitaban además varios clanes unidos por intereses convergentes bajo la batuta americana frente al enemigo común que era el imperialismo ruso y el peligro de subversión «comunista». La lista encontrada en la residencia de Gelli permite identificar algunos de esos clanes: los grandes industriales del Norte, el Vaticano, un sector importante del aparato de Estado, especialmente los estados mayores de los ejércitos y de los servicios secretos, y de manera más discreta, la Mafia. El vínculo de ésta con la Logia P2 se plasma en la presencia de los banqueros Sindona y Calvi, muerto envenenado aquél en la cárcel y éste curiosamente ahorcado bajo un puente londinense, implicados ambos en escándalos financieros cuando gestionaban a la vez fondos del Vaticano y de la Mafia. Extrañas alianzas muy significativas del capitalismo contemporáneo. La Logia P2 es una hedionda mezcolanza que muestra que la realidad supera con creces la ficción más descabellada: sociedades ocultas, servicios secretos, Vaticano, partidos políticos, mundo de los negocios, de la industria, de la finanza, Mafia, periodistas, sindicalistas, catedráticos, etc.
De hecho, con la Logia P2 quedó desvelado el verdadero centro de decisión oculto que dirigía los destinos del capitalismo italiano desde la guerra. Gelli se nombraba a sí mismo, con humor cínico, el «gran marionetista», el que, detrás del teatrillo manipula sus «marionetas» políticas. El gran juego democrático del Estado italiano no era más que una hábil puesta en escena. Las decisiones más importantes se tomaban fuera de las estructuras oficiales (Congreso, ministerios, presidencia del Consejo, etc.) del Estado italiano. Esa estructura secreta del poder se ha mantenido fuera cual fuera el resultado de las múltiples consultas electorales que ha habido durante todos estos años. Además la Logia P2 tenía en la manga todas las cartas para, como en 1948, manipular las elecciones y mantener fuera al PCI. Casi todos los líderes de los partidos democristiano, republicano, socialista estaban a sus órdenes, de modo que el juego «democrático» de la «alternancia» no era más que un espejismo. La realidad del poder no cambiaba. En los pasillos, Gelli y su Logia P2 seguían controlando el Estado.
Tampoco hay razón alguna para pensar que eso sea una especialidad italiana, por mucho que en otros países el centro oculto de las decisiones importantes no adopte necesariamente el aspecto un tanto folklórico de una logia masónica. Desde hace algunos años, la agravación brutal de la crisis y los trastornos habidos en los alineamientos imperialistas debidos a la desaparición del bloque del Este, están provocando un revoltijo de alianzas entre las camarillas existentes en el seno de cada capital nacional. Lejos de ser una expresión de no se sabe qué repentina voluntad de restaurar un funcionamiento democrático, las campañas actuales que se están montando en bastantes países con la pretensión de limpiar el Estado de sus elementos más podridos, lo único que expresan son los ajustes de cuentas entre las diferentes camarillas por el control central de dicho Estado. La manipulación de los medios de comunicación, el uso y abuso apropiados de papeles comprometedores, son las armas de una lucha en la que también se usan armas más contundentes y sanguinarias.
De hecho, todo eso muestra que, sabiendo tomar distancias, Italia, país en donde se suceden los escándalos políticos, no es ni mucho menos una excepción sino que ha sido el espejo edificante y precursor de lo que hoy ya está generalizado.
JJ
[1] Revista internacional nº 76.
[2] P2 significa Propaganda Due.
[3] Testamento de Lucky Luciano.
[4] También para Lucio Gelli, jefe de la P2, en una entrevista para ese mismo documental televisado.