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A partir de 1921[1], el Partido Bolchevique, se encontró en una situación de auténtica pesadilla. Tras la derrota de las insurrecciones obreras en Hungría, Italia, Alemania... entre 1918 y 1921, la revolución proletaria mundial entre en un profundo reflujo, del que nunca, a pesar de que se extendiese a Alemania y Bulgaria en 1923 y China en 1927, se recuperará. Tanto la economía como el proletariado ruso habían alcanzado un alto grado de desintegración, las masas proletarias, o bien se habían desentendido, o habían sido apartados de la vida política. Lejos ya de ser un instrumento en manos del proletariado, el Estado Soviético efectivamente, había degenerado en una máquina para la defensa del “orden” capitalista. Presos de sus propias concepciones sustitucionistas, los Bolcheviques aun creían que era posible administrar esta máquina estatal, y la economía capitalista, mientras esperaban, e incluso ayudaban, al resurgimiento de la revolución mundial, las necesidades del poder estatal fueron transformando a los Bolcheviques en agentes abiertos de la contrarrevolución, tanto en el interior como en el extranjero. En Rusia se convirtieron en los inspectores de la creciente y feroz explotación de la clase obrera. Aunque la NEP supuso una cierta relajación de la dominación económica del estado, especialmente sobre el campesinado no se observó ninguna moderación de la dictadura del Partido sobre el proletariado. Por el contrario, dado que los Bolcheviques aun consideraban que el principal peligro contrarrevolucionario provenía de los campesinos, concluían que las concesiones económicas otorgadas al campesinado tenían que ser compensadas por un fortalecimiento de la dominación política del Partido Bolchevique sobre la sociedad rusa: ello llevó a un refuerzo de las tendencias hacia el monolitismo en el seno mismo del Partido. Tal “estrechamiento” del control del Partido y en el Partido era la única forma que se veía para erigir un dique proletario en contra de la marea creciente de capitalismo campesino.
A nivel internacional, las exigencias del Estado ruso tuvieron, a través de la dominación del Partido ruso, unos efectos cada vez más perniciosos en las políticas de la Internacional Comunista: el Frente Unido y el gobierno Obrero fueron tácticas reaccionarias que en gran medida expresaban la necesidad del estado ruso de encontrar aliados burgueses en el mercado capitalista mundial.
A pesar de que el Partido Bolchevique aun no había abandonado definitivamente la revolución proletaria; la lógica general de la situación iba situando, cada vez más al Partido, ante una completa y final identificación con las demandas del capital nacional ruso, los últimos escritos de Lenin muestran una preocupación obsesiva por los problemas de la “construcción del socialismo” en la atrasada Rusia. La victoria del estalinismo fue una mera explicación de esta lógica al eliminar el dilema entre internacionalismo e intereses del estado ruso, simplemente abandonó la primera en beneficio de la última.
Los sucesos de los últimos cincuenta años muestran como el partido no puede sobrevivir a los períodos de reflujo o derrota. De este modo, la única forma en que pudo preservar su existencia física el Partido Comunista, tras la derrota de la oleada revolucionaria, fue pasando del todo y sin vuelta atrás al campo de la burguesía.
En Rusia la tendencia a la degeneración, fue activamente ayudada por el hecho de la fusión entre el Partido y el Estado, y por lo tanto aquél hubo de adaptarse, incluso más rápidamente, a las exigencias del capital nacional. En un período de derrota, la defensa de las posiciones de clase, sólo puede ser asumida por pequeñas fracciones comunistas que se desligan del partido en degeneración o que sobreviven a su fallecimiento. Este fenómeno tuvo lugar en Rusia, principalmente entre 1921 y 1924, con la aparición de pequeños grupos decididos a defender el programa comunista contra la traición del Partido. Como hemos visto ya, la aparición de tendencias de oposición dentro del Partido Bolchevique no es nueva; pero las condiciones en las que operan dichas fracciones a partir de 1921 difieren dramáticamente de aquellas bajo las cuales habían trabajado sus predecesores.
La condición previa, para defender el programa comunista frente a la creciente contrarrevolución, había de ser, especialmente en Rusia, la facultad de mantenerse fiel a este programa por encima de toda atadura sentimental, personal, y política a las originalmente organizaciones de la clase, ahora que éstas se orientaban en un camino de traición a la clase. Y realmente, este fue el gran logro de las fracciones de izquierda rusas, su difícil cometido fue el de llevar desde fuera una labor comunista contra el Partido y en contra del Estado Soviético tan pronto como tal trabajo resultara imposible dentro de estas instituciones. Para la izquierda lo primero, ante todo, eran las posiciones; si los “héroes” de la revolución ya no podían defender el programa comunista, entonces tales héroes debían ser denunciados, incluso los de izquierda. No nos debe sorprender el hecho de que los comunistas de izquierda fueran en general individualidades relativamente oscuras, fundamentalmente trabajadores que no habían formado parte de la elite bolchevique durante los años “heroicos” (Miasnikov ) incluso solía burlarse de la Oposición de Izquierdas calificándola simplemente como “oposición de celebridades” que se oponían simplemente a la facción estalinista, por sus propias razones burocráticas –(ver L’Ouvrier Communiste, N° 6, Enero de 1930)- Estos trabajadores revolucionarios, fueron capaces de comprender las condiciones en que se encontraba el proletariado, mucho mejor y más fácilmente que los altos cargos oficiales del bolchevismo que habían perdido realmente todo contacto con la clase y que solo fueron capaces de ver los problemas de la revolución en términos de administración del Estado. A la vez, sin embargo, el mismo origen confuso de los miembros de las fracciones de izquierda fue en muchos momentos un factor condicionante de su debilidad. Sus análisis tendían a estar basados mucho más en un puro instinto de clase que en una profunda formación teórica. Emparejados a la debilidad histórica del movimiento obrero ruso, de la que ya hemos hablado, y al aislamiento de la izquierda rusa respecto a las fracciones comunistas fuera de Rusia, todos estos factores pusieron serias limitaciones a la evolución teórica del comunismo de izquierda en Rusia.
A pesar de la habilidad de la Izquierda en romper con las instituciones oficiales, y de identificarse con la lucha de la clase contra ellas, la gran retirada que emprende el proletariado ruso sitúa a las fracciones de izquierda ante una serie de problemas, contradictorios y confusos, a partir de 1921, el Partido Bolchevique aun permanecía como el foco de vida política de la clase en Rusia, y otras organizaciones de masas de la clase estaban muriendo, e incluso el mismo Estado se iba transformando en un órgano del Capital. A causa de la apatía y la indiferencia que demostraba la clase, tanto el debate como el conflicto político se centraban casi exclusivamente alrededor del Partido. Si bien es cierto que esta indiferencia e inactividad de la clase fue motivada, en gran medida, por la misma esterilidad de los debates que se sostenían en el Partido a principios de los años veinte, ningún revolucionario puede ignorar el hecho de que, en esos momentos, el Partido constituía un oasis del pensamiento político en medio del apoliticismo de la clase obrera.
Esta situación condujo a las fracciones de izquierda a un terrible dilema. De un lado, la apatía de las masas junto a las acciones represivas del Estado hizo extremadamente difícil la militancia en el proletariado “en general”. Por otra parte, cualquier trabajo dentro del Partido se vio severamente dificultado al prohibirse las fracciones en 1921 y por lo sofocante que resultaba la atmósfera dentro del Partido cada vez más enrarecida; fue igualmente imposible para cualquier grupo genuino de oposición hacer un trabajo legal dentro del Partido. Incluso el relativamente moderado criticismo, expresado en la Plataforma de los cuarenta y seis en 1923 (documento fundacional de la oposición de Izquierda) contenía la queja de que «La libre discusión dentro del Partido ha desaparecido de hecho; la ideología social del Partido ha sido reprimida». Para las tendencias a la izquierda de la Oposición de Izquierda, la situación, era incluso peor; y aún todos ellos continuaban combinando un trabajo de propaganda entre las “amplias masas” de las fábricas junto con un trabajo secreto dentro de las células locales del Partido. El Grupo Obrero en su Manifiesto de 1923 hablaba de la «necesidad de constituir el Grupo Obrero del Partido Comunista de Rusia (Bolchevique) sobre las bases programáticas y los estatutos del Partido Comunista de Rusia, de cara a ejercer una presión decisiva sobre el grupo que dirige el propio partido». El “Llamamiento” expresaba su visión de que «Dondequiera en los talleres y fabricas, en las organizaciones sindicales, las facultades obreras, las escuelas de los Soviets y del Partido, en la Unión Comunista de Jóvenes, en las organizaciones del Partido; deben ser creados círculos de propaganda en solidaridad con Verdad Obrera»[2]. Tal declaración muestra la extrema dificultad con que se encontraban estos grupos en su esfuerzo por encontrar un eco en el proletariado ruso, y la imposibilidad de hallar soluciones organizativasn claras en un periodo de confusión y desorden.
Finalmente, hemos de tener presente el hecho de que estos grupos estuvieron sujetos a la máxima represión y persecución por parte del aparato Partido-Estado. Precisamente por haber sido Rusia la “patria de los Soviets”, el país de la revolución obrera, la contrarrevolución fue allí, total cruel e implacable; llegando a sepultar los últimos vestigios de todo aquello que había sido revolucionario. Incluso antes de la victoria de la facción estalinista, los grupos de izquierda estaban sujetos a investigación por la GPU, arrestados, encarcelados y exiliados. Privados de fondos y equipamiento, constantemente “a la carrera” con la policía secreta, les resultó bastante difícil desarrollar incluso un mínimo de propaganda política. La consolidación de la contrarrevolución a partir de 1924 puso aún las cosas más difíciles y duras. Y aún a través de estos años sombríos de reacción, los comunistas de izquierda continuaron luchando por la revolución. Hasta incluso, en 1929, el Grupo Obrero publicó un texto ilegal en Moscú: “El Camino de los trabajadores hacia el Poder”. Incluso ni en campos de trabajo estalinista pudieron silenciar sus expresiones políticas. Una revolución proletaria no muere fácilmente. Los revolucionarios que luchaban en condiciones tan adversas sacaron coraje y tenacidad de un hecho muy simple: habían nacido de una revolución proletaria. Pasamos ahora a examinar con más detalle los principales grupos que recogieron la bandera de la revolución comunista, a pesar de todo lo que se les cargó en contra.
A) Verdad Obrera
El grupo Verdad Obrera fue formado en el otoño de 1921. Al parecer, estaba compuesto fundamentalmente por intelectuales que provenían del “Proletkult” –un medio cultural y cuyo principal animador fue Bogdanov- un teórico del partido- que había roto con Lenin sobre problemas filosóficos en los años 1900 y que se había destacado en las tendencias de “izquierda” del bolchevismo de ese tiempo. En su “Llamamiento” de 1922, Verdad Obrera caracterizaba a la NEP como “el renacimiento de relaciones capitalistas normales”, y significándolas como una profunda derrota del proletariado ruso.
“La clase obrera en Rusia, esta desorganizada: la confusión reina en las mentes de los trabajadores. ¿Estamos en el país de la dictadura del proletariado, como repite insistentemente el Partido Comunista por medio de sus palabras y de la prensa? O ¿ nos encontramos en un país de gobierno, arbitrario, de explotación, como nos indica nuestra vida en cada paso? La clase obrera lleva una existencia miserable, al mismo tiempo que la nueva burguesía (funcionarios “de responsabilidades”, directores de planta, gerentes de los trusts, presidentes de los comités ejecutivos...) y los hombres de la NEP viven en un lujo que nos recuerda la imagen de la vida de la burguesía de todos los tiempos”.
Para Verdad Obrera, el Estado Soviético, se ha convertido en “el representante de los intereses nacionales del capital... el mero aparato director de la administración política y la regulación económica; y a su vez está organizado por la intelligentsia”. Al mismo tiempo la clase había sido privada de sus órganos defensivos, los sindicatos, y de su partido de clase. En un manifiesto publicado en el XII Congreso del Partido en 1923, Voz Obrera acusaba a los sindicatos de: “Haberse convertido de organización de defensa de los intereses económicos de los trabajadores, en órganos para la defensa de los intereses de la producción o sea, la defensa del capital de estado”. (Extraído de “El Interregnun de H. Carr Libros Penguin pg 89).
Y respecto al Partido, el “Llamamiento” afirmaba: “El Partido comunista Ruso se ha convertido en el partido de la “intelligentsia organizada; el abismo que se abre entre el Partido y la clase se va haciendo cada vez más profundo”.
Ellos por lo tanto, declaraban su intención de trabajar hacia la formación de un verdadero “partido del proletariado ruso”, aunque admiten que su trabajo será “largo, persistente y sobre todo ideológico”.
Aunque las miras, relativamente modestas del grupo Verdad Obrera, parecen indicar cierta comprensión de la derrota que había sufrido la clase obrera y de las consecuentes limitaciones que encontraba la actividad revolucionaria en este periodo, su marco general está viciado por una peculiar ambigüedad sobre la época histórica y sobre las tareas con que se enfrenta la clase globalmente quizás por basarse en una idea de Bogdanov que mantenía que hasta que el proletariado no hubiera madurado una organización de clase capaz, la revolución socialista seria prematura, ellos sacaron la conclusión de que la revolución en Rusia había asumido la tarea de abrir una fase de desarrollo capitalista: “Tras el éxito de la revolución y la guerra civil, amplias miras se abrían ante Rusia, para una rápida transformación en un país de capitalismo progresivo. Ahí reside el indudable y gran logro de la revolución de Octubre”. (Llamamiento)
Esta perspectiva también condujo a Verdad Obrera a abogar por una extraña política exterior para Rusia, llamando al reagrupamiento con los capitalismos progresivos de Alemania y América y, en contra del capitalismo reaccionario francés. Al mismo tiempo el grupo parecia tener muy pocos o ningún contacto con los grupos de la Izquierda Comunista fuera de Rusia.
Eran posiciones como éstas, las que sin duda llevarán al grupo obrero de Miasnikov a proclamar que no tenían “nada en común con el grupo llamado Verdad Obrera que intenta enterrar todo lo que era comunista en la revolución de Octubre de 1917 y es por tanto completamente menchevique” (Workers Dreadnought 31 Mayo 1924) aunque en su manifiesto de 1923 el Grupo Obrero reconociera que grupos como Verdad Obrera, Centralismo Democrático, Oposición Obrera, contenían muchos elementos proletarios honestos y llamaron al reagrupamiento sobre las bases del Manifiesto del grupo Obrero.
En los tiempos de la Revolución Rusa, aquellos que hablaban de la inevitabilidad de una evolución burguesa para Rusia tendían a ser identificados como mencheviques. Pero a la luz de la experiencia siguiente, nosotros preferimos comparar las posiciones del grupo Verdad Obrera a los análisis a que llegaron la Izquierda Alemana y holandesa en los años 30. Al igual que Verdad Obrera estos últimos comenzaron con alguna intuición perceptiva sobre la naturaleza del capitalismo de estado, pero subestiman la capacidad de sus análisis, concluyendo que la revolución Rusa había sido desde el principio un asunto de la intelligentsia encarado hacia la organización del capitalismo de Estado en un país que estaba inmaduro para la Revolución Comunista. En otras palabras, los análisis antepuestos de Verdad Obrera son los de una tendencia revolucionaria desmoralizada y confusa por la derrota de la revolución y que les condujo a poner en cuestión el carácter proletario original de esta revolución. Ante la ausencia de un marco coherente y claro en el que analizar la degeneración de la revolución, tales desviaciones son inevitables, particularmente en las condiciones adversas en que se encontraron los revolucionarios en Rusia después de 1921.
Pero a pesar de un cierto pesimismo e intelectualismo el grupo Verdad Obrera no dudó en intervenir en las huelgas salvajes que recorrieron Rusia en el verano de 1923, intentando impulsar consignas políticas dentro del movimiento general de la clase. Esta intervención, sin embargo, provocó que la GPU se le echara encima con toda su fuerza y su final se aceleró con rapidez en la represión que siguió a las huelgas.
b) El Grupo y el Partido Comunista de los Trabajadores
Hemos visto que la principal debilidad de grupos como la Oposición Obrera y Verdad Obrera pueden ser su carencia de una perspectiva internacional; como corolario de esto podemos decir que las más importantes fracciones de la izquierda Comunista fueron precisamente aquellas que pusieron énfasis en la naturaleza internacional de la revolución y la necesidad de los revolucionarios de unirse a nivel mundial. Este fue el caso de los elementos en Rusia que corresponden más concretamente al KAPD alemán y a sus organizaciones hermanas.
El 3 de Junio y el 17 de junio de 1922 Workers Dreadnoght publicó una declaración de un grupo, recientemente formado, llamado “el grupo de comunistas revolucionarios de izquierda (Partido Comunista de los trabajadores) de Rusia”. Se anunciaban como un grupo a la izquierda del “Partido Comunista Ruso, que ha hecho su oficio como jefe” (W.D del 3 de Junio); aunque se comprometían a apoyar todas las izquierdas de las tendencias revolucionarias en el P.C.R y a “dar la bienvenida y apoyar todas las demandas y proposiciones de la Oposición Obrera que apuntasen en una dirección revolucionaria sólida, ellos insistían en que “no hay posibilidades de reformar el P.C.R. desde dentro. “En cualquier caso la Oposición Obrera no es capaz de hacerlo” (W.D. 17 de Junio). El grupo denunció los esfuerzos de los Bolcheviques y la Komintern en comprometerse con el capital tanto en Rusia como en el extranjero y atacaba en particular la política del Frente Unido de la Komintern como un medio para la “reconstrucción de la economía capitalista mundial” (W.D. 17 de Junio). Desde que los bolcheviques y la Komintern tomaron un curso oportunista que sólo les podía conducir a su integración en el capitalismo, el grupo afirmaba que había llegado la hora de trabajar por un Partido Comunista de los trabajadores alineado al K.A.P.D. en Alemania, al K.A.P. Holandés y a otros partidos de la Internacional Comunista de los Trabajadores[3].
El subsiguiente desarrollo de ese grupo es oscuro aunque parece que estuvieron estrechamente relacionados con el más conocido Grupo Obrero (también llamado Grupo comunista de trabajadores) de Miasnikov –de hecho, el PCT de 1922 en Rusia parece ser un precursor de este último-. El 1° de Diciembre de 1923, Drednought anunciaba que había sido enviada una copia del Manifiesto del Grupo Obrero por medio del PCT por el encarcelamiento de Miasnikov, Kuznezov y otros militantes del Grupo Obrero. En 1924.el KAPD publicaba el Manifiesto en Alemania y señalaba al Grupo Obrero como la “sección en Rusia de la IV Internacional”. En cualquier caso la defensa de la Izquierda Comunista clásica, como demostrabas el KAPD, sería en adelante asumida en Rusia por el grupo de Miasnikov.
Gabriel Miasnilov, un trabajador de los Urales, se había destacado en el Partido Bolchevique en 1921 cuando, inmediatamente después del X° Congreso, de crucial importancia, había hecho un llamamiento por la “libertad de prensa incluso para monárquicos y anarquistas”. (Extraído de “El Interrregnum” de H.CARR, pg 89). A pesar de los intentos de Lenin para disuadirle de este tipo de agitación, él rehusó retractarse y fue expulsado del partido en los inicios de 1922. En Febrero-Marzo de 1923 se unió a otros militantes por fundar el “Grupo Obrero del PCR(B)” y publicaron su Manifiesto que fue distribuido en el XII° Congreso del PCR. El grupo inició un trabajo legal entre los trabajadores del partido y los no afiliados, y al parecer tuvieron una presencia importante en la ola de huelgas del verano de 1923, en las que llamaban a manifestaciones de masas, intentando politizar un movimiento eminentemente defensivo del proletariado. Sus actividades en estas huelgas bastaron para convencer a la j GPU de la amenaza que suponían; una oleada de arrestos de sus dirigentes asestó un severo golpe al grupo. No obstante, como hemos visto, consiguieron llevar un trabajo clandestino, aunque a escala reducida, hasta los comienzos de los años treinta[4] .
El Manifiesto del Grupo Obrero representa un avance con respecto al “Llamamiento” de Verdad Obrera, pero, sin embargo, aún muestra las dudas y las ideas “a medio formar” de la izquierda comunista, especialmente la rusa, en este período.
El Manifiesto contiene las usuales denuncias sobre las terribles condiciones de vida que sufrían los trabajadores en Rusia, así como las desigualdades que acompañaban a la NEP a la que llamaba “Nueva Explotación del Proletariado”. Atacaron la eliminación de disidentes dentro y fuera del Partido, así como el peligro de que éste se transformase en “una minoría que detenta el control del poder y de los recursos económicos del país, lo que les conduciría a convertirse en una casta burocrática”. Argumentaban que tanto los sindicatos como los Soviets y comités de fábrica, habían perdido su función como órganos proletarios, ya que la clase no tenía ningún control sobre la producción, ni sobre el aparato político del régimen. Así por lo tanto, ellos llamaban a la regeneración de estos órganos, una reforma radical del sistema de Soviets, que hiciera capaz a la clase de ejercer su dominación sobre la vida económica y política.
Esto les condujo inmediatamente al mayor problema que se le planteaba a la izquierda comunista en los principios de los años 20. ¿Qué actitud tomar acerca del régimen soviético? ¿Conservaba este régimen algún carácter proletario, o debían los revolucionarios llamar a su destrucción? El problema residía en la ausencia en aquellos años de criterios que permitieran decidir si el régimen se había convertido totalmente en contrarrevolucionario. Este dilema se reflejaba en la ambigüedad de la actitud que tomaron frente a este hecho. De este modo, atacaban las insuficiencias de la NEP y el peligro de su “degeneración burocrática” mientras a la vez afirmaban que “la NEP es el resultado directo de la situación de las fuerzas productivas en nuestro país debe ser utilizada para la consolidación de las posiciones conquistadas por el proletariado en Octubre” [5]. El Manifiesto formulaba así una serie de sugestiones para “perfeccionar” la NEP: Control obrero, independencia respecto al capital extranjero... Igualmente y a pesar de criticar la degeneración del Partido, el grupo Obrero optó –como hemos visto- por trabajar entre los miembros de aquél con el fin de poder presionar sobre su dirección. Y aunque, por otro lado, el grupo fue el que mejor situó la cuestión de que la fuerza proletaria se vería precisada a empezar una lucha –incluso sangrienta- para derribar a la oligarquía (extraído de “El Interregnum” de H. Carr pg 278); el principal énfasis del Manifiesto está en la regeneración del estado Soviético y sus instituciones, pero nunca un derrocamiento violento. Esta posición de “apoyo crítico” fue acentuada por el hecho de que frente al miedo creado por la guerra y el ultimátum de Curzon de 1923, los miembros del Grupo Obrero tomaran la resolución de jurar resistencia a “todo intento de subvertir el poder soviético” (Carr oop. Cit. Pg 301). No se trata aquí de discutir si era o no una posición correcta la de defender al régimen soviético en 1923. Las posiciones que tomó entonces el Grupo Obrero no lo vuelven contrarrevolucionario ya que la experiencia de la clase no había zanjado definitivamente la cuestión rusa. Sus ambigüedades sobre la naturaleza del régimen ruso son, ante todo, un testimonio de las inmensas dificultades que suponía esta cuestión para los revolucionarios, en medio de la confusión y el desorden de aquellos años.
No obstante, el aspecto más importante del Grupo Obrero no fue sus análisis sobre el régimen ruso, sino su intransigente perspectiva internacionalista. Es significativo que su Manifiesto de 1923 empezase con una poderosa descripción de la crisis mundial del capitalismo, situando la alternativa par la Humanidad como una totalidad: socialismo o barbarie. En un intento de explicar las dificultades de la clase obrera para llegar a una conciencia revolucionaria frente a la crisis, el Manifiesto hace un magnífico ataque en regla contra el papel universalmente contrarevolucionario de la social-democracia: “Los socialistas de todos los países, han sido y son en cualquier momento los únicos preservadores de la burguesía frente a la revolución proletaria, ya que las masas trabajadoras están acostumbradas a sospechar de todo lo que venga de sus opresores, pero cuando esas mismas cosas son descritas como propias de sus intereses y son adornadas con frases socialistas, entonces el trabajador que es engañado por estas frases cree a los traidores y gasta sus energías en una lucha sin esperanza. La burguesía no tiene ni tendrá mejor abogado”.
Esta comprensión permitió al Grupo Obrero hacer toda una serie de duras denuncias de tácticas de la Komintern, del frente Unico y del gobierno Obrero como medios de ligar al proletariado a su clase enemiga. Aunque fuesen menos conscientes del papel reaccionario de los sindicatos, el Grupo Obrero compartió la opinión del KAPD de que en la nueva época de capitalismo decadente todas las viejas tácticas debían ser abandonadas: “El tiempo en que la clase obrera podía mejorar su posición legal y material por medio de la entrada en el Parlamento y las luchas, es ahora irreversible. Debe decirse abiertamente. La lucha por sus objetivos más inmediatos es la lucha por el poder. Debemos hacerles comprender por medio de nuestra propaganda, que aunque hemos llamado a la huelga en varios casos, esta ya no puede mejorar realmente las condiciones de los trabajadores, no habéis vencido aún las viejas ilusiones reformistas y estáis llevando una lucha que sólo puede agotaros. Nos solidarizamos con vosotros en vuestras luchas pero insistiendo siempre que estos movimientos no os liberarán de la esclavitud, la explotación, y pobreza sin esperanza. El único camino para la victoria es la conquista del poder por vuestras propias y rudas manos”.
El papel del partido, entonces, es prepararla las masas de cualquier lugar para la guerra civil contra la burguesía.
La comprensión del grupo Obrero sobre la nueva época histórica, parece contener tanto las debilidades como la fortaleza de la idea del KAPD respecto a la “crisis mortal del capitalismo”. Para ambos, una vez que el capitalismo ha entrado en su crisis final, las condiciones para la revolución proletaria existen en cualquier momento: el papel del partido es de este modo, el de servir de detonador a la clase en la explosión revolucionaria. En ninguna parte, en el manifiesto aparece una comprensión del reflujo de la revolución mundial que se estaba produciendo, requiriendo un análisis cuidadoso de las perspectivas que se abrían a los revolucionarios. Para el Grupo Obrero, en 1923, la revolución mundial acababa de ponerse el orden del día de la historia más aún que en 1917. Así pudieron compartir las ilusiones del KAPD sobre la posibilidad de construir una IVª Internacional en 1922; incluso más tarde en 1928-31. Miasnikov intentaría aun organizar un Partido Comunista de Trabajadores en Rusia. Tan sólo la izquierda italiana fue capaz de desarrollar la apreciación del papel de las fracciones comunistas en los períodos de reflujo, cuando ya el partido no puede existir. Para el KAPD, Workers ´Dreadnought, Miasnikov y otros, el partido podría existir en cualquier momento. El corolario de esta visión inmediatista fue una tendencia inexorable a la desintegración; incluso reconociendo los efectos de la represión, los comunistas de izquierda alemanes así como sus simpatizantes rusos e ingleses se encontraron imposibilitados para mantener su existencia política durante los años de la contrarrevolución.
Las propuestas concretas avanzadas por el Grupo Obrero hacia el reagrupamiento internacional de los revolucionarios, muestran una sana preocupación por la máxima unidad posible de las fuerzas revolucionarias, pero refleja al mismo tiempo los mismos dilemas sobre la relación de los comunistas de izquierda respecto a las instituciones comunistas “oficiales” en degeneración que hemos anotado ya en partes anteriores. De este modo, mientras se oponían violentamente al frente único con la Social-Democracia, el Manifiesto del Grupo Obrero llamaba a una especie de frente único con todos los elementos genuinos, entre los que incluían a los partidos de la III Internacional junto a los Partidos Comunistas de Trabajadores. En otra ocasión, el Grupo Obrero informó haber entrado en negociaciones con la izquierda del KPD, agrupada alrededor de Maslow, en un intento de disuadir a Maslow de su abortado “buró extranjero”. El KAPD en sus comentarios sobre el Manifiesto fue extremadamente crítico con el llamado Grupo Obrero: “La ilusión de que podáis revolucionar la Internacional Comunista... la III Internacional ha dejado de ser un instrumento en la lucha del proletariado. Por ello los PCT han formado la Internacional Comunista de Trabajadores”. Sin embargo los dilemas del Grupo Obrero sobre la naturaleza del régimen ruso y del Komintern fueron resueltos a la luz de la experiencia práctica; la victoria del stalinismo en Rusia les llevó a adoptar una postura frente a la burocracia y su Estado, a la vez que la rápida descomposición de la Komimtern tras 1923 hizo inevitable que los futuros compañeros internacionales del Grupo Obrero fueran las genuinas izquierdas comunistas de los diferentes países. Fueron primero y ante todo sus “contactos internacionales” con los supervivientes de la oleada revolutionaria, lo que permitió a revolucionarios como Miasnikov alcanzar un nivel relativamente alto de claridad dentro del mar de confusión, desmoralización y engaño en que se había sumido el movimiento obrero ruso.
c) Los “irreconciliables” de la Oposición de Izquierdas
No queremos aquí entrar en la totalidad de la cuestión de la Oposición de Izquierdas. Aunque su defensa de la democracia interna en el Partido, de la revolución china, y del internacionalismo en contraposición a la teoría stalinista del “socialismo en un solo país”, demuestra que la Oposición de Izquierdas fue una corriente proletaria –de hecho, el último destello de resistencia dentro del Partido Bolchevique y la Komintern- lo inadecuado de su critica a la contrarrevolución en ascenso nos hace imposible considerar a la Oposición de Izquierdas como un cuerpo integrante de la tradición a nivel internacional, se negaran cuestionar las tesis del I° al IV° Congresos de la Komintern, lo que les hubiera ayudado a para entender las causas de la degeneración de la Internacional y por lo tanto evitar una patética repetición de todos sus errores. En Rusia, a la Oposición de Izquierda le faltó una ruptura con el Partido-Estado, lo que les hubiera podido situar firmemente en el terreno de la lucha proletaria contra el régimen, alineándose junto a las genuinas fracciones de la Izquierda Comunista. Aunque sus enemigos intentaron implicar a Trotsky con grupos ilegales como Verdad Obrera, el mismo Trotsky se separó explícitamente de estos grupos cundo se refirió al grupo de Bogdanov como “Mentira Obrera” (H. Carr. Interregnum pg 93) e incluso participando en la represión de la “ultraizquierda”, por ejemplo, al estar en la comisión que investigaba las actividades de la Oposición Obrera en 1922. Todo lo que Trotsky llegó a admitir fue que estos grupos eran síntomas de una auténtica degeneración del régimen soviético.
Pero en sus primeros años, la Oposición de Izquierdas no se reducía simplemente a Trotsky. Muchos de los firmantes de la Plataforma de los Cuarenta y Seis eran pioneros de Izquierda Comunista y Centralistas Democráticos, como Ossinsky, Smirnov, Piatakov. Como afirmaba Miaskinov: “No hay solamente grandes personalidades en la oposición troskysta. Hay también muchos trabajadores. Y ellos no querrán seguir a sus lideres; y tras algunas dudas, entraran en las filas del Grupo Obrero” (L´Ouvrier Communiste N° 6. Enero 1930).
Precisamente, dado que la Oposición de Izquierda era una corriente proletaria, dio naturalmente origen a un ala izquierda que fue más lejos de las tímidas críticas al stalinismo hechas por Trotsky y sus “ortodoxos” seguidores. Hacia el final de los años veinte, se desarrolló dentro de la Oposición de Izquierda, una corriente conocida como los “irreconciliables”, compuesta principalmente por trabajadores jóvenes que se oponían a la tendencia de los trotskystas moderados que buscaban algún tipo de reconciliación con la facción stalinista, tendencia que fue acelerada cuando tras 1928, Stalin parece llevar adelante el programa de industrialización propuesto por la Oposición de Izquierdas. Isaac Deutscher escribía que entre los irreconciliables “la visión que se convirtió en axiomática era la que afirmaba que la Unión Soviética ya no era un estado obrero; que el partido había traicionado a la revolución; y que la esperanza de reformas era fútil. La Oposición de Izquierdas debería constituirse en un partido y predicar y preparar una nueva revolución. Algunos ven en Stalin como el promotor del capitalismo agrario o incluso como el líder de una democracia Kulak, mientras para otros su papel significaba el ascenso de un estado capitalista, implacablemente hostil al socialismo” (Deutscher: El Profeta Proscrito).
En su libro “Au pays Du Grand Mensonge” Anton Ciliga nos ofrece su visión como testigo presencial, sobre los debates en el interior de la Oposición de Izquierdas, que habían tenido lugar en los campos de Trabajo stalinistas; muestra como algunos miembros de la Oposición de Izquierdas estudiaban la capitulación ante el régimen de Stalin, otros estaban preocupados por reformarlo, otros por una “revolución política” para extirpar la burocracia (esta era la posición que el mismo Trotsky adoptó). Pero la tendencia irreconciliable o “negadores” como él los llamaba (Ciliga mismo fue uno de ellos) “Creían que no sólo el orden político, sino también el económico eran extraños y hostiles al proletariado. Nosotros, por lo tanto consideramos no sólo una revolution política. Si no también social que abriera el camino al desarrollo del socialismo. Según nosotros, la burocracia es una clase real, una clase enemiga del proletariado” (Reproducido en Políticos revolutionarios en las cárceles de {Stalin, un panfleto de los Oposicionistas).
En Enero de 1930, Miasnikov escribía en L’Ouvrier communiste (N° 6) de la Oposición de Izquierdas que: “Sólo existen dos posibilidades: o todos los trotskystas se reagrupan bajo la consigna de guerra en los palacios y paz en los hogares bajo la bandera de la revolución proletaria, para lo cual es necesario que el proletariado se vuelva clase dominante, o languidecerán lentamente y pasaran individual o colectivamente al campo de la burguesía. Estas son las dos únicas alternativas. No hay una tercera vía”.
Los sucesos de los años 30, que vieron el paso definitivo de los trotskystas a los ejércitos de la burguesía, confirmaron la predicción de Miasnikov. Sin embargo, los mejores hombres de la Oposición de Izquierdas todavía serían capaces de escoger el otro camino, el camino de la revolución obrera. Asqueados por la incapacidad de Trotsky para confirmar sus análisis (de ellos) en los escritos de éste desde el extranjero, rompieron con la Oposición de Izquierdas en 1930-32 y empezaron a trabajar con lo que quedaba del Grupo Obrero y con el grupo, en la cárcel, de centralismo Democrático, desarrollando un análisis de la derrota de la revolución Mundial y el significado del capitalismo de Estado.
Como señalaba Ciliga, no tuvieron miedo en ir al centro del problema y aceptar que la degeneración de la revolución no había comenzado con Stalin sino que remontaba incluso a Lenin y Trotsky. Como acostumbraba a decir Marx, ser radical es ir a la raíz. En aquellos años sombríos de reacción, ¿qué mejor contribución podría hace la Izquierda Comunista sino la de una investigación audaz de las derrotas de la revolución proletaria?
Algunos podrán apreciar los debates que tuvo la Izquierda Comunista en la cárcel como no mucho más que un símbolo de la impotencia de las ideas revolucionarias frente al leviatán capitalista. Aunque su situación fuese la expresión de una profunda derrota del proletariado, el hecho importante de que ellos continuaran clarificando las lecciones de la revolución, en tan aterradoras circunstancias, es un signo de que la misión histórica del proletariado no puede ser sepultada por una victoria temporal de la contrarrevolución –incluso si es la victoria se ha arrastrado durante décadas-, Como escribió Miasnikov cuando el encarcelamiento de Sopranov: “Ahora Sopranov está en la cárcel. Ni el exilio, ni el que ahogaran su voz consiguieron disminuir su energía; la burocracia no se ha sentido segura hasta que lo ha metido entre los sólidos muros de la cárcel. Pero un poderoso espíritu, el espíritu de la revolución de Octubre no pueden encarcelarlo; ni la tumba podría acallarlo. Los principios de la revolución están todavía vivos en la clase obrera rusa y desde el momento en que la clase obrera vive, la idea no puede morir. Te han podido detener, Sopranov, pero no a la idea de la revolución”. (L’Ouvrier Communiste, 1929).
Es cierto que la burocracia estalinista logró eliminar por mucho tiempo a las últimas minorías comunistas en Rusia. Pero hoy, cuando una nueva oleada de lucha obrera internacional está encontrando un eco incluso entre el proletariado ruso, el “poderoso espíritu” de un segundo Octubre ha vuelto a perseguir las mentes de los verdugos estalinistas de Moscú, y sus secuaces de Varsovia, Praga y Pekín. Cuando los trabajadores de esas “patrias socialistas” se alcen para destruir de una vez por todas el gran calabozo que es el estado estalinista, ellos serán por fin capaces, en unión de sus hermanos de clase del mundo entero, de resolver los problemas planteados por la revolución de 1917 y por sus más leales defensores, los revolucionarios de la Izquierda Comunista Rusa.
C.D. Ward Agosto de 1976
[1] La primera parte de este artículo ha sido publicada en esta Revista Internacional, N° 8 de Enero – Marzo 1977
[2] El Manifiesto del Grupo Obrero se puede conseguir (junto con las notas a pie de página del KAPD) en francés, en Invariance, N° 6, serie II. Una versión incompleta apareció en inglés en los siguientes números de Workers Dreadnought: 1, de dic. De 1923; 5, de Enero de 1924; 2, de feb. De 1924 y 9, de Feb. De 1924. El Llamamiento del grupo Verdad Obrera fue publicado en el Socialist Herald, Berlin 31 de Enero de 1923, y trozos de éste, en inglés, en A Doc Unitary History of Communism de Daniels, en las páginas 219-223
[3]El texto del 17 de Junio y otro sobre el frente Único, del mismo grupo, fueron reproducido en Workers´Voice (G.B.) N° 14
[4] La historia posterior de Miasnikov fue: entre 1923-27 estuvo la mayor parte del tiempo en la cárcel o exiliado por “actividades clandestinas”. Se escapó de Rusia en 1927, yendo a Persia y Turquía, asentándose definitivamente en Francia, en 1930. Durante ese período estuvo intentando todavía organizar su grupo en Rusia. En 1946, por razones que sólo él conoció (¿esperaba, quizás, una nueva revolución tras la guerra?) Miasnikov vuelve a Rusia... y desde entonces nunca se supo nada más de él
[5]El KAPD publicó el Manifiesto del Grupo Obrero, poniéndole notas propias. El KAPD no aceptaba los análisis del Grupo Obrero, sobre la NEP. Para ellos Rusia, en 1923, era un país de capitalismo campesino dominante y la NEP era la expresión de ello. Su preocupación no era la “superación de la NEP, sino su abolición violenta”.