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«Decimonovena pregunta: ¿Podrá producirse esta revolución en un solo país?
Respuesta: No. Ya por el mero hecho de haber creado el mercado mundial, la gran industria ha establecido tal vinculación mutua entre todos los pueblos de la tierra, y especialmente entre los civilizados, que cada pueblo depende de lo que ocurra en los otros. Además, ha equiparado hasta tal punto el desarrollo social entre todos los países civilizados que, en todos esos países, la burguesía y el proletariado se han convertido en las dos clases decisivas de la sociedad, y el antagonismo entre esas dos clases es hoy el antagonismo fundamental de la sociedad. La revolución comunista, por consiguiente, no será una revolución meramente nacional, sino una revolución que transcurrirá en forma simultánea en todos los países civilizados, es decir, al menos en Inglaterra, Norteamérica, Francia y Alemania. Se desarrollará en cada uno de esos países, más rápida o más lentamente según posean una industria más desarrollada, una mayor riqueza nacional o una masa más considerable de fuerzas productivas. Por ello su ejecución será más lenta y deparará mayores dificultades en Alemania, y será más rápida y más fácil en Inglaterra. Ejercerá, asimismo, una considerable repercusión en todos los demás países del globo, modificando por completo su modo de desarrollo de hasta este momento, y acelerándolo en gran medida. Es una revolución universal y, por ello, también se desarrollará en un terreno universal” (Engels, “Principios del comunismo”[1]).
1.- Desde el alba del movimiento obrero, éste ha afirmado el carácter mundial de la revolución comunista. En todos los tiempos, el internacionalismo ha sido la piedra angular de los combates de la clase obrera y del programa de sus organizaciones políticas. Cualquier puesta en cuestión de este principio esencial ha sido, siempre, sinónimo de ruptura con el campo proletario y de adhesión al campo burgués. Pero que, desde hace más de un siglo, los revolucionarios tengan claro que el movimiento de la revolución se confunde con el proceso de la generalización mundial de las luchas obreras, no significa que en todas las épocas del movimiento obrero se hayan comprendido con claridad, las condiciones y las características de este proceso, e incluso en ciertos momentos se ha llegado incluso a retroceder en la conciencia de esta cuestión. Así, durante más de sesenta años, el movimiento obrero ha arrastrado el lastre de dos ideas erróneas:
Estas dos ideas no forman parte del patrimonio histórico del marxismo tal y como Marx y Engels nos lo legaron. Aparecieron, en realidad, durante la Primera Guerra Mundial, formando parte de los errores que sacralizó la Internacional Comunista (IC), y que quedaron convertidos en dogma gracias a la derrota de la revolución mundial.
Pero a diferencia de otros errores de la IC, que sí fueron enérgicamente combatidos por la Izquierda Comunista, estas dos ideas han contado en cambio, durante mucho tiempo, con la adhesión de corrientes auténticamente revolucionarias[2] y siguen siendo aún hoy “el alfa y el omega” de la perspectiva de los grupos bordiguistas.
Como muchas veces ha sucedido en el movimiento obrero, estos errores provenían de la defensa intransigente de verdaderas posiciones de clase. Así, por ejemplo:
El triunfo de la revolución de 1917 en Rusia demostró la validez de las posiciones de principio defendidas por los bolcheviques, sobre todo, que la guerra mundial, característica del siglo XX pone de manifiesto que el sistema capitalista, como un todo, ha entrado en su fase de declive histórico, lo que plantea la necesidad de la revolución socialista como única alternativa. Sin embargo, el aislamiento internacional de esta primera tentativa proletaria no permitió ver que los bolcheviques no habían acabado de desarrollar con total claridad posiciones que eran esencialmente justas, pero que aún defendían con argumentos erróneos. El triunfo definitivo de la contrarrevolución mundial permitió la utilización sistemática de esas debilidades como justificación de la política burguesa de los partidos que se autoproclamaban “obreros”. La denuncia de esta política burguesa no puede, por tanto, limitarse a una simple reafirmación de las verdaderas posiciones de Lenin y la IC, que es lo que nos proponen los bordiguistas, sino que exige una crítica de los errores heredados del pasado, y el rechazo de todas aquellas formulaciones que se prestan a una explotación interesada por parte de la burguesía.
2.- La CCI ha emprendido, desde hace ya un tiempo, una crítica de las tesis que defienden que es la guerra imperialista lo que proporciona las condiciones óptimas para la revolución, y la generalización de los combates que la condicionan. En cambio, y aunque en nuestros análisis lo rechazamos implícitamente, no hemos combatido aún, explícita y específicamente, la “teoría del eslabón más débil”. Esto es lo que nos proponemos con el siguiente texto, ya que:
Si bien la CCI ha señalado nítidamente que la perspectiva revolucionaria pasa por la generalización de los combates de clase, no hemos explicitado hasta hoy las características de esa generalización, y no hemos respondido a las siguientes cuestiones:
La cuestión del “eslabón más débil” atañe a la visión de la perspectiva histórica de la revolución. Por ello debemos plantear el marco de análisis de las condiciones generales de la revolución.
3.- Según el punto de vista clásico del marxismo, tal y como se muestra por ejemplo en el Manifiesto Comunista, las condiciones de la revolución comunista son, esquemáticamente, las siguientes:
a) Desarrollo suficiente de las fuerzas productivas hasta llegar a un punto en que las relaciones de producción que en el pasado habían permitido su desarrollo, se convierten en una traba para ello. Se crean así las condiciones materiales para la puesta en marcha de un proceso de transformación de estas relaciones de producción (necesidad y posibilidad material de la revolución)[5].
b) Desarrollo de la clase revolucionaria, «enterradora», de la vieja sociedad moribunda, «encargada de ejecutar la sentencia pronunciada por la historia».
Estas condiciones que son válidas para todas las revoluciones de la historia (especialmente para la revolución burguesa) se expresan más particularmente en el caso de la revolución proletaria de la forma siguiente:
4.- Las condiciones materiales de la revolución comunista están ya dadas a escala planetaria desde la Primera Guerra Mundial. Ahí Lenin acertaba plenamente al ver la naturaleza de la revolución en Rusia como resultado de la situación mundial, y no como producto de las características especiales de ese país, como sí hacían en cambio los mencheviques y como siguen haciendo aún hoy numerosos grupos consejistas[6]. Que el conjunto del capitalismo haya entrado ya en su fase de decadencia no quiere decir, en absoluto, que se hayan borrado las enormes diferencias existentes entre las diferentes regiones del mundo en cuanto al desarrollo de las fuerzas productivas, y, en particular la principal de ellas, el proletariado.
La ley del desarrollo desigual del capitalismo, en cuyas extrapolaciones Lenin y sus epígonos basaron su tesis del “eslabón más débil”, se manifestó, en el periodo ascendente del capitalismo, en un brioso empuje de los países más retrasados tendente a recortar las diferencias e incluso superar el nivel de los más desarrollados. Este fenómeno, en cambio, tiende invertirse a medida que el sistema, en su conjunto, se va aproximando a sus límites históricos objetivos y se muestra incapaz de extender el mercado mundial al nivel que exige el desarrollo de las fuerzas productivas. Alcanzados sus límites históricos, el sistema en decadencia, no ofrece ya posibilidades de igualación en el desarrollo, sino que, por el contrario, tiende al estancamiento de todo desarrollo, al despilfarro de las fuerzas productivas y a la destrucción. Lo que se recorta es la distancia que separa a los países más desarrollados de la situación que en cuanto a convulsiones económicas, miseria, y medidas de capitalismo de Estado, existe en los países más atrasados. Si durante el siglo XIX el país más avanzado, Inglaterra, marcaba porvenir a los demás, hoy son los países del Tercer mundo los que indican, en cierto modo, el porvenir a los más desarrollados[7].
Pero ni siquiera en estas condiciones veremos nunca una verdadera “igualación” de la situación de los distintos países. Aunque la crisis mundial no perdona a ningún país, ejerce sus efectos más devastadores no tanto en los más desarrollados y poderosos, sino en los que llegaron con retraso a la arena económica mundial y que ven cegada definitivamente la vía a su desarrollo económico precisamente por las potencias más antiguas[8].
Así la “ley del desarrollo desigual” que en su momento favoreció cierta igualación de las situaciones económicas, se convierte hoy en factor de agravación de las desigualdades entre los países. Aunque la solución a las contradicciones de la sociedad – la revolución proletaria mundial -, sigue siendo unitaria e idéntica en todos los países, no es menos cierto, sin embargo, que el conjunto de la burguesía entra en el período de su crisis histórica arrastrando notables diferencias entre distintas zonas geoeconómicas.
Lo mismo le sucede al proletariado, es decir que afronta su tarea histórica de forma unitaria, pero que también presenta diferencias importantes entre los diversos países y regiones. Este segundo punto se deriva, en efecto, del primero, ya que las características del proletariado de un país y notablemente las que determinan su fuerza (su número, su concentración, su educación, su experiencia), dependen estrechamente del desarrollo del capitalismo en ese país.
5.- Para establecer la perspectiva revolucionaria sobre bases sólidas hemos de tener en cuenta, integrándolas en ella, estas diferencias que nos lega el capitalismo. Pero no podemos deducir conclusiones falsas de premisas justas y, sobre todo, no esperar que el punto de partida de la revolución se dé precisamente, donde no puede hacerlo, a diferencia de lo que postulan los “leninistas” con su “teoría del eslabón más débil”.
Esta teoría se basa en transponer, sin más, un principio de la ciencia física (“una cadena sometida a una tensión se rompe por su punto más débil”) a la esfera de lo social. Pero así se está obviando una diferencia, que en esta ocasión es esencial, entre el mundo inorgánico y el mundo orgánico vivo, y sobre todo el mundo de lo humano.
Una revolución social no consiste simplemente en la ruptura de una cadena, en el estallido de la vieja sociedad. Se trata sobre todo de una acción para, simultáneamente, edificar la nueva sociedad. No es un acto mecánico sino un hecho social indisolublemente ligado a los antagonismos de intereses humanos, a la voluntad y a las aspiraciones de las clases sociales, y a su lucha.
Al quedar prisionera de esta visión mecanicista, la “teoría del eslabón más débil” se dedica a escrutar los puntos geográficos donde el cuerpo social es más frágil, para situar en ellos su perspectiva. Ahí está la raíz de su error teórico.
El marxismo – el de Marx y Engels – jamás ha tenido tal concepción de la historia. Para ellos las revoluciones sociales no se producen allí donde la antigua clase dominante es más débil o su estructura está menos desarrollada, sino al contrario, allí donde su estructura alcanzó la mayor madurez compatible con las fuerzas productivas, y donde la clase portadora de las nuevas relaciones sociales y llamada a destruir las antiguas, es más fuerte. Mientras Lenin buscaba e insistía en el punto de mayor debilidad de la burguesía, Marx y Engels buscaron e insistieron en los puntos donde el proletariado es más fuerte, está más concentrado, y más apto para operar la transformación social.
Aunque la crisis golpee antes y con mayor brutalidad en los países subdesarrollados - a causa de su debilidad económica y su falta de margen de maniobra -, nunca debemos perder de vista que la crisis tiene su origen en la sobreproducción y, por tanto, en el centro del capitalismo. Esto abunda en que las condiciones para una respuesta a la crisis, y para su superación, están fundamentalmente en esos grandes centros del capitalismo.
6.- Los defensores acérrimos de “la teoría del eslabón más débil” replicarán a esos argumentos que lo que confirma la certeza de sus concepciones es la revolución de Octubre de 1917, pues ya se sabe, desde Marx, que «en la práctica es donde el hombre demuestra la verdad, la validez de su pensamiento». Lo que importa es, sin embargo, como se lee, como se interpreta esa “práctica”, como se distingue la excepción de la regla. Por ello no puede “estirarse” la significación de la revolución de 1917. Y, del mismo modo que no sirve para demostrar que la guerra proporciona condiciones más favorables para la revolución, tampoco prueba la validez de “la ley del eslabón más débil”. Por las siguientes razones:
1) Rusia es en 1917, a pesar de su atraso económico global, la quinta potencia industrial del mundo, con inmensas concentraciones obreras en algunas ciudades, sobre todo en Petrogrado. La fábrica Putilov era, entonces, la más grande del mundo con 40 mil trabajadores.
2) La revolución de 1917 se produce en plena guerra mundial, lo que limitó las posibilidades de la burguesía de otros países ayudar inmediatamente a la burguesía rusa.
3) El país es, además, el más extenso del mundo - la sexta parte de la superficie del globo -, lo que complicó aún más la respuesta de la burguesía mundial, como pudo verse durante la guerra civil.
4) Es la primera vez (exceptuando las tentativas prematuras y abocadas al fracaso de la Comuna de París y de 1905) que la burguesía se confronta a una revolución proletaria, por lo que ésta se ve sorprendida:
a) tanto en la misma Rusia donde no comprende a tiempo la necesidad de retirarse de la guerra imperialista,
b) como a escala internacional, donde corre importantes riesgos continuando la guerra imperialista durante más de un año.
Respecto a esto último hay que tener en cuenta que la burguesía sí sacó en cambio las lecciones de Octubre de 1917 para aplicarlas contra la revolución en Alemania. Apenas estalló la revolución en este país en Noviembre de 1918, los imperialistas detuvieron la guerra, y pusieron en práctica una estrecha colaboración entre sus diferentes sectores con el fin de aplastar a la clase obrera: liberación de prisioneros alemanes en los países de la “Entente”, derogación de los acuerdos de armisticio y de paz que permitieron al ejército alemán disponer de 5.000 ametralladoras, etc.
Esta toma de conciencia por parte de la burguesía del peligro proletario se confirmó posteriormente ante la Segunda Guerra Mundial[9], así como durante las hostilidades de esta segunda carnicería imperialista. También los revolucionarios más lúcidos han puesto de relieve la estrecha colaboración de los distintos sectores de la burguesía mundial frente a la lucha de clases en Polonia 1980-81.
Aunque sólo fuera por este último factor – es decir que la burguesía no se vería sorprendida hoy como sí lo fue en el pasado – resulta completamente vano esperar una repetición de las condiciones en que se desarrolló la revolución de 1917.
Mientras los movimientos importantes de la clase obrera se circunscriban a los países de la periferia capitalista (como es el caso de Polonia) y aunque tales movimientos lleguen a desbordar por completo a la burguesía local, la Santa Alianza de todas las burguesías del mundo, con las más poderosas a su cabeza, conseguirá establecer un cordón sanitario económico, político, ideológico e incluso militar, para cercar a los sectores proletarios afectados[10].
Sólo cuando la lucha proletaria afecte al corazón económico y político del dispositivo capitalista, es decir cuándo:
Entonces, y sólo entonces, esta lucha dará la señal de la extensión revolucionaria mundial.
Como dijimos anteriormente representar el mundo capitalista con la imagen de una cadena es falso. Es más verosímil el ejemplo de una red o, mejor aún, de un tejido orgánico, de un cuerpo vivo. La herida que no afecte a sus órganos vitales acabará cicatrizando, y además el capital no dudará en segregar los anticuerpos necesarios para eliminar el riesgo de infección. Sólo atacando el corazón y el cerebro de la bestia capitalista, el proletariado conseguirá acabar con ella.
7.- La historia ha situado, desde hace siglos, el corazón y el cerebro del mundo capitalista en Europa Occidental. Ahí donde el capitalismo dio sus primeros pasos, la revolución mundial dará los suyos, pues ambas cosas están estrechamente relacionadas. Ahí es donde están reunidas en su forma más avanzada todas las condiciones para la revolución que antes hemos enumerado.
Las fuerzas productivas más desarrolladas, las concentraciones obreras más importantes, el proletariado más cultivado (por las propias necesidades tecnológicas de la producción moderna), se haya en tres grandes zonas del mundo: Europa, América del Norte y Japón. Pero estas zonas no tienen sin embargo las mismas potencialidades para la revolución.
Por un lado Europa Central y Oriental están atadas al bloque imperialista más atrasado, de ahí que las grandes concentraciones obreras de esos países (recordemos que Rusia tiene el mayor número de obreros industriales del mundo) hacen funcionar un potencial industrial atrasado, y hacen frente a condiciones económicas (sobre todo la penuria), que no son las más propicias para el desarrollo de un movimiento que tenga por perspectiva el establecimiento de la sociedad socialista.
En esos países, por otro lado, sigue pesando muy duramente la losa de la contrarrevolución en la forma de un régimen político totalitario, sin duda rígido y frágil, pero, precisamente por ello, el proletariado tiene muchas más dificultades para superar las mistificaciones democráticas, sindicales, nacionalistas, e incluso religiosas. En estos países se desarrollarán, como así ha sucedido hasta el presente, explosiones obreras violentas, acompañadas siempre que sea necesario del surgimiento de fuerzas destinadas a desorientarlas, como es el caso de Solidarnosc, pero no podrán ser el escenario del desarrollo de la conciencia obrera más avanzada.
Por otra parte, zonas como Japón o América del Norte, aunque reúnen la mayor parte de los elementos necesarios para la revolución, no son tampoco las más favorables para el desencadenamiento del proceso revolucionario dada la falta de experiencia y al retraso ideológico del proletariado. Esto que se ve más claro en el caso de Japón, es igualmente válido para Norteamérica, donde el movimiento obrero se ha desarrollado como apéndice del existente en Europa, y donde, además, el peso de factores específicos tales como el mito de la “frontera”, o el hecho de tener un nivel de vida más elevado, permite a la burguesía asegurarse un control ideológico sobre los obreros mucho más sólido que en Europa. Esto se pone de manifiesto, por ejemplo, en la ausencia de grandes partidos burgueses con tintes “obreros”. Con esto no queremos decir, a diferencia de lo que defienden los trotskistas, que este tipo de partidos expresen la más mínima conciencia proletaria, sino evidenciar que precisamente dado que el grado de experiencia, de politización y de conciencia de los proletarios es más débil, que hay una mayor adhesión a los valores clásicos del capitalismo, éste puede prescindir de las formas más elaboradas de mistificación y encuadramiento de la clase obrera.
Es pues en Europa Occidental, ahí donde el proletariado tiene una más larga experiencia de lucha; donde, desde hace décadas, se confronta directamente a los engaños anti obreros más elaborados, donde la clase obrera podrá desarrollar plenamente la conciencia política indispensable para su lucha por la revolución.
No se trata, en manera alguna, de una visión “eurocentrista”. El mundo burgués que se desarrolló a partir de Europa generó el proletariado más antiguo y, por tanto, el que acumula una experiencia más vasta. El mundo burgués ha concentrado en un pequeño espacio físico una gran cantidad de naciones avanzadas, lo que facilita el desarrollo de un internacionalismo práctico, la conjunción de las luchas proletarias de diferentes países (no es casualidad que el proletariado inglés fuese el pilar de la fundación de la Primera Internacional, como tampoco que el alemán lo fuera de la Segunda). Por último, la historia ha colocado en Europa la frontera entre los dos bloques imperialistas de este final del siglo XX. Más aún la ha situado en Alemania, país “clásico” del movimiento obrero.
Lo anterior no quiere decir que la lucha de clases o la actividad de los revolucionarios, carezca de sentido en otras regiones del mundo. La clase obrera es una. La lucha de clases existe en todos los lugares donde se enfrentan proletarios y capital. Las enseñanzas de las diferentes manifestaciones de esta lucha ocurran donde ocurran, son válidas para toda la clase. En particular la experiencia de las luchas en los países de la periferia influenciará la lucha en los países centrales. La revolución será, igualmente, mundial y afectará a todos los países. Las corrientes revolucionarias de la clase serán valiosísimas en todos los lugares donde el proletariado se enfrente con la burguesía, es decir, en todo el mundo.
Tampoco afirmamos que el proletariado habrá ganado la partida cuando haya derribado el Estado capitalista en los grandes países de Europa Occidental. El último acto de la revolución, el que probablemente será decisivo, se jugará en los dos grandes monstruos imperialistas: Rusia y, sobre todo, Estados Unidos.
Lo que queremos decir es, lisa y llanamente, que:
Esto quiere decir también que la hora de la generalización mundial de las luchas obreras, la hora de los enfrentamientos revolucionarios, sonará cuando el proletariado de estos países haya desmontado las trampas más sofisticadas tendidas por la burguesía, especialmente la de la izquierda en la oposición.
El camino es largo y difícil y no hay atajos. En Polonia pudo desarrollarse la huelga de masas, pero cayó a continuación en el atolladero sindicalista. Sólo cuando se supere ese atolladero, la huelga de masas y con ella (como dijo Rosa Luxemburgo) la revolución, podrá desplegarse en Europa Occidental y en el mundo entero. El camino es largo, pero no hay otro.
F.M.
[2] En mayo de 1952, nuestro "antecesor directo", INTERNATIONALISME (GCF), escribió: "El proceso de toma de conciencia revolucionaria por parte del proletariado está directamente ligado al retorno de las condiciones objetivas en las que esta conciencia puede tener lugar. Estas condiciones pueden reducirse a una, la más general, que el proletariado sea expulsado de la sociedad, que el capitalismo no logre ya asegurar sus condiciones materiales de existencia. Es en el clímax de la crisis cuando se puede dar esta condición. Y este clímax de la crisis, en la etapa del capitalismo de Estado, está en la guerra".
[3] Esta teoría fue adoptada por el XIV Congreso del PCUS en diciembre de 1925 bajo el impulso de Stalin y significó la aniquilación en dicho partido del internacionalismo y por tanto selló su abandono definitivo del campo proletario culminando un largo proceso de degeneración. Este cáncer se extendió a los diferentes partidos comunistas empujándolos a convertirse igualmente en instrumentos de su respectivo capital nacional
[4] El prefacio del volumen 1 de las Obras selectas de Lenin en francés, escrito por los plumíferos a sueldo de la antigua Academia de Ciencias de la URSS, es esclarecedor: "En los artículos "La consigna de los Estados Unidos de Europa" y "El programa militar de la revolución proletaria", partiendo de la ley del desarrollo desigual del capitalismo, descubierta por él, Lenin sacó la brillante conclusión de la posibilidad de la victoria del socialismo al principio en unos pocos países capitalistas o incluso en uno. La desigualdad del desarrollo económico y político es una ley absoluta del capitalismo. De ello se desprende que la victoria del socialismo es posible al principio en un pequeño número de países capitalistas o incluso en un solo país capitalista” (p.651 de la edición francesa). Añadiendo a continuación: “Este fue el mayor descubrimiento de nuestra era. Se convirtió en el principio rector de todo el trabajo del Partido Comunista en su lucha por la victoria de la revolución socialista y la construcción del socialismo en nuestro país. La teoría de Lenin sobre la posibilidad de la victoria del socialismo en un solo país dio al proletariado una clara perspectiva de la lucha, dio rienda suelta a la energía e iniciativa de los proletarios de cada país para marchar contra su burguesía nacional, inspiró al partido y a la clase obrera una firme confianza en la victoria”. (Instituto de Marxismo-Leninismo en el CC del U.S.C.P. 1960).
[5] ” Al llegar a una fase determinada de desarrollo las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas, y se abre así una época de revolución social” (Marx Prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/criteconpol.htm [3] )
[6] Para una crítica documentada de la falsa visión consejista ver Octubre de 1917, principio de la revolución proletaria https://es.internationalism.org/revista-internacional/197801/1066/octubre-de-1917-principio-de-la-revolucion-proletaria-i [4] y https://es.internationalism.org/revista-internacional/197801/2362/octubre-1917-principio-de-la-revolucion-proletaria-ii [5]
[7] Los bordiguistas llegaron al colmo de la aberración cuando reprocharon la pusilanimidad y la falta de combatividad de Allende y de la burguesía democrática chilena y cuando cantaron el "radicalismo" de las masacres cometidas por los "jemeres rojos".
[8] El espectacular desarrollo de algunos países del tercer mundo (Singapur, Taiwán, Corea del Sur, Brasil) gracias a unas condiciones geoeconómicas muy específicas no debe ser el árbol que esconde el bosque. Además, para algunos de estos países, ha llegado la hora de la verdad, de una caída aún más espectacular que la subida.
[9] Ver Informe sobre el curso histórico https://es.internationalism.org/revista-internacional/201804/4294/el-curso-historico [6]
[10] En Polonia el papa -entonces Juan Pablo II, de origen polaco- colaboró estrechamente con la burguesía “atea” del régimen ruso y de su satélite polaco para aplastar la huelga de masas obrera. Sobre esta ver Polonia (agosto de 1980): Hace 40 años, el proletariado mundial retomaba de nuevo la huelga de masas https://es.internationalism.org/content/4597/polonia-agosto-de-1980-hace-40-anos-el-proletariado-mundial-retomaba-de-nuevo-la-huelga [7]
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Publicamos a continuación un artículo aparecido en nuestra Revista Internacional nº 31 (4º trimestre de 1982). Con ello proseguimos el esfuerzo para verter en español todos los artículos de la Revista a lo largo de sus 159 números. La publicación ha sido posible gracias al esfuerzo de un compañero muy próximo a la organización a quien agradecemos calurosamente su colaboración. Aparecido hace 35 años, el artículo sigue siendo plenamente válido. No obstante, existe una cierta subestimación de la capacidad de la burguesía para atenuar la crisis de su sistema
1. El proletariado es la primera clase revolucionaria de la historia sin ningún poder económico en la vieja sociedad. Al contrario que las anteriores clases revolucionarias, el proletariado no es una clase explotadora. Su consciencia, su autoconocimiento es por tanto crucial para el éxito de su revolución, mientras que para clases revolucionarias previas la consciencia de clase era secundaria o incluso poco importante en comparación con su acumulación de poder económico antes de tomar y ejercer el poder político.
Para la burguesía, la última clase explotadora de la historia, la tendencia hacia el desarrollo de una consciencia de clase llegó mucho más lejos que para sus predecesores ya que requería de una victoria teórica e ideológica para cementar su triunfo sobre los antiguos órdenes sociales.
La consciencia de la burguesía ha sido significativamente moldeada por dos factores clave:
· al revolucionar sin descanso las fuerzas productivas el sistema capitalista se extendía a sí mismo constantemente y, al crear el mercado mundial, llevó al mundo a un estado de interconexión sin precedentes.
· A partir de un determinado momento en la evolución del sistema capitalista (1848) la burguesía ha tenido que reñir con la amenaza planteada por la clase destinada a ser su enterradora—el proletariado.
El primer factor empujó a la burguesía y sus teóricos a desarrollar una cosmovisión general del mundo mientras su sistema socioeconómico estaba en su fase ascendente, es decir, mientras estaba todavía basado en un modo de producción progresista. El segundo factor proporcionaba a la burguesía un recordatorio, una advertencia constante de que, cualquiera que fuera el conflicto de intereses entre sus miembros, como clase debía unirse en la defensa de su orden social contra la lucha del proletariado.
Cualquiera que fuera el avance en consciencia desarrollado por la burguesía sobre aquel de clases dominantes previas, su visión del mundo está irreparablemente tullida por el hecho de que su posición explotadora en la sociedad le enmascara la transitividad histórica de su sistema.
2. La unidad básica de organización social dentro del capitalismo es el estado-nación.
Dentro de los confines del estado-nación la burguesía organizó su vida política de forma coherente con su vida económica. En su época clásica, la vida política era organizada mediante partidos que se enfrentaban entre sí en el foro parlamentario.
Estos partidos políticos, en primera instancia, reflejaban el conflicto de intereses entre diferentes ramas de capital dentro del estado-nación. A partir de la confrontación de los partidos dentro de este foro se creaba un medio de gobierno para controlar y dirigir el aparato estatal que como consecuencia orientaba la sociedad hacia los objetivos decididos por la burguesía. En este modo de funcionar se puede ver la capacidad de la burguesía de delegar el poder político a una minoría especializada nacida de su propio seno: los políticos profesionales.
Debe notarse, sin embargo, que esta organización 'clásica' de la vida política de la burguesía en un marco parlamentario no era un modelo universal, sino una tendencia en el marco de la época ascendente del capitalismo. Las formas concretas variaban de país a país dependiendo de factores como: la velocidad del desarrollo del capital; el desarrollo de los conflictos con el antiguo orden social; la capacidad de adaptación de la nueva burguesía; la organización de cada aparato estatal en concreto; las presiones impuestas por la lucha del proletariado, etc.
3. La transición del sistema capitalista hacia su época de decadencia fue rápida y repentina, ya que el desarrollo acelerado de la producción capitalista se las vio duramente contra la habilidad del mercado mundial de absorberla. En otras palabras, las relaciones de producción impusieron sus cadenas de forma abrupta a las fuerzas productivas. Las consecuencias se mostraron muy rápido en los eventos mundiales en la segunda década del siglo XX: en 1914 cuando la burguesía demostró lo que su época imperialista significaba; en 1917 cuando el proletariado mostró que podía plantear su solución histórica para la humanidad con la revolución de octubre en Rusia[1].
La lección de 1917 no ha sido olvidada por la burguesía. A escala mundial la clase gobernante ha llegado a apreciar que su primera prioridad en esta época es defender su sistema social del embate del proletariado. Tiende por tanto a unirse de cara a esta amenaza.
4. La decadencia es la época de crisis histórica del sistema capitalista. De forma permanente, la burguesía tiene que hacer frente a las principales características de la época; al ciclo de crisis, guerra y reconstrucción, y a la amenaza contra su orden social planteada por el proletariado. En respuesta a esto, tres cosas se han desarrollado dentro de la organización del sistema capitalista:
· el capitalismo de estado
· el totalitarismo
· la construcción de bloques imperialistas
5. El desarrollo del capitalismo de estado es el mecanismo mediante el cual la burguesía ha organizado su economía dentro de cada marco nacional para atender en su decadencia una crisis cada vez más profunda.
Ya mediante la fusión con capitales individuales o por una más directa expropiación, el estado ha desarrollado una abrumadora autoridad en comparación con cualquier unidad de capital. Esto proporciona una coherencia en la organización económica mediante la subordinación de los intereses de cada elemento a aquellos de la unidad nacional. Y en las condiciones impuestas en la época del imperialismo la base de la economía se ha vuelto la economía de guerra permanente, una base sólida sobre la que el capitalismo de estado se desarrolla.
Pero, aunque el capitalismo de estado fue una respuesta en primera instancia a la crisis a nivel de la producción, el proceso de estatalización no paró ahí. Cada vez más, instituciones han sido absorbidas por una maquinaria estatal voraz para convertirse en instrumentos suyos, y allá donde ciertos instrumentos hacían falta y no existían, estos fueron creados. En consecuencia, el aparato estatal se ha extendido a todos los aspectos de la vida social. En este contexto, la integración de los sindicatos en el estado ha sido de la mayor necesidad e importancia. No solo existen en este período para mantener los engranajes de la producción en funcionamiento sino también, como policía contra el proletariado, se convierten en importantes agentes para la militarización de la sociedad.
Desacuerdos y antagonismos entre la burguesía en cualquier capital nacional no desaparecen en la decadencia, pero experimentan una mutación considerable debido al poder del estado. En general, los antagonismos entre la burguesía a nivel nacional son atenuados mientras como consecuencia aparecen en una competición más intensificada entre estados-nación a nivel internacional.
6. Una de las consecuencias del capitalismo de estado es que el poder en la sociedad burguesa tiende a pasar de las manos de los órganos legislativos al aparato ejecutivo del estado. Esto tiene un profundo efecto en la vida política de la burguesía, ya que esta ocurre en el marco del estado. Como consecuencia, en la decadencia la tendencia dominante en la vida política burguesa es hacia el totalitarismo, así como en la vida económica es hacia la estatalización.
Los partidos políticos de la burguesía ya no prevalecen como emanaciones de diferentes grupos de interés como lo fueron en el siglo XIX. Se convierten en expresiones del capital estatal hacia secciones específicas de la sociedad.
En cierto sentido, podríamos decir que los partidos políticos de la burguesía en cualquier país son meramente facciones de un partido estatal totalitario. En algunos países la existencia del estado unipartidista es siempre fácil de ver—como en Rusia. Sin embargo, la existencia real del estado de partido único en las 'democracias' se muestra claramente solo en ciertos momentos. Por ejemplo:
· el poder de Roosevelt y el Partido Democrático en los EEUU a finales de los años 1930 y durante la Segunda Guerra Mundial;
· la 'suspensión de la democracia' en Gran Bretaña durante la Segunda Guerra Mundial y la creación del Gabinete de Guerra.
7. En el contexto del capitalismo de estado, las diferencias entre los partidos burgueses no son nada en comparación con lo que tienen en común. Todos parten de la premisa de que los intereses del capital nacional en su conjunto son primordiales. Esta premisa permite a diferentes facciones trabajar juntas de forma muy cercana—especialmente detrás de las puertas cerradas de los comités parlamentarios y en los escalones más altos del aparato estatal. En efecto, solo una pequeña fracción del debate de la burguesía se lleva a cabo en el ring parlamentario. Los miembros de los parlamentos burgueses se han convertido de hecho en funcionarios del estado.
8. No obstante, la burguesía en cualquier estado-nación siempre tiene desacuerdos. Sin embargo, es importante distinguir entre ellos:
A menudo, sin embargo, hay hebras de varias de estas diferencias presentes en los desacuerdos de la burguesía, especialmente durante las elecciones.
9. A medida que los antagonismos entre naciones-estado se han intensificado a lo largo de la época, el capital ha intentado llevar el desarrollo del capitalismo de estado al nivel internacional mediante la formación de bloques imperialistas. Si la organización de los bloques ha permitido una cierta atenuación de los antagonismos entre los estados miembros de cada bloque esto solo ha llevado a una intensificación de la rivalidad entre los bloques--la fractura última del sistema capitalista mundial donde todas sus contradicciones económicas se concentran[2]
En la formación de los bloques, las alianzas previas entre grupos de estados capitalistas (más o menos) iguales han sido sustituidas por dos agrupamientos en cada uno de los cuales los capitales más débiles están subordinados a un capital dominante. E igual que en el desarrollo del capital estatal el aparato del estado se extiende sobre todos los aspectos de la vida económica y social, también la organización del bloque se extiende dentro de cada estado-nación miembro. Dos ejemplos de esto son:
10. Marx decía que era realmente solo en tiempos de crisis cuando la burguesía se volvía inteligente. Esto es verdad, pero, como muchas de las percepciones de Marx, tiene que ser considerada a la luz del cambio de período histórico. La visión general de la burguesía se ha estrechado considerablemente con su transformación de clase revolucionaria a reaccionaria en la sociedad. A día de hoy la burguesía ya no tiene la visión del mundo que tenía el siglo pasado y en este sentido es mucho menos inteligente. Pero, al nivel de organizarse para sobrevivir, para defenderse—en este campo, la burguesía ha mostrado una capacidad inmensa para desarrollar técnicas para el control económico y social mucho más allá de los sueños de los gobernantes del siglo diecinueve. En este sentido, la burguesía se ha vuelto 'inteligente' enfrentada a la crisis histórica de su sistema socioeconómico.
A pesar de los puntos recién explicados sobre los tres desarrollos novedosos en la decadencia, es posible reafirmar los límites que restringen la consciencia de la burguesía—su incapacidad para tener una consciencia unitaria o para comprender completamente la naturaleza de su sistema.
Sin embargo, el desarrollo del capitalismo de estado y de amplias organizaciones de bloques le ha proporcionado mecanismos altamente desarrollados para actuar en conjunto. La habilidad de la burguesía para organizar el funcionamiento de la economía mundial desde la Segunda Guerra Mundial de forma que extendió el período de reconstrucción durante décadas y reescalonó la reaparición de crisis abiertas para que las quiebras tipo-1929 no se repitieran es testimonio de esto. Y estas acciones todas ellas estaban basadas en el desarrollo de una teoría sobre los mecanismos y 'deficiencias' (como la burguesía podría llamarlos) del modo de producción. En otras palabras, estas acciones fueron ejecutadas conscientemente.
La capacidad de la burguesía de actuar coordinadamente a nivel diplomático/militar también se ha mostrado una y otra vez—como en las acciones de ambos bloques en Oriente Medio durante las últimas tres décadas.
Sin embargo, la burguesía tiene manos relativamente libres en su actividad en los niveles puramente económicos y militares—es decir, solo está lidiando consigo misma. El funcionamiento del estado es más complejo donde tiene que lidiar con cuestiones sociales—porque estas implican los movimientos de otras clases, particularmente el proletariado.
11. En su enfrentamiento al proletariado, el estado puede emplear muchas ramas de su aparato en una división del trabajo coherente; una huelga aislada de los trabajadores podría tener que enfrentarse a un conjunto de sindicatos, campañas propagandísticas de prensa y televisión de diferentes matices, campañas de varios partidos políticos, la policía, los servicios de 'bienestar' y, a veces, al ejército. Pero ver la ejecución de un uso coordinado de todas estas partes del estado no implica que cada parte vea el marco general en el que cada una está llevando a cabo su función.
En primer lugar, es innecesario para todo el conjunto de la burguesía entender qué está sucediendo. La burguesía es capaz de delegar esta responsabilidad a una minoría suya. Por lo tanto, el Estado no se ve obstaculizado de forma significativa por el hecho de que toda la clase dominante no vea el cuadro completo. Es por tanto posible hablar, por ejemplo, sobre los "planes de la burguesía", mientras que de hecho es solo una pequeña proporción de la clase la que realmente los está haciendo.
Esto solo funciona debido a la forma en que los diferentes brazos del Estado están entrelazados. Brazos diferentes tienen diferentes funciones y además de ocuparse de la sección de la sociedad que les corresponde por dicha función, también comunican a los escalones más altos del Estado las presiones a las que están sometidos, y por consiguiente ayudan a determinar qué es posible y qué no.
En las alturas de la máquina estatal es posible para aquellos que están al mando hacerse una especie de cuadro general de la situación y de qué opciones tienen abiertas de forma realista para enfrentarse a ella. Al decir esto, sin embargo, es importante indicar:
· debe hacerse distinción entre una consciencia que permite una comprensión del sistema social capitalista (la del proletariado) y una consciencia que es requerida solo para permitir una defensa de ese sistema (la de la burguesía). En consecuencia, el ejército de analistas sociales empleados por el estado puede ayudar a este a defender su sistema, pero nunca a entenderlo;
12. Consecuentemente, las maniobras de la burguesía están estructuradas, sean conscientes de ello o no, y están determinadas por y confinadas dentro de un marco establecido por:
De acuerdo con la evolución del período actual, el peso de facciones clave de la burguesía se refuerza dentro del aparato estatal, a medida que la importancia de su rol y orientación se vuelve más clara para la burguesía. En la mayoría de los países del mundo este proceso automáticamente conduce al equipo de gobierno elegido—como resultado del mecanismo del estado de partido único.
Sin embargo, en las 'democracias'--que están generalmente entre los países más poderosos—los procesos de reforzamiento de ciertas facciones en el aparato estatal y los de elección del equipo de gobierno están separados. Por ejemplo, hemos visto en Gran Bretaña durante varios años un reforzamiento de la izquierda en los sindicatos, en el aparato local del estado, etc., mientras el Partido Laborista caía del poder político. La dictadura totalitaria de la burguesía permanece y mediante una hábil prestidigitación, la población elige, "libremente", lo que el conjurador ya ha elegido por ellos. El truco funciona bastante bien—las 'democracias' mantienen estos mecanismos electorales porque han aprendido cómo manipularlos de forma efectiva.
La 'libre elección' del equipo de gobierno por el electorado está afectada por:
Sin entrar en detalles, los siguientes ejemplos ilustran el uso reciente de algunos de estos mecanismos:
Estos ejemplos demuestran los mecanismos que la burguesía tiene a su disposición y que sabe cómo usarlos. Sin embargo, las burguesías de diferentes países tienen variados grados de flexibilidad en sus aparatos. A este respecto, Gran Bretaña y los EEUU probablemente tienen la maquinaria más efectiva entre las 'democracias'. Un ejemplo de una maquinaria relativamente inflexible, y de la falibilidad de la burguesía, se puede observar en los resultados de las elecciones presidenciales francesas de 1981[3].
13. La cuestión del marco impuesto por el período histórico en las maniobras de la burguesía ya se ha mencionado. En períodos en los que la lucha de clases es relativamente tranquila la burguesía elige a su equipo de gobierno de acuerdo a criterios principalmente relacionados con las políticas económicas y la política exterior. En estos casos, los objetivos de la burguesía pueden verse relativamente claros en las acciones del gobierno. Así, a lo largo de los años 1950 el gobierno de Gran Bretaña—la facción-Eden del Partido Conservador—correspondió a una decisión de la burguesía de aferrarse al Imperio contra la embestida de los Estados Unidos. Este esfuerzo se arruinó en el arrecife de la aventura de Suez en 1956. Sin embargo, la economía británica pudo funcionar bajo el gobierno de los Conservadores (que, bajo el gobierno de la facción-Macmillan, asumió más de las orientaciones del Partido Laborista en este asunto) hasta 1964. En otras palabras, en este tipo de períodos no hay necesariamente un criterio perfecto con el que juzgar si un determinado gobierno es el mejor para la burguesía o no.
Este no es para nada el caso en un período de resurgimiento de la clase obrera, como en el período desde 1968. A medida que la crisis abierta se muestra y que la lucha se intensifica, el marco impuesto a la burguesía se vuelve más definido y más ceñido, y las consecuencias de su salida fuera de este marco más peligrosas.
A lo largo de los años 1970 la burguesía trató de resolver sus crisis económicas, paliar la lucha de clases y además prepararse para la guerra—todo al mismo tiempo. En los años 1980 no hace ningún intento de resolver su crisis económica ya que generalmente se aprecia que no puede hacerlo. El marco para la burguesía está determinado ahora por la lucha de clases y las preparaciones de guerra, estando este segundo punto determinado por su habilidad para tratar con el primero. En tal situación, la forma en que la burguesía presenta sus políticas a la clase obrera es crucial ya que, en ausencia de soluciones, sus mistificaciones adquieren una enorme importancia.
La burguesía tiene que enfrentarse a la clase obrera hoy en día:
Además, la burguesía se enfrenta a la necesidad inmediata de aplastar a la clase obrera.
Esto es lo que hace que el marco de la izquierda en la oposición sea un factor crucial en la situación actual para la burguesía. Se convierte en un criterio para evaluar la preparación de la burguesía para enfrentarse a la clase obrera.
14. Ya se ha argumentado que, frente a la amenaza proletaria, la burguesía tiende a unirse y su consciencia tiende a hacerse "más inteligente". Las expresiones de este proceso han estado claras a lo largo de la última década y más:
En consecuencia, estamos en un período en el cual la burguesía comienza a organizarse a escala mundial para enfrentarse al proletariado, usando mecanismos creados en su mayor parte en respuesta a otras necesidades.
15. A medida que el proletariado entra en un período de confrontación de clases decisiva, se vuelve imperativo medir la fuerza y los recursos de la clase enemiga. Subestimar aquellos significaría desarmar al proletariado, que requiere claridad de consciencia y no ilusiones para enfrentarse a su reto histórico.
Como este texto ha intentado mostrar, el aparato estatal de la burguesía se está reforzando a lo largo de todo el mundo para enfrentarse al proletariado. Podemos esperar la continuación de este proceso—que el estado se vuelva más sofisticado, y que la consciencia de la burguesía se vuelva más alerta y un factor aún más activo en la situación. Sin embargo, esto no significa que el enemigo del proletariado se esté volviendo cada vez más y más fuerte. Al contrario, el reforzamiento del estado está teniendo lugar sobre cimientos que se están desmoronando. Las contradicciones del orden burgués están provocando que se rompan las costuras de la sociedad. Independientemente de cuánto se fortalezca el estado no será capaz de reparar la decadencia del sistema provocada por factores históricos. El estado tal vez sea fuerte, pero es una fuerza quebradiza.
Debido a que el sistema social está desmoronándose el proletariado podrá confrontar al estado a nivel social, atacando sus cimientos ampliando la brecha causada por las contradicciones sociales. El éxito del empuje del proletariado para abrir aún más la brecha dependerá de su confrontación con la primera línea de defensa del estado burgués: los sindicatos.
Marlowe
[1] Ver nuestro Manifiesto Internacional sobre 1917, https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201710/4237/manifiesto-de-la-corriente-comunista-internacional-sobre-la-revolucion [10]
[2] Nota de la edición actual (2017): el artículo que estamos publicando apareció en 1982. El contexto mundial de entonces era la división entre dos grandes bloques imperialistas (USA y URSS). En 1989 se hundió el bloque ruso y con ello desapareció gradualmente el bloque americano. Para sacar lecciones de este cambio trascendental en las relaciones imperialistas mundiales, la CCI produjo el Texto de Orientación Militarismo y Descomposición (Revista Internacional nº 64, https://es.internationalism.org/revista-internacional/201410/4046/militarismo-y-descomposicion [11] ). En él se afirma que “No es la formación de bloques imperialistas lo que está en la base del militarismo y del imperialismo. Es lo contrario: la formación de bloques no es sino la consecuencia extrema (que en cierta fase pueda agravar las causas mismas) del hundimiento del capitalismo decadente en el militarismo y la guerra”.
[3] Desde un punto de vista objetivo y, por así decirlo, “racional”, la burguesía francesa necesitaba para quebrar la lucha de clases que la Izquierda (PS y PC) estuvieran en la oposición. Sin embargo, las divisiones dentro de la Derecha, su falta de visión y el fuerte desprestigio que había sufrido, condujeron a la inesperada victoria de la izquierda en dichas elecciones.
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Los artículos que siguen son el producto de una discusión que ha estado animando a la CCI: su propósito principal es investigar el nivel de consciencia y capacidad de maniobrar de la burguesía en el período de decadencia. Es parte del debate sobre el Maquiavelismo de la burguesía, que fue una de las cuestiones que dieron lugar a la 'tendencia' que abandonó la organización hace alrededor de un año[1] [13] [1]. Esta tendencia algo informal se separó en varios grupos al salir de la CCI: L'Ouvrier Internationaliste (Francia) y 'News of War and Revolution' (Gran Bretaña), que han desde entonces desaparecido, y que junto a 'The Bulletin' (Gran Bretaña) hacían todas una misma crítica a la CCI: tenemos una visión Maquiavélica de la burguesía y una visión conspiradora de la historia. Otros grupos como 'Volunte Communiste' o 'Guerre de Classe' en Francia también acusan a la CCI de sobreestimar la consciencia de la burguesía[2] [14].
Pero esta discusión no es simplemente sobre la cuestión en concreto de cómo la burguesía maniobra en su período de decadencia: también plantea la cuestión más general de ¿qué es la burguesía?, y lo que esto implica para el proletariado.
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Por qué la burguesía es maquiavélica
Recordemos primero quién era Maquiavelo: esto nos ayudará a entender qué queremos decir cuando hablamos sobre maquiavelismo.
No intentamos hacer aquí un análisis exhaustivo de la obra de Maquiavelo y la época en que vivió. Nuestro objetivo es entender su contribución a la construcción de la ideología burguesa.
Maquiavelo fue un hombre de Estado en Florencia en la época del Renacimiento. Se le conoce sobre todo por su libro El Príncipe. Obviamente Maquiavelo, como cualquier persona, estaba atado a los límites de su propio período, y su conocimiento estaba condicionado por las relaciones de producción de aquella época, la etapa decadente del feudalismo. Sin embargo, su época era también una en la que una nueva clase estaba ascendiendo al poder: la burguesía, la cual estaba empezando a dominar la economía. La burguesía era la clase revolucionaria de ese período, y pronto empezaría a aspirar a la dominación política sobre la sociedad. El Príncipe, de Maquiavelo, no es solo un fiel retrato del tiempo en que fue escrito, un reflejo de la perversidad y doblez hipócrita de los gobiernos en los siglos 16 y 17, Maquiavelo antes que nada entendía la 'verdad efectiva'[3] [15] de las tácticas de los Estados en su día: los medios importan poco, lo esencial es el fin: conquistar y mantenerse en el poder. Su cometido era por encima de todo el de enseñar a los príncipes de aquella época cómo agarrarse a lo que habían adquirido y cómo evitar ser desposeídos por otros.
Maquiavelo fue el primero en separar la moral de la política, lo que venía a ser: la religión de la política. Tomó un punto de vista exclusivamente 'técnico'. Por supuesto, los príncipes nunca habían gobernado a sus súbditos para el bien de aquellos. Pero bajo el feudalismo, los príncipes no entendían los asuntos de estado muy bien, así que Maquiavelo emprendió la tarea de educarlos en ello. Maquiavelo no se inventó nada nuevo cuando dijo que los príncipes debían mentir si querían ganar, o cuando señaló que rara vez mantenían su palabra: todo esto se sabía ya desde los tiempos de Sócrates. La vida de los príncipes—su cinismo, su falta de fe—estaba condicionada por el poder tan abrumador que ya poseían. Habiendo asimilado su propio cinismo, lo único que le quedaba a Maquiavelo por hacer era cuestionar su fe Esto es lo que hizo cuando cuestionó la moral y el pilar en el que se apoyaba: la religión. En asuntos de estado, los medios no son importantes. Así, mediante la desestimación de todos los prejuicios morales en el ejercicio del poder, Maquiavelo justificaba el uso de la coerción y el chantaje y optaba por la desestimación de la la religión con el fin de que una minoría gobernara sobre la mayoría.
Esta es la razón por la que él fue el primer ideólogo político de la burguesía: liberó la política de la religión. Para él, igual que para la nueva clase ascendente, el modo de dominación podía ser ateo incluso mientras se hacía uso de la religión. Si bien la historia de la Edad Media hasta entonces no había conocido otra forma ideológica distinta de la religión, la burguesía estaba gradualmente desarrollando su propia ideología, que se quitaría de encima el peso de la religión, aunque continuaría usándola como un accesorio. Mediante la destrucción del vínculo entre política y moral, entre política y religión, Maquiavelo destruyó el concepto feudal de derecho divino al poder: le hizo la cama a la burguesía.
En realidad, los príncipes a los que Maquiavelo estaba educando eran 'los príncipes de la burguesía', la futura clase dominante, porque los príncipes feudales no podían abrir los oídos a este mensaje sin al mismo tiempo socavar las bases del poder feudal. Maquiavelo expresaba el punto de vista revolucionario de la época: el de la burguesía.
Incluso con sus limitaciones, el pensamiento de Maquiavelo no solo expresaba las limitaciones de aquella época, sino también los de su clase. Al presentar la 'verdad efectiva' como la verdad eterna, no estaba expresando tanto la ilusión de la época sino la ilusión de la burguesía, que, como todas las clases dominantes previas en la historia, era también una clase explotadora. Maquiavelo planteó explícitamente lo que había estado implícito para todas las clases dominantes y explotadoras de la época. Mentiras, terror, coerción, juego a dos bandas, corrupción, conspiración y asesinato político no eran métodos nuevos de gobierno: toda la historia del mundo antiguo, así como la del feudalismo, lo mostraba bastante claro. Como los patricios en la antigua Roma, como la aristocracia feudal, la burguesía no era excepción a la regla. La diferencia es que los patricios y aristócratas 'practicaban el maquiavelismo sin saberlo', mientras que la burguesía es maquiavélica y lo sabe. Convierte el maquiavelismo en 'verdad eterna', porque es así como vive: necesita y piensa en la explotación como algo eterno.
Como todas las clases explotadoras la burguesía también es una clase alienada. Ya que su propia trayectoria histórica le conduce hacia la nada, no puede admitir conscientemente sus límites históricos.
Al contrario que el proletariado, que como clase explotada y clase revolucionaria está empujada hacia la objetividad revolucionaria, la burguesía es prisionera de su subjetividad como clase explotadora. La diferencia entre la consciencia de clase revolucionaria del proletariado y la 'consciencia' explotadora de clase de la burguesía no es por tanto una cuestión de gradiente o cantidad: es una diferencia cualitativa.
La visión del mundo de la burguesía inevitablemente porta consigo el estigma de su situación como clase dominante y explotadora, que a día de hoy no es ya revolucionaria en ningún sentido—que desde que el capitalismo entró en su fase de decadencia, no tiene ningún rol progresista que jugar para la humanidad. A nivel de su ideología, necesaria y forzosamente expresa la realidad del modo de producción capitalista que está basado en la búsqueda frenética de lucro, en la más viciosa competición y la más salvaje explotación.
Como todas las clases explotadoras de la historia la burguesía no puede, a pesar de todas sus pretensiones, evitar demostrar en la práctica su absoluto desprecio por la vida humana. La burguesía comenzó siendo lo primero y ante todo una clase de comerciantes para quienes 'los negocios son los negocios' y 'el dinero no tiene olor'[4] [16]. Cuando separaba la 'política' de la 'moral', Maquiavelo estaba simplemente traduciendo la habitual separación burguesa entre 'negocios' y moral. Para la burguesía la vida humana no tiene valor salvo como mercancía.
La burguesía no solo expresa esta realidad en sus relaciones generales con las clases explotadas, sobre todo con la más importante de ellas, la clase obrera: también la expresa en sus procesos y relaciones internas, en las raíces más profundas de su forma de existir. Como expresión de un modo de producción basado en la competencia, toda su cosmovisión puede ser tan solo competitiva, una visión de rivalidad perpetua entre todas las personas, incluyendo en sus propias relaciones internas. Como es una clase explotadora, solo puede tener una cosmovisión jerárquica. En sus propias divisiones la burguesía simplemente expresa la realidad de un mundo dividido en clases, un mundo de explotación.
Desde que ha sido la clase gobernante, la burguesía siempre ha reforzado su poder con las mentiras de la ideología. El lema de la triunfante República francesa en 1789-'Libertad, Igualdad, Fraternidad'--es la mejor ilustración de esto. Los primeros Estados democráticos, surgidos de la lucha de clases contra el feudalismo en Inglaterra, Francia o América, no dudaron en usar los métodos más repulsivos y despiadados para extender sus conquistas territoriales y coloniales. Y cuando se trataba de aumentar sus ganancias estaban preparados para imponer la más brutal represión y explotación a la clase obrera.
Hasta el siglo 20 el poder de la burguesía se basaba esencialmente en la fuerza de su economía que todo lo conquistaba, en la tumultuosa expansión de las fuerzas productivas, en el hecho de que la clase obrera podía, mediante su lucha, ganar mejoras reales en sus condiciones de vida. Pero desde que el capitalismo entró en su fase decadente, en un período marcado por la tendencia hacia el colapso económico, la burguesía ha visto el fundamento material de su dominio socavado por la crisis de su economía. En estas condiciones, los aspectos ideológicos y represivos de su gobierno de clase se han vuelto esenciales. Las mentiras y el terror se han vuelto el método de gobierno para la burguesía.
El maquiavelismo de la burguesía no es la expresión de un anacronismo o de la perversión de sus ideales sobre 'la democracia'. Está en conformidad con su esencia, su verdadera naturaleza. Esto no es una 'novedad' en la historia—solo una de sus más siniestras banalidades. Aunque todas las clases explotadoras lo han expresado a diferentes niveles, la burguesía lo ha elevado a un grado cualitativamente nuevo. Al quebrantar el marco ideológico de dominación feudal—la religión—la burguesía emancipó la política de la religión, así como la ley, la ciencia y el arte. Ahora podría empezar a usar todas estas cosas conscientemente como instrumentos de su gobierno. En esto podemos comprobar el tremendo avance conseguido por la burguesía, así como sus límites.
No es la CCI la que tiene una visión maquiavélica de la burguesía, es la burguesía la que, por definición, es maquiavélica. No es la CCI la que tiene una cosmovisión conspirativa, policíaca de la historia, sino la burguesía. Esta visión de las cosas se propaga incesantemente en las páginas de los libros de historia, que se pasan el tiempo exaltando individuos, centrando la atención en tramas, intrigas y complots, en rivalidades entre pandillas y otros aspectos superficiales sin ver en ningún momento las fuerzas motrices reales, en comparación con las cuales estos epifenómenos son meramente espuma en una ola.
En el fondo, que los revolucionarios señalemos que la burguesía es maquiavélica es relativamente secundario y banal. Lo más importante es extraer las implicaciones que esto tiene para el proletariado.
El conjunto de la historia de la burguesía demuestra su inteligencia, su capacidad para maniobrar—particularmente el período de decadencia que ha visto dos guerras mundiales y en el cual la burguesía ha mostrado que no existen mentiras, no existen actos de barbarie que sean suficientemente grandes para ella[5] [17].
Pensar que a día de hoy la burguesía no es ya capaz de tener la misma capacidad de maniobra, la misma falta de escrúpulos que demuestra en sus rivalidades internas, enfrentada como está a su enemigo de clase histórico, llevaría a una profunda subestimación del enemigo contra el cual el proletariado tiene que enfrentarse
Los ejemplos históricos de la Comuna de París y la revolución en Rusia ya han mostrado que, cuando ha de enfrentarse al proletariado, la burguesía puede dejar de lado sus más potentes antagonismos—aquellos que le llevan a la guerra—y a unirse contra la clase que amenaza con destruirla.
La clase obrera, la primera clase revolucionaria explotada en la historia, no puede apoyarse en ninguna fuerza económica para llevar a cabo su revolución política. Su verdadera fuerza es su consciencia, y esto lo ha entendido muy bien la burguesía. “Gobernar significa poner a tus súbditos en una situación en la que no te puedan molestar o tan siquiera pensar en molestarte”, como dijo Maquiavelo. Esto es más cierto que nunca hoy en día.
Debido a que el terror por sí solo no es suficiente, toda la propaganda burguesa se emplea en mantener al proletariado atado a las cadenas de su explotación, en movilizarlo hacia intereses que no son los suyos propios, en bloquear el desarrollo de una consciencia de la necesidad y posibilidad de la revolución comunista.
Si la burguesía gasta tanto dinero en mantener un aparato político que contenga y mistifique al proletariado (parlamento, partidos, sindicatos,) y lleva un control absoluto sobre todos los medios de comunicación de masas (prensa, radio, televisión) es porque la propaganda—la mentira—es un arma esencial de la burguesía. Y es bastante capaz de provocar eventos que alimenten esta propaganda, si es necesario.
Sin contar con que todos estos medios se unen al campo de los ideólogos a los que Marx atacaba cuando escribía:
“Aunque en la vida cotidiana todo tendero sabe distinguir entre lo que un individuo dice ser y lo que realmente es, nuestra historiografía todavía no ha adquirido este banal conocimiento. Se cree palabra por palabra lo que cada época afirma y se imagina de sí misma.”
En realidad, significa no conseguir ver a la burguesía, estar ciego a todas sus maniobras porque no te crees que la burguesía sea capaz de ellas.
Simplemente por fijarnos en dos ejemplos particularmente ilustrativos:
● Las campañas internacionales contra el terrorismo para crear un clima de inseguridad con el fin de polarizar la atención del proletariado y subordinarlo a un cada vez más creciente control policial. La burguesía no solo ha usado los actos desesperados de la pequeña burguesía para conseguir esto: no ha vacilado en fomentar y organizar ataques terroristas para alimentar sus campañas propagandísticas.
● Desde hace mucho tiempo, la burguesía ha entendido el papel esencial de la izquierda para controlar a los trabajadores. Una de las tareas esenciales de la propaganda burguesa es mantener a flote la idea de que los partidos socialistas, los partidos comunistas, los izquierdistas y los sindicatos verdaderamente defienden los intereses de la clase obrera. Es la mentira que más pesa en la consciencia del proletariado.
Este es el maquiavelismo de la burguesía de cara al proletariado. Es simplemente la forma de ser y actuar de la burguesía: no hay nada nuevo es esto. Denunciar los medios característicos de la burguesía, sus maniobras, sus mentiras; esta es una de las tareas más esenciales de los revolucionarios.
La cuestión de la eficacia de las maniobras y la propaganda de la burguesía hacia el proletariado es otro problema. Secretamente en sus gabinetes privados internos, la burguesía puede preparar las intrigas y maniobras más sutiles, pero su éxito depende de otros factores, sobre todo de la consciencia del proletariado. La mejor forma de reforzar esta consciencia es, para la clase obrera, romper con cualquier tipo de ilusión que pueda tener sobre su enemigo de clase y sus maniobras.
El proletariado se enfrenta a una clase de gánsteres sin escrúpulos que no detendrán por nada del mundo su sistema de explotación. Esto es algo que el proletariado tiene que entender.
JJ
[1] [18] Ver ‘Crisis en el Medio Revolucionario', Revista Internacional 28, disponible en papel en la traducción española.
[2] [19] The Bulletin, Ingram, 580 George St, Aberdeen, Reino Unido. Revolution Sociale, BP 30316, 74767 París, Cedex 16, Francia. Guerre de Classe, c/o Paralleles, 47 Rue de St. Honore, 75001, París, Francia
[3] [20] Esto es lo que entendía Maquiavelo por “verdad efectiva”, lo cual es muy revelador: “Queda ahora por analizar cómo debe comportarse un príncipe en el trato con súbditos y amigos. Y porque sé que muchos han escrito sobre el tema, me pregunto, al escribir ahora yo, si no seré tachado de presuntuoso, sobre todo al comprobar que en esta materia me aparto de sus opiniones. Pero siendo mi propósito escribir cosa útil para quien la entiende, me ha parecido más conveniente ir tras la verdad efectiva de la cosa que tras su apariencia. Porque muchos se han imaginado como existentes de veras a repúblicas y principados que nunca han sido vistos ni conocidos; porque hay tanta diferencia entre cómo se vive y cómo se debería vivir, que aquel que deja lo que se hace por lo que debería hacerse marcha a su ruina en vez de beneficiarse; pues un hombre que en todas partes quiera hacer profesión de bueno es inevitable que se pierda entre tantos que no lo son. Por lo cual es necesario que todo príncipe que quiera mantenerse aprenda a no ser bueno, y a practicarlo o no de acuerdo con la necesidad”. El Príncipe, capítulo 15 https://ocw.uca.es/pluginfile.php/1491/mod_resource/content/1/El_principe_Maquiavelo.pdf [21]
[4] [22] Esta frase se emplea habitualmente en varios idiomas (alemán, por ejemplo) para indicar que no importa de dónde se saca el dinero o si se hace por medios lícitos o ilícitos, lo importante es qué es dinero y enriquece a su poseedor. Es un principio clave del capitalismo que en su sed de acumulación no tiene ningún escrúpulo en asesinar, poner en peligro vidas, explotar más allá de todo límite etc., con tal de obtener la máxima ganancia. Esto abunda en la tesis que estamos defendiendo del maquiavelismo de la burguesía. Sobre el origen de la expresión “El dinero no tiene olor viene de que el emperador Vespasiano (69-79 DC) impuso un impuesto a los artesanos que utilizaban la orina para limpiar cueros o túnicas de lana. A las letrinas públicas se les llama en varios idiomas “vespasianas”.
[5] [23] Los escándalos episódicos que salen a flote como gas nocivo en un pantano son una buena ilustración del estado de descomposición repulsivo alcanzado por esta clase maquiavélica, la burguesía. El caso Lockheed que mostró la verdadera corrupción del comercio internacional; el caso de la Logia P2 en Italia que revelaba el funcionamiento oculto de la burguesía dentro del Estado, a años luz de sus principios 'democráticos'; el caso De Broglie donde el que fue en su momento un influyente ministro apareció en el centro de toda una red de falsificación de dinero, tráfico de armas y fraude financiero internacional; el caso Matesa en España...la lista es interminable, mostrando una completa falta de escrúpulos de esta clase gángster. El escenario político internacional de la burguesía es rica en asesinatos políticos (siendo Sadat y Gemayel ejemplos recientes), en complots, en golpes de estado fomentados con la ayuda de los servicios secretos de esta o aquella fracción dominante de la burguesía mundial
Links
[1] https://es.internationalism.org/files/es/proletariado_europa_occidental.pdf
[2] https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/47-princi.htm
[3] https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/criteconpol.htm
[4] https://es.internationalism.org/revista-internacional/197801/1066/octubre-de-1917-principio-de-la-revolucion-proletaria-i
[5] https://es.internationalism.org/revista-internacional/197801/2362/octubre-1917-principio-de-la-revolucion-proletaria-ii
[6] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201804/4294/el-curso-historico
[7] https://es.internationalism.org/content/4597/polonia-agosto-de-1980-hace-40-anos-el-proletariado-mundial-retomaba-de-nuevo-la-huelga
[8] https://es.internationalism.org/en/tag/2/26/la-revolucion-proletaria
[9] https://es.internationalism.org/files/es/notas_sobre_conciencia_de_la_burguesia.pdf
[10] https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201710/4237/manifiesto-de-la-corriente-comunista-internacional-sobre-la-revolucion
[11] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201410/4046/militarismo-y-descomposicion
[12] https://es.internationalism.org/files/es/maquiavelismo_1.pdf
[13] https://es.internationalism.org/node/add/book?parent=2471#_ftn1
[14] https://es.internationalism.org/node/add/book?parent=2471#_ftn2
[15] https://es.internationalism.org/node/add/book?parent=2471#_ftn3
[16] https://es.internationalism.org/node/add/book?parent=2471#_ftn4
[17] https://es.internationalism.org/node/add/book?parent=2471#_ftn5
[18] https://es.internationalism.org/node/add/book?parent=2471#_ftnref1
[19] https://es.internationalism.org/node/add/book?parent=2471#_ftnref2
[20] https://es.internationalism.org/node/add/book?parent=2471#_ftnref3
[21] https://ocw.uca.es/pluginfile.php/1491/mod_resource/content/1/El_principe_Maquiavelo.pdf
[22] https://es.internationalism.org/node/add/book?parent=2471#_ftnref4
[23] https://es.internationalism.org/node/add/book?parent=2471#_ftnref5
[24] https://es.internationalism.org/en/tag/2/31/el-engano-del-parlamentarismo