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Rev. Internacional nº 111, 4º trimestre 2002

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La decadencia : un concepto básico del marxismo

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Edición rusa de La Decadencia del capitalismo

A continuación publicamos la introducción a la edición rusa del folleto de la CCI La Decadencia del capitalismo, recientemente publicada gracias a los esfuerzos de compañeros del nuevo medio proletario emergente en Rusia. Nuestra introducción se centra en particular en la contribución del movimiento obrero en Rusia a nuestra comprensión del ocaso del capitalismo. Resulta tanto más importante porque el concepto o la definición de la decadencia del capitalismo ha sido una de las cuestiones importantes discutidas con los grupos e individuos que componen el medio ruso.

Como ya lo explicamos en varios textos, consideramos que la noción según la cual todas las formas de sociedades de clase existentes han atravesado épocas de ascendencia y de declive es algo fundamental en la concepción materialista de la historia. Como Marx lo escribió en su famoso Prefacio a la Crítica de la economía política, a cierto nivel de su desarrollo, un modo de producción entra en una época de revolución social cuando las relaciones socio-económicas pasan de un ser formas de desarrollo a convertirse en trabas para un progreso ulterior. Compartimos la conclusión sacada por la Internacional comunista y las Fracciones de izquierda italiana y alemana, para quienes la época de "desintegración interna" del capitalismo, de guerras imperialistas y de revoluciones proletarias se abre con el estallido de la Primera Guerra mundial en 1914, conclusión confirmada totalmente por la oleada revolucionaria internacional qui surgió frente a la guerra imperialista.

Es verdad que todas las corrientes de la izquierda comunista no han proseguido esta tradición. Sus herederos tanto bordiguistas como consejistas, procedentes respectivamente de le Izquierda italiana y de la germano-holandesa, han puesto en entredicho cada una de ellas a su manera el concepto de decadencia, con argumentos como que el capitalismo siempre podía seguir con un desarrollo juvenil en las antiguas regiones coloniales, o que siendo cíclicas de por sí las crisis del capitalismo, quizás podía haber una diferencia cuantitativa pero nunca cualitativa en los trastornos provocados por las crisis antes de 1914 y las catástrofes que provocaron en el período siguiente. Ya veremos que estos puntos de vista han tenido una considerable influencia sobre los nuevo grupos rusos. Argumentaremos sin embargo que estas posiciones son una regresión y que los grupos que con más fidelidad mantienen los progresos programáticos de la Izquierda comunista se fundan en el reconocimiento de que el capitalismo es un sistema en decadencia.

De forma implícita, el lazo íntimo existente entre el materialismo histórico y la teoría de la decadencia se verifica en la ofensiva ideológica contra el marxismo dirigida por el capitalismo desde el hundimiento del bloque del Este a finales de los 80. Esa ofensiva se ha basado en gran parte en la "mundialización". Según esta idea (de la que podemos convenir que es bastante ambigua y vaga), el capitalismo no habría sido un sistema verdaderamente mundial más que con el advenimiento de las políticas de "librecambio" -las "reaganomics" de los 80-, con el crecimiento rápido de las comunicaciones gracias al triunfo de la informática y sobre todo con el hundimiento del bloque del Este que supuestamente habría borrado del mapa económico del planeta a las últimas zonas "no capitalistas". Los que comparten esta idea podrán apoyar o condenar los efectos de la mundialización, pero el fondo común sigue siendo que el capitalismo habría entrado en una nueva época, una especie de ascendencia que sería un mentís a la vieja teoría marxista del sistema capitalista en declive. Esta visión es totalmente contraria a la tradición de la Izquierda comunista, la cual basó sus análisis en las teorías de Luxemburg y de Bujarin quienes, cuando la Primera Guerra mundial, defen dieron que el capitalismo había entrado en su fase de declive precisamente por que se había vuelto un sistema global, una verdadera economía mundial. También es totalmente antagónica con el análisis que hace la CCI del período abierto con el hundimiento del bloque del Este, del que afirmamos que no es ni mucho menos un nuevo período de ascendencia del capitalismo, sino la fase final y más peligrosa de su declive -su fase de descomposición-, en la que la alternativa entre socialismo o barbarie es cada día más una realidad cotidiana.

La teoría de la decadencia sufre esos ataques ideológicos generales por parte de un montón de ideólogos procedentes tanto de la derecha "neoliberal" como de los gurús más "radicales" de los movimientos de protesta "antimundialización", pero a él se une una muchedumbre de grupos que pretenden defender el comunismo, y que en realidad están en ese pantano que hay entre el ala izquierda del capital y el medio proletario, y eso cuando no pertenecen al parasitismo político. Ya advertimos este fenómeno a finales de los 80, lo que nos incitó a publicar una serie de artículos sobre el tema: "Entender la decadencia del capitalismo" (1). En ellos contestábamos en particular a las novedades y demás inventos de grupos parásitos tal come el Grupo comunista internacionalista (GCI), Perspectiva internacionalista (PI) y demás. Éstos procedían de la CCI y a pesar de haber escisionado por otras razones, es de notar que entre todas las revisiones teóricas a que se lanzaron para distanciarse políticamente de la CCI, la primera de ellas fue la decadencia. Fue abiertamente en el caso del GCI, que adoptó entonces un método semibordiguista, y más insidiosamente por parte de PI, que empezó diluyendo y mezclando la noción de decadencia con nociones muy sabias sobre la transición entre dominación formal y dominación real del capital, para acabar metiéndose con la herencia de la Izquierda comunista acusando la teoría de la decadencia de ser fundamentalmente mecanicista y "productivista". A mediados de los 90, el Círculo de París, también compuesto de elementos qui habían salido de la CCI para caer en el parasitismo, se fue por el mismo camino. Sus protagonistas empezaron poniendo en entredicho el concepto de la CCI de la descomposición ; no tardaron mucho en concluir que la verdadera cuestión teórica no era la descomposición, sino la decadencia. Y el último engendro del panteón parasito -la "Fracción interna de la CCI"-, también parece haber tomado el mismo derrotero pues ya se ha puesto a expresar abiertamente su desdén hacia el concepto de descomposición.

Esos grupos parásitos funcionan como estaciones de enlace de las campañas ideológicas de la burguesía en el medio proletario. Se puede precisamente medir el éxito de estas campañas por el número de antiguos comunistas que se ha llevado consigo la propaganda sobre las nuevas perspectivas deslumbrantes de crecimiento capitalista. Para saber que no sólo la CCI ha sufrido la presión de la ideología dominante en ese aspecto, podemos considerar el caso del BIPR que ha integrado prácticamente sin vacilar la noción de mundialización a su marco teórico, minimizando simultáneamente la importancia de la decadencia. En un texto publicado en su sitio web, "Reflexiones sobre las crisis de la CCI", el BIPR muestra una lógica similar a la de los "pensadores" ex-CCI :

"Volvamos al concepto fundador de la decadencia. Subrayemos que no tiene sentido más que si nos referimos a la capacidad de sobrevivir del modo de producción. En otros términos, no se puede hablar de decadencia más que si con ello entendemos la presunta incapacidad creciente del capitalismo para pasar de un ciclo de acumulación a otro. También se puede considerar como un fenómeno de decadencia el acortamiento de las fases ascendentes de acumulación, pero la experiencia de los últimos ciclos demuestra que la brevedad de la fase ascendente no significa necesariamente la aceleración del conjunto del ciclo de acumulación crisis, guerra, nueva acumulación. ¿ Para qué sirve entonces el concepto de decadencia en la crítica militante de la economía política, es decir en el análisis profundizado de los fenómenos y de la dinámica del capitalismo en el período que atravesamos ? Para nada. Hasta el punto de que la palabra ni aparece en los tres libros que componen El Capital."

Esta cita es la expresión más clara de una forma de pensar del BIPR que se ha ido definiendo desde hace unos años. Mucho tiempo ha pasado desde que los compañeros de la CWO argumentaban que el concepto de decadencia era la piedra angular de sus posiciones políticas. Ya tendremos ocasión de volver a criticar este pasaje y sus implicaciones.

El medio ruso y el concepto de decadencia del capitalismo

Si ya los grupos más "establecidos" de la Izquierda comunista en el Oeste están sufriendo esas presiones extremas, no es de sorprender si el concepto de decadencia plantea tantas dificultades a los grupos de medio que está emergiendo en Rusia, en donde la tradición de la Izquierda comunista fue liquidada por completo por la presencia directa de la contrarrevolución estalinista.

La CCI ya ha publicado buena parte de su correspondencia con elementos y grupos de ese medio, dedicada buena parte de ella a la cuestión de la decadencia. En la Revista internacional no 101, por ejemplo, publicamos un artículo titulado "La revolución proletaria está a la orden del día de la historia desde principios del siglo XX". Era nuestra respuesta al compañero S, de Moldavia, miembro del Grupo de revolucionarios colectivistas proletarios (GRCP). Los principios del GRCP que, si hemos entendido bien, han sido aceptados por el nuevo grupo, definen al capitalismo como un sistema decadente, pero parece ser que definen el principio de la decadencia en un momento muy avanzado del siglo XX, al afirmar que el comunismo solo se ha convertido en posibilidad material con el desarrollo global de los microprocesadores. Del mismo modo, mientras argumentan en sus principios que "la consigna de 'derecho de los pueblos a la autodeterminación' perdió su carácter progresista en la época moderna de declive y de decadencia de la sociedad capitalista" y que el "reconocimiento del carácter imperialista de todos los conflictos internacionales en la época moderna de decadencia del capitalismo", el mo mento en que los conflictos nacionales perdieron su carácter progresista sigue siendo una cuestión no clarificada (2) ; y da también la impresión de que hoy en día seguiría siendo posible el apoyo del proletariado a ciertos movimientos nacionales :

"apoyo a los movimientos de las clases pequeño burguesas y semiproletarias de las naciones oprimidas, movimientos que aparecen con la consigna de 'liberación nacional', en la medida en que estos movimientos no son controlados por clases explotadoras y que debilitan objetivamente el poder estatal de los explotadores (incluido su propio Estado nacional)".

Tales argumentos parecen demostrar la dificultad que tienen los grupos rusos en romper con la argumentación de Lenin cuando éste afirma que el apoyo a los movimientos de liberación nacional es una forma de oposición a su propia burguesía nacional (en particular cuando ésta tiene tras ella una larga historia de opresión de otros grupos nacionales, como fue el caso del imperio del zar). Esos sentimientos "leninistas" también tienen un eco en los compañeros del Buró Sur del Partido marxista del trabajo (MLP, Marxist Labour Party) quienes proclaman su no leninismo pero no vacilan en apoyarlo sobre este tema fundamental : "Habréis notado que somos muy poco leninistas. Sin embargo, pensamos que la posición de Lenin fue la mejor sobre el tema. Cada nación (¡ojo! nación, y no nacionalidad o grupo nacional, étnico, etc.) tiene totalmente derecho a disponer de sí misma en el marco de su territorio étnico-histórico, hasta la separación y la fundación de un Estado independiente". Este pasaje está citado en nuestro artículo "El papel irremplazable de las Fracciones de izquierda en la tradición marxista", publicado en la Revista internacional no104, que también contesta a varios argumentos del MLP. También son incapaces estos compañeros de ir más allá de ciertas formulaciones de Lenin que definen la revolución rusa como una revolución doble, en parte social y en parte democrática burguesa. Explican este punto de vista en un largo texto traducido en inglés, "La anatomía marxista de Octubre". La CCI escribió una respuesta a esta contribución, apoyándose esencialmente en los argumentos de Bilan quien insistía en que al ser necesario analizar el capitalismo como que sistema global e histórico, las condiciones de la revolución proletaria han de surgir necesariamente a nivel internacional en el mismo período histórico, de forma que no tiene sentido hablar de que la revolución proletaria estaría a la orden del día en ciertos paises, mientras que en otros lo estarían unas revoluciones híbridas o por qué no burguesas.

Más recientemente, hemos publicado en World Revolution no 254 la plataforma de otro nuevo grupo, la Unión comunista internacional (UCI), basado en Kirov. En nuestros comentarios que saludan la aparición de este grupo, notamos que la plataforma de la UCI nos parece ambigua sobre los temas de la decadencia y de las luchas nacionales, y su respuesta a nuestro comentario ha confirmado esta toma de posición. Como no hemos contestado públicamente a esta carta, empezaremos aquí a hacerlo, presentando como mejor podamos los argumentos de la UCI. Debido a problemas de idioma, no ha sido siempre fácil seguir la argumentación de los compañeros. Pero basándonos en su carta del 20 de febrero de 2002, pensamos que contestan a nuestros comentarios en seis puntos :

1) La teoría de la decadencia niega que haya habido un desarrollo del capitalismo en el siglo XX, cuando claramente lo ha habido.

2) Siempre ha vivido el capitalismo en la violencia y la destrucción, así que dos guerras mundiales no prueban en nada que el sistema esté en decadencia.

3) En nuestros comentarios de WR no254, escribimos que la UCI era incoherente cuando negaba la decadencia del capitalismo y a la vez insistía en su plataforma en que todas las fracciones de la burguesía son igualmente reaccionarias. Los compañeros contestan que aún siendo reaccionarias todas las fracciones de la burguesía, ello no implica que las tareas de la revolución democrática burguesa sean reaccionarias : "Por ejemplo, la burguesía rusa no fue capaz de conducir la revolución burguesa y era entonces reaccionaria en 1917. Sin embargo, las transformaciones democráticas burguesas de la Revolución rusa sí que eran progresistas". Hoy en día, dice la UCI, la burguesía no es capaz de hacer ninguna transformación burguesa sin guerra mundial, y es por eso por lo que no tiene sentido apoyar a ninguna fracción burguesa ; esto no quiere decir que no existan tareas democráticas burguesas que cumplir, sino que solo es capaz de realizarlas el proletariado.

4) La "Revolución china" es una prueba concreta de la posibilidad de revoluciones progresistas burguesas en el siglo XX…

5) Ese período de revoluciones burguesas nacionales progresistas no se acabó más que con la mundialización del capitalismo a finales del siglo XX.

6) Sin embargo, el proletariado todavía puede lograr transformar movimientos de independencia nacional en luchas por la revolución socialista.

Queremos contestar en profundidad a estos argumentos, así que volveremos en otros artículos sobre el tema. Sin embargo, parece claro que cualesquiera que sean las divergencias que puedan existir entre los grupos del medio ruso, los argumentos que avanzan son muy similares. Estimamos por lo tanto que nuestra respuesta a la UCI ha de ser considerada como una contribución dirigida al conjunto de este medio, así como para el debate internacional sobre las perspectivas del capitalismo mundial. CDW

1) Revista internacional nos 48, 49, 50, 54, 55, 56, 58, 60.

2) En el artículo que publicamos en la Revista internacional no 101, citamos este pasaje que parece confirmar que para este grupo, la decadencia del capitalismo, y por lo tanto el fin de toda función progresista de los movimientos nacionales, empieza a finales del siglo XX: "Con respecto a vuestro folleto Nación o clase, sí estamos de acuerdo con las conclusiones, sin embargo disentimos con la parte que se refiere a los motivos y al análisis histórico. Estamos de acuerdo con que hoy, a finales del siglo XX, la consigna de derecho a laautodeterminación de las naciones ya notiene nada de revolucionario. Es una consigna burguesa democrática. En cuanto se cierra la época de las revoluciones burguesas, también se cierra esta consigna para los revolucionarios proletarios. Sin embargo pensamos que la época de las revoluciones burguesas se cierra a finales del siglo XX, no a su comienzo. En 1915, Lenin tenía razón contra Luxemburgo, en 1952 Bordiga tenía razón sobre este tema contra Damen, sin embargo hoy la situación esta invertida. Y consideramos totalmente errónea vuestra posición según la cual diversos movimientos revolucionarios no proletarios del tercer mundo, que a pesar de no tener ningún contenido socialista eran objetivamente movimientos revolucionarios, no eran sino herramientas de Moscú y no eran objetivamente movimientos burgueses progresistas, como lo habéis escrito sobre Vietnam por ejemplo".

Series: 

  • La Decadencia del capitalismo (varios) [1]

Herencia de la Izquierda Comunista: 

  • La decadencia del capitalismo [2]

Prefacio a la edición en ruso de La Decadencia del capitalismo

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LA PUBLICACION del folleto de la CCI La Decadencia del capitalismo testimonia el resurgimiento de elementos revolucionarios en un país donde la tradición política revolucionaria, en otro tiempo muy fuerte, fue enterrada bajo el peso terrible de la contrarrevolución estalinista. La CCI es plenamente consciente de que sin ese renacimiento la traducción del folleto no hubiera sido posible: nosotros lo proponemos, pues, como contribución a la clarificación de las posiciones comunistas que actualmente se están produciendo tanto en el mismo medio ruso como entre éste y las expresiones internacionales del comunismo auténtico.

La introducción de las ediciones precedentes de este folleto contiene ya una historia del concepto de decadencia en el movimiento marxista, mostrando que desde Marx hasta la Internacional comunista y las Fracciones de izquierda que plantaron cara contra la degeneración y muerte de ésta, esta noción no estaba basada en una crítica puramente moral o cultural de la sociedad capitalista, como lo concibe la interpretación vulgar de "decadencia", en términos de reprobación de las diferentes formas de arte, de la moda o de las costumbres sociales. Al contrario, la noción marxista de decadencia se desprende de manera ineluctable de las premisas mismas del materialismo histórico, y es la piedra angular de la demostración del hecho que no solo el capitalismo ha entrado en su declive histórico como modo de producción desde principios del siglo XX, sino que también este periodo ha puesto la revolución proletaria al orden del día de la historia. En este prefacio a la edición en ruso, queremos focalizarnos sobre la contribución enorme que han aportado al concepto de decadencia del capitalismo, la experiencia concreta de la clase obrera rusa y los esfuerzos teóricos de sus minorías revolucionarias.

No queremos extendernos, por lo que presentaremos esta contribución de forma cronológica. Otros documentos -que deben escribirse, quizá por los mismos camaradas rusos- pueden explorar esta cuestión más profundamente; sin embargo, esta forma servirá también para ir marcando las etapas más importantes del proceso durante el cual la sección rusa del movimiento obrero hizo su aportación a la comprensión del proletariado mundial en su conjunto.

1903: la separación entre bolcheviques y mencheviques en el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso no tuvo únicamente como razón la de cómo organizar el partido en la condiciones de represión del zarismo. En cierto sentido, pese al atraso, Rusia con su proletariado fuertemente concentrado y su incapacidad para encerrar el movimiento en un marco legal y democrático, fue una anticipación a las condiciones totalitarias a las que tenía que hacer frente la clase obrera en la época inmediata de la revolución proletaria en una situación en la cual ya no existía margen para la existencia permanente de organizaciones de masas de la clase obrera. Así, cuando Lenin rechaza la concepción menchevique de un partido obrero "amplio" y "abierto" e insiste en la necesidad de un partido disciplinado de militantes revolucionarios comprometidos con un programa claro, está siendo un precursor de la forma de organización del partido necesaria en una época en la que la lucha directa por la revolución ha sustituido el combate por reformas dentro del orden burgués.

1905: "la revolución rusa actual estalla en un punto de la evolución histórica situado ya en la otra vertiente de la montaña, más allá del apogeo de la sociedad capitalista" (Rosa Luxemburgo, Huelga de masas, partido y sindicatos). Con sus huelgas de masas y su descubrimiento de la forma soviética de organización, el proletariado en Rusia anuncia el advenimiento de una nueva época, en la cual quedarán caducados los viejos métodos sindicales. Mientras es Rosa Luxemburgo quien demuestra de la forma más incisiva cual es la dinámica de la huelga de masas, el ala izquierda de la socialdemocracia comienza a sacar las principales lecciones de los acontecimientos de 1905: Lenin -contrariamente a los "super-leninistas", cuya primera respuesta a los Soviets fue llamarlos a disolverse en el partido- señala la relación dialéctica entre la organización de la minoría revolucionaria, el partido, y el soviet, concebido éste como órgano general de toda la clase capaz de constituir la base de una dictadura revolucionaria. Trotski es todavía más consciente de la importancia del soviet como forma de organización adaptada a la huelga de masas y a la lucha por el poder del proletariado. En su teoría de la revolución permanente avanza hacia la conclusión según la cual la evolución histórica ha superado la posibilidad de una revolución burguesa en países atrasados como Rusia: en consecuencia, una verdadera revolución tendrá que ser conducida por la clase obrera, adoptar objetivos socialistas y extenderse a escala internacional.

1914-16: de todas las corrientes proletarias opuestas a la guerra imperialista mundial, son los bolcheviques, en torno a Lenin, los más claros. Rechazando los argumentos social-chovinistas que utilizan la letra de Marx para mejor traicionar su espíritu, Lenin muestra que no hay nada de nacional, democrático o progresivo en aquella escabechina y enarbola la consigna de "transformar la guerra imperialista en guerra civil". La guerra, en suma, ha abierto una nueva época en la que la revolución proletaria no es un proyecto lejano sino que está directamente inscrita en el orden del día de la historia. En su libro El Imperialismo, fase suprema del capitalismo, Lenin describe el capitalismo imperialista como un sistema en declive. En la misma época, el libro de Bujarin Imperialismo y economía mundial demuestra que el hundimiento del capitalismo en el militarismo es el resultado de la creación de una economía mundial que ha puesto las bases de las condiciones objetivas para un modo de producción superior pero que actúa como un obstáculo sangriento para su realización. Esta tesis es paralela a la del análisis de Rosa Luxemburg sobre las limitaciones históricas del sistema capitalista, La Acumulación de capital, folleto que es el punto de referencia fundamental de este folleto. Tanto Bujarin como Luxemburg, reconocen también que en un orden mundial construido por los gigantes imperialistas, las luchas de "liberación nacional" han perdido todo sentido. Finalmente, el trabajo de Bujarin da una panorámica de la forma que tomará esta nueva economía capitalista mundial: una lucha a muerte entre "trusts capitalistas de Estado". Es una anticipación de cómo la forma estatal adoptada por el capital durante la guerra habría de ser su método clásico de organización durante todo su periodo de declive.

1917: el proletariado muestra de nuevo la unidad entre la teoría y la práctica al rebelarse contra la guerra imperialista, derribando el zarismo, organizándose en soviets y orientándose hacia la toma revolucionaria del poder. Enfrentado a la vieja guardia bolchevique que se agarra a las fórmulas superadas heredadas del periodo anterior, Lenin escribe las Tesis de Abril en las cuales declara que el objetivo del proletariado en Rusia no es ni mucho menos una "revolución democrática" híbrida sino la insurrección proletaria como primer paso hacia la revolución socialista mundial. Una vez más, la revolución de octubre es la verificación en la práctica del método marxista aplicado en las Tesis de Abril que habían sido denigradas como "anarquistas" por los "marxistas ortodoxos" que no habían conseguido ver el nuevo periodo que se había abierto.

1919: La formación en Moscú de la Internacional comunista como instrumento clave para la extensión mundial de la revolución proletaria. La plataforma de la CCI se funda en el reconocimiento de que "un nuevo periodo ha nacido, la época del declive del capitalismo, de su desintegración interna, la época de la revolución comunista proletaria". Por consiguiente, el viejo programa mínimo de reformas está superado de la misma forma que los métodos que utilizaba la socialdemocracia para llevarlo adelante. Desde ese momento la noción de decadencia del capitalismo se convirtió en un fundamento del programa comunista.

1920-27: el que la revolución no haya conseguido extenderse provoca la burocratización del estado ruso y del partido bolchevique que se fusiona con aquél de forma errónea. Se abre un proceso de contrarrevolución interna que culmina con el triunfo del estalinismo antes del final de la década. Sin embargo, la degeneración del Partido bolchevique y de la IC, dominada por él, provoca resistencias por parte de la Izquierda comunista en países tales como Alemania, Italia y en la misma Rusia. La izquierda denuncia la tendencia a volver a las viejas prácticas socialdemócratas como el parlamentarismo o la búsqueda de alianzas con los antiguos partidos socialistas definitivamente pasados al campo de la burguesía. En Rusia, por ejemplo, el Grupo obrero de Miasnakov, formado en 1923, es muy claro sobre el rechazo de la táctica del Frente único de la IC a la vez que critica la pérdida del control político del proletariado sobre el Estado de los soviets. Cuando la facción estalinista consolida su victoria, los comunistas de izquierda rusos figuran entre los primeros en comprender que el estalinismo representa la contrarrevolución burguesa y que las relaciones sociales capitalistas pueden mantenerse dentro de una economía completamente estatalizada.

1928-1945: el terror estalinista elimina o lleva al exilio a toda una generación de revolucionarios. La voz política de la clase obrera rusa es reducida al silencio durante decenios y el trabajo de sacar las lecciones de esta derrota y analizar la naturaleza y las características del régimen estalinista incumbe a los comunistas de izquierda de Europa y América. No es una tarea fácil y las cuentas deben ser saldadas con numerosas teorías erróneas, como por ejemplo la de Trotski de un "Estado obrero degenerado", antes de que lo esencial pueda ser plenamente comprendido, o sea, que el régimen estalinista de capitalismo de estado integral, con su aparato político totalitario y su economía orientada hacia la guerra, es sobre todo un producto de la decadencia del capitalismo, porque el capitalismo es en esta época un sistema que vive para la guerra y que se apoya en el Estado para impedir que las contradicciones económicas y sociales en fermentación no desemboquen en una situación explosiva. Contra todas las ilusiones sobre el capitalismo de Estado estalinista viéndolo como una vía para resolver esas contradicciones y desarrollar progresivamente el capital, la Izquierda comunista insistió en el terrible coste social de la industrialización estalinista en los años30, mostrando que ponía las bases de nuevos conflictos imperialistas todavía más destructivos. La participación voraz de la URSS en el segundo reparto del mundo confirmará los argumentos de la izquierda según los cuales el régimen estalinista tenía sus propios apetitos imperialistas, rechazando de esta forma toda concesión al llamamiento de Trotski a "la defensa de la URSS contra el ataque imperialista".

1945-1989: la URSS se convierte en líder de uno de los dos bloques imperialistas cuyas rivalidades dominan la situación internacional durante cuatro decenios. Sin embargo, como vemos en nuestras "Tesis sobre la crisis económica y política en el bloque del Este", incluidas como anexo en este folleto, el bloque estalinista está mucho menos desarrollado que su rival occidental, agobiado bajo el peso de un enorme sector militar, demasiado rígido en sus estructuras políticas y económicas para adaptarse a la demanda del mercado capitalista mundial. A finales de los años 60, la crisis económica del capitalismo mundial, que había sido enmascarada por el periodo de reconstrucción de posguerra, vuelve a la superficie una vez más, haciendo llover los golpes sobre la URSS y sus satélites. Incapaz de poner en marcha la más pequeña reforma económica o política sin poner en cuestión todo su edificio, incapaz de poder movilizar para la guerra pues no puede apoyarse en la lealtad de su propio proletariado (un hecho concretamente demostrado por la huelga de masas de Polonia de 1980), el edificio estalinista entero se desmorona bajo el peso de sus contradicciones. Sin embar go, contrariamente a lo que nos cuenta la propaganda mentirosa sobre el hundimiento del comunismo, lo que se hunde es una parte particularmente débil de la economía capitalista mundial, la cual, como un todo, no tiene solución a su crisis histórica.

1989: el hundimiento del bloque ruso conduce a la rápida desaparición del bloque occidental que ya no tiene un "enemigo común" que mantenga su cohesión. Este enorme cambio en la situación mundial marca la entrada del capitalismo decadente en una fase nueva y final -la fase de la descomposición- cuyos rasgos principales son descritos en las Tesis que se publican también como anexo de la presente obra. Basta decir aquí que la situación de Rusia tras la explosión de la Unión Soviética reúne todas las características de la nueva fase: a nivel internacional, la sustitución de las viejas rivalidades imperialistas bipolares por una lucha caótica de todos contra todos, en la cual Rusia continua defendiendo sus ambiciones imperialistas, aunque de forma menos descarada que en el pasado; a nivel interior, hemos visto después una tendencia a la explosión de la integridad territorial de la propia Rusia a través de las rebeliones nacionalistas y de numerosas guerras asesinas como la guerra actual de Chechenia; económicamente, a través de una ausencia total de estabilidad financiera que va de la mano con un desempleo y una inflación galopantes; socialmente, a través de un declive acelerado de la infraestructura, una polución creciente, un nivel creciente de enfermedades mentales y del recurso a la droga, la proliferación de bandas criminales a todos los niveles incluido en las altas esferas del Estado.

La desintegración interna es tal que hay muchos que en Rusia sienten la nostalgia de los "buenos tiempos" del estalinismo. Pero no puede haber marcha atrás: el capitalismo en todos los países es un sistema en crisis mortal, que plantea claramente a la humanidad el dilema entre hundimiento en la barbarie o revolución comunista mundial. La reaparición actual de elementos revolucionarios en Rusia muestra claramente que el segundo término de la alternativa no ha sido enterrado por los continuos avances del primero.

Hemos intentado mostrar en este Prefacio que el concepto de decadencia del capitalismo no es en manera alguna "extraño" al movimiento obrero auténtico en Rusia; de la misma forma que la noción de comunismo, la tarea de la nueva generación de revolucionarios en Rusia es arrancar la teoría del magma en que la transformaron sus secuestradores estalinistas y con ello ayudar a su retorno en la clase obrera de Rusia y del resto del mundo.

CCI Febrero de 2001

Geografía: 

  • Rusia, Caúcaso, Asia Central [3]

Series: 

  • La Decadencia del capitalismo (varios) [1]

Herencia de la Izquierda Comunista: 

  • La decadencia del capitalismo [2]

Marxist Labour Party (Rusia) : La anatomía marxista de Octubre 1917

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Publicamos aquí amplios extractos del texto La anatomía marxista de Octubre y la situación actual, del Marxist Labour Party ruso. Por falta de espacio no hemos podido publicar el texto entero; se puede encontrar la versión original inglesa en nuestro sitio web (www.internationalism.org [4]) (1)

TRAS décadas de poder soviético, nos hemos acostumbrado a hablar de la gran revolución de Octubre como una revolución socialista. Pero mucho de eso a lo que nos hemos acostumbrado ha desaparecido ahora ¿En qué se han convertido en estas circunstancias los "títulos nobiliarios" de la Revolución de octubre?

El marxismo científico clásico afirma que el primer acto de la revolución social del proletariado será la toma del poder político por la clase obrera. Según Marx, el capitalismo está separado del comunismo por un periodo de transformación revolucionaria. Este periodo sólo puede ser una dictadura del proletariado. Por consiguiente, si no se ve esa dictadura de clase, es evidentemente inapropiado hablar de superación de las relaciones capitalistas. Además las denominaciones y los rótulos oficiales no significan nada. Pueden ser errores (bienintencionados o no). El propio Marx estaba convencido de que ni las épocas ni las personas pueden juzgarse por la forma en que se conciben a sí mismas. Ya estamos de sobra convencidos: ser miembro de un partido que se llama comunista no significa tener una convicción comunista; no más que la nostalgia de banderas rojas al viento en los edificios administrativos atestiguaría una aspiración a nuevas relaciones sociales.

¿El poder de los soviets obreros y campesinos o el poder de los comités de fábrica obreros?

Rusia, como se sabe, es un país "con un pasado imprevisible". Esa es la razón por la que probablemente no existe hoy una opinión única respecto al momento en que pereció la dictadura del proletariado en Rusia, o incluso si existió alguna vez. Desde nuestro punto de vista, la dictadura del proletariado existió realmente en Rusia. Pero para empezar, no fue una dictadura "pura" del proletariado, es decir, una dictadura socialista del proletariado que implicaba sólo una clase, sino una "dictadura democrática del proletariado", es decir, la unión de los obreros en minoría y una mayoría de campesinos pobres. En segundo lugar, sólo duró unos meses.

He aquí lo que pasó: el 13 (26) de enero de 1918, el tercer congreso ruso de los soviets de diputados campesinos se fusionó con el tercer congreso de soviets de diputados obreros y de soldados. Hacia marzo, la fusión se había extendido a los soviets locales. De esta forma, el proletariado, cuya dominación política habría debido garantizar la transformación socialista bajo la presión de los bolcheviques, compartió el poder con el campesinado.

El propio campesinado ruso en 1917 no era, como se sabe, socialmente homogéneo. Una parte significativa, los "kulaks", y el campesinado medio orientaban cada vez más su actividad económica hacia las demandas del mercado. De esta forma, el campesino medio se convirtió en pequeño burgués y los Kulaks se lanzaron a una economía completamente contractual, alquilando la fuerza de trabajo -los "batraks"- y explotándola, es decir, que ya eran la burguesía del campo. La institución de la comunidad campesina tradicional estaba formalmente preservada en la mayor parte de lugares, pero no beneficiaba mucho al campesino medio, y aún menos a los "kulaks" -esos "vampiros" que chupaban la sangre de sus explotados; beneficiaba a la masa de campesinos pobres, que constituía más del 60% del conjunto del campesinado. Sin embargo las leyes del desarrollo capitalista transformaron a muchos campesinos pobres en semiproletarios. En los pueblos existían también verdaderos proletarios -los obreros agrícolas que no se unían a la comunidad y que, junto a los campesinos pobres, vendían su fuerza de trabajo a los propietarios y a los Kulaks.
También por sí misma la fusión del soviet de diputados obreros y soldados con los soviets campesinos indicaba el abandono de la "dictadura pura del proletariado". Sin embargo la "pureza" misma de ésta era bien relativa. Los Soviets de diputados obreros y de soldados no estaban únicamente compuestos de obreros. Los soldados eran fundamentalmente -hasta el 60%- antiguos campesinos: campesinos pobres o medio vestidos con abrigos y armados por el gobierno zarista. Los obreros fabriles constituían menos del 10% de los soldados.

El armamento general del pueblo, y no únicamente de la clase de vanguardia, el proletariado, la fusión de dos tipos de soviets, e incluso la coalición de dos partidos, los bolcheviques y los social-revolucionarios de izquierda, indican en la práctica la transición hacia lo que se llama "la vieja fórmula bolchevique" -la dictadura revolucionaria del proletariado y el campesinado. Pero esta forma de poder era un paso atrás en comparación con lo que había surgido tras el derrocamiento del zarismo por la revolución de Octubre. En esta época, como es bien sabido, el poder pasó al Segundo Congreso de soviets de diputados obreros y soldados, es decir, que se introdujo la "dictadura democrática del proletariado", aunque Lenin, jefe de los bolcheviques, hablara de "revolución de los obreros y los campesinos" y de "transición del poder local a los soviets de diputados obreros, soldados y campesinos".

También hay que decir que la primera experiencia de establecimiento de la "dictadura democrática del proletariado" se limitó al periodo que va desde Octubre de 1917 a enero/febrero de 1918, y además se produjo un retroceso constante respecto a las posiciones alcanzadas por la clase obrera de octubre a noviembre.Tras este periodo que los historiadores llaman "el paseo triunfal del poder soviético", no sólo tuvo lugar la fusión de los soviets de obreros y soldados con los de los campesinos. Una circunstancia más importante aún fue que en lugar de reforzar y desarrollar el sistema de organizaciones obreras auténticas -los comités de fábrica-, los bolcheviques contribuyeron al contrario a su disolución. Pero sólo los comités de fábrica podían convertirse en la base auténtica del poder soviético, si los concebimos en la perspectiva de una verdadera dictadura socialista del proletariado. En otros términos, son precisamente los soviets de los comités de fábrica los que habrían tenido que dominar el país. En lugar de eso, en enero/febrero de 1918, en el Primer Congreso ruso de los sindicatos y en la 6ª Conferencia de los comités de fábrica de Petrogrado se aceptó, a propuesta de los bolcheviques, la fusión de los comités de fábrica con los sindicatos. Los propios sindicatos se pusieron bajo el control del aparato del partido-Estado que se había formado. La pertenencia a los sindicatos era obligatoria para todos los obreros, no sólo en las empresas, sino también en las instituciones. La clase obrera sin embargo, se opuso a esta política de Estado, y las autoridades soviéticas no consiguieron eliminar los comités de fábrica autónomos hasta principios de 1919.

La fusión de los soviets de obreros y soldados con los soviets de campesinos y la de los comités de fábrica con los sindicatos bajo el control del Estado, no son las únicas cosas que desalojaron la parte proletaria de la estructura soviética. Así, en el curso de la guerra civil, los bolcheviques abandonaron sus intenciones de antes de Octubre de crear soviets de trabajadores agrícolas independientes de los soviets de campesinos -que hubieran sido los órganos del poder proletario rural. Se crearon granjas soviéticas en las tierras de los antiguos propietarios terratenientes, pero no soviets de trabajadores agrícolas. Y después, en marzo de 1919, se organizaron sindicatos de trabajadores agrícolas.

Esto y otros muchos hechos, nos muestran que el gran Octubre no fue de hecho una revolución socialista, como sugieren los bolcheviques, sino únicamente la segunda etapa culminante de la revolución democrático-burguesa en Rusia, uno de cuyos objetivos fundamentales era ordenar la cuestión agraria a favor del campesinado. A pesar de toda la actividad de la clase obrera y de la revolución política del proletariado en las ciudades, la revolución socialista de Octubre 1917 en Rusia, que era un país atrasado desde el punto de vista capitalista, no se produjo jamás. Karl Marx había previsto la posibilidad de una situación semejante en 1847. Escribía: "También, si el proletariado derroca la dominación política de la burguesía, su victoria será de corta duración; no será más que un auxiliar de la propia revolución burguesa, como en 1794 [en Francia], hasta que el curso de la historia, su movimiento haya creado de nuevo las condiciones que necesitan la eliminación de los medios de producción burgueses. Además, una revolución con alma política, conforme a la naturaleza limitada y doble de esta alma, organiza una capa dominante en la sociedad a expensas de la misma sociedad", advertía, ya que "el socialismo no puede realizarse sin revolución. Necesita este acto político puesto que tiene que abolir y destruir el pasado. Pero allí donde comienza su actividad organizadora, donde su fin en sí y su alma se anuncian, el socialismo se desembaraza de su envoltura política" (Marx).

Ni qué decir tiene que los bolcheviques no tenían intención de "desembarazarse de la política" ni con Lenin, ni tras su muerte. (...)

De esta forma, hacia fines de 1919, la dictadura del proletariado en la Rusia soviética, incluso bajo su aspecto "democrático" no desarrollado, sufrió una derrota. Los comités de fábrica y los comités de pobres fueron abolidos, se perdió finalmente la perspectiva socialista de la revolución de Octubre. Seis meses después, la revolución proletaria en Europa sufrió una derrota. El país, en esencia, volvió a la dictadura democrático-revolucionaria del proletariado y del campesinado, que sin embargo, tuvo una corta existencia, puesto que el verdadero poder ya no estaba en manos de los soviets de diputados obreros y campesinos, sino en las de los comités ejecutivos y los comités del Partido Comunista ruso. Los soviets estaban cada vez más separados de las colectividades obreras y comenzaron a desarrollarse tendencias burocráticas en el aparato soviético. Los bolcheviques, con sinceridad absoluta, llamaron a las masas y a sus propias filas a combatir esas tendencias. Ese proceso fue tan lejos que Lenin, hablando al IVocongreso de la Internacional comunista, el 13 de noviembre de 1922, se vio obligado a confirmarlo:

"Hemos heredado la vieja administración pública, y ésta ha sido nuestra desgracia. Es muy frecuente que esta administración trabaje contra nosotros. Ocurrió que en 1917, después de que tomamos el poder, los funcionarios públicos comenzaron a sabotearnos. Entonces nos asustamos mucho y les rogamos: "Por favor, vuelvan a sus puestos". Todos volvieron y ésta ha sido nuestra desgracia. Hoy poseemos una inmensidad de funcionarios, pero no disponemos de elementos con suficiente instrucción para poder dirigirlos de verdad. En la práctica sucede con harta frecuencia que aquí, arriba, donde tenemos concentrado el poder estatal, la administración funciona más o menos; pero en los puestos inferiores disponen ellos como quieren, de manera que muy a menudo contrarrestan nuestras medidas. Hombres de los nuestros, en las altas esferas, tenemos no sé exactamente cuántos, pero creo que, en todo caso, sólo varios miles, a lo sumo unas decenas de miles. Pero en los puestos inferiores se cuentan por centenares de miles los antiguos funcionarios que hemos heredado del régimen zarista y de la sociedad burguesa y que trabajan contra nosotros, unas veces de manera consciente y otras inconsciente." (Lenin, "Cinco años de la revolución rusa y perspectivas de la revolución mundial").

La introducción de la NEP en 1921 constituyó por su parte el fin lógico de la dictadura democrático-revolucionaria del proletariado y el campesinado: el campesinado alcanzó sus objetivos de mercado, el proletariado industrial perdió completamente su autonomía organizativa (en particular tras la introducción por parte de los bolcheviques, de la gestión de las fábricas por un solo dirigente), y por añadidura ya estaba, "a causa de la guerra y del empobrecimiento terrible, de la ruina, desclasado, es decir, que los obreros pierden sus lazos con la clase" (Lenin). La misma NEP indicaba, según los términos de Lenin, "un movimiento de restauración del capitalismo en un grado significativo". "Si se restaura el capitalismo, entonces el proletariado como clase se restaura también, implicado en una producción de mercancías", escribía Lenin. Además, declaraba que "en la medida en que la gran industria está arruinada, las fábricas están paradas, y el proletariado ha desaparecido. A veces se le cuantifica, pero no en relación a las bases económicas". El jefe de los bolcheviques sin embargo, orientaba a sus hermanos de armas hacia la posición según la cual "el poder del Estado proletario es capaz, apoyándose en el campesinado, de mantener a los capitalistas bajo su control, y de dirigir al capitalismo en el sentido del Estado, de crear un capitalismo sujeto al Estado y a su servicio". Aquí se ven claramente las especificidades del leninismo que pedían, a partir de las Tesis de Abril, "no sólo consideraciones de clase, sino también instituciones". Así, si tiene sentido llamar a la Rusia soviética un "Estado obrero", es solamente durante algunos meses de su existencia y aún entonces es relativo. Después de todo esto... ¿Es sorprendente que el desarrollo de la URSS termine por la restauración de las relaciones burguesas clásicas, la propiedad privada, la "nueva burguesía rusa", la dura explotación y la pobreza masiva?

Lo que acabamos de decir no es en absoluto una acusación contra los bolcheviques. Ellos hicieron lo que tenían que hacer en las condiciones de un país atrasado -condiciones agravadas por la derrota de la revolución social en Occidente. Pero sin esta revolución, ni los bolcheviques con Lenin pensaban en construir el socialismo en Rusia. Aunque su objetivo más inmediato -una sociedad socialista liberada de las relaciones mercantiles- no se haya podido alcanzar, los bolcheviques hicieron mucho en fin de cuentas. Durante 70 años, la URSS ha vivido la experiencia de un salto significativo de su capacidad productiva. Pero... ¿Por qué llamar a eso socialismo? La industrialización que substituye a la pequeña producción (en la ciudad y particularmente en el campo) por una gran producción de mercancías, la mejora del nivel cultural de las masas, todo eso forma parte del proceso de desarrollo de la sociedad burguesa. ¡No decimos que Francia es socialista por el hecho de que se han construido muchas fábricas en el país y gobierna el "partido socialista"! El socialismo implica, presupone, una sociedad industrial altamente desarrollada y el poder de la clase obrera. Que una sociedad así sólo estuviera en proceso de formación en Rusia -la URSS- y que se excluyera a la clase obrera del poder, indica hasta qué punto este país estaba lejos del socialismo (...)

[Por falta de espacio hemos cortado la parte "los marxistas rusos en el papel de social-jacobinos" que intenta hacer una comparación entre el desarrollo económico de Francia desde la revolución burguesa de 1789 hasta la Comuna de 1871, y el de la URSS entre 1918 y el hundimiento del estalinismo en 1989.]

¿Qué es el poder soviético?

V.I. Lenin hablaba frecuentemente de la revolución de Octubre como de "la revolución de los obreros y los campesinos" y sin duda tenía razón de hacerlo. Sin embargo el gran Octubre, como ya hemos dicho, no fue una revolución socialista, fue el apogeo de la presión burguesa-democrática, la dictadura democrática revolucionaria del proletariado y el campesinado con una transición a corto plazo hacia "la dictadura democrática del proletariado". La transformación antifeudal llevada a cabo por los bolcheviques, no se hizo sólo en interés de los obreros, sino también de las grandes masas campesinas.

La propia revolución de Octubre, la victoria de los rojos durante la guerra civil, la supresión de numerosos sublevamientos y motines no hubiera sido posible sin el apoyo que el pueblo -la masa de base de los trabajadores- aportó a la revolución. ¿Cuál era la composición de clase de esos trabajadores? De 140mi llones de obreros en el momento de la revolución, casi 110 millones eran campesinos. Aproximadamente el 65% del campesinado estaba constituido de campesinos pobres, los campesinos medios representaban el 20%, los kulaks casi el 15%. La pequeña burguesía urbana era el 8% de la población del país. Los proletarios eran cerca de 15 millones, un poco más del 10% de la población, y de entre ellos, los obreros industriales sólo eran 3,5 millones (ver "La gran revolución socialista de Octubre", Moscú, Enciclopedia soviética, 1977). No es pues sorprendente que la revolución tuviera una tonalidad que no era propiamente proletaria, sino sobre todo la de las masas semiproletarias y pequeñoburguesas. El papel dirigente del partido proletario no salvó la situación. Para esto existe una explicación totalmente marxista: la base determina la "supraestructura", incluso una "supraestructura" como el partido comunista ruso. He aquí lo que escribía el propio Lenin en 1917:

"Rusia está hoy en ebullición. Millones y decenas de millones de hombres que se habían pasado diez años aletargados políticamente, en quienes el espantoso yugo del zarismo y los trabajos forzados al servicio de los terratenientes y los fabricantes habían matado toda sensibilidad política, han despertado y comenzado a incorporarse a la vida política. ¿Pero quiénes son esos millones y decenas de millones de hombres? Son en su mayoría pequeños propietarios, pequeños burgueses, gentes que ocupan un lugar intermedio entre los capitalistas y los obreros asalariados. Rusia es el país más pequeñoburgués de toda Europa. "Esta gigantesca ola pequeñoburguesa lo ha inundado todo, ha arrollado al proletariado consciente no sólo con la fuerza del número, sino también ideológicamente, es decir, ha arrastrado y contaminado con sus concepciones pequeñoburguesas de la política a grandes sectores de la clase obrera" (Lenin, Tesis de Abril, "Las tareas del proletariado en nuestra revolución"). La fuerza motriz de la revolución de Octubre fueron los obreros y los campesinos en uniforme de soldado, y el proletariado tuvo la hegemonía bajo la dirección del partido bolchevique. A los "nuevos bolcheviques" les pareció que con este acto comenzaba la revolución socialista en Rusia. Sin embargo, los acontecimientos ulteriores demostraron que el desarrollo de la revolución política del proletariado no se produjo más allá de los límites del proceso revolucionario burgués democrático (es decir, la "revolución en sentido restringido"). Las tentativas de eliminar el dinero, la introducción de la producción sobre una base comunista, la distribución directa de los productos, la dominación desde abajo, todas estas medidas y otras del "comunismo de guerra" se consideró que no valían la pena. Los bolcheviques no consiguieron intercambiar productos entre el campo y la ciudad. Los elementos pequeñoburgueses reclamaban mercados y la ley del valor pedía relaciones mercantiles.

Esas reivindicaciones no se podían suprimir sin suprimir al mismo tiempo el ambiente pequeñoburgués. Pero ese ambiente constituía la masa fundamental de la población armada, el ejército revolucionario. Volviendo otra vez a V.I. Lenin, hay que hacer notar que él tenía menos ilusiones sobre el carácter de la revolución de Octubre que otros "nuevos bolcheviques". A finales de 1920 estalló una discusión en el partido comunista ruso sobre el papel y los fines de "la reserva de poder del Estado", los sindicatos, en la Rusia soviética. Una vez que los obreros tienen el Estado, ¿De qué tienen que proteger los sindicatos al proletariado? ¿de nuestro querido Estado? Respecto a esto, el jefe de los bolcheviques hacía, de manera sensata, el siguiente comentario:

"El camarada Trotski habla del 'Estado obrero'. Permítaseme decir que esto es una abstracción. Se comprende que en 1917 hablásemos del Estado obrero; pero ahora se comete un error manifiesto cuando se nos dice: '¿Para qué defender y frente a quién defender a la clase obrera si no hay burguesía y si el Estado es obrero?' No del todo obrero, ahí está el quid de la cuestión En esto consiste cabalmente uno de los errores del camarada Trotski. Ahora que hemos pasado de los principios generales al examen práctico y a los decretos se nos quiere arrastrar hacia atrás, apartándonos de la labor práctica y eficiente. Esto es inadmisible. En nuestro país, el Estado no es, en realidad, obrero, sino obrero y campesino. Esto en primer término. Y de esto dimanan muchas cosas." Y Lenin añadía... "nuestro Estado es obrero con un deformación burocrática". Es cierto que el jefe de los bolcheviques intentaba salir de esa situación con la dialéctica siguiente:

"Nuestro Estado de hoy es tal que el proletariado organizado en su totalidad debe defenderse, y nosotros debemos utilizar estas organizaciones obreras para defender a los obreros frente a su Estado y para que los obreros defiendan nuestro Estado. Una y otra defensa se efectúan a través de una combinación original de nuestras medidas estatales y de nuestro acuerdo, de la 'trabazón' con nuestros sindicatos", explicaba Lenin, "el concepto de 'trabazón' incluye que es necesario saber utilizar las medidas del poder estatal para defender de este poder estatal los intereses materiales y espirituales del proletariado organizado en su totalidad. (...)" (Lenin, "Sobre los sindicatos,el momento actual, y los errores del camarada Trotski").

Aunque por la época de la introducción de la NEP, V.I. Lenin tomara conciencia interiormente de la naturaleza no proletaria del poder soviético, su consigna como sabemos era: "empujar la revolución burguesa tan lejos como sea posible". Empujarla con la esperanza de que llegue rápido una revolución social del proletariado europeo (una revolución auténticamente socialista). Esta revolución compensaría el atraso de Rusia, según pensaba Lenin (...)

Por todas estas razones, el líder bolchevique se negó a admitir públicamente la naturaleza no proletaria de la sociedad que había surgido de la revolución de Octubre, e incluso amenazó con ejecutar a quien expresara públicamente ese punto de vista. El mismo Ulianov-Lenin escribió en 1905:

"La revolución completa es la toma del poder por el proletariado y el campesinado pobre. Pero estas clases, cuando llegan al poder, no pueden dejar de apuntar a la revolución socialista. En consecuencia, la toma del poder que es en principio un primer paso en la revolución democrática, será conducida por la fuerza de las cosas y en contra de la voluntad (y a veces en contra de la conciencia) de los participantes, a la revolución socialista. Y aquí el fracaso es inevitable. Pero puesto que el fracaso de las experiencias en la revolución socialista es inevitable, nosotros (como Marx en 1871 que había previsto el fracaso inevitable en París) debemos decir al proletariado que no se subleve, que espere, que se organize, que retroceda en orden para lanzarse más tarde al asalto".

El pronóstico marxista del Lenin teórico (distinto de sus aspiraciones no marxistas como político y sujeto práctico social-jacobino) estaba plenamente justificado. El PCR pasó por la experiencia de una dura lucha y de la eliminación de una parte significativa de la vieja guardia. Como ha mostrado la historia, la realización del ciclo completo de transformación burguesa-democrática en Rusia llevó aproximadamente tanto tiempo como en Francia. En Francia duró de 1789 a 1871, y para nosotros de 1905 a 1991. Además, la similitud es sorprendente hasta en los detalles. El mismo Lenin nos recuerda a Robespierre. Como Robespierre en su época, luchó contra la izquierda repetidamente, por ejemplo en el Xº Congreso del PCR, cuando se suprimió "la Oposición obrera", que trataba de desarrollar una posición clave del nuevo programa del partido, según la cual "los sindicatos deben llegar a una verdadera concentración entre sus manos de la gestión del conjunto de la economía como un todo unificado".

El "Robespierre ruso" no cayó en la guillotina, pero se sabe que su mujer, N.K. Krupskaya sugirió que Lenin hubiera formado parte de las víctimas de las purgas de Stalin. Tras la muerte del jefe de la revolución, el poder en la Rusia soviética, como en Francia en 1794, pasó a un "Directorio" Termidoriano -al ala más de derechas de los "comunistas de la NEP", al servicio de quienes se encontraban muchos viejos mencheviques que mostraban una clara inclinación por el mercado. La polémica que surgió en torno a la evaluación de Trotski de la revolución de Octubre atestigua que la mayoría de "nuevos termidorianos" conservaba esencialmente las "viejas ideas bolcheviques".

Cuando se buscó sustituto a la NEP, a finales de la década de 1920, se erigió una burocracia soviética rusa dirigida por J.V. Stalin, que encarnó muchas de las características de Napoleón Io e incluso en cierta medida de Napoleón III. El bonapartismo ruso específico (que ha confundido a mucha gente hasta ahora) consistió en que el "Napoleón" soviético, acabando con el desarrollo de la revolución, introdujo un régimen de "socialismo de Estado"en la URSS. El "socialismo de Estado" ya había sido planificado en el siglo XIX por los Saint-simonianos, Rodbertus y otros; era un modelo de sociedad que Engels criticó sin concesiones durante los últimos años de su vida. Sin embargo, las características fundamentales del bonapartismo descritas por Marx en El 18 de Brumario de Luis Bonaparte, se pueden ver en su variante soviética. Vemos el culto a la personalidad, basado en "la fe tradicional del pueblo" y "la inmensa revolución interior" [...] Vemos :

"Este poder ejecutivo con su inmensa organización burocrática y militar, con su compleja y artificionsa maquinaria de Estado", en que "cada interés común (gemeinsame) se desglosaba inmediatamente de la sociedad, se contraponía a ésta como título de interés superior, general (allgemeines), se sustraía a la propia actuación de los individuos de la sociedad y se convertía en objeto de la actividad del gobierno, desde el puente, la casa-escuela y los bienes comunales de un municipio rural cualquiera, hasta los ferrocarriles, la riqueza nacional y las universidades nacionales de Francia".

La revolución rusa, como la gran revolución francesa :

"tenía necesariamente que desarrollar lo que la monarquía absoluta había iniciado: la centralización; pero al mismo tiempo amplió el volumen, las atribuciones y el número de servidores del poder del gobierno" (Marx, El 18 de Brumario de Luis Bonaparte).

Stalin, como Napoleon "perfeccionó esta máquina del Estado", y como Napoleón, estableció las bases de un nuevo sistema jurídico, introdujo una nueva división territorial administrativa, etc (...).

Sin embargo hay muchas diferencias reales entre la historia de Francia y la de Rusia. Stalin llevó una política social imperialista respecto a ciertos pequeños pueblos y Estados vecinos, extendiendo y reforzando la Unión Soviética, pero no fue vencido, como Napoleón; al contrario, venció al agresor nazi en la guerra mundial. En Francia, tras la caída de Napoleón Io, la reacción europea restauró temporalmente la monarquía, pero esto no ha ocurrido todavía en Rusia. No es necesario insistir más en el hecho de que la diferencia fundamental es que, al fin y al cabo, la revolución rusa eliminó radicalmente y de una vez al conjunto de la nobleza y la vieja clase burguesa, mientras que en Francia la cuestión se limitó a la extirpación y la expulsión de la burguesía terrateniente.

Sin embargo, lo principal sería que en el siglo XX esto sucedió en Rusia, en contra de lo que Marx y Engels habían advertido a los revolucionarios: " En Francia el proletariado no llegará solo al poder, sino con los campesinos y la pequeña burguesía, y se verá obligado a llevar a cabo, no sus propias medidas, sino las de las otras clases".

[Aquí sigue una parte sobre "el socialismo de Estado como capitalismo de recuperación", que demuestra en conclusión, la naturaleza capitalista de la URSS sobre la base de las denuncias de Marx y Engels del "socialismo de Estado", e identifica algunas de las principales causas que llevaron al hundimiento de la URSS. Sin embargo también contiene la idea, fundamentalmente incorrecta desde nuestro punto de vista, de que la contrarrevolución estalinista desempeñó de hecho un papel históricamente progresista.]

La "Nomenklatura" del partido ha cumplido una tarea objetivamente progesista, organizando la industria a gran escala e integrándola, junto con las granjas colectivizadas y el sector cooperativo, en un solo complejo económico nacional; así se superó la herencia económica que este país multinacional había heredado del feudalismo, e incluso de modos de producción prefeudales.

[Para terminar, la parte sobre la "Rusia postsoviética" se concluye así:]

Para nosotros, las tareas del proletariado y de los intelectuales marxistas en esta situación son el desarrollo de una lucha de clases sin compromisos contra todas las fracciones de la burguesía -desde los compradores (en castellano en la versión francesa), hasta los nacional-patriotas y sus asistentes políticos de toda calaña-, la creación de auténticos sindicatos obreros de clase y el reagrupamiento de la vanguardia proletaria en un partido marxista del trabajo (Marxist Labour Party, en traducción inglesa) fuerte, que tenga una influencia, y la perspectiva de hacer una revolución socialista mundial auténtica, y por tanto de abolir el conjunto del sistema de economía mercantil, y por consiguiente, todas las relaciones de dominación y sometimiento a la institución del Estado.

Al mismo tiempo, el primer paso en esta vía tiene que ser el poder no compartido de esa parte del proletariado organizado en la producción a gran escala y clarificado por el marxismo; poder que establecerá en el curso de una revolución social radical, es decir, la dictadura socialista del proletariado. Sólo la clase obrera socialista -productora de la mayoría de la riqueza en la época actual- tiene derecho a armarse para evitar las tentativas de contrarrevolución y restauración de los antiguos órdenes, vengan de donde vengan.

Puesto que la clase obrera necesita un Estado de este tipo, el poder de éste tiene que pertenecerle entera y directamente; esa es una de las principales lecciones de la derrota del leninismo.

1) En donde estaba indicado en el texto original, hemos citado las fuentes a nuestra disposición editadas en castellano. Lamentablemente no es así en todas las citas. En las que no hay ninguna referencia, nos hemos limitado a traducirlas nosotros mismos.

Series: 

  • Rusia 1917 [5]

Vida de la CCI: 

  • Correspondencia con otros grupos [6]

Personalidades: 

  • Marxist Labour Party [7]

Historia del Movimiento obrero: 

  • 1917 - la revolución rusa [8]

Respuesta al 'Marxist Labour Party' : Solo la dimensión internacional permite entender Octubre

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QUEREMOS en primer lugar saludar la seriedad del texto, los esfuerzos hechos por el Marxist Labour Party (MLP) para traducirlo y propagarlo internacionalmente, así como también la invitación hecha a organizaciones revolucionarias a comentarlo. El carácter de la Revolución de octubre, así como la naturaleza del régimen estalinista qui surgió de su derrota, siempre ha sido un problema crucial para los revolucionarios, problema que sólo el método marxista permite abordar. Como lo sugiere el título del texto, se trata de un intento de poner en evidencia la "anatomía marxista" de la Revolución de octubre, referiéndose a los estudios más elaborados sacados de los clásicos del marxismo (Engels, Lenin, etc.). Ya veremos que estamos de acuerdo con ciertos aspectos de este texto, no con todos, pero son éstos los que plantean debate. Nos parece sin embargo que el texto no logra su propósito fundamental : definir la naturaleza esencial de la Revolución de octubre. Por esto nos dedicaremos en este artículo a subrayar los principales desacuerdos que tenemos al respecto.

Parece como si este texto fuera el producto de un debate en el MLP. No estamos muy al tanto de los diferentes puntos de vista que se expresan en este debate, pero en la traducción en inglés del prefacio, publicada en el órgano del MLP, Marxist, se habla de divergencias entre los puntos de vista de las corrientes "leninista" y "no-leninista" sobre la Revolución rusa, siendo el texto que comentamos la expresión de esta última corriente.

La CCI ya ha polemizado varias veces en el pasado con los que tienen una visión "consejista" de la Revolución rusa, según la cual fue una revolución esencialmente burguesa muy tardía, siendo los bolcheviques en el mejor de los casos una expresión de la intelligentsia pequeño burguesa, y no del proletariado (vease en particular nuestro folleto Rusia 1917, principio de la revolución mundial). El texto del MLP retoma varios aspectos de esta visión, en particular cuando habla de la Revolución rusa como de una "revolución doble", proletaria en las grandes ciudades pero dominada por el peso del campesinado pequeño burgués, lo que les conduce a enunciar esa fórmula según la cual la Revolución de octubre «no fue una revolución socialista, fue el apogeo de la presión burguesa-democrática, la dictadura democrática revolucionaria del proletariado y el campesinado con una breve transición hacia "la dictadura democrática del proletariado"». Las palabras que aquí se utilizan están sacadas del programa bolchevique, anterior a Las Tesis de abril de Lenin. Globalmente, este análisis de una "revolución doble" no deja de recordar las tesis del KAPD de principios de los años 20, que también hablaba de una revolución doble, obrera en las ciudades, campesina y burguesa en los campos, tendiendo este úlrimo aspecto a hacerse preponderante sobre el primero. Más tarde, los últimos representantes de la Izquierda germano-holandesa desarrollaron la noción de revolución puramente burguesa en Rusia, mientras que la idea de revolución doble ha perdurado ampliamente en las contribuciones de la corriente bordiguista.

Pero al mismo tiempo, el enfoque del MLP en lo que toca a la naturaleza del Partido bolchevique difiere claramente del enfoque del consejismo. Mientras que éstos sacan de la experiencia rusa la conclusión de que el partido es una forma burguesa por definición, el MLP (como ya lo sugiere su nombre) se afirma explícitamente como defensor de la noción de partido. En el primer punto de sus "estatutos fundamentales", se proclama que «el MLP es un partido de la clase obrera (…) la tarea del partido es aclarar y organizar a los obreros para que estos tomen el poder político y económico, con el fin de construir una sociedad sin clases y autogobernada». Tampoco se pone en una posición de "juez" a posteriori de los bolcheviques, como tampoco los excluye del movimiento obrero por haber sido víctimas de la derrota de una revolución : «Lo que se ha dicho no es en nada una acusación contra los bolcheviques. Hicieron lo que tenían que hacer, en las condiciones de un país agrícola atrasado - condiciones agravadas por la derrota de la revolución social en occidente».

Una vez esclarecido ese punto, existe a nuestro parecer un defecto crucial en el núcleo principal de este texto, consecuencia de una debilidad teórica de tipo consejista, basada en la incapacidad para considerar la Revolución de octubre en su marco histórico global. Las referencias por cierto no faltan a la dimensión internacional de Octubre, particularmente para explicar que la derrota de la revolución en Europa fue la causa determinante de que la República de los soviets no hubiera podido evolucionar más que hacia un desarrollo del capitalismo ruso. Sin embargo, nos parece que el punto de partida de este análisis, tanto en los consejistas como en los mencheviques, es Rusia y no el mundo capitalista en su globalidad. Y es por eso por lo que el texto hace una comparación radicalmente errónea entre la Rusia del siglo XX y la Francia del siglo XIX : «Como la historia lo ha demostrado, ha sido necesario casi tanto tiempo en Rusia como en Francia para cumplir el ciclo de transformación burgués democrático. En Francia fue de 1789 hasta 1871, aquí de 1905 a 1991». Para los mencheviques, Rusia todavía estaba en su fase de revolución burguesa en 1905-17 ; en este aspecto, la noción de revolución permanente defendida por Trotski fue un avance teórico considerable, por basarse en el contexto internacional de la revolución venidera en Rusia cuando la vieja consigna bolchevique de "dictadura democrática del proletariado y del campesinado" estaba a medio camino entre ambas posiciones, y podemos considerar que Lenin la abandonó efectivamente con sus Tesis de abril de 1917 (lease el artículo de la Revista internacional nº90: "1905: la huelga de masas abre la vía a la revolución proletaria"). A nuestro parecer, la revolución burguesa y la revolución proletaria son ambas productos de una evolución histórica e internacional. Es cierto que la era de las revoluciones burguesas en Francia cubrió gran parte del siglo XIX, y esto porque el capitalismo, en su globalidad, todavía estaba en su fase de expansión. La era de la revolución proletaria mundial empezó a principios del siglo XX, porque el capitalismo, tomado como sistema global, había entrado en su fase de declive. Y, como señalaron los compañeros de Bilan, en oposición tanto al estalinismo como al trotskismo, el único punto de partida posible para analizar la revolución en Rusia está en la maduración internacional de las contradicciones sociales y económicas del sistema capitalista, no en la "madurez" de cada país. Reproducimos aquí una larga cita sacada del primer artículo de una larga serie sobre "Los problemas del período de transición", publicado en 1936 por Bilan en su número 28 :

«Ya señalamos a principio de este estudio que el capitalismo, a pesar de haber desarrollado fuertemente la capacidad productiva de la sociedad, no ha logrado reunir todo lo necesario para la organización inmediata del socialismo. Como lo indica Marx, solo existen las condiciones materiales para resolver el problema, 'o están en camino de existir'.

«Esa idea restrictiva puede aplicarse con todavía más razón a cada uno de los componentes nacionales de la economía mundial. Todos están históricamente maduros para el socialismo, pero ninguno de entre ellos lo está suficientemente para reunir todas las condiciones materiales necesarias para la edificación del socialismo íntegro y esto, sea cual sea el nivel de desarrollo alcanzado.

«No hay nación que ella sola contenga todos los elementos de una sociedad socialista, y el nacional-socialismo se opone irreductiblemente al internacionalismo de la economía imperialista, a la división universal del trabajo y al antagonismo mundial entre burguesía y proletariado.

«Es una abstracción total el concebir una sociedad socialista como si fuera la yuxtaposición de economías socialistas acabadas. La distribución mundial de las fuerzas productivas (que no es un producto artificial) impide tanto a las naciones "superiores" como a las regiones 'inferiores' la posibilidad de realizar íntegramente el socialismo. El peso específico de cada una de ellas en la economía mundial mide su grado de dependencia recíproca y no la amplitud de su independencia. Inglaterra, uno de los sectores del capitalismo más avanzado, en donde éste se expresa prácticamente puro, no es viable si se la considera aisladamente. Los hechos hoy muestran que, privados aunque sea en parte del mercado mundial, les fuerzas productivas nacionales decaen. Así ocurrió con la industria algodonera y la industria carbonífera de Inglaterra. En Estados Unidos, si se limita al mercado interior -y por vasto que sea-, la industria automóvil retrocedería. Una Alemania proletaria aislada asistiría impotente a la contracción de su aparato industrial, aún considerando una amplia expansión del consumo.

«Resulta entonces abstracto plantear la cuestión en términos de paises 'maduros' o no para el socialismo, debido a que el criterio de madurez debe excluirse tanto para los paises desarrollados como para los paises atrasados.

«Es, pues, con el enfoque de una maduración histórica de los antagonismos sociales resultante del conflicto violento entre las fuerzas materiales y las relaciones de producción con el que ha de ser abordado el problema. Limitarse a factores materiales, es situarse en las posiciones de los teóricos de la IIªinternacional, la de Kautsky y de los socialistas alemanes que consideraban que Rusia, como economía atrasada en la que el sector agrícola -técnicamente débil- ocupaba un lugar preponderante, no estaba madura para la revolución proletaria, concepción que iban a adoptar rápidamente los mencheviques rusos. Otto Bauer dedujo de la 'inmadurez' económica de Rusia que el Estado proletario debía degenerar inevitablemente.

«Rosa Luxemburgo (La Revolución rusa) puso de relieve que según los principios de los socialdemócratas, la revolución rusa hubiese tenido que pararse cuando hizo caer al zarismo : "Si ha ido más lejos, si se ha dado como misión la dictadura del proletariado, se debe, según esa doctrina, a un simple error del ala radical del movimiento obrero ruso, los bolcheviques, y todos los desengaños que la revolución ha tenido que sufrir en su curso ulterior, todas las dificultades que ha debido soportar, serían entonces el resultado de ese error fatal".

«Saber si Rusia estaba o no madura para la revolución proletaria es algo que no podía resolverse en función de las condiciones materiales de su economía, sino en función de unas relaciones de clase alteradas por la situación internacional. La condición esencial era la existencia de un proletariado concentrado -aunque fuera en proporciones ínfimas con relación a la inmensa masa de productores campesinos- cuya conciencia se expresara a través de un partido de clase, fuerte por su ideología y su experiencia revolucionaria. Junto con Rosa Luxemburg, decimos que : "El proletariado ruso no podía ser considerado como la vanguardia del proletariado mundial, vanguardia cuyos movimientos expresaban el grado de madurez de los antagonismos sociales a escala internacional. Era el desarrollo de Alemania, de Inglaterra y de Francia lo que se expresaba en San Petersburgo. Y era ese desarrollo del que dependía el destino de la revolución rusa. Ésta no podía alcanzar su objetivo si no era el prólogo de la revolución del proletariado europeo". «

(…) Volvemos a repetir que la condición fundamental de existencia de la revolución proletaria es la continuidad de sus vínculos y la política interior y exterior del Estado proletario deberá definirse en función de esa continuidad. Precisamente porque la revolución, si ha de empezar en el terreno nacional, no puede mantenerse en él indefinidamente, sean cuáles sean la riqueza y la amplitud del territorio nacional; porque debe ampliarse a otras revoluciones nacionales hasta desembocar en la revolución mundial, so pena de asfixia o de degeneración, por todo eso consideramos erróneo basarse en premisas materiales.»

Para Bilan, contrariamente a Trotski por ejemplo o a la corriente consejista, la época de las revoluciones burguesas estaba caduca, puesto que el capitalismo, no considerado país por país, sino considerado como un sistema global, había "madurado" lo suficiente para la revolución proletaria. La consecuencia del enfoque del MLP es que la época estalinista de la URSS ya no debería entenderse como una expresión típica de la contrarrevolución burguesa y de la decadencia universal del capitalismo, como lo son otras manifestaciones como el nazismo en Alemania. Claro está, el MLP está perfectamente claro en cuanto a que el régimen estalinista en Rusia (como en cualquier sitio del mundo) no tenía nada de obrero, sino que era una forma de capitalismo de Estado (1). Sin embargo, considerar que ésta es una expresión de la revolución burguesa también es considerarla como un factor de progreso histórico, que preparó la industrialización de Rusia y por lo tanto el posible triunfo del proletariado. Y a pesar de que en sus "estatutos fundamentales", el MLP afirma con razón que el Estado ruso burocrático "destruyó a los bolcheviques como Partido fundado en 1903", el texto "Anatomy of October" no deja de dar una impresión de continuidad entre bolchevismo y estalinismo :

«A pesar de que su objetivo más inmediato -una sociedad socialista liberada de las relaciones de mercancía- no fuese posible, los bolcheviques cumplieron, en fin de cuentas, una obra inmensa. Durante 70 años, Rusia (la URSS) hizo la experiencia de un salto adelante significativo en su capacidad de producción». Aquí también es conveniente aplicar el método de la Izquierda italiana de los años 30, y el criterio para saber si el estalinismo tuvo o no tuvo un papel progresista no está en un mero cálculo de índices del crecimiento económico según el plan quinquenal, sino en el análisis de su papel como factor profundamente contrarrevolucionario a escala mundial ; y este criterio pone bien de relieve que el estalinismo fue un fenómeno reaccionario por excelencia. A pesar de no haber entendido totalmente el carácter capitalista del Estado estalinista, la Izquierda italiana era consciente de que el "formidable desarrollo económico de URSS" estaba ligado inseparablemente a una economía de guerra, con vistas a un reparto imperialista venidero, y de que semejante "desarrollo" - que simultáneamente se producía en los principales paises capitalistas - no era sino la más clara expresión de que el capitalismo, tomado en su conjunto, era, a escala mundial, un modo de producción caduco.

El problema del Estado soviético

Al no considerar, como hacen los consejistas, el desarrollo del capitalismo sino en las condiciones particulares de Rusia, se priva a las generaciones futuras de revolucionarios de las lecciones imprescindibles de la experiencia rusa. Si lo que cumplieron los bolcheviques solo estaba sobre todo determinado por la necesidad vital para Rusia de desarrollar su capitalismo, pasando por la etapa de una revolución burguesa tardía, de nada sirve entonces criticar sus errores sobre el Estado soviético, los órganos de masas de la clase obrera, la economía, etc., puesto que el debilitamiento de la dictadura del proletariado no era sino el resultado de circunstancias objetivas que escapaban a cualquier control. Todo esto resulta bastante diferente del trabajo de la Izquierda italiana, quien hizo una serie de estudios sobre las lecciones que tenemos que sacar de la experiencia de la Revolución rusa, sobre la política que deberá promover un futuro poder proletario. Y esto es tanto más penoso porque el MLP tiene una percepción muy justa de los problemas que se le plantean al Estado en el período de transición, cuestión considerada de crucial importancia por la Izquierda italiana. El MLP subraya, en particular, la importancia que tiene el que los órganos específicos del proletariado se hubieran disuelto en el aparato general del Estado soviético :

«He aquí lo que pasó: el 13 (26) de enero de 1918, el tercer congreso ruso de los soviets de diputados campesinos se fusionó con el tercer congreso de soviets de diputados obreros y de soldados. Hacia marzo, la fusión se había extendido a los soviets locales. De esta forma, el proletariado, cuya dominación política habría debido garantizar la transformación socialista bajo la presión de los bolcheviques, compartió el poder con el campesinado». También pone en evidencia la importancia del hecho de que los Soviets de obreros y soldados sufrieran ya una fuerte influencia de los campesinos, a causa de la composición social del ejército. Además, «Una circunstancia más importante aún fue que en lugar de reforzar y desarrollar el sistema de organizaciones obreras auténticas -los comités de fábrica-, los bolcheviques contribuyeron al contrario a su disolución», obligándolos a fusionar con los sindicatos de Estado.

Son esos, sin duda, análisis importantes, pero a nuestro parecer, en la medida en que en cualquier situación revolucionaria será necesario que las capas no explotadoras se organicen en el marco del Estado de transición, la lección que se ha de sacar es que la clase obrera no tendrá que dejar que sus propios órganos auténticos se sumerjan bajo ningún pretexto -los consejos obreros, los comités de fábrica- en los órganos más generales del Estado. El proletariado ha de mantener su autonomía con respecto al Estado de transición, controlándolo sin identificarse con él. Y debe quedar claro que ése no es un problema específico de un país como Rusia en 1917, sino que concierne a la clase obrera del mundo entero, la cual ni mucho menos representa hoy la mayoría de la humanidad. Pero en lugar de alimentar nuestra comprensión de cómo la autoorganización del proletariado se debilita al subordinarse al Estado de transición, el MLP nos marea con teorías un tanto pesadas sobre el paso de la dictadura democrática del proletariado a la dictadura revolucionaria del proletariado y del campesinado en 1919, y para terminar la subordinación de éste a un régimen puramente capitalista tras 1921, presentando lo que fue una experiencia única en la historia como algo que no aporta ninguna lección práctica para el porvenir del movimiento obrero.

Seamos claros : nunca hemos pretendido que la dictadura del proletariado en Rusia hubiese podido ser salvada por garantías organizativas, y menos aún que hubiese podido llevar a la creación de una sociedad socialista. Teniendo en cuenta su aislamiento, tanto su degenereración como su derrota eran inevitables. Sin embargo, esto no debe impedirnos enriquecernos al máximo de sus éxitos como de sus fracasos, sobre todo si se tiene en cuenta que no ha habido otra experiencia de ese tipo en la historia de la clase obrera.

Esto nos lleva a otra cuestión : la ausencia de medidas económicas por parte de los bolcheviques. Entendemos, según la tesis del MLP, que la revolución no impuso una "dictadura socialista" sino una "dictadura democrática del proletariado" puramente política ; y aunque el texto no tenga ninguna ambigüedad sobre el carácter de las medidas tomadas en el marco del comunismo de guerra, subraya que no hubo abolición de las relaciones mercantiles tras la Revolución de octubre. Pero lo que deja entender el texto, es que si el proletariado hubiese impuesto una dictadura realmente socialista, sin ningún reparto de poder, entonces hubiese sido posible realizar medidas económicas realmente socialistas. Aquí también, los compañeros del MLP se olvidan no solo de la dimensión internacional de la revolución, sino también de la naturaleza misma del proletariado. La revolución proletaria no puede empezar más que como revolución política, sea cual sea el nivel de desarrollo del capitalismo del país en que empiece ; esto se debe a que la clase obrera, al ser clase explotada sin la menor posesión, de la única arma de que dispone es el poder político (que es, de hecho, la expresión de su conciencia y de su autoorganización) para poder realizar las medidas sociales necesarias para avanzar hacia un orden comunista. En un país aislado, la revolución proletaria tendrá necesariamente que tomar medidas económicas urgentes para poder sobrevivir. Sin embargo, sería una terrible ilusión pensar que las relaciones capitalistas podrían ser abolidas en el marco de las fronteras de una economía nacional. Como lo demuestra la larga cita de Bilan, el capitalismo, considerado como conjunto global de relaciones, no puede ser derribado más que por la dictadura internacional del proletariado. Mientras ésta no esté establecida, por medio de una guerra civil más o menos larga, el proletariado no puede realmente empezar a desarrollar una forma social comunista. En este sentido, la tragedia fundamental de la Revolución rusa no está en la "restauración" de las relaciones capitalistas, pues éstas en ningún momento desaparecieron realmente; la tragedia fue el proceso entre la toma del poder político por la clase obrera y su pérdida, y sobre todo, fue el hecho de que esa pérdida de poder político quedó ocultada por un proceso interno de degeneración, durante el cual se mantuvieron las antiguas apelaciones mientras que se cambiaba totalmente su contenido esencial.

Para concluir, diremos que la mayor tragedia del siglo XX -los horrores del estalinismo y del fascismo así como la cadena sin fin de guerras y de masacres- fue la consecuencia de la derrota de la oleada revolucionaria proletaria mundial de 1917-23, las esperanzas destrozadas del Octubre ruso. La humanidad ha pagado un enorme tributo por esa derrota, y sigue pagándolo hoy, en el siglo XXI, en el que está hundiéndose más claramente que nunca en la barbarie. La transformación de la sociedad hacia el comunismo era posible a escala mundial en 1917, ésta es la razón por la que pensamos que los bolcheviques tenían toda la razón cuando pidieron al proletariado ruso que diera el primer paso.

CCI

(1) Dejamos de lado la utilización algo confusa de la expresión "socialismo de Estado" que utiliza el MLP para describir el sistema estalinista, ya que de hecho parece no ser más que otra denominación del capitalismo de Estado.

Series: 

  • Rusia 1917 [5]

Vida de la CCI: 

  • Correspondencia con otros grupos [6]

Personalidades: 

  • Marxist Labour Party [7]

Historia del Movimiento obrero: 

  • 1917 - la revolución rusa [8]

Texto de Orientación sobre la confianza y la solidaridad (I)

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Publicamos a continuación amplios extractos de la primera parte de un texto de orientación discutido en la CCI durante el verano del 2001 y adoptado por la Conferencia extraordinaria de nuestra organización a finales de marzo del 2002. El texto se refiere a las dificultades organizativas qua ha atravesado la CCI durante el período reciente, de las cuales ya hemos dado parte en nuestro artículo “El combate por la defensa de los principios organizativos” publicado en la Revista internacional nº 110, así como en nuestra prensa territorial.

Al no poder aquí repetir lo que se ha dicho en estos artículos, animamos al lector a remitirse a ellos para lograr una mayor comprensión de las cuestiones tratadas. Hemos añadido al texto, sin embargo, cierta cantidad de notas para facilitar la lectura así como también hemos vuelto a formular ciertos pasajes que solo eran comprensibles para los militantes de la CCI –pues hacen referencia a discusiones internas–, y podían resultar herméticos para el lector.

“ Non ridere, non lugere,
neque detestari, sed intelligere”

(“Ni reír, ni llorar, ni maldecir sino comprender”) La Ética, B. Spinoza

Los debates actuales en la CCI sobre la solidaridad y de la con-fianza comenzaron en los años 1999 y 2000, en respuesta a una serie de debilidades, habidas en el seno de nuestra organización, relacionadas con esos problemas fundamentales. Detrás de incumplimientos concretos en la afirmación de la solidaridad hacia algunos camaradas con dificultades, hemos identificado una debilidad más profunda para desarrollar una actitud permanente y cotidiana de solidaridad entre los militantes. Detrás de ciertas manifestaciones repetidas de inmediatismo a la hora de analizar la lucha de clases y de intervenir en ella (la negativa, por ejemplo, a reconocer la amplitud del retroceso desde 1989) y detrás de una tendencia marcada a consolarnos con “pruebas inmediatas” que supuestamente confirmarían el curso histórico, hemos puesto en evidencia una carencia fundamental de confianza en el proletariado y en nuestro propio marco de análisis. Detrás de la degradación del tejido organizativo que empezó a concretarse particularmente en la sección de la CCI en Francia, hemos sido capaces de reconocer no sólo una falta de confianza entre distintas partes de la organización sino también desconfianza en nuestro propio modo de funcionamiento.

Por otra parte, el haber tenido que encarar algunas expresiones de falta de confianza en nuestras posiciones fundamentales, en nuestros análisis históricos y principios organizativos, de desconfianza entre camaradas y órganos de centralización, nos ha obligado a ir más allá de cada caso particular y plantearnos las cosas de manera más general y fundamental y por lo tanto de manera teórica e histórica.

Más en particular, la reaparición del clanismo (1) en el corazón mismo de la organización nos ha exigido profundizar nuestra comprensión de esas cuestiones. Como lo recoge la resolución de actividades del XIVº Congreso de la CCI:

“… el combate de los años 90 estaba necesariamente dirigido contra el espíritu de círculo y los clanes. Pero, como ya lo dijimos entonces, los clanes eran una falsa respuesta a un problema real: el de la falta de confianza y de solidaridad proletarias en el seno de nuestra organización. Por eso es por lo que la abolición de los clanes existentes no ha resuelto automáticamente ni el problema de la creación en la organización de un espíritu de partido ni el de la instauración de una verdadera fraternidad en nuestras filas, ya que su resolución sólo puede ser el resultado de un esfuerzo profundamente consciente.

“A pesar de haber insistido, en aquel entonces, en que el combate contra el espíritu de círculo es permanente, ha subsistido la idea según la cual –como fue ya el caso en tiempos de la Primera y Segunda internacionales– el problema estaba básicamente ligado a una fase de inmadurez ya superada..

“En realidad, tanto el peligro del espíritu de círculo como el del clanismo están hoy todavía más presentes y son más insidiosos que lo fueron en la época de Marx contra Bakunin o la de Lenin contra el menchevismo. De hecho, existe un paralelismo entre las dificultades actuales de la clase en su conjunto para recuperar tanto su identidad de clase como sus reflejos elementales de solidaridad entre los proletarios que la componen, y las dificultades de la organización de revolucionarios para mantener un espíritu de partido en el funcionamiento cotidiano.

“En ese sentido, al plantearnos las cuestiones de la confianza y la solidaridad como cuestiones centrales del periodo histórico, la organización ha iniciado la continuación de la lucha de 1993, agregándole una dimensión “en positivo” y profundizando pues en el sentido de armarse contra la intrusión de errores organizativos de naturaleza pequeño burguesa.”

El debate actual concierne así, directamente, tanto la defensa como, incluso, la supervivencia de la organización. Y precisamente por estas razones es esencial desarrollar al máximo todas las implicaciones teóricas e históricas de esas cuestiones. Por esto, en relación con los problemas organizativos a los que estamos hoy enfrentados, existen dos enfoques fundamentales: uno, la puesta al desnudo de las debilidades organizativas y de las incomprensiones que han permitido el resurgir del clanismo, y otro, el análisis concreto del desarrollo de esta dinámica. De ambos se ocupará el informe que presentará la Comisión de investigación (2). Este Texto de orientación, por su parte, trata esencialmente de elaborar un marco teórico que permita una comprensión histórica en profundidad y una resolución de esos problemas.

De hecho, es esencial comprender que el combate por el espíritu de partido tiene una dimensión teórica indispensable. Ha sido precisamente la pobreza del debate sobre la confianza y la solidaridad, hasta el presente, uno de los factores que más ha potenciado el desarrollo del clanismo. El hecho mismo de que este Texto de orientación haya sido escrito no al iniciarse el debate sino un año después, es testimonio de las dificultades que la organización ha tenido hasta ser capaz de encarar esas cuestiones. Pero la mejor prueba de esas debilidades es el hecho que el debate sobre la confianza y la solidaridad ha estado acompañado… ¡de un deterioro sin precedentes de los lazos de confianza y de solidaridad entre camaradas!

Estamos aquí, en realidad, ante problemas fundamentales del marxismo, que son la base misma de nuestra comprensión de la naturaleza de la revolución proletaria, que son parte íntegra de la plataforma y de los estatutos de la CCI. En este sentido, la pobreza del debate nos recuerda que los peligros de atrofia teórica, de esclerosis, son permanentes para una organización revolucionaria.

La tesis central de este Texto de orientación es que la dificultad para desarrollar en la CCI una confianza y una solidaridad profundamente arraigadas ha sido un problema fundamental a lo largo de toda su historia. Esta debilidad es a la vez el resultado de las características esenciales del periodo histórico que se abre en 1968. Es una debilidad no únicamente de la CCI sino de toda la generación de proletarios involucrada en este período. Como pone de relieve la resolución del XIVo Congreso:

“Es un debate que debe movilizar al conjunto de la CCI hacia una reflexión profunda ya que contiene las potencialidades para intensificar nuestra comprensión tanto de lo que es la construcción de una organización dotada de una vida verdaderamente proletaria como del período histórico en el que estamos viviendo.”

Lo que por lo tanto está en juego va más lejos que la cuestión organizativa en sí misma. Particularmente, la cuestión de la confianza afecta a todos los aspectos de la vida del proletariado y del trabajo de los revolucionarios –del mismo modo que la desconfianza en la clase se manifiesta igualmente por el abandono de las adquisiciones programáticas y teóricas.

1. Los efectos de la contrarrevolución sobre la confianza en sí 
y sobre las tradiciones de solidaridad
de las generaciones contemporáneas del proletariado

a) En la historia del movimiento marxista, no hemos encontrado un solo texto escrito sobre la confianza o sobre la solidaridad. Y, sin embargo, esas cuestiones son centrales en muchas de las contribuciones fundamentales del marxismo, desde La Ideología alemana y El Manifiesto comunista hasta ¿Reforma social o revolución? y El Estado y la revolución. La ausencia de una discusión específica sobre estas cuestiones en el movimiento obrero pasado no indica que tengan un carácter secundario. Todo lo contrario. Son tan fundamentales y evidentes que nunca fueron planteadas por sí ni en sí mismas sino, siempre, en respuesta a otros problemas planteados.

Si estamos obligados hoy a dedicar un debate específico y un estudio teórico a esos temas, es porque han perdido su carácter de “evidencia”.

Esta pérdida es el resultado de la contrarrevolución que comenzó en los años veinte y de la ruptura de la continuidad orgánica de las organizaciones políticas proletarias que esa ruptura causó. Por esta razón, para entender lo que significa experiencia de confianza y de solidaridad vivas en el seno del movimiento obrero, es necesario distinguir dos fases en la historia del proletariado. Durante la primera fase, que va desde los inicios de su autoafirmación como clase autónoma hasta la oleada revolucionaria de 1917 a 1923, la clase obrera fue capaz, a pesar de una serie de derrotas a menudo sangrientas, de desarrollar de manera más o menos contínua su confianza en sí misma y su unidad política y social. Las manifestaciones más importantes de esa capacidad fueron, además de las luchas obreras mismas, el desarrollo de una visión socialista, de una capacidad teórica, de una organización política revolucionaria. Esta acumulación, resultado de un trabajo de decenios y de varias generaciones de proletarios fue interrumpida, incluso destrozada, por la contrarrevolución. Sólo minúsculas minorías revolucionarias fueron capaces de mantener su confianza en el proletariado durante los decenios posteriores. Al poner fin a la contrarrevolución, el resurgir histórico de la clase obrera en 1968 empezó a darle la vuelta a esa tendencia. Sin embargo, las expresiones de confianza en sí y de solidaridad de clase de esta nueva generación proletaria no derrotada permanecieron en su mayor parte arraigadas en las luchas inmediatas. No se basaban todavía, como en el periodo anterior a la contrarrevolución, en una visión socialista ni en una formación política, en una teoría de clase ni en la transmisión de la experiencia acumulada y la comprensión teórica de una generación a otra. En otros términos, la confianza en sí, histórica, del proletariado, y su tradición de unidad activa y de combate colectivo son uno de los aspectos de su combate que más ha sufrido la ruptura de la continuidad orgánica. Igualmente, son los aspectos más difíciles de restablecer ya que dependen, más que muchos otros, de una continuidad política y social vivas. Esto da lugar a su vez a una particular vulnerabilidad de las nuevas generaciones de la clase y de sus minorías revolucionarias.

Primero y ante todo, fue la contrarrevolución estalinista lo que más contribuyó en socavar la confianza del proletariado en su propia misión histórica, en la teoría marxista y en las minorías revolucionarias. El resultado es que el proletariado desde 1968 tiende, más que las generaciones no derrotadas del pasado, a padecer el peso del inmediatismo, de la ausencia de una visión histórica a largo plazo. Al haberle robado gran parte de su pasado, la contrarrevolución y la burguesía de hoy han privado al proletariado de una visión clara de su futuro sin la cual la clase no puede desplegar una confianza más profunda en su propia fuerza.

Lo que distingue al proletariado de cualquier otra clase social de la historia es que desde su primera intervención como fuerza social independiente, ya propuso un proyecto de sociedad futura, basado en la propiedad colectiva de los medios de producción; como primera clase en la historia cuya explotación está basada en la separación radical entre productores y medios de producción y en la sustitución del trabajo individual por el trabajo socializado, su lucha de liberación se caracteriza por el hecho de que su combate contra los efectos de la explotación (común de todas las demás clases explotadas) ha estado siempre ligado al desarrollo de una visión de la sociedad en la que no cabe la explotación. Primera clase en la historia que produce de manera colectiva, el proletariado está llamado a fundar la nueva sociedad sobre una base colectiva consciente. Puesto que es incapaz, en tanto que clase sin propiedad, de ganar ningún poder en el seno de la sociedad actual, el significado histórico de su lucha de clase contra la explotación le revela a sí mismo y a la sociedad en su conjunto, el secreto de su propia existencia: ser el enterrador de la explotación y  de la anarquía capitalistas.

Por esta razón la clase obrera es la primera clase para la cual la confianza en su propia misión histórica es inseparable de la solución que ella aporta a la crisis de la sociedad capitalista.

Esta situación excepcional del proletariado, al ser la única clase de la historia que es a la vez explotada y revolucionaria, tiene dos consecuencias importantes:

  • su confianza en sí mismo es ante todo su confianza en el futuro y está por lo tanto basada, en un grado significativo, en un método histórico;
  • desarrolla en su lucha cotidiana un principio que corresponde a la tarea histórica que debe llevar a cabo, la solidaridad de clase, expresión de su unidad.

La dialéctica de la revolución proletaria es, pues, esencialmente la de la relación entre el objetivo y el  movimiento, entre la lucha contra la explotación y la lucha por el comunismo. La inmadurez natural de los primeros pasos de la “infancia” de la clase en el escenario histórico se caracteriza por un paralelismo entre el desarrollo de las luchas obreras y el de la teoría del comunismo. La interconexión entre ambos polos no fue entendida al principio por los propios participantes. Esto se reflejó, por un lado, en el carácter, a menudo ciego e instintivo, de las luchas obreras y, por otro, en el utopismo del proyecto socialista.

La maduración histórica del proletariado unió esos dos elementos. Esa maduración se concretó en las revoluciones de 1848-49 y sobre todo en el nacimiento del marxismo, la comprensión científica del movimiento histórico y del objetivo final del proletariado.

Dos décadas más tarde, la Comuna de Paris, producto de esa maduración, revela la esencia de la confianza del proletariado en su propio papel: la aspiración a tomar la dirección de la sociedad para transformarla según su propia visión política.

¿Qué origina esa sorprendente confianza en sí de una clase oprimida, desposeída, que concentra toda la miseria de la humanidad entre sus filas y que se reveló a sí misma con toda claridad desde 1870? Como la de todas las clases explotadas, la lucha del proletariado contiene un aspecto espontáneo. El proletariado no puede sino reaccionar a los ataques y las dificultades que le impone la clase dominante. Pero contrariamente a las luchas de todas las demás clases explotadas, las del proletariado tienen ante todo un carácter consciente. Los avances de su lucha son primero y ante todo producto de su propio proceso de maduración política. El proletariado de París era una clase educada políticamente y que había pasado por diferentes escuelas de socialismo, desde el blanquismo hasta el prudhonismo. Es esa formación política alcanzada durante los decenios precedentes lo que explica en gran medida la capacidad de la clase para desafiar de tal manera el orden dominante (como también explica los defectos de ese movimiento). Al mismo tiempo, 1870 también fue el resultado del desarrollo de una tradición consciente de solidaridad internacional que caracterizó todas las principales luchas desde los años 1860 en Europa occidental.

En otras palabras, la Comuna fue el producto de una maduración subterránea, caracterizada particularmente por la mayor confianza de la clase en su misión histórica y por una práctica más desarrollada de su solidaridad de clase. Una madurez cuyo punto culminante fue la Primera internacional.

Con la entrada del capitalismo en su período de decadencia se acentúa el papel central de la confianza y de la solidaridad, pues la revolución proletaria se inscribe en el orden del día de la historia. Por un lado, el carácter espontáneo del combate obrero tiene que desarrollarse más, pues el proletariado tropieza con la imposibilidad de organizar las luchas a través de los partidos de masas y de los sindicatos(3). Por otro lado, la preparación política de estas luchas, mediante el fortalecimiento de la confianza y la solidaridad, se hace aun más importante. Los sectores más avanzados del proletariado ruso que, en 1905, fueron los primeros en descubrir el arma de la huelga de masas y de los consejos obreros, habían pasado por la escuela del marxismo a través de una serie de fases: la de la lucha contra el terrorismo, la formación de los círculos políticos, las primeras huelgas y manifestaciones políticas, la lucha por la formación del partido de clase y las primeras experiencias de agitación de masas. Rosa Luxemburg, la primera en comprender el papel de la espontaneidad en la época de la huelga de masas, insiste en que sin tal escuela de socialismo los acontecimientos de 1905 jamás hubiesen sido posibles (ver Rosa Luxemburg, La Revolución rusa).

Pero es la oleada revolucionaria de 1917-23 y, sobre todo, la Revolución de octubre las que revelan más claramente el carácter de las cuestiones en torno a la confianza y la solidaridad. La quintaesencia de la crisis histórica estaba contenida en la cuestión de la insurrección. Por primera vez en la historia de la humanidad, una clase social estuvo en posición de cambiar deliberada y conscientemente el curso de los acontecimientos mundiales. Los bolcheviques recuperan el concepto de Engels sobre “El arte de la insurrección”. Lenin declara que la revolución es una ciencia. Trotski habla del “álgebra de la revolución”. A través del estudio de la realidad social, a través de la construcción de un partido de clase capaz de superar las pruebas de la historia, a través de una preparación paciente y vigilante del momento en el que las condiciones objetivas y subjetivas para la revolución estén reunidas, y mediante la audacia revolucionaria necesaria para aprovechar la ocasión, el proletariado y su vanguardia empezaron, en lo que es un triunfo de conciencia y de organización, a superar la alienación que condena a la sociedad a ser la víctima impotente de fuerzas ciegas. Al mismo tiempo, la decisión consciente de tomar el poder en Rusia y por tanto de asumir todas las adversidades de tal acto en interés de la revolución mundial, fue la expresión más elevada de la solidaridad de clase. Es una nueva cualidad en el camino ascendente de la sociedad, el inicio del salto desde el reino de la necesidad hasta el de la libertad. Y es la esencia de la confianza del proletariado en sí mismo y de la solidaridad entre sus filas.

b) Uno de los más viejos principios de la estrategia militar es la necesidad de ahogar la confianza y la unidad del ejército enemigo. Igualmente, la burguesía ha comprendido la necesidad de combatir estas cualidades en el proletariado. Particularmente, con el ascenso del movimiento obrero durante la segunda mitad del siglo XIX, la necesidad de destruir la idea de solidaridad obrera pasó a ser central en la visión del mundo de la clase capitalista, como lo atestigua la promoción de ideologías como el darwinismo social, la filosofía de Nietzche, el “socialismo” elitista del Fabianismo, etc. Sin embargo, justamente hasta que su sistema no entró en decadencia la burguesía no fue capaz de encontrar los medios para hacer retroceder esos principios en el seno de la clase obrera. En particular, la represión feroz que impuso al proletariado de Paris en 1848 y en 1870, y al movimiento obrero en Alemania bajo las Leyes antisocialistas (1878-1890), aunque provocaron retrocesos momentáneos en el progreso del socialismo no consiguieron dañar ni la confianza histórica de la clase obrera ni sus tradiciones de solidaridad.

Los acontecimientos de la Primera guerra mundial revelan que fue la traición de los principios proletarios por los partidos de la clase obrera misma, sobre todo por partes de las organizaciones políticas de la clase lo que destruyó esos principios “desde dentro”. La liquidación de esos principios en el seno de la socialdemocracia había comenzado ya a principios del siglo XX con el debate sobre el “revisionismo”. El carácter destructor, pernicioso de ese debate no sólo apareció en la penetración de posiciones burguesas y en el abandono progresivo del marxismo, sino y sobre todo, en la hipocresía que introducía en la vida de la organización. Aunque, formalmente, la posición de la Izquierda fue la que se adoptó, en realidad, el resultado principal de ese debate fue el aislamiento completo de la Izquierda, sobre todo en el partido alemán. Las campañas oficiosas de denigración contra quien estaba a la cabeza de la vanguardia en el combate contra el revisionismo, Rosa Luxemburg, descrita en los pasillos de los congresos del partido como un elemento extraño, sedienta incluso de sangre, preparaban ya el terreno para su asesinato en 1919.

De hecho, el principio fundamental de la contrarrevolución que comienza en los años veinte es la demolición de la idea misma de confianza y solidaridad. El principio despreciable del “chivo expiatorio”, barbarie de la Edad Media, reaparece en el capitalismo industrial con la caza de brujas de la Socialdemocracia contra los espartaquistas y del fascismo contra los judíos, tratadas como minorías “diabólicas” quienes, solas, impiden el retorno de la pacífica armonía a la Europa de posguerra. Pero es sobre todo el estalinismo, o sea la “punta de lanza” de la ofensiva burguesa, el que sustituyó los principios de confianza y solidaridad por los de la desconfianza y la denuncia entre los jóvenes partidos comunistas y quien despretigió el objetivo del comunismo y de los medios para lograrlo.

Sin embargo, la aniquilación de esos principios no se logró en una noche. Incluso durante la Segunda Guerra mundial, docenas de miles de familias obreras mantenían aun suficiente solidaridad como para arriesgar su vida ocultando a quienes estaban perseguidos por el Estado. Y ahí tenemos la lucha del proletariado holandés contra la deportación de los judíos para recordarnos que la solidaridad de la clase obrera constituye la única solidaridad real con el conjunto de la humanidad. Pero ese fue el último movimiento de huelga del siglo XX en el que los comunistas de izquierda tuvieron una influencia significativa (4).

Como sabemos, la contrarrevolución fue superada por una nueva generación de obreros, no derrotada, obreros que en 1968 tuvieron, una vez más, confianza para tomar en sus manos la extensión de su lucha y de su solidaridad de clase, para volver a plantear la cuestión de la revolución y para generar nuevas minorías revolucionarias. Ahora bien, traumatizada por la traición de todas las principales organizaciones obreras del pasado, esta nueva generación adoptó una actitud de escepticismo hacia la política, hacia su propio pasado, su teoría de clase, hacia su misión histórica. Eso no la protege del sabotaje de la izquierda del capital pero sí le impide restablecer las raíces de la confianza en sí misma y revivir de forma consciente su gran tradición de solidaridad. También las minorías revolucionarias están profundamente afectadas De hecho, por primera vez surge una situación en la que aún teniendo las posiciones revolucionarias un eco creciente en la clase, las organizaciones que las defienden no son reconocidas, incluso ni por los obreros más combativos, como pertenecientes a la clase.

A pesar de la impertinencia y la altanería de esta nueva generación pos-1968 que logró al principio coger por sorpresa a la clase dominante, tras su escepticismo hacia la política reside una profunda falta de confianza en sí misma. Jamás antes habíamos visto tal contraste entre, de un lado, su capacidad para implicarse en las luchas masivas, gran parte de ellas autoorganizadas; y de otro, la ausencia de esa seguridad elemental que caracterizó al proletariado desde los años 1848-50 hasta 1917-18. Y esa falta de confianza en sí marca, también profundamente, las organizaciones de la Izquierda comunista. No sólo las nuevas, como la CCI o la CWO, sino también a un grupo como el PCInt bordiguista, el cual, tras haber sobrevivido a la contrarrevolución, estalló a comienzos de los ochenta a causa de su impaciencia por ser reconocido por el conjunto de la clase. Como sabemos, el bordiguismo y el consejismo teorizaron, durante la contrarrevolución, esa pérdida de la confianza en sí mismo, estableciendo una separación entre los revolucionarios y la clase en su conjunto, llamando a una parte de la clase a desconfiar de la otra (5). Además ambas, la idea bordiguista de “la invariación” y su opuesta consejista de “un nuevo movimiento obrero”, son, teóricamente, falsas respuestas a la contrarrevolución a ese nivel. Pero la CCI, aunque haya rechazado tales teorizaciones, tampoco ha sido inmune a los daños causados en la confianza en sí mismo del proletariado y al deterioro de los cimientos en que se basa esa confianza.

Así podemos ver cómo, en este periodo histórico, la falta de confianza de la clase en sí misma, de los obreros en los revolucionarios y viceversa; la falta de confianza de las organizaciones en sí mismas, en su papel histórico, en la teoría marxista y en los principios organizativos heredados del pasado y la falta de confianza del conjunto de la clase en la naturaleza histórica, a largo plazo, de su misión están todas ligadas.

En realidad, esa debilidad política, heredada de la contrarrevolución, es uno de los principales factores que conforman la  fase de descomposición en que ha entrado el capitalismo. Cortado de su experiencia histórica, de sus armas teóricas y de la visión de su papel histórico, el proletariado carece de la confianza necesaria para llevar adelante una perspectiva revolucionaria. Con la descomposición, esta falta de confianza, esa falta de perspectiva lo acaba siendo para la sociedad entera, encarcelando a la humanidad en el presente (6). No es ninguna coincidencia si el periodo histórico de descomposición se inauguró con el hundimiento del principal vestigio de la contrarrevolución, o sea, los regímenes estalinistas. El resultado de ese desprestigio continuado de su objetivo de clase y de sus armas políticas es que el movimiento proletario está confrontado una vez más a una situación sin precedente histórico: una generación no derrotada pierde en gran medida su identidad de clase. Para salir de esa crisis deberá aprender de nuevo la solidaridad de clase, volver a desarrollar una perspectiva histórica, redescubrir en el ardor de la lucha de clases la posibilidad y la necesidad para las diferentes partes de la clase de confiar unas en las otras. El proletariado no ha sido derrotado. Ha olvidado pero no ha perdido las lecciones de sus combates. Lo que si ha perdido, sobre todo, es su confianza en sí mismo.

Por eso las cuestiones de la confianza y de la solidaridad están entre las principales claves de esta situación de atolladero, de estancamiento histórico. Ambas son centrales para el futuro de la humanidad, para el reforzamiento de la lucha obrera en los años por venir, para la construcción de la organización marxista, para la materialización de una perspectiva comunista en el seno de la lucha de clase.

2. Los efectos en el seno de la CCI
de las debilidades en la  confianza y la solidaridad

a) Como lo muestra el Texto de orientación de 1993 (7), todas las crisis, tendencias y escisiones en la historia de la CCI tienen sus raíces en la cuestión organizativa. Incluso cuando había importantes divergencias políticas, no hubo acuerdo sobre esas cuestiones entre los miembros de las “tendencias”, y esas divergencias tampoco justificaban una escisión y ciertamente menos el tipo de escisión irresponsable y prematura que ha acabado siendo la regla general en el seno de nuestra organización.

Como lo muestra el Texto de orientación del 93, todas esas crisis tienen como origen el espíritu de círculo y en particular el clanismo. De eso podemos concluir que a lo largo de la historia de nuestra Corriente el clanismo ha sido la manifestación principal de la pérdida de confianza en el proletariado y la causa principal de la puesta en entredicho de la unidad de la organización. Es más, como su evolución ulterior fuera de  la CCI lo ha confirmado frecuentemente, los clanes son el principal portador del germen de degeneración programática y teórica en nuestras filas (8).

Este hecho, puesto a la luz hace ocho años, es tan sorprendente que merece una reflexión histórica. El XIVº Congreso de la CCI ha comenzado ya esta reflexión mostrando, que en el movimiento obrero del pasado, el peso predominante del espíritu de círculo y del clanismo quedó limitado a los inicios del movimiento obrero mientras que la CCI ha estado atormentada por ese problema a lo largo de su existencia. La verdad es que la CCI es la única organización en la historia del proletariado en la cual la penetración de una ideología extraña se manifiesta, tan particular y dominantemente, a través de problemas organizativos.

Este problema sin precedentes debe entenderse dentro del contexto histórico de los tres últimos decenios. La CCI, heredera de la más elaborada síntesis de la herencia del movimiento obrero y en particular de la Izquierda comunista, (…) Pero la historia nos muestra que la CCI ha asimilado su herencia programática con más facilidad que su herencia organizativa. Ello es debido principalmente a la ruptura de la continuidad orgánica causada por la contrarrevolución. Primero porque es más fácil asimilar las posiciones políticas por el estudio y la discusión de textos del pasado que integrar las cuestiones organizativas que son una tradición viva cuya transmisión depende muy fuertemente de la existencia  de vínculos entre las generaciones. Segundo, porque el golpe asestado por la contrarrevolución a la confianza en sí de la clase ha afectado principalmente a su confianza en su misión política y en sus organizaciones políticas. Así, mientras que la validez de nuestras posiciones programáticas ha estado a menudo confirmada de manera espectacular por la realidad (y después  de 1989 esta validez ha sido incluso confirmada por un número creciente de elementos del pantano), nuestra construcción organizativa no ha tenido tan rotundo éxito. En 1989, fin del periodo de posguerra, la CCI no había dado ningún paso decisivo en términos de crecimiento numérico, difusión de su prensa, impacto de su intervención en la lucha de clases, ni en el nivel de reconocimiento de la organización por el conjunto de la clase.

Es, desde luego, una situación histórica paradójica. Por un lado, el fin de la contrarrevolución y la apertura de un nuevo curso histórico han favorecido el desarrollo de nuestras posiciones: la nueva generación no derrotada desconfiaba, más o menos abiertamente frente a la izquierda del capital, las elecciones burguesas, el sacrificio por la nación, etc. Pero por otro, nuestro militantismo comunista podríamos decir que es por lo general menos respetado que en la época de Bilan. Esta situación histórica ha generado dudas, profundamente arraigadas respecto a la misión histórica de la organización. Estas dudas han aflorado, con frecuencia a nivel político general, a través del desarrollo de concesiones abiertamente consejistas, modernistas o anarquistas –en otros términos, capitulaciones más o menos abiertas al ambiente dominante. Pero sobre todo, donde aparecen de manera más vergonzante es a nivel organizativo.

A eso hay que añadir que aunque en la historia de la lucha de la CCI por el espíritu de partido hay similitudes con las organizaciones del pasado – la asimilación de la herencia de los principios de funcionamiento de nuestros predecesores y su fijación a través de una serie de luchas organizativas– hay igualmente grandes diferencias. La CCI es la primera organización que forja el espíritu de partido no en condiciones de ilegalidad  sino dentro de una atmósfera impregnada de ilusiones democráticas. En lo que se refiere a esta cuestión la burguesía ha aprendido de la historia: no es la represión, sino el desarrollo de una atmósfera de desconfianza lo que constituye la mejor arma para la liquidación de la organización. Lo que es verdadero para el conjunto de la clase lo es también para los revolucionarios: es la traición a los principios internos lo que destruye la confianza proletaria.

El resultado es que la CCI no ha sido nunca capaz de desarrollar ese modo de solidaridad que en el pasado siempre se forjó en la clandestinidad y que constituye uno de los principales componentes del espíritu de partido. Además, el democratismo es el terreno ideal para el cultivo del clanismo ya que es la antítesis viva del principio proletario según el cual cada uno da lo mejor de sus capacidades a la causa común; favorece el individualismo, el informalismo y el olvido de los principios. No debemos olvidar que los partidos de la segunda Internacional fueron en gran parte destruidos por el democratismo y que incluso el triunfo del estalinismo ha sido democráticamente legitimado, como lo puso de relieve la Izquierda italiana (…).

b) Es evidente que el peso de todos esos factores negativos se ha multiplicado con la apertura del periodo de descomposición. No repetiremos lo que ha dicho la CCI sobre este tema. Lo que es importante aquí es que como la descomposición tiende a dislocar las bases sociales, culturales, políticas, ideológicas de la comunidad humana, minando en particular la confianza y la solidaridad; hay, actualmente, en la sociedad una tendencia a reagruparse en clanes, camarillas, bandas… Estos agrupamientos, cuando no están basados en intereses comerciales o en otros intereses materiales, tienen frecuentemente un carácter irracional, basado en lealtades personales en el seno del grupo y en odios con frecuencia absurdos hacia enemigos ­ reales o imaginarios. En realidad ese fenómeno es, en parte, un retorno, en el contexto actual, a formas atávicas completamente pervertidas de confianza y solidaridad que reflejan la pérdida de confianza en las estructuras sociales existentes y un intento de protegerse de la creciente anarquía en la sociedad. Ni que decir tiene que estos agrupamientos, lejos de representar una respuesta a la barbarie de la descomposición, son una expresión de ésta. Es significativo que hoy estén afectadas las dos clases principales de la sociedad. De hecho, por ahora sólo los sectores más fuertes de la burguesía parecen ser más o menos capaces de resistir al desarrollo de ese fenómeno. Para el proletariado el grado con que le afecta a su vida cotidiana este fenómeno es sobre todo la manifestación del daño causado a su identidad de clase y a la necesidad que se deriva de él: recuperar su solidaridad de clase.

Como se dijo en el XIVo Congreso de la CCI: a causa de la descomposición la lucha contra el clanismo no la hemos dejado atrás sino que está delante de nosotros.

c) Así pues, podemos decir que el clanismo es la expresión principal de la pérdida de confianza en el proletariado en la historia de la CCI. Pero la forma que toma es la de una desconfianza abierta no hacia la organización sino hacia una parte de ésta. En realidad y sin perder de vista lo anterior, lo que da sentido a su existencia es la puesta en entredicho de la unidad de la organización y de sus principios de funcionamiento. Por eso el clanismo, aunque inicie su andadura partiendo de una preocupación correcta y con una confianza más o menos intacta, va desarrollando necesariamente tal desconfianza hacia quienes no están de su lado hasta llegar a la paranoia abierta. En general, quienes son víctimas de esta dinámica son de hecho inconscientes de esta realidad. Eso no quiere decir que un clan no tenga cierta conciencia de lo que hace. Pero es una falsa conciencia que sirve para engañarse a sí mismo y engañar a los demás.

El texto de orientación de 1993 explicaba ya las razones de ésta vulnerabilidad que en el pasado afectó a militantes como Martov, Plejanov o Trotski: el peso particular del subjetivismo en las cuestiones organizativas. (…)

En el movimiento obrero el clanismo ha tenido casi siempre por origen la dificultad de distintas personalidades para trabajar conjuntamente. En otros términos, el clanismo representa una derrota frente a la etapa inicial de la construcción de cualquier comunidad. Por esa razón las actitudes clánicas aparecen a menudo en los momentos en que llegan nuevos miembros o en los de formalización y de desarrollo de estructuras organizativas. En la Primera Internacional fue la incapacidad del recién llegado, Bakunin, para “encontrar su sitio” lo que cristalizó los resentimientos preexistentes hacia Marx. En 1903 al contrario, fue la preocupación acerca del estatuto de la “vieja guardia” lo que provocó lo que acabó siendo, en la historia, el menchevismo. Eso, evidentemente, no impidió a un recién llegado como Lenin defender el espíritu de partido, ni a un Trotski, quien con su llegada provocó más de un resentimiento, ponerse junto a quienes habían tenido miedo de él (9).

(…)

Es precisamente porque el espíritu de partido supera el individualismo, por lo que es capaz de respetar la personalidad y la individualidad de cada uno de sus miembros. El arte de la construcción de la organización consiste, ni más ni menos, en tomar en consideración todas esas personalidades, tratar de armonizarlas al máximo y permitir a cada una dar lo mejor de sí mismas a la colectividad. El clanismo, al contrario, se cristaliza precisamente en torno a una desconfianza hacia las personalidades y su distinto peso en el entorno. Por eso es tan difícil identificar una dinámica clánica al principio. Incluso si muchos camaradas sienten el problema, la realidad del clanismo es tan sórdida y ridícula que se necesita coraje para declarar que “El emperador va desnudo”, como en el cuento tradicional recogido por Andersen (El nuevo traje del emperador).

Como lo resaltó en cierta ocasión Plejánov, en la relación entre la conciencia y las emociones, éstas últimas desempeñan el papel conservador. Pero eso no quiere decir que el marxismo comparta el desprecio racionalista burgués hacia ese papel. Hay emociones que sirven y otras que perjudican a la causa del proletariado. Es cierto que la misión de este último no se realizará sin un desarrollo gigantesco de su pasión revolucionaria, sin una voluntad inquebrantable de vencer, sin un desarrollo inaudito de la solidaridad, de la generosidad y del heroísmo sin los cuales las pruebas de la lucha por el poder y de la guerra civil no podrían nunca ser soportadas. Y sin el cultivo consciente de los rasgos sociales e individuales de la verdadera humanidad, una sociedad nueva no puede fundarse. Estas cualidades no hay que considerarlas como precondiciones. Hay que forjarlas en la lucha, como decía Marx.

3. El papel de la confianza y de la solidaridad
en el progreso de la humanidad

[…]

Contrariamente a la actitud de la burguesía revolucionaria para quien el punto de arranque de su radicalismo fue el rechazo del pasado, el proletariado ha basado siempre, conscientemente, su perspectiva revolucionaria en todas las adquisiciones de la humanidad que le han precedido. Fundamentalmente, el proletariado es capaz de desarrollar tal visión histórica porque su revolución no defiende ningún interés particular opuesto a los intereses de la humanidad en su conjunto. Por tanto, la preocupación del marxismo, en todas las cuestiones teóricas planteadas por esta misión, ha sido siempre tomar como punto de partida todas las adquisiciones que le han sido trasmitidas. Para nosotros no solamente la conciencia del proletariado sino la de la humanidad en su conjunto es algo que se acumula y se trasmite a través de la historia. Tal fue la preocupación y el modo de hacer de Marx y Engels respecto a la filosofía clásica alemana, la economía política inglesa o el socialismo utópico francés.

También debemos entender aquí que la confianza y la solidaridad proletarias son concreciones específicas de la evolución general de esas cualidades en la historia de la humanidad. Sobre estas dos cuestiones la tarea de la clase obrera es ir más allá de lo ya realizado, pero, para realizarlo, la clase debe basarse en lo ya cumplido.

Las cuestiones planteadas aquí son de una importancia histórica fundamental. Sin una mínima solidaridad como base es imposible realizar la sociedad humana. Y sin al menos  una confianza mutua rudimentaria ningún proceso social es posible. En la historia, la ruptura de esos principios siempre ha desembocado en la barbarie.

a) La solidaridad es una actividad práctica de apoyo mutuo entre los seres humanos en su lucha por la existencia. Es una expresión concreta de la naturaleza social de la humanidad. Contrariamente a impulsos tales como la caridad o el sacrificio personal que presuponen la existencia de un conflicto de intereses, la base material de la solidaridad es una comunidad de intereses. Por eso la solidaridad no es un ideal utópico sino una fuerza material tan vieja como la propia humanidad. Pero ese principio, que representa el medio más eficaz y a la vez colectivo de defender sus propios intereses materiales “sórdidos”, puede alumbrar las acciones más desinteresadas incluso el sacrificio de su propia vida. Este hecho, que el utilitarismo burgués no ha sido nunca capaz de explicar, resulta de la simple realidad según la cual, a partir del momento en que existen intereses comunes, las partes se someten al bien común. La solidaridad es pues la superación no del “egoísmo” sino del individualismo y del particularismo en interés del conjunto. Por eso, la solidaridad es siempre una fuerza activa caracterizada por la iniciativa y no por la actitud de esperar la solidaridad de los demás. Allí donde reina el principio burgués de cálculo de las ventajas y de los inconvenientes no hay solidaridad posible.

Aunque en la historia de la humanidad la solidaridad entre los miembros de la sociedad fue primeramente un reflejo instintivo, según la sociedad humana se iba haciendo más compleja y conflictiva más alto era el nivel de conciencia necesario para su desarrollo. En ese sentido la solidaridad de clase del proletariado constituye la forma más alta de la solidaridad humana hasta ahora.

No obstante, para que florezca la solidaridad no basta con la conciencia de su necesidad en general, también es necesario cultivar las emociones sociales. Para desarrollarse, la solidaridad requiere un marco cultural y organizativo que favorezca su expresión. Si tal marco se da en un agrupamiento social, es posible el desarrollo de costumbres, tradiciones y reglas “no escritas” de solidaridad que pueden trasmitirse de una generación a otra. En ese sentido, no tiene solamente un impacto inmediato sino también histórico.

Pero a pesar de tales tradiciones, la solidaridad tiene siempre un carácter voluntario. Por eso, la idea del Estado como encarnación de la solidaridad, que cultivaron en particular la socialdemocracia y el estalinismo, es una de las más grandes mentiras de la historia. La solidaridad no puede jamás ser impuesta contra la voluntad. Ella no es posible sin que quienes expresan la solidaridad y quienes la reciben compartan la convicción de su necesidad. La solidaridad es el cemento que mantiene cohesionado un grupo social, el catalizador que transforma un grupo de individuos en una sola fuerza unida.

b) Como la solidaridad, la confianza es una expresión del carácter social de la humanidad. Como tal presupone también una comunidad de intereses. No puede existir sino en relación con otros seres humanos que comparten objetivos y actividades. De ahí se derivan sus dos componentes fundamentales: confianza mutua de los participantes y confianza en el objetivo compartido. Las bases principales de la confianza social son siempre un máximo de claridad y de unidad.

Sin embargo, la diferencia esencial entre el trabajo humano y el trabajo animal, entre el trabajo del arquitecto y la construcción de una colmena por las abejas, como dice Marx, reside en la premeditación de ese trabajo sobre la base de un plan (10). Por eso la confianza va siempre ligada al futuro, a algo que en el presente no existe sino en forma de idea o de teoría. Por eso también la confianza mutua es siempre concreta, basada en las capacidades de una comunidad para llevar a cabo una tarea determinada.

También, contrariamente a la solidaridad que es una actividad y que no existe sino en el presente, la confianza es ante todo una actividad encaminada al futuro. Eso es lo que le da su carácter enigmático, difícil de definir o identificar, difícil de mantener o desarrollar. No hay casi ninguna otra faceta de la vida humana sobre la que haya habido tanto equívoco y tanto autoengaño. De hecho la confianza está basada en la experiencia, en lo aprendido a fuerza de tanteos, de ir probando hasta poder establecer objetivos realistas y desarrollar los medios apropiados. Ya que su cometido es posibilitar el nacimiento de un proyecto, ella no pierde nunca su carácter teórico. Ninguna de las grandes realizaciones de la humanidad habría sido jamás posible sin esta capacidad de perseverar en una tarea realista pero difícil en ausencia de resultados inmediatos. La ampliación del alcance de la conciencia es lo que permite el crecimiento de la confianza, mientras que el impacto de fuerzas ciegas e inconscientes sobre la naturaleza, la sociedad y el individuo tiende a destruir esa confianza. No es tanto la existencia de peligros lo que asfixia la confianza humana sino, más que nada, la incapacidad para comprenderlos. La vida plantea constantemente nuevos peligros, la confianza es particularmente frágil y aunque se necesitan años para desarrollarla es fácil destruirla del día a la mañana.

Como la solidaridad, la confianza no puede ser ni decretada ni impuesta, pero requiere una estructura y una atmósfera adecuadas para su desarrollo. Lo que hace tan difíciles las cuestiones de la solidaridad y la confianza es el hecho de que no son solamente un asunto de la mente sino también del corazón. Es necesario “sentirse confiado”. La ausencia de confianza deja paso al reino del miedo, de la incertidumbre, de la duda y de la parálisis de las fuerzas colectivas conscientes.

c) Aunque la ideología burguesa hoy se pueda sentir confortada, por aquello de la pretendida “muerte del comunismo”, en su convicción de que la eliminación de los débiles de la lucha competitiva por la supervivencia es lo único que asegura la perfección de la sociedad, la realidad es que esas fuerzas colectivas y conscientes son las bases para la ascensión del género humano.

Ya los antecesores de la humanidad pertenecían ciertamente  a esas especies animales altamente desarrolladas a quienes los instintos sociales dieron una ventaja decisiva en la lucha por la supervivencia. Esas especies llevaban en sí las marcas rudimentarias de la fuerza colectiva: los débiles estaban protegidos y la fuerza de cada miembro individual se convertía en la fuerza de todos. Estos aspectos han sido cruciales en la emergencia de la humanidad, pues sus crías quedan indefensas durante más tiempo a lo largo de su vida que cualquier otra especie. Con el desarrollo de la sociedad humana y de las fuerzas productivas, esa dependencia del individuo respecto a la sociedad no ha cesado jamás de crecer: los instintos sociales (a los que Darwin llamó “altruistas”) que existían ya en el mundo animal, adquieren más y más un carácter consciente. El desinterés, el valor, la lealtad, la dedicación a la comunidad, la disciplina y la honestidad son glorificadas en las primeras expresiones culturales de la sociedad como primeras manifestaciones de una solidaridad verdaderamente humana.

Pero el hombre es por encima de todo la única especie que utiliza las herramientas que ella misma ha fabricado. Es esta manera de obtener los medios de subsistencia lo que dirige la actividad humana hacia el futuro.

“En el animal, la acción sigue de manera inmediata a la impresión. Encuentra su presa o su comida e inmediatamente salta, atrapa, come o hace todo lo necesario para mantenerla y eso es un instinto heredado. Entre la impresión y la acción del hombre, al contrario, pasa por su cabeza una larga cadena de pensamientos y de consideraciones. ¿De dónde procede esa diferencia? No es difícil ver que está ligada a la utilización de herramientas. De igual manera que los pensamientos surgen entre las impresiones del hombre y sus acciones, la herramienta aparece entre el hombre y lo que busca obtener. Además, de la misma manera que el utensilio se sitúa entre el hombre y los objetos exteriores, el pensamiento debe surgir entre la impresión y la realización”. Él coge un utensilio “y su espíritu debe hacer también el mismo recorrido, no seguir la primera impresión” (Anton Pannekoek, Marxismo y darwinismo).

Aprender a “no dejarse arrastrar por la primera impresión” es una buena descripción del salto desde el mundo animal al género humano, del reino del instinto al de la conciencia, de la prisión inmediatista del presente a la actividad orientada hacia el futuro. Todo desarrollo importante en la primera sociedad humana estuvo acompañado de un reforzamiento de ese aspecto. También con la aparición de las sociedades agrícolas sedentarias, a los viejos ya no se les mataba sino que se les cuidaba y quería como a quienes podían trasmitir la experiencia.

En el llamado comunismo primitivo, esta confianza embrionaria en la potencia de la conciencia para dominar las fuerzas de la naturaleza debió ser extremadamente frágil mientras que la fuerza de la solidaridad en el seno de cada grupo debió ser poderosa. Pero hasta la aparición de las clases, de la propiedad privada y del Estado, esas dos fuerzas, por desiguales que fueran, se reforzaron mutuamente una a la otra.

La sociedad de clases hizo estallar esa unidad acelerando la lucha por el dominio de la naturaleza, pero a la vez sustituyó la solidaridad social por la lucha de clases en el seno de la misma sociedad. Sería erróneo creer que ese principio social general fue sustituido por la solidaridad de clase. En la historia de la sociedad de clases, el proletariado es la única clase capaz de una real solidaridad. Mientras que las clases dominantes han sido siempre clases explotadoras para quienes la solidaridad no ha sido jamás otra cosa que la oportunidad del momen­ to, el carácter necesariamente reaccionario de las clases explotadas significó que su solidaridad tuviese también necesariamente un carácter fugaz, utópico como fue el caso de “la comunidad de bienes” de los primeros cristianos y de las sectas de la Edad Media. La principal expresión de la solidaridad social en el seno de la sociedad de clases, antes del advenimiento del capitalismo es la que se derivaba de los vestigios de la economía natural, incluidos los derechos y los deberes que vinculaban todavía a clases opuestas entre sí. Todo eso fue finalmente destruido por la producción de mercancías  y su generalización bajo el capitalismo.

“Si en la sociedad actual, los instintos sociales conservan aun su fuerza, es solamente gracias a que la producción generalizada de mercancías sigue siendo todavía un fenómeno nuevo, de apenas un siglo, pero en la medida en que el comunismo democrático primitivo desaparezca y… deje por consiguiente de ser la fuente de instintos sociales; brotará un nuevo y más rico manantial, la lucha de clases de las clases ascendentes populares explotadas” (Karl Kautsky, La concepción materialista de la historia).

Con el desarrollo de las fuerzas productivas, la confianza de la sociedad en su capacidad para dominar las fuerzas de la naturaleza crecerá de manera acelerada. El capitalismo ha hecho, con mucho, la principal contribución en ese sentido alcanzando la cumbre en el siglo XIX, el siglo del progreso y del optimismo. Pero al mismo tiempo, al empujar al hombre contra el hombre en la lucha de la competencia y al haber empujado la lucha de clases hasta un punto jamás alcanzado, ha socavado hasta una profundidad sin precedentes otro pilar de la confianza en sí de la sociedad, el de la unidad social. Aun más, para liberar a la humanidad de las fuerzas ciegas de la naturaleza, el capitalismo la ha sometido a la dominación de unas nuevas fuerzas ciegas en el seno de la sociedad misma: las fuerzas que desencadena la producción de mercancías cuyas leyes operan sin control, e incluso incompresiblemente, “a espaldas” de la sociedad. Eso ha traído consigo que el siglo XX el más trágico de la historia, haya hundido a gran parte de la humanidad en una desesperanza indecible.

En su lucha por el comunismo, la clase obrera se basa no solo en el desarrollo de las fuerzas productivas producidas por el capitalismo, sino que además una parte de su confianza la basa para el el porvenir en las realizaciones científicas y las propuestas teóricas aportadas con anterioridad por la humanidad. También la herencia de la clase, acumulada en su lucha por una solidaridad efectiva, comprende toda la experiencia de la humanidad hasta nuestros días en lo que se refiere a la creación de lazos sociales, unidad de objetivos, lazos de amistad, actitudes de respeto y de atención hacia los compañeros de combate, etc.

En el próximo número de esta Revista internacional, publicaremos la segunda y última parte de este texto, la cual abordará las cuestiones siguientes:

  • La dialéctica de la confianza en sí de la clase obrera: pasado, presente, futuro.
  • La confianza, la solidaridad y el espíritu de partido nunca han sido adquisiciones definitivas.
  • No hay espíritu de partido sin responsabilidad individual              

1) Para tener más datos sobre el análisis de la CCI sobre la trasformación del espíritu de círculo en clanismo, sobre los clanes que han existido en nuestra organización y sobre la lucha contra estas debilidades a partir de 1993, vease nuestro texto “La cuestión del funcionamiento de la organización en la CCI”, Revista internacional no 109, y “El combate por la defensa de los principios organizativos”, Revista internacional no 110.

2) Se trata de una Comisión  de investigación nombrada por el XIVº congreso de la CCI. Ver al respecto nuestro artículo de la Revista internacional nº 110.

3) Vease sobre el tema nuestro artículo “La lucha del proletariado en la decadencia del capitalismo”, Revista internacional no 23. En ese artículo ponemos en evidencia las razones por cuales las luchas del siglo XX, contrariamente a las del siglo XIX, no podían apoyarse en una organización previa de la clase.

4) En febrero de 1941, las medidas antisemitas de las autoridades de ocupación alemanas provocaron la movilización masiva de los obreros holandeses. Iniciada en Amsterdam el 25 de febrero, la huelga se extendió al día siguiente a otras ciudades, especialmente, a La Haya, Rotterdam, Groninga, Utrecht, Hilversum, Haarlem, hasta Bélgica incluso, antes de ser reprimida por las autoridades, por las SS en particular. Léase al respecto nuestro libro La Izquierda holandesa.

5) La idea consejista cobre la cuestión del partido desarrollada por la Izquierda comunista holandesa y la idea bordiguista, que es un avatar de la Izquierda italiana, parecen, de entrada, oponerse radicalmente: ésta defiende que el papel del partido es tomar el poder y ejercer la dictadura en nombre del proletariado, incluso, si cabe, oponiéndose al conjunto de la clase, mientras que aquélla estima que todo partido, incluido el comunista, es un peligro para la clase destinado por necesidad a usurparle el poder en detrimento de los intereses de la revolución. En realidad, ambas ideas acaban reuniéndose, pues las dos establecen una separación, cuando no una oposición, entre el partido y la clase , expresando así una falta de confianza fundamental hacia ella. Para los bordiguistas, el conjunto de la clase no es capaz de ejercer la dictadura y por eso le incumbe al partido ejercer esa tarea. A pesar de las apariencias, el consejismo no manifiesta una mayor confianza hacia el proletariado, ya que considera que éste está abocado a dejarse despojar de su poder en beneficio de un partido desde el instante en que existe tal partido.

6) Para nuestro análisis de la descomposición, ver “La descomposición, fase última de la decadencia del capitalismo” en la Revista internacional nº 62.

7) Texto publicado en la Revista internacional 109 con el título “La cuestión del funiconamiento de la organización en la CCI”.

8) Y es así porque “En la dinámica de clan, las actuaciones no proceden de un acuerdo político real, sino de lazos de amistad, de fidelidad, de la convergencia de intereses “personales” específicos o frustraciones compratidas. (…) Cuando aparece una dinámica así, los miembros o simpatizantes del clan ya no se determinan, en su comportamiento o las decisiones que toman, en función de una opción consciente y razonada basada en los intereses generales de la organización, sino en función del punto de vista y de los intereses del clan que tienden a plantearse como contradictorios con los del resto de la organización” (“La cuestión del funcionamiento de la ­ organización en la CCI”, Revista internacio­ naln°109). En cuanto unos militantes adoptan esas actuaciones, están obligados a dar la espalda a un pensamiento riguroso, al marxismo, adoptando una tendencia a la degeneración teórica y programática. Por sólo citar un ejemplo, podemos recordar que la agrupación clánica aparecida en la CCI en 1984, y que formaría más tarde la “Fracción Externa de la CCI”, acabó poniendo en entredicho nuestra plataforma, de la que se presentaba como la mejor defensora, y rechazando el análisis de la decadencia del capitalismo, patrimonio de la Internacional comunista y de la Izquierda comunista.

9) Cuando llegó a Europa occidental en otoño de 1902, tras su evasión de Siberia, Trotski venía precedido de su fama de redactor de mucho talento (uno de los seudónimos que le pusieron fue “Pero”, “la Pluma”). Llega rápidemente a ser un colaborador de primer plano de la Iskra publicada por Lenin y Plejánov. En marzo de 1903, Lenin escribe a Plejánov para proponerle que Trotski entre en la redacción de Iskra, pero Plejánov se niega: en realidad lo que Plejánov teme es que el talento del joven militante (23 años) ne acabe haciéndole sombra a su propio prestigio. Fue ésa una de las primeras expresiones del extravío de quien había sido principal artífice de la introducción del marxismo en Rusia. Tras haberse unido a los mencheviques, acabará su carrera como socialpatriota al servicio de la burguesía.

10)  “Una araña ejecuta operaciones que semejan a las manipulaciones del tejedor, y la construcción de los panales de las abejas podría avergonzar, par su perfección, a más de un maestro de obras. Pero, hay algo en que el peor maestro de obras aventaja, desde luego, a la mejor abeja, y es el hecho de que, antes de ejecutar la construcción, la proyecta en su cerebro. Al final del proceso de trabajo, brota un resultado que antes de comenzar el proceso existía ya en la mente del obrero; es decir, un resultado que tenía ya existencia ideal. El obrero no se limita a hacer cambiar de forma la materia que le brinda la naturaleza, sino que, al mismo tiempo, realiza en ella su fin, fin que él sabe que rige como una ley las modalidades de su actuación y al que tiene necesariamente que supeditar su voluntad. Y esta supeditación no constituye un acto aislado. Mientras permanezca trabajando, además de esforzar los órganos que trabajan, el obrero ha de aportar esa voluntad consciente del fin a que llamamos atención…” (Marx, El Capital, vol. I, Cap. V. FCE, México)

 

Series: 

  • Confianza y solidaridad [9]

Vida de la CCI: 

  • resoluciones de Congresos [10]

Herencia de la Izquierda Comunista: 

  • La organización revolucionaria [11]

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