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Capítulo II: Polémica en BILAN

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En este capítulo publicamos el debate dentro de BILAN sobre la postura a adoptar frente a la guerra de España. Esta polémica se llevó a cabo públicamente como corresponde a la tradición del movimiento obrero.

Un minoría de compañeros pensaba que había una revolución en marcha y que la guerra no era imperialista sino que tenía como misión defender “la revolución obrera”. Aunque denunciaban a la República y la mistificación antifascista pensaban que había que empuñar las armas para defender “la posibilidad de un poder obrero”. Así, estos compañeros se fueron a Barcelona y se integraron dentro de una columna de voluntarios organizada por el POUM.

La reacción de la mayoría de BILAN fue ante todo favorecer la discusión dando a los compañeros los medios para defender su posición aunque no la compartieran y opusieran todos los argumentos necesarios contra ella. BILAN evitó las medidas administrativas contra las faltas organizacionales repetidas de la minoría y con suma paciencia aguantó sus provocaciones inspirado por el objetivo esencial de favorecer la claridad. Reconocía claramente que la posición adoptada por la minoría era radicalmente incompatible con las posiciones proletarias de BILAN y que llevaba inevitablemente a la separación si no era reconsiderada. Sin embargo quería que ante todo esta separación se hiciera desde la máxima claridad y no en la confusión.


1.La tragedia española (Gatto Mammone posición mayoritaria)

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Como se sabe, el destronamiento de Isabel IIª - que huyó al extranjero, como hizo Alfonso XIII en 1931 – fue seguida de un periodo muy convulso que sucesivamente vio desarrollarse las siguientes fases: para empezar, en Octubre de 1.868, el Gobierno Provisional de Serrano que, tras que las Cortes Constituyentes de Febrero de 1.869, se pronunciaron por una monarquía democrática, cedió la plaza al rey Amadeo de Saboya. Después, provocada por esta nominación, estalla la segunda guerra “carlista” (1.872-1.876), fomentada por la rama proscrita de los Borbones.

A continuación, llega la abdicación de Amadeo en 1.873 y la instauración de la primera República de los Pi i Margall, Salmerón y Castelar; que debe luchar contra los carlistas ( en Vizcaya y Cataluña) y hacer frente a la revuelta “cantonalista” de Sevilla, Cádiz, Granada, Málaga, Cartagena y Valencia.

Finalmente, Serrano vuelve al poder y prepara el golpe de estado militar que devuelve al trono a los Borbones en Enero de 1.874.

El Consejo General de Londres (Iª Internacional) tenía pocas relaciones directas con España, aunque el secretario elegido para las relaciones con este país, Paul Lafarge, había nacido por casualidad en Cuba. El Manifiesto lanzado por el Consejo General en Octubre de 1.868 tras la caída de Isabel IIª, invitando a los obreros españoles a formar parte de la Internacional, quedó sin respuesta. Fueron, al contrario, los republicanos federados del núcleo de Pi i Margall los que obtuvieron el apoyo de los obreros, organizados hasta la fecha en simples sociedades conspirativas.

La primera agitación directa realizada en España fue la que realizo la “Alianza” de Bakunin que a finales de 1.868 envió a Fanellí para crear los primeros núcleos de la Federación Española de la Internacional. Es esto lo que permite explicar porque esta fue siempre fiel a la concepción colectivista anarquista, en oposición a la “comunista-autoritaria” de Marx y el Consejo General de Londres. Incluso, cuando más tarde (en 1.876), la Federación Italiana de la Internacional, bajo el impulso de Malatesta, Cafiero y Covelli, adoptó el “comunismo-anarquista”, es decir que no solo la tierra y el utillaje, sino también el fruto del trabajo debía pertenecer a las comunidades, los internacionalistas españoles continuaron fieles a su vieja concepción. Como veremos, más adelante, cuando en 1.910 surge la CNT emplea la terminología anarco-sindicalista, ya que el término “colectivista” desde entonces designa a los marxistas, a los partidos socialistas de la IIª Internacional.

Tanto es así que el primer Congreso de la Federación Regional Española (regional significa para España nacional) celebrado en Barcelona en 1.870 adoptó una posición apolítica. En el terreno económico su posición fue muy poco favorable a los movimientos huelguísticos. Preferían, por el contrario, mostrar el objetivo final, es decir, “la liquidación social y el porvenir libre”.

Para todos los internacionalistas anti-autoritarios – para las Federaciones de España e Italia, así como para los del Jura en Suiza y para los obreros del Valle de la Vesdre (Verviers, Bélgica) – el único objetivo de la asociación era provocar la insurrección que derrocara al Gobierno, aboliera la propiedad privada, pusiera a disposición de los trabajadores la tierra y las herramientas y, sustituyera la organización estatal de la burguesía por la libre federación de las comunidades y grupos de productores libres y autónomos.

Cuando en 1.873, acto seguido de la proclamación de la República federalista (Pi i Margall) se desarrolla el potente movimiento “cantonalista”, si bien la Internacional en su conjunto quedó al margen de los acontecimientos que juzgó “políticos” , al mismo tiempo, la FRE autorizó a sus miembros a participar en los gobiernos locales surgidos de este movimiento ya que consideraba que la descentralización ( o “cantonalización” ) del Estado como algo propicio para el cambio social. Pero Serrano disolvió la Internacional que si bien, declaraba con contar en esos momentos con decenas de miles de miembros, se adaptó sin resistencia a la situación respondiendo únicamente a la orden de disolución con ... un Manifiesto de protesta dirigido a los obreros españoles. Desde entonces estuvieron en la sombra hasta 1.881, cuando los conservadores dejaron su lugar a un Gobierno más liberal. Entonces los internacionalistas salieron de la ilegalidad y crearon una Federación de los trabajadores de la región española, basado igualmente, en el colectivismo anarquista, que consiguió, desde sus inicios un cierto desarrollo. Un ala terrorista, conocida como la “Mano Negra” se desarrolló sobre todo en Andalucía y provocó las persecuciones de 1.884.

En 1.888, tuvo lugar un Congreso en Valencia, que disolvió definitivamente la Federación regional y la substituyó por los grupos anarquistas libres. No es hasta Octubre de 1.910, en el curso de un Congreso que se celebró en Barcelona, reuniendo a todas las organizaciones de Andalucía y Cataluña, que se decidió la constitución de la Confederación Nacional del Trabajo, de carácter sindicalista, antiparlamentario y partidaria de la acción directa.

Como hemos dicho anteriormente, la Federación de la Internacional, en España, aparte del episodio Lafargue, fue siempre antiautoritaria, y contraria a Marx y al Consejo General del Londres.

Lafargue había conseguido ganar la mayoría del Consejo Federal pero, fue excluido, y no pudo reagrupar más que a nueve miembros en la nueva Federación de Madrid que él representó en el Congreso de la Haya ( 1.872 ). Entre estos nueve miembros figuraba el tipógrafo Pablo Iglesias, el futuro fundador del Partido Obrero Socialista en España. Este partido, creado clandestinamente en 1.879, fue definitivamente fundado en el Congreso de Barcelona, en Agosto de 1.888, año en el que los socialistas crearon también la central sindical, U.G.T. Esta estaba muy ligada al partido, tanto que Iglesias era el presidente del partido y de la organización sindical al mismo tiempo.

El partido participó, desde su fundación, en la acción política, pero jamás consiguió un triunfo electoral. Iglesias no llegó al parlamento hasta 1.910, tras la creación de la primera coalición entre republicanos y socialistas contra el Gobierno reaccionario de Maura y la expedición marroquí.

El PSOE tenía un carácter “obrerista” y anti-intelectual; consideraba a los intelectuales como gentes inútiles, buenos únicamente para introducir en su seno las discusiones teóricas, inútiles igualmente, según ellos. Aparte de algunas breves y esporádicas apariciones de intelectuales, como Unamuno – hoy ferviente partidario de Franco – el Doctor Vera fue durante largo tiempo el único fiel al movimiento. Solo poco tiempo antes de la guerra se vio llegar un gran número de intelectuales al partido socialista. Entre ellos, Besteiro, Ovejero y Luis Araquistain , todos ellos dirigentes hoy del “Frente Popular”.

El partido socialista, en su conjunto, tuvo desde sus orígenes, un marcado color local que nos disponemos a tildar de “pablismo” del nombre de Pablo Iglesias que murió en 1.925, a los 75 años, después de ser durante cincuenta años el educador político de los cuadros del partido y la U.G.T. Esta particularidad del partido obrero español, retomada más tarde por Andrade en su interesante estudio sobre el reformismo, ha revestido el carácter de una organización de tipo filantrópico poniendo el acento sobre el carácter moral y produciendo un tipo de obrero que el general Primo de Rivera se complacía en definir como “prestador de buenos y leales servicios” a sus amos.

Este “obrerismo” rudimentario del pablismo, era el reflejo, en el terreno económico, de la situación de atraso de España, en la que dominaba el artesanado (no solamente Pablo Iglesias era como hemos visto un obrero tipógrafo, sino que durante largo tiempo todo el Comité Central del partido, estaba compuesto, íntegramente, por tipógrafos). Y, en el terreno político, reflejaba una noción muy elemental de la lucha de clases que ninguna discusión teórica llegó a enriquecer.

Este reformismo acentuado fue una de las principales causas del desarrollo del anarquismo, bajo diferentes nombres y del hecho de que los obreros más avanzados y las masas más combativas se decidieran por la C.N.T, puesto que el anarco-sindicalismo parecía representar una forma más revolucionaria, cuando en realidad su misma existencia era la prueba del atrasado estado, desde el punto de vista clasista, del proletariado español.

Para comprender adecuadamente la situación actual, es importante analizar el periodo que siguió a la caída de Primo de Rivera – en Enero de 1.930 – , es decir, el año que duró su sucesor, el general Bérenguer, y el corto Gobierno de concertación monárquica del Almirante Aznar, de Febrero de 1.931 hasta las elecciones municipales del mismo año que llevaron a la segunda caída de los Borbones.

Es, en efecto, en el curso de este período cuando, en el seno del partido socialista cristaliza una crisis interna que llevará a la creación de dos fracciones. Como se sabe, tras la instauración, en 1.923, de la dictadura de Primo de Rivera, el partido socialista y la U.G.T. practicaron una política de adaptación al nuevo régimen. A cambio de esta “neutralidad benévola” Primo de Rivera dejó a los socialistas una cierta libertad de propaganda y les permitió entrar en los órganos consultivos del régimen y en las comisiones paritarias, todos ellos puestos bien retribuidos y bien aceptados, ya que hasta la fecha la debilidad del movimiento obrero, en España, había sido un obstáculo para la formación de una burocracia remunerada como era el caso en los países en los que el movimiento obrero estaba más desarrollado.

El colaboracionismo llego a tolerar incluso que Largo Caballero, el mismísimo secretario general de la U.G.T., fuera nombrado consejero de Estado. Los ofrecimientos llegaban en el ámbito de la Asamblea nacional corporativa, que el Gobierno se aprestaba a crear, contando con la unanimidad de los presentes en el debate de aceptación de su candidatura. Solo el temor de una reacción negativa de las masas obreras hizo que su integración hubiera de ser rechazada por un voto en la votación definitiva.

Asistimos en esa época a un verdadero idilio social-dictatorial. En Madrid, donde en el seno de la U.G.T existía una oposición de comunistas aún no degenerados, los dirigentes de esta oposición eran convocados por la Seguridad del estado y, cuando les era negada la entrada en el partido socialista eran explícitamente obligados a abandonar esa oposición bajo amenaza de arresto.

En ciertas localidades de las regiones mineras de Vizcaya, las Casas del Pueblo, que estaban en manos de los comunistas, eran cerradas por la Dictadura y entregadas posteriormente a los socialistas.

Una corriente “izquierdista” conducida por Prieto, se manifestó contra la política de colaboración íntima con la Dictadura, practicada por los Caballero, Saborit y la dirección del partido. Pero la crisis no se manifestó abiertamente más que en el período siguiente: el de la dictadura que continuó Berénguer.

De un lado Besteiro y Saborit que se apoyaban sobre la burocracia sindical, seguían fieles a la política tradicional del “quietismo” bajo el pretexto de no hacer correr aventuras al movimiento obrero. En realidad, trataban esencialmente de mantener las prebendas que la dictadura les había concedido. Tanto es así que llegaron hasta el punto de sabotear la preparación de la huelga general que debía desarrollarse en Diciembre de 1.930.

De otro lado, estaban los “izquierdistas” - Prieto y De los Rios, a los que más tarde se sumaría Caballero que abandonó la capilla “pablista” – que acentuaron su táctica de acercamiento a los republicanos. Participaron en la preparación de la revuelta militar que debía estallar en Diciembre de 1.930, con el apoyo de la huelga general. Hoy sabemos que el levantamiento prematuro de la guarnición de Jaca hizo fracasar sus proyectos.

Ya entonces, Prieto, Caballero y De los Ríos formaban parte del Gobierno Provisional que habría sido constituido en caso de coronar con éxito sus planes. Ellos mismos fueron los que formaron parte del Gobierno de Alcalá Zamora en Abril de 1.931.

A pesar de este oportunismo o, más bien, de esta traición de los intereses revolucionarios de la clase obrera, el movimiento obrero seguía siendo siempre muy frágil: el partido socialista tenía, en 1.930, 12.815 miembros y la U.G.T 277.011 militantes.

En cuanto a la C.N.T , sabemos que desde la instauración de la dictadura disolvió “voluntariamente” los sindicatos. Esta fórmula salvó los principios, pero significó en la práctica una adaptación sin resistencia al nuevo régimen. Sus efectivos entonces, podían llegar a alcanzar, según sus fuentes, un millón de miembros. Pero no olvidemos que para los anarquistas españoles esta cifra era como el hecatón (cien) para los antiguos griegos: una cantidad indefinida, que sobre todo, y en todos los casos, debía dar la impresión de un gran número.

Ya durante la dictadura, en el seno de la C.N.T la corriente revisionista de los sindicalistas – de la tendencia Pestaña - se había reforzado y entró en lucha abierta con los anarquistas puros de la F.A.I.. Los “Faistas” quedaron a lo largo de este período en la sombra- como lo estuvieron sus mayores internacionalistas antiautoritarios tras la represión de 1.874 – y, debemos reconocerlo, solo los revisionistas manifestaron durante la dictadura cierta actividad. Estos “revisionistas” o “políticos” como les llamaban sus adversarios, los “anarco-específicos” se encontraban a la cabeza de la C.N.T. en el momento en el que la República fue proclamada. Su sindicalismo “revolucionario” era del mismo estilo que el de Jouhaux de la C.G.T. francesa. Asumieron la responsabilidad de dar un espaldarazo a la política de “bloque sin principios” con los republicanos, es decir, la colaboración estrecha con la burguesía, signo característico de los primeros momentos de la República española. Se solidarizaron con el Manifiesto publicado en Barcelona por los partidarios de la República, sobre la base de un programa de acción que suponía: 1º la separación de los poderes; 2º reconocimiento de todos los derechos individuales y sociales a los ciudadanos; 3º reconocimiento a los grupos federados en virtud de su propia cultura; 4º libertad de pensamiento. Separación de la Iglesia y el Estado; 5º reforma agraria; 6º reformas sociales al nivel de los Estados capitalistas más avanzados. Esto en 1.931.

En 1.936, vemos a los “Faistas” dominando la C.N.T entrar en el Gobierno pero escondiendo esta traición a sus propios principios con juegos de palabras: no entraban en el “Gobierno” sino el “Consejo” de la Generalitat de Catalunya, con un programa que decía: creación de las milicias para mantener el orden público (léase : policía ); milicias de guerra obligatorias ( léase: Ejército); defensa de la pequeña propiedad y de las libertades “tradicionales” de Catalunya.

Solo nos queda hablar del partido comunista. Este surgió en España, como en otros muchos lugares, en la inmediata post-guerra, a través de la transformación de las Juventudes socialistas en Partido Comunista, al que vendría más tarde a sumarse un ala izquierda socialista. El hecho de que los padrinos del movimiento comunista fueran Borodine- del que conocemos su actividad en China como responsable y artesano de la derrota del proletariado chino – y el diputado oportunista italiano Graziadei es suficiente para explicar que este partido era un aborto que la misma Internacional consideraba como una de sus secciones más insignificantes.

Basándonos en las cifras más optimistas, no encontramos más que algunos cientos de miembros, si todavía podemos utilizar este término, ya que en 1.931, el partido comunista no tenia aún un censo de afiliados. Agrupaba ante todo una capilla de aventureros incompetentes y sin escrúpulos que la Internacional Comunista, regularmente reemplazaba por elementos que no valían mucho más. Durante todo el período de la dictadura, el P.C.E. no dio señales de vida y fue ignorado por casi todo el mundo. Una cierta influencia comunista se pudo ver en los sindicatos en Vizcaya y Asturias, pero reducida a una actividad de algunos elementos en la base, y al margen de cualquier directiva de los jefes.

En Barcelona, el principal centro industrial de España, el Partido Comunista, hasta estos últimos tiempos, era absolutamente inexistente (contando con una cincuentena de miembros como mucho, al inicio de los acontecimientos de este año).

La cuestión nacionalista, que tanta importancia tiene, incluso dentro de la C.N.T. – (ver sus últimas declaraciones sobre las libertades tradicionales de Cataluña) – había provocado, en vísperas de los acontecimientos de 1.931, la creación de un partido comunista catalán que sostenía la idea de la independencia de Cataluña y, para el que existía una burguesía española explotadora del proletariado español, pero también una burguesía catalana y un proletariado catalán, ambos, explotados por el Estado central. En este partido encontramos los primeros núcleos del Bloque Obrero y Campesino de Maurín, que jugó un cierto papel en los comienzos de la República y que, después, dio lugar al nacimiento del actual P.O.U.M.

Con Berenguer, que no era más que una prolongación de Primo de Rivera, se termina el período de “maneras duras” de la burguesía. Mano de hierro en un guante de terciopelo, ya que debemos señalar que la ferocidad de la dictadura no es más que una leyenda. En realidad, no había habido más que arrestos y no en gran número.

Por ejemplo, el terrorismo en Barcelona – ejercido por Anido, que la “Revolución” de 1.936 se contentó con encarcelar para luego dejarlo escapar – se manifestó antes, en el momento del empuje obrero.

La dictadura fue una forma de política inestable y oscilante entre las exigencias de los latifundistas y de las industrias agrícolas y las de las industrias medianas que habían nacido en la periferia ( de hecho el ascenso de Primo de Rivera al poder fue apoyada por la industria de transformación de Cataluña ).

Ante la devaluación de la peseta, la huida de capitales al extranjero, la anarquía creciente, económica y política ( ligadas, claramente, a la crisis mundial ), ante la perspectiva del recrudecimiento de los conflictos sociales, la burguesía recurrió a una segunda manera de dominación, la forma democrática, haciendo un llamamiento de movilización a sus “reservistas”: los republicanos, los socialistas y los centristas.

Los acontecimiento ulteriores demostraron hasta la saciedad, en España como en otros lugares, el carácter burgués de la ideología republicana.

En los tiempos de la Dictadura los republicanos permanecían en la recámara, consideraban que su hora no había llegado y no querían aparecer demasiado radicales. Pero con la precipitación de acontecimientos a partir de 1930 empezaron a salir a la superficie aunque actuando siempre de forma muy discreta , consideraban que esta tarea correspondía, sobre todo, a los monárquicos que acaban de adherirse a la concepción republicana: a los Zamora y a los Maura. Es decir, a todos aquellos que abogaban por la creación de una República parlamentaria, conservadora y católica. El programa mínimo de los republicanos en aquella época suponía la aceptación de la nominación por decreto real de los puestos de diputado provincial y consejero ( sistema ya en vigor bajo el Gobierno de Berenguer ).

Todos estos lideres aceptaron una acción común con los políticos de diversas tendencias que no osaban aún declararse republicanos y que, aún proclamándose monárquicos, reclamaban la convocatoria de las Cortes más o menos constituyentes. Las organizaciones obreras, incluyendo a la C.N.T., se comprometieron a sostener esta agitación “en las calles”.

Con un movimiento obrero paralizado por la concepción reformista del “pablismo” y la pasividad de los anarco-sindicalistas que iban a remolque de las concepciones pequeño-burguesas – rascad el barniz superficial del anarquista y aparecerá un pequeño-burgués – el resultado fue que las ilusiones democráticas hicieron estragos enormes en las filas obreras.

Los acontecimientos se precipitaron. Tras el fracaso del levantamiento de Diciembre de 1.930, el Gobierno de Berenguer hizo todo lo posible por adelantar las elecciones generales, esperando conseguir así reforzar su posición política cuya cobertura era la defensa del “orden constitucional”.

La fecha de las elecciones fue fijada para el mes de Marzo de 1.931, pero los partidos de la oposición rechazaron participar alegando que la ley marcial y la censura militar les impedían realizar cualquier tipo de campaña electoral.

Esta amenaza de los republicanos y de los socialistas de boicotear las elecciones se unía al hecho de que cada vez más medios monárquicos reclamaran una Asamblea Constituyente acompañada de una encuesta que tuviera por objetivo establecer la responsabilidad del Rey en la dictadura. Todo ello provoco la caída de Berenguer en Febrero de 1.931. La tarea de constituir un nuevo Gobierno fue confiada a Sánchez Guerra, del partido liberal-histórico de los Romanones, partido que representaba los intereses agrarios y que, aunque oponiéndose a la dictadura a causa de su política marroquí y en general exterior, constituía el más sólido apoyo de la Monarquía. Pero ya en este partido, algunos elementos, como Alcalá Zamora, se habían acercado a la República y otros, como Sánchez Guerra, era partidarios de la convocatoria de una Constituyente.

Pero Sánchez Guerra fracasó en sus intentos de constituir Gobierno por el rechazo de los republicanos a participar en él.

Fue el momento de constituir un Gobierno de transición bajo la presidencia del Almirante Aznar.

Manteniendo su boicot a las elecciones parlamentarias, socialistas y republicanos presentaron listas comunes a las elecciones municipales que tuvieron lugar el 12 de Abril de 1.931. Conocemos los resultados: derrota espectacular de los monárquicos en casi todas las ciudades. El campo continuó fiel a los partidos monárquicos, pero eso no cambió en nada el desarrollo de la situación posterior: marcha del rey Alfonso XIII y formación de un Gobierno provisional, en el que Alcalá Zamora era presidente y en el que participaron tres socialistas.

El hecho de que el general Sanjurjo, en aquellos momentos director general de la Guardia Civil fuera el que regulara la conversión pacífica de la monarquía en República, es ya en sí todo un programa.

No tardaremos mucho en verificarlo en el curso de un próximo artículo.

GATTO MAMMONE Bilan 35 septiembre-octubre 1936

2.La revolución en España (Tito, posición minoritaria)

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La caída de la monarquía, aunque ocurrió tranquilamente y de manera “caballeresca” en un ambiente festivo y carente de luchas, inicia la crisis revolucionaria en España. Sin olvidar que la dictadura de Primo de Rivera fue, también, un síntoma de esa crisis.

La estructura económica y política de España está totalmente construida sobre el andamiaje feudal de un Estado que vivió parasitando y expoliando, durante cuatro siglos, un inmenso imperio colonial lleno de riquezas inagotables. A finales del siglo XIX, con la pérdida de las últimas posiciones coloniales, el papel de España quedó reducido al de país de tercer orden que vegetaba gracias a la exportación de su producción agraria. La crisis mundial que siguió a la Guerra y que restringe considerablemente los mercados a la vez que reduce las reservas acumuladas durante la Contienda - debido a la neutralidad del país - plantea el problema de la transformación económica. El estimulante del desarrollo de fuerzas productivas tendentes a crear un aparato industrial moderno, a suscitar un mercado interno para la producción industrial y a transformar los sistemas de producción en el campo, choca con el conservadurismo de las viejas capas feudales privilegiadas.

Cinco años de gobiernos sucesivos de izquierdas y de derechas no son capaces de resolver ni siquiera el problema político de la forma constitucional; la república misma está amenazada por un partido monárquico decidido. Tampoco resuelven el problema económico, al cual solo se puede dar una solución definitiva rompiendo violentamente las relaciones sociales en el campo. La cuestión agraria es de importancia primordial y no puede ser resuelta en el marco de las instituciones burguesas. Sólo es posible por la vía revolucionaria: expropiando sin indemnización latifundios y dominios señoriales.

En un país de medio millón de kilómetros cuadrados de superficie, dos tercios de las tierras cultivadas pertenecen a veinte mil propietarios. El resto se reparte entre veinte millones de seres que viven su miseria en el embrutecimiento y la ignorancia seculares.

La tentativa de reforma agraria de Azaña sólo dio resultados negativos: a la confiscación, con indemnización, de los propietarios, siguió un reparto de tierras que resultó de lo más oneroso para el campesino quien tuvo que empezar a cultivar una tierra, las más de las veces árida y abandonada, con deudas y sin ningún capital de circulación. En los sitios donde ha habido reparto, ha habido también irritación entre los campesinos quienes no han conseguido sacar ninguna ventaja con la posesión de las tierras. Esta situación de descontento podría explicar el que los “rebeldes” hayan encontrado, en algunas provincias agrarias, un apoyo por parte de las poblaciones locales.

La amenaza de un ataque reaccionario a fondo, tras dos años de gobierno de las derechas, determina la formación de una coalición de partidos republicanos y obreros que acarrea la victoria electoral del dieciséis de febrero. La presión de las masas, que abre las puertas de las cárceles a los treinta mil presos políticos, antes incluso de promulgarse el decreto de amnistía, desplaza la relación de fuerzas; pero las esperanzas de las masas han sido defraudadas. A lo largo de los cinco meses de gobierno del Frente Popular no ha habido ningún cambio radical en la situación política. La situación económica entre tanto sigue siendo tan grave como hasta ahora. Nada se hace para dar la solución definitiva. Esto se explica por el carácter burgués del nuevo Gobierno, que se limita a una actitud defensiva respecto al partido monárquico destinando a Marruecos a cierto número de oficiales infieles al gobierno republicano. Esto explica que Marruecos haya sido la cuna de la rebelión militar la cual ha podido contar en pocos días con un ejército de cuarenta mil hombres totalmente pertrechados y a cubierto de cualquier amenaza represiva. La Legión Extranjera que es la base de ese Ejército, cuenta de hecho con muy pocos extranjeros (10-15 %). La mayoría de los alistados son españoles: parados, desclasados, criminales; es decir, auténticos mercenarios fácilmente atraídos por el espejismo de la soldada y el rancho.

Al asesinato del teniente Castillo, socialista, le siguió, como represalia, el de Calvo Sotelo, jefe monárquico (9 y 10 de julio) y fue utilizado como pretexto para actuar por parte de la derecha. El diecisiete de julio empieza la insurrección. Esta insurrección no tiene las características típicas del pronunciamiento militar el cual cuenta con la sorpresa, la rapidez y tiene siempre objetivos limitados, generalmente, cambios del personal gubernamental.

La duración y la intensidad de la lucha dan prueba de que nos encontramos ante un amplio movimiento social que está removiendo hasta las raíces a la sociedad española. La prueba está en que el gobierno democrático, modificado por dos veces en algunas horas, en lugar de replegarse o precipitarse en llegar a un compromiso con los jefes militares sublevados, prefiere aliarse con las organizaciones obreras, sin que con eso entregue las armas a la clase obrera.

Este suceso tiene una importancia enorme. La lucha, aunque siga estando formalmente encerrada en el marco de la competencia entre grupos burgueses y aunque ponga como pretexto la defensa de la república democrática contra la amenaza de la dictadura fascista, alcanza hoy una significación más amplia, un valor profundo de clase; se está convirtiendo en levadura, en fermento propulsor de una verdadera guerra social.

La autoridad del Gobierno está hecha trizas. En pocos días el control de las operaciones militares ha pasado a manos de la milicia obrera. Los servicios de logística, lo que en general se refiere a la dirección de la guerra, la circulación, la producción, la distribución, todo se pone en manos de las organizaciones obreras. El verdadero gobierno está en manos de ellas. El otro, el gobierno legal, es una cáscara vacía, un simulacro aprisionado por la situación.

Incendio de iglesias, confiscación de bienes, ocupación de casas y propiedades, requisa de periódicos, condenas y ejecuciones sumarias - extranjeros incluidos -; estas son las formidables y ardientes expresiones del profundo cambio en las relaciones de clase; las cuales el gobierno burgués ya no puede parar. Mientras tanto, el Gobierno interviene no para aniquilar sino para legalizar “lo arbitrario”. Echan mano a los bancos y a las fábricas abandonadas por los patronos y nacionalizan las fábricas que producen para la guerra. Se adoptan medidas sociales: semana de 40 horas, aumento del 15% en los salarios, reducción del 50% en los alquileres.

El seis de agosto tiene lugar un reajuste ministerial en Cataluña bajo la presión de la CNT. Dicen que Companys, presidente de la Generalitat, se ve obligado por las organizaciones obreras a permanecer en su puesto para evitar complicaciones internacionales que, de todas maneras, acabarán por producirse en el transcurso de los acontecimientos.

El gobierno burgués se sigue manteniendo. No cabe duda que, una vez apartado el peligro, intentará desesperadamente recuperar la autoridad perdida. Empezará entonces una nueva fase de la lucha para la clase obrera.

Cierto es que se desencadenó la lucha por razones de competencia entre dos fracciones burguesas. La clase obrera se alió con la fracción dominada por la ideología del Frente Popular. El gobierno democrático da armas al proletariado, último recurso para su propia defensa. Pero el estado de disolución de la economía burguesa excluye cualquier posibilidad de reajuste, sea con la victoria del fascismo, sea con la victoria de la democracia. Únicamente una intervención sucesiva y autónoma del proletariado podrá resolver la crisis de régimen de la sociedad española. Pero el resultado de dicha intervención está condicionado por la situación internacional. La revolución española está estrictamente ligada a la problemática de la revolución mundial.

La victoria de un grupo o del otro no podrá resolver el problema general que no es otro que el del cambio fundamental en las relaciones de clase a escala internacional y en el del grado de intoxicación de las masas hipnotizadas por esa serpiente que es el Frente Popular. Sin embargo la victoria de un grupo y no del otro tiene unas repercusiones políticas y psicológicas que hay que tener en cuenta para analizar la situación. La victoria de los militares no sólo significaría una victoria sobre el método democrático de la burguesía sino que significaría también la victoria brutal y despiadada sobre la clase obrera que se entregó totalmente y como tal a la lucha. La clase obrera sería clavada en la cruz de la derrota, de manera irremisible y total, como pasó en Italia y en Alemania. Además, toda la situación internacional se ajustaría sobre la victoria del fascismo español y caería sobre los trabajadores una ráfaga de violenta represión en el mundo entero.

Ni siquiera discutiremos la concepción según la cual después de la victoria de los reaccionarios el proletariado recobraría con más ímpetu su conciencia de clase.

Seguramente la victoria gubernamental crearía unos cambios muy importantes en la situación internacional al darle otra vez conciencia y ánimo al proletariado en los diferentes países. Pero también es probable que esas ventajas serían neutralizadas en parte por la influencia nefasta de una intensa propaganda nacionalista y antifascista, banderín de enganche de guerra de los partidos del Frente Popular y en primer lugar del Partido Comunista.

Es imposible que la derrota de los militares tenga como consecuencia ineluctable el refuerzo del gobierno democrático. En cambio, es cierto que las masas aun armadas, orgullosas de una victoria dolorosa y discutida pero seguras de una experiencia adquirida en la violencia de la batalla, pedirían cuentas al gobierno. Los polvorines ideológicos que el Frente Popular entregó a las masas para confundirlas bien podrían estallarle en las manos a la propia burguesía.

Solo una gran desconfianza en la inteligencia de clase de las masas puede dar lugar a admitir que la desmovilización de millones de obreros, después de un combate duro y largo, puede hacerse sin tropiezos ni tempestades.

Pero, aun suponiendo que suceda a la victoria del gobierno, sin roces, el desarme material y espiritual del proletariado, no hay que negar la posibilidad de un cambio en las relaciones de clase. Nuevas y potentes energías podrían surgir de esta amplia conflagración social y la evolución hacia la formación del partido de clase se vería acelerada.

La lucha no es una cera blanda que se moldea según nuestros esquemas y nuestras preferencias. Se determina dialécticamente. En política, lo previsto representa siempre una aproximación a la realidad.

Cerrar los ojos ante la realidad, únicamente porque no corresponde al esquema mental que nos hemos fabricado, significa ponerse fuera del movimiento y marginarse definitivamente del dinamismo de la situación.

La corrupción ideológica del Frente Popular y la ausencia del partido de clase son dos elementos negativos y de una aplastante importancia. Y por eso precisamente, hoy en día, nuestros esfuerzos deben ir dirigidos hacia los obreros españoles.

Decirles: “ese peligro os amenaza”; y no intervenir para luchar contra él es dar muestras de insensibilidad y de diletantismo. Nuestro abstencionismo en el asunto español significa la liquidación de nuestra Fracción, una especie de suicidio por indigestión de fórmulas doctrinarias.

Muy pagados de nosotros mismos, como Narciso, nos ahogamos en las aguas de las abstracciones en que nos complacemos; mientras, “la bella nínfa Eco” languidece y muere por amarnos.

TITO (Bilan nº 35. Setiembre/Octubre 1936)

desarrollo de la conciencia y la organización proletaria: 

  • La Izquierda italiana [1]

3.Moción de la minoría agosto 1936

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Los camaradas de la Fracción Italiana de la Izquierda Comunista se han alistado en las filas de la milicia obrera para apoyar al proletariado español en la grandiosa lucha contra la burguesía. Estamos, a su lado y preparados para todos los sacrificios, por el triunfo de la revolución.

Durante largos años, de militancia, de lucha y de exilio, hemos vivido una doble experiencia: la de la reacción fascista, que puso al proletariado italiano en una situación desesperada y la de la degeneración del Partido Comunista, que crucificó ideológicamente a las masas. Y, sin embargo, el problema de la Revolución sólo podrá resolverse si las masas logran, escapando a la influencia de la 2ª y 3ª Internacionales, construir su verdadero partido. Aquel que sea capaz de conducirla a la victoria.

Tenemos confianza en el desarrollo de los acontecimientos actuales y creemos que su dinamismo creará en España y en otras partes el Partido de la revolución. La vanguardia que existe en el seno del POUM tiene ante sí una gran tarea y una enorme responsabilidad.

Vamos al frente de batalla en la Columna Internacional de las milicias del POUM, empujados por un ideal político común a los heroicos y magníficos obreros españoles: el ideal de combatir hasta el último de nosotros, no para salvar a la burguesía hecha trizas sino para arrancar las raíces de cualquier forma de poder burgués y para que triunfe la revolución proletaria.

Para que todos nuestros esfuerzos no sean vanos, la vanguardia revolucionaria del POUM tiene que vencer las últimas vacilaciones y entrar resueltamente en el camino del Octubre español. Hoy tiene que escoger entre el apoyo directo o involuntario a la burguesía a la alianza con los obreros revolucionarios del mundo entero.

El destino de la masa obrera del mundo dependerá del carácter dado a la asociación política en la actual conflagración social en España.

¡ Viva la milicia obrera!

¡ Viva la revolución!

( La moción de Biondo y la última resolución de la minoría saldrán en el último número. La Redacción )

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4.Comunicado de la Comisión Ejecutiva agosto 1936

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Bilan  nº 34. Agosto 1936.

Los sucesos de España han abierto una grave crisis en le seno de nuestra organización. Las circunstancias no han propiciado una discusión profunda de las divergencias, más que nada porque parte de los camaradas se encuentra en estos momentos imposibilitada para participar en ella con sus opiniones.

En esta situación, la C.E. solo ha podido tomar nota de la primera delimitación de posiciones políticas, aunque comprueba que ya se plantea, sin remedio, el problema de la escisión en nuestra organización.

Escisión ideológica, no organizativa. El objetivo de este comunicado es que se  imponga la más meridiana claridad sobre los problemas fundamentales en los que ha habido divergencias.

Aparte de la concepción que la Fracción defiende públicamente (acerca de la que no hace falta explicarse), otras opiniones se han ido afirmando (como ya dijimos) aunque actualmente se ven aun imposibilitadas tanto para concentrarse alrededor de una posición general como para definirse entre sí aclarando sus límites respectivos.

La idea central dominante entre los camaradas que no comparten la opinión de la actual mayoría de la organización es la de considerar que puede afirmarse la independencia de la clase obrera, sobre todo en Cataluña, sin que cambie radicalmente la situación y sin que haya que oponer a los actuales frentes, a los que nosotros consideramos imperialistas, los frentes de lucha de clases en las ciudades y en el campo.

La Comisión Ejecutiva (C.E.) ha decidido no forzar la discusión. El objetivo es permitir que la organización se beneficie de las contribuciones de los camaradas que están imposibilitados para intervenir activamente en ella y también porque la evolución permitirá una mejor clarificación de las divergencias fundamentales surgidas en los debates.

Está claro que los compañeros de la actual minoría tienen la posibilidad, como los demás, de separar públicamente sus responsabilidades y, aun reivindicando su pertenencia a la Fracción, continuar la lucha por sus posiciones en España, con la idea de determinar una posición autóctona de la clase obrera, incluso en la actual situación.

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5.Resolución de dos camaradas de la minoría

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(Después de su regreso del frente y de que hayan tomado contacto con la delegación oficial de la Fracción).

España, en estos momentos, es la piedra angular de toda la situación internacional. Según se gane por una u otra de las fuerzas en lucha, será una situación diferente para Europa. La victoria de Franco significaría el refuerzo del bloque militar de Italia y Alemania. La victoria del Frente Popular significaría el refuerzo del bloque militar antifascista (ambos conducen a la guerra imperialista); y la victoria del proletariado sería el punto de partida de la reanudación mundial de la revolución proletaria.

Estamos en España ante una situación objetivamente revolucionaria. Las elecciones de febrero que concluyeron con la victoria del Frente Popular fueron un extintor de incendios, una válvula de escape que impidió la explosión violenta de las enormes contradicciones de clase. Las huelgas importantes que las siguieron y la agitación lo demuestran claramente.

La amenaza revolucionaria del proletariado decidió a la burguesía a apresurarse para tener las ventajas de la iniciativa. De esas premisas se llega a la conclusión de que no luchan dos fracciones de la Burguesía sino que lucha la burguesía contra el proletariado. Y de que el proletariado toma las armas para defender sus condiciones de vida y sus organizaciones contra el asalto de la reacción. Los obreros españoles han tomado las armas contra Franco por los mismos motivos que las tomaron los obreros rusos contra Kornilov.

No se trata del dilema democracia – fascismo sino del dilema capitalismo – proletariado. Y si la burguesía sigue quedándose virtualmente en el poder, si las relaciones de propiedad no se han transformado verdaderamente, hay que buscar la causa en el hecho de que el proletariado no está ideológicamente preparado y no posee un partido de clase.

La existencia del partido hubiera solucionado la cuestión a favor del proletariado a partir de los primeros días de la lucha. La revolución española no ha entrado todavía en su periodo de ocaso no se puede excluir categóricamente la posibilidad de victoria del proletariado.

Frente al capitalismo que está luchando en dos frentes, el proletariado tiene que luchar en dos frentes; el frente social y el militar. En el frente militar el proletariado está luchando para defender lo que conquistó durante décadas de luchas, el proletariado tiene que acelerar el proceso de descomposición del Estado capitalista, preparar el partido de clase y los órganos de gobierno proletarios y eso permitirá el ataque al poder capitalista. En el frente militar, desde ahora, el proletariado tiende a echar los cimientos del ejército rojo de mañana. En las zonas que las milicias van ocupando se están formando inmediatamente comités de campesinos y se colectivizan las tierras y eso ante las narices del gobierno de Madrid y Barcelona.

El grupo que se ha constituido en España considera que no ha roto los principios de la Fracción y por eso, es imposible no reconocerlo. Se nos pide que cortemos los contactos con el POUM y esos contactos nunca han existido. No podemos disolver la columna ya que no fuimos nosotros los que la creamos. Sobre la cuestión de dispersarnos entre los proletarios en los lugares de trabajo lo haremos a medida que tengamos la posibilidad de hacerlo.

(Este documento debe ser considerado como una respuesta a la resolución de la C.E. de 27 / 8 / 1936 y seguramente fue escrito a finales de septiembre).


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6.La crisis en la fracción

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La crisis surgida en la Fracción, como consecuencia de los sucesos de España, ha dado un primer paso en su evolución. Las divergencias fundamentales, enunciadas en el comunicado precedente, se han vuelto a manifestar en las discusiones que han habido en el seno de la organización. Estas discusiones no han tomado aun el camino de la clarificación de lo que es fundamental en la controversia; sobre todo porque la minoría no ha podido, por ahora, analizar los sucesos de España de manera que ello le sirva para confirmar las posiciones centrales que defiende.

La C.E., basándose en las nociones programáticas que defiende la Fracción respecto a la construcción del partido y frente a las divergencias capitales que no sólo hacen imposible una disciplina común sino que la transforman en un obstáculo que impide la expresión y desarrollo de posturas políticas, ha considerado que hay que llegar, en lo organizativo, a una separación tan neta como la existente en lo político; terreno en el que ambas concepciones son, en realidad, un eco de la oposición existente entre capitalismo y proletariado.

La C.E. ha comprobado que también la minoría se orienta en esa dirección (la separación), pues esta última acaba de constituir un “Comité de Coordinación”. Este Comité ha tomado una serie de decisiones que la C.E. se ha limitado a registrar sin oponerle la menor crítica y tomando las medidas necesarias para facilitar la más completa actividad de la minoría. Sin embargo, la C.E. ha estimado que no debe aceptar la petición de reconocimiento de la Federación de Barcelona, ya que ésta se ha constituido sobre la base del alistamiento de milicias que se han ido convirtiendo, progresivamente, en órganos dependientes del Estado Capitalista. La divergencia con miembros de la Fracción, sobre esa cuestión de las milicias, podrá todavía someterse a la apreciación del Congreso de nuestra Fracción; teniendo en cuenta que las divergencias tienen como telón de fondo la cuestión de la solidaridad, afirmada en los documentos fundamentales de la organización. Pero la situación no es la misma para aquellos que quisieran entrar en la organización sobre la base política del alistamiento en las milicias, pues sólo el Congreso podrá zanjar si esto está o no en contradicción con los documentos programáticos de la Fracción. Por eso, la C.E. ha decidido: no reconocer la Federación de Barcelona y contabilizar los votos de sus componentes en los grupos a que pertenecían antes de irse. La C.E. vuelve a afirmar que la unidad de la Fracción, rota por los sucesos de España, sólo podrá reconstruirse si se excluyen ideas políticas que lejos de producir una ayuda solidaria al proletariado español lo que hacen es dar crédito ante las masas a fuerzas que le son profundamente hostiles y que el capitalismo utiliza para exterminar a la clase obrera de España y de todas partes.

Comunicado de la Comisión Ejecutiva. Bilan nº 35. Septiembre 1936



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7.Comunicado del Comité de Coordinación (por la minoría)

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La minoría de la Fracción Italiana de la Izquierda Comunista, después de haber examinado los acontecimientos españoles y tomado nota de los informes recibidos de viva voz por un delegado que estuvo allí:

NIEGA toda solidaridad y responsabilidad con las posiciones tomadas por la mayoría de la Fracción por medio de la prensa (“Prometeo”, “Bilan”, Manifiestos, etc.)

ESTÁ CONFORME CON la actitud tomada por el grupo de compañeros quienes, en contra del veto que objetaba la C.E., fueron a España para defender, con armas en la mano, la revolución española hasta en el frente militar.

CONSIDERA, que las condiciones para la escisión ya están cumplidas, pero que la ausencia de compañeros que están combatiendo le quitaría hoy a la discusión un elemento indispensable, político y moral, de clarificación.

ACEPTA el criterio de aplazar hasta un próximo Congreso la solución definitiva que hay que dar a las divergencias.

SE QUEDA pues, desde el punto de vista de la organización – ya que no ideológicamente – en las filas de la Fracción a condición de que se le garantice la libre expresión tanto en la prensa como en las reuniones públicas.

DECIDE:

- MANDAR inmediatamente a España uno de sus delegados y sucesivamente, si es necesario, un grupo de compañeros a hacer un trabajo, consecuente y de acuerdo con las ideas de la vanguardia, en el seno del proletariado español, esté donde esté, que sirva para acelerar el curso de la evolución política del proletariado en lucha hasta conseguir la total emancipación de cualquier influencia capitalista y de cualquier ilusión de colaboración de clase; asociando, en cuanto sea posible, a este trabajo político a los compañeros que están actualmente en el frente.

- NOMBRAR un Comité de Coordinación, que resolverá acerca de las relaciones entre los compañeros, la Federación de Barcelona (cuyo reconocimiento se exige enseguida) y los compañeros de los otros países, para definir, las relaciones que la Minoría tendrá con respecto a la C.E.

- PERMITE a los compañeros de la Minoría que se opongan a las posiciones de la Mayoría y que no divulguen la prensa o cualquier otro documento basado en las posiciones oficiales de la Fracción.

- EXIGE que se publique el presente orden del día en el próximo número de “Prometeo” y de “Bilan”.

- CONCLUYE enviando un saludo fraternal al proletariado español que está defendiendo la revolución mundial en las milicias obreras.

LA MINORÍA DE LA FRACCIÓN ITALIANA DE LA IZQUIERDA COMUNISTA. (Bilan nº 35. Set. ./Oct. 1936).

COMUNICADO DE LA MINORÍA

El Comité de Coordinación, en nombre de la minoría de la Fracción Italiana de la Izquierda Comunista.

HACE CONSTAR QUE:

  • La C.E. no cumple con la palabra dada por su representante en el Comité de Coordinación y que consistía en aceptar el orden del día presentado por la minoría el cual pedía, entre otras cosas, el reconocimiento del grupo de Barcelona.

  • Visto el comunicado de la C.E. publicado en “Prometeo” donde se declara que no se reconoce al grupo de Barcelona con el pretexto de que las bases de constitución están en la participación en la lucha militar.

  • Considerando que la base de constitución del grupo de Barcelona es la misma que la de la minoría.

DECIDE QUE: si la C.E. sigue manteniéndose en su postura, la minoría sólo podrá considerar ésta como su exclusión de la Fracción.

Por la minoría: EL COMITÉ DE COORDINACIÓN

P.S. : De la respuesta de la C.E. fechada el veintitrés de octubre, resulta que el negarse a reconocer el grupo de Barcelona depende del hecho de que la minoría podría pasar a la mayoría. El Comité de Coordinación declara estar dispuesto a no tener en cuenta las votaciones de los nuevos afiliados en Barcelona y que la C.E. puede considerar como válidas únicamente las votaciones de los compañeros ya adscritos antes de salir para España.

La minoría por su parte, considera a los recién afiliados como miembros de la Fracción.

El Comité de Coordinación. 24 / 10 / 36

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8.Comunicado de la minoría (octubre 1936)

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El Comité de Coordinación, en nombre de la minoría de la Fracción Italiana de la Izquierda Comunista.

HACE CONSTAR QUE:

  • La C.E. no cumple con la palabra dada por su representante en el Comité de Coordinación y que consistía en aceptar el orden del día presentado por la minoría el cual pedía, entre otras cosas, el reconocimiento del grupo de Barcelona.

  • Visto el comunicado de la C.E. publicado en “Prometeo” donde se declara que no se reconoce al grupo de Barcelona con el pretexto de que las bases de constitución están en la participación en la lucha militar.

  • Considerando que la base de constitución del grupo de Barcelona es la misma que la de la minoría.

DECIDE QUE: si la C.E. sigue manteniéndose en su postura, la minoría sólo podrá considerar ésta como su exclusión de la Fracción.

Por la minoría: EL COMITÉ DE COORDINACIÓN

P.S. : De la respuesta de la C.E. fechada el veintitrés de octubre, resulta que el negarse a reconocer el grupo de Barcelona depende del hecho de que la minoría podría pasar a la mayoría. El Comité de Coordinación declara estar dispuesto a no tener en cuenta las votaciones de los nuevos afiliados en Barcelona y que la C.E. puede considerar como válidas únicamente las votaciones de los compañeros ya adscritos antes de salir para España.

La minoría por su parte, considera a los recién afiliados como miembros de la Fracción.

El Comité de Coordinación. 24 / 10 / 36

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9.Declaración de la minoría (octubre 1936)

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Un grupo de camaradas de la minoría de la Fracción Italiana de la Izquierda Comunista, desaprobando la actitud oficial tomada por la Fracción frente a la Revolución española, cortó bruscamente todos los lazos disciplinarios y formales con la organización y se puso al servicio de la revolución; llegando, desde formar parte de las milicias obreras hasta luchar en el frente.

Hoy, una nueva situación se presenta llena de incógnitas y de peligros para la clase obrera: La disolución del Comité Central de las milicias Antifascistas, organismo nacido de la Revolución y garantía del carácter de clase de las éstas, y la reorganización de ese último en un ejército regular que depende del Consejo de Defensa, deformando así el principio de la milicia voluntaria obrera.

Las necesidades del momento histórico que estamos viviendo imponen una vigilancia extrema por parte de los elementos de vanguardia del proletariado para impedir que la masa incorporada en el nuevo organismo militar se transforme en un instrumento de la burguesía utilizado algún día contra los intereses de la clase trabajadora. Ese trabajo de vigilancia puede ser tanto más eficaz en cuanto que las organizaciones de clase tomarán conciencia de sus intereses y orientarán sus acciones políticas hacia un sentido exclusivo de clase.

El trabajo político de esas organizaciones asume una importancia primordial no menos interesante que las tareas militares en el frente.

Esos mismos compañeros, a la vez que se mantenían firmes en el principio de la necesidad de la lucha armada en el frente, no aceptaban ser incorporados en un ejército regular que no representa el poder del proletariado y en el seno del cual sería imposible tener una función política directa. En cambio hoy, pueden contribuir más eficazmente a la causa del proletariado español, con el trabajo político y social indispensable para preservar y reforzar la eficacia ideológico-revolucionaria de las organizaciones obreras; las cuales deben recobrar, en lo político y en lo social, la influencia que han perdido, por las nuevas condiciones, en el mando militar.

Los mismos compañeros, al abandonar el puesto de milicianos en la columna internacional de Nin, siguen estando movilizados y a disposición del proletariado revolucionario español y deciden seguir dedicando, en otro terreno de su actividad, su lucha y su experiencia hasta el triunfo definitivo del proletariado sobre el capitalismo y sobre todas sus formas de dominio.

Barcelona, 22 de octubre de 1936.

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10.Comunicado de la Comisión Ejecutiva noviembre 1936

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La Comisión Ejecutiva intenta mantenerse con firmeza fiel al principio de que la escisión en seno del órgano fundamental del proletariado perturba y detiene el delicado proceso de la vida y de la evolución en este ultimo, excepto cuando la escisión es el resultado, en la práctica, de divergencias programáticas que sólo expresan o tienden a expresar las reivindicaciones históricas no de una tendencia sino de la Clase en su totalidad.

La C.E. hace constar que la minoría se expresa con otros criterios y amenaza con pasar a la escisión no solo antes del Congreso sino antes de que haya empezado, la discusión; y eso, en base a la controversia sobre el reconocimiento o no del grupo de Barcelona. A pesar de la intimidación de la minoría, la C.E. se mantiene en el deber de salvaguardar la aplicación del principio de la necesidad del Congreso para la solución de la crisis de la fracción.

La C. E. había ratificado las posiciones tomadas por uno de sus representantes que consistían en tomar acta de todas las decisiones del Comité de Coordinación. Pero el Comité se había limitado a pedir el reconocimiento del grupo de Barcelona, lo que no representaba una decisión sino una simple petición a la C.E. que quedaba libre de tomar la decisión. Resulta inexacto pues hablar de compromisos no cumplidos.

La C.E. se ha basado en un criterio elemental y de principio de la vida de la organización cuando decidió no reconocer al grupo de Barcelona. Y por eso consideramos que ni siquiera fueron discutidas por el Comité de Coordinación y que fueron comunicadas en nuestro precedente comunicado. No se decidió ninguna exclusión contra los miembros de la Fracción y por eso resulta incomprensible la decisión del Comité de Coordinación cuando considera como excluido al conjunto de la minoría si el grupo de Barcelona no es reconocido.

La C.E. ante el estado actual de imperfección en la elaboración de las normas que reglamentan la vida de una organización en un momento de crisis – aunque convencida de lo justo de su decisión precedente -, para llevar al conjunto de la Fracción a la fase ulterior de la discusión programática y ante el ultimátum del Comité de Coordinación, rectifica su decisión anterior y reconoce al grupo de Barcelona.

La C.E. había planteado también algunas consideraciones políticas que se referían a la imposibilidad de integrar a nuevos militantes en un periodo de crisis que acabaría en escisión – según la convicción de las dos tendencias - , ya que los nuevos elementos venidos a la organización sobre la base de los problemas en discusión se hubiera encontrado en la absoluta imposibilidad de resolver el problema fundamental que se refiere a puntos del programa y que sólo puede ser solucionado por los que formaban parte de la organización antes de que se declarara la crisis y que habían aprobado los documentos de base de la Fracción.

El Comité de Coordinación sigue por un camino que no puede conducir a ningún resultado positivo para la causa del proletariado, pretendiendo además que lo único que ha guiado a la C.E. es el miedo a volverse minoría. El Comité de Coordinación sabe también como la C.E. que en el caso absurdo de contar con los votos de los proletarios que se afiliaron a la Fracción en Barcelona, la presunta inversión de las relaciones actuales no se hubiera verificado.

La C.E. exhorta a todos los compañeros para que tomen conciencia de la gravedad de la situación y que se mantengan en sus posiciones para poder pasar a una discusión cuya meta no será el triunfo de una u otra tendencia sino la habilitación de la Fracción a hacerse digna a la causa del proletariado revolucionario rechazando ideologías que acabarán revelándose a lo largo de los acontecimientos españoles como elementos nocivos para la lucha de la clase obrera.

BILAN nº 36. Oct./Nov. 1936

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11.Relaciones entre la mayoría y la minoría

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A lo largo de la evolución de la crisis de la Fracción la C.E. se dejó guiar por este doble criterio: por un lado evitar medidas disciplinarias y por otro insistir en el sentido de lograr que los compañeros de la minoría se coordinasen con vistas a formar una corriente en la organización. Esta tendería a demostrar que una corriente se había apartado de las bases fundamentales de la organización, mientras que otra - la nueva - se mantenía como la verdadera y fiel defensora de esos principios . Esta confrontación polémica sólo podría tener lugar en el Congreso.

Repetidas veces, en la reunión parisina del veintisiete de septiembre que vio nacer el Comité de Coordinación, la C.E. exhortó a la Fracción a que aguantara una situación en la que la minoría gozaba de un régimen de favor – no participaba en el esfuerzo financiero necesario para la vida de la prensa y a la vez escribía en ella. La única meta de la C.E. era evitar que la ruptura se hiciese sobre cuestiones de procedimiento.

Inmediatamente después surgió la amenaza de una ruptura en el caso de que la C.E. no reconociera al grupo de Barcelona. La C.E., basándose siempre en el mismo criterio, es decir, que la escisión debía hacerse sobre cuestiones de principio, de ninguna manera sobre cuestiones particulares de tendencia y menos aun sobre cuestiones de organización, llegó a reconocer al grupo de Barcelona.

Por fin, cuando la C.E. no pudo hacer menos que comprobar que la minoría se negara a intercambiar con la otra tendencia la documentación que se refería a la vida política significaba la ruptura de la organización (y a pesar de eso la C.E. seguía manteniendo la necesidad del Congreso), con una comunicación “verbal” del camarada Candiani, la minoría nos informó que iría inmediatamente a la ruptura.

La última solicitud de la C.E., del 25 de noviembre, recibió una contestación que impide cualquier tentativa ulterior de la minoría para estar presente en el Congreso.

En estas condiciones, la C.E. hace constar que la evolución de la minoría es la prueba patente de que ya no se la puede considerar como una tendencia de la organización sino como resultado de la maniobra del Frente Popular en el seno de la Fracción. En consecuencia, no se puede plantear un problema de escisión política de la organización.

Por otra parte, teniendo en cuenta que la minoría se combina con fuerzas enemigas de la Fracción y claramente contrarrevolucionarias (Giustizia e Libertá, restos del trotskysmo y maximalistas) a la vez que proclama inútil discutir con la Fracción.

La C.E. decide la expulsión por indignidad política de todos los camaradas que se solidaricen con la carta del Comité de Coordinación del 25 de noviembre de 1936 y deja quince días a los compañeros de la minoría para que se pronuncien definitivamente. Estos camaradas están invitados a mandar una respuesta individual para el trece de diciembre salvo los compañeros que residen en Barcelona en espera de su Congreso para que puedan documentarse por completo sobre la situación. Esas reservas no conciernen al camarada Candiani quien antes de su regreso ha tenido la posibilidad de conocer perfectamente la situación.



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