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Julio 2013

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A un año del movimiento #yosoy132, qué balance y qué lecciones sacar

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El día 8 de junio se ha llevado a cabo una reunión pública convocada por la CCI en México, teniendo como propósito reflexionar sobre las movilizaciones convocadas hace un año por el movimiento “#yosoy132”.

La presentación que hemos realizado para abrir el debate giró sobre tres elementos, recordar los orígenes, su desarrollo y la forma en que se organizó. Presentamos enseguida los ejes de la presentación y en enseguida una breve reseña de la reflexión.

Nuestra presentación

Los orígenes: Las movilizaciones del 2012 tienen como detonante las calumnias y denigraciones que desde la prensa escrita y la TV hacen de los actos de repudio hacia Peña Nieto que realizados por un grupo de estudiantes de la Ibero el 11 de mayo. Estas manifestaciones tienen tres elementos que se conjugan para definir la dinámica:

  • Un ambiente de amplia solidaridad despertada (sobre todo en jóvenes) ante los ataques al grupo de manifestantes de la Ibero.
  • El descontento real y generalizado en contra de las actuaciones de los gobiernos y sus partidos, profundizado por el crecimiento de la crisis económica.
  • El circo electoral, que está enmarcada por una escandalosa campaña promoviendo la democracia.

Las redes sociales son un instrumento relevante que permite una rapidez en su expansión, pero esa masividad está sostenida en una mosaico social muy heterogéneo, en el que se confunden jóvenes que por su origen familiar o por su condición de asalariados forman parte del proletariado, con las masas de jóvenes de la pequeñaburguesía y de la burguesía. Todos expresan descontento ante el futuro que ofrece el capitalismo, pero los intereses y los objetivos son diferentes.

Su desarrollo: La solidaridad que se expande entre los jóvenes expresó sin duda el gran descontento existente, pero ese descontento se encuentra en un contexto de confusión:

  • El primer elemento que alimenta la confusión lo crea el mismo ambiente electoral, que desde el inicio alinea el descontento y lo encamina hacia el proceso electoral: ya sea en repudio a Peña y con una marcada tendencia hacia Obrador, o bien en una propuesta general de defensa de la “limpieza electoral” y en defensa de la democracia.
  • El peso de esta confusión se ve reforzada por la heterogeneidad social y de intereses. Si por un lado la heterogeneidad social alimenta un accionar ambiguo, sin rumbo claro, el peso de la campaña electoral y la misma campaña publicitaria (en prensa y TV) aplaudiendo el carácter “plural y tolerante” de los jóvenes, hace que la ideología burguesa y pequeñoburguesa se imponga, arrastrando así a las masas de jóvenes orgánicamente integrados en el proletariado a defender un proyecto ajeno a sus intereses. El primer elemento que lo resalta es su definición como “movimiento ciudadano.

El carácter de movimiento ciudadano encadena el descontento en la defensa de la democracia electoral, pero también en la defensa del libre mercado, en particular en la rama de las comunicaciones, en tanto que el monopolio es definido como un “poder fáctico”.

En los movimientos de indignados de España, también se expresa una heterogeneidad similar, no obstante la ORGANIZACIÓN que asume permite que aún cuando el proletariado no está presente en tanto clase, sino sólo son individuos, la aplicación de sus métodos organizativos la hace vivir, de manera particular las Asambleas Generales, la discusión abierta y la manifestación masiva lo expone.

En este caso la presencia del proletariado no reside en que constituya la fuerza dirigente del movimiento o que la movilización desde los centros de trabajo constituya su eje, sino en la dinámica de búsqueda, de clarificación, de preparación del terreno social, de reconocimiento del combate que se presenta. En ese nivel se hace importante analizar su forma de organización del #132.

Sus formas de discusión y organización: La base de su organización corresponde justamente a los objetivos que persigue. Su estructura se levanta sobre “asambleas de voceros”, las cuales son cerradas, lo mismo que sus comisiones. En su forma pretenden evocar a las asambleas de tradición proletaria, pero en la esencia de estas se expresa el principio burgués de imposición hipócrita, en las que las decisiones son impuestas por una minoría.

La asamblea del 30 de mayo es referencia de cómo actúa: en una pretendida tolerancia deja que hablen todos y de todo, se forman mesas de trabajo en las que incluso permiten se critique a la democracia y se hable de revolución, para que al final concluyan lo que mejor le parece a los grupos enquistados desde el inicio en la dirección.

Por otra parte los grupos de izquierda que se incrustan en el movimiento, no tienen la intención de impulsar la reflexión y el impulso de la conciencia, por el contrario fomentan más la confusión sembrando las esperanzas en la democracia pero además centran su actividad en ganar adeptos y engordar sus filas.

Algunas de las ideas salidas de la discusión

Desde el inicio de la discusión se marca en intervenciones la importancia de sacar las lecciones de estas movilizaciones, sin pretender juzgar desde un esquema de “bueno y malo”, por eso es relevante resumir lo que un compañero plantea. En su intervención expone que en estas movilizaciones hay experiencias positivas que debemos de recuperar, destaca dos relevantes:

  • Abrir en la nueva generación de explotados la idea de que la fuerza se encuentra en la unidad y la solidaridad.
  • Permitió algunas manifestaciones espontáneas, a tal grado que la misma dirección del #132 tuvo que deslindarse de ellas.

Planteado esto es que la crítica y el balance no se expresa como un acto de amargados, sino con un espíritu de combate.

Complementando esta intervención se expone, sobre todo por parte de los asistentes pertenecientes a la nueva generación, la reflexión sobre el tipo de movimiento que representó, analizándolo principalmente a partir de las consignas defendidas. De manera más insistente las intervenciones van a mostrar el significado de la defensa de la democracia. La reflexión va por dos vertientes importantes, la que se presenta por intentar entender la razón de por qué se queda atorada la búsqueda en este objetivo, planteando que hay una idealización de lo que es la democracia y por tanto se busca en ella aquéllo “que no se ha tenido”, pero por otra parte las intervenciones van a mostrar el significado de la democracia en los países más “civilizados” como EUA, en donde dominando la democracia no sólo se cometen fraudes electorales cuando así lo requiere (como en la elección de Bush hijo), sino además usa la represión más feroz en contra de los explotados. En ese sentido es que se insiste en la trampa que representa buscar en la democracia una alternativa y menos aún centrarla en la democratización de los “medios”, en tanto que significa impulsar la creación de nuevas cadenas de televisión, que termina usando como carne de cañón a las masas movilizadas a favor lo mismo de Slim o de la propia Televisa, en tanto que ambos grupos de capitalistas han de ser los propietarios de esas nuevas televisoras.

Otro de los problemas en los que más atención se ha puesto en la discusión es sobre la forma en que se organizó el “#132”. El conjunto de los camaradas asistentes han coincidido en que las asambleas de voceros reprodujeron las formas de trabajos ajenas a la clase trabajadora.

Una camarada aunque planteaba como un accidente imprevisto el hecho de que el #132 nunca se planteara una definición de clase, establecía el marco para entender que su tradición organizativa la recoge de la experiencia parlamentaria y de la democracia burguesa, como la definió un camarada.

Nosotros por nuestra parte intentamos resumir nuestro balance sobre el #132, señalando aquello que consideramos los trabajadores deben de reflexionar, yendo más allá de las afirmaciones de la burguesía sobre el hecho de destacar de ese movimiento su carácter de ciudadano, de manera que insistimos sobre tres aspectos:

  1. que la clase trabajadora sigue siendo el sujeto histórico de la transformación radical de la sociedad, en ese sentido buscar su lugar como ciudadano es encadenarse a la ideología de la clase en el poder,
  2. que la defensa de la democracia impide ver a los proletarios y demás explotados la posibilidad y la necesidad de la creación de un mundo diferente al capitalismo,
  3. que la clase obrera forja su conciencia a partir de la discusión y reflexión colectiva, por eso las Asambleas Generales abiertas deben ser colocadas como formas de organización con las que los trabajadores imponen su fuerza.

Los problemas planteados durante casi tres horas de discusión no fueron sino el inicio de un proceso de reflexión. Requieren ser profundizados los dos aspectos que se han discutido más, es decir, el significado de la democracia para los trabajadores y que formas de lucha adoptar.

Consideramos que esta Reunión Pública ha abierto apenas una discusión que requiere ampliarse a través de la red. Ampliemos la reflexión sacando las lecciones y el balance del movimiento “#yosoy132.

RM, 10 de junio 2013

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Reunión Pública en el DF, México

El gobierno de izquierda contra los mineros

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La historia reciente de América Latina está llena de criaturas políticas izquierdistas. Desgastadas las figuras militares y tecnócratas, el capital echa mano de toda clase de personajes que han generado una oleada internacional de euforia “revolucionaria” alineando a todas las corrientes de la izquierda del capital al Socialismo del Siglo XXI cuyo eje central es la estructuración de caricaturas de capitalismo de Estado y que ve con ello renovada la ilusión perdida con la caída de su templo mayor al derrumbarse la URSS y los regímenes subordinados a su imperio.

Evo Morales, llegó a la presidencia en enero de 2006 y para abril ya enfrentaba a los mineros de Santa Cruz. Surgido del movimiento cocalero y aliado a otro fundado para la lucha electoral, el MAS, desde sus primeros pasos por las curules legislativas y luego enfilado a la presidencia, abrazó el proyecto del capitalismo de Estado andino, que busca integrar a los pueblos originarios de Bolivia a la economía capitalista, estatizando energéticos e impulsando una eufemística política asistencial que en realidad ofrece migajas a cambio de sumisión, tal como su líder ya fallecido, Hugo Chávez. A partir de ahí, envuelto en la capa del ultranacionalismo, de la defensa de la soberanía y el antiimperialismo, definió su campo de intereses como fracción de la clase burguesa para lanzarse en una campaña para domesticar y subordinar a las otras a su proyecto “modernizador”, acusando de ser aliado de la derecha y la oligarquía a todo el que se opusiera a sus políticas de ajuste y reestructuración del capital. En ese bando fueron ubicados los mineros primero, y toda la clase obrera después, para los que –hay que recordar- es irrelevante la forma que adopte técnicamente la explotación de su fuerza de trabajo, sea bajo la propiedad del Estado o de capitalistas individuales.

Desde el principio, el gobierno indigenista probó su naturaleza burguesa

La reciente movilización obrera en las minas de Bolivia tiene raíces en la explotación sanguinaria a la que han sido sometidos por el capital; la estatización de los medios de producción, lejos de favorecer al proletariado, como el estalinismo pretende hacer creer al engañarlos con el cuento de una propiedad “de todos”, le ha traído además del enturbiamiento de su horizonte de combate, de su identidad y unidad de clase, la destrucción progresiva de sus condiciones de vida y trabajo con la acción directa de los instrumentos de control que tiene el Estado burgués: los sindicatos.

Evo llega al poder con la premisa que llegaron los miembros del Club de Caracas, intelectuales y líderes mundiales del izquierdismo, canalizaron su popularidad hacia lo electoral, tendiendo alianzas con las organizaciones gremiales como la COB (Central Obrera Boliviana) y generando la fantasía de un proyecto socialista. No tardó un año en mostrar su verdadero rostro: en octubre de 2006, una supuesta confrontación entre la Federación de Cooperativistas Mineros de Bolivia y obreros de la Corporación Minera de Bolivia (estatal), resultó en la muerte de 16 trabajadores del pueblo de Huanuni. Las pugnas al interior de la burguesía por el control de la explotación minera, donde Evo y sus secuaces ocupan un bando, han llevado al sacrificio de trabajadores y ha mostrado la condición del gobernante indígena como sabueso y vigía del sistema capitalista. Los muertos en Huanuni del 2006, fueron enterrados con las negociaciones de las lacras sindicales, cooperativistas y gubernamentales. Simularon la existencia de un conflicto entre cooperativistas y mineros por la disputa de yacimientos como si los obreros se movieran en torno a la selección de quien los explota. En aquellos días, mientras unos 700 efectivos de la Policía Nacional mantenían el control del pueblo minero de Huanuni y familiares se reunían en salones funerarios, en el Palacio Quemado Evo repartía el botín impunemente. La gresca por la renta minera ha llevado a estos personajes a sacar su instinto de rapiña y envolver a los obreros mineros en una confrontación que solo les ha acarreado muerte; desde entonces, las cúpulas sindicales son parte de los arreglos en las estructuras del poder político boliviano, es así que, como producto de tales negociaciones, líderes sindicales ocuparon posiciones en el Ministerio de Minería o en la paraestatal COMIBOL. Evo emprendió una campaña para concentrar los medios de producción en el Estado y ha guiado todo el poder represivo para aplastar las revueltas que se oponen a su política de centralización de la ganancia para garantizar la sobrevivencia del sistema capitalista, poniéndose así como un abierto enemigo de la clase obrera. Insistía cínicamente en la existencia de "una conspiración interna y externa contra la democracia y su gobierno", al referirse a hechos de Huanuni, cuando se sabe que desde el origen el pacto endeble con el que llegó no logró calmar a los demonios que pululan por el Palacio Quemado.

Durante el 2012, Evo y su revolución “democrático-burguesa” de corte maoísta, aviva nuevos conflictos con su intento de lograr el dominio de los recursos mineros, y al igual que los anteriores episodios, una mina de estaño estuvo en medio de las confrontaciones, esta vez en Colquiri, a 300 Km al sur de La Paz. El resultado: más de veinte heridos y la justificación para que el policial Estado boliviano invada la región con mil 600 policías y militares.

El gobierno burgués de Evo Morales contra la lucha obrera

Recientemente, la prensa burguesa vuelve a la escena para presentar hechos en los que se ven involucrados mineros como un conflicto de trabajadores y cooperativistas por el control de yacimientos, aún cuando en esta ocasión, promovida por la COB, está en juego la reivindicación de una jubilación al cien por ciento. A la movilización de mayo, iniciada por los mineros Huanuni y que fue violentamente reprimida dejando dos muertos y 40 heridos de bala en la localidad de Caihuasi, se han sumado por millares trabajadores fabriles, de caminos, de la Caja petrolera y Caja de la Salud, maestros, incluso comerciantes de La Paz, defendiendo la demanda de los trabajadores mineros en una muestra de unidad y solidaridad proletaria que pone en aprietos al gobierno patriotero de Evo. La lucha se extiende y se masifica involucrando masas obreras de prácticamente todos los departamentos bolivianos. Acorralado y torpe, Evo desnudó la lucha interburguesa que vive la nación al acusar a las empresas –mineras- de movilizar a los trabajadores para desestabilizar su presidencia, reconociendo en los hechos que detrás de las masacres de los últimos 7 años está la pugna por la gestión del proceso de acumulación de capital en territorio boliviano.

A imagen y semejanza de los verdugos estalinistas que han representado para los trabajadores cubanos los afamados CDR (Comité de Defensa de la Revolución), o las Misiones chavistas para los venezolanos, el MAS usa los Comités Cívicos Populares como grupos de choque contra la indignación de los obreros y sus familias. El presidente aimara prometió largarse del poder si su gestión causaba un solo muerto, van más de 60 documentados (cocaleros de Vandiola, mineros de todas las regiones, estudiantes de la normal, los “sin tierra”, universitarios de sucre, por mencionar algunos), y cada vez está más agarrado a la silla pues se ha visto que a quien sirve es a una fracción de la burguesía y mientras les sea útil a ésta, lo mantendrán presentándolo hasta donde les sea posible como el impulsor de la modernización de Bolivia, con todo y su procacidad al acusar a los muertos de Caihuasi de intentar derrocarlo.

Para los trabajadores es importante reconocer a sus verdugos cual sea la forma física en que se manifiesten, y en el caso de Bolivia, aun más porque en medio de las revueltas existe una mezcla de demandas económicas de mineros con la pugna de las burocracias sindicales por ganar fuerza en la estructura de poder para participar de la renta minera, engañando a la clase haciéndole creer que la defensa de sus condiciones de vida y trabajo se da en las oficinas del ministerio. En ese juego, Evo Morales se coloca como el conciliador que “vela por el bienestar general” de la sociedad y reprende al que se sitúa al margen de los marcos de la política “benefactora” del pueblo. La misma cantaleta de los Chávez, los Lula, los Correa, las Fernández, los…El descaro político de Evo lo ha llevado a declarar que el pueblo le pide mano dura contra los mineros justificando así los ataques.

La ley de pensiones que hoy se intenta reformar en Bolivia, es la misma que se aprobó en 2010 con el respaldo de la COB, y que tenía al frente al personaje principal que impulsa hoy la fundación del PT boliviano. Los argumentos esgrimidos por Evo entonces para dejar las jubilaciones en un 60%, son los que por todo el mundo pone por delante la burguesía de todos los credos políticos para justificar la sangría a los trabajadores; calificar como “grupo privilegiado” a un sector de la clase obrera es el preámbulo de un seguro golpeteo, tal como sucedió en México con los electricistas de Luz y Fuerza del Centro. En ese contexto, se revela la verdadera situación de los mineros: entre 2009 y 2012 hubo un promedio anual de 1868 accidentes de trabajo, desde 2008 fallecieron 48 trabajadores en las minas con una edad media de 49 años. La misma historia, ahorro de costos de producción asociado a muerte y precariedad.

Los trabajadores necesitan clarificar sobre sus formas de organización y de lucha genuinas

En medio de la descomposición política del régimen, la COB intenta treparse a la cabeza de las movilizaciones con la única intensión descarada de encuadrar y conducir al movimiento obrero a una derrota segura, y sobre todo, beneficiarse de él para tener una mejor posición de fuerza en el reparto de la renta nacional. No es ninguna casualidad por ello que en pleno periodo preelectoral (en 2014 son las presidenciables) se lance a la formación del Partido del Trabajo, para o bien negociar posiciones con el MAS o aliarse a la oposición para confrontarse abiertamente con Evo y su camarilla.

La clase obrera no tiene patria ni intereses económicos que lo aten al capitalismo, por esa razón sus luchas reivindicando mejores condiciones de vida poseen un carácter inmediato que además de colocarlo en el terreno de la confrontación contra el capital ligando la lucha económica con su perspectiva histórica, tienen el valor de generar un marco para la adquisición de confianza, desarrollar la solidaridad y fortalecer la unidad de clase, y en ese contexto, propiciar colectivamente el florecimiento de la conciencia para identificar su perspectiva histórica. Las revueltas andinas en ese sentido, si bien han quitado el velo sobre la naturaleza de clase del gobernante cocalero, deben constituir una oportunidad para sacar lecciones al conjunto de la clase, y particularmente a la del continente con quien comparte y padece la misma calaña de farsantes, que les permita ubicarse en el camino de la revolución acompañando siempre, con el espíritu internacionalista que le es innato, los combates que libra el proletariado mundial. No es conquistando territorios, o apropiándose de los medios de producción en ésta o aquella mina, cómo logrará avanzar en ese camino. Esas escaramuzas donde por la debilidad política y organizativa que padece se ha visto envuelta, la llevarán a poner más distante la recuperación de su identidad de clase que debería ser hoy su mayor prioridad.

Raskólnikov, Junio 2013

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  • Bolivia [3]

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  • Morales [4]

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Bolivia

Hannah Arendt: algunas verdades incómodas

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La atormentada historia de Alemania en el siglo XX es muy rica en temas terribles y dramáticos como testimonian algunas películas de éxito presentadas en los últimos años: The pianist, por ejemplo[1] (sobre el ghetto de Varsovia), o Goodbye Lenin y La vida de los otros (sobre Alemania del este y la caída del Muro de Berlín). La directora Margerethe von Trotta ha encontrado inspiración en alguna ocasión en estas aguas profundas y no ha dudado en abordar estos difíciles temas Los años de plomo (Die Bleieme Zeit, 1981), una versión novelada de la vida y la muerte (en la cárcel de Stammheim, en circunstancias que nunca se aclararon completamente) de la terrorista del “Ejército Rojo” Gudrun Ensslin; una biografía de Rosa Luxemburg (1986); Rosenstrasse (2003), sobre una manifestación contra la Gestapo en 1943 de mujeres alemanas protestando contra el arresto de sus maridos judíos. En su último film, Hannah Arendt (2012 en Alemania, 2013 en USA, Gran Bretaña y España), von Trotta regresa al tema de la guerra, el Holocausto, y el nazismo, a través de un episodio en la vida de la famosa filósofa alemana, extraordinariamente interpretada por Barbara Sukowa, quien también actuó como la joven Rosa Luxemburg veinte años antes.

Hannah Arendt nació en 1906, en una familia de origen judío. Cuando era estudiante siguió los cursos del filósofo Martin Heidegger, con quien vivió una corta pero intensa historia de amor. El hecho de que ella nunca renegó de esta relación, ni tampoco el mismo Heidegger, a pesar de que éste se adhirió al partido Nazi a partir de 1933 fue duramente criticado después; sus lazos con Heidegger y su filosofía, sin duda muy complejos, merecerían un libro aparte, y los “flashbacks” de sus encuentros con Heidegger son quizá lo menos logrado de la película, las únicas escenas donde von Trotta parece menos comprometida con el tema del film: la "banalidad del mal".

Arendt huyó de Alemania en 1933 cuando Hitler llegó al poder, y se trasladó a Paris donde trabajó en el movimiento sionista a pesar de sus posiciones críticas contra el mismo. Se casó en Paris, en 1940, con su segundo marido Heinrich Blücher. Con la invasión de Francia por Alemania, el estado francés la internó en el Campo de Gurs, pero se las arregló para huir –con mucha dificultad– y alcanzó los Estados Unidos en 1941. Llegó totalmente arruinada, pero consiguió finalmente ganarse la vida, logrando un empleo en la prestigiosa Universidad de Princeton (fue la primera mujer en ser aceptada como profesora en Princeton). En 1960, cuando empieza el film, Arendt era una intelectual respetada que ya había publicado dos de sus obras más reconocidas: Los origines del totalitarismo (1951) y La condición humana (1958). Aunque, desde luego no era marxista, estaba interesada en la obra de Marx, y en la de Rosa Luxemburg[2]. Su marido, Heinrich, que había sido Espartaquista, y después miembro de la oposición a la estalinización del KPD durante los años 20, se unió a Brandler y Thalheimer en la KPD-Oposición (o KPO[3]) cuando se le excluyó del partido. La película hace una ligera referencia al compromiso de Heinrich: sabemos por una amiga americana de la pareja que “Heinrich estuvo con Rosa Luxemburg hasta el fin”.

El trabajo filosófico de Arendt, especialmente su análisis del mecanismo del totalitarismo permanece vigente hoy en día. Su rigor y su integridad, le permiten ir más allá de los clichés y lugares comunes de la ideología dominante de la época: Hannah Arendt molestaba por su honestidad. Analizando meticulosamente el proceso de Eichmann en Jerusalén[4], Arendt intenta comprender cómo los seres humanos han podido llegar a ser funcionarios de la exterminación de los judíos.

Los primeros momentos de la película evocan el secuestro de Adolf Eichmann en Argentina por el Mossad. Bajo el régimen Nazi, Eichmann ocupó importantes posiciones, primero en la expulsión de los judíos de Austria, después en la logística de la "Solución Final", en particular el transporte de los judíos europeos de los campos de concentración de Auschwitz, Treblinka, y otros. La intención de David Ben-Gurion, Primer ministro de Israel y por ello responsable de la operación del Mossad, fue claramente montar un juicio espectáculo con el que cimentar las bases del joven estado y donde los mismos judíos juzgarían a uno de los autores de su genocidio.

Cuando recibe la noticia del proceso de Eichmann, Arendt se presenta voluntaria para informar sobre el juicio para la revista literaria The New Yorker. La serie de artículos que escribió sobre el proceso se publicó después en forma de libro con el título “La banalidad del mal”. La publicación causó un gran escándalo en Israel y todavía más en los Estados Unidos: Arendt fue objeto de una campaña de violencia mediática: “judía que se odia a sí misma” y "Una Rosa Luxemburg nula" fueron solo dos de los epítetos más suaves que le dedicaron. Se le pidió que dimitiera de su puesto de trabajo en la Universidad, pero rehusó. Es precisamente la evolución del pensamiento de Arendt durante el proceso y la reacción a su libro lo que constituye la esencia de la película. Y cuando se piensa en ello, hacer una obra dramática a partir de las contradicciones y la dolorosa evolución del pensamiento filosófico sin trivializarlo es un reto que von Trotta y Sukowa superan con brío.

Y entonces, ¿por qué el informe de Arendt crea tal escándalo?[5] En parte, la reacción era comprensible e incluso inevitable: Arendt maneja el bisturí de la crítica como un cirujano. Pero para muchos la guerra y el horrible sufrimiento del Holocausto estaba demasiado cercano, el trauma demasiado reciente, para poner distancia entre ellos y lo sucedido. Pero las voces más estruendosas eran también las más interesadas: interesadas sobre todo en guardar silencio sobre las verdades incómodas que revelaba la crítica de Arendt.

Arendt puso el dedo en la llaga cuando desmontó la tentativa de Ben-Gurion de utilizar el proceso Eichmann para justificar la existencia de Israel por el sufrimiento de los judíos durante el Holocausto. Por esto, Eichmann tenía que ser un monstruo, un digno representante de los crímenes monstruosos de los nazis contra la humanidad. Incluso Arendt esperaba ver a un monstruo en el banquillo, pero cuanto más le observaba, menos se convencía de ello, no de su culpabilidad sino de su monstruosidad. En las escenas del juicio, von Trotta coloca a Arendt no en la misma tribuna, sino en una sala de prensa donde los periodistas veían el juicio en una televisión. Este truco cinematográfico permite a von Trotta mostrarnos, no a un actor haciendo de Eichmann, sino a Eichmann mismo; como Arendt, podemos ver a este hombre mediocre (Arendt usa el término “banalidad” en el sentido de “mediocridad”), que no tenía nada en común con la locura asesina de un Hitler, ni de la frialdad también perturbada de un Goebbels (como pudimos ver brillantemente interpretado por Bruno Ganz y Ulriche Mathes en La Caída). Al contrario, nos enfrentamos con un pequeño burócrata cuyo horizonte intelectual no va más allá de su despacho y de su buen funcionamiento, cuyas perspectivas se limitan a sus esperanzas de promoción y las rivalidades burocráticas. Eichmann no es un monstruo, es la conclusión de Arendt: “habría sido muy reconfortante creer que Eichmann era un monstruo (…) El problema con Eichmann era precisamente que había tantos otros como él, que no eran perversos ni sádicos, sino que, al contrario eran total y espantosamente normales” (p274)[6]. En resumen, el crimen de Eichmann fue, no solo haber sido responsable de la exterminación de los judíos igual que Hitler, sino de haber renunciado a toda capacidad de reflexión, de haber actuado con toda legalidad y con la conciencia tranquila como un simple engranaje de una máquina totalitaria de un Estado que sí, él, era criminal. El indudable “buen juicio” de “importantes personalidades” le sirvió de “guía moral”. La conferencia Wannsee (que debía poner en marcha el mecanismo de la “Solución Final”) fue así “una muy importante ocasión para Eichmann, que nunca se había mezclado con tan “altos personajes” (…) Ahora podría ver con sus propios ojos y oír con sus propios oídos no solo a Hitler, no solo a Heydrich o a la “esfinge”! Müller, no solo a las SS o al Partido, sino a la élite del antiguo y correcto funcionariado que se disputaba los honores de la dirección de estas cuestiones “sangrantes” (p111-2). Arendt rechaza explícitamente la idea que “todos los Alemanes son potencialmente culpables”, o “culpables por asociación”: Eichmann merecía la muerte por lo que había hecho él mismo (¡como si su ejecución devolviera la vida a esos montones de cadáveres!). Dicho esto, su análisis es una valiente bofetada en la cara del antifascismo que se convirtió en la ideología oficial estatal, sobre todo en Israel. Desde nuestro punto de vista, la “banalidad” que Arendt describe es la de un mundo –el mundo capitalista– donde los seres humanos se reducen al status de objeto, mercancía, o engranaje en la máquina del capital. Esta máquina no sólo es característica del Estado Nazi. Arendt nos recuerda que la política del “Judenrein” (librarse de los judíos) ya la había probado el Estado polaco en 1937, antes de la guerra, y que el tan democrático gobierno francés, en la persona de su ministro de exteriores Georges Bonnet, había considerado la expulsión a Madagascar de 200,000 judíos “no-Franceses” (Bonnet incluso consultó con su homólogo alemán Ribbentrop sobre el tema). Arendt también señala que el Juicio de Nuremberg no es más que una “justicia de los vencedores”, donde los jueces representan a los países que también son responsables de crímenes de guerra: los rusos culpables de las muertes en los gulags, los Americanos culpables de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki.

Arendt tampoco es suave con el Estado de Israel. Al contrario que otros reporteros, ella subraya en su libro la ironía de la acusación de Eichmann al Estado de Israel por los crímenes racistas que incorpora en sus leyes al hacer distinciones raciales: “la ley rabínica dicta el status personal de los ciudadanos judíos, con el resultado de que un judío no puede casarse con un no-judío; las bodas realizadas en el extranjero se reconocen, pero los hijos de parejas mixtas son legalmente bastardos, (…) y si eres nacido de madre no-judía no puedes casarte ni ser enterrado”. ¡Qué amarga ironía que los que escaparon de la política Nazi de la “pureza racial” buscan crear su propia “pureza racial” en la tierra prometida! Arendt detestaba el nacionalismo en general y el nacionalismo Israelí en particular. Ya en los años 30, se opuso a la política sionista y a su rechazo a buscar un modo de vida en común con los palestinos. Y no vaciló en desenmascarar la hipocresía del gobierno de Ben-Gurion, que ponía el foco en las alianzas entre los Nazis y algunos Estados Árabes, pero guardaba silencio respecto al hecho de que la Alemania del Oeste continuara acomodando un gran número de altos cargos nazis en puestos de responsabilidad.

Otro motivo de escándalo fue la cuestión de los “Judenrat” –los consejos judíos creados por los Nazis precisamente con el fin de facilita la “Solución Final”. Es una pequeña parte del libro, pero pone el dedo en la llaga. Esto es lo que dice Arendt al respecto: “Donde vivían los judíos, había dirigentes judíos reconocidos, y estos líderes, casi sin excepción, colaboraban por una razón u otra, con los Nazis. La verdad es que, si los judíos estaban desorganizados y sin dirección, habría existido el caos, pero el número de víctimas no hubiera llegado a 4-6 millones de personas… He tratado este aspecto de la historia, que el proceso de Jerusalén ha evitado mostrar a los ojos del mundo en su verdadera dimensión, porque ofrece la visión más turbadora del total derrumbamiento moral que los nazis provocaron en la sociedad europea respetable” (p123). Incluso ella reveló un elemento de distinción de clase entre los líderes judíos y la masa anónima: en la catástrofe general, los que escapaban eran suficientemente ricos para comprar su huída, o suficientemente “visibles” en la “comunidad internacional” para vivir en Theresienstadt, una especie de gueto privilegiado. Las relaciones entre la población judía y el régimen Nazi, y también con las demás poblaciones europeas, fueron mucho más complicadas que la maniquea ideología oficial de los vencedores de la guerra quiso admitir.

El problema del Holocausto y el Nazismo ocupa un lugar central en la historia moderna europea, más incluso hoy día que en los 60. A pesar de los esfuerzos de los autores, por ejemplo, del Libro negro del comunismo, el Nazismo es de alguna manera el “Mal Supremo”. En Francia, el Holocausto es una parte importante del programa escolar de Historia, junto con la Resistencia francesa, excluyendo casi cualquier otra consideración de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo y en el plano puramente aritmético, el Estalinismo fue mucho peor, con 20 millones de muertos en los gulags de Stalin y al menos otros 20 millones de muertos en “Gran Salto Adelante” de Mao. Obviamente, hay aquí, evidentemente una gran parte de oportunismo: los descendientes de Mao y Stalin están todavía en el poder en China y Rusia, todavía hay gente que puede y debe "hacer negocios" con ellos.

Arendt no trata directamente esta cuestión, sino que en una discusión sobre las acusaciones contra Eichmann, insiste en el hecho de que los crímenes Nazis no eran un crimen contra los judíos sino un crimen contra la humanidad en la persona del pueblo judío, precisamente porque él negó que los judíos pertenecieran a la especie humana, y transformó estos seres humanos en un mal inhumano que se debía erradicar. Este aspecto racista, xenofóbico, oscurantista del régimen Nazi se visualiza claramente, y por esto una parte de la clase dominante europea, de la pequeña burguesía y del campesinado arruinado por la crisis, se acomodaron fácilmente a él. Por el contrario, el estalinismo siempre se ha presentado como progresista y todavía se atreve a cantar que “la Internacional será el género humano”, de ahí que al menos hasta la caída del muro de Berlín en 1989 –y aún después– mucha gente normal lo continúa defendiendo en nombre de la esperanza de un futuro mejor[7].

Lo que Arendt destaca esencialmente es que la barbarie “impensable” del Holocausto, la mediocridad de los burócratas Nazis, son el producto de la destrucción de la “capacidad de pensar”. Eichmann “no piensa”, él ejecuta órdenes de la máquina, y hace su trabajo diligente y conscientemente, sin ningún remordimiento, sin ninguna capacidad de representarse el horror de los campos – de los cuales, sin embargo, era consciente. En este sentido, la película de von Trotta debe ser visto como una elegía al pensamiento crítico.

Hannah Arendt no era marxista, ni tampoco una revolucionaria. Pero haciendo preguntas que minaban la ideología oficial antifascista, es la enemiga del conformismo y del abandono del pensamiento crítico. Su análisis tiene el mérito de abrir una reflexión sobre la conciencia humana (como el psicólogo americano Stanley Milgram sobre los mecanismos de la “sumisión a la autoridad” entre los torturadores, dramatizado en el film de Henri Verneuil's I como Icaro).

La publicidad dada hoy al trabajo de Arendt por la burguesía democrática y su “intelligentsia” – de quien casi han hecho un icono – no es inocua. Lo que se vislumbra en esta recuperación de su análisis del totalitarismo es evidentemente la idea perniciosa de que existe una continuidad entre la máquina totalitaria del estado Estalinista con el Bolchevismo y la Revolución Rusa de 1917, ya que “el gusano estaba en la manzana”: Stalin no habría sido más que el ejecutor del pensamiento de Lenin. Moraleja: ¡toda revolución proletaria solo puede llevar al totalitarismo y a nuevos crímenes contra la humanidad!. Por ello, ciertos ideólogos como Raymond Aron no se han privado de explotar los análisis de Arendt sobre el estado totalitario estalinista para alimentar su campaña de la Guerra Fría y las de “el fracaso del comunismo” que siguieron al hundimiento de la URSS

Hannah Arendt era filosofa, y como dijo Marx “Los filósofos no hacen más que interpretar el mundo. Sin embargo, la cuestión es cómo cambiarlo”. El marxismo no es una doctrina “totalitaria” sino el arma teórica de la clase explotada para su transformación revolucionaria del mundo. Por ello, solo el marxismo ha sido capaz de integrar las aportaciones del arte, de la ciencia y de filósofos como Epicuro, Aristóteles, Spinoza, Hegel, etc., así como aquellos de nuestros días que como Hannah Arendt, dirigen una mirada profunda y crítica del mundo contemporáneo y su elogio del pensamiento.

Jens


[1] Ver nuestra critica de la película en el n°113 de la Revista Internacional /revista-internacional/200604/840/nazismo-y-democracia-todos-culpables-de-la-masacre-de-los-judios [5]

[2] En 1966 Arendt revisó la biografía de Luxemburg de JP Nettl's en el New York Review of Books. En este artículo, que fustigó tanto los gobiernos de Weimar como los gobiernos contemporáneos de Bonn con el azote de su crítica, declara que los asesinatos de Luxemburg y Liebknecht fueron realizados “en las narices y, probablemente, con la connivencia del régimen socialista entonces en el poder (...) Que el gobierno en ese momento estaba prácticamente en manos de los Freikorps, ya que disfrutó de "todo el apoyo de Noske", experto de los socialistas en la defensa nacional, entonces a cargo de los asuntos militares, lo que ha sido confirmado recientemente por el capitán Pabst, el último superviviente que participó en el asesinato. El gobierno de Bonn –tanto en éste como en otros aspectos más que deseoso de revivir los rasgos más siniestros de la República de Weimar–, proclama (a través del Bulletin des-Presse und der Informationsamtes Bundesregierung) que el asesinato de Liebknecht y Luxemburgo era totalmente legal, pues se trataría de una ejecución en conformidad con la ley marcial". Esto va más lejos de lo que la República de Weimar nunca se atrevió a decir...”.

[3] El KPO formaba parte de los opositores al Estalinismo que nunca rompieron totalmente con él porque, como Trotski, eran incapaces de aceptar la idea de una contra-revolución en Rusia

[4] Para una recensión de dicho proceso acompañado de un capítulo del libro de Hannah Arendt ver www.henciclopedia.org.uy/autores/ArendtHannah/Eichmann.htm [6]

[5] Para el lector francófono, hay un interesante documental hecho a partir de las entrevistas de radio de los participantes en la controversia: podcast de France Culture: Hannah Arendt et le procès d'Eichmann [7] (https://www.franceculture.fr/emission-la-fabrique-de-l-histoire-histoire... [8])

[6] Las citas están tomadas del la edición de Penguin publicado en 2006 con una introducción de Amos Elon. La edición en español del libro se puede encontrar en libros.fnac.es/a53031/Hannah-Arendt-Eichmann-en-Jerusalen

[7] Ver por ejemplo esta fascinante serie documental (en Alemán e Inglés) sobre la vida en la ex-RDA [9].

 

Personalidades: 

  • Hannah Arendt [10]
  • Eichmann [11]

Acontecimientos históricos: 

  • holocausto [12]

Rubric: 

Crítica de cine

Reforma laboral contra los trabajadores

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Así como el capitalismo con “la gran industria (la revolución industrial) ha creado el mercado mundial ya preparado con el descubrimiento de América” (Marx-Engels, Manifiesto Comunista), también el capital requiere de un sistema educativo mundial en el que se establezcan los contenidos académico-ideológicos con los que se cultiven las cabezas de los estudiantes, en cada etapa de su desarrollo, de acuerdo a las necesidades productivas del capital y conforme a los objetivos de la ganancia. Y esto es así, porque en cada época del desarrollo de la humanidad en general y del capitalismo en particular, la clase social que detenta el poder requiere imponer las ideas que permitan la conservación del sistema, tanto en el ámbito de la producción como en lo político-ideológico, de ahí que como Marx y Engels afirman “las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada  época; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad, es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante” (La Ideología Alemana).

Las llamadas políticas educativas a nivel mundial son acordadas a través de sus instituciones internacionales y gobiernos de derecha, centro o izquierda indistintamente que gobiernan los países en un momento dado, aplican las directrices y orientaciones en el terreno del conocimiento, la información, la cultura, el arte, la educación, articulados con las relaciones sociales económicas de producción.

Y en este sentido, tal y como ocurre en el proceso productivo, generador de plusvalía, donde el obrero se convierte en un apéndice de la máquina, históricamente el maestro en el aula es despojado del proceso de construcción del conocimiento para convertirse en un simple reproductor de los contenidos ideológicos que requiere la burguesía para incrementar los ritmos de explotación y para valorizar las cabezas que se destinarán en su momento al mercado de trabajo.

En este contexto se inscribe la reforma a los artículos 3º y 73 de la Constitución burguesa en México que se impuso el 20 de diciembre de 2012 y que significa el punto de quiebre de una serie de ataques que sobre la clase trabajadora ha venido aplicando la burguesía desde 1992 cuando se suscribe el Acuerdo Nacional para la Modernización Educativa y la nueva Ley General de Educación, pasando por la reforma a la ley del ISSSTE y en mayo de 2011 el establecimiento de la Evaluación Universal (véase, https://es.internationalism.org/RM126-maestros [13]) entre el Estado, los sindicatos y los empresarios, la gran triada de la opresión y la explotación capitalista.

Es en el Acuerdo de Cooperación México-OCDE para Mejorar la Calidad de la Educación de las Escuelas Mexicanas (2010-2011) donde se encuentran delineados los pasos a seguir para la aplicación de tales reformas, con tres implicaciones negativas para los trabajadores de este sector y que son similares a los ataques que afectan al conjunto de la clase trabajadora a nivel mundial:

  1. La regulación en el ingreso al trabajo docente frente a grupo de la joven fuerza de trabajo magisterial mediante la realización de exámenes estandarizados;
  2. La aplicación de exámenes de certificación al magisterio para obtener el derecho a permanecer en el empleo y hacerlos acreedores al “premio” de continuidad en la contratación laboral, lo que significa el derrumbamiento de la estabilidad laboral y, en consecuencia, la legalización del despido a precio de ganga, en caso de reprobar dichas evaluaciones;
  3. Y la competencia entre trabajadores para la promoción en el empleo, a través de la evaluación universal.

Así, en el documento de marras, la OCDE establece que México (léase el mundo), “necesita con urgencia un sistema de evaluación docente basado en estándares. Un sistema puramente formativo en sus primeros años, acompañado de un adecuado apoyo profesional”; es decir, la certificación permanente de los perfiles de los docentes como condición para la permanencia en el empleo y el despido inmediato si no demuestra estas capacidades… “Después de haber implementado este sistema y de haber socializado sus reglas, el sistema puede incluir variables formativas y sumativas; por ejemplo, recompensar a los docentes excelentes o dar apoyo a los docentes de menor desempeño. Los docentes que presenten un bajo desempeño de forma permanente deben ser excluidos del sistema educativo”. En otras palabras, despidos “eficientes” operados por los directivos de cada centro escolar, sin “engorrosos” trámites burocráticos que la OCDE introduce con el concepto de “autonomía”… se trata de “Incrementar la autonomía escolar. Para profesionalizar a los líderes y exigirles que rindan cuentas, es necesario que participen en las decisiones clave que ocurren en su escuela, tales como contratar o despedir docentes”. Y para cerrar el círculo, la reforma en México eleva a rango constitucional al Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE, creado en 2002), el Santo Oficio de la educación, con pretensiones de independencia con respecto al gobierno, que condenaría a la hoguera a los herejes de la educación acusados de “burros de la docencia” para ser enviados al desempleo, una vez reunidos los resultados reprobatorios de los indicadores que serán evaluados a los profesores con fines punitivos que persiguen concretamente la afectación salarial y, a plazo, los despidos. Ni más ni menos.

Estas medidas no atañen exclusivamente al sector magisterial sino que deben considerarse como parte de las agresiones arteras que el Estado capitalista ha venido orquestando en los últimos años en contra del conjunto de la clase trabajadora ya que en el fondo significan un apretón de turca más a las de por sí condiciones de vida y de trabajo por demás insoportables que soporta el proletariado ya sea en la fábrica, en la oficina, en los servicios o en las aulas y si nos hemos detenido brevemente en algunos detalles de esta reforma es precisamente para ejemplificarlo.  

¿Cuál ha sido la respuesta de los trabajadores de la educación frente a estos ataques?

Ante la escalada de ataques, la combatividad de los trabajadores se ha dejado sentir, pero los trabajadores de la educación no han logrado consolidar su fuerza porque todo el coraje ha quedado atrapado por las maniobras orquestadas por la burguesía a través de la estructura sindical.

Una de las primeras trampas fue promover el amparo como forma de lucha para hacer creer que por los buenos oficios de jueces y enterneciendo el corazón de diputados, la clase dominante se conmoverá y abjurará de sus leyes, leyes que ella misma controla en su exclusivo beneficio. Ese mismo engaño legaloide fue lo que permitió que la reforma a la Ley del ISSSTE pasara fácilmente. Fue también lo que dispersó la solidaridad que en un inicio se mostraba a los trabajadores despedidos de Luz y Fuerza. Ahora este esterilizador de luchas, el amparo, y la confianza en las instituciones burguesas se vuelve a utilizar.

Una variación de la trampa del amparo es la de ilusionar que se puede crear una “ley educativa estatal” que avance en sentido opuesto a la “ley federal”. Esta es una medida que induce a fragmentar la lucha de los trabajadores al suponer que el ataque que se impone puede tener una “solución” mediante negociaciones locales.

Como contraparte de la misma trampa se encuentran las medidas que aparentan “radicalidad” como el cierre de carreteras y la toma de edificios. Estas medidas aunque son expresiones de descontento aíslan la lucha pues impiden que el combate sea reconocido como propio por otros trabajadores.

Y toda esta maniobra no solo tiene el objetivo de maniatar a este sector del proletariado para hacer pasar los ataques sino también busca repercutir los efectos de las trampas hacia el conjunto de los trabajadores enviando el mensaje no solo de que esas son sus formas de lucha genuinas sino también de que a pesar de todo lo que hagan jamás podrán oponerse y echar atrás los golpes del capital. Este plan maquiavélico no tiene desperdicio pues, además, utiliza el “ejemplo” de un sector de la clase obrera tradicionalmente combativo para extender la desmoralización inoculando la idea de que si este sector que tiene fuerza y experiencia no ha podido detener los ataques menos lo harán otros.   

Pero es precisamente aquí donde es fundamental el esfuerzo para ampliar la reflexión y buscar la solidaridad del conjunto de los asalariados, sin importar del sector que sea. Es necesario construir espacios abiertos para la discusión en los que los trabajadores puedan imponer su autonomía, romper el control de la estructura sindical y tomar en sus manos el control del combate. Los sindicatos de todo pelaje llaman a movilizarse pero su objetivo es desmovilizar y aislar extendiendo la desmoralización e impidiendo la unidad con otros trabajadores.

Plexus, junio de 2013

La movilización de los trabajadores se anota el primer round contra la reforma educativa en los EU

Y como las reformas educativas tienen un carácter mundial, las luchas de los trabajadores se expresan en diferentes partes del planeta. Según información periodística en Estados Unidos el magisterio se movilizó contra la reforma educativa desde principios de este año y las mismas tomaron un paso ascendente a fines de mayo y principios de junio. Finalmente lograron detener la reforma con la unidad de los trabajadores de la educación, estudiantes y trabajadores (padres de familia). Una movilización que abarcó varios puntos del país (Texas, Illinois y Nueva York) teniendo como punto culminante Seattle, Washington, contra una reforma que desde hace una década evalúa mediante el eufemístico “medidor de progreso académico” (MAP son sus siglas en inglés) a estudiantes, maestros y escuelas con un esquema empresarial y punitivo.

Este revés de la reforma educativa en los Estados Unidos que pretendía, entre otras cosas, evaluar a los maestros para definir su ingreso, permanencia y promoción en el empleo, se debe básicamente a la movilización de los trabajadores, aunque habrá que estar atentos a una posible contraofensiva por parte del Estado; de cualquier manera habrá que rescatar las lecciones de estos hermanos de clase para enfrentar este tipo de embestidas en todos los países.

 

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  • reforma laboral [14]

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Reforma educativa en México y en el mundo

Se pone de relieve la alternativa: socialismo o barbarie

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En todo el mundo existe un sentimiento creciente de que el actual orden social no puede continuar como hasta ahora. Después de las revueltas de la “Primavera Árabe”, el movimiento de los Indignados en España y el  Occupy en los EEUU en 2011[1], el verano de 2013  ha sido testigo de  amplios movimientos en las calles de Turquía y Brasil[2].

Cientos de miles, incluso millones, han salido a protestar contra toda forma de agresión: en Turquía, la destrucción del medio ambiente por un incontrolado “desarrollo”, las autoridades religiosas entrometiéndose en las vidas personales, la corrupción de los políticos; en Brasil, el incremento del precio del transporte y el desvío de los fondos destinados a salud y educación, hacia eventos deportivos de prestigio[3], el problema de  la vivienda y el transporte  se  enquistan –y la corrupción de los políticos. En ambos casos, las manifestaciones iniciales encontraron una brutal represión policial que solo sirvió para ampliar y profundizar la revuelta. Y en ambos  casos, las revueltas no fueron encabezadas por la  ‘clase media’ (para los medios de comunicación, a esta clase pertenece cualquiera que tenga un trabajo), sino por la nueva  generación de la clase trabajadora, que han recibido mucha educación y muy especializada pero que tanto esfuerzo y sacrificio no valen para nada pues tienen pocas perspectivas de encontrar un empleo estable; supuestamente tendría la “dicha” de estar viviendo en  “economías emergentes” pero que para ellos el desarrollo económico significa sobre todo el desarrollo de la desigualdad social y el ascenso de una pequeña élite de explotadores.

En junio y julio fue otra vez el turno de Egipto cuando millones salieron a las calles, regresando a la Plaza Tahrir que  fue el epicentro de la  rebelión de  2011 contra el régimen de Mubarak[4]. También a ellos les impulsaban verdaderas necesidades materiales, en una economía que no es tan “emergente” sino estancada o incluso regresiva. En mayo, el antiguo ministro de finanzas y uno de los economistas punteros del país advirtió en una entrevista en  The Guardian que “Egipto está sufriendo la peor crisis económica desde la  Gran Depresión, en términos del efecto devastador que tiene en los egipcios más pobres; los actuales apuros económicos del país son los más acuciantes desde los años 30”. El artículo continúa diciendo: “Desde la caída de Hosni Mubarak en 2011, Egipto ha  experimentado una drástica caída tanto en inversión extranjera como en ingresos por turismo, seguido por el descenso en un  60% de las reservas de divisas, una disminución del crecimiento del  3%, y una rápida devaluación de la libra Egipcia. Todo ello ha llevado a  la rápida subida de precios de la alimentación,  al aumento del desempleo y a la  escasez de combustible y gas para cocinar… Actualmente, el  25.2% de los Egipcios se sitúan bajo el umbral de la pobreza, con el 23.7% bordeando el límite, de acuerdo con las cifras ofrecidas por el Gobierno”[5].

El gobierno de los islamistas  “moderados” liderado por Morsi y los  Hermanos Musulmanes (respaldados por la mayoría de los  islamistas “radicales”) ha demostrado con rapidez que ellos mismos no son menos corruptos y cómplices que el anterior régimen, mientras sus intentos de  imponer su asfixiante  “moral islámica” ha creado, como en Turquía, un amplio resentimiento entre la juventud urbana.

Pero, mientras los  movimientos en Turquía y Brasil, que en la práctica se dirigen contra el gobierno en el poder, han creado un sentimiento real de solidaridad y unidad entre todos los que forman parte de la lucha, la situación en Egipto se enfrenta a perspectivas mucho más sombrías –como la división de la población siguiendo las líneas de las existentes entre facciones rivales de la clase dominante, e incluso una deriva sangrienta hacia la guerra civil.  La  barbarie que ha engullido a Siria es un recordatorio de los que esto puede significar.

La trampa democrática

Los sucesos de  2011 en Túnez y Egipto se han descrito ampliamente como una “revolución”. Pero una  revolución es más que las masas volcándose en las calles, aunque esto pueda ser un punto de partida. Vivimos en una época donde la única revolución real será la revolución mundial, proletaria y comunista: una revolución hecha, no para cambiar de régimen, sino para desmantelar el estado existente; no para un manejo más “adecuado” del capitalismo, sino para derrocar las relaciones sociales capitalistas; no para la gloria de una nación, sino para la abolición de las  naciones y la  creación de una comunidad humana global.

Los movimientos sociales de los cuales somos hoy testigos, tienen todavía un largo camino para lograr la auto-conciencia y la auto-organización necesarias para hacer la  revolución. Ciertamente se da  pasos hacia ello, expresando un  profundo esfuerzo del proletariado para encontrarse a sí mismo, para redescubrir su pasado y su futuro. Pero estos vacilantes  pasos pueden ser desactivados fácilmente por la clase dominante, cuyas ideas se introducen profundamente y forman un gran  obstáculo en las mentes de los mismos explotados.  La religión es desde luego uno de estos  obstáculos ideológicos, un “opio” que  predica la sumisión al orden dominante. Pero todavía más peligrosa es la  ideología de la  democracia.

En Egipto en 2011, las masas de la Plaza  Tahrir pedían la dimisión de  Mubarak y la caída del régimen. Y Mubarak fue, efectivamente, forzado a irse – especialmente después de una intensa ola de huelgas de trabajadores a lo largo del país, que alcanzaron un nivel muy alto de peligro de revuelta social. Pero el  régimen capitalista es mucho más que el gobierno del momento. A nivel social, son todas las relaciones entre salarios y el beneficio de la producción. A nivel político es la burocracia, la policía y el ejército.  Y es también la fachada de la democracia parlamentaria, donde a las masas se les da la opción de escoger cada pocos años qué banda de ladrones va a desplumarles los próximos años.  En 2011, el ejército –que muchos manifestantes pensaban que  estaba con el pueblo– intervino en la deposición de  Mubarak y en la organización de  elecciones. Los Hermanos Musulmanes, que  atrajeron una fuerza masiva de áreas rurales atrasadas, pero que era también el partido mejor organizado en los centros urbanos, ganó las elecciones y desde entonces ha trabajado mucho para demostrar que cambiando el gobierno a través de unas elecciones no se cambia nada. Y mientras tanto, el poder real permanece donde siempre ha estado en  Egipto, y en muchos otros países parecidos: en el ejército, la única fuerza real capaz de asegurar el orden capitalista a nivel nacional.

Cuando en junio las masas volvieron a la Plaza  Tahrir estaban cargadas de indignación contra el gobierno de  Morsi y contra la realidad diaria de sus vidas frente a una crisis económica que no es solo “Egipcia” sino global e histórica. Pero, incluso aunque muchos de ellos habían tenido la oportunidad de experimentar la verdadera cara represiva del anterior ejército en  2011, la idea que ‘la gente y el ejército son uno’ todavía estaba muy extendida, y  esta idea revivió cuando el ejército empezó a advertir a  Morsi que debía escuchar las demandas de los manifestantes.  Cuando Morsi fue derrocado en un golpe relativamente incruento, hubo grandes celebraciones en la Plaza Tahrir. ¿Quiere esto decir que el mito democrático ya no tendrá  a las masas bajo control? No: el ejército afirma actuar en nombre de la  “democracia real” que ha sido traicionada por los  Hermanos Musulmanes, e inmediatamente promete organizar nuevas elecciones.

Así, el garante del estado, el ejército, interviene de nuevo para asegurar el orden, para evitar que  el descontento de las masas se vuelva contra el estado mismo. Pero esta vez  lo hace pagando un alto precio: el de  sembrar profundas  divisiones entre la  población. Ya sea en el nombre del Islam o en el nombre de la legitimidad democrática del gobierno de  Morsi, ha surgido un nuevo  movimiento de  protesta, esta vez pidiendo la vuelta del régimen  o rechazando trabajar con los que les han derrocado. La  respuesta del  ejército ha sido rápida: una matanza despiadada de manifestantes en los alrededores del Cuartel de la Guardia Republicana. También ha habido enfrentamientos, algunos fatales, entre grupos rivales de manifestantes.

El peligro de guerra civil y la fuerza que la puede evitar

Las guerras de  Libia y Siria empezaron como protestas populares contra el  régimen. Pero en ambos casos, la debilidad de la clase trabajadora y la fuerza de las divisiones tribales y sectarias, hicieron que las revueltas iniciales fueran  rápidamente absorbidas por choques armados ente facciones de la burguesía. Y en los dos casos, estos conflictos locales tomaron una dimensión internacional, imperialista: en Libia, Gran Bretaña y Francia, discretamente apoyados por los EEUU, dieron pasos para armar y guiar a las fuerzas rebeldes; en Siria, el régimen de Assad ha sobrevivido gracias al respaldo de  Rusia, China, Irán, Hezbollah y otros buitres, mientras que  las armas para las fuerzas de oposición han salido de  Arabia Saudí, Qatar y otros sitios, con los EEUU y Gran Bretaña dando un apoyo más o menos encubierto. En ambos casos, la intensificación del conflicto ha  acelerado el desplome en el caos y el horror.

El mismo peligro existe hoy en Egipto. El ejército ha mostrado su  total  falta de voluntad para dejar de ejercer el poder en la práctica. Los Hermanos Musulmanes han prometido, por el momento, que su reacción contra el golpe será pacífica, pero  junto a los islamistas de Morsi hay facciones  extremistas que ya tienen unos antecedentes de terrorismo. La  situación guarda un siniestro parecido con lo que sucedió en  Argelia después de  1991 cuando el ejército derrocó un gobierno islamista “legalmente elegido”, provocando una guerra civil sangrienta entre  el ejército y grupos Islamistas como el FIS. La población civil era, como siempre, la víctima principal de este infierno: las estimaciones del  número de muertos varían entre 50,000 y 200,000.

La  dimensión imperialista también está presente en Egipto. Los EEUU han hecho algunos gestos de rechazo del golpe militar pero sus lazos con ellos vienen de lejos y están firmemente  implantados, y no están en absoluto enamorados del tipo de islamismo proclamado por Morsi o Erdogan en Turquía. Los conflictos que se expanden fuera de Siria hacia  Líbano e Iraq pueden también llegar a desestabilizar Egipto.

Pero la  clase trabajadora en Egipto tiene una fuerza mucho más  considerable que en Libia o Siria. Tiene una larga  tradición de lucha militante contra el Estado y los tentáculos de sus sindicatos oficiales,  que proviene al menos de los años 70. En 2006 y 2007 las huelgas masivas se extendieron desde el sector textil altamente concentrado[6], y su experiencia de abierto desafío al régimen desembocó como consecuencia en el movimiento de  2011, que estuvo marcado con la fuerte impronta de la clase obrera, tanto en las tendencias hacia la auto-organización surgidas  en la Plaza  Tahrir  y los barrios, y en la ola de huelgas que finalmente  convenció a la clase dominante de  deshacerse de  Mubarak. La clase trabajadora Egipcia no es inmune a las ilusiones de la  democracia que  impregnan todo el  movimiento social, pero no será tarea fácil para las diferentes camarillas de la clase dominante  persuadirles de que  abandonen sus propios  intereses y les arrastren en  el pozo negro de una guerra imperialista.

El potencial de la  clase obrera para actuar como una barrera ante la barbarie se manifiesta no solo en su historia de huelgas autónomas y asamblearias, sino también en las expresiones explícitas de conciencia de clase que han emergido en las manifestaciones urbanas: en pancartas proclamando “ni Morsi ni los militares” o “revolución,  no golpe” y en afirmaciones más claramente políticas como la  declaración de los “camaradas del Cairo” publicada recientemente en libcom:

“Buscamos un futuro gobernado no por  un mezquino autoritarismo ni por un  capitalismo cómplice de la hermandad, ni por el aparato militar que mantiene  un férreo control sobre la vida política y económica ni una vuelta a las viejas  estructuras de la  era Mubarak. Aunque las filas de manifestantes que tomaron las calles el 30 de Junio no estaban unidos en esta demanda, debemos ser nosotros- debe ser nuestra postura la que se haga oír, porque no aceptaremos el retorno a los sangrientos periodos del pasado”[7].

No obstante, tal como  “la Primavera Árabe” alcanzó su completo significado con el levantamiento del joven proletariado en España, que ha producido un cuestionamiento de la sociedad burguesa mucho más fundamentado, así el  potencial de la clase obrera  Egipcia para que se interponga en el camino de un  baño de sangre solo se pueden realizar a través de la solidaridad activa y la movilización masiva de los proletarios en los viejos núcleos del capitalismo mundial.

Hace cien años, ante la primera Guerra Mundial, Rosa Luxemburg recordaba solemnemente a la clase obrera internacional que la opción ofrecida por un capitalismo decadente solo era  socialismo o barbarie. Un siglo de auténtica barbarie capitalista ha sido la  consecuencia del fracaso de la clase trabajadora para llevar a cabo la  revolución que se inició para responder a la guerra  imperialista de 1914-18. Hoy la apuesta es incluso más alta, porque el  capitalismo ha acumulado los medios para destruir toda la vida humana del planeta. El colapso de la vida social y las reglas de las bandas armadas criminales –esa es la vía a la barbarie de lo que está sucediendo en Siria.  La  revuelta de los  explotados y de los oprimidos, sus luchas masivas en defensa de la dignidad humana, de un futuro real –esa es la promesa de las revueltas en  Turquía y Brasil. Egipto está en un cruce de caminos entre estas dos opciones diametralmente opuestas, y en este sentido es un símbolo del dilema que debe hacer frente toda la especie humana.

Amos 10/7/13


[1] Ver hoja internacional de balance: https://es.internationalism.org/node/3349 [15]

[2] Ver respectivamente /cci-online/201306/3769/turquia-la-solucion-al-terrorismo-de-estado-no-es-la-democracia [16] y /content/3768/la-represion-policial-desata-la-furia-de-los-jovenes [17]

[3] Para ver el papel del deporte en la sociedad actual consultar nuestra serie sobre Historia del Deporte y especialmente la 3ª parte: /content/3702/el-deporte-en-el-capitalismo-decadente-desde-1914-hasta-hoy [18]

[4] Ver https://es.internationalism.org/node/3056 [19]

[5] "Egypt 'suffering worst economic crisis since 1930s' [20]".

[6] Ver /content/1915/egipto-el-germen-de-la-huelga-de-masas [21]

[7]https://libcom.org/forums/news/we-can-smell-tear-gas-rio-taksim-tahrir-29062013 [22]

 

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Egipto

Toma de posición de un medio de contactos

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La siguiente toma de posición es producto de la discusión de un medio de contactos jóvenes con la CCI en la ciudad industrial de Monterrey, al noroeste de México, que han reaccionado con mucha preocupación a la escalada guerrera en Asia Oriental catalogándola claramente como producto de la división del mundo en naciones imperialistas enfrentadas en tensiones mortales por avanzar sus voraces intereses sin importarles si en esa locura ponen en cuestión la sobrevivencia de la humanidad. Además, el texto no olvida mencionar muy fuerte que el proletariado, como la clase revolucionaria de esta época, es la única que tiene una alternativa a esta barbarie. A continuación el texto.

La reciente declaratoria de guerra de Corea del Norte a Estados Unidos y su vecino Corea del Sur suscita opiniones encontradas. Están quienes defienden la retórica de Estados Unidos porque el país asiático está armándose “hasta los dientes”. Otros, como la izquierda del capital, llaman a defenderla ante la amenaza del imperialismo norteamericano. Sin embargo, ¿cuál es el interés que tiene la clase obrera en este conflicto?

Las guerras en la etapa de desarrollo actual del capitalismo no son más que conflictos de intereses entre distintas fracciones de la burguesía, que utilizan al proletariado como carne de cañón para la defensa de sus intereses. Son la expresión de que el capitalismo está en decadencia y su única salida son las constantes confrontaciones entre distintos polos imperialistas.

Elegir un bando en este contexto es participar en la carnicería imperialista que el capitalismo desarrolla y que tenderá a desarrollar aún más. Posicionarse a favor de uno de estos bandos es participar en el juego de la burguesía y seguir su dinámica guerrera que utiliza a la clase obrera para defender intereses que no le son propios.

Es común que los medios y los propios gobernantes del país asiático llamen a este país socialista o incluso comunista. El largo régimen de los Kim se manifiesta como una dictadura con una clásica sucesión monárquica (de padre a hijo). Esta dictadura ha desarrollado desde el inicio un culto hacía la personalidad del Kim, la imagen del dictador se convierte en objeto de adoración y se vuelve genio en toda disciplina, el presidente es quien da las órdenes y un grupo muy reducido de personas tienen la oportunidad de aconsejar algo distinto a la voluntad de los Kim. Es sabido que el régimen dictatorial con semejante culto a la personalidad no es más que una herencia del estalinismo que desde un inicio fue impuesto en la Corea del Norte.

Desde la instauración de la República Democrática Popular de Corea es claro que su “revolución” fue más un acto de imposición de estos “líderes revolucionarios” que un verdadero proceso revolucionario de la clase trabajadora. El proceso revolucionario debe venir de las manos del proletariado, no de una pequeña mafia “roja” que va delegando el poder de generación en generación.

El sistema económico de la Corea del Norte es un capitalismo de Estado. El país vive dentro de una sociedad de clases; es absurdo el suponer que sea comunista. El desarrollo del sistema coreano sólo ayuda a esclarecer el proceso revolucionario de la clase trabajadora ilustrando cuál no es su combate y cómo la única salida que tiene es la defensa de sus propios intereses.

El inicio de una guerra contra distintas potencias capitalistas (EUA y Corea del Sur) no es más que una pugna imperialista que responde única y exclusivamente a los intereses de los gobernantes y de la burguesía de estos países.

Ante ello, el proletariado tiene sólo una alternativa realista, una salida que le permitirá desarrollarse como clase en su combate: su unión internacional contra el capitalismo, traspasando las fronteras nacionales y constituyéndose como clase para sí.

La emancipación de la clase obrera sólo será obra de ella misma, del desarrollo de sus propias luchas. Se representa a sí misma y defiende sus intereses. Sólo mediante su unión internacional es como podrá, finalmente, eliminar la sociedad de clase y construir un mundo nuevo.

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Corea

¡La difícil respuesta de la clase obrera!

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Una pregunta recorre el mundo, si el capitalismo está en serios problemas y dando verdaderas patadas de ahogado… ¿por qué es tan difícil luchar por su derrocamiento? Nadie en su sano juicio se atrevería a defender este mundo como una “aspiración humana”, en todas las discusiones, sean académicas o en las calles, nadie duda de la inviabilidad de este sistema, en su quiebra histórica y que vamos hacia la catástrofe. Si bien todos podemos confirmar la decadencia de este sistema la necesidad de su superación no se plantea así de clara. ¿Por qué?, ¿queremos en el fondo defender este sistema de explotación? ¿Los trabajadores somos incapaces de pensar por nosotros mismos? ¿Hay un mundo donde unos mandan y el resto obedece y los que obedecen están incapacitados para tomar el mundo en sus manos? ¿Son los patrones los únicos pensantes? Que haya un puñado de ricos y miles de millones de pobres ¿es “natural”? ¿Necesitamos acaso un nuevo mesías, un líder que nos arrastre y conduzca a la liberación de la humanidad? De este tamaño son las dudas y preguntas que flotan en el mundo actual. Sin pretender cerrar y concluir una discusión, pensamos que es importante que todos discutamos cómo enfrentar estos dilemas, cómo construir juntos una respuesta. A ese esfuerzo intentamos aportar desde la CCI.

La austeridad, los recortes presupuestales, el desempleo, el aumento de cargas fiscales, aumentos de artículos de consumo básico, aumentos en los años de jubilación, pensiones ínfimas (¡ahí donde todavía existen!), juventud sin trabajo ni futuro, suicidios en aumento… ¡este mundo no va al “progreso” sino a la barbarie! Y es justamente a esta decadencia abierta a la que debemos oponer una perspectiva de clase, una perspectiva revolucionaria del proletariado. Muchos pensarán… ¿proletariado? ¡Ni siquiera existe y si existe está escondido y es incapaz de responder a la crisis económica del capitalismo!

Tenemos que reconocer que la crisis no conoce tregua, menos en los países centrales del capitalismo. Todas las medidas que la burguesía mundial nos vende como “medidas anticrisis” son en realidad ataques brutales contra los trabajadores y sus familias. Los recortes en salud en España se viven dramáticamente en todas las familias, en EUA el desempleo no cede (más del 10%), el “Medicare” aumenta deducciones y reduce beneficios y los pronósticos son pesimistas respecto al desempeño de la economía americana, en Gran Bretaña hay un nuevo impuesto por cada habitación extra de la casa, ¡solo falta que nos cobren un impuesto por el aire que respiramos! Todos estos ataques brutales no son una particularidad de tal o cual país, es la realidad de un capitalismo mundial en plena decadencia. Cada vez que nos hablan de la “defensa de la economía nacional”, cada vez que nos dicen que los culpables son los Estados vecinos (en Europa se induce a pensar que la culpa la tienen los alemanes), en realidad nos hacen creer que debemos seguir sacrificándonos por la nación, y siempre es lo mismo: los trabajadores deben vivir cada vez en peores condiciones para que “nuestras” burguesías nos exploten con ventajas que les permitan enfrentar a sus rivales en el mercado mundial. Cada burguesía se presenta ante sus trabajadores como víctima y nos vende el cuento que si no estamos bien es por culpa de los otros.

Una cosa es clara, las condiciones de vida y de trabajo de toda la clase trabajadora a nivel mundial están empeorando. Hace algunos años nos podían engañar con la existencia de supuestos “paraísos obreros”, los mal llamados “países socialistas”, terminado ese mito nos siguieron insistiendo en la existencia de países donde la clase obrera no existe, está integrada o simplemente tiene materialmente todo resuelto al grado que no piensa en protestas y menos en revoluciones (el “sueño americano” por ejemplo). Hoy no existe un solo país en el mundo que sirva como “modelo” de engaño para los trabajadores, ¡se acabaron los ejemplos de “bienestar”! Ahora todo funciona sobre la base de una promesa en negativo: si no te sacrificas hoy el futuro será peor. Las actuales protestas en Brasil, las más importantes en los últimos 30 años de ese país otrora modelo de los países emergentes (BRICS), ejemplifican cómo un aumento de precios en las tarifas de transporte puede desencadenar algo mucho más profundo. El problema no es el transporte en sí mismo, como tampoco lo es la construcción de un centro comercial en una plaza tradicionalmente dedicada a las protestas en Turquía, el problema de fondo es la acumulación de un descontento social que sigue creciendo pero que aún no encuentra una respuesta capaz de guiar esa energía hacia la unificación frente a todos esos ataques que se van acumulando y que, a la postre, nos llevarán a una miseria más allá de lo material, es decir, aceptar tantos ataques sin reaccionar nos puede llevar a una miseria moral de culpabilización, de sentir que no hacemos nada por las nuevas generaciones y que simplemente aceptamos lo irracional de la explotación capitalista sin decir nada.

Mientras haya capitalismo habrá plusvalía, mientras haya plusvalía habrá trabajo asalariado, mientras haya trabajo asalariado habrá proletariado, es decir, una clase trabajadora explotada que lleva en su seno el germen de una nueva sociedad, una sociedad sin clases, sin dinero, sin explotación, sin fronteras, sin hambre, sin discriminación. Esa clase revolucionaria capaz de hacer eso existe, vive, tiene un rostro, está no solo bajo los overoles o los jeans sino también bajo las corbatas de millones de servidores públicos y privados, bajos las batas blancas de millones de médicos y enfermeras del sector público y privado, en los atuendos de los millones de desempleados, en todo aquél que no tiene otra cosa que vender sino su fuerza de trabajo (manual o intelectual)…Es por eso que cuando cuestionamos ¿dónde está la clase obrera? tal vez hay que romper con el viejo esquema del obrero con overol lleno de grasa y con enormes manos callosas…la clase obrera actual tiene manos delicadas y nuevas vestimentas (como corbatas) pero su esencia, su ser, sigue siendo explotada y revolucionaria: la clase que porta en su seno el germen de una nueva sociedad, el comunismo.

Una de las cuestiones más difíciles del periodo actual para el proletariado es que todo aparece mezclado, sin pies ni cabeza, todo parece como un mundo inconexo, cada problema parece encapsulado y parece no haber una respuesta amplia que englobe toda la problemática desde su raíz, es decir, de manera radical. La destrucción del medio ambiente nos la presentan como un problema de “personas y países verdes”, la crisis como un galimatías solo capaz de ser resuelta por un gurú economicista salido de Harvard o Yale, el futuro de la humanidad descansaría sobre políticos preclaros que trabajarían por el bien común, la guerra sería un consecuencia de líderes deschavetados o sátrapas sin control y, para rematar, la pobreza y la desesperanza sería el fruto de una abstracta “falta de iniciativa personal”. Para salir de este mundo absurdo bastaría con un curso de superación personal, del “microcosmos” y la “felicidad interior”… ¡no, el hombre es un ser social, su existencia está ligada a los demás! Entender que tenemos un “destino común”, que los trabajadores del mundo entero luchamos por un mismo objetivo, que las diferencias de lenguas y costumbres no nos oponen sino que nos hacen reconocer que somos una “unidad diversa”, reconocernos como una clase explotada bajo este sistema es el primer paso hacia la emancipación… ¡Ese camino aún tenemos que recorrerlo y de él depende que podamos hacer frente a los ataques actuales!

RM, 20 de junio 2013

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La crisis nos hunde en la miseria

¿Qué es la acción directa de la clase obrera?

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Como para convencer de la impotencia de la lucha de los explotados, la burguesía se empeña en mostrar imágenes y videos de las manifestaciones de jóvenes rompiendo vidrios y chocando contra la policía. Sin duda tras estas manifestaciones hay descontento real, y entre una gran mayoría de esos jóvenes un intento genuino de lucha. Pero también expresan desesperación y sobre todo una falta de unidad que integre todo ese descontento y esa fuerza desplegada. Estas acciones cuanto más llamativas se presentan, son más aprovechadas por la clase dominante para extender la confusión, desviar la atención e impedir la reflexión y el accionar masivo, es decir impedir la verdadera acción directa del proletariado…

Conciencia de clase, principal arma del proletariado

La burguesía organizada en torno a su Estado tiene como preocupación fundamental perpetuar el mundo de la explotación y el sometimiento, por eso busca impedir que los explotados reflexionen sobre su realidad y se organicen. Para mantener el orden actual requiere de la confusión entre los explotados. En ese sentido es explicable la preocupación de la clase dominante por desnaturalizar las formas de la lucha proletaria. Por ejemplo, busca confundir el significado de lo que han representado los llamados a la “acción directa”. En los últimos tiempos se ha difundido la versión de que la “acción directa” significa la aplicación de la “táctica de bloque negro”, la cual (guardadas las distancias) reproduce el accionar foquista-guerrillero (y le suma más confusiones), que fomenta la actuación individualista o de un grupo reducido de activistas en sustitución del accionar de los explotados.

Mientras que el foquismo supone que llevando acciones militares ganan respeto, que es determinante para hacer, como lo afirma Inti Peredo, “… que la masa se decida a volcarse detrás de esa vanguardia” (Mi campaña junto al Che, 1970), los promotores del “bloque negro” llaman a atacar a las fachadas y vitrinas de corporativos, multinacionales, bancos, cadenas de comida rápida, es decir, como ellos mismos lo dicen, la destrucción de “objetos inánimes” que representan los “símbolos de la globalización y el capitalismo” ([1])y así contagiar el coraje y el deseo de combate. De manera que en ambas prácticas vemos que consideran a la clase obrera como una masa incapaz de lograr una conciencia y una actuación organizada, por eso a lo más que puede llegar –según esta visión- es a seguir ejemplos  “heroicos”.

Tanto el foquismo como el “bloque negro” pueden aparecer como unas simples estrategias de combate, pero en realidad llevan una visión del desarrollo de la historia que no sólo muestra ingenuidad, sino es además mecanicista y llena de desesperación, ajena totalmente a la naturaleza de la clase trabajadora.

A partir de la comprensión histórica de la lucha de clases Marx afirmaba que “la emancipación de la clase obrera debe ser obra de la propia clase obrera” (Estatutos generales de la AIT, 1871). Ese principio defendido por los comunistas sintetiza la negación de la explicación de la historia como producto de conspiraciones de minorías “ilustradas” o “valientes” y la defensa e impulso de la capacidad de la clase trabajadora para reconocer su esencia social y para auto organizarse y transformar el mundo.

Rosa Luxemburgo en Huelga de masas, partido y sindicatos (1906) expone claramente la forma en que la práctica proletaria se presenta como un accionar consiente: “A diferencia de la policía que entiende por revolución simplemente la batalla callejera y la pelea, es decir el ‘desorden’, el socialismo científico ve en la revolución antes que nada una transformación interna profunda de las relaciones de clase.”

Por ello, creemos que es un error concebir a la práctica revolucionaria del proletariado como el producto de una simple imitación o un seguimiento ciego de actos “heroicos” de un individuo o un grupo. La práctica de esta clase es producto de la claridad y conciencia del significado del sistema capitalista. El proletariado va tomando forma como clase revolucionaria a través del movimiento histórico que lo opone al capitalismo, y este movimiento no tiene fundamento real más que en el proceso de la toma de conciencia, pero esta conciencia no proviene del exterior de su ser (como un mandato inyectado o una respuesta mecánica y causal ante un ejemplo llamativo), sino es construida a partir de su propia práctica, convergiendo la comprensión de factores económicos y políticos.

El proletariado no solo es el producto del desarrollo de la gran industria, es al mismo tiempo la fuerza que hace girar los engranes de ese sistema. Por ese lugar que guarda en el modo de producción capitalista la hace ser una clase explotada, pero al contar con la capacidad de tomar conciencia y contar con un proyecto histórico, la hace ser además una clase revolucionaria. Estos argumentos nos sirven para poder reconocer que la acción directa de los asalariados no es una práctica ciega y desesperada, por el contrario se trata de una manifestación reflexiva, consciente y masiva.

Con el fin de profundizar sobre las formas en que se manifiesta la fuerza de la clase obrera, reproducimos extractos de las reflexiones que Anton Pannekoek ([2]) presenta en su libro Los Consejos Obreros (1941-47) en torno al significado y la forma de la lucha proletaria y aunque suele expresar en momentos visiones no muy claras sobre la dinámica del desarrollo de la conciencia obrera, permite ubicar la confusión en aquellos que asumen las actuaciones individualistas y de violencia ciega como la práctica a seguir por los explotados.

Acción directa (Pannekoek) ([3])

“(…) La acción directa significa acción de los trabajadores mismos sin intermediación de los funcionarios sindicales. Una huelga se llama salvaje (ilegal o no oficial), por contraste con la huelga declarada por el sindicato de acuerdo con las disposiciones y reglamentaciones. Los trabajadores saben que esta última no produce ningún efecto, pues los funcionarios se ven forzados a declararla contra su propia voluntad y punto de vista, pensando quizá que una derrota será una lección saludable para los insensatos trabajadores, y tratando, en todo caso, de ponerle término lo antes posible…

(…) La lucha de los trabajadores contra el capital no es posible sin organización. Y la organización surge en forma espontánea, inmediata. No por supuesto en la forma en que se funda un nuevo sindicato, con una junta elegida y reglamentos formulados en párrafos ordenados. A veces, sin duda, se lo ha hecho de esta manera; al atribuir la ineficacia a deficiencias personales de los viejos líderes, y en su amargura contra el viejo sindicato, los trabajadores fundaron uno nuevo y pusieron a su frente a sus hombres más capaces y enérgicos. Entonces sí que al comienzo todo fue energía y febril acción; pero a la larga el nuevo sindicato, si sigue siendo pequeño carece de poder no obstante su actividad, y si crece y se agranda, desarrolla necesariamente las mismas características que el sindicato anterior. Luego de tales experiencias los trabajadores seguirán al final el camino inverso, de mantener enteramente en sus propias manos la dirección de su lucha.

La dirección en las propias manos, llamada también su propio liderazgo, significa que toda iniciativa, todas las decisiones, proceden de los trabajadores mismos. Aunque haya un comité de huelga, porque todo no lo pueden hacer siempre juntos, lo que se hace lo deciden los huelguistas; continuamente en contacto entre sí distribuyen el trabajo, planean todas las medidas y deciden directamente todas las acciones. Decisión y acción, ambas colectivas, son una sola cosa.

La primera y más importante tarea es la propaganda para ampliar la huelga. Debe intensificarse la presión sobre el capital. Contra el enorme poder del capital están inermes no sólo los obreros individuales, sino también los grupos separados. El único poder que equipara al capital es la firme unidad de toda la clase trabajadora. Los capitalistas saben o sienten esto perfectamente bien, y así lo único que los induce a hacer concesiones es el temor de que la huelga pueda difundirse y llegar a ser general. Cuanto más manifiestamente decidida sea la voluntad de los trabajadores, cuanto mayor sea el número de ellos que toma parte en la huelga, tanto más probable será el éxito.

Tal extensión es posible porque no se trata de la huelga de un grupo retrasado, en peores condiciones que otro, que trata de elevarse al nivel general. En las nuevas circunstancias el descontento será universal; todos los obreros se sentirán oprimidos bajo la superioridad capitalista; el combustible de las explosiones se habrá acumulado por todas partes. Si los obreros se unen a la lucha no será para otros sino para sí mismos. Mientras se sientan aislados, temerosos de perder su trabajo, inseguros respecto de lo que harán sus camaradas, sin firme unidad, se abstendrán de la acción. Sin embargo, asumirán nuevamente la lucha, cambiarán su vieja personalidad por una nueva; el miedo egoísta retrocederá al último plano y saldrán a la luz las fuerzas de la comunidad, la solidaridad y la abnegación, alentando el coraje y la perseverancia (…) Así, la huelga espontánea como el incendio de una pradera puede propagarse a las otras empresas y envolver masas cada vez más grandes de trabajadores.

(…) Tales huelgas espontáneas presentan además otro aspecto importante; se borra la división de los trabajadores en sindicatos diferentes y separados. (…) En el taller, los miembros de los diferentes sindicatos están uno junto a otro. Pero incluso en las huelgas se los mantiene separados como para que no se infecten con demasiadas ideas de unidad, y la concordancia en la acción y en la negociación sólo se mantiene por obra de las juntas y los funcionarios sindicales. Sin embargo, en el caso de las acciones directas, estas diferencias de afiliación a sindicatos distintos se vuelven irreales y son como etiquetas meramente exteriores. Para tales luchas espontáneas lo primero que se requiere es la unidad (…)

Así, en estas huelgas espontáneas aparecen algunas características de las próximas formas que asumirá la lucha: primero, la acción por propia iniciativa, manteniendo en las propias manos toda la actividad y la decisión; y luego la unidad, sin distinción de antiguas afiliaciones, de acuerdo con el agrupamiento natural de las empresas. Estas formas se presentan no por un cuidadoso planeamiento, sino en forma espontánea, irresistible, impuestas por el pesado poder superior del capital contra el cual las viejas organizaciones ya no pueden luchar seriamente. Por consiguiente, esto no significa que ahora se haya dado vuelta la tortilla, que ahora ganen los trabajadores. También las huelgas salvajes terminan generalmente en una derrota. Su ámbito es demasiado estrecho. Sólo en algunos casos favorables tienen éxito, cuando se proponen impedir una degradación en las condiciones de trabajo. Su importancia consiste en que demuestran un nuevo espíritu de lucha que no puede ser reprimido.

(…) La unidad en la lucha colectiva no es el resultado de una juiciosa reglamentación de competencias, sino de las necesidades espontáneas que surgen en una esfera de apasionada acción. Los trabajadores mismos deciden, no porque se les acuerde tal derecho en reglamentaciones aceptadas, sino porque deciden realmente, mediante sus acciones. Puede ocurrir que un grupo no logre convencer a otros grupos por medio de argumentos, pero que lo arrastre mediante su acción y su ejemplo. La autodeterminación de los trabajadores acerca de la acción de lucha no es un requerimiento planteado por la teoría, sino una afirmación de un hecho que surge de la práctica.

Las fuerzas de la solidaridad y la devoción ocultas en ellos sólo esperan a que aparezca la perspectiva de grandes luchas para transformarse en un principio predominante de la vida. Además, incluso las capas más reprimidas de la clase trabajadora, que sólo se unen a sus camaradas en forma vacilante deseando apoyarse en su ejemplo, sentirán pronto que también crecen en ellas las nuevas fuerzas de la comunidad, y percibirán también que la lucha por la libertad les pide no sólo su adhesión sino el desarrollo de todos los poderes de actividad autónoma y confianza en sí mismos de que dispongan. Así, superando todas las formas intermedias de autodeterminación parcial, el progreso seguirá decididamente el camino de la organización de consejos.”

Tatlin, junio 2013


[1] Un ejemplo claro de la limitada visión que tienen los “activistas” que defienden el accionar del “bloque negro” se expone en la entrevista presentada por La haine, Black Bloc: Sólo a través de la acción directa se puede romper el bloqueo de los media: “La acción de Génova fue un éxito porque convergieron las tres formas de lucha, a pesar de que se pagó un precio altísimo, costó un muerto y varias decenas de heridos. Pero sin embargo se ha demostrado que hay un claro objetivo de atacar los símbolos de la globalización y el capitalismo y el poder de la clase dominante…” (https://lahaine.org/global/herramienta/black_media.htm [23]).

[2] Anton Pannekoek (1873-1960), es uno de los principales combatientes de la Izquierda Comunista. Participa de forma activa en el KAPD. Lo mismo que Rosa Luxemburgo defendió a la Revolución de octubre. Todo esto, sin embargo, no le impidió finalmente sacar lecciones erróneas de la derrota de la Revolución de octubre de 1917 en Rusia; llegando a la conclusión de que los bolcheviques habían dirigido una revolución burguesa. Pese a sus errores teóricos, su fuerza de combatiente no deja orientar sobre el papel importante de la teoría revolucionaria y de los revolucionarios: “Nuestro tarea es principalmente una tarea teórica: encontrar e indicar por medio del estudio y la discusión, la mejor vía de acción para la clase obrera” (Carta de Pannekoek a Castoriadis, 8 de noviembre de 1953).

Por eso la obra de Pannekoek, a pesar de sus errores, continúa siendo una referencia esencial. Justamente él, lo mismo que a Luxemburgo les corresponde ser pioneros en reconocer el giro que la historia daba a inicios del siglo XX y el cambio que por ello experimentan las formas de lucha proletaria, destacando en particular el papel de la huelga de masas.

[3] El libro completo puede leerse en: https://www.marxists.org/espanol/pannekoek/1940s/consejosobreros/ [24]

 

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