Basta ver cualquier telediario o abrir cualquier periódico para recibir la bofetada de una interminable sucesión de desgracias a cual más mortífera e inhumana. Ni siquiera el período estival, convencionalmente publicitado como una especie de paréntesis en el que “desconectar” de la terrible cotidianidad del sinfín de problemas que padecemos, concede tregua alguna, y en el de este año hemos visto amontonarse las escalofriantes imágenes de los atentados de Londres, de las matanzas en masa en Irak, de la devastación de regiones enteras por las inundaciones en Europa Central, los incendios en la Península Ibérica, la sucesión de accidentes aéreos con cientos de víctimas y, como terrible remate, la catástrofe del Katrina,… A la “vuelta” a la normalidad, los trabajadores se encuentran con amenazas cada vez más palpables de degradación de sus ya deterioradas condiciones de vida: en Alemania gane quien gane las elecciones los planes de austeridad y de recortes de prestaciones van a continuar; en Estados Unidos se suceden las quiebras (Delta Airlines), y las reducciones de plantillas; en España las tres principales factorías automovilísticas (SEAT, Ford y Opel), anuncian despidos en el caso de que los trabajadores no acepten recortes de salarios, sometimiento a las necesidades de la empresa en cuanto a jornada laboral, vacaciones etc.
¿Qué está pasando? No podemos caer en “explicaciones” simplistas y circunstanciales que atribuyen cada una de estas desgracias a la torpeza del político de turno. La causa última, la raíz común que conecta la proliferación de guerras y de terror; el aumento de la miseria no sólo en el Tercer Mundo sino también en los países más adelantados; el creciente desastre medioambiental y la sucesión de catástrofes “naturales” convertidas en auténticas catástrofes sociales, etc., es la agravación de la crisis histórica de este sistema de explotación, cuyas leyes (la concurrencia entre capitales nacionales, la necesidad de la acumulación de capital, la explotación de la fuerza de trabajo como base de la existencia del sistema,…) lo hacen cada vez más incompatible con la supervivencia de la humanidad y del planeta mismo.
¿Dónde vamos a ir a parar? Tal sucesión de desgracias muestra una aceleración de esa agravación de la crisis histórica del capitalismo, que se manifiesta, sobre todo, en la extensión al corazón mismo del mundo capitalista de las matanzas y los actos de guerra (tras el 11-S, y el 11-M, ahora el 7-J en Londres); de la miseria, los campos de refugiados y las oleadas de desplazados (como se ha visto recientemente en Nueva Orleans), de las catástrofes ecológicas bien repentinas (terremotos, tifones, incendios,…) o de una permanente degradación (sequías, calentamiento de los mares, cambios climáticos,…). Por mucho que sus políticos se llenen la boca de discursos hipócritas y promesas demagógicas, lo cierto es que el capitalismo no puede ofrecer más futuro que la destrucción de la humanidad.
Esclavo de sus propias leyes y de sus propias contradicciones, el sistema capitalista está forzosamente abocado a sacrificar cada vez más víctimas en la guerra imperialista en que diferentes fracciones de la clase explotadora pugnan por mantener sus intereses en el escenario internacional o meramente local. Presos de una irrefrenable carrera por el mantenimiento de sus posiciones en el mercado mundial, los sucesivos planes de “salvación” de las empresas plantean miles de despidos o el chantaje de evitarlos a costa de salarios de pobreza o prolongaciones de la jornada laboral cada vez más extenuantes. Obligados a mantener la cabeza por encima del marasmo económico mundial, todos los capitales nacionales se han convertido al “fanatismo religioso” de la reducción de costes, sacrificando por un lado el llamado Estado del bienestar (recortes de pensiones y subsidios, disminución de los gastos sanitarios,…), y por otro disminuyendo las dotaciones presupuestarias destinadas al mantenimiento de las infraestructuras, como se ha visto este mismo verano en los medios destinados a combatir los incendios en Portugal y España, las inundaciones no ya en Rumanía sino en Austria o Suiza, o las consecuencias de los huracanes, no ya en el Sudeste Asiático, sino en el país más poderoso de la Tierra.
¿Qué podemos hacer? Esta tendencia irrefrenable a la destrucción de las bases mismas de la supervivencia de la humanidad no nace de tal o cual fracción de la clase explotadora, sino de las necesidades mismas de supervivencia del sistema de explotación. Nada se arregla por tanto cambiando al equipo gobernante, como tampoco podemos ilusionarnos en que “presionando” a las autoridades; haciéndoles ver que la “opinión pública” está en contra de ellos; etc., el Estado capitalista va a dejar de servir a su función de mantener este sistema en pie a toda costa. No hay más solución que acabar con el capitalismo.
Sólo la lucha del proletariado mundial puede llevar a cabo esta titánica misión que constituye sin embargo la única esperanza para el género humano. A través del desarrollo de sus luchas contra la explotación donde se oponen irreconciliablemente las necesidades humanas contra las necesidades del sistema capitalista. Mediante el desarrollo de su solidaridad y la unión por encima de divisiones de categorías o sectores como se ha visto recientemente en las luchas de Heathrow y Argentina, pero también en la reacción contra el desastre social del Katrina donde se ha visto que sí es posible anteponer a el sentimiento de comunidad humana al “sálvese quién pueda” que promulga, y practica, la clase dominante. Desarrollando, por último, su conciencia de que sí es posible una alternativa revolucionaria al mundo, una sociedad diferente en que los recursos de la humanidad estén a su servcio y no a los de una minoría explotadora.
Etsoem. 18/09/2005.
Durante tres semanas del mes de Julio, el mundo ha temblado ante la oleada de atentados que, con una intensidad sin precedentes, ha sacudido el mundo desde Londres a Egipto, o Turquía. A este horror, debemos añadir la brutalidad de las bombas que a diario estallan en Irak, Afganistán, Líbano o Bangladesh. Los Estados y sus Gobiernos quieren hacernos creer que combaten el terrorismo y que son capaces de proteger a la población civil de los atentados. ¡Que cinismo y que gran mentira!
El terrorismo es una expresión de la barbarie guerrera del capitalismo
Los Estados no combaten el terrorismo. Son ellos los que lo generan y lo hacen prosperar. Cada vez es más evidente que todos los Estados, grandes o pequeños, encargan, infiltran, manipulan y utilizan a todas las fracciones, grupos y nebulosas terroristas en todo el mundo para hacer valer sus sórdidos intereses. El terrorismo se ha convertido hoy en un arma, cada vez más utilizada, en la guerra abierta o larvada que se libra entre las burguesías del mundo entero. Debemos recordar que Bin Laden y el grupo Al Qaeda fueron formados por la CIA a lo largo de los años 90 para organizar la resistencia contra la ocupación de las tropas rusas en Afganistán. Numerosos dirigentes políticos tratados hoy como muy “respetables señores”, de Begin a Arafat pasando por Gerry Adams, fueron antiguos jefes terroristas.
Este fenómeno constituye un puro producto del capitalismo en putrefacción, una de las manifestaciones más clamorosas de la barbarie de la sociedad capitalista. El Estado burgués aprovecha el sentimiento de inseguridad permanente, de miedo e impotencia suscitados por esos actos de barbarie en la población para presentarse como la única defensa posible contra el aumento del terrorismo. ¡Nada es más falso!
La clase obrera debe sentirse indignada e interpelada por estos atentados porque muy a menudo, como en Nueva York en 2001, a Madrid en 2004 o en Londres este año, han sido obreros que se dirigían al trabajo las principales víctimas de estos actos de barbarie. Pero la solidaridad con las víctimas de estos atentados por parte de sus hermanos de clase ante la brutalidad del terrorismo no pasa, en modo alguno, por la unión nacional con la burguesía. Al contrario, es ante todo el rechazo categórico de esta unión sagrada.
El Estado nos pide que nos impliquemos cada vez más en su defensa con la excusa de defender la democracia al mismo nivel que la defensa de la unión nacional. Pero la realidad demuestra, cada vez más, que no podemos tener la más mínima confianza en este discurso para protegernos de la barbarie terrorista. Son los Gobiernos, en tanto que factores activos del desarrollo de la guerra, los responsables últimos del desencadenamiento de estos horrores que cada vez les son más impotentes de detener.
Cuantas más declaraciones hacen los Estados contra el terrorismo, cuanto más le declaran la guerra abierta, este más se desarrolla, más se multiplican los atentados y, más y más se hunden las grandes potencias imperialistas en la sangre y el lodo que precipitan a la población a un engranaje de violencia sin límite, de guerra y de represalias. Las únicas medidas concretas que pueden adoptar los Gobiernos en nombre del anti-terrorismo, es la adopción y puesta en práctica de diferentes planes “anti-terroristas”, destinados a hacer aceptar un brutal reforzamiento del aparato represivo que permite ante todo y , sobre todo, la multiplicación de los medios de control y vigilancia de la población.
¿Para que sirven las campañas anti-terroristas de la burguesía?
Las campañas anti-terroristas actuales han permitido justificar ante todo un reforzamiento sin precedentes del aparato represivo. La situación en Gran Bretaña constituye una ilustración muy evidente. El ejemplo más flagrante ha sido el asesinato de un joven brasileño en el metro londinense con la cobertura para la policía de disparar a matar a todo aquel que parezca sospechoso. La burguesía inglesa ha comprendido rápidamente que la clase obrera no está dispuesta a dejarse llevar tras los intereses del Estado burgués en nombre del “anti-terrorismo”. Se ha cuidado muy mucho de llamar a esas manifestaciones monstruo, como las que organizo en Abril del 2004 contra el terrorismo en las calles de Madrid y en toda España tras los atentados de la estación de Atocha. Es muy probable que haya sido ella misma la que haya organizado una segunda “serie fallida” de atentados, que ha tenido un claro carácter de simulacro, precisamente con el objetivo de relanzar el mensaje de la necesaria movilización nacional y para hacer pasar mejor ante los ojos de la clase obrera todos esos métodos de encuadramiento y control policial.
A pesar de ello, la clase obrera ha demostrado que no está dispuesta a dejarse intimidar. La huelga de un millar de obreros en el aeropuerto de Heatrow en Gran Bretaña en solidaridad con 670 de sus hermanos de clase brutalmente atacados y amenazados de despido, luchando al lado de ellos, es una prueba irrefutable. A pesar de la presión policial existente, esta lucha ha demostrado claramente que lo que esta en juego para la clase obrera no es el mantenimiento del orden burgués y su terror, sino la defensa de sus intereses de clase ante los ataques que sin cesar sufre. Y es justamente el desarrollo de estas luchas lo que esta a la orden del día. Este desarrollo de las luchas en el momento en el que se está desarrollando la aplicación de las medidas policiales muestra precisamente cual es el verdadero objetivo de todo el desarrollo de los planes represivos.
La preocupación esencial de la burguesía no es, de ningún modo, la caza de los terroristas. Sabe muy bien que con la agravación de la crisis económica mundial, va a debe imponer una serie de ataques cada vez más feroces al proletariado y que deberá hacer frente a un desarrollo, a escala internacional, de las luchas de resistencia de la clase obrera ante tales ataques.
La lucha de clases es el único medio para combatir el terror capitalista
No existe ninguna solución milagro inmediata, que permita de un día al otro impedir los atentados terroristas, ni tampoco la guerra imperialista que se desarrolla a lo largo y ancho del planeta. Sólo una clase tiene puede oponerse a largo plazo al aumento del terrorismo, de la guerra y la barbarie, y es el proletariado a través del desarrollo de sus luchas de resistencia ante los ataques de la burguesía en su terreno de clase. El verdadero dilema que amenaza al orden burgués, es que a través del desarrollo de la lucha de clases, la clase obrera puede llegar a tomar conciencia de la relación que existe entre la guerra y el terrorismo y, por tanto, puede llevarla a comprender la necesidad de poner en cuestión el sistema capitalista y plantearse la necesidad de su destrucción.
Únicamente a través de la destrucción del sistema capitalista y de sus relaciones de explotación la clase obrera podrá conseguir sus objetivos. Los métodos y los medios de acción del proletariado que se basan en su conciencia y en su solidaridad de clase, sobre el carácter colectivo, unitario e internacionalista de sus luchas son radicalmente opuestos y antagónicos a los del terrorismo.
La clase obrera en Gran Bretaña ha demostrado la capacidad de la clase obrera, de los proletarios, para afirmar su respuesta al chantaje de la burguesía a través de su solidaridad en un terreno de clase ante los despidos y los ataques del capitalismo. Es un ejemplo en el que todos los proletarios deben inspirarse. Desarrollando su combate de clase, sobre un terreno de resistencia y solidaridad ante los ataques económicos que sufre, los obreros podrán oponer una alternativa y una perspectiva al estancamiento y la barbarie guerrera del mundo capitalista que amenaza la supervivencia de toda la humanidad.
¡No a la unión nacional, si a la solidaridad de clase!
Artículo traducido de Revolution Internationale nº 360, publicación en Francia de la Corriente Comunista Internacional.
La solidaridad que han mostrado los trabajadores de British Airways (BA) y Gate Gourmet es un ejemplo para la clase obrera. El artículo que publicamos a continuación, escrito por la CCI poco después de la huelga de los trabajadores de BA, saca las principales lecciones de esta lucha. Estas merecen ser estudiadas y comprendidas por todos los que realmente quieren defender a la clase obrera. Las semanas que han transcurrido desde entonces aportan otra lección de otro tipo, pero igualmente importante y merecedora de estudio. Es un ejemplo de cómo la clase dominante obra conjuntamente contra la clase obrera.
Los patronos de Gate Gourmet han jugado la baza del realismo financiero, es decir sus pérdidas de los años recientes y las que se prevén este año (casi 25 millones de libras) para argumentar que sin recortes de empleos y cambios en las condiciones laborales, la compañía iría a la quiebra. También se han lanzado a una ofensiva contra los «hábitos de trabajo desfasados e ineficientes» (Gate Gourmet website) que hacen que se les pague a los obreros «un día completo por medio día de trabajo» (ídem). Han tratado de cargar contra los obreros más combativos, y han utilizado la vía judicial para impedir la acción de los piquetes en sus instalaciones. Han montado una campaña contra los trabajadores acusándoles de de “importar” prácticas norteamericanas, cuando lo cierto es que fue la propia BA quien, a finales de los años 90, originó toda la situación al subcontratar el cattering, para tratar de reducir gastos. De hecho, los ataques no tienen nada que ver con la nacionalidad y mucho con la situación económica. Como mostramos en nuestro artículo, la realidad es que todas las empresas están bajo una presión intensa e insostenible cada vez mayor a medida que empeora la crisis económica. Sólo pueden sobrevivir hundiendo al contrario, y sobre todo aumentando la explotación de la clase obrera, recortando salarios y empeorando las condiciones de trabajo. En esta situación, llegar a un acuerdo con los patronos casi siempre significa aceptar algo un poco peor que antes. Puesto que el papel del sindicato es llegar a estos acuerdos, inevitablemente acaban del mismo lado que los patronos, hombro con hombro. Esto se puede ver claramente en las acciones del TGWU (Transports and General Workers Union).
Antes de que surgieran las acciones al margen de las convocatorias de este sindicato, la TCWU llevaba mucho tiempo negociando con la patronal : «se han mantenido conversaciones con Gate Gourmet durante muchos meses para mejorar la situación de la empresa. Durante este tiempo, el T&G ha jugado un papel activo ciñéndose a las necesidades de la empresa» (TGWU website). Tras el estallido de la huelga descubrieron “de repente”, que «Gate Gourmet llevaba tiempo planeándolo» (ídem.). Cuando los obreros entraron en lucha para defenderse ellos mismos, cuando sus compañeros de BA mostraron una verdadera solidaridad, práctica, el sindicato, denunció su «deslealtad», y, en palabras del cabecilla de la TGWU Tony Woodley, adoptó «las medidas pertinentes» para acabar con la huelga, según se menciona en la carta del TGWU a BA que se reprodujo en el diario The Guardian del 19.08.05, aunque curiosamente esta carta no aparece por ningún lado en la web del sindicato. Tras la vuelta al trabajo de los compañeros de BA, y el despido de los de Gate Gourmet, el sindicato se puso “combativo” amenazando a los patronos de Gate Gourmet y BA con emprender nuevas acciones si se abusaba de los trabajadores. Al mismo tiempo, el sindicato declaraba su «empeño en llegar a un acuerdo» (id.), aunque Gate Gourmet ya había manifestado su intención irrevocable de despedir a 600 trabajadores o incluso más. Ahora los trabajadores se han visto privados de la verdadera solidaridad, y afrontan un amenazante desenlace cuando el eco de su lucha se ha ido apagando. Ahora toma el relevo la falsa solidaridad de los líderes sindicales, la de los pomposos y vacios discursos, la de las proclamas tan encendidas como vanas. El mismísimo Tony Woodley se ha lanzado incluso a una cínica campaña para conseguir la legalización de la solidaridad, «en el marco de la ley… sujeta a las regulaciones sobre las votaciones y las notificaciones que regulan otros conflictos laborales», aunque por supuesto, «Esto no debe servir para justificar el tipo de acción ‘salvaje’ que tuvo lugar el jueves pasado» (“La solidaridad tendrá que legalizarse”, por Tony Woodley en el Guardian, del 16.08.05)
Tras la empresa y los líderes sindicales está el gobierno y el Estado. El gobierno aparentemente se ha limitado a lamentar los “trastornos” ocasionados a los usuarios, aunque ha dejado saber que está actuando para lograr un acuerdo. En cuanto a la justicia ha repartido sus declaraciones tanto a favor de la protección de la empresa como del “derecho” a protestar. Esta pretensión de imparcialidad y preocupación por la ley y el orden, oculta el hecho de que son la “ley” y el “orden” de la clase dominante. A lo largo de su historia, la clase obrera sólo ha progresado realmente cuando ha desafiado la dominación de la clase gobernante. Su verdadera lucha siempre ha estado fuera de la ley, y sus combatientes siempre han sido estigmatizados como delincuentes y matones. Los parlamentarios laboristas que ahora se “solidarizan”, lo hacen con la tranquilidad que les da saber que el verdadero potencial de la lucha obrera ha sido derrotado.
Los patronos, los sindicatos y el Estado han colaborado para derrotar a los obreros. Quieren que la clase obrera aprenda la lección de que la lucha de clase iniciada y controlada por la clase obrera es inútil, y que sólo los sindicatos pueden defender a los trabajadores. La clase obrera, al contrario, tiene que sacar una lección completamente diferente. Esa lección es simple: Conoce a tu enemigo.
North 31.08.05
Los medios de comunicación – la voz pública del Estado y la clase dirigente - han desencadenado toda su ira contra los huelguistas de Heathrow. ¿Cómo se atreven los trabajadores a anteponer la solidaridad de clase a los beneficios de la empresa? ¿Es que no han comprendido que eso de la solidaridad obrera y la lucha de clases está desfasado, que dejó de estar de moda en los años 70? Un ejecutivo de una de las compañías rivales de BA, declaraba al diario Sunday Times del 13 de agosto que: «En cierto sentido, la aviación es la última industria que queda por reformar… Es como los puertos, las minas o la industria del automóvil en los años 70». ¿Porqué estos obreros “jurásicos” no habrán caído en la cuenta de que el principio de la sociedad actual es “cada uno a la suya”, y no “¡proletarios del mundo uníos!”?
Es extraño sin embargo, que esa “nueva” filosofía de la libertad de cada cúal, no impida a los patronos exigir absoluta obediencia de parte de los esclavos asalariados. Algunas opiniones en ciertos medios de comunicación han sido algo más críticas con los despiadados métodos empleados por la Gate Gourmet: cuando los trabajadores de alimentación celebraban una reunión para discutir cómo responder a los planes de la patronal contra sus empleos, la asamblea fue clausurada por pistoleros de seguridad, y 600 obreros –incluso los que estaban enfermos o de vacaciones- fueron despedidos en el acto por tomar parte en una acción no convocada legalmente. Incluso a algunos de ellos se les comunicó por megafonía. Esta actitud que quizá parezca exageradamente arrogante, es en realidad una expresión de unas prácticas patronales cada vez más extendidas. Así a los trabajadores de Tesco les han dicho que les van a retirar la paga por enfermedad los tres primeros días que falten al trabajo, y otras empresas muestran abiertamente su interés en esta nueva “reforma”. Los trabajadores de grandes almacenes están siendo identificados electrónicamente para que no pierdan ni en segundo en su jornada laboral. El actual clima político – en el que se nos pide que aceptemos un mayor acoso policial en nombre del “antiterrorismo” - no hará sino aumentar la arrogancia patronal.
Estos ataques no son obra de tal o cual tipo de patronos, especialmente “codiciosos” o proclives al “estilo americano” de las relaciones laborales. La brutalidad creciente de los ataques a las condiciones de vida y trabajo obreras es la única forma en que la clase capitalista puede responder a la crisis económica mundial: bajar los salarios, aumentar la productividad, rebanar las pensiones, esquilmar los subsidios de desempleo,... etc., porque cada empresa y cada país está implicado en una lucha desesperada para desbancar a sus rivales en un mercado mundial saturado.
Y frente a estos ataques, la solidaridad obrera es nuestra única defensa.
Tanto los empleados de equipajes como otros que trabajaban en Heathrow, que pararon cuando se enteraron de los despidos masivos, demostraron comprender esto perfectamente. Ellos mismos habían estado sometidos al mismo tipo de ataques y comprometidos en luchas similares. La efectividad de su huelga reveló inmediatamente el poder de los trabajadores cuando llevan a cabo acciones unidas y determinadas. Es la única forma de obligar a los patronos a readmitir a los despedidos, y hará vacilar a los directivos del aeropuerto antes de lanzar ataques similares en el futuro. Aislados en su categoría, los trabajadores son presa fácil para la clase dominante. En el momento en que la lucha empieza a extenderse a otros obreros, el panorama cambia.
Solidaridad de clase: la verdadera esperanza para la humanidad
Pero hay un significado aún más importante de la solidaridad obrera.
En una sociedad que se está desintegrando a nuestro alrrededor, donde el “cada uno a la suya” toma la forma de bombas terroristas, ataques racistas, gangsterismo y violencia indiscriminada de todo tipo; la solidaridad de los obreros por encima de cualquier división por ramo, religión, sexo o nación, representa el único antídoto a este sistema, el único punto de arranque para la creación de una sociedad diferente, basada en las necesidades humanas y no en la búsqueda desenfrenada de beneficios. Frente a un sistema que se hunde en la guerra generalizada y la autodestrucción, no es ninguna exageración decir que la solidaridad de clase es la única esperanza para la supervivencia de la raza humana.
Esta esperanza no es en absoluto vana pues cuando se mira más allá de las fronteras de Gran Bretaña. Tras años de desorientación, hemos asistido en los dos últimos años a una creciente recuperación de las luchas obreras tras años de desorientación. En las más importantes – las luchas de los obreros franceses contra los ataques a las pensiones en 2003, la de los obreros alemanes del automóvil contra los despidos -, la solidaridad ha sido algo fundamental. Estos movimientos confirman que la clase obrera internacional no ha desaparecido y no está derrotada.
Naturalmente los “media” han intentado ocultar el significado de las acciones de solidaridad en Heathrow. Comenzaron hablando de los lazos familiares entre los trabajadores de la alimentación y los de equipajes, y otros de la plantilla del aeropuerto. Es cierto que existen vínculos de ese tipo, pero mientras que la mayoría de los trabajadores de alimentación son de origen hindú, la mayoría de los de equipajes son “blancos”. En pocas palabras, se trataba de una auténtica solidaridad por encima de las divisiones étnicas.
Los informativos también trataron de socavar la simpatía que otros trabajadores pudieran sentir por los empleados del aeropuerto, focalizando la atención sobre los sufrimientos de los pasajeros cuyos vuelos fueron trastocados por la huelga. Es cierto que cuando pasas la mayor parte del año sudando la gota gorda en el trabajo, no es ninguna broma encontrarte con que tus planes de vacaciones se van al traste. Explicar sus iniciativas a otros obreros y a la población en general, es una tarea que todos los obreros tienen que tomar a cargo cuando entran en lucha. Pero también tienen que resistir el chantaje hipócrita de los media que los presenta precisamente como los malos de la película.
El verdadero papel de los sindicatos
Pero si la clase dominante se empeña en desfigurar y ocultar la solidaridad de clase cuando se manifiesta, tampoco ceja en difuminar otra verdad no menos importante: que solidaridad obrera y sindicalismo no tienen nada que ver lo uno con lo otro.el son la misma cosa.
Los métodos usados en esta lucha desafiaron abiertamente el guión diseñado por los sindicatos:
los obreros de Gate Gourmet decidieron celebrar una asamblea general en sus comedores para discutir la última maniobra patronal. Era una asamblea “no autorizada” en pleno horario de trabajo. La idea misma de celebrar asambleas donde se discute y se toman decisiones va en contra de todas las prácticas sindicales oficiales;
los otros trabajadores de la plantilla del aeropuerto ignoraron igualmente esas directrices oficiales al declararse en huelga sin tener que recorrer los trámites oficiales de la votación. Desafiaron también las normas sindicales al implicarse en acciones “secundarias”(es decir que no afectaban directamente a su convenio particular).
Esta clase de acciones son peligrosas para la clase dominante porque a través de ellas los obreros pueden desbordar el control de los sindicatos, que se han convertido en estos tiempos en los órganos “oficiales” – es decir, reconocidos por el Estado- para mantener bajo control la lucha obrera. En el periodo reciente ha habido un aumento regular de acciones “salvajes” de este tipo: el último conflicto importante en Heathrow; numerosas huelgas en el correo. En el mismo momento en que se desarrollaba la lucha en Heathrow, habían también huelgas “extraoficiales” de los conductores de autobús de Edimburgo y de la fundición de Ford en Leamington Spa.
En el caso de Heathrow, el TGWU consiguió controlar la situación. Oficialmente tuvo que repudiar los paros no reglados y achuchar a los obreros para que volvieran al trabajo. Pero con la ayuda de grupos “revolucionarios”, como el SWP (Socialist Workers Party), el T&G se las arregló para presentar la lucha como si ésta estuviera motivada en realidad por la “defensa del sindicato”, presentando las represalias contra los compañeros más combativos – que ciertamente era uno de los objetivos de Gate Gourmet- como si fuera un ataque al sindicato. Esto facilitó que los representantes del sindicalismo de base –la mayoría de los cuales creen genuinamente que actúan en nombre de sus compañeros- encerraran la lucha en el marco sindical.
Pero lo que madura bajo esas apariencias no es una lucha “para defender los sindicatos”, sino movimientos cada vez más masivos en los que los obreros se confrontarán, como primer obstáculo, con el propio aparato sindicalista. Para construir una solidaridad de clase lo más amplia posible en y durante la lucha, los trabajadores necesitarán desarrollar sus propias asambleas generales, abiertas a todos los obreros, y de elegir comités de huelga responsables sólo ante las asambleas. Los obreros más combativos que comprenden ya esta perspectiva, no deben quedar aislados sino reunirse para discutir y preparar las batallas del futuro.
WR 15.08.05
La magnitud de la devastación provocada por el huracán Katrina a su paso por las costas de la primera potencia económica e imperialista del mundo, las imágenes de auténticos campos de concentración de los pobres refugiados en el Superdome, del la policía y el ejército con órdenes de “disparar a matar” para preservar las propiedades privadas del “asalto” de gente desarmada que trataba de obtener agua, alimentos, ropas o medicinas,... todo esto ha causado una sincera indignación y preocupación por entender las causas de tamaño desastre social. Prueba de ella es la avalancha de comentarios que se han volcado en foros de debate en Internet[1], donde con mil formas y matices se plantean una y otra vez las mismas preguntas: ¿quién es el auténtico responsable de todo esto?, ¿qué podemos hacer frente a la perspectiva de desastres que amenaza a la humanidad?.
Nosotros compartimos plenamente esa necesidad de reflexionar, y animamos a todos los trabajadores, a todos aquellos que se preguntan si hay otro futuro diferente al “no future” que nos ofrece el capitalismo, a debatir sobre todo esto. Nosotros queremos contribuir a esa reflexión que está surgiendo y para ello invitamos a quien esté interesado en discutir sobre ello a que asista a las Reuniones Públicas que hemos convocado[2], y también queremos a través de este mismo artículo plantear aunque sea someramente nuestra respuesta a algunas de esas inquietudes.
Víctimas o verdugos. ¿Es culpable la especie humana de catástrofes como la del Katrina?
Lo primero que destaca de una lectura de los cientos de comentarios insertados en los foros, es que excepto unos pocos que decían algo así como que “catástrofes como estas han sucedido siempre en la historia”, la gran mayoria de quienes han intervenido han señalado que estamos asistiendo a una acumulación de cataclismos “naturales” y a una agravación de sus efectos sobre la población. Esta primera constatación, aunque sea meramente intuitiva o empirista, es ya muy importante, pues sirve para oponerse a las mentiras de los gobernantes de que este tipo de catástrofes serían obra del azar (o sea que cuando tocan, pues ajo y agua), e indica un principio de toma de conciencia sobre el futuro que puede depararnos esta sociedad.
Pero este principio de toma de conciencia se ve lastrado cuando se imputa esta degradación de las condiciones de existencia de la humanidad, al propio género humano. Así por ejemplo uno de los comentarios insertados en Indymedia (comentario que por otra parte plantea algunas reflexiones interesantes), señala que: «La orgullosa e hipertecnificada civilización occidental, dominante en el mundo entero, ha sido atacada frontalmente por las fuerzas de la Naturaleza. Siglos de industrialización, tecnificación y explotación irracional de los recursos ambientales, provocados por el Capitalismo para obtener el máximo beneficio económico han provocado uno de los mayores desastres que se han conocido.(...). Tanto petróleo, tanta contaminación, tanto "dominio" científico de la naturaleza, tanta urbanización incontrolada, tantas ciudades, tanta civilización... La Naturaleza, a causa de las agresiones que se cometen a diario, actúa de forma sabia. La especie humana es peligrosa para su existencia, de una forma u otra eliminará esa aberración que representa actualmente nuestra especie. Hoy ha sido un Huracán, como hace unos años Centroamérica fue arrasada por el huracán Mitch o actualmente la desertización, la capa de ozono o otras manifestaciones de nuestro ecosistema. El planeta sólo nos devuelve el producto de nuestros actos...».
Esta afirmación tan aparentemente radical, refleja sin embargo el peso de ideología de la clase explotadora, que para justificar el sistema social que les proporciona sus privilegios, confunden intencionadamente las atrocidades que este sistema de explotación inflinge al género humano con la propia “naturaleza” del ser humano, a los verdugos y a las víctimas. disfrazando por tanto a los verdugos de víctimas.
En el comentario se dice que «La especie humana es peligrosa para la existencia de la naturaleza». Tal afirmación no sólo encierra un contrasentido puesto que el hombre es parte de la naturaleza, y fruto de su evolución, por lo que habría que concluir que ya que la evolución de la naturaleza conduce a su destrucción, el hombre no estaría más que ejecutando tal ley de la evolución. Pero más alla de sofismas, este tipo de planteamientos olvida cúal es la historia de la relación del hombre con su “ser natural” como denomina el marxismo[3] a la naturaleza. Esta relación ha estado determinada por la evolución de los diferentes modos de producción que ha conocido la historia. En el comunismo primitivo el hombre era prácticamente esclavo de las leyes ciegas de la naturaleza. La superación de ese estadío de penuria de las fuerzas productivas a través de las sucesivas sociedades de clase (esclavismo, feudalismo, capitalismo), ha permitido a la especie humana sobre todo en el capitalismo, la última de las sociedades de clase de la humanidad, un dominio “objetivo” de la naturaleza, pero ese dominio no es “natural” ni “humano”, sino que está pervertido por las leyes de la mercancía y de la acumulación capitalistas. Será necesario por tanto liberar a la humanidad de esas leyes de la explotación, para acabar por fín con la oposición entre el género humano y el resto de la naturaleza[4]. Es a eso a lo que inspira la sociedad comunista resultante del triunfo de la revolución proletaria. Por primera vez, en la historia del planeta, ni el hombre estará sojuzgado por la naturaleza, ni el ser humano tendrá interés alguno en arruinar el entorno natural en el que debe vivir.
Tampoco es cierto que el “progreso” o el “avance tecnológico” en sí sea el culpable de los males de la humanidad y del planeta. En el Manifiesto Comunista, Marx y Engels explicaban el avance que representaba para la historia de la humanidad, el paso del feudalismo al capitalismo: «En el siglo corto que lleva de existencia como clase soberana, la burguesía ha creado energías productivas mucho más grandiosas y colosales que todas las generaciones justas. Basta pensar en el sojuzgamiento de las fuerzas naturales por la mano del hombre, en la maquinaria, en la aplicación de la química a la industria y la agricultura, en la navegación a vapor, en los ferrocarriles, en el telégrafo eléctrico, en la roturación de continentes entero, en los ríos abiertos a la navegación, en los pueblos que brotan de la tierra como por ensalmo... ¿Quién, en los siglos pasados, pudo sospechar siquiera que en regazo de la sociedad fecundada por el trabajo del hombre yaciesen soterradas tantas y tales energías y elementos de producción?» Pero también señala que ese modo de producción necesario para el desarrollo de las fuerzas productivas en una etapa histórica determinada, acabará convirtiéndose en una traba. Esa perspectiva se cumple con la entrada del capitalismo en su fase de decadencia[5] a principios del pasado siglo XX. El primer congreso de la Internacional Comunista tomó acta de ese cambio en la situación del capitalismo comprendiendo que lo que se abría ante la humanidad era la disyuntiva de socialismo o barbarie; es decir o bien que el proletariado lleva hasta el final su misión histórica de derrocar al capitalismo y abrir una nueva etapa en el desarrollo de la humanidad liberándola del yudo de la explotación y haciéndola pasar de la prehistoria a la historia; o bien el capitalismo lleva a la humanidad al estadio de la barbarie y de la aniquilación de todo rastro de civilización.
Lo peligroso de estas ideas[6] que imputan a los hombres, o al progreso, los males que inflinge el modo de producción que les esclaviza al servicio de los privilegios de una minoría de la humanidad, es que, aún sin pretenderlo, acaba justificando las medidas de austeridad con que pretenden atacarnos todos los gobiernos. No es de extrañar que en el citado foro de Indymedia apareciera la contribución de una afamado ecologista – Jeremy Rifkin – que se despacha: «Nosotros creamos la tormenta monstruosa. Hace casi una generación que estamos enterados del posible impacto del calentamiento global. Pero seguimos acelerando, como si no nos importara. ¿Qué esperábamos?(...) Presidente Bush: (...) Pídanos a todos que pensemos en cambiar nuestra forma de vivir derrochando energía, ínstenos a conservar nuestras reservas de combustible fósil y a hacer sacrificios en lo relativo al futuro uso de la energía. Brindenos un plan para que EEUU. Pueda abandonar los combustibles fósiles en aras de una nueva energía sostenible que se base en fuentes renovables y en hidrógeno. Estamos esperando». Así le ponemos “a huevo” la elevación de los precios de la gasolina y con ella todo lo demás. ¿Qué hizo, sino, la burguesía mundial en la crisis de 1973 aprovechando la mentira del “agotamiento” de las reservas de petróleo?. No hay nada peor que regalar la soga para ser ahorcados.
El culpable es el pueblo americano por haber votado a Bush
Junto con verdaderas y emotivas manifestaciones de solidaridad con quienes están siendo las víctimas del Katrina, en los foros de Internet han aparecido también comentarios culpabilizadores de esa misma población por mantener a Bush en el poder, por su estilo de vida “opulento” (en ¿Nueva Orleáns?) que sería el paradigma de ese “neoliberalismo” tan nefasto para el mundo,etc. Hemos podido leer comentarios como «Decididamente Bush está loco. No puede creerse que su cerebro sintonice con la mayoría estadounidense que le votó. Sería demasiado arriesgado opinar que quien está loca es esa mayoría,... aunque todo podría ser» Aquí lo que ofende, como reza el dicho, es la propia duda. También aparecen comentarios del tipo: «Por una vez y sin que sirva de precedente, los americanos sufren sus consecuencias de su amor al consumo, al petróleo, al dióxido de carbono». Y también «Los americanos se lo merecen: la naturaleza les pasa factura».
Tras el fiasco de la guerra en Irak, la catástrofe del Katrina ha puesto de moda fustigasr a Bush haciendo de su incompetencia, su prepotencia y su irresponsabilidad el origen de todas las adversidades que sufre la población en EEUU. y en todo el planeta. Es cierto que Bush es, como mandatario, de la primera potencia capitalista, responsable directo de todas ellas. Pero no el único responsable. Disparar al monigote puede ser hasta divertido y un medio de compensar las fustraciones, pero no es menos cierto que este mecanismo de “venganza personal”, tan característico de clases sin ningún porvenir histórico como la pequeña burguesía[7], sirve en realidad a los explotadores para difuminar su responsabilidad como clase dominante. Como señalamos en el artículo dedicado al Katrina, y que publicamos en este mismo número de AP: «la administración de Bush no es una aberración, sino mas bien un reflejo de la cruda realidad de que USA es una superpotencia en declive que gobierna un “orden mundial” que se hunde en el caos. La guerra, el hambre y los desastres ecológicos son el futuro que nos reserva el capitalismo». Apuntando a Bush se pierde del punto de mira a los demócratas, tan responsables (desde Clinton que comenzó los recortes presupuestarios –ver citado artículo en este AP – hasta el alcalde mismo de Nueva Orleáns) como el mismo Bush. El capitalismo norteamericano se sentirá sin duda aliviado si toda la lección que saca la población del desastre del Katrina, es que en la próxima ocasión debe votar a otro.
Otros que se sentirán aliviados serán los capitalistas del resto del mundo, y especialmente los de los rivales imperialistas europeos de EE.UU. que alientan precisamente esa idea de la causa de las desgracias padecidas por las gentes de Luisiana o Missisipi, están en el propio “estilo de vida americano”, y que esas cosas no pasarían en Europa, donde el Estado se preocupa por sus ciudadanos. Reflejando el peso de ese “antiamericanismo” tan en boga, el autor del comentario que antes citábamos (el que “no tenía claro” si Bush sintonizaba o no con la mayoria de la población americana), plantea también: «A ver si Europa sabe sacar consecuencias, aunque sólo sea por eso de que “cuando las barbas de tu vecino neoliberal veas pelar... El Estado es odioso, como sus leyes, pero más odioso y un millón de veces peor es estar sólo en manos de unos cuantos opulentos en la sombra que nos manejen criminalmente a su capricho. Todavía en el Estado está nuestra esperanza» Este mito de que en Europa el Estado es más “social”, no sólo falsea la realidad (en París, con un alcalde “socialista” miles de personas malviven en edificios ruinosos como se ha visto en el oleada de incendios de este verano; en la Alemania los hachazos al Estado del bienestar están a la orden del día,...); sino sobre todo, como se expresa abiertamente en el citado comentario, se llama a los trabajadores sojuzgados por el Estado a... defenderlo.
Pero si graves son esas concesiones a la ideología democrática, a las ilusiones en las elecciones y en el papel del Estado burgués, mucho más lo son las afirmaciones que hablan (como ya hicieron algunos grupos izquierdistas en el 11-S) del “merecido castigo” que deberían aceptar los explotados norteamericanos por los crímenes de sus explotadores.
Aquí no sólo nos encontramos con una venenosa defensa del valor de la ideología democrática que congratularía al propio Bush, sino que se le saltarían las lágrimas al ver cómo “rojillos” y “antiyankis” le acaban dando la razón: Sí señor, el pueblo iraki debía pagar las culpas por haber mantenido en el poder (con un 99’9% de apoyo además) a Saddam Hussein. Esa culpabilización de los gobernados de las atrocidades de los gobernantes es, recordémoslo, la justifición última de la guerra imperialista.
Ante el desastre del Katrina, como ante el tsunami del Diciembre pasado es necesaria una reacción de indignación ante la catástrofe social que es el capitalismo, y de solidaridad con las víctimas, y no de indignación con las víctimas y de apoyo a tal o cual fraccion de la criminal clase capitalista.
ALBA/ETSOEM.
20/09/2005.
[1]Nosotros hemos seguido y hemos participado en (www.indymedia.org [4]) , y en (www.alasbarricadas.org [5]).
[2]Ver en nuestra web (www.internationalism.org [6]) las fechas y lugares de nuestras Reuniones Públicas.
[3]Una de las patrañas más difundidas contra el marxismo es que sería “antropocentrista”, es decir que no habría prestado interés alguno a lo que no fuera la restringida historia de la especie humana, la lucha de clases, etc. Basta leer por ejemplo “La Dialéctica de la Naturaleza” o “El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre”, ambos de Engles, o los “Manuscritos Económicos y Filosóficos” de Marx para comprender la falsedad de tal patraña.
[4]Tampoco compartimos la afirmación contenida en el comentario de que estaríamos asistiendo a una especie de “venganza de la sabia naturaleza, que acabará con la especie humana que tantos sufrimientos la inflinge”. No se trata de negar la evidencia de que el deterioro de las condiciones medioambientales repercute en la degradación de la existencia de una especie más de la naturaleza. Pero atribuir los sufrimientos del hombre a la acción de una especie de “conciencia cósmica” que le castiga con sus desmanes, no sólo le abre la puerta precisamente al cinismo de la burguesía que niega toda responsabilidad en las catástrofes naturales, sino que conduce al peor de los fatalismos, “cargando” con ello de razón a los gobernantes burgueses que ante catástrofes como la del Katrina se lavan las manos y nos dicen: “no se puede hacer nada”. Si el proletariado no erradica el capitalismo de la faz de la tierra, este sistema social destruirá a la especie humana y a la tierra entera.
[5] Ver en particular la serie de artículos que estamos publicando en nuestra Revista Internacional desde el número 117.
[6]Estos planteamientos que a menudo parten de una descripción minuciosa de todos los males de la sociedad actual, propugnan como “alternativa” una mera vuelta atrás en la historia. En la Revista Internacional nº 63 (“Quién envenena la tierra es el capitalismo”) y nº 104 (“Sólo la revolución proletaria salvará a la especie humana”) hemos criticado esa ideología “primitivista”.
[7]No es de extrañar la adhesión de artistas, intelectuales, profesionales a esta “cruzada anti-Bush”.
Todo el mundo ha visto las imágenes de la catástrofe. Cuerpos hinchados flotando en las fétidas aguas de la inundación en Nueva Orleans. Un anciano sentado en una silla de camping, acurrucado, sufriendo sed, calor, hambre, mientras otros supervivientes languidecían a su alrededor. Madres atrapadas con sus hijos pequeños sin nada que comer o beber durante tres días. Caos en los propios centros de refugiados donde las autoridades habían dicho a las víctimas que fueran para ponerse a salvo. Esta tragedia de la que a duras penas se encuentran precedentes, no se ha producido en ningún rincón del tercer mundo azotado por la miseria, sino en el corazón de la primera potencia capitalista e imperialista mundial.
Cuando el tsunami afectó al continente asiático en Diciembre, la burguesía de los países desarrollados echó la culpa de la catástrofe a la incompetencia política de los países pobres por negarse a tomar en cuenta las señales de alarma. Esta vez no sirve la misma excusa. Hoy el contraste no es entre países ricos y pobres, sino entre gente rica y pobre. Cuando se ordenó evacuar Nueva Orleans y el resto de la costa del Golfo, imperó el que cada familia, cada uno, fuese a la suya. Quienes tenían coche y pudieron conseguir gasolina (su precio se elevó siguiendo también la norma moral capitalista de aprovechar las oportunidades de “negocio”), se dirigieron al norte y al oeste para resguardarse, buscando refugio en hoteles, moteles y en casa de familiares y amigos. Pero la mayoría de los pobres, los ancianos, los enfermos, quedaron a merced del huracán, incapaces de escapar. En Nueva Orleans, las autoridades locales abrieron el Superdome y el Centro de convenciones como refugios frente a la tormenta, pero no proveyeron ningún tipo de servicio, ni agua, ni alimentos, ni asistencia. Cuando miles de personas, la mayoría de raza negra, ocuparon estas instalaciones, fueron abandonados a su suerte. Para los ricos que se quedaron en Nueva Orleans, la situación fue totalmente distinta. Los turistas y los VIPS que se alojaban en hoteles de cinco estrellas adyacentes al Superdome , nadaban en la abundancia y estaban protegidos por oficiales de policía armados, que mantenían a la “chusma” del Superdome a raya.
En vez de organizar la distribución de agua y alimentos guardados en los depósitos y almacenes de la ciudad, la policía se cruzó de brazos y la gente empezó a asaltarlos para distribuir productos de primera necesidad. Indudablemente que elementos lumpen se aprovecharon de la situación y comenzaron a robar aparatos electrónicos, dinero y armas, pero los “saqueos”, desde luego, empezaron como tentativa de sobrevivir a las condiciones más inhumanas. En esos momentos oficiales de policía con armas de fuego protegían a los empleados enviados por un hotel de lujo a una farmacia de la vecindad a rebuscar agua, medicamentos y alimentos para el confort de sus distinguidos huéspedes. Un oficial de policía explicaba que esto no eran saqueos, sino “incautación” de mercancías por la policía, que está autorizada para eso en caso de emergencia. La diferencia entre “saqueos” e “incautaciones” es la diferencia entre ser pobre o rico en América hoy día.
La culpa es del sistema
La incapacidad del capitalismo para responder a esta crisis siquiera con una mínima apariencia de solidaridad humana, demuestra que la clase capitalista no merece seguir gobernando, que su modo de producción se hunde en un proceso de descomposición social, de pudrimiento de raíz, que sólo ofrece a la humanidad un futuro de muerte y destrucción. El caos que ha consumido países enteros uno tras otro en Africa y en Asia estos años atrás es una muestra del futuro que el capitalismo reserva incluso a los países industrializados, y hoy Nueva Orleans proporciona un fugaz anticipo de ese futuro desolador.
Como siempre, la burguesía se ha dado prisa en plantear todo tipo de coartadas para excusar sus crímenes y sus fracasos. Hemos soportado un coro de lloriqueos diciendo que han hecho todo lo que han podido; que estamos ante un desastre natural, y no provocado por el hombre, que nadie podía haberse esperado el peor desastre natural de la historia de la nación, que nadie podía prever que los diques fueran a romperse. Las críticas a la administración, tanto en USA como en el extranjero, culpan a la incompetencia del régimen de Bush de haber convertido un desastre natural en una calamidad social. Ninguno de estos papagayos burgueses da en el clavo. Lo que buscan es desviar la atención de la realidad de que el responsable es el sistema capitalista.
«Hacemos todo lo que podemos» se está convirtiendo en el latiguillo más repetido de la propaganda burguesa. Hacen «todo lo que pueden» para terminar la guerra de Irak, para mejorar la economía, para mejorar la educación, para acabar con la criminalidad, para mejorar la seguridad de la lanzadera espacial, para terminar con las drogas, etc., etc,... «No se puede hacer más»; tendríamos que tener claro que el gobierno nunca puede tomar decisiones políticas, nunca tiene la posibilidad de intentar otras medidas alternativas ¡Pamplinas! En realidad siguen la política que han decidido conscientemente y que claramente tiene consecuencias desastrosas para la sociedad.
Respecto a si se trata de una catástrofe natural, o producto de la intervención humana, está claro que el huracán Katrina ha sido producto de la naturaleza, pero la escala del desastre natural y social no era inevitable. Se mire como se mire, ha sido el capitalismo, y el Estado que lo representa, quien ha permitido la catástrofe. La nocividad creciente de los desastres naturales que hoy vivimos en todo el mundo es consecuencia de políticas económicas y ambientales temerarias del capitalismo en busca de incesantes beneficios, sea por “ahorrarse” la tecnología disponible para alertar de la posibilidad de tsunamis y poder avisar a tiempo a la población amenazada, o por arrasar los bosques en los países del tercer mundo, lo que exacerba el potencial devastador de las inundaciones provocadas por las mareas, o por la polución irresponsable de la atmósfera, con la emisión de gases que provocan el efecto invernadero y empeoran el calentamiento global, contribuyendo al cambio climático. En este sentido hay probadas evidencias de que el calentamiento global produce incrementos en la temperatura de los océanos y con ello al desarrollo de depresiones tropicales, tormentas y huracanes que hemos visto los últimos años. Cuando Katrina llegó a Florida, era solo un huracán de fuerza 1, pero planeó una semana sobre las aguas del Golfo de Mexico, a casi 50º C y se elevó a la categoría de fuerza 5, con vientos de 270 kilómetros por hora antes de alcanzar la costa del Golfo.
Los izquierdistas ya han empezado a citar las mentiras de Bush y a la industria energética y su oposición al protocolo de Kyoto, como responsables del desastre del Katrina, pero esta crítica acepta las premisas del debate de la clase capitalista, como si llevar a la práctica los acuerdos de Kyoto pudiera realmente revertir los efectos del calentamiento global, o como si la burguesía de los países que están a favor de dichos protocolos estuviera de verdad interesada en someter la producción capitalista a la preservación de la ecología. Peor aún, olvida que fue la administración Clinton la primera que, llenándose eso sí la boca de declaraciones en defensa del medio ambiente, rechazó los acuerdos de Kyoto. Rehuir el problema del calentamiento global es la posición de la burguesía americana y no simplemente de la administración Bush.
Además Nueva Orleáns, que tiene casi 600000 habitantes (muchos más contando los suburbios), es una ciudad cuya mayor parte está construida bajo el nivel del mar, lo que la hace vulnerable a las inundaciones cuando se desborda el río Mississipi, o el lago Pontchartrain, o sube la marea del Golfo de Mexico. Desde 1927, el cuerpo de ingenieros del ejército USA desarrolló y puso a punto un sistema de diques para prevenir las inundaciones anuales del río Mississipi, lo que permitió a la industria y la agricultura florecer junto al río haciendo que creciera la ciudad de Nueva Orleáns; pero con ello impedían también que las aguas fluviales llevaran el sedimento y el barro que normalmente contienen los pantanos y las marjales del delta del Mississipi río abajo, hasta el Golfo de Mexico. Debido a esto, las zonas pantanosas que proporcionaban una protección natural a Nueva Orleáns, como un empapador, frente a la crecida de la marea, quedaron peligrosamente erosionadas, y la ciudad fue más vulnerable a las inundaciones marítimas. Esto no fue algo “natural” sino producto de la acción humana.
Tampoco fue la fuerza de la naturaleza quien mermó los efectivos de la guardia nacional de Lousiana. Un gran contigente de ésta había sido movilizado para la guerra de Irak, dejando sólo 250 Guardias Nacionales disponibles para apoyar los esfuerzos de rescate de los departamentos de policía y bomberos los tres primeros días tras la rotura de los diques. Un porcentaje aún mayor de la guardia del Mississipi había sido desplegado igualmente en Irak.
El argumento de que este desastre no podía preverse es igualmente un sinsentido. Durante casi 100 años, los científicos, los ingenieros y los políticos, han discutido cómo abordar la vulnerabilidad de Nueva Orleáns ante los huracanes y las inundaciones. A mediados de la década de 1990, diferentes grupos de científicos e ingenieros presentaron distintos proyectos, lo que finalmente llevó en 1998 (durante la administración Clinton) a una propuesta llamada Coast 2050. Este plan proponía reforzar y rediseñar los diques construyendo un sistema de compuertas, y excavar nuevos canales que aportaran agua con sedimentos fluviales para restaurar el tampón que suponen las zonas pantanosas del delta. El coste de este proyecto era de 14 billones de dólares que tendrían que invertirse en un periodo de 10 años. Washington sin embargo no lo aprobó (bajo el mandato de Clinton, no de Bush). El año pasado, el ejército pidió 105 millones de dólares para programas contra huracanes e inundaciones en Nueva Orleáns, pero el gobierno sólo aprobó 42 millones. Al mismo tiempo, el Congreso aprobaba 231 millones de dólares para la construcción de un puente en una pequeña isla deshabitada de Alaska.
Otra refutación de la excusa de que «nadie podía haberlo previsto» es que la víspera de la llegada del huracán, el director de la FEMA (Administración Federal para las emergencias) Michel D. Brown, alardeaba en entrevistas en televisión, de que había dado órdenes para la puesta en marcha de un plan de emergencia en caso de que se produjese el peor de los escenarios en Nueva Orleáns, tomando en cuenta lo que ocurrió con el tsunami en el Sudeste Asiático, y de que la FEMA confiaba en que podría hacerse cargo de cualquier eventualidad. Informes de Nueva Orleáns indican que este plan de la FEMA incluía la decisión de rechazar camiones con donaciones de agua embotellada y de cerca de 5000 litros de diesel transportados en los guardacostas, así como el corte de las líneas de comunicación de emergencia que usan las autoridades de la policía local en los suburbios de Nueva Orleáns. Brown tuvo incluso la cara dura de excusar la inoperancia en el rescate de las 25000 personas del Centro de Convenciones diciendo que las autoridades federales no fueron conscientes de que esas personas estaban ahí hasta bien entrada la semana; a pesar de que los informativos habían informado de la situación por televisión desde hacía 3 o 4 días.
Y por mucho que el alcalde Ray Nagin, un demócrata, haya cubierto de vituperios la pasividad de las autoridades federales, fue su administración local la que no hizo absolutamente ningún esfuerzo para garantizar la evacuación de los pobres y los ancianos, ni tomó ninguna responsabilidad en la distribución de agua y comida, ni proporcionó suministros de primera necesidad, ni garantizó la seguridad en los centros de evacuación, abandonando la ciudad al caos y la violencia.
Sólo la clase obrera puede ofrecer una alternativa
El sufrimiento en la costa del Golfo ha conmovido a millones de trabajadores, que al mismo tiempo se sienten furiosos por la falta de sensibilidad de la respuesta oficial al desastre. Especialmente en las filas de la clase obrera hay un sentimiento de genuina solidaridad humana hacia las víctimas de esta calamidad. Mientras que la burguesía parcela su compasión, dependiendo de criterios económicos o de raza, entre ricos y pobres, blancos o negros, para la mayoría de trabajadores americanos no existen tales distinciones. Aunque la burguesía emplea a menudo la carta del racismo para dividir y oponer a los obreros negros y blancos, y a pesar de que varios líderes del movimiento “negro” están poniéndose al servicio del capitalismo de esa forma, insistiendo en que la crisis de Nueva Orleáns es en realidad un problema de racismo, el sufrimiento de los pobres y los desclasados en Nueva Orleáns repugna a toda la clase obrera. La administración Bush es indudablemente un pobre equipo de gobierno para la clase capitalista, propensa a la ineptitud, a los gestos vacíos, y con una capacidad de respuesta lenta frente a la crisis actual, que añadirá leña al fuego de su creciente impopularidad. Pero la administración de Bush no es una aberración, sino mas bien un reflejo de la cruda realidad de que USA es una superpotencia en declive que gobierna un “orden mundial” que se hunde en el caos. La guerra, el hambre y los desastres ecológicos son el futuro que nos reserva el capitalismo. Si hay alguna esperanza para el futuro de la humanidad, es que la clase obrera desarrolle la conciencia y la comprensión de la verdadera naturaleza de la sociedad de clases, y asuma su responsabilidad histórica de acabar con este anacronismo, de destruir el sistema capitalista y reemplazarlo por una sociedad revolucionaria, controlada por la clase obrera, en la que la genuina solidaridad humana, y la satisfacción de las necesidades humanas sean el principio rector.
Internationalism , 4 Septiembre 2005
Después del fin del período de reconstrucción posterior a la Segunda Guerra Mundial, el mundo capitalista ha continuado hundiéndose lentamente aunque inexorablemente en su crisis económica.
En la primera parte de este artículo nosotros vamos a mostrar la realidad de esta evolución hasta finales del siglo XX.
La segunda parte se dedicará más particularmente a poner en evidencia que el capitalismo está entrando en una nueva fase de recesión económica, sin comparación en cuanto a su gravedad con las que le han precedido.
La burguesía tiene una mentira preparada. En el momento que la crisis económica va a tener de nuevo una brusca aceleración, ella trata de encerrar a los obreros en un falso terreno: el de la lucha contra la economía liberal y la economía de mercado. Esto oculta conscientemente a los obreros que el gran ordenador de la economía capitalista y los ataques contra la clase obrera es el mismo estado capitalista. En "las líneas directrices del empleo" dentro de la constitución europea, nosotros podemos leer que los estados deben reformar "las condiciones demasiado restrictivas de la legislación en materia de empleo que afectan a la dinámica del mercado de trabajo" y promover la "diversidad de modalidades de contratos de trabajo, sobre todo en materia de tiempo de trabajo". El rechazo de la constitución no modificará ni una tilde esta política. El proletariado es así llamado a olvidar las última recesiones pero también el hundimiento de la bolsa de 2.001-2.002, y con esto todos los ataques masivos, el deterioro de sus condiciones de vida que no han cesado de desarrollarse después de la reaparición abierta de la crisis económica mundial a finales de los años sesenta y que son particularmente acentuadas a comienzos de los años 2.000. La clase obrera paga un alto tributo al capitalismo en quiebra, sin hablar del ataque masivo a las jubilaciones y el desmantelamiento en curso de la seguridad social. La burguesía, cínicamente, trata también de nuevo convencer al proletariado que si el acepta hacer sacrificios suplementarios, ¡mejorará el futuro, el nivel de vida remontará, el paro retrocederá! Todas estas mentiras no tienen más que un solo objeto, conseguir que la clase obrera acepte pagar con un aumento de su miseria y su explotación, el hundimiento catastrófico del capitalismo en su propia crisis económica.
La crisis de un sistema
Las recesiones de 1.967, 1.970-71, 1.974-75, 1.991-93 y 2.001-2.002 fueron tendencialmente más largas y profundas y esto en un contexto de declive constante de la tasa de crecimiento medio de la economía mundial. El crecimiento del PIB mundial también ha seguido la misma tendencia a la baja, pasando de más del 4% en los años cincuenta a menos del 1% a comienzos de los años 2.000. Después del hundimiento de la economía que golpeó el mundo capitalista a finales de 1920 y a comienzos de los años 1930 con su acompañamiento de explosiones de la miseria y del paro obrero, el capitalismo ha sacado un máximo de lecciones. Desde aquel momento, y después de la Segunda Guerra Mundial, el capitalismo consiguió organizarse para tratar de impedir un hundimiento brusco de su economía. Hemos asistido desde entonces a un reforzamiento del papel del control del estado sobre el conjunto de la economía nacional. El desarrollo por todo el mundo del capitalismo de estado, que además de la función económica que se le asignó, tiene también un papel en la militarización de la sociedad y el encuadramiento de la clase obrera. Pero como esto no era suficiente para asegurarse, la burguesía se dotó de organismos internacionales como el COMECOM para el antiguo bloque del Este y el FMI para el bloque occidental, encargados de velar de que no hubiese sacudidas muy violentas de la economía. En el mismo sentido, y contrariamente al período anterior a la Segunda Guerra Mundial, la burguesía reforzó el papel de los bancos centrales. Estos fueron dirigidos a jugar un papel directo en la política económica a través de su acción sobre las tasas de interés y la masa monetaria.
Las recuperaciones cada vez menos vigorosas
A pesar de todo esto, y contrariamente a lo que nos cuenta la burguesía, la evolución económica se inscribe lentamente pero con seguridad hacia un declive. El capitalismo de estado puede ciertamente frenar estos procesos, pero no puede impedir su irremediable desarrollo. Es así, que después de 1960, las recuperaciones económicas fueron siempre muy limitadas y los períodos de recesión muy profundos. El mundo capitalista se hundió en su crisis. Mucho más allá de sus particularidades, África, América Central, el antiguo bloque soviético y la mayor parte de países de Asia, se han hundido en un enorme caos económico. Posteriormente, son Estados Unidos, Japón y Europa los que conocen directamente los efectos de la crisis. En Estados Unidos la tasa de crecimiento por décadas entre 1950-1960 y 1.990-99 pasó de 4,11% al 3% y, para el mismo período, de 4,72% a 1,74% en Europa (fuente OCDE). El crecimiento del PIB mundial por habitante de 1961 a 2003 ha pasado de prácticamente el 4% amenos del 1%. Después del período de reconstrucción posterior a la Segunda Guerra Mundial, que ha sido llamado por la burguesía "los treinta gloriosos", la producción mundial ha retomado progresiva e inexorablemente el camino de la recesión. Si ésta ha podido ser frenada en su desarrollo e interrumpida con períodos de recuperación cada vez más cortos, es simplemente porque la burguesía mundial ha recurrido a un endeudamiento creciente y a la utilización de un déficit presupuestario cada vez más importante. La primera potencia mundial constituye, sin ninguna duda, el mejor ejemplo. Ella ha pasado de un presupuesto público excedentario del 2% en 1.950 a un déficit presupuestario cercano actualmente al 4%. De esta manera la deuda total de Estados Unidos, que aumentó lentamente desde los años 1950 a comienzos de los años 1980, ha conocido en el curso de los últimos veinte años una verdadera explosión. Claramente se ha doblado pasando de 15 billones de dólares a más de 30 billones. Estados Unidos ha pasado de ser el principal acreedor del planeta a ser el país más endeudado. Pero sería totalmente erróneo pensar que, a pesar de las especificidades propias de la primera potencia mundial, esta tendencia no corresponde a la evolución global de la economía capitalista. A finales de los años 1990, África llegó a más de 200.000 millones de deuda, el Medio Oriente igual, la Europa del Este más de 400.000 millones de dólares, Asia y la región del Pacífico (incluida China) tiene más de 600.000 millones de dólares como igualmente América Latina (fuente Etat du monde 1998).
Si tomamos la producción industrial, la realidad de la ralentización del crecimiento económico mundial después del fin del período de reconstrucción, es todavía más marcada.
De 1.938 a 1.973, o sea en 35 años, la producción industrial de los países desarrollados aumentó el 288%. Durante los 22 años siguientes el crecimiento ha sido sólo del 30% (fuente OCDE).
La ralentización del desarrollo de la producción industrial mundial aparece así muy claramente. La clase obrera debe necesariamente pagar esta realidad. Tomando simplemente los cinco países más desarrollado económicamente del mundo nosotros tenemos una evolución del paro particularmente clara. Ha pasado de una media del 3,2% de 1948-52 al 4,9% en 1979-81, para llegar en 1995 al 7,4% (fuente OCDE). Estas cifras son las que nos da la burguesía, pues en este capítulo ella subestima la realidad para la clase obrera. Además, después de 1995, el paro no ha hecho más que continuar su desarrollo sobre el conjunto del planeta.
Con el fin de ralentizar su hundimiento en la crisis, la burguesía no se puede contentar sólo con dotarse de instituciones nuevas a nivel internacional, ni de recurrir a un endeudamiento faraónico como hemos visto, con el fin de mantener artificialmente con vida un mercado solvente que en la realidad está totalmente saturado. Además es necesario frenar la caída progresiva de la tasa de ganancia. Los capitalistas no invierten jamás si no obtienen un beneficio siempre más grande en relación con el capital invertido. Es lo que determina la famosa tasa de ganancia. De 1960 a 1980 ésta bajó, pasando del 20% al 14% igualmente para Europa, para remontar como por magia al 20% en Estados Unidos y a más del 22% en Europa a finales de los años 1990. ¿Tendría siempre la clase obrera que creer en los milagros? Dos factores podrían explicar esta alza: el crecimiento de la productividad del trabajo o la creciente austeridad aplicada a los obreros. Si la productividad del trabajo ha sufrido una erosión de la mitad de su crecimiento en este período, es entonces el ataque a las condiciones de vida de la clase obrera como la burguesía ha podido por el momento restaurar su tasa de ganancia. La evolución de la parte salarial, en porcentaje del PIB (producto interior bruto) en Europa ilustra perfectamente esta realidad. En los años 1970-1980, se elevaba a más del 76% en Europa y a más del 79% en Francia, para caer a menos del 66% en la una como en la otra. Esto explica la agravación de la explotación y el desarrollo de la miseria en la clase obrera que son las principales causas de la restauración momentánea de la tasa de ganancia en los años 1990.
En una segunda parte ilustraremos el descenso a los infiernos de la fase actual de agravación de la crisis económica mundial.
Traducido de Révolution Internationale nº 359, publicación de la CCI en Francia.
Todo lo que habla el gobierno del ciudadano K1 sobre la “fantástica recuperación” de la economía argentina tras la debacle del 2001 son milongas. La realidad que padecen los trabajadores y la inmensa mayoría de la población es cada vez más angustiosa. Algunas cifras lo ilustran: la población con ingresos por debajo del umbral de pobreza que era el 5% en 1976 pasó en 2004 al 50%; 11 millones de personas tan solo tienen para vivir 150 $ mensuales cuando la línea de indigencia está establecida en 389$2. El hambre, al principio limitada a provincias norteñas como Tucumán o Salta (adonde el 80% de los niños padecen malnutrición crónica) empieza a afectar a las zonas más pobres del terrible cinturón de villas miseria del sur de Buenos Aires.
Contra esta situación insoportable se han rebelado los obreros. Entre junio y agosto hemos asistido a la mayor oleada de huelgas desde hace 15 años3. Han destacado las luchas de los hospitales de Quilmes y Moreno, de empresas como Supermercados Coto, Parmalat, Tango Meat o Lapsa, el Subte de Buenos Aires (metro), los trabajadores municipales de Avellaneda, Rosario y de las localidades más importantes de la provincia sureña de Santa Cruz, marineros y pescadores a escala nacional, empleados judiciales en todo el país, los maestros de 5 provincias, los médicos de la municipalidad de Buenos Aires, los docentes de las Universidades de Buenos Aires y Córdoba... Entre estas luchas ha sobresalido la del hospital de pediatría Garrahan (Buenos Aires) por la combatividad y el espíritu unitario y solidario que ha mostrado. En Córdoba, uno de los principales centros industriales del país, se vivió en el mes de junio una multiplicación de luchas que no se veía desde hace dos décadas: industria automotriz, gas, docentes, empleados públicos…
En el momento en que escribimos este artículo, la oleada de luchas parece refluir. Como veremos más adelante, el primer plano de la actualidad social en Argentina ya no lo ocupan las huelgas obreras, sino un ruidoso e hipermediatizado enfrentamiento entre las organizaciones piqueteras y el Gobierno, así como el espectáculo habitual de los políticos ante las próximas elecciones legislativas. Las luchas han podido obtener aquí y allá algunas mejoras salariales efímeras–especialmente en el sector público-, sin embargo, ante un capitalismo cada vez más hundido en una crisis sin salida, la principal conquista de las luchas no está en el terreno económico sino fundamentalmente en el político: las lecciones que se sacan de ellas y que sirven para la preparación de nuevas luchas que son inevitables; la solidaridad, el espíritu de unidad, que maduran entre los obreros; la comprensión de quienes son los amigos y quienes los enemigos…
La principal lección de la oleada de luchas: el proletariado se afirma como clase en lucha
En 2001 se produjo en Argentina una espectacular revuelta social que fue saludada en los medios altermundialistas y por un grupo del campo proletario (el BIPR) como una situación “revolucionaria”. Sin embargo, esa movilización se situó en un terreno claramente interclasista, con planteamientos nacionalistas y de “reforma” de la sociedad argentina que no podían significar otra cosa que el reforzamiento del poder capitalista. En un artículo que publicamos en la Revista Internacional nº 109 pusimos de relieve que «el proletariado en Argentina se ha visto sumergido y diluido en un movimiento de revuelta interclasista. Este movimiento de protesta popular no ha expresado la fuerza del proletariado sino su debilidad. Este no ha podido afirmar ni si autonomía política ni su auto-organización».
Esta crítica no la hacíamos con un espíritu de puntilloso purismo sino en defensa de una auténtica lucha proletaria. Así, afirmábamos que «el proletariado no tiene necesidad de consolarse ni de agarrarse a quimeras ilusorias. Lo que necesita es recuperar el camino de su propia perspectiva revolucionaria, afirmarse sobre la escena social como la única clase capaz de ofrecer un porvenir a la humanidad y de aglutinar tras ella a las otras capas sociales no explotadoras». Decíamos que «el proletariado en Argentina está muy lejos de haber agotado sus capacidades de lucha» y que estas volverán a desarrollarse si de los acontecimientos de 2001 «saca una clara lección: la revuelta interclasista no debilita el poder de la burguesía, a quien debilita principalmente es al propio proletariado».
Hoy, 4 años después, la oleada de huelgas en Argentina ha mostrado un proletariado combativo que se manifiesta en su propio terreno de clase, que empieza a reconocerse, aunque sea tímidamente todavía, como una clase con identidad propia. No somos nosotros los únicos en decirlo, la publicación “Lucha de Clases: Revista Marxista de Teoría y Política” de Julio de 2005, escrita por intelectuales de izquierda, reconoce que «Uno de los hechos mas destacados en este último año ha sido la vuelta a la acción de los trabajadores ocupados al centro de la escena política argentina después de años de retrocesos. Estamos ante un extendido ciclo de luchas reivindicativas donde los trabajadores pelean por la recomposición de su salario y las degradadas condiciones de trabajo, buscando reapropiarse de las conquistas perdidas en décadas pasadas», añadiendo que «Mientras los trabajadores de la industria y los servicios han empezado a hacer oír su voz, otras voces se llamaron al silencio: las de aquellos que habían decretado el “adiós al proletariado».
¿Este surgimiento combativo del proletariado es un fenómeno local ligado a las peculiaridades de la situación argentina? Sin negar la influencia de factores específicos –en particular, el descenso rápido y brutal del nivel de vida de grandes masas de la población como consecuencia de una degradación económica que se aceleró con el batacazo del 2001- esta oleada forma parte del proceso internacional de recuperación de la lucha de clases que hemos señalado desde 2003 y participa plenamente de sus características y tendencias.
En un texto recientemente publicado4 hemos evidenciado las características generales de esa recuperación: es lenta y difícil, no ha cristalizado todavía en luchas espectaculares, va avanzando no tanto a través de una sucesión de luchas victoriosas, sino de derrotas de las que los obreros empiezan a sacar lecciones que darán vida a próximas luchas más fuertes, el hilo conductor que las preside y va lentamente contribuyendo a su maduración es «el sentimiento muy confuso todavía, pero que acabará emergiendo cada día más en los tiempos venideros, de que no hay solución alguna a las contradicciones que hoy minan al capitalismo, ya sea en el plano económico como en otros aspectos de su crisis histórica: la permanencia de enfrentamientos bélicos, el auge del caos y de la barbarie cuyo carácter imparable queda patente cada día que pasa»5.
De la misma forma que en otras luchas en otros países (Heathrow en Gran Bretaña, Mercedes y Opel en Alemania), en esta oleada ha estado presente un arma fundamental para el avance futuro de la lucha proletaria: las tentativas de búsqueda de la solidaridad.
En el Subte (metro de Buenos Aires) toda la plantilla paró espontáneamente ante la muerte de dos obreros de mantenimiento producida por la falta absoluta de medidas de protección frente a accidentes laborales. Los trabajadores de Hospitales Posadas, Italiano y Francés de la Capital Federal han realizado diversas acciones de solidaridad con sus compañeros de Garrahan. En el Sur, en la provincia de Santa Cruz, la huelga de los trabajadores municipales de las principales ciudades ha suscitado una viva simpatía en amplias capas de la población. Ello ha cristalizado en la asistencia masiva a sus manifestaciones en el centro de la ciudad. En Caleta Olivia, trabajadores petroleros, judiciales, docentes, desempleados, se unieron a una manifestación de sus compañeros municipales. Los trabajadores de los yacimientos petroleros se pusieron en huelga reclamando que fueran concedidas las reivindicaciones de los municipales y planteando las suyas propias. Lo mismo hicieron los trabajadores de la empresa Barillari, del sector pesquero. En Neuquén, los trabajadores sanitarios se unieron de forma espontánea a la manifestación que los maestros en huelga encaminaban hacia el gobierno provincial. Atacados violentamente por efectivos policiales, los manifestantes lograron reagruparse y vieron como gente de la calle se sumaba a la manifestación increpando duramente a los policías que se retiraron a una prudente distancia. Un paro en todas las escuelas del país fue convocado en apoyo a los docentes neuquinos.
También, es importante señalar el planteamiento unitario que ha presidido la reivindicación salarial de los trabajadores de Garrahan: en lugar de reclamar aumentos porcentuales que profundizan las diferencias entre las distintas categorías y alientan la división y la competencia entre los propios trabajadores, han luchado por un aumento igual para todos que va en el sentido de disminuir esas diferencias y favorecer a los sectores peor pagados.
Durante los últimos 15 años, la actualidad ha estado dominada de forma agobiante por las manifestaciones más terribles de la degeneración del capitalismo: guerras, convulsiones económicas, catástrofes de todo tipo, terrorismo, asesinatos, la peor barbarie… Lo único que parecía alzarse contra esta perspectiva eran, o bien, actos de protesta montados por organizaciones del capital que adoptan disfraces ”anti-capitalistas” como los altermundialistas, cuyo “programa” hemos podido verlo en la práctica con el “colega” Lula en Brasil, o bien revueltas interclasistas desesperadas e impotentes. Ahora el panorama está empezando a cambiar. Lenta y penosamente el proletariado desarrolla su propio terreno de clase y con ello comienza a izar una autentica bandera de lucha contra la barbarie capitalista a la cual pueden unirse todos los explotados y oprimidos del mundo.
La respuesta de la burguesía
Pero sería estúpido creer que la burguesía va a quedarse de brazos cruzados ante ese resurgimiento de su enemigo mortal. Responde rápidamente desplegando no solo el arma de la represión brutal sino la mucha más venenosa de la maniobra y la mistificación política y sindical.
Esto lo hemos visto concretamente en Argentina. El gobierno federal y los gobiernos provinciales han empleado la fuerza policial contra los huelguistas; detenciones, condenas judiciales, sanciones administrativas han caído sobre numerosos trabajadores. Sin embargo, el grueso de la respuesta de la burguesía se ha concentrado en una maniobra política destinada a aislar los sectores más combativos, llevar los diferentes focos al impasse y la desmoralización y sellar en todas las cabezas que “la lucha no es rentable”, que de la movilización no se obtiene nada, que quien quiera mejorar las cosas debe elegir entre dos alternativas:
Los movimientos “por abajo”: los actos de presión minoritaria y violenta de piqueteros, por una parte; y la acción de paliar la miseria realizada por “organizaciones de base”: empresas autogestionadas, redes de trueque, comedores populares etc.
La acción “por arriba”: las gestiones de los sindicatos o los buenos oficios de los políticos.
Es decir, ¡debe moverse como una peonza dentro de alternativas que están controladas y encuadradas por el Estado capitalista y sirven al mantenimiento de su dominación!
Para ello ha tomado la lucha de Garrahan –que hemos señalado su papel destacado en la oleada actual- como cabeza de turco.
En primer lugar, ha desatado una tremenda campaña tratando a los obreros de “terroristas” y presentándolos como desaprensivos que antepondrían sus “intereses particulares” a la salud de los niños internados en el hospital. Con un asqueroso cinismo, los gobernantes, que dejan morir de hambre a miles de niños, han exhibido de repente una “frenética preocupación” por la infancia “amenazada” por esos “inhumanos”. El gobierno del ciudadano K, apoyado sin fisuras por los grandes sindicatos (CGT y CTA, la gremial de este último, ATE, se oponía rotundamente a la huelga) ha desplegado la intransigencia más brutal. Así, los trabajadores de Garrahan han sido deliberadamente excluidos de las negociaciones salariales de empleados estatales y, más aún, los agentes gubernamentales han aceptado recibir a representantes de otros colectivos en huelga (por ejemplo, los docentes de la Universidad) pero se han negado sistemáticamente a cualquier contacto con los de Garrahan.
Todo esto significaba una clara provocación destinada a aislar a los trabajadores de Garrahan, lo que ha sido completado con la absurda acusación de que estarían siendo manipulados por una pretendida conspiración “anti-progresista” constituida por Menem, Duhalde y Maccri6.
Pero lo que más ha debitado la lucha de los trabajadores de Garrahan ha sido la “ayuda” prestada por las organizaciones piqueteras7. Estas se han pegado como lapas a la lucha de Garrahan (lo mismo han hecho frente a la de los obreros de Tango Meat) en nombre de la “solidaridad”. De esta forma, los obreros de Garrahan se han visto asociados –y el gobierno y los medios de “comunicación” lo han publicitado al máximo- con los métodos de “lucha” de las organizaciones piqueteras basados en acciones comando minoritarias que en lugar de golpear realmente al Capital y al Estado a quien causan más problemas es a los demás trabajadores. Así, las organizaciones piqueteras han cortado el estratégico Puente Pueyrredón en horas punta provocando atascos que afectaban a numerosos trabajadores del conurbano sur de Buenos Aires. O bien, como sucedió en Cañadón Seco (en el Sur) unas 45 personas cortaron los accesos a la refinería de Repsol-YPF sin consultar previamente a los trabajadores de la planta.
Progresivamente, la atención social se ha desviado desde la lucha de Garrahan y la agitación obrera hacia el enésimo e hipermediatizado enfrentamiento entre las organizaciones piqueteras y el gobierno con un espectacular despliegue de fuerzas policiales en torno al Puente Pueyrredón.
Pero lo que ha constituido la puntilla ha sido la organización de una falsa solidaridad con los obreros de Garrahan. Estos se han visto invadidos por un alud de organizaciones sindicales de base, de organismos piqueteros, de grupos de extrema izquierda, de todo tipo de organizaciones sociales, que representados por sus dirigentes soltaban bellos discursos de “apoyo” y arengaban con vacuos llamamientos. Esto provocaba un ilusorio sentimiento de solidaridad cuando en realidad lo que significa era un cerco a su alrededor aislándolos cada vez más que llevaba a su completa desmoralización.
Esto ha sido posible porque la lucha de Garrahan, pese a su combatividad y espíritu unitario, ha sido férreamente controlada desde el principio por una lista Roja dentro del sindicato del ramo, ATE, opositora a la Lista Verde que es la que dirige el sindicato. Ante la desafección que los trabajadores empiezan a sentir por los sindicatos, estas listas “rojas” toman rápidamente el relevo, sobre todo en momentos de lucha, para mantener a los obreros bajo el control sindical. Esto se concreta en organizar esa falsa solidaridad a través de “coordinaciones con otras organizaciones de base”. Como decía Gustavo Lerer, dirigente de la Lista Roja en Garrahan, «Hoy no se puede decir que ATE luche verdaderamente, los que paramos somos las bases. La idea es coordinar con todos los que podamos: tratar de hacer nosotros desde abajo lo que no hacen los dirigentes desde arriba (…)las organizaciones de desocupados, los piqueteros -que son nuestros pacientes- se solidarizan con nosotros ». La solidaridad es reducida a “apoyo de organizaciones” y circunscrita a los “pacientes”, es decir, que no sería un asunto de lucha general de clase sino un negocio privado de trabajadores y pacientes.
La auténtica solidaridad solo puede desarrollarse fuera y en contra de la argolla sindical, consiste en la lucha común: incorporarse a la lucha nuevos sectores de trabajadores, envío de delegaciones, manifestaciones y asambleas conjuntas donde los obreros de manera directa conviven, luchan, piensan y sienten juntos, y a ellos pueden sumarse otros oprimidos y explotados. En ese movimiento, las divisiones que atomizan a los obreros empiezan a resquebrajarse y estos pueden comprobar de forma viva que pertenecen a una misma clase, percibiendo su fuerza y su unidad.
Esa solidaridad directa, activa y masiva, la única que da fuerza y hace avanzar la lucha proletaria, ha sido reemplazada por la “solidaridad” mediante intermediarios (las organizaciones “sociales” con sus dirigentes a la cabeza), pasiva y minoritaria, que produce la euforia de “estar apoyado por las masas que hay detrás de esas organizaciones” cuando la realidad, que se comprueba con amargura a continuación, es que se está más aislado y dividido que nunca.
«Lo peor para la clase obrera no es la derrota clara, sino el sentimiento de victoria tras una derrota ocultada peor real: fue ese sentimiento de “victoria” (contra el fascismo y por la defensa de la “patria socialista”) el veneno más eficaz para hundir y mantener el proletariado en la contrarrevolución durante cuatro décadas en medio del siglo XX».
CCI 16-09-05
1 Kirschner, presidente de Argentina, conocido coloquialmente como el Señor K
2 Datos del diario Clarín 30-8-5
3«El pasado mes de junio fue el de mayor conflictividad laboral en el último año, con 127 protestas, que afectaron en un 80% al sector público, el 13 % en el área de servicios y el 7 % restante en las diversas ramas de la industria. Ese mes superó en cantidad de conflictos a los registrados en todos los meses de junio desde. 1980. El análisis de la conflictividad laboral que ha tenido lugar en el mes de junio en los últimos 26 años, desde 1980 incluido, muestra que la de 2005 es la mayor desde entonces» (Del Colectivo Nuevo Proyecto Histórico, grupo surgido en Argentina, en su texto Sindicato y necesidades radicales)
4 Ver en la Revista Internacional nº 119 la Resolución sobre la evolución de la lucha de clases.
5 Del texto anteriormente citado
6 Los dos primeros antiguos presidentes de nefasta memoria
7 Ver el artículo sobre el movimiento piquetero publicado en Acción Proletaria números 177 y 178, escrito por el grupo proletario Núcleo Comunista Internacional, procedente de Argentina (para más información sobre este grupo ver Revista Internacional nº 120)
Links
[1] https://es.internationalism.org/en/tag/2/25/la-decadencia-del-capitalismo
[2] https://es.internationalism.org/en/tag/cuestiones-teoricas/terrorismo
[3] https://es.internationalism.org/en/tag/geografia/gran-bretana
[4] http://www.indymedia.org
[5] http://www.alasbarricadas.org
[6] https://world.internationalism.org
[7] https://es.internationalism.org/en/tag/3/50/medio-ambiente
[8] https://es.internationalism.org/en/tag/3/46/economia
[9] https://es.internationalism.org/en/tag/geografia/argentina