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El trotskismo deja de ser una corriente del movimiento obrero cuando pasa definitivamente al campo del capitalismo en el curso de la segunda guerra mundial (1939-45). Durante la segunda carnicería imperialista de éste siglo, la IV Internacional trotskista rechaza la consigna derrotista de los bolcheviques: ¡transformar la guerra imperialista en guerra civil! que había sido el punto de reagrupamiento de las fuerzas revolucionarias proletarias contra la primera guerra mundial. Los trotskistas en efecto, defendieron el campo del imperialismo democrático y del estalinismo contra los imperialistas fascistas llamando a la transformación de la “guerra imperialista en una verdadera guerra por la defensa de la URSS y contra el fascismo”. Es de la mayor importancia para los revolucionarios de hoy comprender el proceso de contrarrevolución que diezmó y corrompió a numerosas fuerzas del movimiento revolucionario en el curso de los cinco décadas (en Rusia y otras partes). La manera en que esta degeneración afectó al trotskismo en particular, hasta quedar perdido para el movimiento proletario constituye el tema de este artículo. El trotskismo no perece físicamente como tendencia política (salvo en países como Rusia) como fue el caso de otras corrientes proletarias en los años 30 o durante la guerra. Perece de manera insidiosa, al dejar de ser un factor de resistencia revolucionaria y de reagrupamiento que había sido durante los años precedentes a la guerra, aún si era profundamente confuso acerca de numerosos puntos fundamentales.
Los trotskistas actualmente se esfuerzan en deformar u ocultar la importancia de sus actividades durante la segunda guerra mundial. sólo los más cínicos y los más estúpidos de ellos defienden esta parte de su carrera sin ninguna vergüenza. Pero en general los trotskistas se muestran muy discretos para discutir sobre sus actividades durante la guerra, en la medida en que ello haría aparecer a la luz del día que sus declaraciones de “internacionalismo” y de “antiestalinismo” auténticos no son otra cosa más que mentiras. La verdad es que los trotskistas durante la última gran guerra llevaron a la práctica lo que hasta entonces sólo habían defendido con palabras (si bien ha que recordar que en el curso de la guerra civil española, en 1936-38, los trotskistas participaron en este conflicto Inter. imperialista alineándose al lado de la república. En esta época, Trotski mismo pretendía que los revolucionarios debían ser ¡”buenos soldados” del ejercito republicano!)[1]
Hacia el campo del capital
En vísperas de la segunda guerra mundial, el trotskismo se hallaba sumergido ya en la política reaccionaria del “mal menor”. Se había incorporado al coro antifascista de la burguesía democrática, es decir, a sus preparativos guerreros, tomando la excusa de que el antifascismo representaba un “puente hacia las masas”. ¡y era efectivamente un puente! Pero un puente construido por las burguesías imperialistas democráticas y estalinistas con el objetivo de militarizar al proletariado y la población en preparación de un nuevo reparto del mercado mundial.
Luego que Hitler llega al poder en 1933, ¡Trotski llega hasta a urgir al imperialismo americano a apropiarse a Rusia para oponerse a la amenaza de Japón y Alemania![2]. Esta perspectiva “transitoria”, “táctica” de apoyo a un campo imperialista contra otro (sin admitirlo abiertamente) fue puesta en práctica por el trotskismo bajo múltiples vocablos en los años 30: apoyo a la “resistencia colonial” en Etiopía, China y México, apoyo a la España republicana, etc. El apoyo del trotskismo a los preparativos de guerra del imperialismo ruso fue igualmente muy claro durante todo este periodo (Polonia, Finlandia 1939) disimulado tras la consigna de “defensa de la patria soviética”.
La guerra comienza
Las actividades de los trotskistas durante la segunda guerra mundial donde, fuera de algunas excepciones, participaron activamente en los movimientos de resistencia financiados por los imperialismos “aliado” y estalinista, constituyeron el paso definitivo, lógico, del movimiento trotskista al campo del capital. A partir de entonces la naturaleza de clase del trotskismo como corriente política no podía ser más que capitalista. Los perros guardianes más radicales y más ruidosos del ala izquierda del capitalismo, es lo que todas las organizaciones trotskistas, grandes o pequeñas, han sido desde la guerra.
En Europa los trotskistas utilizaron tres argumentos principales para justificar su participación en la guerra imperialista al lado de la democracia burguesa y el estalinismo:
1) “La defensa incondicional de la URSS” (lo que significaba el apoyo al imperialismo ruso).
2) La defensa de la democracia burguesa (en tanto que “mal menor”) contra el fascismo (lo que significaba el apoyo a una banda de gángsteres imperialistas contra otra. ¡Lo cual es una posición social-patriota y no una posición comunista. internacionalista!).
3) La cuestión “nacional' en Europa. Esta se había vuelto según el trotskismo una realidad después de la ocupación por el ejército alemán de Francia, Bélgica, Países Bajos, Noruega, etc. Las masas deseaban la “independencia nacional” frente al “invasor nazi” según su lenguaje. El combate de las naciones oprimidas de Europa habría sido “progresista” nada menos y ello obligaría a los trotskistas a encontrar un “puente” hacia las aspiraciones patrióticas de las masas. Las “masas” incluían por supuesto a Roossevelt, Churchill, De Gaulle, la GPU además de todo el aparato de Estado imperialista de Europa que había sido maltrecho por el imperialismo alemán, italiano y japonés. El “puente” que buscaban los trotskistas no era muy difícil de encontrar. Fue ávidamente puesto en pie con la ayuda del oro y las armas de los aliados que financiaron la resistencia y los maquis (guerrillas).
Con esas tres justificaciones, los trotskistas en Francia, Bélgica, Italia, etc. se unieron a la resistencia y fueron muy activos. En Francia, en todas partes donde los trotskistas alcanzaron cierta influencia en el interior del ejército alemán (como en Brest por ejemplo), llamaron a los soldados alemanes a rendir sus armas a la resistencia por “la defensa de la URSS”. Para los trotskistas franceses, el imperialismo alemán era el “enemigo n° 1”[3]. Las publicaciones en alemán de los trotskistas franceses (en particular el grupo “La Verdad”, el Partido Obrero Internacionalista) llamaban a los soldados alemanes en Francia a volver sus armas contra sus oficiales y la Gestapo y a fraternizar con el maquis (es decir con las tropas de una parte de la burguesía francesa), Pero no llamaban a las tropas del maquis a volver sus armas contra sus propios oficiales de la resistencia o contra los agentes estalinistas que dirigían al maquis[4].
Ciertos trotskistas franceses “criticaron” esas “desviaciones nacionalistas” practicadas por los patriotas trotskistas más toscos. Pero defendían las premisas políticas del trotskismo que condujeron implacablemente al abandono del internacionalismo (apoyo a Rusia, a la democracia burguesa, etc.). No fue un accidente si esas criticas jamás llevaron a ninguno de esos grupos “ortodoxos” (incluido el “más puro” de entre ellos, la Unión Comunista de Barta, precursor del grupo francés Lutte Ouvrire) a abandonar las posiciones burguesas del trotskismo. Para todos los trotskistas franceses que criticaban las “desviaciones nacionalistas” en su seno, éstas eran el resultado de “errores” o de “oportunismo” y no una cuestión decisiva que implicara el salto de las fronteras de clase.
Los mejores enemigos de Hitler
En los Estados Unidos el “Socialist Workers Party” (SWP) prometía al gobierno llevar un “verdadero combate” contra Hitler con la única condición de que la administración Roosevelt le permitiera actuar en el “control sindical de la conscripción” y en la economía de guerra. Estas ofertas no fueron aceptadas y esto, por otro lado, no impidió al SWP ser perseguido por error, como “peligro claro y presente” contra el esfuerzo de guerra americano en el juicio de Minneapolis en 1941. Aunque Cannon y el resto de la dirección del SWP se prosternaron a los pies del jurado, ello no les salvó de la condena a penas de prisión, relativamente ligeras. Pero su postración ante la justicia no fue simplemente el resultado de su cobardía personal; era lógica en función de la capitulación, anterior a la guerra, del trotskismo frente a la ideología antifascista del imperialismo democrático.
Algunas semanas después que Trotski fue asesinado por orden de Stalin, Cannon desarrolla hasta el fin la lógica implicada en la propia política oportunista de Trotski frente a la guerra. En ocasión de una conferencia especial que el SWP tuvo en Chicago en septiembre de 1940, Cannon defendía la “proletarización” de las fuerzas armadas americanas: “Deseamos combatir a Hitler. Ningún obrero desea ver a esta banda de bárbaros fascistas en este país o en cualquier país que sea. Pero deseamos combatir al fascismo bajo una dirección en la cual podamos tener confianza... No permitiremos jamás que suceda lo que sucedió en Francia... Los trabajadores por ellos mismos deben tomar este combate contra Hitler, contra todo aquel que usurpe sus derechos... La contradicción entre el patriotismo de la burguesía y el de las masas debe ser el punto de partida de nuestra actividad revolucionaria. Debemos basarnos en la realidad de la guerra y en la reacción de las masas a los acontecimientos de la guerra” (Los marxistas en la segunda guerra mundial- de Brian Pearce).
Así las “aspiraciones de las masas” constituyen la razón dada para determinar el apoyo del trotskismo al imperialismo de los aliados. Pero esta supuesta aspiración “antifascista” del proletariado no existía en ninguna parte en 1939, sobre todo a la escala inventada por el trotskismo. Y aún si ello hubiera sido el caso, habría representado la dominación de la ideología democrática burguesa sobre la conciencia de la clase en el seno del proletariado. Una cosa que los revolucionarios deberían haber combatido (lo que hicieron, por otra parte), exactamente como Lenin y los bolcheviques lucharon contra otras formas de patriotismo nacional que encerraba a las masas durante la primera guerra mundial.
Pero el trotskismo comprendía que este apoyo al imperialismo debía basarse en una cierta voluntad de resistencia del proletariado contra la masacre en masa. Tal era la única vía que podía trazar el capital mismo para arrastrar a los obreros a apoyar un campo de la burguesía contra otro en la guerra imperialista. La ideología antifascista fue la mistificación ideal que requería el capital para esta fin, el estalinismo y el trotskismo fueron sus principales propaladores en el seno de la clase obrera durante la guerra. Los trabajadores ingleses que producían los blindados para el ejército ruso por ejemplo, fueron autorizados a escribir “Greetings to Uncle Jo” (“saludos al tío Stalin”) en el flanco de los blindados, lo que le animaba a trabajar más duro y a producir más blindados en menos tiempo, El trotskismo jamás se opuso a tales campañas. El hecho que los blindados fueran más tarde utilizados para los designios imperialistas de Gran Bretaña, para asesinar y mutilar a otros trabajadores en uniforme, no contaba para los trotskistas desde el momento en que los blindados iban a defender la patria de los trabajadores.
La ideología antifascista de los trotskistas sirvió de justificación para la defensa de todos los imperialismos aliados -inglés, ruso, francés, americano, etc. Ello quiere decir que el trotskismo tenía numerosos grandes jefes en la época, tal como hoy.
Munis y Natalia Trotsky rompen con el trotskismo
Las actas judiciales oficiales del juicio de Minneapolis jamás han sido ofrecidas al público por el SWP americano. La versión editada por el SWP (bajo el título “EI socialismo en juicio”) difiere de las actas oficiales en varios puntos importantes. Los propósitos de Cannon reportados en el acta oficial abogan en efecto en favor de una orientación pro americana y expresan las lamentaciones de un patriota americano incomprendido. Sin embargo, en la versión del SWP los peores excesos de Cannon son propiamente eliminados, aunque el tono vil de la declaración de la defensa no desaparece jamás. El trotskista español Grandizo Munis quien se oponía a la posición defensista del SWP y de sus partidos hermanos escribió en 1942 una crítica fraternal del SWP durante el juicio que se tradujo en “¿Qué política para los revolucionarios? ¿Marxismo o ultraizquierdismo?” La respuesta de Cannon, igualmente publicada en este folleto elude y por tanto confirma las críticas de Munis. Este replica en “El SWP y la guerra imperialista”, una crítica más elaborada de la actitud en el juicio, que reducía a nada los argumentos en favor del socialpatriotismo avanzados por el SWP. Este folleto no fue puesto en circulación por el SWP a pesar del hecho que Munis era aún formalmente miembro dirigente de la IV Internacional (en 1946).
Natalia Trotski que más tarde siguió la vía de Munis y de la mayoría de los trotskistas españoles y rompió con el trotskismo en 1951, levanta las mismas acusaciones contra la IV internacional. Es importante notar que Munis, Péret, Natalia Trotski y otros revolucionarios de este periodo fueron capaces de ver que la “defensa incondicional de la URSS” de Trotski había sido una de las cortinas de humo detrás de las cuales el trotskismo capitulaba frente a sus propios imperialismos nacionales (en Francia, Gran Bretaña, Bélgica, Estados Unidos...) Estos revolucionarios debieron por supuesto, revisar su posición sobre Rusia y reconocerla como capitalista de Estado. Pero las criticas de Munis y Peret sobre el trotskismo iban más allá de la cuestión rusa. Contenían también una denuncia profunda -aunque parcial- de las concepciones y la práctica de la Comintern en el pasado.
El segundo congreso de la IV Internacional, en 1948 ignora naturalmente la sustancia de las criticas de Munis. Así este congreso prueba que el trotskismo se había adherido, sin ser profundamente sacudido en tanto que cuerpo unido, al campo burgués. La traición al internacionalismo, en una guerra imperialista es el criterio definitivo para determinar la naturaleza burguesa de una organización política anteriormente proletaria. El congreso de 1948 ratificó esta traición[5].
Los grupos trotskistas que revisaron ulteriormente su posición sobre Rusia (por ejemplo las tendencias de Chaulieu, Tony Clif, Johnson-Forest, etc...) pero que ignoraron o fueron incapaces de denunciar implacablemente el, papel del trotskismo durante la guerra y por consiguiente la mayor parte de los errores programáticos de fondo de la Comintern en el pasado (apoyo a la liberación nacional, trabajo en los sindicatos, parlamentarismo, frentes unidos etc.) retornaron al izquierdismo o aún a la política de izquierda.
El congreso de 1948 ratificó solamente el patriotismo de los trotskistas durante la guerra y adoptó igualmente la defensa total del estalinismo. Esto constituye una de las razones principales de la existencia del trotskismo actualmente. En 1949 Tito, quien ejecutaba a los trotskistas en Belgrado en 1941, dispondrá del apoyo de la IV Internacional; y en 1950 la “teoría de la asimilación estructural” será retomada por el trotskismo con el fin de demostrar que los países de Europa del Este debían ser defendidos de la misma manera que el Estado “obrero” ruso original.
La segunda guerra mundial no termina con la victoria del proletariado, sino con su derrota más absoluta.. Pero según el trotskismo el balance fue finalmente positivo porque la economía nacionalista rusa había sido exportada hacia Europa del Este. El hecho que esto se hubiera realizado sobre las espaldas de más de 50 millones de cadáveres, después del desmembramiento imperialista de todo el planeta, no tenia más que poca importancia. ¡La lógica bárbara de la política capitalista del trotskismo queda contenida en la afirmación de que las “formas de propiedad socialistas” pueden expandirse en el mundo por intermedio del mayor asesino del proletariado: el estalinismo! La Spartacist League americana lleva esta concepción reaccionaria hasta su conclusión más horrible cuando afirma en 1964 que en “el paraguas nuclear soviético debe cubrir Hanoi!”, para los trotskistas, la consigna original de los bolcheviques contra la guerra se transforma en su contrario: transformar la guerra imperialista en... barbarie imperialista.
En el campo del capital para siempre
El papel del trotskismo actualmente consiste en defender al imperialismo, tal cual lo hizo en 1939-45. La mayoría de estos grupos estalinistas de izquierda en los Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, etc., están ya firme y legalmente asociados al aparato político del Estado capitalista. Son los defensores más encarnizados del capitalismo de Estado y de la política de la izquierda del capital (los sindicatos, los partidos estalinistas y socialdemócratas).
Para el trotskismo actualmente el mundo de la postguerra se halla dividido por una lucha entre dos campos sociales diferentes y enemigos: el mundo imperialista occidental de un lado y Rusia más sus “Estados obreros degenerados estructuralmente asimilados” del otro (además de algunos otros “Estados obreros” que vegetan entre estos dos campos). La lucha de clases descrita por Marx con tanta precisión, pasión y convicción, ha desaparecido completamente de la visión del mundo trotskista. La división en clases que separa al proletariado mundial de la burguesía mundial no es ya la lucha central que forma la base de la sociedad capitalista. En su lugar, la humanidad estaría confrontada a una lucha entre Estados nacionales, entre “sistemas económicos” supuestamente opuestos al capitalista en el Oeste, que serían el “socialismo” en el Este. Lo que significa que el trotskismo pone a la clase obrera mundial a remolque de las políticas adoptadas por el Estado “obrero”. (es decir de la política exterior rusa). Como estas políticas deben ser progresistas, el proletariado debe defenderlas independientemente de las necesidades de su propia lucha de clase. Además, la clase está obligada a defender todos esos Estados que los trotskistas han clasificado como “Estados obreros”. Esto es hecho completamente en la línea de la política “internacional” preconizada en 1928 por la Comintern estalinista al proletariado mundial:
“La Unión Soviética es la verdadera patria del proletariado, es la defensora más firme de sus intereses y el factor principal de su liberación internacional. Esto obliga al proletariado mundial a contribuir al éxito de la edificación socialista en la Unión Soviética, y a defender al país de la dictadura del proletariado por todos los medios contra los ataques de las potencias capitalistas” (Programa de la internacional Comunista, VI congreso, 1928).
Los trotskistas actualmente saludan no una sino numerosas casi innumerables “Uniones Soviéticas”, que “necesitan” la defensa incondicional del proletariado mundial. Aunque Trotski afirma en 1940 que la cuestión de la conservación de la forma de propiedad del Estado nacionalizado en Rusia se hallaba subordinada a la cuestión de la extensión de la revolución mundial, para el trotskismo de hoy, la revolución mundial ha desaparecido por entero y no se trata ya más que de una cuestión de apoyo al estalinismo, aunque de manera “critica”.
En 1940 Trotski realizó la falsa previsión siguiente a propósito del desarrollo del estalinismo:
“la alternativa histórica planteada de manera extrema se presenta como sigue: o el régimen de Stalin es un residuo repugnante en el proceso de transformación de la sociedad burguesa en una sociedad socialista, o el régimen de Stalin es la primera etapa de una nueva sociedad de explotación. Si el segundo pronóstico se revelara correcto, entonces seguramente la burocracia se volverá una nueva clase explotadora. Sin embargo, si el proletariado Mundial tuviera que revelarse actualmente incapaz de cumplir la misión puesta frente a él en el curso del desarrollo, no quedaría nada salvo el reconocimiento de que el programa socialista, basado en las contradicciones de la sociedad capitalista, ha sido una utopía” (En “Defensa del Marxismo”).
Pero Trotski insistía igualmente en el hecho de que el final de La 2ª Guerra mundial decidiría finalmente la naturaleza de clase del estalinismo. Como hemos visto, los trotskistas respondieron a la guerra traicionando el internacionalismo y apoyando al imperialismo ruso que demuestra sin equívocos su naturaleza de potencia capitalista. Sin embargo la mayoría de los trotskistas saludaron, al término de la guerra, el avance del ejercito rojo en Europa del Este y Alemania ¡como una gran victoria del socialismo! En realidad el ejercito rojo -como todos los ejércitos en el conflicto- aplasta toda la posibilidad de resistencia proletaria que surgía en oposición a la guerra. Y el ejército estalinista era aún de los más experimentados y más capaces para desarmar y masacrar al proletariado. He aquí por ejemplo lo que decía la propagandista Ilya Ehrenburg, una hiena estalinista, a propósito de los obreros alemanes a comienzos de los años 40:
“Si los obreros alemanes realizaran una revolución y se aproximaran al ejercito rojo como hermanos, serían abatidos como perros” (citado en “invading Socialist Society” por la tendencia Johnson-Forest, septiembre de 1947).
Al final de la guerra, sus propias manos manchadas de sangre de obreros debido a su carrera “heroica” en la resistencia antifascista, los trotskistas, cómplices de los aliados y del estalinismo, no podían aceptar tal cual el último pronóstico pesimista de Trotski que veta al estalinismo como una nueva clase social en caso de la derrota de su superación por los obreros rusos. Para ellos, la guerra ha sido una gran victoria del proletariado. Paradójicamente el Trotskismo de posguerra siguió a su manera la falsa lógica de la perspectiva pesimista y no marxista de Trotski en 1940. El fin de la guerra vio la consolidación y extensión del estalinismo. ¿y qué hicieron los trotskistas frente a ello? De acuerdo a las tesis de Trotski el estalinismo seria supuestamente completamente reaccionario en el plano internacional. ¡Pero se puso a crear nuevos “Estados obreros” por todas partes! No episódicamente, coyunturalmente, como en Polonia en 1939, sino de manera permanente sin llamarle nueva clase explotadora- (que no lo es, pues el Estado estalinista no es más que una simple fracción de la clase capitalista mundial), los trotskistas le consideran como tal en los hechos. ¡También le atribuyen a la burocracia la tarea progresista de crear todavía más Estados “obreros” en los siglos por venir! (Pablo).
¿Qué papel le resta entonces al trotskismo, el auto nombrado “partido mundial de la revolución socialista”? Ninguno, salvo el de abogado del estalinismo.
En 1951 durante la guerra de Corea, los dirigentes trotskistas -señores Mandel, Frank y otros pequeños Stalin acusaron innoblemente a Natalia Trotski de sucumbir a las “presiones” del imperialismo cuando ella rompió con la IV Internacional y describió a Rusia como una potencia capitalista de Estado. ¡Sólo el envilecimiento total de esos renegados podía hacerles acusar a los revolucionarios de sus propios crímenes! A Stalin lo que es de Stalin! Uno de los principales deberes de los revolucionarios actualmente es la denuncia implacable del trotskismo como un aborto sangriento del estalinismo. El pasado de los trotskistas habla por si mismo.
Nodens. Diciembre de 1987.
(WORLD REVOLUTION N° 21, diciembre 1987, órgano de la CCI en Gran Bretaña)
[1]Las posiciones tomadas por “BILAN” durante la guerra de España han sido publicadas en nuestro libro 1936: Franco y la República masacran a los trabajadores, disponible también en edición digital: es.internationalism.org
[2] Citado por Isaac Deutscher en el “Profeta en el exilio” Trotski 1920-1940
[3] Citado por Isaac Deutscher en el “Profeta en el exilio” Trotski 1920-1940
[4] Los trotskistas habrían de unirse a los estalinistas para denunciar a los verdaderos internacionalistas como -agentes de Hitler y de Mussolini. Contribuyendo con ello a su persecución y exterminación. Los sobrevivientes de la Izquierda Italiana continuarán sin embargo difundiendo su propaganda derrotista e internacionalista contra la guerra, a pesar de las condiciones difíciles de clandestinidad. En efecto, en el apogeo de la guerra imperialista, las revistas INTERNATONALISME en Francia y PROMETEO en Italia hicieron su primera aparición.
[5] (4) Las actividades patrióticas de los trotskistas franceses durante la segunda guerra mundial son particularmente evocadas en “Los niños del profeta” de J. Roussel en las ediciones Spartacus-Paris 1982. Pero no existe un trabajo, concerniente al movimiento trotskista en su conjunto