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La reaparición del proletariado en la escena de la historia mundial, al final de los años 60, nos impone volver sobre su experiencia histórica y evocar las grandes figuras del movimiento obrero, sus contribuciones, sus papeles. Partiendo de esta necesidad deseamos aquí, señalar el papel inmenso de Trotski en el movimiento revolucionario proletario y, en cambio, disociarlo claramente de sus epígonos quienes son, actualmente, una fracción de la burguesía.
Es imposible encajonar a Trotski en segundos papeles, es un gigante del movimiento obrero a mismo titulo que Lenin o Rosa Luxemburgo. Si Stalin hizo todo por hacerlo desaparecer de la escena de la historia, los trotskistas, momificándolo y retomando para desarrollarlos todos los errores que cometió durante los años 30, limitando su pensamiento únicamente al programa de la IV Internacional, no buscan más que reducir su papel y su aporte verdadero.
Para matar o volver inofensivo un pensamiento revolucionario, es suficiente con fijarlo, encajonarlo en principios o dogmas que no deben o no pueden ya evolucionar. Tal es el objetivo que ha tenido la burguesía al crear dos teorías, el “leninismo” y el “trotskismo”, que jamás existieron durante la vida de Lenin o Trotski. Es fácil citar mil ejemplos de la evolución del pensamiento de Lenin o de Trotski durante su vida para mostrar cómo un pensamiento revolucionario es capaz de evolucionar, de modificarse, para dar cuenta de la complejidad de los movimientos sociales y de la lucha de clases. En lo que nos concierne, tratamos de utilizar el método de Marx que consiste en hacer vivir la teoría revolucionaria -la que nos ha legado el movimiento obrero- no considerando ningún texto como sagrado y pasándolo por el fuego saludable de la crítica y lo aplicamos al pensamiento de Trotski mismo[1]. Para los revolucionarios nada es intangible; sólo el método de investigación, el marxismo, permanece como brújula en la comprensión de más situaciones históricas y políticas.
Los dos términos de “trotskismo” y de “Leninismo” fueron inventados por Zinoviev[2] en 1923 para las necesidades de la lucha contra Trotski, y para soldar la nueva “troika” a la cabeza del PC de la URSS y de la Internacional. A partir del 5º Congreso de la IC, en un curso descendente de la lucha de clase la teoría del “leninismo” sirvió igualmente mediante la “bolchevización” para uniformizar todos los PC excluyendo a todos los oposicionistas. Por tanto, no es correcto hablar de “trotskismo” ni como teoría ni como movimiento político antes de 1940. El trotskismo nace verdaderamente a la muerte de Trotski. Sus epígonos no han sabido hacer vivir su pensamiento y han convertido en un dogma y una teoría contrarrevolucionaria llevando hasta sus últimas consecuencias las posiciones políticas contenidas en el “Programa de transición” de la IV Internacional[3] .
Para nosotros, sin dejar de reconocer al revolucionario Trotski y su papel, no se trata en ningún sentido de evitar someterlo a la crítica, y tenemos numerosos desacuerdos con él, como veremos.
Trotsky en el ascenso revolucionario (1903-1922)
Al inicio del siglo XX Trotski se halla entre quienes, como Rosa Luxemburgo, captan la gran importancia histórica de las luchas de masas que se desenvuelve en Rusia, y en particular la de los consejos obreros desde su aparición en 1905[4]. En tanto que Lenin mismo no comprende enseguida que es -la forma al fin encontrada- de la toma del poder y de la dictadura del proletariado, Trotski escribe: “el soviet deviene inmediatamente la organización misma del proletariado; su objetivo es luchar por la conquista del poder revolucionario”. Porque capta perfectamente la situación política en 1905, Trotski ha podido jugar un papel determinante en el curso de los acontecimientos, y así es elegido presidente del comité ejecutivo del consejo obrero de Petrogrado de octubre de 1905.
En cambio, en los debates fundamentales que al inicio del siglo atraviesa la Socialdemocracia sobre la cuestión del “papel del partido”, él adopta una posición centrista. Así, en el 2º Congreso del POSDR (Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia) en 1903 se encuentra al lado de los mencheviques contra Lenin. Si tenia razón en criticar en “Nuestras tareas políticas” la visión jacobina y sustitucionista de Lenin (visión desarrollada en “Un paso adelante, dos pasos atrás”)[5] en ese momento era más fundamental tomar posición contra la visión laxista de los mencheviques[6].
Este debate habría de provocar la escisión entre bolcheviques y mencheviques. La posición “matizada” de Trotski hacía amplias concesiones al laxismo de los mencheviques, en tanto que la de Lenin habría de permitir a los bolcheviques forjar una organización de combate más sólida más decidida para la lucha de clase.
En cambio, durante la Iª guerra mundial, Trotski está entre el puñado de revolucionarios y de internacionalistas presentes en Zimmerwald que no traicionaron a la clase obrera[7].
No nos extenderemos largamente sobre su papel, de primer plano en el curso de la revolución rusa, porque es, verdaderamente, el hombre de la revolución. Es suficiente con recordar que, desde el inicio del periodo revolucionario, se unifica, con los bolcheviques adhiriéndose a las “Tesis de abril”[8] que no están muy alejadas de las tesis de “la revolución permanente”[9] que él defendió antes de I Guerra Mundial. Después, durante la insurrección, se muestra como uno de los más decididos y más brillantes organizadores de la toma del poder, él es el animador del Comité Militar Revolucionario, brazo armado del soviet de Petrogrado. Durante todo el periodo que sigue a la revolución, él es junto a Lenin la figura central del partido, del gobierno de los soviets y de la III Internacional. Gracias a su talento de organizador, llega a forjar el Ejército Rojo (1918) a la cabeza del comisariado de guerra, lo que permite ganar la guerra civil (1918-1921) contra los ejércitos blancos apoyados por las potencias de la Entente[10]
La incomprensión del cambio en el curso histórico
Trotski es el hombre, el organizador de la insurrección y de la toma del poder en 1917, pero un nuevo periodo se abre, con mayores dificultades para los revolucionarios y la clase obrera con el final de la oleada revolucionaria mundial. En este periodo, hay que ser capaces de comprender la situación para hacerle frente, y no es fácil para los revolucionarios que acaban de vencer y de tomar el poder, modificar sus orientaciones en la espera de la revolución proletaria en los países centrales particularmente Alemania. Al inicio de los años 20, los revolucionarios rusos deben mantener[11] el poder a la espera de la revolución en Europa.
En medio de esta curva descendente y desfavorable para la acción de la clase obrera interviene la lucha por el poder en la URSS durante la enfermedad de Lenin y que se agrava tras su muerte en 1924, Esta lucha conduciría a la derrota de Trotski, que estuvo a la cabeza de la primera Oposición de 1923, después de “la Oposición unificada” (1925-1926) reagrupando esta vez a los miembros de la primera oposición con Zinoviev y Kamenev y otros “viejos bolcheviques”. En este periodo Trotski se muestra indeciso, incapaz de conducir una lucha consecuente contra la degeneración del Partido y de la Internacional, encajonándose en un combate en el seno del partido ruso[12].
Después de la 6ª Plenaria de la IC, los oponentes comienzan a organizarse en todos los países, aunque de manera dispersa, cada uno por su parte en lugar de unir sus esfuerzos, La Oposición en el PC belga es mayoritaria; en noviembre de 1927 el comité central adopta una resolución protestando contra la exclusión de Trotski del PCUS (15 votos contra 3). La Oposición es muy influyente en España pero sobre todo destaca la Izquierda Italiana que tiene una importancia que sobrepasa su número por su aporte histórico y teórico. Están, en fin, las oposiciones, francesa y alemana, que se hallan inconexas y dispersas en varios grupos, sin homogeneidad política.
Es en 1929, con la expulsión de Trotski de la UR5S, cuando la Oposición Internacional de Izquierda (OII) se organiza de manera más centralizada y consecuente. Este acontecimiento es de una importancia capital para el movimiento revolucionario, es la posibilidad ofrecida a los diferentes grupos o núcleos oposicionistas de reagruparse, de entrar en contacto, de organizarse. El papel de Trotski va a ser decisivo. ¿Qué va a hacer? De hecho, en el curso de este periodo él tendrá un papel negativo, la política personal que va a llevar en el seno de Oposición entraña el derroche y la dispersión de las energías revolucionarias. Su política se funda sobre la convicción de que el periodo sigue siendo favorable para la revolución.
Pero, había que sacar todas las enseñanzas de la oleada revolucionaria de los años 20, hacer un “balance” y sobre esta base establecer una plataforma política, sólida, para consolidar el movimiento revolucionario. Es esto lo que se propone la Fracción italiana: “el problema central de la crisis del movimiento comunista reside en la localización y el análisis de más causas que nos han llevado al desastre actual”. Para la Conferencia de abril de 1930, la Fracción había elaborado un documento que insiste sobre esta necesidad de un balance y un re-examen de los acontecimientos pasados, “lo que se traduce en el establecimiento de una plataforma, único medio que puede guiar una oposición comunista”[13].
En cambio, Trotski prefiere un “avance del movimiento” a un programa político coherente. Esta política condujo a querellas personales de “jefes” en el seno de la Oposición; Trotski apoyó a quienes le seguían ciegamente en sus orientaciones políticas, lo que le condujo frecuentemente a apoyar a los agentes de la GPU infiltrados en el seno de la OII o a individuos problemáticos: Mille, los hermanos Sobolevicius, “Etienne” o Mollinier... Todos los grupos oposicionistas consecuentes: Izquierda belga, alemana, española y militantes revolucionarios de valor serán descartados o expulsados como Rosmer, Nin, Landau y Hennaut. Una vez cumplido este trabajo destructor, podrá reunirse la Conferencia de la Oposición (febrero 1933), con únicamente militantes aduladores de Trotski. Y para terminar, se excluirá a la Izquierda Italiana sin debate (de igual manera que había sido expulsada de la Internacional estalinizada) en tanto que ésta había continuado combatiendo en el seno de la Oposición a pesar de todas las maniobras urdidas contra ella
Pero lo que es más grave en esta época es que Trotski comprende la situación política a la inversa de su evolución real. Él cree que la revolución es aún posible y que basta con una organización política realmente bolchevique para vencer. En 1936, titula en La Lutte Ouvriére “La revolución francesa ha comenzado” y sobre España, “los obreros del mundo entero esperan fervorosamente la nueva victoria del proletariado español”[14]. He aquí lo que condujo a Trotski a malversar los principios y a buscar por todos los medios ganar jóvenes elementos inexperimentados en las ideas revolucionarias, además de recomendar el “entrismo” en los partidos socialdemócratas (agosto 1934 en 1a SFIO por ejemplo) que habían traicionado a la clase obrera al votar los créditos de guerra en 1914 uniéndose al campo burgués. Esta visión errónea de Trotski condujo a la fundación de la IV Internacional en septiembre de 1938.
La Izquierda Italiana, con justa razón, analiza el periodo como contrarrevolucionario, donde el papel de los revolucionarios es hacer el “balance” de la experiencia pasada y preservar los militantes para hallarse preparados cuando el curso se invirtiera hacia un nuevo periodo revolucionario. La tarea de la hora no era por tanto la formación de una nueva internacional.
Los extravíos y los errores fatales de Trotski van, de manera natural, a conducirlo a formar la [IV] Internacional en vísperas de la guerra. Para él, “la crisis de la humanidad se reduce a la crisis de la dirección revolucionaria”. Esta concepción idealista explica toda su política errónea durante esta época. “El principal obstáculo en la vía de la transformación de la situación prerrevolucionaria en situación revolucionaria, es el carácter oportunista de la dirección del proletariado”. Basándose en esta visión Trotski propone su “Programa de transición”. Se trata de “ayudar a las masas, en el proceso de sus luchas cotidianas a encontrar el punto entre sus reivindicaciones actuales y el programa de la revolución socialista”. Y este puente, Trotski pretende construirlo proponiendo un “sistema de reivindicaciones transitorias”. El movimiento obrero conocía perfectamente este problema, no era nuevo. La Socialdemocracia lo llamaba, antes de la guerra de 1914, programa “intermediario” entre el programa “mínimo” que expresaba más reivindicaciones inmediatas de la clase obrera y el programa “máximo” que expresaba el objetivo final: el socialismo.
Pero actualmente el movimiento obrero se encuentra en un periodo en que la revolución comunista es posible. Es por ello que todo programa intermediario no crea un “puente” sino una verdadera “barrera”, confunde la conciencia de la clase obrera y siembra ilusiones nocivas como la de obtención de reformas posibles y duraderas en el sistema capitalista.
Sobre la base de los errores de la IV Internacional, el “Programa de transición” avanza el principio fundamental de la participación en los sindicatos, el apoyo crítico a los partidos llamados “obreros”, a los “frentes únicos” y a los “frentes antifascistas”, a los gobiernos “obreros y campesinos”, a las medidas capitalistas de Estado (prisionero de la experiencia en la URSS) mediante la “expropiación de los bancos privados”, “la estatización del sistema de crédito”, “la expropiación de ciertas ramas de la industria” y medidas como “el control obrero” sobre la producción o “la escala móvil de salarios”. Está concepción conduce a la defensa del Estado obrero degenerado ruso. Y a nivel político, prevé la revolución democrática y burguesa en las naciones oprimidas debiendo pasar por las “luchas de liberación nacional”. Se reconocerá aquí todo lo que hoy siguen defendiendo los trotskistas, cualesquiera que sea su obediencia.
Sin embargo, aunque Trotski abrió la puerta a sus epígonos quienes, repitiendo el Programa de transición -al cual condujeron sus errores políticos-, han hecho su teoría contrarrevolucionaria de apoyo a un campo imperialista, el de Rusia, durante la segunda guerra Mundial, no debemos confundirlo con los que se reclaman de él actualmente. Trotski siguió siendo toda su vida un militante revolucionario a pesar de la línea “centrista” que defendió durante los años 30 con todos sus errores. Por el contrario, los trotskistas no tienen nada que ver fundamentalmente con Trotski. Trotski no les pertenece, él pertenece a la clase obrera, al movimiento revolucionario. Reivindicamos al hombre de 1917 y somos los únicos en poder defender su memoria y su método que es el método marxista. Es así que durante las premisas de la segunda guerra mundial, tuvo aún la fuerza de revisar integralmente todas sus posiciones políticas particularmente sobre la naturaleza de la URSS. Decía en un último folleto -La URSS en guerra- que si el estalinismo salía vencedor y reforzado de la guerra, entonces habría que revisar el juicio que tenía acerca de la URSS. Es lo que hizo Natalia Trotski utilizando la lógica del pensamiento de su compañero y rompiendo con la IV Internacional sobre la naturaleza de la URSS, el 9 de mayo de 1951, como otros trotskistas especialmente Munis[15]
M. Rx. 16 de abril de 1989, RI No 179 mayo 1989,
[1] Trotski se aplicó a sí mismo este método cuando volvió, por ejemplo, sobre su papel en la represión y aplastamiento de la comuna de Kronstadt (artículo del 25 de julio de 1939)
[2] EI mismo lo explica a los militantes del PC de Leningrado que le habían seguido en la cuestión de “trotskismo” cuando se unieron dos años más tarde, en 1926, con Trotski: “Era la lucha por el poder, Todo el arte consistía en saber releer las antiguas divergencias con las nuevas. Es justamente por ello que el “trotkismo” fue puesto en primer plano...”
[3] Actualmente el término de trotskismo recubre el programa de la IV Internacional, es decir, el programa de “transición” que los trotskistas actuales repiten como pericos, en todo momento, sirviéndose de éste contra la clase obrera
[4] Cf. su libro: “1905”
[5] En julio de 1904, Rosa Luxemburgo hace también la crítica de las concepciones de organización de Lenin en “Cuestiones de organización en la socialdemocracia rusa”
[6] Alrededor de cuestiones prácticas y de cómo se forja el partido se da la ruptura, especialmente al término de la discusión sobre el artículo 1 de los Estatutos que definía lo que es un miembro del partido y sus responsabilidades.
[7] “Era posible transportar a todos los internacionalistas en 4 automóviles”. Trotski, “Mi vida”.
[8] Por el contrario, Lenin debe convencer al partido bolchevique y sus órganos dirigentes sobre el hecho que la revolución proletaria está a la orden del día en Rusia
[9] Esta teoría es desarrollada en su libro “Balance y perspectivas” redactado después de 1905, continuando a Parvus en “Guerra y Revolución” que indica que el sistema capitalista se desarrolla como un sistema mundial, la madurez revolucionaria de la sociedad burguesa no debe ser medida más que con el patrón del mercado mundial considerado como totalidad, y un nuevo ciclo de crisis se abría. El umbral de esta nueva época especialmente de guerra imperialista, se abría con la guerra ruso-japonesa. Ello tenía consecuencias, la guerra debía catalizar la crisis social y económica en Rusia de entrada, entrañando, podía ser, la caída del zarismo. Una vez Rusia inflamada, en esta atmósfera de crisis generalizada y da la intensidad de las conexiones en Europa, la revolución podría extenderse a Occidente. Se nota enseguida toda la importancia del pensamiento de Parvus sobre Trotski de entrada y sobre los bolcheviques enseguida. Sin embargo, se constata igualmente cómo estas concepciones coinciden con las de la Izquierda de la socialdemocracia europea particularmente con la de Rosa Luxemburgo.
[10] El aplastamiento de la comuna de Kronstadt no puede ser imputado únicamente a Trotski. Toda la III Internacional carga la responsabilidad. Los revolucionarios creían entonces en la posibilidad de un nuevo impulso de la oleada revolucionaria en el corazón de Europa, y por consecuencia había que sostenerse, por todos los medios. Estos acontecimientos no se produjeron y nosotros captamos, actualmente, la amplitud del error cometido por todos los revolucionarios de la época
[11] Este periodo llamado del “comunismo de guerra” conoce grandes discusiones en el PCUS. Es cuando nace la “Oposición obrera” que tendía a imponer la preeminencia de los sindicatos sobre el aparato económico. Trotski defiende la “militarización de los sindicatos” para crear una nueva dinámica económica. La mayoría del partido con Lenin remarca la necesaria separación de los sindicatos del Estado y la necesidad del empleo de medidas de “persuasión” para crear la necesaria movilización obrera. En efecto, los campesinos se separaban de la revolución; y se oponían a más requisiciones; en las ciudades la penuria castigaba y los obreros se desmoviIizaban; es en esta atmósfera que se produjeron huelgas en los grandes centros como Petrogrado y la revuelta de Kronstadt
[12] Bordiga le había apremiado para que se volviera en el vocero de una Oposición de izquierda a nivel internacional, especialmente en el 5º Congreso de la IC (junio 1924). Trotski demanda a Bordiga aprobar la moción del 13° congreso del PCUS que condena a la oposición (23-31 mayo) para no hacerse excluir
[13] Ver libro de la CCI La Izquierda Comunista de Italia
[14] Todo ello es ampliamente explicitado en el programa: “El nuevo ascenso revolucionario y las tareas de la IV Internacional” presentado en la Conferencia por la IV Internacional del 29 y 31 de julio de 1936
[15] Cf. “En memoria de Munís, militante de la clase obrera” Revista Internacional N° 58, 3er. trimestre 1989