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Estas notas sobre la historia del movimiento obrero revolucionario en Japón ilustran, con elementos concretos, la naturaleza misma del desarrollo de la clase obrera y de su vanguardia política caracterizada fundamentalmente por la unidad de sus intereses y de su lucha, en todo el mundo, encaminada a acabar con el capitalismo mundial.
Ese proceso, que se verifica globalmente a nivel internacional, no se expresa ni de idéntica manera ni al mismo ritmo en los distintos países, pero sí ocurre con una influencia mutua entre el proletariado de un país y el de los demás. Por diferentes razones históricas, en Europa occidental se encuentra el centro de gravedad de la revolución comunista mundial (1). La historia del movimiento revolucionario en Japón ha puesto en evidencia en muchas ocasiones su retraso respecto a los avances que se produjeron en el mundo occidental.
Esta apreciación no es ni un juicio moral ni el resultado de no se sabe qué visión “eurocentrista”. Tampoco expresa algo así como “dar mejor nota ” al proletariado de los países donde éste está más avanzado. Al contrario, en estos elementos de historia del movimiento obrero en Japón aparece claramente el lazo indisoluble que existe entre el movimiento revolucionario en Europa occidental y en el resto del mundo. Este marco dinámico de análisis es el único que permite igualmente comprender la dinámica de la futura revolución mundial, la función vital, irreemplazable que deberá cumplir esa fracción mundial del proletariado que es la clase obrera de Japón.
Cuando estudiamos la historia del movimiento obrero en Japón nos sorprendemos de las similitudes profundas que existen entre los problemas planteados y las respuestas dadas por el proletariado en ese país y el de todas las demás partes del mundo industrializado. Esas similitudes son particularmente sorprendentes conociendo el aislamiento relativo del Japón en relación con los demás países industrializados y, sobre todo, cuando se considera la extraordinaria rapidez de su desarrollo industrial. Este no comenzó hasta los años 1860 en que la apertura del Japón al comercio y a la influencia exterior, por la fuerza militar de los “navíos estraperlistas” del comodoro norteamericano Perry, fue rápidamente aprovechada por las potencias europeas. En treinta años –a penas una generación– llegó a ser la última gran potencia industrial que se abría paso en el ruedo imperialista mundial. Hasta entonces Japón había quedado como congelado en un feudalismo hermético, enteramente fuera del mundo capitalista. Su entrada se hizo de la manera más estruendosa que se puede imaginar: destruyendo a cañonazos la flota rusa en Port Arthur en 1905.
Eso significa que la experiencia y las ideas adquiridas por los obreros europeos en más de un siglo, tuvieron que ser recorridas en un cuarto de siglo por los de Japón. El proletariado japonés nació, pues, en una época en la que el marxismo había desarrollado ya una profunda influencia en el proletariado europeo (particularmente mediante la Primera Internacional -AIT-). A esto hay que añadir que los escritos de Marx no estuvieron disponibles en japonés hasta 1904. Como veremos esto hizo posible que ideas que pertenecían a los orígenes del movimiento obrero cohabitasen con las más modernas de este movimiento.
El primer agrupamiento de revolucionarios
Hasta los últimos decenios del siglo XIX, el movimiento obrero en el Japón estuvo ampliamente influido por el confucianismo tradicional, según el cual la armonía social y la participación del individuo (jin) no son posibles más que en interés de la comunidad.
En mayo de 1882 fue fundado el Partido socialista de Oriente (Toyo Shakaito). Apoyado en el socialismo utópico y el anarquismo; fue disuelto poco tiempo después.
Los años 1880 estuvieron marcados por la aparición de círculos que se dieron como tarea apropiarse de los clásicos del marxismo y familiarizarse con las luchas y debates del movimiento obrero en Europa. Fue el caso concretamente de “Los Amigos del pueblo” (Kokunin-no tomo) o de “La Sociedad de exploración de los problemas sociales” (Shakay mondai kenkyukai). La actividad de estos círculos no se asentó en una organización permanente y no llegaron a establecer lazos con la Segunda Internacional fundada en 1889.
En 1890, por primera vez, obreros emigrantes de origen japonés se agruparon en EE.UU. en la “Sociedad valerosa de obreros” (Shoko gijukai). Este grupo fue sobre todo un círculo de estudios que tuvo como objetivo estudiar la cuestión obrera de diferentes países de Europa occidental y de Estados Unidos. Los sindicatos norteamericanos tuvieron una fuerte influencia en él.
En 1897 fue creada la “Sociedad para la creación de sindicatos” (Rodo kumiai kiseikai) que reivindicó entonces hasta 5700 miembros. Ésta, por primera vez en la historia del movimiento obrero en Japón, contaba con su propio periódico: Rodo sekai difundido bimestralmente y editado por S. Katayama. El objetivo de este movimiento fue crear sindicatos y cooperativas. Contaba, dos años más tarde, con 42 secciones y 54 000 miembros. Los estatutos y las posiciones de estos sindicatos se basaban en los modelos europeos. El sindicato de conductores de tren desarrolló una campaña por el derecho al sufragio universal y declaró, en marzo de 1901 que: “El socialismo es la única respuesta definitiva para la condición obrera”.
El 18 de octubre de 1898, un pequeño grupo de intelectuales se encontró en una Iglesia Unitarista de Tokio para fundar la Shakaishugui Kenkyukai (Asociación para el estudio del socialismo). Empezaron reuniéndose una vez al mes. Cinco de sus seis fundadores se consideraron siempre, a sí mismos, como Socialistas cristianos.
Tras su viaje a Inglaterra y a Estados Unidos, Katayama contribuirá a la fundación en 1900 de la Asociación socialista (Shakaishugi kyokai) que contó con unos 40 miembros. Decidieron enviar, por primera vez, un delegado al Congreso de París de la Segunda Internacional pero problemas financieros impidieron la realización del proyecto.
La primera fase del movimiento obrero, la de la “destrucción de máquinas” (que corresponde en cierto modo al “luddismo” del movimiento inglés en el periodo entre el siglo XVIII al XIX) solo sería superada a finales de los años 1880, mediante una oleada de huelgas que ocurrió entre 1897 y 1899 y en la que, los obreros metalúrgicos, los chóferes y los ferroviarios fueron especialmente combativos. La guerra chino-japonesa (1894-1895) supuso un nuevo camino abierto a la producción industrial de tal suerte que a mediados de los años 1890 Japón contaba con 420 000 obreros. Unos 20 000 –el 5 % de los obreros industriales modernos– estaban organizados en sindicatos, la mayoría de los cuales no tenía más de 500 miembros. Pero la burguesía japonesa reaccionó desde el comienzo con una violencia terrible contra una mano de obra cada día más combativa, adoptando en 1900 una “ley de protección del orden público” basada en el modelo de las leyes antisocialistas de Bismarck que prohibieron el PSD alemán en 1878.
El 20 de mayo de 1901 se fundó el primer Partido Social Demócrata (Shakay Minshuto) que plantea las siguientes reivindicaciones:
- “abolir la diferencia entre pobres y ricos y asegurar la victoria del pacifismo en el mundo por medio del socialismo y la democracia verdaderos;
- fraternidad internacional que supere las diferencias raciales y políticas;
- paz mundial y abolición de todas las armas;
- reparto justo e igualitario de las riquezas;
- acceso por igual al poder político para toda la población.”
Estas reivindicaciones, características de la situación en la que se encontraba el movimiento obrero en Japón en esa época, combinaban a la vez:
- una visión ingenuamente a-clasista típica de las primeras fases de la lucha de clases y parecida a la corriente utopista en Europa y en los Estados Unidos;
- una insistencia para que fuesen erradicadas las desigualdades basadas en la raza que refleja la experiencia de los trabajadores japoneses emigrantes en EE.UU.;
- una ideología democratista y pacifista similar a la del ala revisionista de la Segunda Internacional.
El Shakay Minshuto (Partido social demócrata) proclamaba querer respetar la ley; rechazaba explícitamente el anarquismo y la violencia y apoyaba la participación en las elecciones parlamentarias. Defendiendo los intereses de la población por encima de los de las clases, liquidando la desigualdad económica, combatiendo por el derecho de voto para todos los obreros, el partido esperaba aportar su contribución al establecimiento de la paz mundial.
A pesar de que consideraba sus actividades parlamentarias como una prioridad, el partido fue inmediatamente prohibido. La tentativa de construir un partido político fracasa. El nivel de organización no podía superar todavía el de los círculos de discusión. Además, la represión fue un revés importantísimo. La publicación de sus periódicos siguió aun sin tener tras ella el apoyo y la seguridad de una organización. Por eso, las conferencias, los mítines y la publicación de textos fueron lo esencial de sus actividades.
La lucha contra la guerra
Los días 1 y 6 de abril de 1903, en la Conferencia Socialista del Japón en Osaka los participantes reclamaron la transformación socialista de la sociedad. Mientras que las exigencias de “libertad”, de “igualdad” y de “fraternidad” seguían siempre presentes, la reivindicación de la abolición de las clases y de todas las opresiones así como la prohibición de las guerras de opresión aparecieron igualmente. A finales de 1903 la Commoners Society (Heiminsha) se convierte en centro del movimiento antiguerra, cuando Japón proseguía su expansión en Manchuria y en Corea y estaba a punto de entrar en guerra contra Rusia. Se publicaban 2.000 ejemplares del periódico de esta asociación. Aun así fue un periódico sin una estructura organizativa fuerte detrás. D. Kotoku fue uno de los oradores más conocidos de este grupo.
Katayama (2) que abandona Japón desde 1902 hasta 1907, asistirá al Congreso de Amsterdam de la Segunda Internacional en 1904. El apretón de manos con Plejánov se consideró un símbolo importante en plena guerra ruso-japonesa, la cual duró desde febrero de 1904 hasta agosto de 1905.
Al comienzo de la guerra, Heiminsha tomó claramente posición contra ella, una toma de posición en nombre del pacifismo humanitario. La carrera por las ganancias en el sector armamentístico fue denunciada.
El 13 de marzo de 1904, Heimin Shinbun publica una carta abierta al Partido obrero social demócrata ruso, llamando a la unidad con los socialistas de Japón contra la guerra. Iskra nº 37 publicará su respuesta. Al mismo tiempo los socialistas japoneses difunden la literatura socialista entre los prisioneros de guerra rusos.
En 1904, 39 000 hojas contra la guerra fueron difundidas y unos 20 000 ejemplares de Heimin vendidos.
Fue así como las actividades imperialistas intensivas de Japón (guerras contra China en los años 1890, guerra con Rusia en 1904-05) obligaron al proletariado a tomar posición sobre la cuestión de la guerra. Incluso si su rechazo de la guerra imperialista no estaba aún arraigado sólidamente en el marxismo y seguía estando muy marcado por una orientación pacifista, la clase obrera demostraba estar desarrollando la tradición del internacionalismo.
La primera traducción de El Manifiesto comunista fue igualmente publicada por el Heimin en 1904. Hasta ese momento, los clásicos del marxismo no estaban disponibles en japonés.
Cuando el gobierno reprime a los revolucionarios, juzgando a muchos de ellos, Heimin deja de publicar y el periódico Chokugen (Palabra libre), que apareció poco después, estaba todavía impregnado de un fuerte pacifismo.
El capital tenía que cargar sobre la clase obrera el costo de la guerra. Los precios se duplicaron primero, para triplicarse después. El Estado, que inauguró una política de endeudamiento para financiar la guerra, agobió de impuestos a la clase obrera.
De igual manera que en Rusia en 1905, la agravación dramática de las condiciones de vida de los obreros en Japón lleva a la explosión de manifestaciones violentas en 1905 y a una serie de huelgas en los astilleros navales y en las minas durante 1906 y 1907. La burguesía, que nunca había dudado ni un solo instante en mandar a la tropa contra los obreros, en ese momento tampoco hizo una excepción; declarando, una vez más, ilegal toda organización obrera.
Aunque no existía todavía la organización de revolucionarios sino únicamente una tribuna revolucionaria contra la guerra, la guerra ruso-japonesa suscitó enseguida una fuerte polarización política. Una primera decantación se produjo entre los Cristianos Socialistas en torno a Kinoshita, Abe y el ala en torno a Kotoko (quien desde 1904-1905 adoptó un claro posicionamiento antiparlamentario) y la que se agrupaba alrededor de Katayama Sen y Tetsuji.
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1) Véase el texto “El proletariado de Europa occidental se encuentra en el centro de la generalización internacional de la lucha de clases : crítica de la teoría del eslabón más débil”, en la Revista internacional nº 31, 1982. Regiones como Japón o Norteamerica, aunque cumplen la mayoría de las condiciones necesarias para la revolución, no son, sin embargo, las áreas más favorables para el desarrollo del proceso revolucionario, a causa de la falta de experiencia y del retraso en el desarrollo de la conciencia del proletariado en esos países.
2) Durante el primer período de exilio de 1903 a 1907, participó en Texas (EE.UU.) con granjeros japoneses en experimentos agrícolas sigiendo las ideas socialistas utopistas de Cabet y Robert Owen. Tras la represión salió de Japón una vez más después de que estallara la Primera Guerra mundial, yéndose a Estados Unidos. Una vez allí, volvió a participar activamente en el medio emigrante japonés. En 1916, se vio con Trotski , Bujarin, Kollontai…en Nueva York. Una vez establecido el contacto, empezó a abandonar sus ideas cristianas. En 1919, se adhirió al Partido comunista independiente de EE.UU. y fundó una Asociación de socialistas japoneses en EE.UU. En 1921 se fue para Moscú, en donde vivió hasta su muerte en 1933. No parace haber hecho nunca la menor crítica contra el estalinismo. Se le hicieron funerales de Estado.