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La importancia histórica del divorcio entre Estados Unidos y Europa
Desarrollo del debate
Una introducción de la CCI estableció el marco político para comprender el significado y las implicaciones del divorcio transatlántico, el que se observa entre Estados Unidos y Europa y que desde entonces se ha visto ampliamente amplificado y confirmado. La dinámica global que ha estado en marcha desde 1989, culminando hoy en la elección de Trump y la ruptura de las alianzas selladas al final de la Segunda Guerra Mundial, tiene implicaciones en diferentes niveles de la vida de la sociedad. En particular sobre el plano imperialista y de la lucha de clases.
A partir de nuestra presentación, se pidió a los participantes que intervinieran más concretamente sobre las siguientes temáticas y problemáticas:
- Tras las promesas de paz de Trump, ¿podemos esperar otra cosa que más militarismo y una escalada guerrera? ¿Ha alcanzado la dinámica en marcha desde 1989 un nuevo nivel histórico?
- ¿Acaso la clase capitalista tiene otra opción, para financiar vastos programas de armamento, que atacar a los trabajadores en todas partes y de la forma más despiadada?
Un divorcio definitivo
Los camaradas que intervinieron tras la presentación expresaron su apoyo general a las posiciones defendidas por la CCI sobre la cuestión de las tensiones guerreras, aunque hubo algunos matices, y un camarada incluso adoptó una visión diferente de la forma en que el mundo se está hundiendo en la barbarie bélica. En su opinión, estamos asistiendo a un fortalecimiento de tres bloques imperialistas rivales.
Para los efectos de esta reunión, hemos creído preferible dejar en suspenso esta importantísima cuestión para centrarnos en el análisis del cambio histórico ocasionado por el divorcio entre Estados Unidos y Europa.
Muchas de las participaciones fueron en dirección de confirmar la realidad del desarrollo del cada uno para sí, particularmente dentro de la UE, destacando un fenómeno agravado por la presión estadounidense y las políticas erráticas de Trump como expresión del capitalismo en descomposición. Muchos camaradas se centraron en lo que consideramos los puntos esenciales, en particular tratando de captar el significado de lo que describimos como un «divorcio» entre EE. UU. y la UE, sellando la ruptura de su alianza: «es difícil predecir una ruptura definitiva entre EE. UU. y la UE, pero está claro que la UE tendrá una necesidad urgente de aumentar su gasto militar y reforzar su independencia [...]. Más allá de Trump, la política estadounidense hacia China tiende a dividir a la UE. Hay muchos factores que dividen a los países: una estrecha alianza que ha sido frágil durante los últimos treinta años, pero que no se producirá más». Otro compañero subrayó la importancia del fenómeno y su gravedad: «Estamos asistiendo a una división entre Estados Unidos y Europa. Esto confirma lo que viene sucediendo desde hace tiempo. Es una conmoción ante Trump [...]. Incluso la burguesía está diciendo que el mundo se ha vuelto más peligroso [...]. La elección de Trump es otro paso cualitativo del capitalismo hacia la barbarie».
Varias intervenciones se refirieron también al peso del populismo y a su realidad. Un camarada trató de destacar "una profunda aceleración de la crisis de todas las burguesías», señalando que «la burguesía estadounidense sigue teniendo la sartén por el mango frente a Rusia, con objetivo de crear el caos en Europa en un intento de conservar el liderazgo mundial y flanquear a China. Estamos en una especie de carrera loca hacia ninguna parte y la burguesía no tiene elección: haga lo que haga le saldrá el tiro por la culata [...]. [Estados Unidos] tiene que desorganizar Europa y hacer todo lo posible para frustrar la competencia europea».
Los camaradas que intervinieron subrayaron las dificultades que entraña comprender una situación cambiante y compleja. Por ello, la CCI ha intentado contribuir al debate con vistas a proporcionar un marco que haga mayor hincapié en la profundidad histórica de los cambios que se están produciendo a escala internacional. Para comprender la situación, y en particular el divorcio entre los antiguos aliados del bloque occidental, creemos que es necesario partir del equilibrio de alianzas en las relaciones imperialistas tradicionales establecidas desde 1945. Después de la Segunda Guerra Mundial, siempre hubo una fuerte alianza y una cierta dependencia entre Estados Unidos y Europa Occidental. Incluso tras la caída del Muro de Berlín y el final de la Guerra Fría, a pesar de la amenaza de la desaparición del bloque occidental y su desintegración gradual, los antiguos aliados permanecieron unidos en parte por su «victoria», pero también por su preocupación y cautela ante el colapso del bloque del Este, lo que llevó a barajar de nuevo las cartas en el frente imperialista. Abogando por la «victoria del mundo libre» y la «democracia», y luego por la «muerte del comunismo», seguían existiendo vínculos políticos en el seno de los antiguos aliados, vínculos que posteriormente se debilitaron por la creciente contestación a la autoridad estadounidense sin, por ello, desaparecer del todo.
En febrero de 2025, la administración Trump entabló conversaciones con la Rusia de Putin sin la participación de los países europeos ni de Ucrania. Trump llegó a adoptar los argumentos de Rusia, justificando así la intervención en Ucrania, en total oposición a la visión de la mayoría de los países europeos. La reunión entre el humillado presidente ucraniano Zelenski y la pareja Trump/Vance en Washington confirmó este alineamiento oficial del equipo de Trump con las pretensiones de Rusia contra el «dictador Zelenski». Tanto en la cuestión ucraniana como en la OTAN, Trump 2.0 marca una verdadera ruptura con los antiguos aliados europeos. Los tenues lazos se han roto.
Contrariamente a los grupos del medio político proletario que creen que nos dirigimos hacia bloques militares y una Tercera Guerra Mundial, los hechos obstinados demuestran que no es así. Incluso aliados históricos como Estados Unidos, Gran Bretaña y Canadá ya no marchan juntos como en el pasado. Esto no significa, sin embargo, que el militarismo y la guerra ya no sean una amenaza, ¡todo lo contrario!
En este período de descomposición cada vez más profunda, crece el caos en el funcionamiento político de la burguesía, alimentando el militarismo. El auge del populismo, que no corresponde a una política reflexiva y racional de la burguesía, conduce a orientaciones políticas caóticas y aberrantes. Hemos mencionado ejemplos, entre ellos el espectacular de Gran Bretaña con el Brexit, no querido por la parte más clara de la burguesía. ¡Una de las burguesías más experimentadas del mundo perdió así el control de su aparato político!
Hoy vemos que la primera potencia mundial nombra a su vez como dirigentes a un equipo de aventureros irresponsables. Nunca antes en la diplomacia burguesa se había observado, ni siquiera en los peores momentos de la Guerra Fría, un comportamiento tan de maleante como el que poco a poco se está convirtiendo en la norma. También se han dado numerosos ejemplos de la irracionalidad y estupidez de las tendencias populistas, como el ataque sistemático a la ciencia, que priva a la clase dominante de ciertas herramientas, demostrando hasta qué punto el ascenso al poder del equipo de Trump es una completa aberración, frente a la necesidad de las distintas fracciones burguesas en el poder, de defender los intereses de la burguesía estadounidense y su Estado.
Las perspectivas de la lucha de clases
El segundo punto tratado durante esta reunión pública se refería a las perspectivas de la lucha de clases. Desgraciadamente, aunque fue muy animada y apasionante, a esta segunda parte del debate le faltó tiempo, en particular para explorar la cuestión de la dinámica de la lucha obrera.
Globalmente, las intervenciones subrayaron que ante los ataques brutales, el proletariado tendría que luchar: «Todas las potencias imperialistas están aumentando sus presupuestos militares y desarrollando una economía de guerra. Es la clase obrera mundial la que se llevará la peor parte de esta economía de guerra y de las políticas de austeridad, sufriendo una caída de su nivel de vida. La clase obrera se verá obligada a responder con la lucha de clases». Del mismo modo, esta insistencia: «Es evidente que es imposible evitar los ataques contra la clase obrera, y esto es cierto en todas partes, debido a la crisis. En Europa en particular, como he mencionado antes, el aumento del gasto militar, al doble, se hace a expensas de la clase obrera. La situación no hace más que agravarse.»
Muchas intervenciones se basaron en el análisis de que «el proletariado no está al punto de ser movilizado para la guerra», lo cual es realmente muy importante y se ha verificado en aquellas partes del mundo donde el proletariado tiene la mayor experiencia histórica.
Algunas intervenciones también destacaron lúcidamente los obstáculos a los que se enfrenta la clase obrera, en particular en términos de ideología. La clase obrera: «debe resistir a los peligros que plantean ciertos izquierdistas o demócratas (a saber, la falsa dicotomía entre democracia y fascismo) y seguir comprometida con su lucha independiente. La única vía progresista es la lucha de clases». Otra intervención iba en el mismo sentido, basándose en la experiencia de la historia de la izquierda comunista: «la defensa de la democracia contra el fascismo o la irracionalidad populista es un aspecto esencial de los ataques ideológicos de la burguesía contra la clase obrera [...]. Paralelamente, otras facciones de la burguesía hablan de resistencia y defensa de la democracia contra los peligros autocráticos de Trump. La izquierda comunista siempre ha sido consciente del peligro de este tipo de ideología. Bordiga había dicho que el peor producto del fascismo era el antifascismo».
Sin embargo, una cuestión más difícil era si el proletariado sería capaz de recuperar plenamente su identidad de clase, su conciencia de constituir una clase histórica con intereses opuestos a los de la burguesía, y si sería capaz de fortalecer su lucha para derrocar al capitalismo. Esta es una cuestión muy importante, clave en el proceso de desarrollo de la conciencia de la clase obrera. Para la CCI, este proceso ha comenzado y se expresa tanto de manera subterránea como de manera más visible, como en el momento de las luchas en el Reino Unido en el verano de 2022, que constituyeron una ruptura en la dinámica global de la lucha de clases.
Hasta entonces, la clase obrera había sido prisionera de las campañas ideológicas de la burguesía sobre el supuesto «fin de la lucha de clases» y la «inexistencia de la clase obrera». Esta propaganda se basaba en el hundimiento del bloque del Este, que se presentaba como «prueba» de la «muerte del comunismo». En realidad, la recuperación de la identidad y la conciencia de clase será un proceso largo, obstaculizado además por las numerosas trampas ideológicas tendidas por la burguesía para intentar desviarlo como lo han señalado varias intervenciones.
Para comprender el significado de la ruptura en lo más profundo de la conciencia obrera, necesitamos dar un paso atrás históricamente y proceder con método. Para la CCI, aunque no podemos equiparar las huelgas de Gran Bretaña con las de finales de los años 60, podemos proceder, guardando toda proporción, por analogía. Las huelgas de 1968 fueron históricamente mucho más importantes. Sin embargo, las huelgas del verano de 2022 en Gran Bretaña dieron testimonio de la realidad de una nueva dinámica cualitativa de la lucha de clases. Como recordaba un camarada, «esta lucha estalló al mismo tiempo que la guerra que asolaba Ucrania, con una vasta campaña mediática sobre la guerra y una crisis política en el seno de la burguesía en torno a Johnson, justo después de la pandemia. A pesar de ello, la clase obrera antepuso sus intereses a los del capitalismo. Así pues, no se trató de una respuesta pavloviana a los ataques, sino del fruto de una reflexión».
También debemos comprender en este proceso la importancia del proletariado inglés, el más antiguo del mundo. En los años 70, estuvo en la vanguardia de la lucha del proletariado mundial. En comparación con países como Italia, Gran Bretaña, sobre todo en 1979, fue escenario de muchas más jornadas de huelga. El proletariado fue extremadamente combativo durante este periodo, culminando en 1985 con las huelgas de los mineros. Pero esto fue una trampa tendida por la burguesía, que aisló y derrotó al proletariado. Una derrota que condujo a una gran pasividad durante décadas. Se produjo entonces una desaceleración y un reflujo de las luchas obreras en casi todo el mundo. La caída de la URSS empeoró la situación en Gran Bretaña.
Sin embargo, tras un periodo de pasividad de varias décadas, el Reino Unido fue el escenario del gran movimiento huelguístico del verano de 2022. A partir de ese momento, asistimos a un cambio de estado de ánimo de la clase obrera, en la relación de fuerzas entre el proletariado y la burguesía en diversos lugares. Un cambio que continuó con las luchas en Francia, Estados Unidos y Bélgica, como no se habían visto desde los años 70 y 80. Este cambio de atmosfera en la combatividad obrera no concierne por tanto sólo a Gran Bretaña, sino que es el signo de un cambio profundo que se está produciendo en el seno del proletariado internacional.
Por supuesto, no debemos esperar mecánicamente un rápido desarrollo de la lucha y la conciencia proletaria. Queda mucho camino por recorrer. La clase obrera necesitará tiempo para desarrollar su identidad de clase y su fuerza, y tendrá que enfrentarse a obstáculos, como han ilustrado claramente diversas intervenciones. Es un paso necesario para que la clase obrera pueda desarrollar su conciencia histórica y dar una perspectiva política a la lucha.
Se subrayó que estos ataques también provocarían la resistencia de la clase obrera. La clase obrera será atacada tan brutalmente como en la década de 1930. Ante esta situación, debe luchar más que nunca en su propio terreno de clase, es decir, la defensa de sus intereses económicos. Aunque la clase obrera se enfrenta a grandes dificultades, no está derrotada y ha empezado a levantar cabeza.
Ante estas perspectivas de lucha de clases, reafirmamos que los revolucionarios deben estar dispuestos a intervenir para apoyar la resistencia de nuestra clase, defender la autoorganización, la unificación de las luchas y, sobre todo, participar en el lento y difícil proceso de politización del combate.
CCI, 23 de abril de 2025