Haití, vitrina del capitalismo en putrefacción

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La violencia y la brutalidad se han intensificado dramáticamente en los últimos meses, y las terriblemente miserables condiciones de vida han provocado un éxodo masivo de decenas de miles de haitianos y la continuación acelerada de la emigración. Desde finales de febrero, se ha producido una serie de acontecimientos que provocan terror y vértigo: se han asaltado cárceles, provocando la fuga de varios miles de reclusos, hospitales y comisarías de policía han sido atacados por bandas criminales... La "crisis humanitaria" se agrava, la escasez de alimentos y el hambre se intensifican, el cólera ha hecho su reaparición, 3334 personas en 2023 han sido asesinadas y otras 1787 secuestradas, víctimas de las bandas que siembran el terror. Estas bandas controlan ahora el 80% de la capital y las carreteras circundantes, así como el puerto. Según la Organización Internacional para las Migraciones, 362,000 personas, la mitad de ellas niños, están actualmente desplazadas en Haití.

No son solo las bandas las que hacen reinar el terror, sino también las milicias armadas reclutadas por los sucesivos gobiernos como fuerza de apoyo para reprimir las revueltas populares contra la corrupción y la miseria, además de sus actividades mafiosas. Por ejemplo, una manifestación en 2018 contra la carestía de la vida y la corrupción desembocó en la salvaje represión de una "movilización popular" (que pedía acciones judiciales contra Jovenel Moïse, expresidente asesinado en 2021) en la Saline, un barrio pobre de Puerto Príncipe. En esta ocasión, 71 personas fueron asesinadas y mutiladas, las mujeres violadas y los cadáveres quemados. Uno de los autores de la masacre, Jimmy Cherizier, alias "Barbacoa", debe su apodo a esta ruin acción, una práctica ampliamente conocida por la "comunidad internacional" como medio de sembrar el terror y la "paz social", la de los cementerios, en beneficio de la burguesía y las bandas.

Un informe de la ONU citado por Le Mondei señala las complicidades políticas y criminales y su caldo de cultivo: una "situación de oligopolio sobre las importaciones" y "controlada por un grupo relativamente pequeño de familias poderosas, que anteponen sus intereses comerciales en competencia". Las bandas, señala el informe, están "instrumentalizadas por la élite política y económica, así como por altos funcionarios". "El desvío de recursos públicos evidencia una corrupción endémica", con un sabotaje deliberado del sistema judicial. La impunidad es total. Pero el informe, que a primera vista parece contundente, se cuida de no mencionar los abusos del ex presidente Moïse, ni la impopularidad del primer ministro dimitido Ariel Henry, cuyo balance era catastrófico y que gozaba del apoyo incondicional de la "comunidad internacional".

Esta situación no es nueva, ya que Haití, primer país en emanciparse de una potencia colonial (Francia) en 1804, ha sido durante décadas presa de enfrentamientos entre bandas rivales que hacen reinar el terror en todo el país. Tras la sucesión de juntas militares que siguieron a la ocupación estadounidense entre 1915 y 1934, las tristemente célebres milicias de los "Tontons Macoutes" (a sueldo del poder absoluto de la familia Duvalier entre 1957 y 1986) fueron sustituidas, al “restablecerse un régimen democrático", por sangrientas luchas entre bandas y clanes rivales por la conquista del poder. Las oleadas de masacres y terror desatadas por los criminales no han cesado desde 2004, sumiendo al país más pobre de todo el hemisferio norte en una miseria atroz (más de la mitad de la población vive por debajo del umbral de pobreza y sufre inseguridad alimentaria crónica).

Esta situación se ha visto agravada por los estragos de terribles y devastadoras "catástrofes naturales", entre ellas el terremoto de 2010, que mató a más de 300,000 personas. El país se ha convertido en una de las zonas más vulnerables a las perturbaciones climáticas especialmente mortíferas (sucesión de ciclones, huracanes y sequías), con la inmensa mayoría de la población hundida en condiciones de vida de total insalubridad, lo que favorece el regreso de epidemias, también mortales, como el cólera, bajo la mirada cómplice de potencias tutelares como Francia y Estados Unidos, que apoyan, pese a todo, a las facciones burguesas locales susceptibles de garantizar una apariencia de estabilidad política.

El muy controvertido primer ministro se vio obligado a dimitir, abandonado por Estados Unidos, bajo la presión de las bandas armadas, una de las cuales está dirigida por "Barbacoa", que prometió recrudecer la guerra civil si se negaba a dimitir. Un consejo presidencial de transición está a punto de ser nombrado desde Jamaica, bajo la dirección de Estados Unidos, para elegir un nuevo primer ministro, pero las bandas ya han declarado que no aceptarán ningún acuerdo que venga del extranjero. Esta vez, Estados Unidos no quiere desplegar sus propias fuerzas y confía en la prometida llegada de policías kenianos para mantener el orden.

Para un investigador haitiano, "Barbacoa, antiguo policía, es el Frankenstein que se ha liberado de su amo" y considera que las bandas "son más poderosas que las autoridades políticas y las fuerzas del orden" y finalmente han “decidido hacerse autónomas". De hecho, estos comportamientos abyectos son un producto puro de la putrefacción del capitalismo tal y como puede expresarse en la periferia del capitalismo. Durante los últimos cuarenta años, la vida política de Haití se ha visto sacudida por golpes de Estado, injerencias extranjeras, insurrecciones del ejército y farsas electorales, una inestabilidad política que ha "sumido [a Haití] en el caos". Esta situación caricatural muestra lo que puede ocurrir cuando la burguesía pierde el control de su aparato político.

Esta situación, en efecto, dista mucho de ser única. El mismo caos existe en otras partes del mundo: en América Central, América del Sur y en un número creciente de países africanos. Algunos países que aún no han llegado a esta situación ven ahora cómo la amenaza se hace más evidente. Es el caso, por ejemplo, de Ecuador, que antes se presentaba como un "remanso de paz" en América Latina. La burguesía y su aparato estatal se enfrentan a un proceso acelerado de fragmentación. Están totalmente implicados y comprometidos en el tráfico de drogas, que ahora ocupa un lugar predominante en la economía nacional. En 2023, el espectacular aumento de la violencia se tradujo en ¡un incremento del 800% de los homicidios! Ecuador se ha convertido en un centro neurálgico del narcotráfico. Los "grupos del crimen organizado" están vinculados a diversas mafias competidoras para asegurarse el control del tráfico: cárteles mexicanos, bandas peruanas o colombianas, bandas mafiosas albanesas, rusas, chinas incluso italianas. El Estado está plagado de corrupción y a su vez vinculado a los grupos agroindustriales más poderosos del país, también implicados en el narcotráfico. El último intento de controlar el narcotráfico provocó un estallido de violencia sin precedentes a principios de 2024, con enfrentamientos callejeros entre el ejército y grupos del crimen organizado, la toma como rehenes de periodistas de un canal de televisión público, la fuga de dos líderes de bandas, múltiples motines en cárceles gestionadas por bandas y una brutal represión que sólo sirvió para exacerbar las tensiones. Para la clase trabajadora, la militarización de la sociedad supuso un aumento del 15% del IVA. La oleada de protestas que siguió fue duramente reprimida por el nuevo gobierno de Daniel Noboa.

La gansterización es cada vez más endémica en países como Honduras, Guatemala, El Salvador o México, donde los sucesivos gobiernos llevan años sumidos en una corrupción generalizada. Las bandas hacen reinar el terror en estos países, obligando a las poblaciones a huir de forma masiva, como demuestra el incesante flujo de caravanas de emigrantes que intentan llegar a Estados Unidos por cualquier medio. La misma situación ha caracterizado durante años a países de África Oriental como Somalia, Sudán incluso Libia. Pero este fenómeno de bandas armadas y milicias paramilitares incontrolables, que luchan por el poder y el control de territorios, tiende a extenderse también a la parte occidental del continente, ya sea inspiradas por el fanatismo religioso (Boko Haram, Al Shaabab, AMQI, etc.) o movidas por estrictos intereses mafiosos.

La gangsterización de los Estados, la inestabilidad y el caos, los crecientes estallidos de mortíferos conflictos imperialistas y la proliferación de atentados terroristas amenazan con hundir a sectores cada vez más amplios de la humanidad en un océano sin fondo de barbarie, miseria, caos e irracionalidad.

 

T. Tor, 5 de abril de 2024

i Periódico francés.

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