La concepción de la organización en la Izquierda Germano – holandesa

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Para los grupos de discusión y los individuos que emergen hoy en búsqueda de una política revolucionaria, es necesario que su trabajo de clarificación pase por la reapropiación de las posiciones de la izquierda comunista, incluidas las de las izquierdas alemana y holandesa. Estas últimas, en particular, fueron a menudo las primeras en defender toda una serie de posiciones de clase esenciales: el rechazo del sindicalismo y del parlamentarismo, el rechazo de la concepción sustitucionista del partido, la denuncia del frentismo, la definición de todos los Estados llamados socialistas como capitalistas de Estado.

Sin embargo, no basta con reapropiarse de las posiciones de clase en el plano teórico. Sin un concepto claro de la organización revolucionaria, todos estos grupos e individuos están condenados al vacío... No basta con proclamarse revolucionario de palabra y de manera puramente individual; hay que defender las posiciones de clase colectivamente, en un marco organizado. El reconocimiento de la necesidad de una organización que tenga una función indispensable en la clase y que funcione como un cuerpo colectivo es la condición previa para todo trabajo militante. Cualquier vacilación o incomprensión sobre la necesidad de la organización será severamente castigada y resultará en una desintegración de las fuerzas políticas. Esto es particularmente cierto para los grupos "consejistas" de hoy.

Sacar las lecciones de la historia de las izquierdas alemana y holandesa significa demostrar la necesidad vital de una organización para la que la teoría no se convierta en pura especulación, sino que devenga en el arma que las masas proletarias tomarán en la revolución del futuro.

La principal contribución de la izquierda alemana -y principalmente del KAPD- no fue que reconocieran la necesidad del partido en la revolución. Para el KAPD, que se constituyó como partido en 1920, esto era evidente. Su aportación fundamental fue que comprendió que la función del partido ya no era la misma en el periodo de decadencia. Ya no era un partido de masas, que organizaba y reunía a la clase, sino un partido/núcleo que reagrupaba a los luchadores proletarios más activos y conscientes. Como parte selecta de la clase, el partido tenía que intervenir en la lucha de clases y en los órganos que ésta creaba: comités de huelga y consejos obreros. El partido era un partido que luchaba por la revolución y ya no por reformas graduales en órganos con los que el proletariado ya no tenía nada que ver (sindicatos, parlamento), salvo trabajar por su destrucción. Por último, como el partido era una parte de la clase y no su representante ni su jefe, no podía sustituir a la clase en su lucha ni en el ejercicio del poder. La dictadura de la clase era la dictadura de los consejos, no la del partido. A diferencia de la visión bordiguista, no era el partido el que creaba a la clase, sino la clase al partido1. Esto no significaba -como en la visión populista o menchevique- que el partido estuviera al servicio de la clase. No era un siervo que se adaptaba pasivamente a cada vacilación o desviación de la clase. Por el contrario, tenía que "desarrollar la conciencia de clase del proletariado incluso al precio de parecer estar en contradicción con las amplias masas". (Tesis sobre el papel del partido en la revolución, KAPD, 1920).

El KAPD en Alemania y el KAPN de Gorter en Holanda no tenían nada que ver con los puntos de vista de Ruhle, de quien los "consejistas" de hoy pretenden descender. Ruhle y su tendencia en Dresde fueron expulsados del KAPD a finales de 1920. El KAPD no tenía nada en común con las tendencias semi- anarquistas que proclamaban que todo partido era contrarrevolucionario por naturaleza, que la revolución no era una cuestión de partido sino de educación. Las concepciones del pedagogo Ruhle no eran en absoluto las del KAPD. Para este último, el partido no estaba formado por las voluntades individuales de cada miembro: era "una totalidad programáticamente elaborada, fundada en una voluntad unificada, organizada y disciplinada de arriba abajo. Tiene que ser la cabeza y el brazo de la revolución". (Tesis sobre el papel del partido). En efecto, el partido desempeñó un papel decisivo en la revolución proletaria. Porque en su programa y en su acción cristalizaba y concentraba la voluntad consciente de la clase, era un arma indispensable de la clase. Porque la revolución era ante todo un acto político, porque implicaba un combate sin cuartel contra las tendencias y los partidos burgueses que trabajaban contra el proletariado en sus órganos de masas, el partido era un instrumento político de lucha y de esclarecimiento. Esta concepción no tenía nada que ver con todas las visiones sustitucionistas del partido. El partido era segregado por la clase y, en consecuencia, es un factor activo en el desarrollo general de la conciencia en la clase.

Sin embargo, con la derrota de la revolución en Alemania y la degeneración de la revolución en Rusia, afloraron algunos de los puntos débiles del KAPD.

Voluntarismo y organización dual

Constituido justo cuando la revolución alemana entraba en reflujo tras la derrota de 1919, el KAPD acabó defendiendo la idea de que se podía compensar el declive del espíritu revolucionario del proletariado con tácticas golpistas. Durante la Acción de Marzo en el centro de Alemania en 1921, empujó a los obreros de las fábricas de Leuna (cerca de Halle) a hacer una insurrección contra su voluntad. Aquí demostró una profunda incomprensión del papel del partido que condujo a su desintegración. El KAPD seguía manteniendo la idea del partido como "cuartel general militar" de la clase, mientras que el partido es ante todo una vanguardia política para todo el proletariado.

Del mismo modo, frente al hundimiento de los consejos obreros, y prisionero de su voluntarismo, el KAPD pasó a defender la idea de una doble organización permanente del proletariado, agravando así la confusión entre los órganos unitarios de clase que surgen en la lucha y para la lucha (asambleas, comités de huelga, consejos obreros) y la organización de la minoría revolucionaria que interviene en estas organizaciones unitarias para fecundar su pensamiento y su acción. Así, al impulsar el mantenimiento de las "Uniones" -organizaciones de fábrica nacidas en la revolución alemana y estrechamente ligadas al partido- al lado del propio partido, fue incapaz de determinar sus propias tareas: o bien se convertía en una liga de propaganda2, en un simple apéndice político de las organizaciones de fábrica con sus fuertes tendencias economicistas, o bien en un partido de tipo leninista con sus correas de transmisión hacia la clase en el terreno económico. Es decir, en ambos casos, sin saber qué era qué y quién hacía qué3.

No cabe duda de que las concepciones erróneas del KAPD contribuyeron en gran medida a su desaparición a finales de los años veinte. Esto debería ser una lección para los revolucionarios de hoy que, desorientados por el activismo y el inmediatismo, intentan compensar su debilidad numérica creando "grupos obreros" artificiales vinculados al "partido". Esta es la concepción de Battaglia Comunista y de la Communist Workers Organization, por ejemplo4. Sin embargo, hay una diferencia histórica considerable: mientras que el KAPD se encontró con órganos (las Unionen) que eran intentos artificiales de mantener vivos consejos obreros que acababan de desaparecer, la concepción actual de las organizaciones revolucionarias de tendencia oportunista se basa en un puro bluff.

La génesis del partido

Detrás de los errores del KAPD a nivel organizativo, había una dificultad para reconocer el reflujo de la ola revolucionaria tras el fracaso de la Acción de Marzo, y por tanto para sacar las conclusiones correctas sobre su actividad en tal situación.

El partido revolucionario, como organización con influencia directa en el pensamiento y la acción de la clase obrera, sólo puede constituirse en un curso de la lucha de clases ascendente. En particular, la derrota y el reflujo de la revolución no permiten mantener viva una organización revolucionaria que pueda asumir plenamente las tareas de un partido. Si tal retroceso en la lucha obrera se prolonga, si se abre el camino para que la burguesía tome las riendas de la situación, o bien el partido degenerará bajo la presión de la contrarrevolución, y de su seno surgirán fracciones que continuarán el trabajo teórico y político del partido (como en el caso de la Fracción Italiana), o bien el partido verá reducirse su influencia y su número de miembros y se convertirá en una organización más limitada cuya tarea esencial es preparar el marco teórico para la próxima oleada revolucionaria. El KAPD no comprendió que la marea revolucionaria había dejado de subir. De ahí su dificultad para hacer balance del periodo precedente y adaptarse al nuevo periodo.

Estas dificultades condujeron a las falsas e incoherentes respuestas de la izquierda germano-holandesa:

-- proclamar de forma puramente voluntarista el nacimiento de una nueva Internacional, como con la Internacional Obrera Comunista de Gorter en 1922.

-- no constituirse en fracción, sino proclamarse partido tras varias escisiones: el término "partido" se convirtió en una mera etiqueta para cada nueva escisión, reducida a unos pocos cientos de miembros, si no menos5.

Todas estas incomprensiones iban a tener resultados dramáticos. En la izquierda alemana, a medida que el KAPD de Berlín se debilitaba, coexistían tres corrientes:

-- los que se adhirieron a la teoría de Ruhle de que toda organización política era mala en sí misma. Hundidos en el individualismo, desaparecieron de la escena política;

-- otros -en particular los del KAPD berlinés que luchaban contra las tendencias anarquistas de los sindicatos- tenían tendencia a negar los consejos obreros y a ver sólo el partido. Desarrollaron una visión 'bordiguista' antes de que la palabra existiera6;

-- por último, los que consideraban que organizarse en un partido era imposible. La Unión Obrera Comunista (KAU), nacida de la fusión entre una escisión del KAPD y los sindicatos (AAU y AAU-E), no se veía realmente como una organización, sino como una unión laxa de tendencias diversas y descentralizadas. Se abandonó el centralismo organizativo del KAPD.

Fue esta última corriente, apoyada por el GIK holandés (Grupo de Comunistas Internacionales) surgido en 1927, la que triunfaría en la izquierda holandesa.

La izquierda holandesa: el GIK, Pannekoek y el Spartacusbond

El trauma de la degeneración de la revolución rusa y del partido bolchevique dejó profundas cicatrices. La izquierda holandesa, que recogió la herencia teórica de la izquierda alemana, no heredó sus aportaciones positivas sobre la cuestión del partido y la organización de los revolucionarios.

Rechazó la visión sustitucionista del partido como Estado Mayor de la clase, pero sólo fue capaz de ver la organización general de la clase: los consejos obreros. La organización revolucionaria se veía ahora como una mera "liga propagandística" de los consejos obreros.

El concepto de partido fue rechazado o vaciado de contenido. Así, Pannekoek consideraba que "un partido sólo puede ser una organización que pretende dirigir y dominar al proletariado" (Partido y clase obrera, 1936) o que "los partidos -o grupos de discusión, ligas de propaganda, da igual el nombre- tienen un carácter muy diferente del tipo de organizaciones de partidos políticos que hemos visto en el pasado" (Los consejos obreros, 1946).

Partiendo de una idea correcta -- que la organización y el partido tienen una función diferente en la decadencia -- se llega a una conclusión falsa. No sólo ya no se ve qué distingue a la organización del partido en el período del capitalismo ascendente de la del partido en un período revolucionario, en un período de plena maduración de la conciencia de clase: también se abandona la visión marxista de la organización política como factor activo en la lucha de clases.

Las funciones indisolubles de la organización -teoría y praxis- son separadas. El GIK no se ve a sí mismo como un organismo político con un programa, sino como un entramado de conciencias individuales, una suma de actividades separadas. Así, el GIK llamó a la formación de "grupos de trabajo" federados por miedo a ver nacer una organización unida por su programa y que impusiera reglas organizativas:

"Es preferible que los obreros revolucionarios trabajen por el desarrollo de la conciencia en miles de pequeños grupos a que la actividad se subordine a una gran organización que intente dominar y dirigir" (Canne-Mejer, El porvenir de una nueva internacional obrera, 1935). Más grave aún era la definición de la organización como "grupo de opinión": esto dejaba la puerta abierta al eclecticismo teórico. Según Pannekoek, el trabajo teórico estaba dirigido a la autoeducación personal, a "la actividad intensiva de cada cerebro". De cada cerebro surgía un pensamiento o juicio personal "y en cada uno de estos pensamientos diversos encontramos una porción de una verdad más o menos amplia." (Pannekoek, Los consejos obreros). La visión marxista del trabajo colectivo de la organización, verdadero punto de partida de "una actividad intensiva de cada cerebro", dio paso a una visión idealista. El punto de partida era ahora la conciencia individual, como en la filosofía cartesiana. Pannekoek llegó a decir que el objetivo no era la clarificación en la clase, sino "el propio conocimiento del método para ver lo que es verdadero y bueno" (ibid).

Si la organización era sólo un grupo de trabajo en el que se formaba la opinión de cada miembro, sólo podía ser un 'grupo de discusión' o un 'grupo de estudio', "dándose a sí mismo la tarea de analizar los acontecimientos sociales" (Canne-Mejer, op cit). Ciertamente, se necesitaban "grupos de discusión" que llevaran a cabo aclaraciones políticas y teóricas. Pero esto correspondía a una fase primaria del desarrollo del movimiento revolucionario del siglo pasado. Esta fase, dominada por sectas y grupos separados, era transitoria: el sectarismo y el federalismo de estos grupos generados por la clase eran un desorden infantil. Estos desórdenes desaparecieron con la aparición de organizaciones proletarias centralizadas. Como señaló Mattick en 1935, los puntos de vista del GIK y de Pannekoek eran una regresión: “Una organización federalista ya no puede mantenerse porque en la fase del capital monopolístico en la que se encuentra ahora el proletariado, sencillamente no corresponde a nada ... Sería un paso atrás en relación con el viejo movimiento más que un paso adelante" (Rte-Korrespondenz nº 10-11, sept. 1935).

En realidad, el funcionamiento del GIK era el de una federación de "unidades independientes" incapaces de desempeñar un papel político activo. Cabe citar un artículo de Canne-Mejer de 1938 (Radencommunisme nº 3): "El Grupo de los Comunistas Internacionales no tenía estatutos, ni cuotas obligatorias y sus reuniones 'internas' estaban abiertas a todos los camaradas de otros grupos. De ello se deducía que nunca se podía saber el número exacto de miembros del grupo. Nunca hubo votaciones, que no eran necesarias porque nunca se trató de llevar a cabo la política de un partido. Se discutía un problema y cuando había una diferencia de opinión importante, se publicaban los diferentes puntos de vista, y eso era todo. Una decisión mayoritaria no tenía ninguna importancia. Era la clase obrera la que tenía que decidir".

En cierto modo, el GIK se castró a sí mismo por miedo a violar a la clase. Por miedo a violar la conciencia de cada miembro mediante reglas de organización, o a violar a la clase "imponiéndole" sus posiciones, el GIK se negó a sí mismo como parte militante de la clase. En efecto, sin medios financieros regulares, no hay posibilidad de sacar una revista y folletos durante una guerra. Sin estatutos, no hay reglas que permitan a la organización funcionar en todas las circunstancias. Sin centralización a través de órganos ejecutivos elegidos, no hay forma de mantener la vida y la actividad de una organización en todos los periodos, particularmente en periodos de ilegalidad, cuando la necesidad de hacer frente a la represión exige la centralización más estricta. Y, en un período de ascenso de la lucha de clases como el actual, no hay posibilidad de intervenir en la clase de forma centralizada y a escala mundial.

Estas desviaciones de la corriente consejista, ayer con, el GIK, hoy con los grupos informales que reivindican el comunismo consejista, se basan en la idea de que la organización no es un factor activo de la clase. Al 'dejar que la clase decida', se cae en la idea de que la organización revolucionaria está 'al servicio de la clase', es un mero registrador y no un grupo político que a veces, incluso en la revolución, tiene que nadar a contracorriente de las ideas y acciones de la clase. La organización no es un reflejo de 'lo que piensan los trabajadores'7: es un órgano colectivo portador de la visión histórica del proletariado mundial, que no es lo que la clase piensa en tal o cual momento, sino lo que está obligada a hacer: llevar a cabo los objetivos del comunismo.

Por tanto, no es de extrañar que el GIK desapareciera en 1940. El trabajo teórico del GIK fue continuado por el Spartacusbond, que nació de una escisión en el partido de Sneevliet en 1942 (cf. el artículo en IR 9, 'Rompiendo con el Spartacusbond'). A pesar de una visión más sana de la función de la organización revolucionaria -el Spartacusbond reconocía el papel indispensable del partido en la revolución como factor activo en el desarrollo de la conciencia- y de su modo de funcionamiento - tenía estatutos y órganos centrales-, el Spartacusbond acabó dominado por las viejas ideas del GIK sobre la organización.

Hoy, el Spartacusbond está moribundo, y Daad en Gedachte --que abandonó el Bond en 1965-- es un boletín meteorológico de huelgas obreras. La izquierda holandesa agoniza como corriente revolucionaria. No es a través de la propia izquierda holandesa como se transmitirá su verdadera herencia teórica a los nuevos elementos que surjan en la clase. Comprender e ir más allá de esta herencia es tarea de las organizaciones revolucionarias y no de individuos o grupos de discusión.

Sin embargo, las ideas "consejistas" de organización no han desaparecido, como podemos ver en varios países. Hacer un balance crítico del concepto de organización en las izquierdas alemana y holandesa nos proporciona la prueba no de la bancarrota de las organizaciones revolucionarias, sino por el contrario de su papel indispensable para extraer las lecciones del pasado y preparar los combates futuros.

Sin teoría revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario, pero sin organizaciones revolucionarias no puede haber teoría revolucionaria. No entender esto sólo puede llevar a los individuos y a las organizaciones informales al vacío. Abre la puerta a una pérdida de convicción en la posibilidad misma de una revolución (véase el texto de Canne-Mejer en esta Revista Internacional).

CH

1 "... ni siquiera es posible hablar de clase mientras no exista en su seno una minoría que tienda a organizarse en partido político" (Bordiga, Partido y clase).

2 Una idea defendida por Franz Pfemfert, amigo de Ruhle, director de la revista Die Aktion y miembro del KAPD.

3 Micahelis, ex profesor del KAPD y miembro de la KAU en 1931, dijo: "En la práctica, la Unión se convirtió en un segundo partido... el KAP reagrupó más tarde a los mismos elementos que la Unión".

4 Estos dos grupos se unieron en 1984 en BIPR (Buró Internacional por el Partido Revolucionario) que a partir de 2009 se transformó en la TCI (Tendencia Comunista Internacionalista)

5 En 1925, en Alemania había tres KAPD: uno la tendencia de Berlín y dos la tendencia de Essen. Este error, que fue una tragedia para el campo proletario de entonces, se repitió en forma de farsa en 1943 en Italia con la proclamación -en plena contrarrevolución- del Partido Comunista Internacionalista dirigido por Damen y Maffi. Ahora hay cuatro "partidos" en Italia que reivindican su ascendencia de la izquierda italiana. Esta megalomanía de pequeños grupos que se autodenominan partido sólo sirve para ridiculizar la propia noción de partido y es un obstáculo para el difícil proceso de reagrupación de los revolucionarios, que es la principal condición subjetiva para el surgimiento de un partido mundial de resto en el futuro

6 El mismo Michaelis dijo en 1931: "Las cosas llegaron incluso al punto de que, para muchos camaradas, los consejos sólo se consideraban posibles si aceptaban la línea del KAPD".

7 En el mismo número de Radencommunisme se dice que "cuando había una huelga salvaje, los huelguistas a menudo sacaban octavillas a través del grupo; éste las elaboraba aunque no estuviera absolutamente de acuerdo con su contenido". (Subrayado nuestro)

Corrientes políticas y referencias: 

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