Frente a la guerra y la aceleración de la crisis del capitalismo, los revolucionarios tienen una responsabilidad histórica

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Cuando el proletariado fue traicionado en vísperas de la Primera Guerra Mundial y conducido a las trincheras por la socialdemocracia, los pocos revolucionarios que habían permanecido fieles al internacionalismo no cedieron a los llamados a la “Unión Sagrada” contra el “militarismo alemán” para unos, o contra “el zarismo autocrático” para otros.

¡Todo lo contrario! Cuando la histeria chovinista estaba en su apogeo, incluso en las filas del proletariado, primero se reunieron en Zimmerwald en 1915, a pesar de la confusión de muchos de ellos, luego al año siguiente en Kienthal. Los revolucionarios que fueron los más claros sobre la nueva situación que se abría con la guerra, la "izquierda de Zimmerwald", en particular los bolcheviques, entablaron una feroz lucha dentro de estas conferencias para esclarecer el camino a seguir y mantener bien enarbolada la bandera del internacionalismo y la autonomía del proletariado en su lucha: la clase obrera no tiene que elegir un bando y no tiene que alinearse detrás de los intereses de tal o cual clase social; la única salida para detener la guerra, ¡es la lucha autónoma e internacional del proletariado sobre la base de sus intereses específicos!

Durante la Segunda Guerra Mundial, pináculo atroz de varias décadas de contrarrevolución, las fuerzas revolucionarias, las de la Izquierda Comunista, aunque débiles y dispersas, nunca dejaron de denunciar la guerra e intervenir en su clase para recordarle, en un contexto sumamente difícil, que tenía que desarrollar sus luchas contra todas las formas de imperialismo. Una vez más, las organizaciones revolucionarias no esperaron de brazos cruzados que el proletariado se movilizara en masa contra la guerra. Más bien, buscaron actuar como una punta de lanza decidida en la defensa del internacionalismo, destacando la necesidad de derrocar el sistema capitalista, a pesar de que el proletariado, en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, era absolutamente incapaz de llevar a cabo esta tarea titánica.

Siguiendo los pasos de nuestros predecesores, varias organizaciones revolucionarias, incluida la CCI, suscribieron, y difundieron, tras la invasión del ejército ruso a Ucrania, una “Declaración conjunta”(1) que comenzaba con estas palabras: “Los proletarios ¡No tienen patria! ¡Abajo todas las potencias imperialistas! En lugar de la barbarie capitalista: ¡el socialismo!”.

Aquellos que no ven más allá de la punta de sus narices no dejarán (¡y no han fallado!) de mofarse de este llamado de un puñado de pequeñas, inaudibles y desconocidas organizaciones de la clase obrera. No nos hacemos ilusiones, sabemos perfectamente que solo una parte ínfima de la clase tuvo acceso a esta declaración, que su influencia en las filas del proletariado sigue siendo muy minoritaria.

Pero también sabemos de dónde venimos, recordamos las lecciones de Zimmerwald, de Kienthal y de la lucha de la Izquierda Comunista durante la Segunda Guerra Mundial: los “puñados de organizaciones pequeñas, inaudibles y desconocidas” de entonces supieron ponerse a la altura de sus responsabilidades, conscientes de la necesidad de reagrupar las fuerzas revolucionarias sobre la base de un esclarecimiento político serio, para una intervención decidida y lo más clara posible dentro del proletariado. Como señala la “Declaración Conjunta”: “Ante la aceleración del conflicto imperialista en Europa, las organizaciones políticas basadas en el legado de la Izquierda comunista continúan enarbolando la bandera de un internacionalismo proletario coherente y proporcionando un punto de referencia para quienes defienden los principios de la clase obrera. Es por esto que las organizaciones y grupos de la Izquierda Comunista, hoy pocos y poco conocidos, han decidido publicar esta declaración conjunta y difundir lo más ampliamente posible los principios internacionalistas que se forjaron contra la barbarie de las dos guerras mundiales”. ¡Esta es la tarea que hoy deben plantearse los revolucionarios consecuentes! No se trata de ver pasar la historia desde el balcón disertando hábilmente sobre el estado del mundo: los revolucionarios son combatientes, no académicos. Tampoco se trata de lanzarnos en una agitación política artificial, de inventarse una influencia dentro de la clase obrera pensando en barrer sus inmensas dificultades con el poder de nuestras palabras y la justeza de nuestras posiciones. Tal actitud inmediatista, no puede conducir más que a la desmoralización, o peor aún al oportunismo más desvergonzado en un intento de ganar, por concesiones de principios, una influencia que no tenemos ni podemos tener en la situación actual.

Ahora bien, si el proletariado aún no está en condiciones de luchar directamente contra la guerra imperialista, ha demostrado su capacidad de levantar la cabeza frente a las consecuencias de la guerra y de la crisis económica. Durante meses, el proletariado en el Reino Unido ha estado en lucha. Por supuesto, la burguesía, sus partidos de izquierda y sus sindicatos, hacen todo lo posible por canalizar la ira y dirigirla hacia los callejones sin salida, del corporativismo o el electoralismo, de las luchas parcelarias o interclasistas. Sin embargo, millones de trabajadores salieron a las calles para desahogar su ira, discutir y negarse a agachar la cabeza. ¡Esto, en un país que no conocía ninguna lucha significativa desde hacía 40 años! En muchos otros países se expresa la ira, se multiplican las luchas para rechazar la inflación, despidos y "reformas" de la burguesía. Estas luchas son un fermento para el desarrollo de la conciencia de clase. Corresponde, pues, a los revolucionarios no solo defender allí la autonomía de la lucha de clases contra las trampas tendidas por la burguesía, sino también establecer el vínculo entre los ataques sufridos por el proletariado en todos los países y la crisis histórica del capitalismo, de la cual la guerra es una expresión caricaturesca a la vez que un poderoso acelerador.(2) Cuanto más armados políticamente estén los revolucionarios para defender esta orientación, más decisiva será su influencia, al menos inicialmente, entre los trabajadores en búsqueda de posiciones de clase.

La otra lección de la experiencia de las conferencias de Zimmerwald y Kienthal es la necesidad de construir la organización revolucionaria. Sin el Partido Mundial del Proletariado, sin esta parte más consciente y decidida de la clase obrera, no puede haber lucha revolucionaria victoriosa contra la crisis y las guerras del capitalismo. Tanto en Zimmerwald y Kienthal, como en el seno de la Izquierda Comunista, los revolucionarios, a pesar de las dificultades, las confusiones, a veces los errores, siempre han buscado confrontar sus puntos de vista, defendiendo la necesidad del debate dentro del campo proletario en torno a cuestiones divergentes. Por ello en las conferencias de 1915 y 1916, a pesar de profundos desacuerdos, tampoco dudaron en unirse y publicar un Manifiesto para defender lo que tenían en común:

EG , 30 de diciembre de 2022

1 Véase Declaración Conjunta de Grupos de la Izquierda Comunista Internacional sobre la Guerra en Ucrania.

2 Véase, nuestro volante internacional: “La burguesía impone nuevos sacrificios, la clase obrera responde con la lucha”, en la Revista Internacional 169.

Cuestiones teóricas: 

Rubric: 

Editorial, Revista Internacional 169