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La lucha contra la guerra solo puede ser asumida por la clase obrera mediante la lucha en su propio terreno de clase y su unificación internacional. Las organizaciones revolucionarias no pueden esperar a que se produzca una movilización masiva de la clase obrera contra la guerra: deben actuar como punta de lanza decidida en la defensa del internacionalismo y poner de manifiesto la necesidad del derrocamiento del sistema capitalista. Esto requiere que la clase obrera y sus organizaciones revolucionarias se reapropien de las lecciones y posturas de las luchas anteriores contra la guerra. La experiencia de la conferencia de Zimmerwald es muy ilustrativa en este sentido.
Zimmerwald es una pequeña ciudad de Suiza. En septiembre de 1915 acogió una pequeña conferencia: 38 delegados de 12 países, todos internacionalistas transportados "en dos taxis", como bromeaba Trotsky. Incluso entre ellos, únicamente una pequeña minoría mantenía una posición verdaderamente revolucionaria contra la guerra. Solo los bolcheviques en torno a Lenin y algunos otros grupos alemanes defendían los métodos y objetivos revolucionarios: la transformación de la guerra imperialista en guerra civil, la destrucción del capitalismo como fuente de todas las guerras. Los demás participantes tenían una posición centrista o incluso se inclinaban fuertemente hacia la derecha.
El resultado de los encarnizados debates de Zimmerwald fue un manifiesto a los proletarios del mundo que en muchos aspectos era un compromiso entre la izquierda y el centro, ya que no recogía las consignas revolucionarias de los bolcheviques. Sin embargo, su rotunda denuncia de la guerra y su llamamiento a la acción de clase contra ella le permitieron articular y politizar los sentimientos antibélicos que se estaban desarrollando en la masa de la clase obrera.
La lucha por el internacionalismo necesita una organización política
El ejemplo de Zimmerwald muestra que, para los revolucionarios, la lucha contra la guerra se desarrolla en tres niveles distintos pero interconectados:
- Propaganda y agitación. Los revolucionarios no esperaron a que la clase se pusiera en movimiento: comenzaron la agitación contra la guerra desde el primer día del conflicto, mucho antes de que la clase pudiera reaccionar. La reagrupación de los revolucionarios en organizaciones políticas les permitió desarrollar su propaganda y agitación a través de una prensa regular y de folletos producidos en masa, y hablar en las asambleas y consejos obreros (que surgieron más tarde), no como individuos que se representan a sí mismos, sino en nombre de una tendencia política definida dentro del movimiento de clase.
- Organizativo. La traición de la mayoría de los viejos partidos exigía que la minoría de los internacionalistas trabajaran como una fracción organizada, ya sea para trabajar por la expulsión de los traidores o, cuando esto resultara imposible, como ocurrió en la mayoría de los casos, para luchar por ganar el mayor número posible de elementos sanos y preparar el terreno para un nuevo partido, una nueva Internacional. Esto requería una lucha feroz contra el centrismo y el oportunismo, contra la influencia ideológica de la burguesía y la pequeña burguesía. Así, la Izquierda de Zimmerwald, en particular, fue el motor de la formación de la Tercera Internacional en 1919. En una situación de guerra o revolución inminente, el heroísmo de militantes individuales como Luxemburgo, Liebknecht, John Mclean o Sylvia Pankhurst era ciertamente vital, pero no podía ser suficiente por sí solo. Únicamente podría tener un significado real en el contexto de una organización colectiva en torno a un programa político claro.
- Teórico. La necesidad de comprender las características de la nueva época requiere un paciente trabajo de elaboración teórica, una capacidad de dar un paso atrás y reevaluar toda la situación a la luz de las perspectivas pasadas y futuras. El trabajo de Lenin, Bujarin, Luxemburgo, Pannekoek y otros permitió al renacido movimiento político de clase comprender que se había abierto una nueva época, un periodo en la que la lucha de clases adoptaría nuevas formas y nuevos métodos para alcanzar objetivos directamente revolucionarios. Había diferencias considerables en una serie de cuestiones, por ejemplo, entre Lenin y Luxemburgo sobre la autodeterminación nacional, pero esto no impidió que adoptaran una posición común contra la guerra sin dejar de debatir tan apasionada e intensamente como antes.
No podemos entrar en detalles aquí, pero animamos a nuestros lectores a leer los siguientes artículos:
- “Zimmerwald (1915-1917): de la guerra a la revolución”, Revista Internacional nº 44. https://es.internationalism.org/revista-internacional/200808/2334/zimmerwald-1915-17-de-la-guerra-a-la-revolucion
- “Conferencia de Zimmerwald: Las corrientes centristas en las organizaciones políticas del proletariado”, Revista Internacional nº 155. https://es.internationalism.org/revista-internacional/201509/4115/las-corrientes-centristas-en-las-organizaciones-politicas-del-prol
CCI, 7 de abril de 2022