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El grupo portugués “Combate” se formó en 1974 durante el curso del resurgimiento de luchas obreras en Portugal, después de la caída de la dictadura de Caetano. La aparición de “Combate” -al igual que la de otros grupos en otros países- fue un signo del despertar general del movimiento obrero después de 50 años de contrarrevolución, de un renacimiento que no ha cesado de afirmarse desde 1968. Durante y después de mayo del 68 en Francia, surgieron muchos grupos que parecían prometer, poder contribuir a la generalización de las lecciones que el proletariado ha adquirido con tanta dificultad desde que la ola revolucionaria de los años 1917-23 fue sumergida por la contrarrevolución ascendente.
El renacimiento actual de la lucha de clase internacional es el producto del profundizamiento de la crisis mundial del capitalismo, crisis provocada por el fin de la reconstrucción de postguerra. La crisis planteó también las condiciones sociales y políticas previas al surgimiento de grupos que intentan situar su actividad del lado de la clase obrera, contra las mistificaciones del ala izquierda del capital y de los que la sostienen ideológicamente (trotskistas, maoístas, populistas, anarquistas, etc.) Cuando salió “Combate” por primera vez, no fue solo como una brisa fresca que emanaba de las luchas de los obreros portugueses; prometía mucho más. Efectivamente “Combate” fue el único grupo en Portugal -aparte de las sectas anarquistas y consejistas, paralizadas de manera crónica- que se agrupó sobre ciertas posiciones revolucionarias. “Combate” atacaba de frente las mistificaciones del M.F.A. (Movimiento de las Fuerzas Armadas portuguesas) al igual que el aparato sindical y de la izquierda de la burguesía. El grupo defendía las luchas autónomas de los obreros portugueses y se proclamaba firmemente internacionalista. En el clima repugnante del triunfalismo creado por el carnaval izquierdista en Portugal, de abril del 74 a noviembre del 75, la posición de “Combate” dejaba aparecer una llama de esperanza. Era como si, en el corazón mismo de la “Revolución Portuguesa”, de la “Revolución de los Claveles”, esa misma “revolución” que atacaba despiadadamente las luchas obreras, como las de la T.A.P., TIMEX, Correos, etc. una voz proletaria se hubiera de pronto escuchado.
LOS LIMITES DE “COMBATE”.
En el Nº5 de WORLD REVOLUTION -publicación de la CCI en Inglaterra- habíamos escrito: “Lo que aparece es que la debilidad principal de “Combate” es su falta de claridad sobre la organización, combinada con cierto localismo. Sus artículos parecen defender una oposición abstracta a los “partidos” en vez de considerar la política reaccionaria de los partidos izquierdistas como una manifestación de su naturaleza capitalista. Esta actitud se relaciona, por parte de “Combate”, con el hecho que no ve la necesidad de organizarse de manera coherente y centralizada alrededor de una plataforma definida. Los artículos revelan también cierta tendencia a considerar la crisis actual en Portugal como un fenómeno portugués en vez de considerarlo como una manifestación de la crisis mundial del capitalismo; es más: aparece que tienen una conciencia limitada del hecho que los problemas que encuentra la clase obrera en Portugal solo pueden ser resueltos a nivel internacional.”
(WORLD REVOLUTION Nº5 “¿Qué Consejos Obreros?”)
Lo que decíamos se vio confirmado por la evolución ulterior de “Combate”. Los camaradas de la CCI han visitado y han discutido varias veces con “Combate” desde el verano del 75. Pero, desgraciadamente, estas discusiones fraternales no han hecho más que evidenciar una propensión, por parte de “Combate” hacia el localismo, el estancamiento teórico y el eclecticismo. En la situación portuguesa, que requiere por parte de los revolucionarios ideas particularmente claras, estas características negativas condujeron rápidamente a la aparición de una distancia que se fue agrandando entre las actividades de “Combate” y las necesidades de la clase obrera.
Los límites de “Combate” existían en su seno desde el principio, pero se convirtieron en freno real al desarrollo del grupo cuando empezó a teorizarlos. Cuando la lucha de clase en Portugal entró en su fase de calma temporal (durante y después del verano del 75), “Combate” empezó claramente retroceder. Probablemente desamparado por la retirada temporal del proletariado después de los acontecimientos de noviembre, “Combate” empezó a mostrar una tendencia neta hacia la defensa de la ideología “autogestionaria” e incluso la defensa de las luchas populistas y marginales. Esto vino acompañado, paralelamente, por parte de “Combate” de una indiferencia y una abstención casi completa frente a problemas políticos más generales que se le estaban planteando al proletariado portugués -y mundial- durante esos últimos meses. En respuesta a las recientes elecciones en Portugal, “Combate” publicó un título en primera página que proclamaba: “No a Otelo, No a Eanes, por una democracia directa” Con esas trivialidades, adornadas con un editorial en el cual la “Democracia Directa” se veía transformada en “Democracia obrera”, “Combate” se puso luego a sumergir sus lectores en un mar de artículos elogiando el “control obrero” y campesino de las empresas portuguesas” (“Combate”, Nº 43, Junio-Julio de 1976, artículos: “Cemento armado : una cooperativa de trabajadores y de habitantes, “Semprocil: una experiencia de control obrero”). La evolución de “Combate” no es ni accidental ni excepcional. Muestra el peso inmenso que la contrarrevolución le impone todavía a las fuerzas revolucionarias que surgen, un peso tan grande que llega a abreviar fácilmente el desarrollo positivo de un grupo, sobre todo en una situación en la cual el grupo no tiene ninguna continuidad teórica ni orgánica con el movimiento obrero del pasado. Es por esto que la evolución de “Combate” es importante: porque ayuda a los revolucionarios a evaluar las dificultades que encuentra hoy la clase obrera en su búsqueda permanente de claridad y de comprensión más profundas.
LOS ORIGENES DE COMBATE.
Las tareas que trató de cumplir “Combate” en la lucha de la clase portuguesa, no han sido nunca definidas claramente.” “Combate” comenzó en 1974, como una especie de “Colectivo autogestionario” centrado en una librería de Lisboa. Esta librería abría sus puertas, por turnos, a los obreros en lucha, y a los “grupos revolucionarios autónomos” como lugar para reunirse. Les prestaban también sus locales a las empresas autogestionadas -que son una característica corriente en la industria ligera portuguesa desde 1974- como depósito para sus mercancías. Respondiéndole a la carta de un lector, “Combate” afirmaba en uno de sus números, que la razón de ser del periódico era la de contribuir a la “autoorganización y la autodirección de la clase, ayudando a crear las condiciones que favorecen y aceleran esta autoorganización”. (Combate” Nº29). Aunque esta formulación es justa en sí, la tarea de “ayudar” a los trabajadores se concebía a menudo de una manera académica, en el sentido de una “desmitificación” de la ideología capitalista de Estado defendida por una supuesta clase “tecnócrata” que según “Combate” se apoderará de la sociedad, (una noción probablemente tomada de los escritos de James Burnham o de Paul Cardan). Por otra parte, “Combate” veía como tarea suya el intervenir en las “comisiones obreras” que aparecieron durante las luchas obreras en Portugal, para “unificarlas”. Estas comisiones se han convertido ahora, con el retroceso de la lucha de clase, en vehículos de la ideología autogestionaria en el proletariado.
A esta labor de “desmitificación” ideológica y de “unificación práctica” de la clase en Portugal, se sumaba un llamado, débil e incoherente, hacia el internacionalismo. Pero “Combate” solo comprendía este llamado en términos de “solidaridad internacional” de los trabajadores de todos los otros países - preferentemente aquellos que estaban viviendo igualmente experiencias “autogestionarias”- con los obreros de Portugal. “Combate” se desinteresaba completamente del combate por la creación de una organización internacional definida políticamente por la defensa de las posiciones de clase en el seno de la lucha de clase internacional. Aparentemente, la creación de un cuerpo de comunistas agrupados alrededor de una plataforma con un marco internacional claro, basada sobre las lecciones del pasado y del presente, sacadas de las luchas de la clase, era algo demasiado “teórico” para “Combate”. “Combate” insistía sin cesar sobre el hecho de que no era “ni leninista ni anarquista”, como si el problema de la organización revolucionaria pudiera resumirse en términos tan simplistas. Sin embargo “Combate” estaba siempre listo a emprender trabajos “comunes” con cualquiera, incluso con estalinistas, con tal de que existiera un vago denominador común de confusión entre los participantes. Un manifiesto publicado por “Combate” admitía cándidamente esta clase de frentismo:
“Todo nuestro trabajo tiene como único punto de referencia las posiciones prácticas defendidas en las luchas obreras. Y solo tiene como objetivo el contribuir a la unificación de las diferentes luchas en la lucha general de las masas proletarias y otros trabajadores. No somos un partido y no nos proponemos constituir un partido basado sobre el trabajo relacionado a nuestro periódico. Elementos y grupos colaboran con este trabajo, que sean de cualquier partido o sin partido, a condición de que desarrollen posiciones revolucionarias prácticas en las luchas obreras”. (Manifiesto de “Combate”).
Lo que significa exactamente “desarrollar posiciones revolucionarias prácticas” no está explicitado, pero sospechamos que se trata del caballo de Troya de la autogestión. Es así como, para “Combate”, todo el problema de la organización revolucionaria no es más que un vago “proyecto” arraigado en el localismo y sostenido por concepciones autogestionarias, un esfuerzo que combina a la vez las características anarquistas e izquierdistas. La labor de organizar y de “fomentar” luchas de clase, como luchas en el ejército y en la marina es una labor claramente establecida para “Combate”, como lo demuestra el extracto siguiente:
“Este periódico tiene como fin el ser un agente activo en el enlace de las diferentes luchas particulares, popularizando estas luchas y las experiencias organizativas que resultaron de ellas y acelerando de esta manera el desarrollo de las luchas obreras generalizadas. Es a partir de estas luchas y del desarrollo de la lucha generalizada que toda la elaboración de este periódico será fundada, y tendrá como resultado la profundización de las posiciones que tomamos. Este periódico es el primer eje de nuestro trabajo”.
Notemos ya que “Combate” basa la existencia de su periódico sobre contingencias, a saber, la existencia de “diferentes luchas particulares” sobre la cual “toda su elaboración, será fundada”. Al escribir esto “Combate” anuncia pues su propia desaparición al primer retroceso de las luchas, lo cual supone, o bien que ignora totalmente la manera en que se desarrolla la lucha proletaria, con sus explosiones, sus retrocesos y sus surgimientos bruscos, o bien que rehúsa toda actividad a partir del momento en que la clase retrocede momentáneamente. En ambos casos, se trata de una actitud irresponsable: efectivamente, hay que tener falta de responsabilidad para proponerse influenciar el movimiento tan fundamental para el destino de la humanidad como lo es el movimiento proletario, sin conocer sus rudimentos o previendo desertarlo apenas conozca el menor revés. Pero veamos la continuación de la cita:
“Íntimamente ligada al periódico existe la labor de suscitar la organización de asambleas de masa entre los trabajadores, los soldados y los marinos, o de trabajadores con soldados y marinos implicados en luchas específicas. Sabemos que es una labor difícil que requiere más que la simple preparación de las numerosas condiciones materiales como la defensa contra la represión de la burguesía. Pero no puede haber desarrollo y generalización de nuestra lucha sin la realización de asambleas de masa de obreros teniendo experiencias de luchas particulares y diferentes. Es este el segundo eje de nuestro trabajo…” (Ibid).
Aunque sea verdad que un grupo revolucionario interviene y práctica en las luchas de la clase obrera, sobre todo cuando el proletariado entero entra en un nuevo período de combatividad como hoy, la organización revolucionaria no prepara (y, en este terreno, no puede hacerlo) “las condiciones materiales” para la lucha revolucionaria de la clase (la creación de enlaces a gran escala entre los trabajadores en lucha, el lanzamiento de acciones de clase contra la represión de la burguesía y su Estado, etc.). Abundando en su primer papel de organización de asistencia social ofreciéndole sus servicios a la clase obrera, “Combate” se atribuyó, en idea, el papel de mayordomo de la revolución. ¡Una transformación equivalente a la del obscuro Clark Kent en Superman![1]
Las minorías revolucionarias del proletariado defienden la meta final general del movimiento proletario: el Comunismo. Su labor no es la de “organizar”, “unificar”, o “fomentar” luchas del proletariado. Es solamente la clase en su conjunto quién puede armar sus propios batallones, prepararlos en la lucha para el asalto final contra el bastión del poder burgués, el Estado, puesto que solamente el proletariado revolucionario en su conjunto quien puede convertirse en la clase dominante de la sociedad, y no una minoría de líderes y de “tácticos auto - designados”. Las concepciones de “Combate” sobre su propia función no son solamente desproporcionadas, por el hecho que no se basan sobre una definición clara de los principios políticos de la organización revolucionaria y de las responsabilidades de los militantes de esta, sino que llegan igualmente y en fin de cuentas a dejar el enemigo de clase participar en los “proyectos revolucionarios prácticos”. Los estalinistas, los populistas del COPCON, de la variedad PRP, los trotskistas aislados, etc., todos, según “Combate”, tienen su grano que aportar, por poco que se inclinen ante los misterios del “control obrero” y de la “autogestión”. Su contribución sería seguramente aprobada por “Combate” si añadieran frases resueltas contra la creación de “partidos políticos” puesto que, para “Combate” esta creación significa automáticamente “leninismo”. Claro, partiendo de tal concepción, no hay ninguna razón para que Otelo[2] no pueda tener también su contribución a aportar a título individual a los esfuerzos de “Combate”.
La experiencia portuguesa, después de otras, nos ha demostrado que detrás de la etiqueta “apartidaria” se agrupan a menudo batallones ligeros y francotiradores del Capital. Estos, en vez de enfrentar abiertamente el movimiento de la clase, intentan al contrario adular sus titubeos con el fin de desviarlo. Cuando los obreros comienzan a sublevarse contra los partidos burgueses, los “apartidarios” tratan de dirigirlos contra todos los partidos incluso organizaciones que la clase ha hecho surgir históricamente en su esfuerzo de toma de conciencia. Incapaz de hacer desaparecer la desconfianza que sus partidos y mistificaciones clásicas le inspiran a la clase obrera, el capital trata de extender esta desconfianza hasta las organizaciones revolucionarias que defienden el programa histórico del proletariado con el fin de despojarlo de sus instrumentos fundamentales de lucha y de su autonomía de clase.
En Portugal como en otras partes en donde la burguesía se encuentra sin aliento, esta frase secular “nada de partidos políticos” expresa de hecho los intereses del aparato de Estado en sus tentativas de sumergir la autonomía de la lucha de clase bajo la hegemonía “apolítica” del capitalismo de Estado portugués.
EL INTERNACIONALISMO EN EL ESTILO DE “COMBATE”.
Para explicar los acontecimientos portugueses, “Combate” escribió: “la situación inaguantable de la burguesía portuguesa en sus colonias, la incapacidad de vencer militarmente el pueblo de las colonias fue uno de los factores que han vuelto de lo más urgente para la burguesía el “cambio” de su política y la ha conducido a buscar en la paz militar, soluciones políticas y económicas neo – colonialistas”.
La multiplicidad de las huelgas y de las luchas que los obreros portugueses han emprendido le han mostrado a la burguesía que el aparato represivo del régimen Caetano estaba ya completamente inadaptado para tratar de contener y de reprimir esas huelgas. La burguesía quería entonces permitir el “derecho de huelga”, al mismo tiempo que ponía a la cabeza del aparato sindical elementos reaccionarios opuestos a la práctica de la huelga.
“Las clases y las capas explotadoras necesitaban también adaptar el aparato de Estado a la resolución de los graves problemas económicos que se acumulaban sin que el gobierno de Caetano sea capaz de encontrar una solución cualquiera. La inflación, la necesidad de intensificar el desarrollo industrial, las relaciones con el Mercado Común, la emigración, todo pedía una reorganización urgente y a gran escala del aparato de Estado” (Manifiesto de “Combate”, p 1).
Como se puede ver aquí, las explicaciones de “Combate” al golpe de Estado de Abril del 74, no superaba el marco estrecho del localismo. Una visión del golpe de Estado estrictamente circunscrita al contexto portugués: inflación galopante, necesidad de integrar la economía portuguesa más completamente en el Mercado Común, la ola ascendente de luchas de clase en Portugal... todos estos son aspectos de la realidad del Capital portugués como parte del sistema capitalista internacional. La crisis portuguesa fue, en otros términos, una expresión, un momento de la crisis mundial del capitalismo que marcó el fin del “boom” de la post - guerra. Sin embargo, Combate consideró la lucha de clase en Portugal como un fenómeno esencialmente portugués. Era como si el mundo entero girará alrededor de Portugal y alrededor del proletariado portugués. La fuerte afluencia de izquierdistas a Portugal le dio cuerpo a esta ilusión y contribuyó a la atmósfera de euforia engendrada por “la revolución de los claveles”. De la misma manera que Chile bajo Allende se había convertido en un gran laboratorio para las diversas experiencias izquierdistas de “socialismo”, Portugal se vio transformado en un centro vital de mistificaciones izquierdistas. Pero por el hecho que, contrariamente a Chile, Portugal pertenece a Europa occidental, constituye un terreno aún más propicio para el izquierdismo. Como eslabón importante en el dispositivo de la OTAN y como nación sólidamente integrada a la economía europea, Portugal se ha vuelto un verdadero El Dorado para los empresarios izquierdistas.
En un país relativamente atrasado, en donde el movimiento obrero ha sufrido una atomización inmensa en el curso de los cincuenta últimos años, en donde una tradición política revolucionaria fuerte y coherente no ha existido jamás, el surgimiento de luchas de clase importantes estaba predestinado a darle a los revolucionarios en ese país una falsa impresión de triunfo, sobre todo si su entusiasmo no era temperado por una comprensión rigurosa de la lucha de clases internacional y de sus perspectivas. Este optimismo institucionalizado, este triunfalismo ingenuo tenía que ir de par, a nivel práctico, con una actividad inmediatista y prejuicios localistas frente a las implicaciones del desarrollo de la crisis internacional del capitalismo y de la lucha del proletariado.
En enero de 1976, un miembro de “Combate” escribía: “yo diría que la lucha de clases en Portugal es ideal y pura: los productores se encuentran en lucha contra los expropiadores, una lucha casi sin mediación institucional, integrada al aparato de explotación”. El autor continúa hablando del nuevo régimen portugués como de un “estado capitalista degenerado”, degenerado sin duda por una clase obrera con “una gran conciencia y una gran capacidad política” (Joao Bernardo, “Portugal, economía y política de la clase dominante”. Londres 1976 p. 2)
Para el localista, el mundo entero gira alrededor de él y de sus pequeños “proyectos”. El localismo solo tiene una visión de la lucha proletaria “día a día”. Se pierde cuando trata de generalizar tales experiencias a un nivel más global. Por ello, el nacionalismo es siempre algo inherente al localismo en sus perspectivas, puesto que este último es incapaz de apreciar el peso y el significado de la situación inmediata en relación con los problemas y los acontecimientos de orden más general. Los localistas solo encuentran nuevos “alimentos” en su medio ambiente inmediato y de origen, en una discusión individual con un trabajador, una carta de una empresa autogestionada vecina o en los “dicen que” de la vida cotidiana. El tener cierta “presencia física” en las “luchas cotidianas” de los obreros les da a los localistas una opinión exagerada de sí mismos que les incita a asumir su papel de interprete de las aspiraciones y de la conciencia locales del proletariado. Si la lucha se profundiza, los localistas (que tienen tendencia a volverse super - activistas en tales condiciones) conocen su día de gloria: hinchan la amplitud de la lucha olvidando todo sentido de proporción, se llenan de un entusiasmo sin reflexión y hacen predicciones mesiánicas. Pero cuando la lucha retrocede, el localista se queda varado, sintiéndose “traicionado” por la lucha de clase. El pesimismo, la “teorización” académica del aislamiento individual o bien la adhesión cínica a los puntos de vista del izquierdismo son las consecuencias que esto acarrea. En resumen, la estabilidad política de los localistas es siempre ínfima y no tiene ningún valor positivo para la lucha proletaria.
Para “Combate” también el optimismo fundado sobre un análisis superficial de los acontecimientos locales se desvaneció para ser reemplazado por el pesimismo, cuando la lucha de clase en Portugal emprendió un periodo de retroceso. A principios de 1976, “Combate” comenzó a hacer un balance de su trabajo internacional.
“ Notamos que para los grupos que afirman defender la lucha autónoma de los obreros y que escriben algunas veces a “Combate”, existe casi siempre en una sola preocupación: la discusión de los conceptos teóricos en general, de manera idealista e independiente de las experiencias reales de las luchas proletarias, con el fin, por encima de todo, no de hacer propaganda por las nuevas formas de organización social que el proletariado en lucha ha creado, sino de hacerle publicidad a su propio grupo político que consideran como el depositario de recetas teóricas sin las cuales el proletariado no se puede salvar. Cuando estos grupos publican textos de “Combate”, son casi siempre editoriales. Los grupos que publican en el extranjero los textos de trabajadores o las entrevistas con una cantidad mínima y es esta la parte que nosotros consideramos más importante para conocer el estado de la organización, las formas de lucha y la conciencia de los obreros portugueses, a fin de desarrollar esas formas de lucha internacionalmente. Casi dos años de correspondencia nos han convencido del hecho que esas organizaciones confunden el mundo gigantesco de la lucha de clase con el mundo microscópico de las luchas de organización” (En “Internacionalismo, la lucha comunista y la organización política”. ” Suplemento a “Combate”, nº36)
Prefiriendo los telescopios a los microscopios, “Combate” nos explica lo que quiere decir con “mundo gigantesco de la lucha de clase”:
“Desde el principio de nuestro periódico, hemos tratado de hacer que los grupos y los camaradas de otros países que tienen una práctica análoga unan sus fuerzas para establecer relaciones entre los trabajadores. (Un ejemplo: muy reciente, los obreros de TIMEX dijeron que era muy difícil entrar en contacto con los obreros de esta multinacional en otros países, porque no pueden hablar por teléfono con los obreros sino con los patrones que boicotearon tales contactos). ¿No sería más fácil que los grupos que tratan de dinamizar las luchas de los trabajadores trabajarán con vistas a hacer estos contactos posibles?” (ibid.)
Pobre proletariado, su mundo gigantesco es tan amplio que necesita el dinamismo de grupos como Combate para atravesar espacios tan vastos. ¿Cómo podrían unificarse las luchas si esta no tuviera una red de comunicaciones correcta establecida para ella por las hadas tan listas que son las “organizaciones revolucionarias” trabajando horas extras para marcar bien los números de teléfono? pero “Combate”, no quiere ser considerado simplemente como una central telefónica cómoda; su papel de mayordomo revolucionario no puede limitarse a esto y, en algún lugar le debe quedar sitio para la teoría:
“Nosotros no queremos decir que no consideremos la discusión de problemas teóricos como importante, o que estos no puedan ser ampliados por las diferentes prácticas de lucha en los diferentes países. Pero en nuestra comprensión de esto, la plataforma para la unidad del proletariado revolucionario está inscrita en las formas de organización que se han desarrollado con las luchas autónomas y en la conciencia que es producto de ellas, y no en un sistema ideológico cualquiera particular, relacionado con disputas teóricas. Para nosotros, es más importante contribuir a las formas concretas de lucha que han hecho estallar las fronteras y que han permitido a los trabajadores el establecer relaciones directas en la lucha común contra el capitalismo” (ibid.)
Desgraciadamente, para “Combate” la “teoría” es tributaria de una relación mecánica puramente inmediata y subordinada a las “formas concretas de lucha” fragmentarias de la época actual, sin que ninguna consideración le sea atribuida al aspecto histórico de la conciencia de clase, ligada, como lo es, a toda la experiencia del proletariado internacional, adquirida después de más de 130 años de luchas.
Esta confusión de “Combate” es el resultado de una incoherencia total en cuanto a las metas comunistas de la clase obrera, el papel del partido y de los órganos de masa proletarios: los consejos obreros. “Combate” no logra comprender el periodo actual de decadencia del capitalismo, la imposibilidad de conquistar mejoras duraderas, la naturaleza reaccionaria de los partidos izquierdistas (reaccionarios no porque se “limitan” a la autogestión, sino por su defensa del capitalismo durante los 50 últimos años de contrarrevolución) y que implica verdaderamente el internacionalismo para la clase obrera. En resumen, “Combate”, so pretexto de rechazar lo que considera como simples “disputas teóricas” manifiesta una indiferencia prácticamente total con respecto a la claridad en el seno de la lucha revolucionaria de la clase y en cuanto a la necesidad de una plataforma coherente en la lucha de clase. La conciencia de clase es un elemento histórico en la lucha del proletariado no renace cada día de la nada engendrada por cada acción fragmentaria de individuos de la clase obrera. Del mismo modo, el internacionalismo no es un intercambio ad hoc, hecho según el azar, de “experiencias concretas” de tales o cuales individuos o sectas que actúan con una concepción implícitamente federalista del estilo “les ayudaré si me ayudan”. Tales “experiencias concretas” no hacen estallar ninguna frontera, si no es en la cabeza de los elementos que las adoran beatamente.
De hecho, detrás de esta actitud de prosternación ante cada una de las luchas “concretas” y de desprecio ante las experiencias pasadas, detrás de esa visión endulzada del internacionalismo, reside una visión estrecha y mezquina del proletariado. Éste deja de ser un ser social que tiene una unidad histórica y geográfica para convertirse en simple suma y yuxtaposición de obreros o de empresas cuyo movimiento histórico hacia el comunismo se reduce a una acumulación cotidiana de “experiencias prácticas”, de “nuevas formas de organización” que prefigurarían las relaciones sociales de esta sociedad. Se llegó entonces, de una manera insensible y no confesada, a la visión gradualista que cree que el comunismo se puede construir por etapas, en el seno del capitalismo, mientras que el Estado burgués sigue ejerciendo su tutela sobre el conjunto de la vida social.
Una aberración tal es parecida a la teoría de Berstein, con la diferencia que se le han añadido adornitos agradables como la autogestión y otras baratijas ideológicas de los últimos 50 años de contrarrevolución, como la defensa de las luchas marginales, la defensa de los “pueblos oprimidos”, etc. La idea del “socialismo en un solo país” generalizada por el estalinismo no es ajena a esta teorización confusa. Así es que “Combate” afirma que “las formas sociales comunistas pueden ser creadas durante un momento en ciertos casos particulares, sin que la sociedad entera haya llegado a ellas ni haya transformado las simples formas sociales en organización económica comunista real. (ibid.) “Combate” no parece haber notado el papel que ha jugado la ideología autogestionaria en la lucha de clase en Portugal, en la ayuda a la salvación de la producción capitalista. Al contrario, “la autogestión”, las “formas comunistas” de gestión de firmas capitalistas son presentadas por “Combate” como la “solidaridad de los obreros” en la lucha. Las recetas titistas, Benbelistas[3] cocinadas a la manera no doctrinaria típicamente de “Combate” quieren evitar sembrar la confusión en las luchas obreras con el mundo “microscópico” de la lucha entre las organizaciones, y, simplemente ahogan la lucha de clase en el pantano macroscópico de la contrarrevolución. Cuando “Combate” reclama la “autonomía” para las masas, de hecho, su llamado no tiene nada que ver con las masas; es simplemente la petición de “Combate” para que se le permita continuar deformando el significado del comunismo, con su manera tan práctica, tan concreta, tan apocalíptica y tan “autónoma”. Es una defensa de la autonomía organizativa que pide que se le dispense de la búsqueda de la crítica principal de las organizaciones comunistas que reconocen la importancia absolutamente vital de la clarificación y de la ausencia de confusión en la lucha de clase.
LA EVOLUCION ULTERIOR DE “COMBATE”.
El destino de “Combate” es el de un grupo que trata de situarse sobre el terreno de la lucha de la clase obrera, pero que no han logrado ver que esto implica la ruptura con todo el fango ideológico del capitalismo decadente. Ningún grupo puede hoy quedarse en el “no man’s land” entre las posiciones izquierdistas, “consejistas” vagas y las posiciones comunistas del proletariado. En último análisis, una frontera de clase para las unas de las otras. Para “Combate” evolucionar positivamente hubiera consistido en comprender la necesidad de un reagrupamiento internacional de revolucionarios en el seno de una organización que defienda las posiciones de clase clarificadas por la lucha histórica del proletariado internacional. Esto no se produjo (y quizás, a causa de la confusión engendrada por la “revolución de los claveles” era imposible que esto se produjera).
A partir de cierto punto, la evolución de “Combate” se volvió negativa y el grupo se convirtió en portavoz de numerosas mistificaciones izquierdistas, pretendiendo al mismo tiempo ser “el reportero” de las actividades de los obreros. Las preocupaciones favoritas habituales de la política libertaria se han puesto cada vez más de moda en las páginas de “Combate”, con artículos sobre el aborto, reproducciones de publicaciones extranjeras como las de “International Socialism” en Inglaterra, sobre los problemas de mujeres, o bien artículos sobre los problemas raciales, reproducidos sin críticas de “Race Today”, etc. Los problemas esenciales a los cuales está confrontada la lucha proletaria tienen cada vez menos espacio en “Combate”. La necesidad del internacionalismo en la lucha de clase, por ejemplo, “Combate” lo enfoca de manera ambigua, con semi verdades y truismos sobre el tema, que solo tienen a esquivar toda responsabilidad organizativa frente a este aspecto fundamental de la lucha de clase obrera. “Combate”, al igual que muchas corrientes confusas, puedes estar de acuerdo sobre casi todos los puntos con un grupo comunista siempre que el acuerdo pueda ser dado sin convicción y no implique ninguna consecuencia política. ¿Como no ver que esto representa la puerta abierta al oportunismo invertebrado?
LAS DIFICULTADES ENCONTRADAS POR LOS REVOLUCIONARIOS EN PORTUGAL Y EN ESPAÑA.
Las limitaciones objetivas de hoy encuentran su origen en el desconcierto, la desmoralización y la confusión reinante sobre dos generaciones del proletariado mundial que han sufrido los peores golpes de la contrarrevolución. Mientras que el nivel de la lucha de clase que se eleva actualmente plantea las condiciones necesarias para la formación de los grupos revolucionarios, este periodo está todavía infectado por las aberraciones ideológicas y los vestigios del período precedente. Hoy, si los grupos que surgen no arraigan sólidamente su actividad en un marco internacional coherente, tarde o temprano emprenderán el camino de la descomposición teórica y práctica. Marx decía que las ideas de las generaciones muertas pesan como una pesadilla en los cerebros de los vivos. La evolución negativa de “Combate” ilustra esta verdad de manera evidente.
Portugal y España representan hoy ejemplos específicos de la difícil situación en que se encuentran los revolucionarios. El atraso político y económico de estos dos países débiles de Europa ha acarreado el hecho de que el proletariado de estos países ha tenido tendencia a propulsarse en la arena política desde el principio de la crisis económica. Para desviar las luchas del proletariado, las fuerzas izquierdistas aparecieron también en España y Portugal, anunciándole al mundo entero que el proletariado se tenía que ahogar en todo el “pueblo revolucionario”. Las tentativas del izquierdismo para diluir la clase obrera en el frente común del “pueblo” le abren así las puertas a toda una mistificación que la izquierda utiliza para arrastrar al proletariado tras las necesidades del capital nacional.
Gracias a los izquierdistas, toda una mitología ha tomado cuerpo a propósito de la “Revolución portuguesa” de 1974 en Portugal. Los mismos sucederá mañana en España. En Lisboa y en Porto, los izquierdistas pregonarán la necesidad de “defender” la supuesta “revolución”, mientras que al mismo tiempo se empeñan en desviar sistemáticamente las luchas autónomas de los obreros hacia callejones sin salida, como la “independencia nacional “o la “autogestión obrera”. Toda la campaña Indignante, a favor de los “comités populares”, “la democracia popular”, “la democracia de base”, los “consejos obreros” (¡), las “inter empresas”, todas esas mentiras lamentables fueron utilizadas a fondo por los izquierdistas en Portugal. En Portugal era prácticamente imposible nadar contra esa corriente de mentiras, de confusión y de falsas esperanzas engendradas de manera histérica por el izquierdismo. Al principio, “Combate” parecía capaz de hacerlo. Pero el error de “Combate” fue el considerar que el auge de las luchas de clase en Portugal era el signo precursor inmediato para una transformación social total en Portugal. No llegó a comprender que la lucha de los obreros portugueses era un eslabón en la cadena internacional de la lucha de clase y que, lo que prometía el proletariado portugués debía ser considerado como lecciones que se adquieren en la lucha de hoy y que culminarán en la lucha revolucionaria del proletariado internacional en los años venideros.
Sin embargo, “Combate” sobreestimó los acontecimientos de Portugal, y, más tarde, comprobó que era incapaz de formular un análisis comunista serio de lo que sucedía. Ponía en primer plano la autogestión y las luchas “cotidianas” de la clase obrera en Portugal. Existía evidentemente un auge muy fuerte de la combatividad en Portugal que exigía la intervención de un grupo revolucionario al máximo de sus posibilidades. Pero esta intervención solo podía ser sistemática y aportar sus frutos, fundándose sobre una concepción internacional clara de la lucha de clases global.
Ingenuamente, “Combate” no reconoció la necesidad de tal clarificación. Creía que la claridad política surgiría espontáneamente de las luchas “cotidianas” de la clase obrera portuguesa. Por ello, para “Combate”, no había ninguna necesidad fundamental de relacionarse con grupos fuera de Portugal. Lo único que afirmaba era una vaga noción de “internacionalismo”, que, a lo máximo, equivalía a un sentimiento vago de solidaridad moral con sectores dispersos de la clase. Su defensa de “lazos” permanentes entre los trabajadores se reducía el miedo de que los trabajadores mismos fueran incapaces de establecer una solidaridad de clase durante un auge revolucionario, y, de hecho, no era nada menos que una defensa de las ideas de autogestión, elevadas a un nivel “internacional”. En apariencia, diferentes sectores de la clase, unidos por “lazos” permanentes, podrían luchar mejor para obtener reformas. Pero tal lucha es hoy Imposible, en un mundo asediado por la crisis histórica del capitalismo. Para los revolucionarios, preconizar “lazos” o “relaciones” basados sobre ilusiones reformistas del proletariado, es sembrar confusión y bajar el nivel de conciencia de clase surgido durante las duras batallas de la clase tales y como las que se desarrollaron en Portugal en 1974 y 1975.
La descomposición de “Combate” es una pérdida para el movimiento revolucionario de hoy. Es una pérdida cuando se piensa en lo que “Combate” y grupos similares hubieran podido dar si hubieran evolucionado positivamente. Pero en su estado actual, ese tipo de grupo funciona como una barrera para el desarrollo de la conciencia del proletariado: se convierten en obstáculos a la cohesión organizativa y al reagrupamiento sobre la base de los principios revolucionarios.
A partir de ese momento, en ausencia de un enderezamiento cuya posibilidad se aleja cada vez más a medida que se hunden en sus propios errores y, sobre todo, que los teorizan, tales grupos no pueden resistir mucho tiempo a la terrible contradicción a la cual se ven sometidos, entre sus propios principios revolucionarios de origen y la terrible presión de la ideología burguesa que dejaron penetrar en su seno al negarse a dar a esos principios una base clara y coherente fundada sobre las necesidades de la experiencia histórica de la clase. La alternativa que se plantea ante ellos es simple: - o bien resuelven la contradicción atravesando el Rubicón y se pasan al terreno capitalista con el abandono de principios que les estorban cada vez más, o bien, más sencillamente, desaparecen dislocados por esta contradicción. Es probablemente esto lo que le va a suceder a “Combate”, cuya desaparición, como hemos visto, está ya inscrita en filigrana en la plataforma sobre la cual basaron su existencia. Si un grupo así no logra - como es muy probable- volver a subir la corriente de la confusión, es esta, en fin, de cuentas, la única evolución que responde a la necesidad vital de posiciones comunistas claras en el movimiento obrero.
NODENS
[1] Nota de la publicación presente (2021): en la película Superman el personaje de vida “normal” que repentinamente se transforma en héroe se llama Clark Kent.
[2] Nota de la publicación presente (2021): Otelo Saraiva de Carvalho es un militar izquierdista de tendencia maoísta que trató de desviar las luchas proletarias en Portugal (1974-75) hacia un terreno de capitalismo de estado extremo: nacionalizaciones, apoyo al bloque ruso. Fue apadrinado por el régimen cubano: en una visita a La Habana “el 26 de julio de 1975, Saraiva de Carvalho será homenajeado por Fidel Castro en persona. El presidente cubano consideraba al carismático líder militar "un héroe de la revolución portuguesa contra el fascismo, el imperialismo y la reacción", y así se lo hizo constar en su presencia. Asimismo, el auditorio cubano, enfervorizado, coreó: "Cuba, Portugal, unidos vencerán", pues estaban convencidos de que en el pequeño país ibérico triunfaría una revolución” (Wikipedia).
[3] Nota de la publicación presente (2021): el artículo habla de “titismo” y “benbelismo”, ideologías de izquierda del capital entonces de moda. Tito (1892-1980) fue dictador de la Yugoslavia “comunista” donde disfrazó el capitalismo de estado extremo propio del estalinismo con una fachada de “autogestión”. Ben Bella (1916-2012) fue el primer dirigente de la Argelia “liberada” de la dominación francesa y el impulsor del régimen de partido único del FLN (Frente de Liberación Nacional) que desde entonces gobierna el país con mano de hierro. Para hacer tragar esta dominación capitalista basada en el partido único y en la nacionalización extrema de la economía, Ben Bella la adornó con “propuestas de autogestión”. En 1965 fue derrocado por el ejército.