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Introducción
La crisis económica mundial está empeorando ahora de manera drástica. Concretamente, y sin duda alguna, la clase obrera de todo el mundo sufrirá la explosión del desempleo, la explotación, la precariedad y la pobreza.
Con este nuevo paso, el capitalismo va más allá en el camino de su decadencia, lo que obliga a las organizaciones revolucionarias a aclarar las siguientes cuestiones:
1) ¿Cuál es el significado histórico de esta crisis en ciernes, la más grave de la decadencia, incluida la que comenzó en 1929?
2) ¿Cuáles son las implicaciones del que los efectos de la descomposición de la sociedad tendrán un peso muy importante en la evolución de esta nueva fase de la crisis abierta de la economía capitalista?
Al mismo tiempo, hay que tener cuidado con una visión inmediatista y economicista de la crisis, como se argumenta en el informe que presentamos: evitar cualquier pronóstico arriesgado, teniendo en cuenta las sobreestimaciones pasadas por nuestra parte en cuanto al ritmo de la crisis y una cierta visión catastrofista con la idea de que la burguesía estaba en un punto muerto. Además de la falta de dominio de la teoría de Rosa Luxemburgo, subestimamos la capacidad del capitalismo de Estado para actuar frente a las manifestaciones de la crisis abierta, para acompañar su crisis histórica cada vez más profunda y permitir así la supervivencia de este sistema[1]. Sus armas: la intervención permanente en el campo económico, la manipulación y la trampa con la ley del valor... Al hacerlo, la burguesía ha mantenido la ilusión dentro del proletariado de que el capitalismo no es un sistema en bancarrota, siendo sus convulsiones sólo transitorias, producto de crisis cíclicas necesariamente seguidas de un período de desarrollo general intensivo.
En los siglos XVIII y XIX, las grandes naciones capitalistas se enzarzaron en una frenética carrera por conquistar nuevos mercados y territorios. Pero alrededor de 1900, se encontraron con un pequeño problema: la tierra era redonda y no tan grande. Así, incluso antes de que estallara una crisis económica mundial, las tensiones imperialistas alcanzaron su punto culminante, estalló la guerra mundial y el capitalismo entró en decadencia.
La guerra de 1914-18 fue la manifestación de la más extrema barbarie, consecuencia del hecho de que "En una cierta etapa del desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en conflicto con las relaciones de producción existentes (...) De formas de desarrollo de las fuerzas productivas estas relaciones se convierten en sus trabas". (Prefacio a la Crítica de la Economía Política, 1859[2]).
Sólo a finales de los años 20 las diferentes burguesías nacionales se enfrentarán por primera vez a la manifestación directamente "económica" de esta entrada en decadencia: la crisis de sobreproducción generalizada e histórica. Citamos de nuevo a Marx:
"Cuanto más se desarrolla la producción capitalista, más se ve obligada a producir a una escala que no tiene nada que ver con la demanda inmediata, sino que depende de una constante expansión del mercado mundial (...) [Porque] la mercancía tiene que ser convertida en dinero. La demanda de los trabajadores no es suficiente, ya que el beneficio surge precisamente del hecho de que la demanda de los trabajadores es menor que el valor de su producto. La demanda de los capitalistas entre ellos es igualmente insuficiente." (Teorías del Valor Excedente Parte 2, Capítulo 16). "Si finalmente se dice que los capitalistas sólo tienen que intercambiar y consumir sus mercancías entre ellos, entonces se pierde de vista toda la naturaleza del modo de producción capitalista; y también se olvida el hecho de que se trata de expandir el valor del capital, no de consumirlo". (Capital Volumen 3, Capítulo 15).
En otras palabras, la crisis de sobreproducción generalizada que apareció a plena luz del día en 1929 no está vinculada a un tipo de disfunción que la burguesía pueda regular o superar. Al contrario, es la consecuencia de una contradicción fundamental e insuperable inscrita en la naturaleza misma del capitalismo.
Las burguesías nacionales sacaron lecciones de la catastrófica crisis de 1929: la necesidad de desarrollar el capitalismo de Estado y de establecer organizaciones internacionales para gestionar la crisis de manera que no se reproduzca el error de las políticas proteccionistas.
Al final de la Segunda Guerra Mundial, la burguesía puso en práctica las lecciones de 1929. El boom de la posguerra sembró la ilusión de que el capitalismo había recuperado la prosperidad, borrando momentáneamente la pesadilla de la Gran Depresión de los años 30 y los horrores de la guerra. Pero, inevitablemente, las contradicciones inherentes a la naturaleza misma del capitalismo permanecieron ¡su crisis histórica no había desaparecido! Esto es lo que revela el retorno de la crisis abierta de 1967-1968.
Desde entonces, desde los planes de estímulo hasta recesiones más profundas, la burguesía se ha visto atrapada en una precipitada carrera hacia el endeudamiento, en un intento de desplazar constantemente hacia el futuro los efectos de la bancarrota histórica de su sistema. La deuda mundial se ha vuelto cada vez más masiva, no sólo de forma absoluta sino también en comparación con la evolución del PIB mundial. Al mismo tiempo que esta precipitada carrera, los países centrales cambiaron la organización de la economía mundial:
- Durante los años setenta, el aumento del gasto público, el fin de los acuerdos de Bretton Woods y la política de Derechos Especiales de Giro, la apertura de créditos a los países más débiles, permitieron mantener un nivel de crecimiento que dio la ilusión de que, a pesar de la "crisis del petróleo", el capitalismo seguía siendo dinámico;
- En el decenio de 1980, tras la grave recesión de principios del decenio, secciones enteras de la producción se trasladaron a zonas donde la mano de obra era barata, como en China. Para ello, se necesitaron inversiones colosales que fueron posibles gracias a una amplia "liberalización" financiera a escala mundial. Este es el comienzo de la "globalización".
- En los años noventa, tras la caída del bloque del Este, se reforzaron las organizaciones internacionales, dando lugar a una estructura de "cooperación internacional" en el plano monetario y financiero, a la coordinación de las políticas económicas con el establecimiento de cadenas de producción internacionales, a la estimulación del comercio mundial mediante la eliminación de las barreras aduaneras, etc. Este marco se establece evidentemente por y para los países más fuertes: conquistar nuevos mercados, deslocalizar su producción, apropiarse de las empresas más rentables de los países más débiles...
Si esta "cooperación internacional" ha sido capaz, en cierta medida y durante un tiempo, de frenar y mitigar los efectos de la economía de todos los Estados, ha sido incapaz de frenar la tendencia subyacente inherente a la entrada del capitalismo, al mismo tiempo, en su fase de descomposición.
- El recurso sistemático de todos los Estados a un endeudamiento masivo para responder a la falta de salidas comerciales también fue una política arriesgada, que provocó la crisis financiera de 2008 que dio lugar a un endeudamiento aún mayor. La "organización mundial de la producción" comenzó a verse sacudida en la década de 2010; China, después de haberse beneficiado enormemente de los mecanismos del comercio mundial (OMC), comenzó a desarrollar un "circuito" económico, comercial e imperialista paralelo (la Nueva Ruta de la Seda). En julio de 2017, Alemania aprobó un decreto por el que se bloqueaba la venta de empresas nacionales estratégicas a inversores extranjeros. La guerra comercial se intensificó aún más con el ascenso al poder de Trump. Estos fenómenos demuestran sin duda alguna que el capitalismo encuentra cada vez más dificultades para llevar cada vez más lejos los límites del modo de producción capitalista, como fue el caso de la globalización
Hoy en día, la burguesía ha acumulado una inmensa experiencia en la reducción de los efectos de su crisis histórica, prolongando así su agonía aún más. Por lo tanto, debemos ser extremadamente cuidadosos con nuestras previsiones y tener cuidado con cualquier catastrofismo. En el actual empeoramiento de la crisis económica mundial, son sobre todo las principales tendencias históricas subyacentes las que debemos destacar.
A partir de 1929, la burguesía aprendió a apoyar su economía en declive, en particular mediante la "cooperación internacional". Incluso en 2008, el famoso G20 demostró esta capacidad de las grandes burguesías para mantener una cierta cohesión a fin de gestionar la crisis con el menor daño posible. El año 2020 marca la creciente dificultad de mantener esta organización mundial, la irracionalidad ligada a la descomposición que golpea las más altas cumbres del Estado. El Cada uno a la suya, que ha salido a la luz con la calamitosa gestión de la pandemia, es su expresión más espectacular. Esta fuerza centrífuga tiene dos raíces:
- El inexorable empeoramiento de la crisis económica mundial está exacerbando la lucha a muerte entre todas las naciones rivales. Obsérvese que, a diferencia de 2008, los más afectados son los países centrales (Alemania, China y sobre todo los Estados Unidos) y que, si la quiebra de los bancos fue entonces provocada principalmente por la especulación inmobiliaria, hoy en día son las empresas directamente productivas las que están en peligro.
- La descomposición, que afectó en primer lugar a las naciones en sus relaciones imperialistas, también está comenzando a golpear sus capacidades de gestión de la economía. Esto significa un empeoramiento de la perspectiva identificada por la resolución sobre la situación internacional de nuestro último congreso internacional:
"El desarrollo actual de la crisis, a través de las crecientes perturbaciones que provoca en la organización de la producción en una vasta construcción multilateral a nivel internacional, unificada por reglas comunes, muestra los límites de la 'globalización'. La necesidad cada vez mayor de unidad (que nunca ha significado otra cosa que la imposición de la ley del más fuerte sobre el más débil) debido al entrelazamiento "transnacional" de la producción altamente segmentada país por país (en unidades fundamentalmente divididas por la competencia donde cualquier producto se diseña aquí, ensamblado allí con la ayuda de elementos producidos en otro lugar) choca con la naturaleza nacional de cada capital, con los límites mismos del capitalismo, que está irremediablemente dividido en naciones competidoras y rivales. Este es el grado máximo de unidad que es imposible de superar para el mundo burgués. La profundización de la crisis (así como las exigencias de la rivalidad imperialista) está poniendo a prueba las instituciones y mecanismos multilaterales" (Punto 20)[3].
Lo que vemos es que, en respuesta a la pandemia, se ha empezado a desarrollar un avance muy significativo en las medidas de "reubicación nacional" de la producción, la preservación de sectores clave en cada capital nacional, el desarrollo de barreras a la circulación internacional de bienes y personas, etc., que sólo puede tener consecuencias muy graves para la evolución de la economía mundial y la capacidad general de la burguesía para responder a la crisis. El declive nacional sólo puede empeorar la crisis, conduciendo a una fragmentación de las cadenas de producción que anteriormente tenían una dimensión global, que a cambio sólo puede causar estragos en las políticas monetarias, financieras, comerciales... Esto podría llegar a bloquear e incluso provocar un colapso parcial de algunas economías nacionales.
Es demasiado pronto para medir las consecuencias de esta relativa parálisis del aparato económico. Sin embargo, lo más grave y significativo es que esta parálisis se está produciendo a nivel internacional.
La actual aceleración de la crisis económica mundial forma parte de la evolución general de la decadencia del capitalismo. Más allá de los fenómenos visibles vinculados a la actual "crisis abierta", lo que nos importa es comprender mejor el reforzamiento de las profundas contradicciones del capitalismo y, por tanto, el agravamiento de su crisis histórica.
Informe sobre la crisis económica
Preámbulo
En cuanto a la crisis económica, hay aspectos centrales que podemos señalar claramente:
1) La crisis que se avecina será, en su alcance histórico, la más grave del período de decadencia, superando en este aspecto a la que se inició en 1929.
2) Lo novedoso en la historia del capitalismo es que los efectos de la descomposición tendrán un peso muy importante en la economía y en la evolución de la nueva fase abierta de la crisis.
Sin embargo, más allá de la validez de estas previsiones generales, la situación sin precedentes que se ha abierto estará más que nunca dominada por una fuerte incertidumbre. Más precisamente, en la etapa actual alcanzada por la crisis histórica de sobreproducción, la irrupción de la descomposición en el terreno económico perturba profundamente los mecanismos del capitalismo de Estado destinados a acompañar y limitar el impacto de la crisis. Sin embargo, sería falso y peligroso llegar a la conclusión de que la burguesía no utilizará al máximo sus capacidades políticas para responder, en la medida de sus posibilidades, a la crisis económica mundial que se está desencadenando. La irrupción del peso de la descomposición significa además que existe un factor de inestabilidad y fragilidad en el funcionamiento económico que dificulta especialmente el análisis de la evolución de la situación.
En el pasado, con demasiada frecuencia hemos fijado nuestra mirada sólo en los aspectos de la situación que empujaban a la crisis económica del capital hacia su inexorable empeoramiento, olvidando tener suficientemente en cuenta todos los factores que tendían a frenar su desarrollo. Sin embargo, para ser fieles al método marxista de análisis, hay que identificar, no sólo las tendencias históricas importantes desde las perspectivas que se abren, sino también las contra -tendencias que activará la burguesía. Por lo tanto, es nuestro deber identificar, con la mayor claridad posible, las líneas generales de la evolución futura, sin caer en previsiones arriesgadas e inciertas. Debemos armarnos para hacer frente a la situación, asegurándonos de que desarrollamos y ponemos en práctica nuestra capacidad de reflexión y respuesta rápida a los acontecimientos de gran importancia que seguramente se desarrollarán. Nuestro método debe inspirarse en el enfoque ya recordado en nuestros debates:
"El marxismo sólo puede trazar con certeza las líneas y tendencias históricas generales. La tarea de las organizaciones revolucionarias debe consistir, evidentemente, en identificar perspectivas para su intervención en la clase, pero estas perspectivas no pueden ser 'predicciones' basadas en modelos matemáticos deterministas (y menos aun tomando al pie de la letra las predicciones de los 'expertos' de la burguesía, ya sea en el sentido de un falso 'optimismo' o de un 'alarmismo' igualmente desconcertante)". (citado por un documento de debate interno).
La gravedad de la crisis
La crisis de 2008 fue un momento muy importante para el capitalismo. La recuperación (2013-2018) ha sido muy débil, la más débil desde 1967. Fue descrita por la burguesía como una recuperación "suave". En el decenio 2010-2020, antes de la crisis de Covid 19, la web Cycle Business Bourse evaluó el crecimiento mundial en un promedio anual ligeramente inferior al 3%. La crisis económica que surgió con la pandemia ya había visto sus primeras expresiones claras, especialmente a partir de 2018. Lo anticipamos en el informe y la Resolución sobre la situación internacional en el 23º Congreso de la CCI (2019):
"En el plano económico, desde principios de 2018, la situación del capitalismo se ha caracterizado por una fuerte desaceleración del crecimiento mundial (del 4% en 2017 al 3,3% en 2019), que la burguesía prevé que empeorará en 2019-20. Esta desaceleración resultó ser mayor de lo previsto en 2018, ya que el FMI tuvo que reducir sus previsiones para los próximos dos años y está afectando prácticamente a todas las partes del capitalismo de forma simultánea: China, los Estados Unidos y la Zona Euro. En 2019, el 70% de la economía mundial se ha ralentizado, sobre todo en los países "avanzados" (Alemania, Reino Unido). Algunos de los países emergentes ya están en recesión (Brasil, Argentina, Turquía), mientras que China, que se está desacelerando desde 2017 y se espera que crezca un 6,2% en 2019, está experimentando sus cifras de crecimiento más bajas en 30 años". (Punto 16 de la Resolución).
En este contexto de ralentización del crecimiento la pandemia se ha convertido en un poderoso acelerador de la crisis, poniendo en primer plano tres factores:
- El grado en que los sistemas de salud pública, uno de los elementos clave del capitalismo de Estado desde 1945, se han visto socavados. Este proceso de debilitamiento del sistema de salud está vinculado a la crisis económica y se ha acelerado considerablemente con la crisis de 2008. En la gran mayoría de los Estados los sistemas de salud no han podido hacer frente a la pandemia, lo que ha obligado a adoptar medidas de contención que han dado lugar a un brutal cierre económico nunca experimentado en tiempo de paz. Para el capitalismo, dispuesto a sacrificar la vida de millones de personas en guerras imperialistas, el dilema no era si salvar vidas o mantener la producción, sino cómo mantener simultáneamente la producción, la competitividad económica y el rango imperialista, ya que el pleno florecimiento de la pandemia sólo podía perjudicar gravemente la producción y la posición comercial e imperialista de cada potencia.
- El creciente grado de pérdida de todo sentido de responsabilidad y la negligencia de la mayoría de las fracciones burguesas en todos los países y especialmente en los países centrales, factor vinculado a la descomposición de la sociedad[4].
- La brutal irrupción de cada uno a la suya en el plano económico, factor también vinculado a la descomposición pero que tiene consecuencias muy importantes en ese terreno.
La manifestación más importante de la gravedad de la crisis es que, a diferencia de 2008, los países centrales (Alemania, China y sobre todo los Estados Unidos) son los más afectados; aunque desplieguen todos los medios para amortiguar la crisis, la onda expansiva que provocan desestabilizará fuertemente la economía mundial.
La brutal caída de los precios del petróleo ha golpeado duramente a los Estados Unidos. Antes de que estallara la crisis de la pandemia, hubo una "guerra de precios" por el petróleo. Como resultado, los precios del petróleo se volvieron negativos, quizás por primera vez en la historia:
"Incluso los más optimistas expertos en energía predicen el colapso de cientos de compañías petroleras en los Estados Unidos. Algunas han acumulado miles de millones de dólares en deuda, en gran parte de alto riesgo. El primer foco de riesgo en la deuda corporativa es la energía", dice Capital Economics, “Una cadena de impagos en el sector petrolero aumentaría el riesgo de una crisis financiera. Y si uno de los gigantes petroleros más endeudados del mundo - Shell, por ejemplo, tiene una deuda de 77.000 millones de dólares, una de las más altas del mundo - tuviera problemas, las repercusiones serían devastadoras"[5].
Estos precios negativos son una perfecta ilustración del nivel de irracionalidad del capital. La sobreproducción de petróleo y la especulación desenfrenada en este sector ha llevado a los propietarios de las compañías petroleras a pagar para deshacerse del petróleo que ya no puede ser almacenado por falta de espacio.
Mientras que en 2008 la quiebra de los bancos fue impulsada principalmente por la especulación inmobiliaria, hoy en día son las empresas directamente productivas las que los ponen en riesgo:
"Los cuatro mayores prestamistas americanos, JP Morgan, Bank of America, Citigroup y Wells Fargo, han invertido cada uno más de 10.000 millones de dólares en el sector de la fractura petrolífera sólo en 2019, según Statista. Y ahora estas compañías petroleras están en serio riesgo de ser insolventes, dejando a los bancos con fuertes negativos en sus balances (...) Según Moody's, el 91% de las quiebras corporativas estadounidenses en el último trimestre del año pasado ocurrieron en el sector del petróleo y el gas. Los datos proporcionados por Energy Economics and Financial Analysis indican que el año pasado, las empresas de fraccionamiento de petróleo no pudieron pagar 26.000 millones de dólares de deuda"[6]. Con la pandemia, la situación está empeorando seriamente: "Rystad Energy Consulting estima que incluso si se recuperan los 20 dólares por barril, 533 compañías petroleras de EE.UU. podrían llegar a ser insolventes en 2021. Pero si los precios se mantienen en 10 dólares, podría haber más de 1.100 quiebras, con prácticamente todas las empresas afectadas"(ibid.).
La crisis de la fase multilateral del capitalismo de Estado
El capitalismo - a través del capitalismo de estado - realiza un enorme esfuerzo para proteger sus centros vitales y evitar una caída brutal, como dice el informe sobre la crisis del 23º Congreso: "Apoyándose en las palancas del capitalismo de estado y sacando las lecciones de 1929, el capitalismo es capaz de preservar sus centros vitales (especialmente los EE.UU. y Alemania), acompañar la evolución de la crisis, atenuar sus efectos pasándolos a los países más débiles, ralentizar su ritmo alargándolo en el tiempo".
El capitalismo de Estado ha pasado por diferentes fases que hemos empezado a abordar, en particular en una jornada de estudio en 2019. Desde 1945, las necesidades de los bloques han impuesto una cierta coordinación de la gestión estatal de la economía a nivel internacional, sobre todo en el bloque estadounidense, con la creación de organismos internacionales de "cooperación" (OCDE, FMI, la primera etapa de la UE) y organizaciones comerciales (GATT).
En los años 80, el capital de los países centrales, abrumado por el aumento de la crisis y sufriendo una fuerte caída de los beneficios, trató de trasladar sectores enteros de la producción a países con mano de obra barata como China. Para ello, fue necesaria una "liberalización" financiera muy fuerte a escala mundial para movilizar el capital con el que realizar las inversiones necesarias. En los años 90, tras la caída del bloque del Este, se reforzaron las organizaciones internacionales, dando lugar a una estructura de "cooperación internacional" a nivel monetario y financiero, para la coordinación de las políticas económicas, el establecimiento de cadenas de producción internacionales, la estimulación del comercio mundial mediante la eliminación de las barreras aduaneras, etc. Este marco fue diseñado para beneficiar a los países más fuertes: podían conquistar nuevos mercados, reubicar su producción y hacerse cargo de las empresas más rentables de los países más débiles. Estos últimos se vieron obligados a cambiar su propia política de Estado. De ahora en adelante, la defensa del interés nacional no se hizo a través de la protección aduanera de las industrias clave sino a través del desarrollo de la infraestructura, la formación de la mano de obra, la expansión internacional de sus empresas más potentes, la captación de inversiones internacionales, etc.
Entre 1990 y 2008 se produjo "una vasta reorganización de la producción capitalista a escala mundial (...) Siguiendo el modelo de referencia de la UE de eliminar las barreras aduaneras entre los Estados miembros, se ha reforzado la integración de muchas ramas de la producción mundial mediante el desarrollo de verdaderas cadenas de producción a escala mundial. Al combinar la logística, la informática y las telecomunicaciones, permitiendo economías de escala, la mayor explotación de la fuerza de trabajo del proletariado (mediante el aumento de la productividad, la competencia internacional, la libre circulación de la mano de obra para imponer salarios más bajos), la sumisión de la producción a la lógica financiera de la máxima rentabilidad, el comercio mundial ha seguido aumentando, aunque en menor medida, estimulando la economía mundial, proporcionando un "segundo aliento" que ha prolongado la existencia del sistema capitalista". (Punto 8 de la Resolución del 23º Congreso).
Esta "cooperación internacional" fue una política muy arriesgada y audaz para aliviar la crisis y mitigar algunos de los efectos de la decadencia en la economía, tratando de limitar el impacto de la contradicción capitalista entre la naturaleza social y global de la producción y la naturaleza privada de la apropiación de la plusvalía por parte de las naciones capitalistas competidoras. Tal evolución del capitalismo decadente se explica en nuestro folleto sobre la decadencia donde, criticando la visión según la cual la decadencia es sinónimo de bloqueo definitivo y permanente del desarrollo de las fuerzas productivas, se argumenta:
"Si defendemos la hipótesis de la detención definitiva y permanente del desarrollo de las fuerzas productivas, la profundización de esta contradicción sólo podría demostrarse si los límites exteriores de las relaciones de propiedad existentes retrocedieran 'absolutamente'. Sin embargo, sucede que el movimiento característico de los diferentes períodos de decadencia de la historia (incluido el sistema capitalista) tiende más bien hacia la expansión de estas fronteras hasta sus límites finales que hacia su restricción. Bajo la égida del Estado y bajo la presión de las necesidades económicas y sociales, el cadáver del sistema se hincha mientras se desecha todo lo que resulta superfluo para las relaciones de producción, todo lo que no es estrictamente necesario para la supervivencia del sistema. El sistema se refuerza hasta sus últimos límites". Esto es aún más cierto en el capitalismo, el modo de producción más elástico y dinámico de la historia conocida.
Como muestra el Informe del 23º Congreso sobre la crisis económica y la Resolución sobre la situación internacional, esta "organización mundial de la producción" comenzó a ser sacudida durante la década de 2010: China, después de haberse beneficiado enormemente de los mecanismos del comercio mundial (OMC), comenzó a desarrollar un mecanismo económico, comercial e imperialista paralelo (la Nueva Ruta de la Seda); Alemania ha tomado medidas proteccionistas; la guerra comercial se ha acelerado con la llegada al poder de Trump... Estos fenómenos expresan claramente el hecho de que el capitalismo ha encontrado cada vez más dificultades en su tendencia a ampliar las fronteras citadas en nuestro folleto sobre la decadencia.
"Desde los años sesenta, este indicador [que mide la proporción de exportaciones e importaciones en cada economía nacional] ha seguido una tendencia al alza que se ha ralentizado en los últimos 18 meses. Durante este período, ha pasado de alrededor del 23% a una estabilización en torno al 60%, y desde 2010 ha ido disminuyendo de forma constante"[7].
La irrupción brutal de la descomposición en el terreno económico
Tres factores en el origen de la crisis de la pandemia muestran la irrupción de los efectos de la descomposición en el terreno económico: (1) El Cada uno a la suya, (2) la negligencia de los gobiernos y (3) la pérdida de control del aparato político. Dos de ellos tienen su origen directamente en la descomposición capitalista: el Cada uno a la suya y la pérdida de control. Se trata de factores muy sensibles que la burguesía -al menos en los países centrales- había logrado controlar lo mejor que pudo, aunque cada vez con mayor dificultad. En la etapa actual alcanzada por el desarrollo de las contradicciones internas del capital, y dada la forma en que se manifiestan en la evolución de la crisis, la explosión de los efectos de la descomposición se convierte ahora en un factor de agravamiento de la crisis económica mundial, de la que sólo hemos visto las primeras consecuencias. Este factor influirá en la evolución de la crisis al constituir un obstáculo a la eficacia de las políticas del capitalismo de Estado en la crisis actual.
"En comparación con las respuestas a las crisis de 1975, 1992, 1998 y 2008, vemos como perspectiva una considerable reducción de la capacidad de la burguesía para limitar los efectos de la descomposición en el terreno económico. Hasta ahora, la burguesía ha logrado preservar el terreno vital de la economía y el comercio mundial de los efectos centrífugos altamente peligrosos de la descomposición. Lo ha hecho a través de la "cooperación internacional" de los mecanismos del capitalismo de estado - lo que se ha llamado "globalización". En el punto álgido de la convulsión económica de 2007-2008 y en 2009-2011, con la crisis de la 'deuda soberana', la burguesía pudo coordinar sus respuestas, lo que contribuyó a suavizar un poco el golpe de la crisis y a garantizar una 'recuperación' anémica durante la fase 2013-2018"[8].
Con la pandemia hemos visto como la burguesía trata de unir a la población detrás del estado, renovando la unidad nacional. A diferencia de 2008, cuando el tono nacionalista no era tan fuerte, ahora las burguesías de todo el mundo han cerrado sus fronteras, difundiendo el mensaje: "detrás de las fronteras nacionales se encuentra la protección, las fronteras ayudan a contener el virus". Esta es una manera de que los diferentes estados traten de reunir a la población detrás de ellos; hablan en todas partes en términos marciales: "estamos en guerra, y la guerra necesita de la unidad nacional", con el mensaje "el estado te ayudará": "os sacaremos de apuros"; "cerrando la frontera, mantendremos el virus alejado"; imponiendo planes de emergencia, organizando cierres, los estados quieren transmitir el mensaje: "un estado fuerte es tu mejor aliado".
"La OMS ha sido completamente inoperante cuando su intervención era vital para desarrollar una acción médica eficaz. Cada estado, temiendo una pérdida de posición competitiva, ha retrasado de manera suicida la respuesta a la pandemia. La obtención de equipo médico vio el asombroso espectáculo de todo tipo de robos entre estados (e incluso dentro de cada estado). En la UE, donde la 'cooperación entre Estados' ha llegado lo más lejos posible, hemos visto el desarrollo incontrolado de una oleada brutal de proteccionismo y del cada uno por su cuenta: "No es sólo que la UE no tenga ninguna posibilidad legal de imponer sus normas en el sector de la salud, sino que sobre todo cada país tomó medidas para defender sus fronteras, sus cadenas de suministro; y hemos visto, si no por primera vez, un verdadero bloqueo de mercancías, la confiscación de equipos sanitarios - y la prohibición de entregarlos a otros países europeos" (de otra contribución interna).
Tenemos aquí una ilustración, más seria, de la perspectiva establecida en la resolución sobre la situación internacional en nuestro último congreso internacional:
"La evolución actual de la crisis, a través de las crecientes perturbaciones que provoca en la organización de la producción en una vasta construcción multilateral a nivel internacional, unificada por reglas comunes, muestra los límites de la 'globalización'. La necesidad cada vez mayor de unidad (que nunca ha significado otra cosa que la imposición de la ley del más fuerte sobre el más débil) debido al entrelazamiento "transnacional" de la producción altamente segmentada país por país (en unidades fundamentalmente divididas por la competencia donde cualquier producto se diseña aquí, ensamblado allí con la ayuda de elementos producidos en otro lugar) choca con la naturaleza nacional de cada capital, con los límites mismos del capitalismo, que está irremediablemente dividido en naciones competidoras y rivales. Este es el grado máximo de unidad que es imposible de superar para el mundo burgués. La profundización de la crisis (así como las exigencias de la rivalidad imperialista) está poniendo a prueba las instituciones y mecanismos multilaterales". (Punto 20).
Lo que vemos es que en respuesta a la pandemia ha habido un retorno muy significativo a las medidas de "reubicación nacional" de la producción, preservación de sectores clave en cada capital nacional, desarrollo de barreras a la circulación internacional de bienes y personas, etc., lo que sólo puede tener consecuencias de gran alcance para la evolución de la economía mundial y la capacidad global de la burguesía para responder a la crisis. El repliegue nacional no puede sino agravar la crisis, provocando una fragmentación de las cadenas de producción que antes tenían una dimensión mundial, lo que no puede sino causar estragos en las políticas monetarias, financieras y comerciales. Esto podría conducir al bloqueo e incluso al colapso parcial de algunas economías nacionales. Es demasiado pronto para medir las consecuencias de esta relativa parálisis del sistema económico. Sin embargo, lo más grave y significativo es que esta parálisis se está produciendo a escala internacional.
La respuesta generalizada de los estados a la pandemia ilustra la validez de un análisis ya realizado en el Informe del 23º Congreso sobre la crisis económica:
"Una de las mayores contradicciones del capitalismo es la que surge del conflicto entre la naturaleza cada vez más global de la producción y la estructura necesariamente nacional del capital. Al llevar las posibilidades económicas, financieras y productivas de las 'asociaciones' de naciones a sus límites últimos, el capitalismo ha obtenido un importante 'soplo de aire fresco' en su lucha contra la crisis que lo aqueja, pero al mismo tiempo se ha puesto en una situación de riesgo. Esta precipitada carrera hacia el multilateralismo se desarrolla en un contexto de descomposición, es decir, en una situación en la que la indisciplina, las tendencias centrífugas, el arraigo en la estructura nacional, son cada vez más poderosos y afectan no sólo a fracciones de cada burguesía nacional, sino que llevan a amplios sectores de la pequeña burguesía e incluso a franjas de proletarios que creen erróneamente que su interés está ligado a la nación. Todo esto cristaliza en una especie de 'revuelta nacionalista nihilista' contra la 'globalización'".
¿Cómo responderá la burguesía?
Vamos a examinar la respuesta iniciada por la burguesía que se articulará en 3 partes: 1) continuación de los niveles astronómicos de deuda; 2) repliegue en cada nación; 3) ataque brutal a las condiciones de vida de los trabajadores.
La deuda mundial se situaba en 255.000 millones de dólares, es decir, el 322% del PIB mundial, mientras que antes de la crisis de 2008 ascendía a 60.000 millones de dólares, y el PIB mundial sólo ha progresado de manera relativamente "lenta". Tenemos aquí un panorama de la evolución de la deuda privada y pública en los últimos trece años, que ha contribuido a sostener lo que la burguesía ha llamado un crecimiento "lento". Frente a la violenta aceleración de la crisis económica inducida por la pandemia, la burguesía ha reaccionado en todo el mundo con la creación de dinero emitido por los bancos centrales de todos los países desarrollados y emergentes. A diferencia de la crisis de 2008, no se ha puesto en práctica ninguna coordinación entre los principales bancos centrales del mundo. Esta creación masiva de dinero central y de deuda ha estado a la altura de la ansiedad que se apoderó inmediatamente de la clase burguesa ante la magnitud de la recesión que parece abrirse ante ella. Tomando un promedio de las cifras dadas por la burguesía a finales de mayo, tenemos las siguientes previsiones de caídas en el crecimiento:
- El 6,8% del PIB para el conjunto de la UE y del 11 al 12% para los países del sur del Mediterráneo...
- Para los Estados Unidos las cifras dadas expresan la dificultad o perfidia ideológica de la burguesía en su evaluación, ¡dando cifras que van del 6,5% al 30%! En términos estadísticos esto nunca se ha visto antes. La FED de Filadelfia incluso presentó la cifra del 35%.
- China anunció una caída de su PIB del 3,5% y un descenso del 13% en su actividad industrial.
Si tomamos la hipótesis más baja planteada por la burguesía y en ausencia de una segunda ola de la pandemia, se espera que el crecimiento mundial en 2020 experimente una fuerte contracción de al menos un 3%, una disminución mucho más aguda que durante la crisis de 2008-2009.
A continuación, se presenta un resumen de las inciertas perspectivas expresadas por el FMI (que se ajusta al promedio de las previsiones realizadas por los organismos oficiales a nivel internacional del crecimiento en porcentaje del PIB):
País |
2019 |
2020 |
Países avanzados |
2.9 |
-3 |
Eurozona |
1.7 |
-6.1 |
Alemania |
0.6 |
-7 |
Francia |
1.3 |
-7.2 |
Italia |
0.3 |
-9.1 |
España |
2 |
-8 |
Japón |
0.7 |
-5.2 |
GB |
1.4 |
-6.5 |
China |
6.1 |
1.2 |
India |
4.2 |
1.9 |
Brasil |
1.1 |
-5.3 |
Rusia |
1.3 |
-5.5 |
Total mundial |
2.4 |
-4.2 |
A continuación, presentamos las previsiones de evolución del comercio mundial (igualmente en porcentajes):
|
2019 |
2020 |
Importaciones países avanzados |
1.5 |
-11.5 |
Importaciones de países emergentes o desarrollados |
0.8 |
-8.2 |
Exportaciones por países emergentes o desarrollados |
0.8 |
-9.6 |
En estos cuadros se ofrece un panorama general no sólo del proceso recesivo previsto, sino también del nivel de contracción previsto en el comercio mundial.
Una síntesis de nuestra discusión da las siguientes cifras, que son bastante reveladoras:
"La situación sólo es sostenible porque las deudas del Estado y su reembolso son asumidas por los bancos centrales; así pues, la FED está inyectando en la economía de los Estados Unidos 625.000 millones de dólares a la semana, mientras que el Plan Paulson, lanzado en 2009 para detener las quiebras bancarias, fue a nivel mundial de 750.000 millones de dólares (aunque es cierto que en los próximos años se lanzarán otros planes de recompra de deudas por parte de la FED)". "La respuesta más sorprendente de todas ha venido de Alemania, aunque es sólo una parte de una reacción europea más amplia a la aceleración de la crisis económica. La razón por la cual las medidas proyectadas por el gobierno alemán son de especial importancia se explica en un artículo del Financial Times del lunes 23 de marzo: "Las medidas propuestas por Olaf Scholtz, ministro de finanzas, representan una ruptura decisiva con la estricta adhesión del gobierno a la política de "schwarze Null" o "black zero" de presupuestos equilibrados y sin nuevos préstamos"[9] (...) "Desde febrero se han liberado 14.000 mil millones de dólares, para evitar el colapso. Todo esto tiene lugar en un contexto completamente diferente del pasado. ¿Cómo han podido estas políticas 'expansionistas', que han superado las diferencias entre los bancos centrales y los estados, la recuperación, los planes de rescate, cómo pueden ser eficaces?"[10].
Un ejemplo menos conocido es el de China, que es uno de los países más endeudados del mundo, aunque también tiene importantes ventajas que no deben subestimarse. La deuda mundial de China en 2019 equivale al 300% de su PIB, o sea 43 billones de dólares. Además, el 30% de las empresas de China están clasificadas como "empresas zombis". Este es el porcentaje más alto del mundo. También es en este país donde la tasa de utilización de la capacidad de producción es la más baja; de hecho, todos los países desarrollados están experimentando este fenómeno de exceso de capacidad de producción. Oficialmente, las tasas de utilización de la capacidad industrial de las dos principales potencias mundiales - y esto antes de Covid-19 - fueron del 76,4% en China y del 78,2% en Estados Unidos. El paquete de estímulo implementado en China ascendería a 64 billones de dólares, lo cual es faraónico y probablemente destinado en gran parte a la propaganda ideológica. El paquete de estímulo está previsto para un mínimo de cinco a veinte años, e independientemente de cuál sea la realidad, no puede ser ajeno a los objetivos económicos y hegemónicos imperialistas de China. El paquete de estímulo de los Estados Unidos ha alcanzado los 10 billones de dólares. En comparación, el plan de recuperación de la UE parece casi ridículo, ya que, según se informa, asciende a 1,29 billones de dólares en forma de préstamos, financiados en parte por los mercados financieros y en parte directamente por el BCE. En realidad, el dinero inyectado por el BCE en toda la economía, bancos y empresas privadas y en la sombra, asciende a varios miles de millones de euros. ¡Los Estados, especialmente Alemania, garantizarán por mutualización una parte de este plan que será en forma de subvenciones y préstamos reembolsables entre 2028 y 2058! En realidad, la clase burguesa admite que gran parte de la deuda del mundo nunca será pagada. Lo que nos lleva a los aspectos que vamos a discutir ahora.
No podemos describir en el marco de este informe todas las operaciones monetarias en curso en toda su extensión, ni detallar todos los planes de recuperación. Si todo esto parece más allá de la imaginación, el hecho es que el capitalismo está usando esta astronómica creación monetaria para invertir y hacer sus bienes. Desde este punto de vista, la creación monetaria central y privada debe crecer exponencialmente (en diferentes formas) para permitir que se mantenga la acumulación en la medida de lo posible y, en la medida en que la situación actual lo permita, frenar la caída en la depresión. Esta depresión contiene dentro de sí el peligro de la deflación, pero sobre todo de la estanflación. La devaluación de las monedas, incluso más allá de la guerra monetaria actual, se inscribe en la perspectiva de la crisis del capitalismo. La aceleración de la crisis actual es un paso muy significativo en esta dirección. El quid de la cuestión es: en cada país, cada vez más, el capital global está hipotecando el valor futuro que se producirá y realizará para permitir el crecimiento actual y continuar la acumulación. Por lo tanto, es en gran medida gracias a esta anticipación que el capitalismo logra capitalizar e invertir. Este proceso se materializa en el hecho de que, cada vez más, la colosal deuda emitida está cada vez menos cubierta por el plusvalor ya producido y realizado. Esto abre la perspectiva de cada vez más caídas financieras y destrucción de capital financiero. Lógicamente, este proceso implica que el mercado interno de capitales no puede crecer infinitamente, aunque no haya un límite fijo en la materia. En este contexto la crisis de sobreproducción en la etapa actual de su desarrollo plantea un problema de rentabilidad para el capitalismo. La burguesía estima que alrededor del 20% de las fuerzas productivas del mundo están sin utilizar. La sobreproducción de los medios de producción es particularmente visible y afecta a Europa, Estados Unidos, India, Japón, etc.
Esto es importante si queremos establecer cómo el capitalismo de estado debe fortalecerse absolutamente ante la crisis que se avecina, pero también cómo los planes de recuperación contienen límites muy fuertes y pueden provocar efectos cada vez más perversos. Y cómo el "cada uno para sí mismo", en este contexto, es el producto de la descomposición, pero también del creciente estancamiento económico, una tendencia de la que el capitalismo no puede escapar, pero que también es históricamente una dinámica mortal. Será importante en este sentido, en el período venidero, estudiar y comparar la historia de las crisis abiertas del capitalismo, en particular las de 1929, 1945, 1975, 1998, 2008.
Repliegue nacional
La situación que se está abriendo con la muy profunda aceleración de la crisis actual vuelve a poner en primer plano el papel de los estados (y por lo tanto de sus bancos centrales, porque el mito de su independencia ha terminado). Sería interesante mostrar cuáles fueron las políticas económicas, el papel de los Estados y el keynesianismo en términos concretos en los períodos de 1930 y 1945, y luego mostrar la diferencia con la forma en que la burguesía enfrentó la situación en 2008. Hay durante todo este período diferencias de gran importancia: por ejemplo, está la cuestión de la existencia de mercados y zonas extra -capitalistas, pero también la amplitud de la economía mundial y las grandes potencias imperialistas y económicas, además de la cuestión de los bloques, etc. Pero en esta crisis, los planes de recuperación se han hecho en forma de déficit público y deuda estatal y no, como en los años 30 y 40, aprovechando la mayor parte de la plusvalía ya realizada y acaparada, a la que se añadió una parte de deuda que no tiene nada que ver con la de hoy. Los actuales planes de estímulo resultarán cada vez más difíciles de sostener en su financiación, ya que los niveles de deuda que requieren son inversamente proporcionales al crecimiento que generan. Sin embargo, se plantean varias cuestiones.
Las lecciones de la crisis de 1929 llevaron a la burguesía, a pesar de su propia "naturaleza" y en contra de ella, a avanzar hacia una mayor cooperación para frenar en lo posible el desarrollo de su crisis, ya sea mediante políticas keynesianas o mediante la orquestación de la globalización por parte de los Estados. Aunque en la situación actual se produzca efectivamente un retorno a las políticas de tipo keynesiano, en el marco de una tendencia creciente hacia cada uno por su cuenta, su eficacia, en lo que respecta a los medios aplicados, no será comparable con la de períodos anteriores.
Hay que ver a este respecto la tendencia a un mayor peso, en comparación con el período anterior, de las respuestas aisladas de la burguesía a nivel nacional. Por ejemplo, la nueva tendencia consistente en cerrar las fronteras para detener el transporte de pasajeros de un continente a otro, o en cerrar las fronteras nacionales, como si el virus respetara el aislamiento nacional; todo ello es mucho más un reflejo de la impotencia y del estado de ánimo que una decisión de cuarentena con base científica destinada a conjurar el virus. ¿De qué manera hay más riesgo de contraer el virus en un tren internacional entre Stuttgart y París que entre Stuttgart y Hamburgo en un tren nacional? Cerrar las fronteras nacionales no ayuda; expresa los "límites" de los medios de la burguesía.
La repatriación de la producción a los países centrales va en aumento: con la pandemia 208 empresas europeas han decidido traer de vuelta la producción de China: "Según un reciente estudio de 12 industrias mundiales, 10 de ellas -incluidas las industrias de la automoción, los semiconductores y el equipo médico- ya están trasladando sus cadenas de suministro, principalmente fuera de China. Japón ofrece 2.000 millones de dólares a las empresas para que trasladen sus fábricas fuera de China y vuelvan al archipiélago japonés"[11]. Un presidente como Macron, que parece ser un defensor del multilateralismo, ha dicho que "delegar" los suministros de alimentos y médicos es una "locura". Su ministro de finanzas, Bruno Le Maire, llama al 'patriotismo económico' para que los franceses consuman productos nacionales.
En todos los países se favorecen los planes económicos locales, consumiendo preferentemente productos locales o nacionales. Es un repliegue centrífugo que tiende a romper las cadenas de producción industrial, alimentaria y de otro tipo, diseñadas a escala mundial, y que tienen costes muy reducidos.
Puede concluirse, pues, que estas tendencias centrífugas "cada uno por sí mismo" han alcanzado un nuevo nivel, mientras que al mismo tiempo cada país, el Estado y cada banco nacional ha inyectado o prometido inyectar sumas gigantescas (ilimitadas en el caso de Alemania) en la industria. Ninguna de estas medidas ha sido adoptada y armonizada por el BCE o el FMI; hay que añadir que no sólo el populista Trump ha actuado como defensor de cada uno por sí mismo; Alemania -con el acuerdo de los principales partidos- ha actuado en la misma dirección, al igual que Macron. Así pues, populistas o no, todos los gobiernos han actuado en la misma dirección; reduciendo detrás de las fronteras nacionales, "cada uno para sí mismo" - con sólo un mínimo de coordinación internacional o europea.
Las consecuencias de estas acciones parecen ser contraproducentes para todas las capitales nacionales y aún peores para la economía mundial: "Entre 2007 y 2008, debido a una fatídica convergencia de factores desfavorables - malas cosechas, aumento de los precios del petróleo y los fertilizantes, un auge de los biocombustibles, etc. - 33 países limitaron sus exportaciones para proteger su "soberanía alimentaria". Pero el remedio fue peor que la enfermedad. Las restricciones aumentaron los precios del arroz (116%), del trigo (40%) y del maíz (25%), según las estimaciones del Banco Mundial (...). El ejemplo de China, primer país afectado por la epidemia no augura nada bueno: las amenazas a las cadenas de suministro mundiales ya han provocado un aumento del 15% y del 22% de los alimentos en este país asiático desde principios de año".
Contra -tendencias frente al repliegue nacional
La burguesía seguro que reaccionará. En el ámbito de la UE, Alemania ha aceptado finalmente la "mutualización de deudas", lo que demuestra que las contra -tendencias funcionan ante esta oleada de descomposición. Tal vez la burguesía estadounidense saque a Trump en las próximas elecciones a favor de los demócratas que son partidarios tradicionales del "multilateralismo"[12]. Además, "el 22 de abril, los 164 países miembros de la Organización Mundial del Comercio (OMC), que representan el 63% de las exportaciones agroalimentarias mundiales, se comprometieron a no intervenir en sus mercados. Al mismo tiempo, los ministros de agricultura de 25 países de América Latina y el Caribe firmaron un acuerdo vinculante para garantizar el suministro a 620 millones de personas".
Con el plan de "transición ecológica" y la promoción de una "economía verde", se harán esfuerzos para reorganizar la economía - al menos a nivel de la UE: con el desarrollo masivo de las telecomunicaciones, la aplicación de la robótica y la informática, materiales nuevos y mucho más ligeros, la biotecnología, los aviones no tripulados, los coches eléctricos, etc., la industria pesada tradicional basada en los combustibles fósiles tiende a quedar obsoleta, incluso en el ámbito militar. La imposición de "nuevas normas" de organización económica se está convirtiendo en una ventaja para los países centrales, especialmente Alemania, Estados Unidos y China.
La burguesía luchará paso a paso contra esta marea de fragmentación nacional de la economía. Pero se enfrenta a la fuerza creciente de su contradicción histórica entre la naturaleza nacional del capital y la naturaleza global de la producción. Esta tendencia de cada burguesía a querer salvar su economía a expensas de otras es una tendencia irracional que sería desastrosa para todos los países y para toda la economía mundial, aunque haya diferencias entre los países. La tendencia de cada uno para sí mismo puede ser incluso irreversible y la irracionalidad que la acompaña pone en tela de juicio las enseñanzas extraídas de la crisis de 1929 por la burguesía.
Como el Manifiesto de 1919 de la Internacional Comunista declaró, "El resultado final del modo de producción capitalista es el caos". El capitalismo ha resistido a este caos de muchas maneras durante su decadencia y ha seguido resistiendo durante su fase de descomposición. Las tendencias contrarias seguirán surgiendo. Sin embargo, la situación que se está abriendo hoy en día es una de una importante agravación del caos, especialmente en el terreno económico, que es muy peligroso desde el punto de vista histórico.
Una pesadilla para el proletariado de todos los países, pero especialmente en los países centrales
La Resolución del 23º Congreso sobre la situación internacional dio el siguiente marco:
"En cuanto al proletariado, estas nuevas convulsiones sólo pueden dar lugar a ataques aún más graves contra sus condiciones de vida y de trabajo a todos los niveles y en todo el mundo, en particular:
- reforzando la explotación de la fuerza de trabajo mediante la continua reducción de los salarios y el aumento de las tasas de explotación y de productividad en todos los sectores;
- continuando el desmantelamiento de lo que queda del Estado de bienestar (restricciones adicionales a los diversos sistemas de prestaciones para los desempleados, la asistencia social y los sistemas de pensiones); y, más en general, abandonando "suavemente" la financiación de todas las formas de asistencia o apoyo social del sector voluntario o semipúblico;
- la reducción por parte de los estados de los costos que representan la educación y la salud en la producción y el mantenimiento de la fuerza de trabajo del proletariado (y, por lo tanto, los importantes ataques contra los proletarios en estos sectores públicos);
- el agravamiento y el desarrollo de la precariedad como medio para imponer y hacer evolucionar el desempleo masivo en todos los sectores de la clase.
- ataques camuflados detrás de las operaciones financieras, como los tipos de interés negativos que erosionan las pequeñas cuentas de ahorro y los planes de pensiones. Y aunque las tasas oficiales de inflación de los bienes de consumo son bajas en muchos países, las burbujas especulativas han contribuido a una verdadera explosión del costo de la vivienda.
- el aumento del coste de la vida, en particular de los impuestos y el precio de los bienes de primera necesidad". (Punto 23)
Este marco ha sido fuertemente confirmado pero la situación también se ha agravado seriamente con el brote de la pandemia. En el centro de la situación económica está el ataque a las condiciones del proletariado en todo el mundo.
Empobrecimiento acelerado
En 2019, según la ONU, 135 millones de personas padecían hambre; en abril de 2020, con el estallido de la pandemia, la ONU proyecta que 265 millones de personas estarán en esta situación. El Banco Mundial declaró en marzo que la población pobre alcanzaría los 3.500 millones de personas con una aceleración repentina de más de 500.000 por mes. Desde entonces este ritmo parece haber continuado, particularmente en América Central y del Sur, así como en Asia, incluidas Filipinas, la India y China. El empobrecimiento de los trabajadores se acelerará. Según el informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), "la presión sobre los ingresos resultante de la disminución de la actividad económica tendrá un efecto devastador sobre los trabajadores que están cerca o por debajo del umbral de pobreza". Entre 8,8 y 35 millones de trabajadores más estarán en la pobreza en todo el mundo, en comparación con la estimación inicial para 2020 (que preveía una disminución de 14 millones en todo el mundo).
Desempleo masivo.
En la India y China, el número de proletarios desempleados se cuenta, según el FMI, en cientos de miles. Sitios Web como Bussiness Bourse habla de varios millones de trabajadores que han perdido su trabajo en China. Todas estas cifras deben ser tomadas con mucha precaución ya que a menudo varían de un sitio de noticias a otro. Lo que es cierto aquí es el aspecto masivo de este fenómeno y su rápida extensión debido a la contención y cierre de una gran parte de la actividad mundial. Durante el mismo período, el desempleo masivo ha alcanzado los 35 millones de personas en los Estados Unidos y, a pesar de la excepcional ayuda estatal, las colas en los puntos de distribución de alimentos son cada vez más largas, pareciéndose a las imágenes de los años 30 en los Estados Unidos. El mismo fenómeno se está produciendo en el Brasil, donde los desempleados ya ni siquiera están registrados oficialmente. En Francia el desempleo podría llegar a 7 millones en pocos meses. La explosión del desempleo masivo está tomando el mismo ritmo en Italia y España. En este momento, empiezan a llegar planes de despidos masivos, como en las líneas aéreas y la construcción de aviones, pero también en la industria del automóvil, la producción de petróleo, etc. La lista será cada vez más larga en el próximo período.
Precariedad generalizada.
En una evaluación inicial de las consecuencias de la pandemia, la OIT estimó que la pandemia causaría la pérdida permanente de 25 millones de puestos de trabajo en todo el mundo, mientras que la precariedad aumentaría considerablemente: "También se prevé que el subempleo aumente exponencialmente, ya que las consecuencias económicas de la epidemia del virus se reflejan en la reducción de las horas de trabajo y los salarios. En los países en desarrollo, las restricciones a la circulación de personas (por ejemplo, los proveedores de servicios) y bienes pueden anular esta vez el efecto amortiguador que ha tenido el empleo por cuenta propia en esos países"[13]. Además, en la economía informal decenas de miles de trabajadores -que no encajan en ninguna estadística y que no reúnen las condiciones para recibir apoyo financiero del Estado- están sin trabajo. Por el momento es demasiado pronto para tener una idea del nivel de deterioro general de los niveles de vida.
Ataques a todos los niveles
Recortes salariales, aumento de las horas de trabajo, reducción de las pensiones y de las prestaciones sociales. También parece, como en Francia, que la burguesía está tratando de extender el tiempo de trabajo real. Pero también está bajando los salarios directos, en particular por medio de nuevos impuestos, como pretexto. La Unión Europea, por ejemplo, está considerando seriamente un impuesto Covid, ¡un programa completo!
La deuda es cada vez más colosal, y conlleva necesariamente una contrapartida: la intensificación de las medidas de austeridad contra los trabajadores. Es en este marco que debemos examinar el significado de la renta básica universal como medio para contener las tensiones sociales y dar un golpe importante a las condiciones de vida como un paso organizado por el Estado hacia el empobrecimiento universal.
En los países centrales y sobre todo en Europa occidental, la burguesía tratará de administrar los ataques de la manera más juiciosa posible y de hacerlos aplicar de manera "política", provocando las mayores divisiones en el seno del proletariado. Aunque el margen de maniobra de la burguesía en este terreno tenderá a disminuir, no debemos olvidarlo:
"Al mismo tiempo, los países más desarrollados, en el norte de Europa, los EE.UU. y Japón, están todavía muy lejos de tal situación. Por una parte, porque sus economías nacionales están más capacitadas para resistir la crisis, pero también, y, sobre todo, porque hoy en día el proletariado de estos países, y especialmente en Europa, no está dispuesto a aceptar tal nivel de ataques a sus condiciones. Así, uno de los principales componentes de la evolución de la crisis escapa de un estricto determinismo económico y pasa al nivel social, a la relación de fuerzas entre las dos grandes clases de la sociedad, la burguesía y el proletariado". (Resolución del 20º Congreso sobre la situación internacional)
[1] Ver Crisis económica (I) - Treinta años de crisis abierta del capitalismo https://es.internationalism.org/revista-internacional/199901/1175/crisis-economica-i-treinta-anos-de-crisis-abierta-del-capitalismo
[3] 23º Congreso de la CCI: Resolución sobre la situación internacional (2019): los conflictos imperialistas, la vida de la burguesía, la crisis económica https://es.internationalism.org/content/4447/resolucion-sobre-la-situacion-internacional-2019-los-conflictos-imperialistas-la-vida
[4] Ver nuestras Tesis sobre la Descomposición https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo
[5] La Vanguardia, 25 abril 2020, "Las zonas de riesgo del sistema financiero".
[6]La Vanguardia, 22 abril 2020, "La quiebra de las petroleras golpeará a los mayores bancos de EE.UU
[7] La Vanguardia, 23 Abril 2020, "Cómo el coronavirus está acelerando el proceso de desglobalización".
[8] Tomado de una contribución a la discusión interna internacional de la CCI
[9] BBC World Service, 6 Abril 2020
[10]Presentación de una reunión de la organización sobre la crisis económica
[12] Sin embargo, dentro del Partido Demócrata se están desarrollando posiciones proteccionistas similares a las de Trump. Dos congresistas demócratas presentaron en marzo de 2020 una propuesta para retirar a los Estados Unidos de la OMC
[13] Informe de la OIT marzo 2020