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Las fuerzas terrestres de Bashar El Assad y la aviación rusa bombardean desde hace varios meses la región de Idlib en el norte de Siria. Cerca de tres millones de civiles (incluido un millón de niños) están acorralados en este último bastión de la rebelión,[1] como ya había ocurrido en Alepo o en Guta Oriental. El régimen de Assad trata de recuperar aquella zona mediante el terror y una ignominiosa política de tierra quemada. Diluvios de proyectiles lanzados por la aviación rusa caen indiscriminadamente sobre viviendas, edificios públicos (escuelas, hospitales, etc.), mercados y tierras de labor. Más de mil personas han perecido desde finales de abril de 2018, según la ONU, y casi un millón están tratando de huir de la masacre, hambrientas, sin hogar, abandonadas en medio de las gélidas temperaturas invernales. En este escenario de barbarie y caos, a las poblaciones resignadas sólo les queda una salida: ¡huir para no morir! echándose al camino hacia la frontera turca e intentando llegar a la frontera griega, la puerta más cercana para entrar en Europa.
Pero resulta que la frontera entre Siria y Turquía les está ahora cerrada. Mientras que desde 2015 el Estado turco prestaba un servicio (¡debidamente remunerado!) a las democracias europeas “acogiendo” las oleadas de millones de migrantes que aquellas se negaban a recibir como si fueran apestados, la ofensiva turca en el norte de Siria ha cambiado la situación. Los tres millones de personas de la región de Idlib son ahora rehenes, prisioneros de las potencias imperialistas de la región. Como hemos podido ver, Turquía y Rusia, junto con el vasallo de ésta, la Siria de Assad, son capaces de todo: de desangrar sin contemplaciones regiones enteras, aterrorizando a la gente y masacrándola para satisfacer sus insaciables apetitos de hiena. Hoy, la región de Idlib es el macabro patio de recreo del imperialismo, el sangriento teatro del capitalismo moribundo donde sólo reinan la miseria y la muerte.
Migrantes, "mercancía" o en venta o desechable
Si ya Erdogan se niega a que entren nuevos migrantes, quiere además deshacerse de los tres millones y medio que ya están en suelo turco. Para el líder del régimen, no son ni más ni menos que objetos de subasta, rehenes de un regateo que utiliza hábilmente para satisfacer sus objetivos políticos. A nivel interno, los migrantes son ahora el blanco de una repugnante campaña de denigración destinada a aumentar la popularidad del AKP entre la población turca. Pero es sobre todo en el ruedo imperialista donde los migrantes son más útiles para el AKP.
Y así se han convertido en objeto de chantaje contra las potencias de la Unión Europea (UE). Erdogan ha amenazado durante meses con abrir la frontera occidental del país con Europa para conseguir que las potencias europeas apoyaran su campaña militar en el norte de Siria y le pagaran una renta financiera. El 28 de febrero, cumplió sus amenazas y decenas de miles de refugiados intentaron, con un riesgo considerable, entrar en Europa por la frontera griega, a pesar de la rotunda negativa de las autoridades helenas, apoyadas en esa opción por la UE y sus principales democracias. Al menos 13.000 migrantes se encuentran ahora amontonados en la frontera, presas de la crueldad de todos los bandos. Otros tratan de llegar a las islas de Quíos o Lesbos por mar, donde les esperan las mismas condiciones: inmovilizados, hacinados y aislados como animales, sin agua, sin calefacción, sin comida y sin la higiene más básica. En la isla de Lesbos, en el campo de Moria, por ejemplo, previsto para 2.300 personas hay 20.000, hacinadas, rodeadas de alambradas. La Repubblica da esta abominable descripción: "Los primeros en morirse son los niños. Aquí no hay nada para ellos, ni una cama, ni retretes ni luz. Aquí, para ellos, sólo hay barro, frío y espera. Un purgatorio húmedo y absurdo para volverse loco. De modo que, día tras día, mientras Europa y sus promesas se alejan en el horizonte, a los más frágiles no les queda más remedio que intentar suicidarse (...) pero como les da miedo, rara vez logran hacerlo. De vez en cuando, un adulto llama a la puerta de la clínica, al pie de la colina, trayendo en sus brazos a un niño con marcas elocuentes en su cuerpo. Todo el mundo sabe lo que acaba de hacer. Y volverá a hacerlo en unos meses". Más de tres cuartos de siglo después de Auschwitz: la misma realidad siniestra y espantosa que los capitalistas reservan en todas partes a las poblaciones consideradas "indeseables".
Quienes intentan entrar en ese "El Dorado" son detenidos con la mayor violencia y brutalidad por las autoridades griegas. Hemos visto imágenes insoportables y repugnantes en las que, en el mar, los guardacostas griegos intentan pinchar un bote hinchable repleto de migrantes y ahuyentarlos a tiros. En la región de Evros, la policía y el ejército rastrean la zona. Los 212 kilómetros de frontera son infranqueables. A los migrantes que tratan de cruzar se les “recibe” con lacrimógenos e incluso a tiro real, lo que, por lo visto, ha provocado varios heridos e incluso un muerto, según informaciones turcas. Los arrestados son golpeados, robados, humillados y devueltos. Creyendo que ya están a pocos metros del "paraíso", se enfrentan en realidad a la fría crueldad de la fortaleza europea, para la que siguen siendo indeseables, escoria o bestias vagabundas de las que ningún Estado quiere hacerse cargo. Con increíble cinismo y una hipocresía sin límites, cada cual pretende echar responsabilidades a los demás, pero todos comparten la misma voluntad: negativa categórica a acoger a esas poblaciones, víctimas de la barbarie que las propias potencias imperialistas han engendrado![2]
La hipocresía de las democracias frente a la oleada migratoria
Inmediatamente después del anuncio del régimen turco de abrir las puertas a los inmigrantes a Europa, la reacción de los principales estados de la UE fue contundente: todos los representantes de la burguesía europea se pusieron a clamar como posesos contra la política "inaceptable" de Erdogan (Angela Merkel). El jefe del gobierno austriaco, Sebastian Kurz, elegido especialmente por su política anti-inmigración, fingía estar preocupado por "esos seres humanos utilizados para presionar" a la UE.
Las "grandes democracias" de Europa podrán llenarse la boca con discursos compasivos, pero por mucho que traten de descargar las culpas sobre sus competidores rusos y turcos, la realidad de la política migratoria europea revela la hipocresía y la ignominia que los anima. Y es, por cierto, la "patria de los derechos humanos" la que mejor ha expresado las verdaderas intenciones de los estados de la UE: "La Unión Europea no cederá ante este chantaje. (...) Las fronteras de Grecia y el espacio Schengen están cerradas y nos aseguraremos de que así permanezcan, que las cosas queden claras", declaró marcial y rotundamente Jean-Yves Le Drian, el ministro francés de Exteriores. Así, no importa cuántos millones de personas revienten de hambre y frío, los estados europeos no harán nada por ellos, si no es poner aún más trabas a su empeño, reforzando los medios para que la frontera griega sea aún más hermética. Ursula von der Leyen, la Presidenta de la Comisión Europea, ha garantizado que se dará "toda la ayuda necesaria" al Estado griego. La agencia Frontex ya ha enviado refuerzos policiales y se han puesto a disposición 700 millones de euros. La intransigencia de los dirigentes europeos refleja también el deseo de dejar sin carnaza a los movimientos populistas, que no han dudado en sacar tajada de este nuevo éxodo.
Las potencias europeas podrán clamar que son víctimas del vil manipulador Erdogan o derramar lágrimas de cocodrilo por la desventura de los migrantes ocultándose tras la máscara de la impotencia, pero todas son igualmente responsables y, por mucho que digan lo contrario, son responsables de que se permita que esos millones de civiles perezcan bajo los proyectiles rusos, las balas griegas y el cinismo turco.
Sus diatribas vomitivas sobre los derechos humanos y su fingida indignación no son más que pantallas para ocultar sus políticas anti-migrantes. Los rechazos a las fronteras, la caza de refugiados y el desmantelamiento de campamentos improvisados, la construcción de muros y alambradas, la militarización de las fronteras, el aumento de los controles administrativos y los criterios de acceso a los territorios, etc., todas esas medidas son ante todo ejecutadas y aplicadas con el más estricto rigor y el mayor celo por los estados democráticos[3] donde la dictadura del capital se expresa de la manera más perversa y cínica. Las democracias occidentales, tanto de izquierda como de derecha, tan cacareadas por la propaganda, no sólo son cómplices sino que también hacen sufrir el mismo trato despreciable, degradante e indigno que los "malos" de esta película (los Erdogan, Putin y demás)... aunque, eso sí, con el toque democrático de la hipocresía…
Barbarie y caos son las únicas formas de capitalismo
Después de que unos 30 soldados turcos murieran en un ataque de las tropas de Bashar El Assad, lo que hizo temer una escalada de las tensiones, Moscú y Ankara acordaron un alto el fuego el 5 de marzo. Una farsa que nadie se cree pues las reivindicaciones respectivas de esas dos potencias sólo pueden empujarlas sin frenos hasta límites extremos, lo que, tarde o temprano, acabará por prender fuego al polvorín y reavivará la lucha. No hay el menor signo de estabilización en Oriente Medio. La retirada de Estados Unidos y, en consecuencia, de Francia y Alemania, planteará finalmente una serie de peligros de los que la población civil será, como siempre, la primera víctima. Es innegable que Assad está decidido a recuperar todo el territorio que poseía antes de 2011. Para ello, no dudará en emborracharse con la sangre de millones de inocentes para lograr su objetivo. Sobre todo porque Putin, el único capaz de canalizar las ansias del "carnicero de Damasco", no parece totalmente opuesto a ese objetivo. El "amo del Kremlin" también tiene interés en mantener relaciones cordiales con Erdogan para poder presionar a la OTAN y mantener su valiosísima base naval de Tartus, en el oeste de Siria. Turquía, por su parte, tiene vía libre para eliminar a los kurdos, a quienes niega todo territorio autónomo en Siria, temiendo que sirva de apoyo a las reivindicaciones nacionalistas de los kurdos de Turquía. El pasado mes de octubre, tras violentos combates, consiguió establecer una "zona de seguridad", rompiendo así la continuidad territorial de la Rojava. Si hasta ahora la presencia norteamericana ha dado una garantía de protección a los kurdos, la salida de las tropas de EEUU de Siria significa muy probablemente la señal de su sentencia de muerte.
Tanto más porque las potencias europeas, como Francia y Gran Bretaña, han perdido mucho terreno y ya no están realmente en condiciones de mantener su estrategia de lucha contra Daesh y el régimen de Assad mediante un tinglado de alianzas con los rebeldes y los kurdos. Así, todos los elementos están ahora reunidos para nuevos exterminios de masas que lanzarán a los millones de personas que puedan a huir por los caminos del infortunio.
Lo que está ocurriendo en la frontera greco-turca no es una excepción, sino una ilustración entre muchas otras del horror que el capitalismo moribundo acarrea para cientos de millones de personas. El destino de los migrantes africanos en la frontera marroquí, el infierno de Libia[4] o el de los latinoamericanos entre México y Estados Unidos es similar. Todos están huyendo de la guerra, la violencia, el crimen y el desastre ambiental. Hoy en día, casi siete millones de personas se encontrarían en esta situación de errabundos sin ningún medio de supervivencia. Huyen de la barbarie del capital y son los peones y víctimas de las burguesías nacionales, que juegan constantemente con ellos e instrumentalizan la "cuestión de la migración" en nombre de sus siniestros intereses imperialistas.
Vincent, 8 de marzo de 2020.
[1] Los rebeldes al régimen de Assad no son sino una facción rival más dentro de la burguesía siria. Tienen el apoyo de Estados Unidos, Arabia Saudí, Turquía y otros estados, que los utilizan como peones para sus intereses imperialistas.
[2] Véase al respecto: “Bombardements en Syrie : l’intervention des grandes puissances amplifie le chaos”, en Révolution internationale (publicación en francés de la CCI) n°455 (noviembre-diciembre 2015).
[3] Véase : “Le “droit d’asile” : une arme pour dresser des murs contre les immigrés”, en la página (en francés) de la CCI (julio de 2019).
[4] Véase ‘https://es.internationalism.org/content/4497/caos-en-libia-una-odiosa-expresion-de-la-barbarie-capitalista (Noviembre de 2019)