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- Las grandes movilizaciones y huelgas de apenas unas semanas entre mayo y junio de 1968 en Francia presentan claramente tendencias y contornos del océano de fenómenos de la la huelga de masas, expresión histórica de la lucha proletaria (incluso de la misma existencia proletaria como fuerza social y política, como clase para sí) desde comienzos del siglo XX: tendencia hacia la autoorganización y protagonismo de las masas en huelgas y luchas con el consiguiente desbordamiento y confrontación con estructuras y métodos sindicales; tendencia a la extensión de las luchas y huelgas con el envío autoorganizado de delegaciones a centros de trabajo o de estudio, y hacia otros sectores populares (estudiantes, agricultores); alteración de la cotidianidad y “normalidad” del dominio de las relaciones sociales capitalistas por medio de la movilización y protagonismo permanente, y por medio de la ocupación del espacio público y la palabra a través de manifestaciones de masas y ocupaciones de centros de trabajo y estudio (o edificios institucionales, teatros, etc) en el que se discute y se rompe el aislamiento y el monopolio del dominio de las relaciones sociales y de producción capitalistas; cuestionamiento de las condiciones de existencia bajo la “normalidad” y de la organización social que las crea, con la consiguiente tendencia hacia la politización frente a un estrecho y artificial economicismo sindical obrerista
“La gente que se movilizó, los alrededor 10 millones de personas que pararon de trabajar en el 68, tenían el sentimiento de haber levantado la cabeza, el sentimiento de haber ejercido su espíritu crítico, su independencia de espíritu,... ocupando sus centros de trabajo, considerando que no todo era aceptable, reflexionando sobre un futuro diferente, sobre otras condiciones de vida, de trabajo, de barrio...” Ludivine Bantigny[1]
Podemos encontrar trazos de estas tendencias, en mayor o menor grado y extensión, en las grandes luchas proletarias que tienen lugar entre el mayo francés y 1980 en lugares como Italia, Argentina, Polonia, España o Irán.
Una reaparición histórica de la lucha proletaria de masas será necesariamente portadora de lo esencial de esos rasgos históricos, a un nivel histórico superior producto del paso de 40 años de contradicciones y antagonismos capitalistas, o no será.
- Mayo del 68 y la oleada internacional que inicia abre un rico periodo de luchas del que sacar lecciones aún hoy, pero también su reflujo y canalización sienta las bases para nuevos (o semi-nuevos) elementos político-ideológicos de parte de la burguesía con los que tratar de combatir y caricaturizar la perspectiva proletaria comunista, vehiculados principalmente por la pequeña-burguesía y la izquierda del capital: la fijación por la “espectacularidad” de disturbios y choques callejeros descontextualizados como sinónimo de lucha contra las relaciones capitalistas; la mitificación de la “juventud” como sujeto político “rebelde” en sí; la trampa guetificada del “contraculturalismo” y el “marginalismo” como sujetos revolucionarios (que podemos encontrar por ejemplo hoy en forma de squatters o agroecologismo); la crítica parcial y desenfocada (y por tanto estéril y sin perspectiva global) a fenómenos concretos de la organización social capitalista (feminismo, ecologismo, antirracismo, etc).
En la categoría del ensalzamiento de la “juventud” podríamos incluir la también categoría difusa e inconcreta de los “estudiantes”. Más de 50 años después de las importantes movilizaciones de estudiantes en USA, Francia o Checoslovaquia, se puede afirmar que los movimientos de estudiantes sólo pueden encontrar una perspectiva coherente de confrontación a lo existente de dos formas: o bien (en el caso de los estudiantes proletarios o proletarizados) luchando como parte integrante de la clase proletaria poniendo como base de su movilización sus condiciones de vida (perspectiva de paro, condiciones de alojamiento y de trabajo, etc) y sus necesidades humanas en antagonismo a las necesidades del capital; o bien (en el caso de la pequeña-burguesía y otras “capas populares”) “aliándose”, y en definitiva integrando su movilización en la perspectiva proletaria comunista, única capaz de dar una coherencia y perspectiva global al combate contra todos los agravios que la sociedad burguesa decadente produce contra el género humano. Fuera de esas dos vías, al “movimiento estudiantil”, así como a otras categorías sociológicas difusas (“juventud”, “mujeres”, “amas de casa”, “consumidores”, “jubilados”, “inmigrantes”, etc), sólo le queda el callejón sin salida del interclasismo o aclasismo “popular”, del humanismo, del ciudadanismo, y en definitiva, de la canalización del malestar por la sociedad burguesa, la impotencia y la derrota.
- Mayo del 68 muestra una vez más la discordancia histórica que existe entre el terreno electoral del parlamentarismo burgués y la lucha proletaria. No sólo “el centro de gravedad de la vida política actual ha salido definitiva y completamente, del Parlamento.” (expresado en el II Congreso de la IC en 1920), sino aún más claramente, ambos fenómenos históricos tienden a repelerse mutuamente, siendo las bases sociales y políticas que hacen posible a uno incompatibles con las del otro. Uno implica la disolución del proletariado en la masa del “pueblo” como masa atomizada, pasiva, concurrente e impotente, que bajo la dominación de las relaciones sociales y de producción capitalistas ata su suerte a los resultados de las “instituciones democráticas” dominadas por sus explotadores; la otra implica la tendencia hacia la movilización permanente, la autoorganización, la politización y en definitiva la ruptura con la “normalidad” capitalista, y en fases superiores, la disolución de las bases materiales de la “democracia” burguesa.
¿Cuál fue el reflejo en el terreno electoral del probablemente movimiento proletario más importante en Europa occidental desde el final de la 2ª Guerra Mundial, cuya impronta llega hasta nuestros días? Una victoria aplastante de los partidos de derecha.
Este supuesto “misterio” se explica, aparte de por lo arriba dicho, por el hecho de que la fuerza histórica de la lucha proletaria no proviene de una legitimidad numérica democrática del “pueblo trabajador”, sino de una relación de fuerzas capaz de subvertir y romper el dominio de la relaciones sociales existentes, a través de la acción directa de masas del proletariado en la defensa de sus necesidades humanas, ganando para su causa a amplios sectores populares no explotadores, y condenando al aislamiento y la impotencia a la burguesía, su Estado y sus apoyos sociales incondicionales.
En este sentido, los acontecimientos en 1917 en Rusia son suficientemente clarificadores de esta discordancia histórica: el levantamiento de masas explotadas probablemente más grande de la historia de la humanidad tiene un reflejo en las elecciones a la Asamblea Constituyente de noviembre de apenas un 25% de votos para los partidos partidarios del paso del poder a los soviets “bolchevizados”. Más allá de las explicaciones por particularidades (retraso y manipulación de informaciones de la evolución política en los inmensos territorios del imperio ruso, no distinción habitual entre partidos diferentes por parte de masas campesinas de facto insurrectas, etc), ante este hecho, los bolcheviques de 1917 aplicaron la única medida revolucionaria digna de tal nombre: disolución de la Asamblea burguesa y asunción de la lucha de clases como una relación de fuerzas entre proyectos históricos, no una suma aritmética “democrática” legitimada o no por el número, ante una burguesía que ya preparaba la guerra civil.
- A remarcar también el hecho (invariable a nivel internacional desde que la causa revolucionaria se viera favorecida por la lucha entre Kerenskistas y Kornilovistas en la Rusia de 1917) de que las distintas facciones de la burguesía en Francia dejasen de un lado sus diferencias ante la “amenaza roja”. Vemos un reparto del trabajo coordinado entre derecha e izquierda. Por el flanco derecho vemos al “partido del orden” cerrar filas en la manifestación del 30 de mayo, en las que otras cosas se escucha “¡Cohn-Bendit a Dachau!”, y a la República amnistiar y reintegrar a los miembros de la OAS el 7 de junio[2]. Por el flanco izquierdo vemos a los sindicatos y partidos de izquierda dividir a los huelguistas y trabajar para el fin del movimiento y la canalización del descontento hacia el parlamentarismo.
- Mayo del 68 y la oleada internacional que abre pone de manifiesto que es en el marco del combate práctico de masas contra la sociedad burguesa, con todos los antagonismos que se muestran de forma clara y desgarrada en él (ocultos bajo el halo de “normalidad” y “paz social” en la cotidianidad de la dictadura del capital), donde se encuentra de forma general el terreno fértil para una influencia cuantitativa importante de las posiciones que más coherentemente expliquen los fenómenos existentes. O, dicho de otro modo: sólo el desarrollo y profundización de la crisis histórica de las relaciones sociales y de producción burguesas y de un movimiento de masas que las cuestione prácticamente y dibuje una perspectiva a estas, puede crear el caldo de cultivo histórico necesario para la influencia cuantitativamente importante de las posiciones programáticas revolucionarias. Es en ese contexto en el que efectivamente “para millones de obreros, Mayo del 68 fue un despertar de su conciencia”, y son recuperadas y profundizadas las posiciones políticas revolucionarias y tiene lugar la politización de amplios sectores obreros. Un “despertar de la conciencia” que difícilmente puede tener lugar en el aire, ni bajo la “normalidad” burguesa, ni es producto sólo de la “indignación moral”, sino que se nutre decisivamente del combate práctico de masas contra el orden existente que dibuje una perspectiva e impulse la recuperación de las posiciones revolucionarias.
En este sentido, existirían varios peligros en pretender o albergar esperanzas de que las posiciones revolucionarias puedan tener una influencia cuantitativa importante fuera de esos períodos de acción directa de masas: en el mejor de los casos existe la posibilidad de caer en un voluntarismo productivista estéril, con el consiguiente riesgo de desgaste de energías militantes mal utilizadas (más necesarias para dos de las tareas revolucionarias del momento actual: la profundización y afinamiento del programa comunista, y el desarrollo de un polo de confrontación y agrupación internacional de las posiciones revolucionarias de la Izquierda Comunista); en el peor, puede llevar a un peligroso deslizamiento hacia un oportunismo “estratégico” para hacer las posiciones comunistas “aceptables” para la “opinión pública” (economicismo obrerista, “asambleísmo”, “todos unidos”, “indignacionismo”...).
Draba junio 2018
[1] https://ici.radio-canada.ca/premiere/emissions/aujourd-hui-l-histoire/segments/entrevue/69025/mai-1968-paris-france-manifestations-etudiants-violence
[2] OAS: Organización del Ejército Secreto, grupo terrorista francés de extrema derecha inspirado por los partidarios de mantener Argelia bajo el dominio de Francia.