La burguesía ecuatoriana nadando en su pozo de descomposición

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Para quienes consideraban que la democracia era la mejor vía para solucionar las enormes contradicciones acumuladas por la sociedad burguesa durante décadas, fueron los mismos que se tragaron con mucha facilidad las promesas de que a partir  del  15 de enero de 2007 se iniciaba la refundación del país, esto es, dejar atrás las lacras y penurias sociales sobre una población que no lograba comprender sus padecimientos atribuidos a los malos políticos y sus partidos perversos que únicamente les interesaba sus mezquinos intereses, es decir, la derecha. De modo que el Movimiento Alianza País junto al Partido Socialista y el Partido Comunista (estalinista), artífices de la consigna ideológica y política de la Revolución Ciudadana se hicieron del Estado con la ayuda de sindicatos de toda ralea, organizaciones sociales, la CONAIE (Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador) y un conjunto abigarrado de tiendas políticas-electoreras ubicadas desde el centro a la izquierda del capital.  

La burguesía ecuatoriana entraba en los mares tumultuosos de la descomposición capitalista con muchas pesadillas por la deuda externa que se incrementaba año tras año a pesar de los malabares políticos financieros que implementaba a través de los sátrapas de turno. Así, todos fueron testigos de la tormenta política que se  desató en febrero de 1997 con la caída de Abdalá Bucaram, preludio de lo que vendría años después.   El remezón que sufrió el capitalismo en 1997 y 1998 a nivel mundial, aceleró el desorden, el caos dentro de las fuerzas burguesas, las disputas intestinas, las zancadillas, el puñal por la espalda, todo era válido en una frenética lucha por el control total del aparato del Estado que llevó al Ecuador, entre 1997 y 2006, a tener 9 gobiernos de distintos matices burgueses y dos explosiones sociales (2000 y 2005) que puso en vilo el poder y control de la burguesía sobre el conjunto social con un escenario económico insostenible como telón de fondo.   El 21 de enero del 2000, con la participación de la oficialidad de menor jerarquía del ejército, en contubernio con indígenas agrupados en la CONAIE, decidían derrocar a  Jamil Mahuad y sacaban a empellones a los diputados del Parlamento, a los miembros de la Corte Suprema de Justicia, y en un sainete de sublevación al supuesto orden establecido, instauraban como héroes de la nación, un gobierno de la Salvación Nacional Cívico -Indígena- Militar que duró, a penas, unas cuantas horas.   La presión de las Fuerzas Armadas, obligó a los heroicos de salvación nacional a  transitar por el terreno de la negociación y finalmente, era el ejército quien retomaba el orden constitucional.  

El 20 de abril de 2005, tras una explosión social protagonizada con mayor agudeza  en Quito, la multitud se lanzaba a las calles con el grito: “que se vayan  todos”, irrumpiendo violentamente en el Parlamento, Instituciones gubernamentales, la Corte Suprema de Justicia, e incluso intentando asaltar el Palacio de Carondelet, residencia del Presidente de turno, Lucio Gutiérrez, principal figura de los acontecimientos sociales del 21 de enero del  años 2000. Las imágenes transmitidas por los medias de comunicación, daban cuenta de un motín orquestado por  una muchedumbre pluriclasista sin ninguna filiación política definida que arremetía con irreflexiva violencia contra todo aquello que representaba el gobierno gutierrista y a los miembros de los partidos políticos tradicionales representados en el Parlamento y en  los organismos del Estado.

El Ecuador caminaba por un sendero de inestabilidad institucional crónica, aparejado con los males históricos propios de un país periférico del capitalismo sumido en la descomposición mundial, provocando los mismos males de la clase obrera internacional, como, desempleo, pobreza extrema, inseguridad social, inflación, aumento del narcotráfico que lento pero seguro extendía sus tentáculos sobre las instituciones de la democracia burguesa, de igual modo, el incremento constante de la Deuda Externa como fenómeno económico mundial y que el capitalismo en descomposición lo ha usado y lo seguirá usando contra los trabajadores, cuyas  consecuencias eran y siguen siendo insoportables para el proletariado obligado a cargar la deuda burguesa con altos niveles de impuestos, salarios congelados, inflación, y una serie de medidas siempre contra la clase obrera local e internacional.

Tras la caída del Muro de Berlín (1989), y con el discurso del fin de la historia o mejor dicho, “la muerte del comunismo”, la burguesía instauraba un “nuevo orden mundial”, que no tendría nada de nuevo, sino la acumulación de las enormes contradicciones que empezarían a surgir luego de la Primera Guerra Mundial con más desorden e inestabilidad del estado burgués; de ese modo, la sociedad burguesa entraba en su fase de descomposición general[1], periodo que se caracteriza por mayores conflictos interburgueses de inestabilidad del estado, guerras, terrorismo, desplazados como producto de una clase que pugna entre sí por el control imperialista para acrecentar el poder económico, político y militar. Desde América del sur hasta Afganistán, desde Los Balcanes hasta África, desde el sudoeste asiático hasta Estados Unidos, desde medio oriente hasta Europa, no hay día que no se conozca conflictos sociales, económicos, cuya solución ya no es la democracia, sino, las armas para solucionar las desavenencias burguesas y el proletariado en la mitad como carne de cañón, bien para embaucarlo en estos actos de locura o en los actos estúpidos de la democracia que de cuando en cuando apela la burguesía para esgrimir, que aún, es civilizada. A pesar de este cuadro dantesco, la burguesía mundial, cínicamente sostiene que el crecimiento económico mundial actual (2,9%) que no supera los datos de hace 50 años (5,6%), está en vías de prosperidad, pese a su descomposición, la burguesía no desaprovecha las oportunidades que le presenta las circunstancias históricas para confundir, engañar, al conjunto de la sociedad provocando mayores confusiones.  

Las ilusiones sobre la “Revolución Ciudadana” cruelmente decepcionadas

Es así que, el denominado socialismo del siglo XXI, ha sido utilizado muy bien por la burguesía en algunos países de América Latina para reafirmar su dominación. La revolución ciudadana, franquicia ecuatoriana de la mezcolanza ideológica del otrora izquierdismo, le ha valido enormemente a la burguesía criolla.  Desde el 2007 hasta la fecha que escribimos este artículo, la revolución ciudadana ha logrado, aún más, confundir a una sociedad en que el proletariado, como clase revolucionaria, sigue débil y diseminado en la palabra putrefacta de “pueblo” y “ciudadano”.

 

La revolución ciudadana sirvió eficientemente a toda la burguesía criolla. Desde el 2007 cuando empezó el gobierno  de la revolución ciudadana, 50 grupos económicos obtuvieron ingresos de casi   15000,00 millones de dólares.   Representando el 33% del Producto Interno Bruto (PIB), que en ese año significó 44 000 millones de dólares.   Para el 2010, se registra 75 grupos económicos.  Estos habían obtenido ingresos por algo más de 25000,00 millones de dólares, representando el 43,8% del PIB, que en ese año fue 58000,00 millones de dólares.   Un crecimiento de 10 puntos, según los términos que usan los economistas bursátiles. En los primeros cinco años de revolución ciudadana, la economía sigue hiperconcentrada en pocos grupos burgueses, representando el 44% del PIB.  A través de los programas impulsados por un Estado benefactor, lograba beneficiar de forma directa y concentrada a los grandes empresarios del Ecuador, entre los tantos, por ejemplo está el sector inmobiliario y de la construcción que ha tenido un ascenso sostenido en todo estos años. Todos los empresarios de servicios inmobiliarios, no han dejado de crecer. Los bonos de vivienda, los créditos hipotecarios otorgados por el Biess (Banco del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social), creado en éste régimen, precisamente, para estos y otros fines, como la especulación financiera que le permitiría al Estado otorgarse préstamos a sí mismo a través de compras de emisiones de bonos del Estado, como los fiduciarios, por ejemplo; estas políticas favorecieron a los grupos económicos relacionados con la construcción.   Otro tanto es la agresiva construcción de carreteras e infraestructura Civil como edificios estatales, puentes, canales, etc., cuyos beneficiarios directos son los grupos Herdoíza Crespo, Hidalgo & Hidalgo y el grupo burgués Verdú. Y los megaproyectos de ingeniería, se destinaron a la famosa transnacional Odebrech (“famosa” por haber embarrado a casi todos los gobiernos de Latinoamérica con sobornos y otras trapacerías propias de una clase en descomposición).  

Otro ejemplo de cómo la política de la revolución ciudadana ha permitido el crecimiento de los grupos económicos burgueses, es el sector de la salud.  El gobierno, al ofertar la salud como un derecho social, no contaba con la infraestructura para la demanda, porque las políticas neoliberales la habían desmantelado. Entonces, el presupuesto para salud sobrepasaba los 10000,00 millones de dólares,  desde 2006 a 2010. En este período, el 55% de empresas dedicadas a la salud, crecieron significativamente. Un sector próspero que acumularía un promedio de 12000,00 millones de dólares en poco tiempo; sólo las empresas burguesas de Difare y Fybeca, registran ingresos de 525 y 495 millones de dólares respectivamente como ganancia, en un sólo año, 2010.  Como se puede ver, para estas y otras empresas burguesas, la crisis mundial, da la impresión que no les afectado, efectivamente, al ser la clase dueña del estado, ha logrado ralentizar  su quiebra total, pero, sobre las espaldas del proletariado.

Se calcula que el Estado ecuatoriano administró 231 000 millones de dólares por ingresos entre  2007 hasta 2014, haciendo creer que el petróleo alimentaba esos ingresos. Mentira. El petróleo sólo ha representado el 30% de los  ingresos, el 70% es el producto de las enormes cargas tributarias a la clase obrera. Es decir, por cada 100,00 dólares que gastaba la revolución ciudadana, 70,00  los sacaba de los bolsillos de los trabajadores.    

En el 2007 el estado ecuatoriano  tuvo ingresos  tributarios de 5500,00 millones de dólares, para el 2014 eran de 15000,00 millones de dólares. De eso, el 15% provenía de tributos empresariales y el 85% lo pagaba la clase obrera. Es verdad que el IVA alcanza el 50% del conjunto de impuestos, un impuesto, que supuestamente lo pagan “todos”: empresarios y trabajadores, pero la mayoría de ecuatorianos como en cualquier país del mundo, la clase obrera es mayoría, y si a eso le sumamos, el problema del salario, se puede comprobar que con la descomposición capitalista, los trabajadores del mundo, vienen siendo triplemente explotados, como trabajadores directos, como consumidores y como endeudados del estado.

Pero uno de los mejores servicios de la revolución ciudadana a la burguesía en su conjunto, del cual es parte el actual gobierno de Lenin Moreno, ha sido el sometimiento del proletariado como clase.  Con la incautación de varios medios de comunicación por haber pertenecido a los banqueros responsables del feriado bancario de  1999, se creó la ley para separar a cualquier institución financiera de la actividad comunicacional, medios de comunicación que pasarían al servicio del Estado, y con ello, al servicio de la propaganda de la revolución ciudadana para atacar la conciencia del proletariado con la democracia, el nacionalismo de la patria grande, contra los gringos, los ricos y la derecha. El marketing ideológico del show y el arrebato, estaba acompañado de leyes contra la clase obrera para suprimir los contratos colectivos, la contratación por horas, incautación de las pensiones jubilares, renuncias obligatorias de los servidores públicos.

Entre el show y el arrebato, se penalizaba las protestas sociales bajo el concepto de antiterrorismo, propio de una dictadura militar como había ocurrido con Pinochet en Chile. Entre los casos emblemáticos, está el caso de  Dayuma de 2007, una comunidad que se oponía a la extracción petrolera que afectaría sus tierras que las habían habitado por cientos de años, y debido a la protesta, sufrieron una represión brutal por parte del estado. De igual modo ocurrió con los 10 de Luluncoto, (10 jóvenes estudiantes) detenidos por sospechas de terrorismo. Otros 68 estudiantes del Colegio Central Técnico de Quito, todos ellos menores de edad, fueron detenidos, por haber protestado contra la explotación minera en la provincia del Azuay. Después de 2008 se levantaron procesos judiciales contra líder y dirigentes sociales, maestros, estudiantes, trabajadores públicos, periodistas, indígenas y campesinos. Desde el 2013 hasta la presente fecha, se estima unas 200 personas involucradas en procesos judiciales por haberse opuesto a proyectos “desarrollistas” de alto impacto ambiental y social, impulsados por la revolución ciudadana. A esto hay que sumar los ataques hacia aquellos sectores que habían sido, también, responsables de la victoria electoral de la revolución ciudadana, como el sindicato de la Unión Nacional de Educadores (UNE), hasta hacerlo desaparecer. Aquellos gobiernos de la “larga noche neoliberal”, frase que no se cansaba de repetir el señor Correa, que  no habían logrado en décadas controlar, la revolución ciudadana, lo resolvía en menos de lo que canta un gallo, anular, silenciar y envilecer a muchos sectores sociales, incluidos varios sectores de trabajadores.  Si bien, estos sectores sociales, carecían de conciencia de clase proletaria y por tal motivo, no representaban un peligro para la sociedad capitalista, no se puede justificar la violencia con que fueron tratados por la revolución ciudadana.

La lucha por el porvenir de la humanidad continua, aunque la clase obrera, mancillada, deshonrada y desprestigiada por la clase burguesa, está débil y confundida, eso no significa que haya desparecido, sigue ahí en todos los rincones del planeta, y es la única clase a la que puede apelar la sociedad burguesa para lograr sus fines, pero también es la única clase que podría detener la locura de la descomposición capitalista y prefigurarse, aquel porvenir que ha sido denigrado tanto por la burguesía como por la contrarrevolución, el comunismo.

¡Comunismo no es estalinismo ni trotskismo, sino, revolución mundial!

Internacionalismo,

Sección de la CCI en Ecuador,

Marzo de 2018.

 

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