Sobre las Redes Sociales

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INTRODUCCION DE LA CCI

Publicamos una contribución de dos compañeros muy próximos a nuestra organización en la que desarrollan una tesis que compartimos: la Redes Sociales e Internet han pasado a formar parte de la vida cotidiana de muchos millones de obreros y de sus militantes comunistas. Como tal es una parte de la realidad social del capitalismo actual que expresa y amplifica los fenómenos contradictorios que en el ocurre: en un bando está el reflejo de la crisis y la descomposición social e ideológica del capitalismo con todos los elementos de barbarie que conlleva (desde los repugnantes acosos hasta las manifestaciones de xenofobia, pornografía etc.) e igualmente la vida cotidiana del capitalismo con la atomización, la competencia, el ansía desesperada por valorizarse etc.; en el otro bando, los esfuerzos muy minoritarios de comunicación mundial de elementos de la clase y de reflexión que de forma, muchas veces confusa y dispersa, se expresan.

Las redes sociales son un terreno relativamente nuevo al que los revolucionarios han de enfrentarse y que presentan muchas particularidades; desde que en muchas ocasiones llegan a condensar y moldear gran parte de la opinión pública bajo el gobierno de la burguesía, hasta la apariencia que toman para muchos de estar apartadas de la ''vida real'' o de las acciones o pensamientos ''reales'' de la gente.

En sí, consideradas en su dimensión más puramente social e histórica, las redes sociales son un buen ejemplo de dos hechos que bien pueden extenderse a todas las dimensiones de la producción y reproducción social del ser humano bajo la sociedad burguesa, más específicamente: primero, la necesidad cada vez mayor para la producción capitalista (que no podría existir tal y como existe hoy sin la ayuda de Internet) de cubrir del primero hasta el último de sus engranajes del mayor automatismo posible, del mayor y más rápido intercambio de información posible para que ningún pedido llegue con retraso, para que ningún cliente quede insatisfecho por lejanía geográfica u otro impedimento físico, para que no quede ningún rincón del mercado sin acotar. Por otro lado, no podemos sino señalar de forma evidente su marcado potencial social: un ejemplo de la naturaleza social del hombre llevada ya a un considerablemente alto exponente y la capacidad potencial que esta herramienta podría tener en la ordenación de una producción mundial consciente, lejos de ser no obstante un producto perfecto de tal naturaleza. A través de las redes sociales, sin embargo, podemos comunicarnos casi instantáneamente con cualquier miembro de nuestra clase en la otra esquina del mundo, podemos tener acceso a todo tipo de información y podemos conocer las necesidades y problemas que aquejan a cualquier persona o colectivo sin importar lo lejos que esté. Su potencial en este sentido como herramienta para una humanidad liberada de las cadenas de clase queda, pues, sobre la mesa.

Las redes sociales ayer y hoy

Desde el origen de Internet como una herramienta militar, el implacable ritmo de la acumulación de capital ha provocado que éste se transforme, de un producto de acceso más limitado, exclusivo a ciertos países, en casi una realidad virtual que ha llegado a tener un papel de suma importancia, cuando no a fagocitar directamente una parte considerable de la vida social de muchos de los que tienen acceso a ella. Mientras que en sus orígenes solía utilizarse de forma más puramente orientada a la búsqueda de información y a la satisfacción pasajera de la curiosidad académica, hoy ha llegado a ser uno de los principales canales de relación social e incluso por el que se dan fenómenos especialmente llamativos como el de las empresas que las usan para mantener una odiosa vigilancia sobre los trabajadores que explotan, controlando cada una de las partes de su ritmo vital.

A lo largo de este texto trataremos principalmente uno de los principales rasgos que, inevitablemente, iban a permear todos los poros de este fenómeno social: la descomposición de la sociedad burguesa[1].

La descomposición social en la red social

Es evidente que las redes sociales e Internet han sido uno de los lugares privilegiados en los que la descomposición social del capitalismo ha encontrado un poderoso altavoz. Baste mencionar de pasada la vomitiva cantidad (y naturaleza) de los vídeos que pueden encontrarse en las partes más oscuras de Internet, en los que abundan muestras, en forma de aparentemente inofensivos vídeos o imágenes, de los peores comportamientos del ser humano bajo una sociedad que se está descomponiendo (asesinatos, violaciones, mutilaciones, y un largo y desastroso etc.) que a su vez vienen acompañados del trauma y la posterior insensibilización que provocan en los a veces inadvertidos espectadores. Al mismo tiempo la pornografía, lejos de ser algo inocente y que se limita a la red social, va postulándose cada vez más como un complemento ''extraoficial'' de la represión sexual y emocional que cualquiera de nosotros puede experimentar bajo la religión de la vida cotidiana en la sociedad burguesa.

Tampoco nos limitaremos aquí a señalar la capacidad de gran cantidad de capitales de vigilar escrupulosamente el tiempo libre de sus trabajadores e incluso las ideas que publican y difunden por Internet, sino que hemos de insistir también a la notoria intrusión del Estado, el gran Leviatán de la decadencia del capitalismo, en el tráfico de datos en Internet y en las redes sociales, realizando un auténtico esfuerzo de espionaje masivo en su cada día más penosa labor de intentar mantener los pedazos del tejido social atados con su sangrienta cadena de hierro. Huelga mencionar que Internet, en las relaciones entre las facciones imperialistas del mundo, se ha convertido en un auténtico campo de batalla de virus informáticos e intentos de robo de información que se producen entre casi todos los Estados. A esto, se le suman otras cosas como la proliferación de un sinfín de páginas y grupos de propaganda estatal y paraestatal, que ya cuando se dan conflictos armados o fuera de ellos, se dedican, empleando un término al uso, a hacer ''spam'' de propaganda a favor de cualquier facción imperialista por las cuatro esquinas del mundo virtual.

Más ''a nivel de calle'' hay más efectos de la descomposición a tratar. Los puntos definidos en las tesis sobre la descomposición bien pueden describir muy bien el panorama que se ha trasladado desde la sociedad a las redes sociales:

- la acción colectiva, la solidaridad, encuentran frente a ellas la atomización, el «sálvese quien pueda» el «arreglárselas por su cuenta»;

- la necesidad de organización choca contra la descomposición social, la dislocación de las relaciones en que se basa cualquier vida en sociedad;

- la confianza en el porvenir y en sus propias fuerzas se ve minada constantemente por la desesperanza general que invade la sociedad, el nihilismo, el «no future»;

- la conciencia, la clarividencia, la coherencia y unidad de pensamiento, el gusto por la teoría, deben abrirse un difícil camino en medio de la huida hacia quimeras, drogas, sectas, misticismos, rechazo de la reflexión y destrucción del pensamiento que están definiendo a nuestra época.

El paradójico potencial para el aislamiento que tienen las redes sociales hoy día es algo casi digno de admirar. Cómo es posible que la sociedad burguesa haga, de una herramienta con semejante capacidad, algo que acabe aislando aún más a los seres humanos en la manifestación de su sociabilidad, es una de las contradicciones quizá más ilustrativas del impacto que tiene la acumulación de capital, la alienación, en definitiva, el capitalismo, en las relaciones humanas. En la red se suelen ''subir'', ''colgar en el muro'' (como si se tratase de un museo del cotilleo o de escribir en una pizarra colgada en el patio de vecinos) cosas que rara vez se dicen claramente en la vida cotidiana, lo que provoca que la red social se convierta también en un arma en manos de la burguesía a la hora de canalizar las frustraciones del día a día y las expresiones emocionales hacia el ''mercado virtual'', donde pronto serán olvidadas, en lugar de discutirlas y reflexionar sobre ellas cara a cara, con compañeros, amigos, etc. En este sentido llevan a todo un nuevo nivel la cháchara estéril de la taberna y se perfilan, como tantas otras cosas, como un verdadero síntoma de resentimiento de la vida en comunidad.

La expresión del ''mercado virtual'' aquí no es una licencia que nos hemos dado. Las redes casi se podrían decir que funcionan como un mercado de lo personal, fundamentado en cierto sentido del valor de cambio (los ''me gusta'', los ''retweet'') que determina qué publicaciones aparecen antes sugeridas en nuestro menú del día, dependiendo de lo ''demandadas'' que sean por su popularidad, etc., lo que al final acaba haciendo emerger el tipo de publicaciones más inofensivas para el estado actual de las cosas por encima de las demás.

El anhelo de ser valorado en sentido cuantitativo como una mercancía es un impulso que anima el funcionamiento de las redes. A su vez ni siquiera favorece, por lo general, una cierta creatividad genuina en la forma de transmitir las cosas, sino la repetitividad, el simple ''copia y pega'', el ''comparte y dale a me gusta''... cabe aquí hacer mención especial a los tan virales y populares vídeos de contenido político que suelen llevar por título algo del estilo ''mira cómo este ideólogo 'experto' destroza a este otro ideólogo o ideología particular en 2 minutos''. Casi pareciera que se intenta transmitir una doble sensación: primero de miedo a pensar por uno mismo, puesto que se corre el riesgo de caer en el ridículo de que el ''experto'' de turno desmonte tu opinión en minutos; y segundo, fomentar no obstante la ideología democrática del buffet libre de sub-ideologías, que ya nos lo dan todo pensado en un marco bien definido y que hacen innecesaria la inventiva propia y la discusión (como no sea la del choque y ataque frontales)[2].

Así, por masticada y machacada que esté esta idea, la personalidad y la espontaneidad genuina de cada ser humano a la hora de transmitir sus emociones e impresiones se diluye en la superficialidad, que a su vez cierra el círculo vicioso contaminando el impulso de escapar de esa misma superficialidad con una abundante riada de artículos, blogs y publicaciones de todo tipo sobre cómo ''ser alternativo'',  ''ser feliz con uno mismo sin depender de nadie más'', y de cómo buscar lo ''especial'' de cada uno con respecto a la ''plebe'' en los rasgos y hábitos más peregrinos que se puedan imaginar. Todo es cuestión de buscar qué es lo que nos puede valorizar mejor frente al resto de las mercancías humanas. La lógica democrática, también aquí, se hace patente con gran fuerza al transmitirse la idea de que a base de me gusta, tweets y compartir cosas en un muro se puede transformar o desarrollar la personalidad de cada uno o incluso crear una realidad propia y aislada al gusto del consumidor. La ilusión ridícula, tan empleada por las ONGs, de que recoger firmas digitales es una forma de participación y transformación política que va a forzar al capital a hacer algo o dejar de hacerlo, es especialmente significativa en este sentido.

Para todo aquél que pase cierto tiempo en las redes sociales, todas estas palabras le sonarán a algo. Como se mencionaba en otro artículo de la CCI a raíz de ataques recibidos vía redes sociales por elementos del parasitismo, las redes sociales son además terrenos abonados para todo tipo de fenómenos del tipo lobo solitario, para francotiradores anónimos y para la destrucción de cualquier tipo de responsabilidad e intransigencia en los principios. Basta un vistazo rápido en cualquier foro, en cualquier discusión que se forme en torno a cualquier cosa, para notar tarde o temprano que por un lado y por otro surgen esporádicamente auténticos corrales de gallinas, donde proliferan insultos, provocaciones, el menosprecio, los ataques personales ya descarados o encubiertos como diferencias de opinión, etc[3].

En una sociedad en la que la atomización campa a sus anchas y la desconfianza, la competencia, las manías comparativas y conspirativas, fruto de la lógica de la mercancía, el pogromo y el chivo expiatorio, son el pan nuestro de cada día, las redes sociales demuestran ser un auténtico amplificador de esos fenómenos si uno no se guarda todo lo posible de no reproducirlos. Casi pareciera que, precisamente porque estos medios te dan la oportunidad de decir lo que te venga en gana sin más consecuencias directas, una considerable parte de sus usuarios tomaran manga por hombro para volcar todas las frustraciones del día a día en el primero que se les cruza, causando para otros tantos que meterse a participar en una red social no sea sino sinónimo de rechazo, cuando no incluso de ansiedad y siempre de aún más desconfianza.

Los revolucionarios y las redes sociales: la falta de responsabilidad o la intransigencia

Todo este clima de la posibilidad de ataque anónimo, de irresponsabilidad con lo que se expresa en las redes sociales, fomenta el que mucha gente incluso cercana a las posiciones proletarias opine que ''lo que se dice, se difunde o se expresa por las redes sociales, no tiene tanta importancia, no es la vida real''.

Pues bien, aún a riesgo de llevar a malinterpretaciones sobre el verdadero contenido de la actividad revolucionaria, las redes sociales sí forman parte de la <<vida real>>. Son un medio en el que se pueden y de hecho se expresan muchas opiniones, posiciones políticas, intuiciones y actitudes y no pocas veces hasta se imponen como uno de los muchos canales de manifestación de las emociones sociales. A parte, son un medio por el que se puede mantener un contacto relativamente regular con camaradas de otros países, y mediante el cual se pueden hacer nuevos contactos con posibles simpatizantes o gente que llega a acercarse a las posiciones comunistas. Decir que sumergirse de lleno en comportamientos como ironizar de forma continua, mostrarse altivo con otros camaradas o con gente con la que se discuta, pasar opiniones ajenas como cosas ridículas o ''sin valor'', pensar que insultar o que ''relajar las formas'' en una red social no tiene mucha importancia... sería lo mismo que decir que bien podrían imprimirse en un panfleto todas las expresiones y párrafos fruto de ese tipo de comportamientos, firmarlos y colgarlos en una vía pública con la excusa de que como sólo lo va a ver un montón de gente anónima que no sabe nada del autor, no tiene mayor importancia. Y no sólo eso, sino que ese tipo de actitud está relacionada con lo que intentábamos explicar antes, de que casi pareciera que el verdadero carácter se demuestre en medios en los que expresar una u otra cosa no conllevara represalias ni consecuencias negativas directas e inmediatas. Un militante o un simpatizante que se toma el ambiente de anonimato y falta de una ''autoridad'' externa a él, como el que proporcionan las redes sociales, como excusa para publicar lo primero que el capricho le dicte, para dirigirse a gente en el tono y con las palabras que le dicten las frustraciones cotidianas, que se deje llevar por la lógica de la provocación y la falta de principios, sin responsabilizarse de lo que ha dicho con la excusa de que por las redes sociales ''importa menos''... es un militante o un simpatizante que no ha aprendido nada de los principios morales del proletariado, que no hace suyo, internamente, ese compromiso, y que cuando cumple con él solo lo hace para ''quedar bien'' por pura presión de grupo, viendo la organización revolucionaria como algo ajeno a él, que se le tiene que imponer (punto de vista típico del izquierdismo en el que la organización y sus militantes están separados, se les echa de comer aparte, como suele decirse). Suele ser bajo esta lógica, y bajo esta contradicción que señalamos, que señalar este tipo de cosas puede ser respondido con el reproche de que nuestro punto de vista ''conllevaría que <<la organización>> vigilara cada cosa que publicamos''.

Amén de lo dicho, las redes sociales también encarnan otro riesgo más directamente político; y es el peligro de caer en uno de los extremos habituales que acechan a la actividad revolucionaria: por un lado la apatía y el rutinarismo intelectual, que hace que el militante se pierda en la desgana y la falta de interés por leer, discutir y profundizar al ver que pocos o ningún contacto se interesa por los textos que comparte por las redes o al abrumarse por la cantidad de estos que otros publican, textos que acaban viéndose como un ''ladrillo'' (y además, un ladrillo impopular en muchos casos si el texto no recibe la atención o los ''me gusta'' suficientes) causando además, si no nos prevenimos contra ello, una gran desorganización a la hora de compartir materiales; y por otro lado, puede potenciar una cierta forma de inmediatismo, de activismo de rápidas e inmediatas decepciones que pueden llevar al militante a quemarse rápidamente si se queda expuesto durante demasiado tiempo a la apatía y el cinismo general que suele abundar en las redes sociales (y por experiencia propia, especialmente en los grupos de discusión política).

Todo esto, hay que dejar claro, no pretende usarse como excusa para defender alguna especie de labor inquisitorial de la organización de cara a lo que publican o no los camaradas en sus perfiles en redes sociales. En este tipo de medios, al menos para nosotros particularmente, no hay problema alguno en difundir contenidos de arte, música, efemérides, publicaciones de tipo humorístico o de cualquier tipo que bien puedan formar parte del interés personal de cada camarada y que no tengan por qué estar relacionadas directamente con las posiciones proletarias o la política en sí.

De lo que se trata aquí es de entender que nuestro compromiso con el método de nuestra clase, sobre todo a la hora de tratar las diferencias, de ser claros en lo que expresamos y en cómo lo expresamos y de mantener la cultura del debate proletario, es un compromiso que sigue vigente en las redes sociales, y que la mentalidad de los ''espacios libres'' en los que supuestamente operaran ''otras'' normas, como si de un tiempo muerto con respecto a la perspectiva organizada se tratara, es una mentalidad ajena a esa misma perspectiva. Y aún más cuando por esa vía pueden contactar con nosotros, como decíamos antes, miembros de nuestra clase interesados en nuestras posiciones.

Aparte de las ya mencionadas, cosas que ocurrían por ejemplo con los ex-militantes turcos[4], que llevaban adelante todo un esfuerzo de debate y discusión en foros tipo libcom sin en ningún momento hablar de ello a ningún otro camarada de la organización que no fuera de allí, sin saber en qué clave se debatía, sin discutir cómo debe ser una intervención organizada en un espacio como las redes sociales, son un buen ejemplo de cómo éstas, por lo general, tienden no sólo a limitar una comunicación clara y consciente, sino que fomentan la irresponsabilidad y la ignorancia de las consecuencias de lo que se dice y cómo se dice.

¿Qué hacer?

Lo que mejor se nos ocurre aportar a este respecto, es el señalar la necesidad de que todos los camaradas comprendan que hay que evitar la ambigüedad política en todos sus sentidos, en las redes sociales tanto como lo hacemos en el mundo exterior. Y todo lo que ello conlleva, empezando por tratar y por discutir las razones que llevan a tanta gente a adoptar un determinado comportamiento en este ''espacio libre'' que es como se quiere vender Internet, cómo abordar y solucionar las peores partes de este comportamiento y cómo amplificar lo máximo posible la claridad tanto en formas como en contenido. Aquí no se trata de fomentar un clima al estilo de la llamada ''corrección política'', basado en la censura de lo que no nos ''gusta'' y empleando mecanismos como la vergüenza o la exclusión del debate de compañeros que hayan cometido errores en algunos de estos sentidos, que hayan reaccionado mal en algún momento o hayan malinterpretado una situación[5]. Tendremos que echar mano de nuevo de la muy empleada cita de Spinoza aquí: ni reír, ni llorar: ¡comprender! Comprender por qué ocurren esas cosas, aprender a reaccionar frente a las MUCHAS provocaciones que se lanzan tan a la ligera en la red social de forma íntegra y acorde con nuestros principios, al menos, lo máximo que se pueda y lo que sea humanamente posible, y por qué no, evitar el esfuerzo que supone discutir con quien haya demostrado sobradamente que es un caso perdido para el debate proletario.  

Las redes sociales no son una dimensión aparte de la vida real. Los recursos y energías escasos de nuestra minoría, la necesidad de precaverse frente a las influencias de la ideología dominante y de la potencial amenaza directa de agentes del Estado y elementos relacionados, todo ello existe también en las redes sociales. Toda la miasma de la descomposición social y el peligro de la infiltración de comportamientos ajenos al proletariado, también son reales en las redes sociales. Es perfectamente comprensible la actitud que no pocos camaradas han podido mostrar en el pasado, que se asquean de la red social, en medio de un periodo determinado de reflujo profundo de lucha de la clase, en el que el debate vivo en asambleas y en movimientos de masas tenga, en lo inmediato de la normalidad cotidiana y la alienación doméstica, un más que pobre sustitutivo en sus ordenadores, donde las tensiones que provocan las diferencias parecen amplificarse y enfangarlo todo aún más. Es comprensible, y es también indicio de que las redes sociales no deben estar ni cerca siquiera de los elementos centrales de la actividad organizacional de los revolucionarios. Pero la necesidad sigue siendo la misma: hemos de aprender a manejar esta herramienta en acorde a nuestros principios, cosa que hay que reconocer que es, y hasta no poco útil en muchos aspectos tanto técnicos como de comunicación, sin darle ni mayor ni menor importancia de la que tiene.

Rakov y Teivos, agosto de 2017

 

[2] Esto está en los antípodas de lo que es el debate proletario que busca un esfuerzo común para comprender lo que pasa y darse perspectivas de acción, ver La cultura del debate, un arma de la lucha de clases, https://es.internationalism.org/revista-internacional/200711/2088/la-cultura-del-debate-un-arma-de-la-lucha-de-la-clase

[5]Se puede destacar aquí una de las peores formas de ataque que existen en el ambiente político general de las redes, como lo es el publicar la foto de perfil de alguien con quien no se esté de acuerdo para reírse de su aspecto, o lo que es su lógica llevada al extremo: la práctica del ''doxxing'', consistente en levantar toda una campaña de acoso y derribo, publicando fotos y datos personales de todo tipo sobre una persona para intimidarla de forma agresiva y fomentar el ambiente de pogromo y chivo expiatorio. Se trata de una práctica que ha llegado a ser muy popular en todo el abanico de las ideologías burguesas, desde el feminismo izquierdista hasta los grupúsculos de racistas que pululan por algunos foros y redes

 

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