Polémica con el PCInt: ISIS avatar putrefacto de la lucha de liberación nacional

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Publicamos a continuación un artículo de polémica de nuestra sección en Francia con el Partido Comunista Internacional – Le Prolétaire. El debate es a propósito de la naturaleza de ISIS (o Daesh, por sus siglas en árabe) que por su barbarie extrema y sádica muestra adonde conduce la defensa de la nación, la construcción nacional, la liberación nacional. ¿Habría, sin embargo, como defienden los medios burgueses, “otro nacionalismo”, más “abierto” y “tolerante”, “humanista” etc.? Hay que ser rotundos: NO. Todo nacionalismo, sea de gran tamaño como el español o de pequeño perímetro como el catalán, es excluyente, brutal, enemigo del proletariado y de la humanidad. La acción abiertamente criminal de ISIS – DAESH revela, por su forma extrema y sin matices, lo que es en realidad TODO NACIONALISMO.

En su n° 59 (marzo-abril-mayo 2016), Le Prolétaire, órgano de prensa du Partido Comunista Internacional (PCInt) hizo una crítica de nuestro artículo: Atentados en París – ¡Abajo el terrorismo!, ¡abajo la guerra!, ¡abajo el capitalismo!”[1], publicado en Revolution internationale (noviembre de 2015)[2]

El PCInt afirma en ese artículo que somos “superficiales” e “impresionistas”, e ironiza diciendo que “la CCI está asustada” por los atentados, de ahí el título, que es el de una novela de la escritora Amélie Nothomb, “Stupeur et tremblements” (“Estupor y estremecimientos”). En realidad, Le Prolétaire confunde indignación proletaria contra la barbarie con lo que, según él, sería sensiblería pequeñoburguesa o pacifismo.

Antes de responder a esas críticas, e independientemente de los desacuerdos que tengamos con esa organización, queremos primero saludar su iniciativa polémica. Las polémicas en el medio revolucionario siempre han sido la savia vivificadora del combate revolucionario, tan poco frecuentes hoy y por ello tanto más valiosas, en particular entre les organizaciones que defienden los principios de la izquierda comunista. Tales prácticas son indispensables para esclarecerse, pues permiten confrontar posiciones políticas para alimentar la reflexión en pro de la indispensable elaboración teórica con la que se oriente el proletariado y sus minorías en busca de coherencia de posiciones revolucionarias.

¿Nación o clase?

Sentimos no poder contestar a todo lo que ese artículo de Le Prolétaire plantea. Para nosotros hay algo prioritario, pues está en debate entre personas cercanas al PCInt: se trata de la cuestión nacional[3]. En efecto, leyendo el artículo de Le Prolétaire, se da uno cuenta de que entre los propios simpatizantes que gravitan en torno a posiciones “bordiguistas” parece haber una controversia que plantea las cuestiones de nación e internacionalismo. Nos enteramos así de que un participante en una reunión del PCI, además de otros elementos, se han planteado seriamente la cuestión de saber si había que “condenar” o no a Daech[4], ¡en virtud del “principio de la lucha antimperialista”! Le Proletaire formula así esa problemática: “¿Habría que concluir que el EI sería una fuerza burguesa antimperialista, una fuerza que, al zarandear el statu quo, trabajaría, sin quererlo, en favor de la futura revolución proletaria mediante la agudización del caos y el debilitamiento del imperialismo en la región? Una fuerza que habría pues que apoyar más o menos, a pesar de su brutalidad y de sus siniestros rasgos reaccionarios?” La respuesta de Le Prolétaire a semejante apoyo (o, como lo escribe el PCInt, ese “mayor o menor apoyo”) es negativa. Y muestra que los camaradas del PCInt se sitúan desde el enfoque de la clase obrera. Puede observarse, por otra parte, que su visión de la cuestión nacional ya no es exactamente como la de los años 1980, cuando afirmaban la posibilidad “de una lucha de liberación del pueblo palestino”.

¿Cómo argumenta hoy Le Proletaire? He aquí una primera afirmación: “Debido a la ausencia de toda fuerza proletaria, el EI, al igual que las demás formaciones armadas, 'moderadas' o radicales, ha sido la respuesta contrarrevolucionaria burguesa –y no medieval o tribal– a las sacudidas de los equilibrios nacionales y regionales. El EI no lucha para extender el caos y debilitar el orden burgués, sino para restaurarlo en provecho propio (...)”. Los camaradas del PCInt hablan, con plena razón, de “ausencia de toda fuerza proletaria”. Y en otro artículo del mismo número, contestando a esos mismos simpatizantes, Le Prolétaire añade: “Daech es un enemigo de los proletarios, primero de los proletarios de Siria e Irak, luego de los proletarios de los países imperialistas (subrayado por nosotros). Antes de hacer atentados en Europa, los había hecho en Irak y otros lugares. Y antes de realizar atentados en Irak y otros lugares, había reprimido a los proletarios en las regiones que controla (como así fue con los proletarios de la limpieza pública de Mosul que había realizado una acción reivindicativa por sus condiciones laborales, ejecutados por Daech por esa razón)”. A nuestro parecer hay ya un problema importante en esa fórmula que menciona a los proletarios “de los países imperialistas”. Los camaradas presuponen así que algunos países no serían imperialistas hoy. No compartimos para nada ese modo de ver. El PCInt prosigue en ese mismo extracto del artículo, afirmando que “Los proletarios deben luchar contra todas las opresiones nacionales, por la autodeterminación y la libertad de separación de todos los pueblos oprimidos o colonizados (subrayado nuestro); no porque su ideal sea la creación de Estados burgueses, sino porque, para que puedan unirse los proletarios de los países dominantes y los proletarios de los países dominados, aquéllos deben demostrar en los hechos que no son solidarios con la opresión que ejerce 'su' burguesía y 'su' Estado, sino que, al contrario, combaten contra ella no sólo con discursos sino, si es posible, en la práctica. Es el único medio para que la propuesta que hacen a los proletarios de los países dominados, de unirse sobre bases de clase antiburguesas, pueda ser comprendida”. Esta posición, diferente de las elucubraciones nacionalistas de los izquierdistas, no por eso deja de ser tan peligrosa y muy ambigua a partir de tales premisas. De entrada, separa a los proletarios de los países “dominantes” de los de los de los países “dominados”, quedándose encerrada en la lógica de las “opresiones nacionales”. Podría replicársenos, sin embargo, que esa posición de Le Prolétaire, ¿no es acaso la heredada del movimiento obrero del pasado?

La posición de Rosa Luxemburg confirmada por los hechos

Sí, así fue hasta que las condiciones históricas cambiaron radicalmente y que la experiencia de nuevas luchas puso en entredicho unas prácticas que se habían vuelto contrarias al combate obrero. En su primer congreso, de marzo de 1919, la Internacional Comunista (IC) reconoció que el capitalismo había entrado en su fase de declive, insistiendo así en la necesidad de una lucha internacional del proletariado. El Manifiesto de la Internacional a los proletarios del mundo entero, empezaba reconociendo que “El Estado nacional, tras haber dado un impulso vigoroso al desarrollo capitalista, se ha vuelto desamasado estrecho para la expansión de las fuerzas productivas[5]. Con esa misma lógica, se afirmaba que “Solo la revolución proletaria puede garantizar a los pequeños pueblos una existencia libre, pues liberará las fuerzas productivas de todos los países de las tenazas de los Estados nacionales”. El proletariado no podía liberarse sino mediante una lucha mundial, en un mismo movimiento de conjunto, unitario, que abarcara los bastiones de las grandes metrópolis. Como decía Lenin, “los hechos son testarudos”. Y, sin embargo, la táctica adoptada por los bolcheviques, creyendo que, a pesar de todo, podrían realizar la extensión de la revolución mundial apoyándose en el viejo principio de la liberación nacional fue un desastre total, precipitando al proletariado hacia la derrota y el aplastamiento. Los ejemplos abundan. En Finlandia, la burguesía local recién “liberada” sacó provecho del “regalo” de los bolcheviques para aplastar la insurrección obrera en enero de 1918. En los países bálticos, en ese mismo año, la “liberación nacional” permitió a la burguesía británica aniquilar tranquilamente la revolución mediante los cañonazos de la marina.

Los aportes críticos más fértiles sobre la cuestión nacional los había elaborado Rosa Luxemburg muy pronto y con mucha lucidez: “Los bolcheviques son en parte responsables de que la derrota militar se haya transformado en el colapso y la caída de Rusia. Más aun; ellos mismos, en cierta medida, profundizaron las dificultades objetivas de esta situación con una consigna que adquirió importancia primordial en su política: el supuesto derecho de autodeterminación de los pueblos, o -lo que realmente estaba implícito en esta consigna— la desintegración de Rusia.... Está claro que Lenin y sus amigos esperaban que, al transformarse en campeones de la libertad nacional hasta el punto de abogar por la “separación”, harían de Finlandia, Ucrania, (…) fieles aliados de la Revolución Rusa. Pero sucedió exactamente lo contrario. Una tras otra, estas “naciones” utilizaron la libertad recientemente adquirida para aliarse con el imperialismo alemán como enemigos mortales de la Revolución Rusa y, bajo la protección de Alemania, llevar dentro de la misma Rusia el estandarte de la contrarrevolución[6].

A pesar de cierta claridad sobre esa cuestión en el primer Congreso de la Internacional Comunista, las derrotas obreras sucesivas y el ascenso del oportunismo acabarían por ahogar los frágiles esfuerzos y favorecer la regresión teórica. La lúcida critica de Rosa Luxemburg será retomada sólo de manera muy minoritaria por una parte de la Izquierda Italiana, Bilan en particular, una posición que heredó Internationalisme y que hoy defiende la CCI. Desde la ola revolucionaria de los años 20 y la derrota que dejó vía libre al terrible período de la contrarrevolución estalinista, ninguna pretendida lucha de liberación nacional ha engendrado otra cosa sino matanzas y alistamientos tras las naciones y potencias imperialistas rivales. Lo que había sido en tiempos de Lenin un trágico error quedó después confirmado de manera patente con toda una serie de crímenes sanguinarios. Desde la Primera Guerra mundial y con el declive histórico del sistema capitalista, todas las naciones, pequeñas o grandes, se han convertido en realidad en eslabones de una cadena imperialista que hunde al mundo en la guerra permanente. En cuanto ponen en marcha las maniobras imperialistas, siempre, cualquiera que sea la nación de que se trate, el proletariado no es otra cosa que el rehén de la pretendida “liberación” contra otra fracción burguesa, opuesta a sus hermanos de clase sacrificados. Así ocurrió con Sudán, país que, tras su independencia en 1956, iba a conocer una guerra civil espantosa, instrumentalizada por los bloques imperialistas tanto del Este como del Oeste, que hizo más de dos millones de muertos. En Angola, tras los primeros levantamientos en Luanda en 1961 y la independencia en 1975, durante años y años de guerra se enfrentaron las fuerzas del MPLA en el poder (Movimiento por la Liberación de Angola, apoyado por la URSS) y los rebeldes de la UNITA (apoyados por Sudáfrica y Estados Unidos). El balance de aquella “lucha de liberación” alcanzó casi el millón de muertos. La descolonización y el contexto de la llamada guerra fría ilustraron con creces esa realidad de manera sistemática, una realidad en la que los proletarios no fueron sino carne de cañón tras las banderas nacionales.

Peligrosas confusiones

Le Prolétaire no apoya a Daech, ha evolucionado sin duda en la cuestión nacional, pero conserva, sin embargo, ciertas confusiones que ya en el pasado lo llevaron a abandonar puntualmente la posición del internacionalismo proletario, apoyando, por mucho que fuera de manera crítica, a las fuerzas capitalistas de la Organización de Liberación de Palestina. Eso lo demuestra el pasaje que redactaron en aquel tiempo: “Por su impacto en las masas árabes, la lucha contra Israel es una palanca formidable en la lucha social y revolucionaria[7]. El marco de la lucha de liberación nacional no podía sino llevar al naufragio político teorizado por Le Prolétaire: “El marxismo intransigente sí que reconoce, incluso cuando la intervención autónoma du proletariado no se ha producido o todavía no ha lo ha podido, incluso cuando esas revoluciones no han podido ir más allá del marco nacional y democrático, el valor auténticamente revolucionario de trastornos tan gigantescos como los habidos en Oriente durante los 60 últimos años, y que sería vano ignorar con el pretexto de que no han llevado al socialismo”[8]. El abandono puntual de la posición de clase internacionalista respecto al conflicto palestino-israelí acabaría provocando una grave crisis en el PCInt y dislocándose a través de El Oumami en base a un posicionamiento abiertamente nacionalista árabe que denunciamos nosotros en aquel entonces: “Para El Oumami, la ‘unión sagrada judía’ hace desaparecer los antagonismos de clase en el interior de Israel. Así que es inútil hacer llamamientos al proletariado de Israel. Es exactamente lo mismo que aquello de ‘pueblo alemán, pueblo maldito’ de los estalinistas durante la Segunda Guerra mundial. Y cuando, durante una manifestación ‘OLP-Solidaridad’, al grito de ‘¡Sabra y Chatila, venganza!’, El Oumami alardea de haber ‘capturado a un sionista al que le dieron una terrible paliza’, ahí están al mismo nivel de aquello de ‘cada cual a por su boche[9]’ del Partido Comunista Francés al final de IIª Guerra. El Oumami se une así a las filas de la burguesía en el plano del más abyecto chovinismo[10]. El posicionamiento oportunista de Le Prolétaire sobre el conflicto israelí-palestino en los años 1980 fue una concesión abierta a la ideología izquierdista nacionalista. Al apoyar, de manera crítica, la lucha de los palestinos frente a Israel, cortándolos así de sus hermanos de clase israelíes so pretexto de la sumisión de éstos a la burguesía israelí, Le Prolétaire participaba en confirmar la división abandonando todo principio de solidaridad de clase.

Hoy, Le Prolétaire ya no usa los mismos argumentos que en el pasado, ahora parece moverse sobre todo de manera empírica. Aunque el PCInt no se abisma en el desastre al negar muy claramente su apoyo a Daech, eso no quita que siga estando encerrado todavía en ideas peligrosas y confusas para la clase obrera, especialmente en un contexto en el que el nacionalismo está recobrando colores gracias a la propaganda de los Estados y a las fuertes campañas populistas. Las razones que están en la raíz de tales confusiones están vinculadas al terrible fardo de la contrarrevolución estaliniana. El capitalismo de Estado en URSS tergiversó, desprestigiándola, la experiencia de la oleada revolucionaria de los años 1920, explotando sus peores errores para aplastar al proletariado. En nombre de “la autodeterminación”, del “derecho de los pueblos a disponer de sí mismos”, de la “liberación nacional de los pueblos oprimidos”, el Estado estalinista supo aprovecharse de los errores de Lenin pervirtiéndolos y haciendo de ellos un dogma eterno que, por desgracia, iba a acabar llevando a algunos revolucionarios, como los del PCInt, a sacar por su cuenta lecciones falsas al retomar por cuenta propia antiguos errores considerados como “verdades revolucionarias”.

Le PCI subestima la realidad del caos imperialista

Los hechos más recientes, desde las matanzas imperialistas de la guerra fría, confirman sobradamente las posiciones de Rosa Luxemburg. Mantener confusiones sobre lo de “la autodeterminación de los pueblos” es, a nuestro entender, muy responsable de las posiciones aberrantes que sigue habiendo hoy y que llevan a algunos elementos a plantearse la cuestión aberrante de saber si Daech debe ser apoyado y sostenido por los revolucionarios en una lucha dizque “antiimperialista”. Desde la desaparición del bloque del Este, las pretendidas luchas de liberación nacional lo único que han hecho es alimentar el caos mundial. Eso es lo que confirma el nacimiento de mini-Estados nacidos de la dislocación del eximperio estaliniano, generando abortos que no saben hacer otra cosa que propagar los miasmas del nacionalismo. Eso es lo que pudimos comprobar tras el estallido de la antigua Yugoslavia y la guerra que siguieron entre las nuevas naciones “liberadas”, lo que pudimos volver a comprobar con el conflicto en Chechenia (y su capital Grozni reducida a cenizas) así como en el conflicto en el enclave étnico del Alto Karabaj en Azerbaiyán y sus numerosas víctimas y miles de refugiados a principios de los años 1990. Semejante lógica es válida para todas las fracciones burguesas sin posesión de territorio, a los “señores de la guerra” y demás terroristas, todos los cuales son la encarnación de la ideología nacionalista, grande y pequeña, y de la barbarie capitalista.

En su artículo, el PCI crítica también una fórmula utilizada en nuestro artículo, la idea de que se ha dado un “paso cualitativo con los atentados de París”. Hay que admitir que esa expresión ya se criticó en nuestro propio seno y que sin duda merece debate. Pero desde luego no por las razones que da Le Prolétaire el cual evoca nuestros “olvidos” de los “años de plomo en Italia en los setenta”, el de la represión “contra los manifestantes argelinos asesinados por la policía en 1961”[en Francia], “las hecatombes en los países del Este”, etc. En realidad, nuestra expresión, criticable sin duda, quería decir sencillamente que esos atentados expresan una agravación de la situación caótica a nivel mundial, lo cual es muy diferente de la idea de una “pérdida de memoria” nuestra. En cambio, criticar nuestros pretendidos “olvidos” lo que revela es que, para los camaradas de Le Prolétaire, esos atentados deben ponerse en el mismo plano que los cometidos en los años 1970 y que los acontecimientos de tiempos de la guerra fría. Es como si no hubiera nada nuevo bajo el sol. Esa tendencia típica de Le Prolétaire a no ver la dinámica real del imperialismo se debe a una visión inmutable de la historia, negándose a ver la realidad de una fase de decadencia del sistema capitalista y de su evolución. Al defender el mismo principio de la “liberación nacional” aún cuando disponemos de décadas de experiencia, con las derrotas obreras que, resultantes de esas ideologías, han demostrado su peligrosidad, Le Prolétaire persiste y se muestra incapaz de aprehender la realidad histórica con un método vivo y dialéctico. Lo único que hace es interpretar los acontecimientos según el mismo dogma inmutable, con una visión claramente esclerotizada, fosilizada, de la historia y de las lecciones que han de extraerse para el futuro del movimiento obrero, todo lo cual hace que sus posiciones, sus análisis estén a menudo desfasados con la realidad cuando no, claramente, en contra de las necesidades de la lucha de clases.

El que una organización de la Izquierda Comunista llegue, aunque ya solo sea a plantearse la cuestión de un apoyo eventual a Daech ante sus simpatizantes o contactos, eso sí que provoca desde luego, “estupores y estremecimientos”. Lo que significa semejante confusión política es que se ha perdido de vista lo que hace la verdadera fuerza del proletariado: su solidaridad, su unidad internacional et su conciencia de clase.

La existencia y la lucha del proletariado ya de por sí, por esencia, son antagónicas al marco nacional. Y tan antagónicas los son contra los arcaísmos y la brutal estupidez supranacional del “gran califato”, forma típica de los intereses imperialistas de una burguesía sin nación que sin cesar intenta, conforme va realizando conquistas militares, imponer una autoridad, una administración y una moneda nacionales. El proletariado, que sólo posee su fuerza de trabajo, privado como lo está de toda forma de propiedad, no tiene otros intereses específicos que su proyecto revolucionario, por encima de las fronteras nacionales. Su interés común es el de su organización y el del desarrollo de su conciencia. Y al poseer todo eso en común, los proletarios del mundo entero pueden unirse gracias a un sólido cimiento: el de la solidaridad. La solidaridad no es una especie de ideal o de utopía, es una fuerza material mediante la cual el proletariado internacional puede defender sus intereses de clase y, por lo tanto, su proyecto revolucionario universal.

Révolution Internationale (marzo de 2017)



[2] ‘‘Le CCI et les attentats : stupeurs et tremblements”, en Le Prolétaire n° 519

[3] Entre otros temas importantes (como el de nuestro pretendido pacifismo, el de la relación de fuerzas entre las clases, etc.) que no podemos tratar aquí, en el marco de este artículo, podríamos señalar el de la fase de descomposición, situación inédita en la vida del sistema capitalista y marco de análisis del período histórico, esencial hoy para orientar las actividades de los revolucionarios. Ver /revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo

[4] Daech es el acrónimo árabe del Estado Islámico (EI) o ISIS

[5] “Manifiesto de la Internacional Comunista a los proletarios del todo el mundo”, (1919), https://www.marxists.org/espanol/comintern/1919/manif_wtw.htm

 

[7] Le Prolétaire n° 370 (marzo-abril de 1983).

[8] Le Prolétaire n° 164 (7-27 de enero de 1974).

[9] En francés, término despectivo y degradante para nombrar a los alemanes.

[10]  Del artículo “Le parti communiste international (Programme Communiste) à ses origines, tel qu’il prétend être, tel qu’il est” (El Partido Comunista Internacional (Programa Comunista) en sus orígenes, lo que pretender ser y lo que en verdad es). Revista Internacional n° 32 (en su versión francesa).

 

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