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Antes de darse a conocer por el establecimiento de un terror policial sin precedentes en la historia, el estalinismo empezó su carrera como defensor de la teoría de «la construcción del socialismo en un solo país». Desde 1925 Stalin fue el portavoz de esta concepción, absolutamente contraria a lo que el movimiento obrero había defendido previamente. El movimiento de la clase obrera presentó desde sus comienzos su vocación internacionalista. Como escribió Engels en 1847: «...la revolución comunista no será una revolución meramente nacional, sino una revolución que transcurrirá en todos los países civilizados en forma simultánea (...) Asimismo ejercerá una considerable influencia sobre los restantes países del mundo, modificando por completo su modo de desarrollo de hasta ese momento y acelerándolo en gran medida. Es una revolución universal y por ello se desarrollará también en un terreno universal.» («Principios del comunismo», Obras de Marx y Engels, Grijalbo, Barcelona 1978, Pág. 115).
Lenin: defensor ejemplar del internacionalismo proletario
Por esta razón, la tesis del «socialismo en un solo país» fue una verdadera traición a los principios básicos de la revolución comunista. Esta teoría, que Stalin presentó como uno de los «principios del leninismo», constituía exactamente lo opuesto de la posición de Lenin: «La revolución rusa es sólo un destacamento del ejército socialista mundial, y el éxito y el triunfo de la revolución que hemos llevado a cabo depende de la acción de ese ejército. Este es un hecho que ninguno de nosotros debería olvidar (...). El proletariado ruso es consciente de su aislamiento revolucionario y ve claramente que su victoria es absolutamente condicional y depende fundamentalmente de la intervención unida de los obreros de todo el mundo» (Informe presentado en la Conferencia de Comités de Empresa de Moscú, 23 de Julio 1918).
El internacionalismo intransigente de Lenin fue una constante a lo largo de su vida. Pero se expresó particularmente en 1907, durante el Congreso de Stuttgart de la Internacional Socialista, cuando junto con Rosa Luxemburgo, Lenin encabezó la lucha por que los delegados aceptaran una tajante enmienda a la resolución contra la guerra imperialista. Igualmente, Lenin participó activamente en el combate de la Izquierda de la Internacional para asegurar que el Congreso extraordinario de Basilea en 1912, hiciera una clamorosa declaración contra la amenaza de guerra. Pero fue durante la Iª guerra mundial, cuando el internacionalismo de Lenin dio su verdadera medida. Su denuncia de los «social chovinistas», pero también de los “centristas” que sólo se oponían a la carnicería imperialista con peroratas pacifistas, fue una de las páginas más luminosas de la historia del movimiento obrero. En particular en Zimmerwald, en septiembre de 1915, Lenin fue el animador de la izquierda de la conferencia, reagrupando los delegados de las diferentes corrientes socialistas que se oponían a la guerra. Su posición se distinguía de la del Manifiesto que adoptó la Conferencia, afirmando claramente que «la lucha por la paz sin acción revolucionaria, es una frase vacía y fraudulenta», y también llamando a «transformar la guerra imperialista en guerra civil», que fue la consigna concreta que recogieron las resoluciones de Stuttgart y Basilea.
El internacionalismo de Lenin no dejó de brillar con la victoria de la revolución en 1917, a la que, al contrario, consideró como el primer paso de la revolución mundial. Por eso jugó un papel determinante, junto a Trotsky, en la formación de la Internacional Comunista, en Marzo 1919. Correspondió a Lenin redactar uno de los textos fundamentales del Congreso de fundación: las «Tesis sobre la democracia burguesa y la dictadura del proletariado».
En ese momento la IC no tenía nada que ver con lo que llegaría a ser después bajo el control de Stalin: un instrumento de la diplomacia del Estado capitalista ruso, y la punta de lanza de la contrarrevolución a escala mundial.
Pero la vida militante de Lenin no se limita a su inflexible internacionalismo. Prácticamente sobre cada cuestión importante que se planteó a la clase obrera, la posición de Lenin figuró entre las más claras y las más intransigentes.
El combate de Lenin por la revolución
Desde el comienzo de su actividad militante a finales del siglo XIX, Lenin se distinguió en el movimiento socialista en Rusia por la profundidad de su lucha contra el “populismo” y el “socialismo agrario”. Durante años esta corriente había argumentado que sería la acción de pequeñas minorías de insurgentes intelectuales, adeptos a las acciones terroristas, lo que provocaría la eliminación del yugo del zarismo, y había idealizado a los campesinos como agentes de la regeneración de la sociedad rusa. En 1917-18 los descendientes de esta corriente estaban con los “Socialistas Revolucionarios” del lado de la burguesía. Contra esto, Lenin planteó la visión marxista, que afirmaba que el proletariado era la única clase, no sólo capaz de conducir el derrocamiento del zarismo, sino también de plantear una alternativa al capitalismo, la revolución socialista. Durante este mismo periodo, Lenin estuvo también a la vanguardia de la lucha contra el “marxismo legal”, que con el pretexto de la necesidad del desarrollo capitalista en Rusia como condición de la formación de un proletariado fuerte, se arrojó en brazos de la burguesía liberal.
A principios del nuevo siglo, Lenin continuó este combate, cuando se opuso (en particular en el «¿Qué hacer?») al oportunismo de los “Economicistas”. Esta era una corriente de la socialdemocracia rusa que fomentaba las ilusiones reformistas que pesaban en los obreros. Frente a esto Lenin defendió la necesidad vital de una lucha política por el desarrollo en el proletariado la conciencia de sus objetivos revolucionarios a largo plazo. Encontramos esa misma determinación en el IIº Congreso del POSDR (Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia) en 1903, en la defensa que hicieron Lenin y los Bolcheviques del partido revolucionario como un órgano de combate compuesto de militantes convencidos y determinados. En estas circunstancias, Lenin se opuso a los Mencheviques, que defendían una concepción confusa y oportunista, una forma de ideología pequeño burguesa característica de elementos intelectuales, para quienes la acción revolucionaria se ve como una especie de “hobby”. Este combate contra los Mencheviques continuó durante la revolución de 1905 en Rusia. Estos, considerando que las condiciones para la revolución proletaria no estaban aún maduras en este país, no tenían otras propuestas para los obreros que apoyar a la burguesía “democrática”. Es cierto que Lenin y los Bolcheviques no fueron muy claros sobre la naturaleza de la revolución de 1905 – la vieron como una revolución democrático burguesa contra el zarismo más que como un “ensayo” de la revolución proletaria -, pero tuvieron el mérito de postular la necesidad de que el proletariado preservara y defendiera firmemente su independencia y sus intereses de clase. Más aún, en el curso de esta revolución, Lenin fue uno de los primeros (junto a Trotsky) que entendió, en contra de la mayoría de los Bolcheviques (particularmente Stalin), que los Soviets, los Consejos obreros que la misma clase obrera había hecho surgir en su lucha, constituían los órganos de la toma del poder, «la forma al fin encontrada de la dictadura del proletariado».
Tras el aplastamiento de la revolución, cuando la desmoralización y el desarraigo pesaban como una losa en la clase obrera y su vanguardia, y en el partido se desarrollaba una corriente de “liquidadores” que tendía a renunciar a la necesidad de la organización política para el proletariado, Lenin se encontró de nuevo a la cabeza del combate por la defensa de la organización. Así, como en 1903, su lucha por la construcción de una organización militante, complementaba la lucha por la independencia de clase del proletariado.
Como ya hemos visto, encontramos esta lucha permanente de Lenin durante la guerra mundial, que analizó como una manifestación de la entrada del capitalismo en su periodo de decadencia, que ponía al orden del día la revolución proletaria internacional. Esta lucha se intensificó obviamente de nuevo cuando estalló Febrero 1917 en Rusia.
Tan pronto como Lenin pudo volver al país, emprendió el combate por la preparación de la revolución comunista. En particular sus “Tesis de Abril” constituyeron el verdadero programa de la revolución: ningún apoyo, ni siquiera “crítico”, a la guerra imperialista ni al Gobierno provisional burgués que se implantó tras la revolución de Febrero; sólo el derrocamiento del capitalismo podía poner fin a la guerra; contra la república parlamentaria; todo el poder a los Soviets; necesidad de una propaganda paciente del partido entre las masas obreras para convencerlas de estas necesidades; por la creación de una Internacional revolucionaria contra los social chovinistas y el “centro”. Lenin tenía que llevar primero este combate en el seno del partido Bolchevique que, bajo la dirección de Kamenev y Stalin, se había alineado con los Social Revolucionarios y los Mencheviques en apoyo del Gobierno provisional. Apoyándose en la base obrera del partido, consiguió ganarlo a sus posiciones y armarlo políticamente para la revolución. Después de esto, todas las acciones de Lenin consistieron en preparar las condiciones para una insurrección victoriosa, incluyendo su oposición a una insurrección prematura en Julio. Pero cuando la situación estuvo madura, emprendió de nuevo una lucha determinada por la inmediata toma del poder por los Soviets. Al mismo tiempo redactó su obra fundamental, «El Estado y la Revolución», en la que reestablece la concepción marxista del Estado, que había sido completamente falsificada por los oportunistas. Lenin insistió en que la clase obrera no podía usar el Estado burgués para sus propios fines; que tenía que destruirlo de arriba abajo e implantar la dictadura del proletariado organizado en Consejos obreros. Esta dictadura de clase tiene que ejercerse sobre el Estado del periodo de transición. Este “semi-Estado”, utilizando el término que acuñara Engels, tiene que estar dedicado, no a reforzarse, sino a extinguirse a medida que la revolución se acerca a su victoria final. El proletariado, organizado de manera autónoma, vigilaría que los funcionarios elegidos estuvieran permanentemente controlados, para que pudieran ser inmediatamente revocados si se apartaran del mandato recibido. El proletariado no puede tolerar jamás ningún privilegio en el seno de este Estado. Esto es lo opuesto del Estado policial, del terror sobre las masas explotadas, de los privilegios de los burócratas, que fueron característicos del estalinismo. De hecho, la diferencia entre el leninismo y el estalinismo fue la diferencia entre la revolución y la contrarrevolución.
Más aún, tras la toma del poder por los Soviets en Octubre de 1917, Lenin emprendió la lucha contra las primeras manifestaciones de lo que iba a ser el estalinismo.
El combate de Lenin contra el ascenso del estalinismo
La guerra civil desencadenada por los “ejércitos blancos” con el apoyo de la burguesía mundial, el colapso económico y el hambre resultante, el trágico aislamiento en que la derrota del proletariado mundial sumió a la revolución en Rusia, sólo podían llevar a un callejón sin salida. El Estado que surgió tras la revolución escapaba cada vez más del control de una clase obrera extenuada por la guerra civil y la catástrofe económica; y tendía progresivamente a absorber a un partido bolchevique en el que cada vez tenía mayor peso la burocracia. Stalin era realmente el representante más eminente de esta capa de burócratas cuyo poder y privilegios nacientes estaban en oposición a la revolución a escala mundial. Por esa razón se hizo el “muñidor” del «socialismo en un solo país»: ya no se trataba de hacer de Rusia una palanca de la revolución internacional, sino de desandar el camino, dirigiéndose hacia el reforzamiento de la economía nacional y el Estado nacional. Y en un mundo dominado por el capitalismo, ambos tenían que desarrollarse necesariamente en el terreno capitalista. La derrota internacional del proletariado sólo podía llevar a la contrarrevolución burguesa en Rusia. Stalin y su banda se convirtieron en agentes de esta contrarrevolución. Y en Rusia, ésta tomó la forma más bárbara que pueda imaginarse: terror policial, deportaciones masivas, los “Procesos de Moscú” contra los viejos líderes del Partido, la exterminación de toda la generación de 1917... la verdadera motivación de todo esto era la necesidad de borrar completamente hasta la mínima traza que pudiera recordar el espíritu y la grandeza de Octubre.
Antes de su muerte en 1924 (de hecho estaba inválido desde 1923), Lenin no podía haber imaginado lo que llegaría a ser el estalinismo. Sin embargo, era consciente de un cierto número de peligros que empezaban a surgir. Así, desde 1920, en el debate en el Partido Bolchevique sobre los sindicatos, Lenin afirmaba que «Tal y como es hoy nuestro Estado, el proletariado tiene que defenderse, y debemos usar estas organizaciones obreras (los sindicatos), para defender a los trabajadores de su Estado...» (Los sindicatos, la situación presente y los errores de Trotsky, 30.12.1920). Cerca del fin de su vida, Lenin advirtió del peligro de la gangrena burocrática, aunque fuera incapaz de proponer una respuesta efectiva a este ineluctable fenómeno. De manera similar, los últimos días de su vida activa intentó (particularmente en su “Testamento” del 4 de Enero de 1923) expulsar a Stalin de su puesto de Secretario General, donde estaba acumulando un poder enorme del que abusaba de forma brutal. Pero este intento fue en vano: Stalin ya controlaba la situación, aunque aún no era el sangriento tirano en que se convertiría después.
Hoy la mayoría de plumíferos de la burguesía – estableciendo una identidad entre el estalinismo y el comunismo- meten a Stalin, Lenin y Marx en el mismo saco. Como todos los revolucionarios, como el mismo Marx, Lenin cometió errores. Pero igual que sólo podemos criticar los errores de Marx situándolos en el marco del Marxismo, sólo podemos criticar los errores de Lenin partiendo de la considerable contribución que hizo al movimiento obrero, tanto a nivel teórico como práctico. Igual que ante el conjunto del marxismo, el proletariado tendrá que apropiarse de esta contribución de nuevo para poner fin a la barbarie capitalista y progresar hacia una sociedad comunista.
FM