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La realidad en el conjunto de la clase trabajadora es lo mismo: el salario cada vez alcanza para menos. Economistas e intelectuales abrevan en las mismas fuentes y terminan justificando todo por el “bajo crecimiento” de los EUA. Unos dicen que es culpa de Peña Nieto, otros que es el resultado de 12 años de panismo y, los más osados, dicen que es culpa del neoliberalismo salvaje, todos esconden el verdadero problema. Se ha convertido en deporte nacional el ajustar a la baja los pronósticos de crecimiento futuro pero, inmediatamente de que acotan el paso, de nuevo las perspectivas de un gran año 2014 para la economía surgen en su maravilloso mundo feliz; pronósticos todos basados en buenos deseos o de plano en malévolas mentiras, el resultado sin embargo será el mismo para los trabajadores de todos los sectores: más explotación y menos salario real. Lo que realmente habría que preguntarse es si esta crisis es una “gripita” pasajera o es una expresión de una enfermedad mucho más grave y profunda.
El capitalismo ya no es más un sistema que represente para la humanidad un paso adelante en su devenir histórico, al contrario su decadencia ya ha empezado desde principios del siglo pasado cuando terminó por instaurar el mercado mundial y empezaban luego las disputas entre las naciones por intentar alterar el “reparto” del mundo hasta entonces existente, desde entonces guerras mundiales, desolación, muerte y una marcada ausencia de futuro es lo único que reina en el planeta. La crisis actual es una continuación de la crisis del capitalismo que se abrió desde finales de los 60 y que dura ya más de 40 años, en particular esta agudización que hoy vivimos viene marcada por la crisis desatada desde 2007 en EUA con la famosa crisis de las subprime. Más de un lustro después el capitalismo sigue hundiéndonos en su crisis y en su callejón sin salida. Se pueden citar muchos datos, desde que el 80 % de los trabajadores solo tienen como prestaciones los mínimos permitidos por la ley, y, a veces, ni siquiera eso; la subcontratación ha aumentado y el empleo precario se disparó, los despidos han ido en aumento y se ha pretextado la contratación en “nuevas” condiciones, pero esas nuevas condiciones significan, invariablemente, beneficios para el patrón y peores condiciones laborales para el trabajador hasta que el desempleo roza ya el 6 % de la población, que más de la mitad de los mexicanos sobreviven en el empleo informal, es decir, vendiendo cualquier cosa para sobrevivir y que ¡el metro en el DF aumentó en casi 70 %! La realidad ha destruido categóricamente el castillo de naipes creado por ingenuos o por maquiavélicos del supuesto “momento mexicano” (memo, mexican moment), estamos de acuerdo que es momento de México, pero momento de reducción oficial de las expectativas de crecimiento, momento de aumento de los impuestos, momento de reducción en el gasto social, en fin, momento de un mayor hundimiento en la violencia, la inseguridad y la barbarie.
Autodefensas… ¿Qué expresan?
Desde hace más o menos dos años en Guerrero empezaron a surgir los llamados “Grupos de Autodefensa”, el fenómeno se ha extendido a Oaxaca, partes del Estado de México y, de forma espectacular, a Michoacán. El contexto de este surgimiento es evidentemente el hartazgo de la población ante una insoportable situación de violencia sin fin donde las mismas autoridades, es decir el Estado, están coludidas con las bandas de gánsteres que asolan regiones enteras. Sin embargo, estos grupos se ven obligados a defender a sus familias y sus escasas pertenencias enfrentándose al ejército que intenta desarmarlos y a las bandas de narcotraficantes que los acosan en una pugna por el control de territorios. Por ello, más allá de sus intenciones, si logran mantener su independencia se colocan como defensores del orden existente lo cual los hace partícipes del apuntalamiento del Estado, es decir, toda la indignación termina canalizada al mantenimiento del statu quo. En el peor de los casos, que está muy generalizado, el surgimiento de estos grupos está cooptado inmediatamente por grupos del narcotráfico y en ocasiones son auspiciados directamente por algún cartel. Es por eso que podemos ver grupos de “autodefensa” con armamento típico del narcotráfico.
Aunque este fenómeno puede despertar simpatías entre el conjunto de los explotados, sobre todo porque en el fondo hay una reacción genuina contra la barbarie del capital, se encamina a una trampa sin salida, convirtiéndose en la nueva policía local, esto nos recuerda cómo distintos grupos guerrilleros en América Latina terminaron siendo la nueva cara del Estado cuando llegaron al poder (por ejemplo los sandinistas). La falta de perspectiva que subyace como denominador de estos grupos es expresión directa de la situación social histórica: mientras el proletariado no sea capaz de darles un sentido e integrarlas en el combate general contra el capitalismo en descomposición, estas energías y voluntades serán “reintegradas” en el estado o en las pugnas entre carteles, en ambos casos la tragedia es la misma. Cualquier iniciativa que se levante contra esta sociedad explotadora y bárbara tendrá futuro en la medida en que se inscriba en la lucha general por transformar este mundo.
¿Reforma o Revolución?
Este dilema está planteado desde principios del siglo pasado, el fondo que debemos reflexionar es saber si el capitalismo aún puede ser “reformado” y representar así un progreso para la humanidad o si esas reformas son como aspirinas para un cáncer y lo que necesitamos es un cambio radical, de raíz. Lo que hoy escuchamos como reformas y alrededor de las cuales nos quieren meter en un “debate”, son solo adaptaciones del capital para buscar mayores beneficios, es decir, las reformas van en el sentido de explotar mejor a la clase trabajadora, de extraerle la mayor plusvalía posible. No se trata ni siquiera de cambios que beneficien a los trabajadores en algún aspecto, se trata llana y simplemente de mejorar los niveles de explotación del trabajo asalariado por el capital. Izquierda, derecha y corifeos están unidos para hacernos creer que las “reformas” son el eje del destino de los hombres, esas supuestas reformas solo apuntalarán al capitalismo, mírese por donde se mire, van en el sentido de reforzar el Estado nacional y de tratar de hacer más competitivo al capital mexicano frente al resto de capitales internacionales. En las “reformas” no hay nada para los trabajadores, son maniobras del capital disfrazadas de “beneficios” para ellos. Si hacemos un recuento después de tantas “reformas”, ¿la clase obrera vive mejor? ... el resultado es una dramática degradación de sus condiciones de vida.
La pregunta profunda que se hacía Rosa Luxemburg en medio de la Primera Guerra Mundial se plantea hoy más que nunca de plena actualidad, ¿debemos seguir “reformando” este sistema ad eternum o deberíamos reflexionar sobre la necesidad de trastocarlo, transformarlo y finalmente superarlo?. Todos los partidos políticos hoy nos hablan de “reforma sí” “reforma no”, incluso MORENA (Movimiento de regeneración nacional) llama a la “resistencia civil pacífica” cercando al senado de la república por ejemplo; pero todo eso es para confundirnos y distraernos, ese no es el fondo de la cuestión, aceptar ese “debate” y esa “resistencia” sería aceptar el seguir atrapados en las cuatro paredes de “la reforma del Estado”, y todos sabemos, sin necesidad de tener un doctorado, que eso es seguir actuando sin cuestionar ni un ápice la explotación asalariada, la dominación de una minoría sobre una mayoría, la esclavitud del trabajo asalariado. “En vez del lema conservador de: “Un salario justo por una jornada justa”, deberá inscribirse en su bandera revolucionaria: “¡Abolición del sistema de trabajo asalariado!” ([1]). En efecto, de lo que se trata hoy es algo que va más allá de las mistificaciones sobre el “petróleo de los mexicanos”, se trata hoy de plantearnos la pregunta de fondo: ¿reformamos al capital o es ya una necesidad histórica su superación a través de una revolución mundial?... ¡De ese tamaño es el dilema que se nos plantea hoy! No se trata, como nos quieren hacer creer diputados y senadores, de una “reforma para que el país crezca”, sino de una de las tanta medidas del capital que se trazan para evitar que pensemos en cambiar el mundo, mientras sigamos atados a planteamientos del tipo “petróleo sí, o petróleo no”, etc. seguiremos alejando el momento de plantearnos el verdadero dilema: ¿reforma o revolución?
Marsan, 12 de diciembre
[1]) Marx, Salario, precio y ganancia.