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Con la muerte de Jean-Pierre, la CCI pierde a un camarada de temple excepcional, a un gran combatiente y a una personalidad extraordinaria.
Jean-Pierre nos dejó la noche del 13 de setiembre pasado, tras una larga e irremediable enfermedad cuyo funesto desenlace era conocido por todos, incluso por él mismo. Nuestro camarada había dejado ya de practicar su gran pasión, el deporte, puesto que los dos últimos años fue perdiendo la capacidad de utilizar sus miembros, la de respirar y finalmente la de hablar. En el transcurso de ese tiempo, Jean-Pierre se mantuvo sin embargo perfectamente consciente de todas las fases de la evolución de su enfermedad y de las consecuencias que tenían para él. Que esta lucidez le afectaba profundamente era evidente pues se veía obligado a renunciar a todo lo que él amaba: desarrollar la actividad física en contacto directo con la naturaleza y en particular con la montaña donde practicó durante mucho tiempo el senderismo (el camarada vivía en los Alpes), cocinar, leer, pasear.
Sin embargo, nunca aceptó esta situación como una fatalidad. Quería mantenerse en su sitio, en lo que consideraba su hogar, tanto como fuese posible y ciertamente ¡nadie fue capaz de hacerle cambiar de parecer! Se mantenía firme en su decisión de quedarse en este espacio vital, en lo que él consideraba su hogar, entre los suyos, entre lo que le era tan familiar y humanizado, para mantener más férreos los íntimos lazos que le unían con su familia, sus amigos y sus camaradas de combate. El espacio inmediato en el que pasó estos años era su acceso al mundo, allí era donde se podía acceder a sus libros, allí donde se podía hablar de política y de lo más actual, allí donde era posible ver una película y hablar, donde se podía oírle recitar el poema que amaba. Su voluntad de hierro llegaba también a poner límites a las intervenciones médicas para mantenerlo vivo. Luchó hasta el final para que estos deseos fueran respetados. Algunas semanas antes de su muerte Jean-Pierre aceptó que le sacasen de “su casa”, para hospitalizarle en cuidados paliativos. Sabía que no iba a volver. Nuestro camarada, aunque no lo soportaba, lo comprendió y lo asumió. Pero donde con más firmeza se manifestó su voluntad fue en intentar permanecer lo más cerca posible de los suyos, de sus hijos y de sus camaradas, para proseguir el combate político.
Los enfermeros y los militantes que han compartido con él los últimos instantes, atestiguan que nuestro camarada partió “con una gran serenidad” a pesar del sufrimiento que le tuvo atenazado hasta el final de sus días. Nosotros, sus camaradas, sabemos que esta serenidad la había construido como si fuese la última obra de su vida. Jean-Pierre era de estas personas dignas de admiración por la tenacidad y por el coraje de aquellos que aceptan su propio final; era de esta clase.
Todos deseábamos entrar en ese espacio suyo, personal y político, que nos había preservado con tanta generosidad. Hemos sentido un gran gozo y nos ha aportado grandes lecciones, vitales para nuestra militancia. Por todo ello, Jean-Pierre, te estaremos siempre agradecidos.
Un combatiente ejemplar
Jean-Pierre llega a la CCI cuando ya no era muy joven. Tras haber tenido que confrontarse a la movilización para la guerra de Argelia, una atrocidad que el sentía como parte de una barbarie inaceptable e indecible, el camarada no cesó en su esfuerzo por una perspectiva: la construcción de una sociedad distinta, en la que estos horrores quedasen desterrados para siempre jamás. Atormentado por la pregunta ¿Qué hacer para lograr ese objetivo?, recorrió el Mayo de 1968 cargado con sus esperanzas y sus confusiones, más que con ninguna otra con la del comunitarismo. Hasta comienzos de los años noventa no descubre a la CCI y en ella encuentra la coherencia práctica y teórica del marxismo, lo que le permitirá llevar a cabo una verdadera ruptura política con las ideologías confusas que anteriormente había apoyado. Este encuentro le enraizará firmemente a “la pasión por el comunismo” (según sus propias palabras). Indignado con el sistema que rige un mundo lleno de barbarie encuentra por fin un sentido a lo que él buscaba: combatir para lograr la révolution proletaria mundial.
A partir de entonces, el combate político ha sido para nuestro camarada el principal objetivo de su vida hasta sus últimos momentos. Estaba animado de una profunda convicción y no había visita, para interesarnos por la evolución fatal de su enfermedad, sin una discusión política. Nuestro camarada ha deseado, hasta el final, participar en las reuniones regulares de la CCI y afirmar así su responsabilidad de militante: al final, desde su cama, las seguía por Internet. Concretamente, mantenía sus cotizaciones con regularidad, para contribuir en la medida de sus posibilidades al buen funcionamiento de la organización.
Su rigurosidad la puso de manifiesto, como tantas veces, sobre todo manteniéndose entre los más resueltos para defender los principios organizativos y el espíritu que los anima, tomando posición, a lo largo de estos últimos años, en los debates en los que se trataban estas difíciles cuestiones políticas. El camarada estaba persuadido de que el trabajo de construir una organización del proletariado es un arte difícil que necesita ser aprendido y transmitido mediante un esfuerzo teórico.
Convencido como estaba de la necesidad de la revolución nunca cesó de preocuparse por superar todos los obstáculos que se levantaban ante nuestra clase para que ésta pudiese hacer realidad la emancipación de la humanidad. En los debates en los que participaba expresó siempre la dimensión planetaria y el carácter titánico de este combate. Combate defensivo, cotidiano, es cierto, pero sobre todo consciente y con una dimensión cultural que, estaba convencido de ello, nos haga fuertes para finalmente dirigir la necesaria ofensiva con la que derribar el capitalismo.
Estaba también profundamente convencido del peso de la ideología dominante sobre la organización y sobre las personas, y de los efectos perversos de la descomposición social dentro de las relaciones sociales. Sabía que los auténticos medios para resistir solamente pueden encontrarse en la fuerza de los debates colectivos en la organización, apoyándose en principios morales proletarios y en firmes preocupaciones intelectuales.
Hay una preocupación que jamás abandonó: ¿cómo luchar eficazmente?, ¿cómo ponerse a la altura de sus responsabilidades, a la vez como militante portador de los intereses de su clase social y como militante de una organización que se define como cuerpo colectivo y asociado en su totalidad; tanto en lo que concierne a la necesidades del momento como a las tareas históricas, que le incumben a los revolucionarios y a su clase? Por esa constante inquietud nunca perdió de vista su implicación activa en la tarea de construir una organización que estuviese a la altura de su función, capaz de asumir sus responsabilidades históricas, siempre insatisfecha en su combate por el rigor en cuestiones de funcionamiento organizativo, que ha combatido sin descanso y hasta el final contra lo que Lenin llamaba, ya en 1903, el “espíritu de círculo” –la visión de una organización concebida como una suma de individuos agrupados por lazos de afinidad. Tal visión era para el camarada clara y diametralmente opuesta a las necesidades objetivas, reales, de una organización revolucionaria que, para llegar a ser en el futuro un verdadero partido proletario, debía ser capaz de construir sobre bases sólidas un espíritu de Partido, fiel a su misión histórica.
Jean-Pierre se posicionó siempre y firmemente contra la tentación de construir agrupamientos por afinidad, ya que su mayor y permanente preocupación fue la de construir una organización revolucionaria que estuviese a la altura de su función histórica a largo plazo y armarla para el futuro con un objetivo: asegurar la defensa de los intereses del proletariado. Para él, la organización no puede limitarse a ser una “pandilla de colegas”, un “círculo de amigos”. Esa claridad no le impedía mantener vínculos fraternales y calurosos con todos los compañeros y habían conseguido establecer fuertes lazos de amistad con algunos de ellos. Según él expresaba “con apenas un hilillo de voz”, en este combate permaneció hasta su último momento, hasta su último suspiro.
Esta abnegación, su tenacidad, su implicación, continúan vivas en cada uno de sus camaradas. Es un ejemplo para todos nosotros, sus camaradas, de lo que puede ser un militante convencido.
Una persona excelente y afectuosa
La personalidad de Jean-Pierre era además tan apasionante que es imposible no hablar de ella.
Jean-Pierre estaba dotado de un espíritu investigador, siempre en búsqueda; era además simpático, con gracia, atractivo y empatía naturales no sólo hacia los más próximos sino hacia cualquiera con quien se cruzase. En su compañía uno mismo se sentía modelado por esas cualidades. Sabía que cada persona evoluciona, está en constante movimiento, que vive crisis que pueden ser momentos de superación. Lo sabía por su propia experiencia, que no solo no ocultaba sino que nos la contaba a menudo. Su amplia trayectoria, complicada y caótica, que le había llevado al marxismo y a las posiciones de clase, no había sido un rio sereno pero sin duda le había dotado de esa predisposición y esa preocupación por entender a los demás, respetar sus contradicciones,…: contradicciones que el miraba positivamente como un devenir, un potencial de superación. Tenía esta visión de futuro a la par que esa reserva respetuosa, tan alejada de la crítica fácil.
Jean-Pierre era gran admirador de Rabelais; amaba la sinceridad que rezuma su obra, el crudo y casi brutal amor sensual por la vida que se siente al leerla, su manera de entender y sentir el buen yantar, las comidas espléndidas…, que disfrutaba como algo sagrado, como un momento precioso para convivir y compartir. Jean-Pierre nos abría con frecuencia el acceso a ese universo y disfrutaba entreteniéndonos tanto con la lectura de su prosa como recitando sus poemas. Los que le conocían de cerca han tenido el privilegio de compartir con él un gran placer. Los silencios que seguían tenían también un contenido activo, llenaban el ambiente de su “don de gentes”, de un sentimiento relacional y comunicativo que nosotros “sentíamos”, con el que participábamos.
Jean-Pierre era un ejemplo de combatiente entregado a la organización y a la perspectiva de la revolución proletaria; pero además, también su voluntad y su coraje frente a las pruebas y la enfermedad reflejaban el temple de una persona animada poderosamente por el amor a la libertad. Nos confió sus pasiones, sus gustos, partes de su vida, como si trazase el boceto de lo que podría ser el comportamiento de un ser humano que comprende al otro como parte integrante de su propia dicha. Con frecuencia nos hacía partícipes de la satisfacción que sentía al estar rodeado de calor humano, de solidaridad de clase, de hacérsela sentir a los demás, disfrutarla junto a ellos como si participase en una danza, en la fuerza vital, creadora, de la humanidad, sea ésta científica o artística.
Jean-Pierre fue un camarada, fiel y decidido en sus elecciones, sus implicaciones y sus adhesiones. Los militantes de la CCI comparten profundamente el dolor con sus hijos, su familia, sus amigos.
Hemos perdido a nuestro camarada Jean-Pierre, pero su recuerdo está siempre presente, siempre vivo para todos aquellos que han tenido el privilegio de frecuentarlo, conocerlo y apreciarlo.
Camarada, la CCI te saluda como militante ejemplar de la cause del comunismo a la que has sabido dar lo mejor de ti mismo.
CCI, 15/10/2013