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Presentamos a continuación un texto remitido por un joven compañero adonde reflexiona sobre algunos problemas, esencialmente de tipo subjetivo, que sufren muchos trabajadores. Esos problemas son, como dice el compañero, despreciados y relegados como secundarios. Nosotros compartimos con él la importancia que tienen y que nuestra clase debe abordarlos para poder desarrollar su conciencia, su unidad y su lucha contra el capitalismo. En contra de lo que predican los seudo-marxistas, el marxismo jamás ha reducido la lucha proletaria a un mero determinismo economicista. Al contrario, siempre ha tenido muy en cuenta los factores subjetivos: la confianza, la solidaridad, la fraternidad, la integridad moral, el compañerismo, el combate contra la alienación y la atomización. Siguiendo esa tradición nosotros hemos contribuido con un Texto sobre la solidaridad y la confianza, publicado en REVISTA INTERNACIONAL números 111 y 112.
En primer lugar, publicamos la contribución del compañero y a continuación unos Comentarios nuestros que no se refieren tanto al contenido general del texto con el que estamos plenamente de acuerdo, sino a algunas cuestiones que sí bien no afectan a su contenido estimamos importante precisarlas.
CONTRIBUCION DEL COMPAÑERO
Los problemas, dificultades, miserias, agobios, … que sufrimos los trabajadores no desembocan en la inmensa mayoría de nosotros en una conciencia de pertenecer a una clase social con intereses comunes enfrentados a la organización social presente. Esto es evidente e innegable. Contribuir al debate y a analizar y aclarar el porqué de esta situación, lo que en cierta medida es ya un paso para su superación, es el objetivo de estas palabras.
Un par de cosas sobre el texto. Primero, que es un “texto de trabajo”, con una redacción bastante mejorable, y con una exposición que puede resultar repetitiva y en algunos aspectos contradictoria. Y segundo, que peca “deliberadamente” de “localismo”, ya que está basado en percepciones personales de la realidad cercana, por lo que bastantes descripciones o análisis no serán válidos, en parte o en su totalidad, en otros sitios.
A los proletarios se nos presentan, desde pequeños, mil y un conflictos, mil y un problemas, la mayoría de las veces con proletarios mismos (en la escuela, en el curro, con familiares, vecinos, etc.), que desde luego no desemboca en una percepción de la polarización entre Capital y Trabajo. Los trabajadores, básicamente, no llegamos a captar e identificar nuestros problemas cotidianos como un producto del antagonismo de clases. Existe, sí, en gran parte de proletarios una sensación más o menos clara de estar puteados, explotados, en la base de la pirámide, pero que no deviene en la visión de formar parte ni de una comunidad de intereses ni de una comunidad de lucha, situación favorecida por las divisiones (superficiales pero reales) que existe en la clase obrera entre nacionales y extranjeros, con papeles y sin papeles, empleados y “obreros”, especializados y precarios, etc. Y esta ausencia de perspectiva (visión de formar parte de un movimiento social portador de un proyecto social) y conciencia de clase se explica en gran parte en que no hemos tenido “vida de clase”, y sin experiencia de clase no puede haber conciencia de clase. Puede haber, porque evidentemente nuestra condición explotada existe, otras cosas (sensación de puteo y asqueo; y/o búsqueda y apropiación de un referente teórico-histórico que se enfrente coherentemente al sistema social presente) pero conciencia no.
No hemos tenido, decía, experiencia de lucha y vida colectiva de clase. El colegio, la calle, el instituto, el curro, la universidad, no han sido ni son (en líneas generales) los espacios para el encuentro y el aprendizaje mutuo, para la comunicación, el compadreo o el esfuerzo compartido para superar dificultades, sino que en general son y están montados para fomentar el embrutecimiento, la incomunicación, la competitividad, la desconfianza, la disciplina y, en definitiva, para la “socialización” y “adaptación” a la sociedad burguesa. Obviamente para explicar los porqués de esta situación habría que abordar la situación de embrutecimiento, alienación y peso ideológico que la explotación capitalista ejerce sobre el proletariado, aspecto este que no es el objetivo principal de este escrito.
La falta y deterioro de unos verdaderos lazos sociales, de un tejido social, en medio de un mundo chungo, violento y triste en todos los sentidos, tiene como una de sus consecuencias principales que cada uno vayamos a salvar nuestro culo y nos volvamos más cerrados y desconfiados, lo que provoca a su vez más deterioro de las relaciones sociales, encontrándonos en un círculo vicioso. La sensación de desamparo, angustia y soledad se vuelven comunes. En esta situación es muy, muy complicado situar los amigos y los enemigos; los que son de los tuyos y comparten tus intereses y problemas y los que no, por lo que el conflicto social, la incapacidad de la organización social para satisfacernos, se nos presenta a los trabajadores (precisamente por la ausencia de “vida de clase”) diluido en un montón de problemas aparentemente particulares y sin ninguna relación ni solución colectiva, o con la única salida de acudir a “especialistas” y “mediadores” como psicólogos, sindicatos, abogados, asistentes sociales y demás, y ante una búsqueda de algo que nos llene como personas, que nos incremente la autoestima y nos cree sentimiento de pertenencia, el mercado tiene gran variedad de músicas, modas, ideología, cine, drogas, hobbys, …, para sentirse especial, perteneciente a algo e incluso militar.
Esta situación (la ausencia de una perspectiva y de una “vida de clase”) se da, principalmente, porque no hay luchas más o menos masivas en las que los proletarios podamos reconocernos y sentirnos parte de una fuerza social que realmente planteé por si misma una alternativa transformadora integral. Y esta aparente ausencia de luchas (que si existen con más o menos asiduidad y potencia las fuerzas burguesas nos la ocultan y falsifican) es también producto y productor de la falta de lazos de clase (aparte de servir de caldo de cultivo de ideologías y “movimientos” que irían a la basura con una clase obrera protagonista y visible. Y luego parece también como que la ausencia de luchas más o menos importantes que puedan hacernos a los trabajadores reconocernos como clase es también consecuencia de cómo si no pasasen “cosas gordas” que nos impulsen en una dirección más o menos clara, sino que las cosas parece que empeoran lenta pero seguramente, siéndonos muy difícil a los trabajadores encontrar culpables claros en esta situación. Y por supuesto la burguesía no pierde la ocasión para mostrarnos “culpables”: los políticos, los “moros”, el PP, Bush, el “terrorismo islamista”, ETA, los españoles, los chinos, los catalanes y aragoneses con el tema del agua por aquí, etc. El empeoramiento, reforma tras reforma, ley tras ley, de nuestras condiciones de vida las últimas décadas; o las guerras “localizadas” que como quien no quiere la cosa están convirtiendo zonas cada vez más extensas del planeta en auténticos infiernos (sin ir más lejos Yugoslavia, a menos de 2 horas de España, era un matadero hace apenas 10 años, y era bombardeada por la OTAN hace 6), situaciones ante las que los trabajadores nos sentimos impotentes, desconcertados, aterrados, sin ver ninguna salida, o peor aún, encontrando en “nuestro” Estado la única tabla de salvación, como está intentando la burguesía con todo el tema del “terrorismo islamista”, o con las “deslocalizaciones”.
Tomarse estas dificultades que se nos plantean a los trabajadores a la ligera, como “ya sabidas” o “secundarias” en relación al conflicto central burguesía-proletariado considero que es un error. Si se consideran “ya sabidas” o que “es lo que hay” (algo que es obvio) de lo que se trata es de actuar en consecuencia, de dirigir nuestra actividad militante a intentar superar estas dificultades (de las que, de más está decirlo, nosotros como proletarios ni mucho menos escapamos, por muy revolucionarias que sean nuestras posiciones), sabiendo la situación actual en la que nos encontramos los trabajadores. Y si se consideran estas cuestiones “secundarias” pues, no sé, como mínimo diría que se estará cayendo en una parcelación de la realidad, en un análisis de los problemas de forma descontextualizada: ¡cómo si la falta de perspectiva y conciencia de clase, y los motivos que la fomentan, fueran una cuestión “secundaria” o “aparte” del conflicto y de la organización social presente!. Claro que no es una cuestión aparte, y creo que es hacia su superación hacia donde debemos dirigirnos prioritariamente los trabajadores.
¿Soluciones? Evidentemente aquí no hay fórmulas mágicas, ni ningún iluminado puede encontrarlas solito, sino que sólo pueden comenzar a esbozarse dentro de un mismo proceso práctico de:
-lucha de los trabajadores contra nuestras condiciones de vida que pueda comenzar a poner sobre la mesa la polarización de clases y la existencia como movimiento visible y real a la clase trabajadora enfrentada a la sociedad burguesa, y cuestione de forma teórico-práctica la relación social capitalista.
-comunicación, confrontación de posiciones y conclusiones que seamos capaces de extraer los trabajadores acerca de nuestros problemas y luchas.
-y, en definitiva, de la reapropiación y concreción programática (de lo que somos dentro de la sociedad, de cómo está montada y funciona, de cómo tenemos que actuar, de quienes son nuestros enemigos, etc.) y de las experiencias acumuladas por la lucha proletaria contra la sociedad del capital, para que nos sirvan de ayuda y guía para nuestras luchas presentes y futuras.
Es dentro de este proceso práctico desde donde pueden venir los avances proletarios en materia de unidad, conciencia, autoorganización y autonomía de clase, y es desde luego donde debemos situarnos los trabajadores que planteamos una salida revolucionaria como única alternativa a esta sociedad.
¿Cómo se concretiza esto?
-la búsqueda y fomento de espacios de encuentro, debate y comunicación acerca de las luchas y problemas que se nos plantean como proletarios, participando en conflictos, contactando con trabajadores, intercambiando informaciones, etc. Creo que es únicamente en este proceso práctico donde los trabajadores podremos desarrollar una perspectiva y una conciencia revolucionaria.
-llevar a cabo un proceso, claro, franco y sin “verdades absolutas” (a ver: me refiero a “verdades” que no encuentran un reflejo en la realidad, no que los trabajadores no podamos afirmar cosas evidentes, o no tanto, de forma firme) pero con unos mínimos, de debate y clarificación para armarnos teóricamente.
- y establecer contacto con grupos y personas con las que puedan darse condiciones y sea interesante debatir, intercambiar informaciones o profundizar en aspectos organizativos o de colaboración.
Con lo comentado no quiero decir, ni mucho menos, que haya que renunciar a todo lo que se salga de la “conciencia media” de los currelas. Eso sería absurdo. Por supuesto que nuestra experiencia concreta como proletarios nos empuja y permite identificar y profundizar teóricamente sobre las contradicciones de la sociedad burguesa o sobre sus aparatos e ideologías. Lo que digo es que muchas cuestiones no encuentran un referente claro en nuestra vida cotidiana (la cuestión del poder, de unas relaciones sociales no mercantiles, le carácter descaradamente anti-obrero y represivo de sindicatos o incluso policías, etc.) sino que las hemos adquirido dentro de un proceso de apropiación teórica-histórica en oposición a lo existente, por lo que son débiles al no encontrar un referente práctico real, un movimiento que sea su expresión, o mejor dicho, estas expresión del movimiento. Por todo lo dicho creo que debemos centrarnos en lo que conocemos y controlamos en relación a nuestra experiencia como proletarios (a ver, sin claudicar ante las ideologías burguesas), y que aspectos si se quiere “más avanzados” dejar que el propio desarrollo de la lucha de clases las vaya poniendo sobre la mesa. Los trabajadores no necesitamos ningún impulso exterior a nosotros mismos para luchar, nuestra misma existencia supone un conflicto con la sociedad burguesa y un esfuerzo permanente por encontrar una salida a nuestra situación dentro de esta.
Como se ve, este texto no es ningún reproche izquierdista de la “poca conciencia de los trabajadores” o del “aburguesamiento de la clase obrera”, ni plantea nada nuevo, ni considero que sea ni pesimista ni optimista. Simplemente se limita a expresar o a recordar si se quiere dificultades y problemas que objetivamente se nos plantean a los trabajadores y que hay que tener muy en cuenta para superarlos.
NUESTRA RESPUESTA
El texto nos parece muy interesante y plantea de una forma muy certera las dificultades que sufren los trabajadores en su vida cotidiana. Lo primero que queremos decir es que compartimos plenamente la preocupación de la que surge: el peso asfixiante que tienen en la vida cotidiana de los trabajadores los sentimientos de aislamiento y atomización, de deterioro de las relaciones sociales, de falta de vida colectiva de clase,… El texto describe con sinceridad y autenticidad la percepción esencial que, de su propia vida, tienen muchos trabajadores en cualquier parte del mundo. No pensamos por tanto, que el texto sea «localista», sino, todo lo contrario, podría decirse que es «universal», como decía Marx que eran los sufrimientos de la propia clase obrera (La Ideología Alemana).
Del mismo modo, queremos destacar el planteamiento del texto cuando señala que « Contribuir al debate y a analizar y aclarar el porqué de esta situación, lo que en cierta medida es ya un paso para su superación, es el objetivo de estas palabras». Efectivamente, para la clase obrera el hecho de reconocer un problema como tal, tomar conciencia de su existencia, constituye el primer paso en el camino de su solución.
También queremos mostrar nuestro completo acuerdo con este pasaje: «Tomarse estas dificultades que se nos plantean a los trabajadores a la ligera, como “ya sabidas” o “secundarias” en relación al conflicto central burguesía-proletariado considero que es un error. Si se consideran “ya sabidas” o que “es lo que hay” (algo que es obvio) de lo que se trata es de actuar en consecuencia, de dirigir nuestra actividad militante a intentar superar estas dificultades (de las que, de más está decirlo, nosotros como proletarios ni mucho menos escapamos, por muy revolucionarias que sean nuestras posiciones), sabiendo la situación actual en la que nos encontramos los trabajadores. Y si se consideran estas cuestiones “secundarias” pues, no sé, como mínimo diría que se estará cayendo en una parcelación de la realidad, en un análisis de los problemas de forma descontextualizada: ¡cómo si la falta de perspectiva y conciencia de clase y los motivos que la fomentan, fueran una cuestión “secundaria” o “aparte” del conflicto y de la organización social presente! Claro que no es una cuestión aparte, y creo que es hacia su superación hacia donde debemos dirigirnos prioritariamente los trabajadores».
Finalmente, nos parece muy acertada la comprensión que hace el texto de cómo tiene lugar el proceso actual de deterioro de las condiciones de vida de la clase obrera: « El empeoramiento, reforma tras reforma, ley tras ley, de nuestras condiciones de vida las últimas décadas; o las guerras “localizadas” que como quien no quiere la cosa están convirtiendo zonas cada vez más extensas del planeta en auténticos infiernos (sin ir más lejos Yugoslavia, a menos de 2 horas de España, era un matadero hace apenas 10 años, y era bombardeada por la OTAN hace 6), situaciones ante las que los trabajadores nos sentimos impotentes, desconcertados, aterrados, sin ver ninguna salida, o peor aún, encontrando en “nuestro” Estado la única tabla de salvación, como está intentando la burguesía con todo el tema del “terrorismo islamista”, o con las “deslocalizaciones”».
Las condiciones actuales de la vida del proletariado y las dificultades para el desarrollo de sus luchas y su conciencia.
La CCI no ve como “secundarias” las cuestiones planteadas por el texto sino que las ve como fundamentales. Los problemas que evoca el texto son sin duda más acuciantes en el momento actual de la lucha de clases, en el que el crecimiento de la rabia ante la degradación de las condiciones de vida, de la inquietud ante el futuro de miseria y destrucción que comporta el mantenimiento del orden capitalista, se ve lastrado por el impacto de la descomposición de la sociedad capitalista en las filas obreras, engendrando entre los propios trabajadores sentimientos de “cada uno a la suya” («la falta y deterioro de unos verdaderos lazos sociales, de un tejido social, en medio de un mundo chungo, violento y triste en todos los sentidos tiene como una de sus consecuencias principales que cada uno vayamos a salvar nuestro culo y nos volvamos más cerrados y desconfiados, lo que provoca a su vez más deterioro de las relaciones sociales, encontrándonos en un círculo vicioso», como dice, “gráficamente”, el propio texto) opuestos a la solidaridad de clase; y generando respuestas nihilistas basadas en el “no future”, en lugar de la lucha basada en una confianza de la posibilidad de un futuro comunista para la humanidad.
Las revueltas que han sacudido recientemente barrios periféricos de las ciudades francesas (ver el artículo que se ha editado en la prensa territorial de la CCI, publicado en Acción Proletaria nº 185) son, desgraciadamente prueba de ello, pues toda la ira acumulada se ha descargado ciegamente no contra el Capital sino contra los propios obreros: contra otros trabajadores (como los bomberos), contra bienes de personas que comparten con ellos los mismos barrios degradados… Esas expresiones de rabia no desembocan sin embargo, como alerta el propio texto, en un fortalecimiento de la solidaridad o de la conciencia de clase. Al contrario parten precisamente de su negación: niegan la existencia de intereses comunes de todos los explotados, niegan que jóvenes o “veteranos”, parados o empleados, nativos o emigrantes, somos una misma clase explotada, opuesta al capitalismo. Por ello profundizan las divisiones y la desconfianza entre los propios trabajadores. Por ello también ahondan aún más en las propias filas obreras el sentimiento de una ausencia de perspectiva.
Por todo lo anterior nos parece muy justo lo que apunta el texto sobre la repercusión en el proletariado de ese sentimiento de falta de perspectivas, de esa pérdida de la identidad de clase: «Los trabajadores, básicamente, no llegamos a captar e identificar nuestros problemas cotidianos como un producto del antagonismo de clases. Existe, sí, en gran parte de proletarios una sensación, más o menos clara de estar puteados, explotados, en la base de la pirámide, pero que no deviene en la visión de formar parte de una comunidad de intereses, ni de una comunidad de lucha, situación favorecida por las divisiones (superficiales pero reales) que existe en la clase obrera entre nacionales y extranjeros, con papeles y sin papeles, empleados y “obreros”, especializados y precarios, etc.», destacando una de las principales causas de esa falta de perspectiva: «Y esa ausencia de perspectiva (visión de formar parte de un movimiento social portador de un proyecto social) y conciencia social se explica en gran parte en que no hemos tenido “vida de clase”, y sin experiencia de clase no puede haber conciencia de clase. Puede haber, porque evidentemente nuestra condición explotada existe, otras cosas (sensación de puteo y asqueo; y/o búsqueda y apropiación de un referente teórico-histórico que se enfrente coherentemente al sistema social presente) pero conciencia no».
Efectivamente, es la falta de perspectiva histórica lo que dificulta el desarrollo de luchas y de la toma de conciencia en la clase. Es importante distinguir entre descontento o malestar, combatividad obrera y conciencia proletaria, tres nociones que no se pueden confundir ni colocar en un mismo plano. Descontento equivale a lo que el texto califica de sensación, más o menos clara de estar puteados, explotados, pero eso no es lo mismo que combatividad que, como indica el texto, equivale a visión de formar parte de una comunidad de intereses. Por último, conciencia de clase es la comprensión activa de formar parte de una clase que tiene un porvenir histórico revolucionario.
Es cierto que la ausencia de “vida de clase”, es decir la ausencia durante más de 15 años de experiencias de lucha más o menos importantes, ha dificultado la adquisición de una conciencia de clase en la gran mayoría de trabajadores. Ahora bien, queremos precisar que la conciencia de clase no nace únicamente de las luchas inmediatas. La clase obrera es capaz de una reflexión sobre su propia existencia y sobre su porvenir revolucionario, sobre los fines y los medios de su combate, sobre quienes son sus amigos y quienes sus enemigos. Esta reflexión precede, acompaña o sigue a las propias luchas y no es un producto pasivo e inmediato de ellas.
Es verdad que en tiempos “normales”, cuando el orden capitalista no es verdaderamente puesto en cuestión, esa conciencia es muy minoritaria. Sin embargo, se transforma en mayoritaria en un periodo pre-revolucionario o ya directamente revolucionario, cuando, como decía Marx “la teoría revolucionaria se adueña de las masas” y la conciencia de clase tiende a ser la conciencia de la mayoría de la clase.
Tanto las experiencias directas de lucha como la reflexión de pequeñas minorías forman parte integrante de la lucha y la conciencia de la clase vista en su conjunto. La segunda no tiene, salvo en situaciones revolucionarias, una influencia directa sobre los acontecimientos. Sin embargo, su papel es vital pues contribuye a través de mil canales, a menudo “invisibles”, al proceso –difícil y tortuoso- de maduración de la conciencia en masas de la clase que progresivamente se van haciendo más amplias. La toma de conciencia contribuye al desarrollo de las luchas y, simultáneamente, el desarrollo de estas estimula y amplifica a aquella.
La vida de la clase es mucho más que las luchas inmediatas. Se compone de luchas masivas pero también de luchas ideológicas, denuncias, polémicas, clarificaciones, protagonizadas por pequeñas minorías que, aunque durante todo un tiempo están aisladas respecto a la mayoría de la clase, están vinculadas a su lucha histórica y a sus intereses históricos.
Un repaso, aunque sea superficial, de la historia nos muestra que por ejemplo, en el siglo XIX, en la época de la expansión capitalista y también del desarrollo del proletariado, la “vida de la clase” iba más allá de las luchas reivindicativas en las fábricas, y se plasmaba igualmente en multitud de asociaciones obreras de todo tipo (sindicatos, cooperativas, universidades obreras etc.), que servían como instrumento de integración al proletariado de muchos obreros recién salidos del campesinado o del artesanado. Esta situación cambia con la entrada del capitalismo en su etapa de decadencia, y el desarrollo monstruoso del control totalitario del Estado sobre toda la sociedad. En esta época histórica no ya los sindicatos, sino las asociaciones de vecinos, o los clubes juveniles son absorbidos por el Estado capitalista como apéndices de la gestión de la explotación, el urbanismo, el ocio, etc.,.. Otra de las consecuencias de la entrada del capitalismo en su fase de decadencia es la forma que toma el desarrollo de la lucha de clases, que en este período no es través de un “crescendo” lineal y continuo, sino a través de oleadas, seguidas de fases de reflujo más o menos prolongadas. Fuera de esas oleadas de luchas masivas es muy difícil que el conjunto de la clase obrera se reconozca a sí misma, más allá de un sentimiento común de sufrir la opresión del trabajo asalariado, del desempleo,… En cambio, en momentos de luchas abiertas, la sociedad se ve atravesada por un “océano de fenómenos”, como los llamaba Rosa Luxemburgo, que expresan la emergencia a plena luz del día de la vida de la clase (desde el ambiente que se respira en los barrios obreros, hasta el contagio de la combatividad a otros sectores sociales).
El texto en su pasaje final señala: «Con lo comentado no quiero decir, ni mucho menos, que haya que renunciar a todo lo que se salga de la “conciencia media” de los currelas. Eso sería absurdo. Por supuesto que nuestra experiencia concreta como proletarios nos empuja y permite identificar y profundizar teóricamente sobre las contradicciones de la sociedad burguesa o sobre sus aparatos e ideologías. Lo que digo es que muchas cuestiones no encuentran un referente claro en nuestra vida cotidiana (la cuestión del poder, de unas relaciones sociales no mercantiles, le carácter descaradamente anti-obrero y represivo de sindicatos o incluso policías, etc.) sino que las hemos adquirido dentro de un proceso de apropiación teórica-histórica en oposición a lo existente, por lo que son débiles al no encontrar un referente práctico real, un movimiento que sea su expresión, o mejor dicho, esta expresión del movimiento. Por todo lo dicho creo que debemos centrarnos en lo que conocemos y controlamos con relación a nuestra experiencia como proletarios (a ver, sin claudicar ante las ideologías burguesas), y que aspectos si se quiere “más avanzados” dejar que el propio desarrollo de la lucha de clases las vaya poniendo sobre la mesa. Los trabajadores no necesitamos ningún impulso exterior a nosotros mismos para luchar, nuestra misma existencia supone un conflicto con la sociedad burguesa y un esfuerzo permanente por encontrar una salida a nuestra situación dentro de esta».
Es totalmente cierto que muchas posiciones generales del proletariado no encuentran actualmente un referente claro en nuestra vida cotidiana. Ahora bien, ¿quiere eso decir que debamos limitarnos a lo que conocemos y controlamos con relación a nuestra experiencia como proletarios ), y que aspectos si se quiere “más avanzados” dejar que el propio desarrollo de la lucha de clases las vaya poniendo sobre la mesa?.
Nosotros pensamos que no.
1º) ¿Por qué esas cuestiones no encuentran un “referente claro en la vida cotidiana?” ¿Es acaso porque las condiciones objetivas impiden que dominen prácticamente la vida de los trabajadores? La respuesta es no. Objetivamente esas cuestiones influyen en la vida corriente de los obreros . El problema está en que el peso de la ideología dominante, de las campañas ideológicas de la burguesía y la acción de sus fuerzas sindicales y políticas, impiden, o al menos dificultan, que los obreros las reconozcan subjetivamente. Por eso es necesario que, mediante un combate contra la política de la burguesía, mostremos esas cuestiones a los trabajadores para que acaben por reconocerlas lo más masivamente posible.
2º) Esos aspectos “más avanzados” se ponen sobre la mesa, no solamente por el desarrollo de las luchas sino también por la intervención de las minorías conscientes de la clase. Esta intervención es una parte de la propia lucha de clases, no constituye ningún “impulso exterior”. Efectivamente, “nuestra misma existencia supone un conflicto con la sociedad burguesa” y la cuestión es que una parte del “esfuerzo permanente por encontrar una salida a nuestra situación dentro de esta” la constituyen la acción, el combate y la reflexión de esas minorías.
3º) Lo que se ha adquirido a través de la apropiación de la experiencia histórica y mundial del proletariado no es algo “débil” sino todo lo contrario, es la fuerza más preciosa del proletariado, aunque inmediatamente no se haga “carne mortal” en tal o cual sector de la clase obrera. Marx decía que «la cuestión no reside en que es lo que éste o aquel proletario, o incluso la totalidad del proletariado consideran en cada momento como objetivo suyo. La cuestión es qué es el proletariado y qué se verá obligado a hacer, consecuentemente con su ser. Su finalidad y su acción histórica vienen irrevocablemente y obviamente puestas de manifiesto por su propia situación vital tanto como por la global organización de la sociedad burguesa de hoy» (La Sagrada Familia). A diferencia de anteriores clases revolucionarias de la historia que podían extender su modo de producción en la vieja sociedad (y por tanto, los cambios ideológicos podían ser consecuencia o corolario del avance de su influencia social real), la clase obrera es también la clase explotada de la sociedad capitalista, y por tanto la conciencia no puede ser únicamente un reflejo pasivo de la realidad, sino un instrumento activo de su transformación. No se trata por tanto de aguardar sin más a que las luchas hagan suyos, por sí mismas, los postulados de la revolución, a que cómo dice el texto «el movimiento exprese las adquisiciones teórico-históricas». El movimiento obrero, si se considera históricamente, ya ha dejado claro por ejemplo porque los sindicatos se han convertido en agentes del Estado capitalista en todos los países. No debemos dejar que cada lucha, cada generación de trabajadores, cada sector, cada localidad, “redescubran por sí mismo” al precio, a menudo, de duras derrotas (como, por ejemplo, sucedió en la tentativa revolucionaria en Alemania en 1918-23), esa posición fundamental. Hay que defenderla aunque aparentemente caiga en saco roto pues es algo que progresivamente va ayudando a un número creciente de trabajadores a armarse más eficazmente ante nuevas luchas. Aunque están fraternalmente hermanadas por el sufrimiento de una explotación inhumana, proletariado, esclavos y siervos, no son clases idénticas. Mientras el proletariado es capaz de inscribir las luchas de sus sucesivas generaciones en una continuidad histórica y la lucha de sus diferentes sectores geográficos en una unidad mundial, las luchas de los esclavos y los siervos fueron explosiones aisladas que se agotaban en sí mismas y que empezaban siempre desde cero. El proletariado es una clase revolucionaria, y por tanto su pasado y su futuro (es decir la alternativa social que ofrece al conjunto del género humano) son armas esenciales para su lucha presente.
La situación actual del proletariado: el comienzo de una lenta y difícil recuperación de sus combates
El proletariado actual ha sufrido una de las fases de reflujo más persistentes que haya conocido en la historia. Nos referimos a la etapa que se abrió a finales de los años 80 con la caída de los regímenes estalinistas y que ha empezado a tocar fin con el giro que se ha producido en la lucha de clases desde mediados de 2003 (Ver la Revista Internacional nº 117 y 119). Estamos hablando de un período de más de 15 años (la mayor parte de la vida de la generación de obreros más jóvenes que hoy se incorporan precisamente a la clase y a sus luchas). La explicación de la extensa duración de ese reflujo no está tanto en la severidad de las derrotas de las luchas de los años 80 (Polonia, luchas contra las reconversiones en España, Francia, las luchas contra los cierres de las minas en Inglaterra), sino sobre todo en el retroceso en la conciencia en la clase obrera que supuso la campaña de la burguesía que identificó la caída de los regímenes estalinistas con el fin de la perspectiva comunista, (“el fin del comunismo”, el “fin del sentido revolucionario de la lucha de clases”,…). El impacto inmediato de estas campañas que atacaban precisamente el «proyecto histórico del proletariado» (por emplear los términos del propio texto) en la combatividad de la clase obrera en un momento en que arreciaban precisamente los ataques a sus condiciones de vida y trabajo (precariedad, despidos, desmantelamiento del llamado “Estado del bienestar), prueba el sentido “bidireccional” de la relación entre luchas masivas y confianza en una perspectiva revolucionaria. Es decir que no sólo la ausencia de luchas deviene en una pérdida de confianza en una perspectiva revolucionaria, sino que la pérdida de esa referencia histórica futura se convierte en un factor de intimidación para las luchas del presente, haciendo a los obreros más vulnerables a las mistificaciones de salvar la empresa o salvar la economía nacional.
Sin embargo este retroceso, por largo y difícil que haya sido no puede identificarse con una derrota del proletariado. Como hemos analizado muchas veces, pensamos que el curso histórico, es decir la perspectiva futura para el conjunto de la humanidad sigue estando abierto a los enfrentamientos de clase decisivos entre burguesía y proletariado. No podemos extendernos aquí en explicar todos y cada uno de los elementos que justifican este análisis (ver Revista Internacional nº 107 así como los citados artículos de los nº 117 y 119), desde la propia estrategia política de la burguesía hasta el rechazo del proletariado de las principales concentraciones obreras del mundo a alistarse en las guerras imperialistas, etc. Si queremos insistir, sin embargo en dos de ellos:
1.- La existencia de dos generaciones sucesivas de trabajadores no derrotadas.
La identidad de clase del proletariado, a diferencia de anteriores clases explotadas de la historia de la humanidad, se basa tanto en su situación común en la explotación, como en su, y seguimos retomando el término del propio texto, «proyecto histórico. Pero la comprensión de ese proyecto histórico es imposible sin el reconocimiento de la naturaleza histórica de su lucha, es decir vernos como los sucesivos eslabones de una cadena de más de 200 años de luchas del proletariado por su emancipación. De ahí la importancia de la continuidad histórica de sucesivas generaciones obreras.
En el mencionado Texto de Orientación sobre la Confianza y la Solidaridad en la Lucha Proletaria, analizamos las dificultades que supuso para la generación obrera que entró en lucha en los años 60-70 la ruptura de esa continuidad con la generación precedente marcada en cambio por la derrota y la contrarrevolución, y también hemos analizado la repercusión decisiva de esas dificultades en el agotamiento de las oleadas internacionales de luchas obreras que se sucedieron desde 1968 hasta finales de los años 80.
No es esa la situación actual de la lucha de clases. Lo que vemos en cambio es la presencia de dos generaciones no derrotadas de la clase obrera, como ha podido apreciarse en las manifestaciones en Francia en 2003, en las luchas en Alemania el año pasado, o en las recientes movilizaciones en SEAT. La unión en la lucha de ambas generaciones es fundamental. Para la “joven generación”, la aportación de los obreros “de los 70” que han acumulado experiencias valiosísimas por ejemplo de autoorganización y extensión de las luchas, es un bagaje imprescindible. Pero también para los “veteranos” que sufrieron el fracaso de una primera tentativa de asalto al capitalismo (insistimos en que fracaso no es derrota ni alistamiento tras las banderas de la burguesía), ver la incorporación al combate de la siguiente generación, (de sus “hijos”, por resumir), refuerza la idea capital de que “la lucha continúa”, que lo de “el fin de la lucha de clases” es un mito intencionadamente propagado por la burguesía, que el futuro sigue siendo el combate de clase contra el capitalismo.
2.- El surgimiento a escala internacional de un movimiento de toma de conciencia.
Que el conjunto de la clase obrera, en general, haya sufrido un retroceso en la conciencia, no significa la desaparición completa del esfuerzo de toma de conciencia del proletariado. Precisamente por su naturaleza histórica, aún en los peores momentos de retroceso de la conciencia general en la clase, sigue existiendo en su seno ese impulso de búsqueda de, y podemos retomar de nuevo los términos del propio texto, un referente teórico-histórico que se enfrente coherentemente al sistema social presente. Ya, en pleno auge de la campaña sobre el “fin del comunismo” pudimos ver el surgimiento, desde luego muy minoritario, de elementos obreros que tendían a cuestionar esa campaña, que se negaban a aceptar que la perspectiva histórica de más de 200 años de lucha desapareciera de la historia, y que el capitalismo se convirtiera en el “único mundo posible”. Pero precisamente el agotamiento de esa campaña, por el propio desarrollo de la crisis histórica del capitalismo ha hecho surgir y extenderse un movimiento de cuestionamiento del sistema capitalista, una búsqueda de alternativas a este orden de explotación y destrucción.
No podemos analizar aquí como la burguesía trata de contrarrestar ese cuestionamiento a través de múltiples instrumentos (desde el movimiento “antiglobalización” hasta la parcialización de las respuestas: la “okupación”, el “ecologismo”, la “autogestión” de la miseria,…), pero si nos interesa mostrar que si la burguesía despliega tal cantidad de medios es precisamente porque siente que el viejo topo proletario no sólo no está muerto sino que va horadando los cimientos de la sociedad de explotación. Es un proceso latente, subterráneo, imperceptible para incluso la gran mayoría de los trabajadores, pero se va extendiendo y ampliando. No hay más que ver la proliferación de debates que muestran los foros de Internet, el eco creciente (aunque aún sea desde luego muy modesto) de las posiciones revolucionarias, las caras nuevas que acuden a las Reuniones Públicas de las organizaciones que se reivindican del comunismo,…
Este proceso atraviesa todos los continentes y todos los sectores del proletariado. Vemos desde luego el “regreso” de antiguos compañeros de lucha que vuelven con ánimos redoblados tras un paréntesis de ostracismo y desconfianza en su propia clase. Y vemos sobre todo a jóvenes con una decidida voluntad de aclararse, de responder a la pregunta ¿cómo podemos acabar con el capitalismo?
Esa es una de las características más importantes de esta nueva generación de elementos engendrados por el esfuerzo de toma de conciencia del proletariado. Sus preocupaciones van más allá de lo inmediato de las luchas reivindicativas, y apuntan sobre todo a la perspectiva, a la alternativa histórica al capitalismo. Y esto es sumamente importante y positivo para el desarrollo de la perspectiva revolucionaria. Pensamos que el propio texto apunta en esa dirección, ya que en el apartado destinado a plantear alternativas a la situación que describe en el proletariado, indica:
«- Lucha de los trabajadores contra nuestras condiciones de vida que pueda comenzar a poner sobre la mesa la polarización de clases y la existencia de un movimiento visible y real a la clase trabajadora enfrentada a la sociedad burguesa y cuestione de forma teórico-práctica la relación social capitalista». Y añade a continuación:
«- Comunicación, confrontación de posiciones y conclusiones que seamos capaces de extraer los trabajadores acerca de nuestros problemas y luchas.
- Y en definitiva, de la reapropiación y concreción programática (de lo que somos dentro de la sociedad, de cómo está montada y funciona, de cómo tenemos que actuar, de quienes son nuestros enemigos, etc.) y de las experiencias acumuladas por la lucha proletaria contra la sociedad del capital, para que nos sirvan de ayuda y guía para nuestras luchas presentes y futuras».
Es especialmente sobre estos dos aspectos sobre los que podemos y debemos actuar los revolucionarios. Respecto al primero no es la tarea de los elementos más avanzados provocar u organizar la lucha de los trabajadores contra la explotación . El texto mismo recoge con sus propias palabras lo que es una de las contribuciones centrales de Rosa Luxemburgo sobre la huelga de masas: « nuestra misma existencia supone un conflicto con la sociedad burguesa y un esfuerzo permanente por encontrar una salida a nuestra situación dentro de ésta».
El texto incluye unas concreciones:
«- la búsqueda y fomento de espacios de encuentro, debate y comunicación acerca de las luchas y problemas que se nos plantean como proletarios, participando en conflictos, contactando con trabajadores, intercambiando informaciones, etc….
- llevar a cabo un proceso claro, franco y sin “verdades absolutas” (a ver: me refiero a “verdades que no encuentran un reflejo en la realidad, no que los trabajadores no podamos afirmar cosas evidentes, o no por tanto, de forma firme) pero con unos mínimos, de debate y clarificación para armarnos teóricamente.
- y establecer contacto con grupos y personas con las que puedan darse condiciones y sea interesante debatir, intercambiar informaciones o profundizar en aspectos organizativos o de colaboración»
… que nos parecen acertadas y que creemos que ponen de manifiesto una sincera voluntad de abrirse a otras experiencias de otros trabajadores, o sea al conjunto de la clase obrera. Lo que planteamos es que esa apertura a la clase obrera trascienda lo inmediato o lo próximo y tome en cambio como referente la lucha histórica del proletariado. A ello hemos tratado de contribuir de buena fe con estos comentarios.
Corriente Comunista Internacional 4-12-05