Submitted by CCI Online on
Publicamos dos artículos de intervención de Révolution Internationale, nuestra sección en Francia, sobre las revueltas de los suburbios de las ciudades francesas. Como primera intervención , Révolution Internationale publicó Revueltas en la periferia de ciudades francesas: ante la desesperación, sólo la lucha de clases puede ofrecer un porvenir que se puede encontrar en nuestra Web y también en nuestro periódico Acción Proletaria nº 185. La discusión que este acontecimiento suscitó en el Foro Internacionalista motivó una contribución nuestra titulada Debate sobre las revueltas en Francia que también puede encontrarse en nuestra Web. En respuesta a este documento recibimos 3 contribuciones diferentes de nuestros lectores y simpatizantes. Una de ellas, por los temas que plantea, requiere una respuesta más detallada que vamos a efectuar, mientras que las preocupaciones que expresan las dos primeras pueden ser respondidas por los documentos de nuestra sección en Francia que publicamos a continuación.
La burguesía utiliza las revueltas contra la clase obrera
Durante tres semanas, las revueltas en los barrios periféricos de Francia han sido la “estrella” de la actualidad. Miles de jóvenes, provenientes en su mayor parte de las capas más pobres de la población, han manifestado su cólera y su desesperación a golpes de cócteles Molotov y pedradas. Las primeras víctimas de su rabia y la destrucción que han ocasionado han sido los obreros. Sus vehículos han sido quemados. Sus centros de trabajo se han cerrado, llevando a centenares de ello a una situación de paro técnico. Un obrero entrevistado por un telediario de la noche ha resumido de forma magistral la absurdez de estos actos en los términos siguientes: “…Esta mañana he encontrado en el parabrisas de mi coche, calcinado, la pintada siguiente Jódete Sarkozy` (Ministro del Interior, ndr), pero ha quien realmente han fastidiado ha sido a mi y no a Sarkozy…”. Aunque se considere legítima la explosión de cólera de los jóvenes de esas barriadas, la situación social que se ha generado representa un verdadero peligro para la clase obrera. ¿Cómo reaccionar?; ¿Hay que colocarse del lado de las revueltas o tras el Estado “republicano” después de estos acontecimientos?. Para la clase obrera este planteamiento es una trampa y, sería un error elegir cualquiera de esas dos falsas opciones. La primera trampa consiste en creer que a través de las revueltas desesperadas de estos jóvenes hay el ejemplo de una lucha a apoyar y seguir. El proletariado no debe seguir, en modo alguno, este camino de auto-destrucción. Y la segunda “solución” ventilada a los cuatro vientos por la burguesía es, a todas luces, un callejón sin salida. Aprovechando el miedo que suscitan estos acontecimientos, la clase dominante, con su Gobierno, su Estado y su aparato represivo a la cabeza, se nos presentan como el único garante de la seguridad de la población, en particular en los barrios obreros. Pero detrás de esos bellos discursos que pretender dar “confianza” a la población, el mensaje que de verdad quieren hacer colar está lleno de peligros para la clase obrera: “Luchar contra el orden republicano, es decir contra el Estado capitalista, supone comportarse como ladrones, como chusma”. La burguesía utiliza el miedo para reforzar su arsenal represivo…. Incapaz de resolver los problemas de fondo, la gravedad de la crisis económica, la burguesía sin lugar a dudas prefiere ocultarla y explotar en su provecho los aspectos más impactantes de las revueltas: los destrozos y la violencia…Y, en ese sentido, denunciamos firmemente el sucio trabajo que han desarrollado todos los medios de comunicación con tal de alimentar esta propaganda del miedo. No han dudado en ir a buscar la “información” en el corazón de las ciudades, mostrando por doquier las imágenes de los vehículos quemados o calcinados, recogiendo los testimonios de todas las víctimas, realizando encuestas de los motivos del odio de los jóvenes contra la sociedad. Los reporteros se han recreado mostrando por las noches, las bandas de estos jóvenes, cubiertos de gorros o de pañuelos que les tapaban la cara. Se ha dado bombo y platillo a los múltiples enfrentamientos con cócteles Molotov y piedras contra las fuerzas del orden y, entre tanto, nos han mostrado entrevistas de los jóvenes protagonistas en medio de los altercados, expresando en directo su cólera: “…existimos, la prueba: los coches en llamas…” ( Le Monde, 6 de Noviembre) y añadiendo “…por fin hablan de nosotros…”. La burguesía ha explotado, de forma magistralmente interesada, la violencia desesperada de los jóvenes de los barrios deprimidos para crear un clima de terror. Sin duda, esto le ha dado una ocasión de oro para justificar el reforzamiento de su arsenal represivo. La policía ha podido, desde entonces, permitirse el lujo de aparecer como protectores de los obreros, el garante de su bienestar y de su seguridad. El debate entre el Partido Socialista y la derecha de la UMP en el Gobierno no ha existido puesto que sobre “el tema” estaban todos de acuerdo. Para la derecha, la solución evidentemente es dar muchos más medios a las fuerzas de seguridad y reforzar especialmente las unidades de intervención antidisturbios (CRS). Para la izquierda es lo mismo pero con otro embalaje. El PS ha propuesto el retorno de la policía de proximidad. Dicho de otro modo, ¡mucha más policía en los barrios!. Por esos motivos ambos partidos estaban de acuerdo con decretar el “estado de emergencia”. Todas estas medidas de reforzamiento del aparato represivo no podrán detener, ni poner fin a las revueltas en estos barrios. Al contrario, si quizás puedan ser relativamente eficaces a corto plazo y de manera inmediata, a largo plazo no pueden más que alimentar la tensión y el odio de estos jóvenes contra la policía. Y esto, los políticos lo saben muy bien. En realidad lo que intenta la burguesía con el reforzamiento del control policial en los barrios “sensibles”, no es controlar las bandas de adolescentes, sino a la clase obrera. Haciendo creer que el Estado republicano quiere “proteger” a los obreros contra los actos de vandalismo protagonizados por algunos de sus hijos o los de sus vecinos, la burguesía prepara en realidad la represión de las luchas obreras para cuando estas constituyan un verdadero peligro para el orden capitalista. La declaración del “estado de emergencia”, por ejemplo, trata de habituar a la población a banalizar el control permanente, la vigilancia intensiva y los registros en los barrios obreros. …y para dividir a la clase obrera La dimensión más repugnante de la propaganda actual es la que consiste en señalar a los inmigrantes como los chivos expiatorios de toda esta situación. Por el hecho de que los revoltosos son, en parte, jóvenes cuyo origen esta en la inmigración, los obreros inmigrantes han sido insidiosamente acusado de “amenazar el orden público” y la seguridad de las poblaciones puesto que serían incapaces de controlar a sus hijos y darles una “buena educación” al no transmitirles valores morales serios. Han sido estos padres, tachados de padres “irresponsables” o “desimplicados” los que han sido señalados con el dedo como los verdaderos responsables. El ministro delegado para el empleo se ha llevado el premio del racismo al afirmar que la poligamia entre los inmigrantes sería “una de las causas de la violencia urbana” ( Liberation, 17 de Noviembre ). Y como no, las fuerzas de izquierda han aportado su grano de arena, poniendo por delante con la excusa del humanismo, las dificultades de la sociedad francesa para integrar poblaciones de “diferentes horizontes culturales” (retomado sus propios términos). Los dos sociólogos más reputados sobre la cuestión de las “barriadas sensibles”, Didier Lapeyronie y Laurent Mucchilie , que se colocan a en la izquierda más radical del tablero político, insisten sobre el hecho de que a los ojos de los jóvenes salidos de la inmigración “…la promoción en las escuelas esta reservada para los ´blancos`, los servicios públicos no son ya vectores para la integración (..) y las palabras de la República (..) son percibidas como la máscara de una sociedad ´blanca`…”( Liberation, 15 de Noviembre). Según todo esto, los proletarios inmigrantes tendrían una problemática específica que nada tendría que ver con el resto de la clase obrera. Designando a los trabajadores inmigrantes como los verdaderos responsables de la violencia urbana, la burguesía intenta enfrentar a unos obreros con otros, crear una división entre franceses e inmigrantes. Explota la ciega revuelta de los jóvenes de las barriadas con el fin de ocultar la realidad: la pauperización creciente del conjunto de la clase obrera, sea cual sea su nacionalidad, sus orígenes o su color. El problema de la miseria, del desempleo, de la ausencia de perspectivas no sería, según la burguesía, el resultado de la insuperable crisis económica, sino que se reduciría a un problema de ¡ “mala integración” o de “cultura”!. Diabolizando a los padres de los jóvenes rebeldes de las barriadas marginales, la clase dominante mata dos pájaros de un tiro: ataca a los responsable de “crear y permitir los disturbios” hoy y, se prepara para atacar a toda la clase obrera mañana. Tal es el caso, por ejemplo, de la retirada de ayudas para las familias de los “delincuentes”, o de las medidas de expulsión de los extranjeros que hayan tomado parte en las revueltas. El Ministro del Interior, Nicolas Sarkozy ha pedido a los prefectos de policía expulsar “sin demora del territorio nacional” a los extranjeros condenados en el marco de los procesos por las revueltas urbanas de las noches pasadas “incluso a los que gocen de permiso de residencia…” (Liberaron, 9 de Noviembre). Ante esta situación, la clase obrera no debe hacerse ilusiones. Esta medida no esta reservada para los “golfos y la chusma”. Estas expulsiones territoriales por “perturbar el orden público”, el Estado no dudará en utilizarlas en el futuro contra el conjunto de la clase obrera cuando esta desarrolle sus luchas, por ejemplo, para romper una huelga y la unidad en las luchas, no dudará en amenazar a los obreros que tengan “carta de residencia” en que retomen el trabajo o de lo contrario que puedan verse expulsados a las fronteras.Contra la miseria capitalista: ¡Unidad y solidaridad de todos los obreros!
El problema del desempleo se encuentra en el centro de los problemas planteados por las revueltas en la periferia de las grandes ciudades francesas. Contrariamente a lo que nos dice la burguesía, sus medios de comunicación y sus políticos, este problema, el paro, no es algo que sufren específicamente los jóvenes que proceden de la inmigración. Durante semanas han intentado persuadirnos de que la cuestión del descontento manifestado en las revueltas es algo particular, limitado a los jóvenes de origen africano o magrebí que malviven en los ghettos de las ciudades francesas, aunque sin lugar a dudas el desempleo entre ellos alcanza tasas del 30 o 40%. Haciéndolo aparecer como un problema específico, de una categoría particular, la clase dominante, en Francia, como en multitud de países, pretende focalizar toda nuestra atención sobre esta categoría particular de la población, los jóvenes sin perspectiva de futuro, con el objetivo de enmascarar y evacuar el problema de fondo que verdaderamente plantea esta situación. El paro es un problema que concierne y amenaza al conjunto de la clase obrera. No pasa un solo día sin que conozcamos noticias de despidos masivos y, por tanto, de nuevos obreros que son lanzados a la ruina en los países llamados “desarrollados”, y en todos los países del mundo. En realidad, lo que la burguesía intenta ocultar es el significado profundo del desempleo masivo. Intenta impedir que podamos comprender la relación que existe entre lo que ha ocurrido en las barriadas francesas y los despidos que cotidianamente machacan a los obreros. Esta polarización sobre la parte más desfavorecida, la más frágil, vulnerable y descompuesta del proletariado, no es ninguna novedad: en los años 80, la aparición del desempleo masivo, el inicio del desmantelamiento de los sistemas de protección social y el brutal hundimiento en la pauperización de sectores cada vez mayores de la clase obrera se cargo en la cuenta de una nueva categoría sociológica bautizada como los “nuevos pobres”, para así poder marginalizarlos y aislarlos del resto de la población obrera. La burguesía ha intentado explotar siempre cínicamente la miseria y la desesperación que engendra el capitalismo. Los que han sido abandonados a su suerte, los que han perdido cualquier esperanza sobre el futuro, todos aquellos que han perdido cualquier perspectiva y todo punto de referencia y, que han sido deliberadamente ignorados y ninguneados durante décadas, se convierten de la noche a la mañana en el “centro del mundo”. Pretenden hacer que el árbol nos oculte el bosque de la miseria creciente que afecta cada vez a más y más obreros. De esta forma, la clase dominante intentado darnos toda una serie de falsas explicaciones sobre el origen y la naturaleza del problema: crisis de identidad de los jóvenes, integración insuficiente de los inmigrantes, desigualdad de oportunidades, problemas de discriminación en el trabajo, falta de educación ciudadana, creciente desarrollo del fracaso escolar, aumento del racismo y la xenofobia…. Todas estas “explicaciones”, superficiales y parciales, le sirven para poner por delante la mistificación de que habría “soluciones”, posibles reformas en el seno del capitalismo para poder mejorar la suerte de los jóvenes de las barriadas periféricas. Pero la realidad demuestra y, demostrará, que todas las medidas propuestas por los Gobiernos son totalmente incapaces de resolver el problema del desempleo: contratos de aprendizaje desde los 14 años, desbloqueo de los fondos y medios de los organismos asociativos, multiplicación de los cursos de formación, servicio civil voluntario, etc... Estas medidas no son más que una tentativa de ocultar la realidad creciente y brutal del desempleo, de la precariedad en el empleo y de la miseria creciente en la sociedad. Todo esto no es más que polvo en los ojos. Todas las fracciones de la burguesía, tanto la izquierda como la derecha no tienen nada que proponernos. Para lo único que sirven todos estos discursos es para extender el veneno ideológico entre la clase obrera con el fin de dividir a los explotados y oponer los intereses de unos contra otros obreros. La clase dominante justifica de este modo crear un abismo permanente entre generaciones obreras, entre obreros autóctonos y obreros inmigrantes, entre obreros en activo y obreros en paro. Así, intenta empujar a los parados a considerar a los obreros que aún conservan su empleo como privilegiado que no se preocupan ni pueden luchar por aumentos de salario, contra la disminución de las pensiones o contra el deterioro de sus condiciones de vida. Por otra parte, intenta presentar toda futura lucha de los parados ante el conjunto de la clase obrera como una emanación de la “chusma”, solamente capaz de desencadenar una rabia ciega, odio y autodestrucción. El profundo malestar social que han puesto de manifiesto las revueltas en las barriadas francesas es ante todo la expresión de la crisis económica mundial del capitalismo y una manifestación muy reveladora de la quiebra irreversible de este sistema agonizante. Precisamente por ello, las revueltas urbanas en Francia han creado una verdadera inquietud entre todas las burguesías europeas que, de una u otra forma, se enfrentan al mismo problema. Si bien es cierto que las revueltas de los jóvenes de los barrios de la periferia se han desarrollado bajo el signo del “no futuro”, que no son portadoras de ningún tipo de perspectiva puesto que son un reflejo pasivo y brutal del infierno capitalista son, sin embargo, reveladoras del profundo malestar y de la falta de perspectivas de un sistema capitalista en crisis que es totalmente incapaz de integrar a las nuevas generaciones en su aparato productivo. Esta manifestación, particularmente elocuente, de la quiebra del capitalismo plantea más que nunca la verdadera alternativa histórica: derrocamiento del orden burgués o hundimiento de toda la sociedad humana en el caos, la miseria y la barbarie. La única respuesta necesaria y posible al desempleo que amenaza cada vez más a los jóvenes obreros, es la movilización y la lucha, el desarrollo unitario y masivo de las luchas de resistencia de la clase obrera, contra los despidos y todos los ataques que sufre. Solo el desarrollo de la lucha de clases puede permitir a los obreros desempleados y a los que hoy se han visto implicados en las revueltas encontrar su lugar en la afirmación de una perspectiva revolucionaria e internacionalista. Contra el “no futuro” y la desesperación expresada en las revueltas de los barrios de la periferia en Francia, el proletariado es la única clase portadora de un futuro porque es la única fuerza social capaz de acabar con este sistema de explotación capitalista, de erradicar la miseria, el desempleo, de abolir el trabajo asalariado, el beneficio y las relaciones de concurrencia. Es la única clase que puede permitir la instauración de unas relaciones sociales a través de las cuales la humanidad podrá por fin desarrollar sus actividades en función de sus necesidades.