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El pasado 9 de noviembre se producía el suicidio, en Baracaldo, cerca de Bilbao, de una mujer que se arrojó a la calle desde el balcón de su casa mientras la policía entraba en su vivienda para desahuciarla. Habían transcurrido pocas semanas desde otras dos muertes similares en Burjassot (Valencia) y en Granada. ¿Cuántos van realmente? Es imposible decirlo porque en otros casos las causas de los suicidios aparecen difuminadas como depresión, conflictos familiares…
Ante la “alarma social” y sobre todo las reacciones de rabia que se produjeron inmediata y espontáneamente entre los vecinos de estas víctimas y otros muchos que se solidarizaron con ellas, los distintos aparatos del Estado que garantiza el “orden” capitalista inundaron los informativos de lamentos y pésames, de promesas de medidas para “impedir más pérdidas de vidas humanas”, y bla-bla-bla…, en la enésima demostración de que la repugnante hipocresía de los explotadores tampoco tiene techo.
Un cinismo indignante
Así, hemos visto aparecer en los medios a los propios banqueros con su cara más compungida, justificándose que ellos desahucian “lo menos posible” y que en todo caso lo hacen, nos dicen, para salvaguardar los intereses de los demás clientes del banco. Se sabe sin embargo que la banca nacionalizada ha acelerado la presentación de un auténtico aluvión de solicitudes de desahucio para limpiar sus balances de créditos de dudoso cobro y pasárselos así al llamado “banco malo” ([1]). Hemos oído también a los jueces, que desde 2008 han dictado el desahucio de cerca de 400 mil familias en España, echar la culpa a los políticos que son los que tienen que cambiar las leyes. Hemos escuchado a los policías que sacan a la fuerza a los desahuciados de sus casas y que apalean a quienes se concentran para impedirlo, que ellos “también lloran” (¡sic!) aunque deban “cumplir su deber obedeciendo a los jueces”. Hemos leído a los oráculos más seguidos de los medios de comunicación reclamar a los políticos que se pongan de acuerdo y limiten los estragos de la crisis a los más desfavorecidos, aunque, claro está, el verdadero límite es “la ya frágil estabilidad del sistema financiero”, la “credibilidad de España ante los inversores extranjeros”, o ese eufemismo llamado “seguridad jurídica” que debe traducirse como “hay que cumplir con lo que se debe”, excepto claro está, que se hable el idioma de las administraciones frente a los servicios sociales, de la policía ante quien le pide que se identifique, de los bancos ante las “preferentes”… Hemos visto al PP alardear de que, a diferencia del inane Zapatero, ellos sí toman medidas para proteger a los desfavorecidos, aunque esas medidas hayan sido impulsadas por la propia banca, que a grandes líneas las había anunciado días antes del pomposo decreto de Rajoy, y han sido bendecidas por la propia “troika”. Pero el colmo del cinismo debe buscarse sobre todo en el PSOE, el partido que más años ha gobernado en la España postfranquista y que jamás modificó la ley hipotecaria de 1946, adoptada por la mismísima dictadura tan repudiada por el PSOE. El partido de los 5 millones de parados es también el de los 300 mil desahucios aplicados en 2007-2011. Quién hoy lamenta lo limitado de las medidas de Rajoy, aplaudió con las manos y con los pies el llamado “Código de Buenas Prácticas Bancarias” aprobado en marzo de este año y que sólo ha podido ser aplicado a 130 familias en todo el país. El mismo Rubalcaba que enviaba la policía a contra las concentraciones que desde el 15M se organizaron contra los desahucios, pide ahora que la policía municipal de los ayuntamientos “socialistas” no colabore en su ejecución… Hace unos días, María Antonia Trujillo ex ministra de vivienda de ZP, bravuconeaba: “Quien tenga deudas que las pague. Que no se hubiera endeudado”. Y quien es hoy la mano derecha de Rubalcaba replicaba: “¿Dónde has dejado tu alma socialista?”. Si repugnante es la prepotencia de la primera (como el “¡que se jodan!” que dedicó una diputada del PP a los parados al encarecer el subsidio), el cinismo de la segunda es indignante.
Con esa nauseabunda campaña de falsa solidaridad, el cocodrilo capitalista exhibe sus lágrimas para que sus víctimas confiemos en su “buena voluntad”. Quiere que creamos que el afán de lucro se detiene cuando choca con los derechos humanos más elementales. ¿Acaso no figuran en la Constitución el derecho a una vivienda digna, así como el derecho al trabajo? Quiere que pensemos que pueden ser insaciables explotadores, chupasangres, ladrones… pero no hasta el extremo de provocar la pérdida de vidas humanas. Pero eso es pura patraña propagandística. Si la troika, la banca, el Gobierno… han acordado una moratoria de dos años para familias con recursos inferiores a 19 mil euros anuales, de los que más de la mitad es deuda hipotecaria, y que además estén en paro sin subsidio o con cargas familiares… no es porque finalmente su “humanidad” se haya impuesto a su naturaleza capitalista, sino porque la inmensa mayoría de las familias en esas condiciones son insolventes, y arrojarles a la calle no va a representar ninguna ganancia, sino que va a engordar el stock de viviendas de las que la banca y el gobierno no consiguen desprenderse. A cambio de permanecer dos años más en sus casas, estas familias “beneficiadas”, verán incrementada la cadena de su deuda en un “razonable” 30 %. Y si a lo largo de esta moratoria, llegase un contrato de trabajo o cualquier otro mínimo hilillo de sangre a estos “subsidiados”, deberá reanudarse el pago o admitir el desahucio definitivo,…
La auténtica cara del capitalismo y la verdadera lucha contra los desahucios
El presidente de la Asociación Española de Banca ha declarado recientemente que la “solución” a los desahucios está en “construir más viviendas, conceder más créditos e hipotecas”, como si el capitalismo se moviese para satisfacer las necesidades humanas. Pero eso es falso. El capitalismo vive de transformar las necesidades humanas, de todas las esferas de la vida desde la salud al ocio pasando por la vivienda, en mercancías que se intercambian por otra mercancía, como la fuerza de trabajo que se hace cambiable a través del salario en cualquiera de sus modalidades. El capitalismo no sacrifica jamás ese valor de cambio al valor de uso que puedan tener esas “mercancías” para los trabajadores que las han creado. Por eso existen hoy en España ¡1 millón de viviendas vacías!, mientras las familias se hacinan en casas de los abuelos ([2]), o se retrasa hasta los 30 años la edad media de emancipación de los jóvenes. Como señalamos en otro artículo de este mismo AP (“Debate sobre el problema de la vivienda”), la actual crisis de la vivienda es la más típicamente capitalista de todas las que, en este aspecto, ha vivido la humanidad: es una crisis de sobreproducción, medida ésta respecto al mercado formado por los comparadores solventes y no respecto a las necesidades humanas. .
Por ello es iluso pensar en que el capitalismo puede enfocar el problema de la vivienda, como otros tantos, partiendo de las necesidades humanas o desde una justicia que igualara a prestamistas y prestatarios. Esa es una funesta ilusión y una de nuestras principales críticas a plataformas como la de Afectados por la Hipoteca (PAH) o la de Stop Desahucios que si bien han protagonizado convocatorias que han movilizado efectivamente una auténtica solidaridad con las víctimas de desahucios, caen en cuanto a sus análisis y propuestas en planteamientos de un estéril reformismo “radical” aunque parcial, como la reivindicación de la “dación en pago” ([3]), o la reforma de la Ley Hipotecaria para corregir los abusos con que se privilegia a la banca ([4]). En última instancia la avalancha de desahucios está invariablemente unida al empobrecimiento brutal y rapidísimo de la clase obrera. Por ello no lleva a ningún lado separar la lucha contra los desahucios de la lucha contra los despidos, contra los recortes en sanidad, o los hachazos a los salarios. Es una lucha de los explotados contra la pervivencia de este sistema de explotación.
Dicen los psicólogos que acompañan a las asambleas que agrupan a los desahuciados que se les ve cada vez ven más desmoralizados, y que una parte muy importante de las tendencias suicidas que se presentan se deben a un sentimiento de “fracaso personal” que acompaña al desahucio. Ya habíamos visto esto mismo en los parados, o en los suicidios en el trabajo ([5]) que estallaron por ejemplo en Francia hace un par de años. Esa es la otra cara de la supuesta “libertad” del individuo en la sociedad capitalista: convertir en fracaso personal, lo que en realidad es la incapacidad del modo de producción de asegurar, bajo sus presupuestos de la mercancía, el beneficio y la acumulación, la satisfacción de las necesidades humanas más elementales. Para que la humanidad pueda sobrevivir hay que barrer el capitalismo de la faz de la tierra.
Dámaso, 20 de noviembre de 2012
[2] Se calcula que hoy en España 600 mil familias viven de la pensión de los ancianos cuya vivienda ya pagada se convierte además en el refugio al que acuden desahuciados o familias que no pueden pagar los alquileres…
[3] La “Dación en pago” es la liberación de las obligaciones crediticias a cambio de la entrega de la vivienda al banco lo que significa perder todo lo pagado
[4] De hecho en otros países donde no existen estos abusos el problema de la vivienda se agrava. En Francia, por ejemplo crece sin parar el número de trabajadores que, aun conservando su puesto de trabajo, no pueden pagar un alquiler y deben vivir en roulotte durante todo el año. En USA existen más de 636 mil “homeless”. Un estudio reciente de Ocuppy Wall Street decía que en el último año el número de “sin techo” de la ciudad de Nueva York había crecido un 10% hasta 44 mil personas. El paso del huracán Sandy ha puesto de manifiesto que muchas de las casas de esa área no eran dignas de tal nombre.
[5] Respecto a lo primero véase: https://es.internationalism.org/book/export/html/2407. Y en cuanto a lo segundo: /accion-proletaria/201005/2874/suicidio-y-sufrimiento-en-el-trabajo