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“Argentina expropia YPF”
Más nacionalismo para explotar mejor a los trabajadores
Como en la década de los cincuenta del siglo xx, cuando el militar Juan Domingo Perón gobernaba Argentina, la presidenta Kirchner y los funcionarios de su gobierno han dado rienda suelta a las gesticulaciones y los discursos demagógicos al anunciar y defender la expropiación de la empresa YPF que se encontraba en manos de Repsol (en la que Pemex tiene acciones).
Pero su estrategia tenía un doble filo, por un lado, a través de las “empresas públicas” el Estado, como máquina burguesa que es, cubre una tarea que los capitalistas individuales se ven imposibilitados en asumir: la acumulación o simplemente la salvación de ramas de la economía completamente quebradas. Por otra parte, mediante los discursos nacionalistas con los que justifican ese activismo del Estado, logran atrapar y envenenar a amplias masas de explotados, atándolos a la falsa idea de que la economía controlada por el Estado significa una negación del capitalismo o bien que puede tener una calidad diferente y benéfica para los asalariados.
Por otro lado, el marxismo siempre ha combatido la falsa idea que pretende ver medidas “comunistas” donde lo único que hay es la detentación de la propiedad colectiva de los medios de producción bajo la forma estatal como fue el caso de la URSS o el mito chino o cubano, en particular Engels en 1878 explicaba que: “… ni la transformación en sociedades por acciones ni la transformación en propiedad del Estado suprime la propiedad del capital sobre las fuerzas productivas.” Renglones abajo, argumenta la razón de ello: “El Estado moderno, cualquiera que sea su forma, es una máquina esencialmente capitalista, un Estado de los capitalistas: el capitalista total ideal.” Por eso remarca, para no dejar duda, la condición de los trabajadores que laboran en esas empresas estatales: “Los obreros siguen siendo asalariados, proletarios. No se supera la relación capitalista, sino que, más bien, se exacerba” (Anti-Dühring).
Estatismo relevo del librecambismo… librecambismo relevo del estatismo
El control directo de medios de producción por parte del Estado, supliendo al capitalista individual, llevada a cabo en el siglo xix, fue un mecanismo utilizado aunque no de forma sistemática, se recurría a esta práctica en momentos de fragilidad general de la economía o para la animación de algunas ramas económicas que requerían amplias dosis de capital. Por eso era una medida importante para el desarrollo de las fuerzas productivas. No obstante esta práctica en el siglo xx y lo que va del xxi se expone como la necesidad de un sistema decadente que exige la presencia sistemática y continua del Estado. Su accionar ahora es producto de la desesperación causada por la agudización de la crisis que le dificulta cada vez más el impulso de la acumulación, requiriendo que el Estado comande acciones de “rescate económico” directo o se despoje de áreas económicas, usando la privatización para acoger masas de capitales, que de otra manera se mantendrían ociosos.
Podría parecer que las prácticas de activismo estatal corresponden solo a la “era keynesiana”, pero las políticas “neoliberales” aunque aparentemente repudian la actuación del Estado en la economía, lo que hacen es refinar las formas de intervención.
Las políticas privatizadoras no son de ninguna manera actos ajenos al Estado, por el contrario esta política es gestionada directamente por él, en tanto es éste quien decide la desaparición de las empresas o su venta, imponiendo “precios de remate”, es decir por decreto desvaloriza capitales existentes como las empresas estatales, lo cual permite, por un lado, depurar al sistema de inversiones ineficientes y por otra parte, crear la simulación de que estas empresas en venta van a formar áreas económicas que se presenten como “nuevos espacios” para la acumulación. El discurso neoliberal de la burguesía y sus economistas es pura vacilada.
El ejemplo más claro de esto se muestra en la forma en que se vendió TELMEX, permitiendo que Carlos Slim se convirtiera en el potentado mayor del mundo. La venta de TELMEX la gestionó directamente el Estado, ofreciéndola a un precio muy por debajo de su valor real, eso permitió que se colocaran capitales que, dadas las condiciones creadas, obtuvieron ganancias rápidamente y muy altas.
Pero la actuación de un capital individual (por decisión propia o forzado por las condiciones de la crisis) puede llevar a impedir que el proceso de la acumulación se cumpla y entonces el Estado, otra vez asumiendo su papel defensor y garante del sistema, estatice mediante la nacionalización o cualquier otro mecanismo… de manera que el estatismo y el librecambismo son instrumentos del capital para reforzar la acumulación.
Estado y mercado, dos partes del mismo cuerpo
La estrategia de nacionalizaciones en América Latina desde los albores del siglo XX, fue sin duda más activa que en otros países, lo cual sin duda tiene como motivo la debilidad económica de estos países, esta actuación, como decimos arriba, permitió alentar la acumulación de capital, lo que se representa de forma directa en la ampliación de los mercados nacionales, que implica sin duda el fortalecimiento de las burguesías latinoamericanas, pero al mismo tiempo este proceso industrializador se integra en la competencia internacional, en la que asume el rol particular de cubrir una parte del proceso productivo de la industria norteamericana. En la actualidad la intervención del Estado, expropiando, nacionalizando o rescatando capitales, aunque tienen formas de expresión diferentes y sean verdaderas actuaciones desesperadas, en esencia encierra los mismos motivos a las llevadas por los gobiernos populistas de mediados del siglo pasado, a saber: fortalecer el sistema capitalista.
Los “rescates” económicos que en 2008 son llevados a cabo por el gobierno de los EUA (con Bush a la cabeza), el salvamento de la banca comercial aplicada por el gobierno mexicano en 1995, o el que se pretende hacer por el español en las semanas recientes, son ejemplos claros de la presencia del Estado que la economía capitalista requiere de forma continua para sobrevivir, ora rescatando, ora estatizando. Porque después de todo, ¿qué diferencia hay entre las nacionalizaciones recientemente efectuadas por Evo o Kirchner y los rescates? De la misma forma hay que recordar que las estatizaciones (expresada bajo la modalidad de nacionalización) han sido llevadas lo mismo por gobiernos de derecha o de izquierda. .
El gobierno conservador de Porfirio Díaz en México, a través del ultraliberal secretario de Hacienda, José Yves Limantour, en 1909 nacionalizó los ferrocarriles en México; luego, en los años cuarenta y cincuenta la misma práctica se llevó a cabo por gobiernos denominados populistas. No solamente es impulsada en Argentina con Perón, se repite con pocas variantes en Brasil, con Getulio Vargas, en Perú con el programa aprista, en México con Cárdenas… este activismo estatal se verifica también en los EUA (como paliativo a la crisis con el New Deal), en Alemania el nazismo actuaba de forma semejante, Italia con el fascismo y la URSS con los planes quinquenales del estalinismo repetían esa estrategia, aún cuando su forma fuera más burda y grotesca.
Nacionalización de YPF: beneficio para el capital, no para los trabajadores
La nacionalización de YPF que es llevada a cabo por la presidenta argentina Fernández de Kirchner, se ha presentado por el conjunto de agrupaciones del aparato de izquierda del capital y los sindicatos (tanto en Argentina como en gran parte de América Latina) como una “acción de beneficio para el pueblo”. Los estalinistas del PCA resumen su entusiasmo en la frase, “Patría sí, colonia no”. Estas declaraciones pretenden ser justificadas mediante la tramposa igualación de los llamados “intereses nacionales” y la “soberanía” con los de los trabajadores y demás explotados.
Llevando más al extremo el propósito de animar un ambiente patriotero que nuble la reflexión de los trabajadores, el sindicato petrolero se atreve a afirmar que dicha nacionalización “…redundará en mayores oportunidades laborales…” (declaración de Guillermo Pereyra, 15-05-2012).
De parte del sector extremo de ese aparato de izquierda, como es el caso del “Frente de Izquierda”, se explican las presiones que Repsol estaba creando al Estado argentino por no invertir y verse impedido entonces para cubrir la demanda interna de combustible, provocando por ello un déficit en su balanza comercial, e inmediatamente vomita el discurso patriotero al igual que el resto de sus congéneres izquierdistas reprochando que en la medida de la señora Kirchner no se establece la nacionalización al 100%, ni lo hace bajo la forma de legal de expropiación, además reclaman que la burguesía argentina no haya declarado que YPF pasara “… a manos del Estado bajo el control y la gestión de los trabajadores” (https://www.agenciapacourondo.com.ar).
Para entender la medida nacionalizadora del gobierno argentino se requiere primero comprender que dicha acción se da en el marco de la competencia en la que se enfrentan entre sí los capitales individuales y los Estados, defendiendo cada uno sus intereses económicos.
En esta dinámica de competencia, con la nacionalización de YPF se revela que el Estado argentino busca salvaguardar los intereses más generales del capital, dado que, aunque afecta a un grupo burgués aglutinado en Repsol, el Estado recupera a una industria necesaria para el conjunto de los capitalistas, es decir es una actuación desesperada para permitir cierto respiro de la economía, por lo que puede considerarse a esta operación como un “rescate”.
La multinacional Repsol desde 2011 dejó de invertir las ganancias que obtenía en esa misma industria, generando desabasto, lo cual es ya un problema para la burguesía argentina, pero además lo que el Estado argentino reclama es que la ganancia obtenida era usada para apuntalar otras áreas del consorcio (y en otros países) donde obtenían una mayor rentabilidad…
Estos escenarios marcados por déficits externos y caída de las ganancias empresariales son expresión abierta de la agudización de la crisis y la exacerbación de la competencia, por eso estas nacionalizaciones son acciones económicas desesperadas del capital, aunque la misma clase dominante las aprovecha para inyectar el veneno nacionalista y alinear tras de sí a los explotados.
Cuando el gobierno de Carlos Menen (respaldado por el matrimonio Kirchner y el partido justicialista) privatizó YPF en los 90, afirmaba que esa acción era para beneficio de los trabajadores en tanto permitiría financiar las jubilaciones… ahora con la nacionalización vuelven a decir que es por el bien de los trabajadores, pero lo que muestra es que ambas operaciones buscan fortalecer el sistema y mejorar el proceso de explotación.
Los intereses de la burguesía no son los mismos de los trabajadores
Para hacer pasar a las estatizaciones como actos en interés de los trabajadores, la burguesía cuenta con su aparato de izquierda. Justo, ante la estatización de YPF, hemos visto salir a la izquierda y el aparato sindical en América Latina para aplaudir al gobierno argentino. Pero al mismo tiempo los voceros de los Estados asociados en la multinacional Repsol (España, EUA y México) que declaran y operan en contra de la medida, son acompañados por el aparato de izquierda que secunda esos discursos. Se destacan las declaraciones del Partido Socialista Español (PSOE), que no duda en ofrecer su apoyo a Repsol y al gobierno de Mariano Rajoy: “puede contar con nosotros y de que estamos seguros que esto puede ser finalmente arreglado e invertir una decisión dañina”. En el mismo tono se encuentra la actuación de la estructura radical del sindicalismo, es decir de las Comisiones Obreras (CCOO), que defendiendo al capital español se indigna contra el accionar argentino, en tanto, dice, es una “medida que causará un grave daño a los accionistas, sobretodo a los más pequeños, a los trabajadores y a la economía española”.
Bien vale traer a la memoria y a la reflexión los argumentos desarrollados por el “Grupo de Trabajadores Marxistas”, en la década de los 30 del siglo xx cuando en México se lleva a cabo la nacionalización del petróleo: “La tarea del proletariado mexicano es, entonces, no sacrificarse para que la industria petrolera y los ferrocarriles rindan beneficios para los capitalistas imperialistas y ‘nacionales’, sino conquistarlas, quitarlas a la burguesía por medio de la revolución proletaria”. Estos argumentos, ante la borrachera nacionalista que se busca imponer, merecen ser recuperados por los proletarios argentinos y de todo el mundo.
Tatlin, junio-2012